Ópera en el Met

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Ópera en el Met
Radamés fue interpretado por Marcello Giordani (18 de
noviembre) y por Antonello Palombi (22 de noviembre). Ambos
tenores con una carrera sólida y gran experiencia con este rol pero
con voces completamente diferentes. Giordani posee un timbre de
tenor lírico con gran poderío en el registro agudo, buen fraseo y
agudos potentes y seguros. Sus graves son débiles y se pierden en
la masa orquestal, como le sucedió en sus duetos con Monastyrska
y Borodina, respectivamente. Comenzó su ‘Celeste Aida’ cortando
las frases y salvó el aria al dar muy bien el agudo final. Fue
mejorando durante la función e hizo un excelente acto IV. Palombi,
por su parte, hizo ese día su debut en el Met y demostró ser uno
de los mejores Radamès que el MET ha escuchado en los últimos
20 años. La voz es grande y, al igual que Monastyrska, fue capaz
de matizar, de lucir una depurada línea de canto y de sobresalir
sin esfuerzo alguno en los concertantes. Su ‘Celeste Aida’ fue
fantástico y sus duetos con Monastyrska y con Borodina fueron
de lo mejor de la noche. Eso sí, ninguno de los dos tenores fue
histriónicamente impresionante pero, de los dos, fue Giordani
quien actuó más.
El barítono serbio Željko Lučić cantó el papel de Amonasro muy
bien, aprovechando al máximo los momentos de lucimiento de
este corto papel. Posee una presencia imponente en escena y su
dueto ‘Rivedrai le foreste...’ con Aida estuvo lleno de intesidad
y gran histrionismo vocal. Hay que destacar también a los dos
jóvenes bajos que cantaron los papeles de Ramfis y el Rey: Dmitry
Belosselskiy y Soloman Howard. Ambos con voces graves
impresionantes.
Marcello Giordani (Radamès) y Liudmyla Monastyrska (Aida)
Foto: Marty Sohl
Aida
Noviembre 18 y 22. La ya mítica y fastuosa producción de Sonja
Frisell de esta ópera de Verdi es una de las puestas en escena más
famosas del Metropolitan Opera y en la temporada 2014-2015
contó con un elenco muy fuerte vocalmente hablando. Hoy en
día, cuando las voces dramáticas son cada vez más raras, fue un
deleite escuchar en el rol de Aida a la fantástica soprano ucraniana
Liudmyla Monastyrska, quien ya había cantado este papel en
el 2012 en su debut en el Met. Su voz es grande, se escucha libre
tanto en el registro medio como en el agudo, es capaz de hacer
unos filati bellísimos en ‘Ritorna vincitor...’ o en ‘O patria mia’
y también puede expandir su hermoso instrumento de tal manera
que la escuchamos sin problema en los concertantes de los actos
I y II. El color de la voz en sí es bello, bien timbrado y con una
gran conexión con su centro. Monastyrska se mueve bien en
escena, sin exageraciones ni aspavientos en su forma de interpretar
a la princesa etíope. Su Aida es noble, discreta y, a veces,
enternecedora.
La otra gran diva sobre el escenario fue la mezzosoprano rusa
Olga Borodina en el rol de Amneris, el cual le ha dado grandes
éxitos a nivel mundial. Este papel le queda como anillo al dedo
a Borodina y, aunque sus agudos ya no brillan como antes, posee
un registro central sonoro y oscuro que contrastó bellamente en
el dueto con la Aida de Monastyrska. Su dueto con Radamés fue
desgarrador y cantó de manera espectacular su escena final del acto
IV, culminando con un intenso ‘Anatema su voi’.
enero-febrero 2015
La dirección siempre atinada de Marco Armiliato le dio vida a
la función y ayudó mucho a sus cantantes para que la orquesta no
los tapara en los momentos claves. Sus tempi fueron correctos y se
nota que conoce esta partitura muy bien. Excelente el coro del Met,
con un sonido bastante bien balanceado en las plegarias del acto I
y del IV.
por Ingrid Haas
Il barbiere di Siviglia
Noviembre 18. Cuando se programó la chispeante producción
de Bartlet Sher de esta ópera de Rossini para las transmisiones
en vivo de la temporada 2014-2015, mucha gente se sintió
decepcionada de que sustituyera a la controversial ópera The Death
of Klinghoffer de John Adams. Para todos los amantes de las óperas
contemporáneas fue algo imperdonable, pero para todos aquellos
que amamos las óperas de repertorio, fue un cambio bienvenido.
Especialmente por el joven elenco que integró las funciones de
dicha ópera.
Después de su triunfo como Cherubino en la transmisión de Le
nozze di Figaro, la mezzosoprano Isabel Leonard interpretó a la
coqueta Rosina con encanto y conocimiento musical del papel.
Desde que pisa el escenario, Leonard cautiva al espectador. Su
‘Una voce poco fa’ fue estupendo y su bello y oscuro timbre lució
perfecto en su segunda aria ‘Contro un cor’. Su coloratura no es
tan impresionante o precisa como la de Cecilia Bartoli o la de
Joyce DiDonato, pero es lo suficientemente clara. Se acopló muy
bien con el Almaviva del tenor Lawrence Brownlee, quien posee
una voz dulce, aterciopelada y con muy buena técnica. Pudimos
escuchar su elegante fraseo en la serenata ‘Se il mio nome...’ y
su excelente coloratura en ‘Cessa di più resistere’. Tanto Leonard
como Brownlee son excelentes actores y su interpretación de la
pareja de enamorados fue creíble.
pro ópera Isabel Leonard (Rosina), Lawrence Brownlee (Almaviva) y
Christopher Maltman (Figaro)
Foto: Ken Howard
El barítono inglés Christopher Maltman es un Fígaro poco
usual; posee la voz para el papel y el carisma escénico necesarios
para personificar al barbero de Sevilla. Su ‘Largo al factotum’ se
escuchó bien, aunque el timbre es un poco áspero y no tiene mucho
squillo en los agudos. Sus coloraturas fueron un poco imprecisas
pero esto no demeritó su actuación. Fue un Fígaro seguro, con muy
buen tacto para la comedia y gran dominio escénico.
El bajo Maurizio Muraro fue un Don Bartolo excelente. Su
voz es redonda, bien proyectada y conoce el estilo rossiniano a
la perfección. Su dicción en el aria ‘A un dottor della mia sorte’
fue impecable y recibió una muy merecida ovación al concluirla.
Fue un gusto escuchar a un bajo en plenitud cantando este rol.
Paata Burchuladze fue uno de los mejores bajos en los años 80.
Su cavernosa voz y sus potentes graves ya no son lo mismo que
hace 30 años. Aunque cantó bien su aria ‘La Calunnia’, la voz de
Burchuladze se escuchó opaca. Mejoró mucho en el quinteto ‘Don
Basilio? Cosa vego?’ del segundo acto y su actuación fue muy
graciosa.
La dirección orquestal de Michele Mariotti fue buena; los tempi
bien llevados e hizo que la orquesta del Metropolitan Opera House
sonora brillante. Siguió muy bien a los cantantes y frasó con ellos
sin comprometer el flujo y la chispa de la partitura rossiniana.
por Ingrid Haas
La bohème
Noviembre 20. En la ópera, todo puede suceder, fuera y sobre
el escenario. Éste fue el caso de la segunda ronda de funciones
de La bohème de Puccini en el Metropolitan Opera House de
Nueva York. Inicialmente, la soprano Kristine Opolais y el tenor
Ramón Vargas cantarían a Mimì y Rodolfo durante las funciones
de noviembre y primeras dos semanas de diciembre. Pero dos
semanas antes de la primera función (14 de noviembre), Opolais
fue llamada de emergencia a Múnich porque Anna Netrebko
canceló su participación en la nueva producción de Manon Lescaut
de Puccini en la Bayerische Staatsoper y necesitaban urgentemente
una Manon. Dado que el Des Grieux fue Jonas Kaufmann, con
quien Opolais ya había cantado esta ópera en Londres, no hubo
duda de a quién llamar para salvar estas funciones.
El Met llamó entonces a la soprano búlgara Sonya Yoncheva para
suplir a Opolais como Mimì y comenzó a ensayar con Vargas. El
tenor mexicano se enfermó un día antes de la primera función y se
llamó para suplirlo a Bryan Hymel. Así pues, la función del día 20
pro ópera
Sonya Yoncheva (Mimì) y Bryan Hymel (Rodolfo)
Foto: Ken Howard
de noviembre contó con dos cantantes que entraron a suplir y que,
afortunadamente, cumplieron con creces.
Yoncheva fue una muy grata sorpresa en el papel de Mimì. Su voz
es muy bella, grande y con agudos hermosos. Desde su entrada en
el primer acto con la palabra ‘Scusi’, uno sabía que tendríamos una
gran Mimì. Acarició cada frase de su ‘Sì, mi chiamano Mimí’ con
una delicadeza y una musicalidad que cautivaron a todo el público.
Su interpretación fue creciendo hasta llegar a un desgarrador
‘Donde lieta uscì’ y una muerte impresionante.
Su Rodolfo estuvo a la par de tan excelsa Mimì. Hymel posee
un timbre un poco nasal pero que corre perfectamente en el
enorme auditorio del Met. Sus agudos son seguros y su fraseo
muy elegante. Cantó muy bien ‘Che gelida manina’, acoplándose
bellamente con Yoncheva en el dueto ‘O soave fanciulla’. Hymel
es un cantante muy seguro y es buen actor, haciendo una pareja
muy creíble con la soprano búlgara.
El barítono serbio David Bižić fue un Marcelo de lujo; su voz
es aterciopelada, con un centro cálido y registro agudo brillante.
Su dueto con Hymel, ‘O Mimì tu più non torni’, fue uno de los
mejores momentos de la función, al igual que su escena con
Yoncheva en el tercer acto. El Schaunard de Alessio Alduini fue
excelente y creemos que en unos años este joven barítono será un
gran Marcello. El bajo Matthew Rose fue un Colline muy tierno y
recibió una merecidísima ovación al cantar ‘Vecchi zimarra’.
Lamentablemente, la Musetta de la soprano griega Myrtó
Papatanasiu no estuvo a la altura vocal de sus compañeros de
elenco. La voz es estridente en el registro agudo y su no tuvo un
fraseo adecuado en el aria ‘Quando m’en vo’. Su actuación fue
buena y fue mejorando durante la función. En el cuarteto del tercer
acto, su voz no armonizaba bien con la de Yoncheva, Hymel y
Bižić, demeritando un poco la belleza de esta escena.
Riccardo Frizza dirigió con brío a la orquesta del Met, siguiendo
a sus cantantes y procurando no cubrirlos en los momentos forte.
Una función en donde los suplentes salieron victoriosos y cubiertos
de gloria.
por Ingrid Haas
enero-febrero 2015
acompañamiento. Ildar Abdrazakov, como Escamillo, se mostró
muy elegante en escena con una bellísima y sonora voz de bajobarítono, expresivo, delicado y brillante. Con una excelente técnica
musical y artística, destacó en su dúo con Carmen.
Anita Hartig en su papel de Micaela, que se mostró algo tímida en
el dúo inicial con el tenor, resolvió magníficamente su aria ‘C’est
des contrebandiers’, mostrando unos hermosos pianos y siempre
con una gran voz. El público acogió a Hartig con algún que otro
bravo, así como al director español Heras-Casado, quienes fueron
los más aplaudidos de la noche.
por Ana María Díaz de Lewine.
The Death of Klinghoffer en Nueva York
Para aquellos neoyorkinos que esperaban una temporada operística
típicamente tranquila en 2014, ese sueño resultó imposible. Las
tensas negociaciones laborales por las que el Metropolitan Opera
renegoció contratos con 15 de sus 16 sindicatos se resolvieron en
el último minuto.
Aleksandrs Antonenko (Don José) y Anita Rachvelishvili (Carmen)
Foto: Ken Howard
Carmen
Octubre 28. Fantástica acogida en el debut de Pablo HerasCasado en la Ópera Metropolitana de Nueva York como director
musical de la obra maestra de Georges Bizet. Lució una batuta
enérgica y un gesto muy preciso, ya desde el principio, con la
obertura que acompañó a dos bailarines que imitaron al toro y al
torero, y que surgieron desde una herida de sangre del fondo negro
de la piel del toro, que es el gran telón.
En la escenografía del primer acto apareció una gran plaza de
toros en forma abstracta en espiral, con varios puntos de luz de sol
cayendo sobre ella, y se representó un día de corrida de feria en
Sevilla, con el magnífico coro de niños, y gente que ríe y camina
sobre una gran plataforma giratoria. John Moore muestra una
bellísima voz.
Aleksandrs Antonenko, como don José, mostró un timbre muy
puro de tenor lírico con gran proyección, aunque algún cambio
en su posición en los pasajes más agudos en ocasiones adolecía
de legato, en especial en su dúo del primer acto con Micaela.
En el último acto su interpretación es excelente y muestra una
grandísima voz, plena y hermosísima.
La escena de las cigarreras, dirigida e interpretada con gran
delicadeza y matizada, con ambiente fragante y embriagador, como
el humo, fue sutil y etérea, donde el coro realizó una bellísima
línea musical bajo la dirección de Donald Palumbo.
Anita Rachvelishvili, como Carmen, apareció muy presente
con una gran interpretación escénica siempre. Al inicio de la
ópera cantó algún agudo algo calante, y los adornos de su aria
‘Près des remparts de Séville’ no están suficientemente claros,
pero a medida que la obra iba avanzando, hacía gala de una gran
técnica, gran colorido, siempre entregada en voz y alma a la
escena, y representando una Carmen seductora, desvergonzada
y absolutamente liberada y casi impertinente en su trato y
comentarios a los hombres y a las mujeres. Preciosa su aria de las
cartas con su voz recogida y redonda y en piano, mientras que la
orquesta la acompañaba correctamente. Brava en la última escena
en su dúo con Escamillo, donde apareció con una hermosa bata de
cola negra para la corrida de toros, y caminaba de un lado a otro,
como si de un toro en la plaza a punto de morir se tratara.
Precioso el ballet del principio del segundo acto, que con
palmas al ritmo ternario, danzando en grupo sin ningún tipo de
enero-febrero 2015
Sin embargo, la noche inaugural —en la que se presentó una nueva
producción de Le nozze di Figaro— fue recibida con protestas
por parte de un sector del público en desacuerdo con su visión
machista sobre las mujeres y la infidelidad matrimonial.
Luego, una enorme bandera israelí colocada frente a la plaza de
Lincoln Center contó otra historia distinta. El grupo ahí reunido
estaba protestando contra la puesta en escena de The Death of
Klinghoffer, la ópera de 1991 compuesta por John Adams con un
libreto de Alice Goodman que se presentó por primera vez en el
Met el pasado 20 de octubre.
He aquí una breve sinopsis: la ópera dramatiza el secuestro del
crucero Achille Lauro por un grupo de terroristas palestinos
en 1985, que culminó con el asesinato de Leon Klinghoffer
(interpretado por el barítono Alan Opie), un judío neoyorkino
confinado a una silla de ruedas, que fue separado de su esposa
y los demás rehenes, muerto de un balazo y arrojado al mar
con todo y silla de ruedas. Si la ópera hubiera representado los
acontecimientos de una manera franca, mostrando claramente a
los secuestradores como los villanos y a los pasajeros como las
víctimas, entonces tal vez esta producción no hubiera generado
tanta controversia.
Sin embargo, no es esto lo que atrae a John Adams al género
operístico y a los personajes y eventos contemporáneos. Junto
con sus óperas Nixon in China (1987) y Doctor Atomic (2007),
esta última sobre la primera prueba de la bomba atómica en Los
Álamos, Nuevo México, The Death of Klinghoffer completa
una trilogía de óperas que no son tanto sobre la historia reciente,
sino sobre las fuerzas que han dado forma a los eventos
contemporáneos. En cada caso, Adams no ofrece una conclusión
propia. Más bien, investiga todas las aristas del tema, lo dramatiza
musicalmente y lo deja a la interpretación individual de sus
espectadores.
En consecuencia, La muerte de Klinghoffer no es tanto sobre
el secuestro de un crucero y el asesinato de un pasajero
discapacitado, sino sobre el conflicto aún vigente entre los
palestinos y los israelíes, que creó un ambiente propicio en el que
personas inocentes pierden la vida. Sin simpatizar con ningún lado
del conflicto, Adams ilustra dramáticamente el punto de vista de
los dos. Sin embargo, para muchos, el simple hecho de darle voz
a los palestinos es equivalente a ser antisemita. Muchos pasajes
inquietantes cantados por los terroristas fueron sacados de contexto
por el grupo que se manifestó afuera del Met. Y es que, en la
superficie, esos pasajes son antisemíticos porque son proferidos
por personajes que son terroristas, y es razonable suponer que los
terroristas albergan creencias antisemitas.
pro ópera Su primer aria trata directamente de los efectos dañinos del
fundamentalismo y la gran distancia que hay entre los actos de
terrorismo y los agravios que los han causado. Les canta: “A
ustedes no les importa la choza de su abuelo, sus ovejas y cabras.
Sólo quieren ver morir a la gente”. Los musicólogos aprecian
esta aria por su acompañamiento orquestal, ya que contiene una
fanfarria que apuntala el aria como si fuera la entrada de una figura
real en la ópera barroca. Durante el periodo barroco, la ópera
estaba diseñada específicamente para glorificar a la nobleza. Por
lo tanto, en la ópera de Adams, Klinghoffer no es un personaje a
ser emulado, ni compadecido ni ciertamente odiado por ser judío.
También, es importante recordar que, de acuerdo a los eventos
reales, no existe registro de cómo fueron los últimos momentos
de vida del protagonista, ya que nadie fue testigo de su ejecución.
Al menos esta ópera le da voz a quien no la tuvo en la vida real.
Muere bajo circunstancias extremas, pero nunca resulta abrumado
por ellas.
Alan Opie (Leon Klinghoffer) en el momento previo a su muerte
Fotos: Ken Howard
En la noche inaugural de Klinghoffer los espectadores tuvieron
que ser escoltados por la policía porque los manifestantes les
gritaban que con su presencia estaban apoyando al terrorismo.
Algunos manifestantes estaban sentados en sillas de ruedas,
creyendo, equivocadamente, que el público en general tenía que
ser recordado que Leon Klinghoffer usaba una silla de ruedas.
Como persona discapacitada que soy, esta era una señal clara
y inquietante de que la controversia se había salido de control.
Lo importante del tema no es si el retrato de judíos y árabes es
antisemita; no es que al decidir montar la ópera el Met se convierte
en una organización antisemita. Lo importante es cómo es retratado
Klinghoffer y cómo la obra trata su memoria. Y en este sentido no
sólo es un tributo justo a Leon Klinghoffer y a su esposa Marilyn
(la mezzosoprano Michaela Martens), sino que la ópera lo retrata
como espero que otros personajes discapacitados sean retratados en
el futuro, en el medio artístico que sea.
Mucho se ha escrito sobre cómo Adams modeló la ópera al estilo
de los oratorios de Bach, especialmente la Pasión según San
Mateo, que no solamente es una dramatización franca de la muerte
y resurrección de Jesús, según el evangelio de San Mateo, sino
que el coro representa a los feligreses contemporáneos y las arias
tienen la finalidad de permitir que los espectadores modernos
puedan reflexionar sobre los eventos descritos.
En el segundo acto, Klinghoffer tiene dos arias y un dueto con su
esposa. Durante el dueto, intenta calmar a Marilyn, insistiéndole
que se concentre en otras cosas, como en una gaviota que quiere
posarse sobre el agua en una de las piscinas del barco. Esta ópera
es única porque su pareja central no son jóvenes amantes o recién
casados, sino adultos mayores que han estado casados por 25 años.
La ópera dramatiza su amor y la muestra como la fuerza principal
que les permite enfrentarse a estas difíciles pruebas. Mi línea
favorita en la ópera es cuando, al final del dueto con su esposa,
Klinghoffer dice: “Debí haberme puesto un sombrero”. Para mí,
esa frase está cargada de significado. Sabe que va a morir, pero aún
así quiere que su esposa se concentre en asuntos triviales sobre el
calor que está haciendo.
La ejecución de Klinghoffer ocurre durante una secuencia
orquestal insertada en el aria de Marilyn, en la que canta sobre su
dolor físico y mental, pero encuentra inspiración en su esposo para
mantenerse con fortaleza. En realidad, diagnosticada con cáncer
terminal, murió cuatro meses después del asesinato de su marido.
Sin embargo, en la ópera los dolores provocados por el cáncer se
pueden inferir. Adams ubica el momento del asesinato durante
una secuencia orquestal que comienza después de que Marilyn
se acuesta a dormitar sobre la cubierta, después de permanecer
en vigilia por varios días. La conexión emocional entre marido
y mujer es lo que le da impulso al segundo acto, y perseguirá a
Marilyn cuando recibe la noticia de la muerte de Leon. Su reacción
es el momento climático de la obra. Rechaza los intentos del
Capitán (el barítono Paulo Szot) por darle consuelo, insistiendo
en que sus esfuerzos por ser justo con los terroristas no ayudaron a
detener la muerte de su marido.
De manera similar, La muerte de Klinghoffer contiene coros que
representan fuerzas que los personajes no pueden controlar. Los
coros de John Adams representan una suerte de voz de oráculo en
la ópera. Las arias representan la reacción de cada personaje ante
los eventos que se narran. De esta manera, considero que esta obra
continúa la tradición de la grand opéra francesa del siglo XIX,
que hace uso de las historias de los personajes individuales para
ilustrar la tensión dramática que ocurre en los eventos históricos,
políticos o culturales que se narran. En este caso, el calvario que
atraviesan Marilyn y Leon Klinghoffer personaliza un conflicto
político mayor.
Ninguno de los Klinghoffer canta en el primer acto, que sirve
como una larga exposición que muestra las reacciones de los
demás personajes ante el secuestro, como las de la Abuela suiza y
la Mujer austriaca, que simplemente se hacen de la vista gorda ante
los acontecimientos, para concentrarse en su propia sobrevivencia.
Klinghoffer es quien confronta a los terroristas y les dice que lo
que están haciendo está mal.
pro ópera
Paulo Szot (el Capitán) y Michaela Martens (Marilyn Klinghoffer)
enero-febrero 2015
Si la ópera en realidad fuese antisemita y proterrorista, hubiera
concluido de manera muy distinta, tal vez con un gran coro de
victoria de los terroristas, similar a los grandes coros operísticos de
Verdi. Pero no, en su lugar concluye con una sentida descripción
de lo que en realidad trata la ópera: sobre víctimas inocentes que
sufren porque se encuentran atrapados en medio de una lucha
política sobre la cual no tienen ningún control.
por Gregory Robert Moomjy
Lady Macbeth of Mtsensk
Indiscutiblemente, éste será uno de los títulos a recordar de la
presente temporada del Met. Un espectáculo donde se ha dado una
monumental conjunción de talento y cuyo resultado no pudo ser
otro que un fenomenal éxito. A cargo del rol protagonista y en una
parte que demostró conocer al dedillo, Eva-Maria Westbroek
hizo una composición sobresaliente, de grandes recursos
histriónicos y canto excelente de la rica burguesa Katerina, cuyo
adulterio termina arrastrándola a un triple crimen culminando con
su propio suicidio y cuya rebeldía contra la sociedad matriarcal
anterior al socialismo casi le cuesta la vida al propio compositor
Dmitri Shostakovich en la Rusia de las purgas de Stalin.
Nunca exagerado y de contundente presencia escénica, el
musculoso Brandon Jovanovich recreó con gran solidez vocal
a un Sergei pleno de lujuria, brutalidad y falto de escrúpulos en
su búsqueda a todo precio por ascender socialmente. Como Boris
Timfeyevich Ismailov, Anatoli Kotscherga supo traducir en
su canto de manera loable la grosera psicología del malvado y
abusador suegro de la protagonista.
Muy destacada, aunque breve, la labor de Raymond Very
luciendo un timbre robusto pero no pesado en su composición
del impotente y pusilánime marido, sometido a la autoridad de
su padre Zinovy Ismailov. De ricos medios vocales, tanto Holli
Harrison como Vladimir Ognovenko dieron mucho relieve a sus
concepciones de la ultrajada sirvienta Aksinya y del sargento de
la policía, respectivamente. Del resto de los numerosos personajes
secundarios merecieron destacarse las interpretaciones de la
convicta Sonietka de Oksana Volkova y el caricatural cura de
Mikhail Kolelishvili.
El coro —que juega un papel fundamental en esta ópera— tuvo
una actuación excelente. De gran autoridad musical, la dirección
de James Conlon fue notable, brillante y de una gran claridad
conceptual a la hora de hacer navegar a la orquesta a través de
una partitura tan interesante como contradictoria, en la que se
entremezclan bellas líneas melódicas con trompeteos propios de
una feria de pueblo.
La vanguardista —para la época de su estreno— y creativa
producción escénica del talentoso Graham Vick, estrenada en la
casa en 1994 y que trasladó la acción de una lejana ciudad de la
Rusia del siglo XVIII a los años 50, no obstante poseer material de
sobra para recurrir a golpes bajos, presentó un espectáculo fácil de
digerir y que sacó incluso partido de las muchas bellos fragmentos
orquestales que posee la partitura haciendo más llevadero un
espectáculo cuya acción no es fácil a seguir.
por Daniel Lara
Macbeth
Septiembre 27. En el inicio de su temporada, el Met subió a
escena esta ópera de Giuseppe Verdi proponiendo como principal
atractivo el debut en el continente americano de Anna Netrebko
en el rol de Lady Macbeth, personaje agregado recientemente
al repertorio de la mediática diva rusa. En este rol, la labor de
Netrebko resultó altamente convincente debido en buena medida
a una voz que ha ganado en amplitud, un centro de bellísimo
enero-febrero 2015
Eva-Maria Westbroek (Katerina) y Brandon Jovanovich (Sergei)
Foto: Ken Howard
esmalte y una zona aguda brillante, incisiva y bien conducida que
manejó con muy buenos recursos técnicos. Si bien la voz no es
todo lo expresivamente desagradable que el compositor hubiese
deseado para el personaje (y esto pareciera restarle maldad a
la composición), el carisma de Netrebko terminó destrozando
cualquier reticencia e imponiéndose por sobre el resto del elenco.
Sin nunca forzar, muy cuidadosa del tratamiento de la frase y de
la homogeneidad del registro, alcanzó un gran lucimiento vocal en
el aria de entrada —después de un muy expresivo y nada excesivo
recitativo de la carta—, y tuvo su mejor desempeño en una
escena del sonambulismo de gran intencionalidad, expresividad y
terminada en un Re bemol en piano.
Fue en ‘la luce langue…’ donde quedaron más expuestas las
carencias en su zona grave. Con todo y ello, terminó resultando una
Lady Macbeth de gran dignidad y futuro. Ovacionadísima por el
público, su sola presencia eclipsó todo cuando se le interpuso en la
escena y se coronó como la gran triunfadora de la noche.
Cantante de indiscutible magnetismo, solidez e inteligencia,
Željko Lučić, convertido ahora en “el marido de…” compuso un
rey Macbeth más desdibujado que en otras ocasiones, lleno de
arrebatos veristas para darle un carácter y una intensidad que de
Verdi tuvo poco y entregando con cuentagotas el canto refinado,
elegante y de rica paleta de colores al que tiene tan acostumbrado
al público de la casa.
Con sus más y sus menos, Joseph Calleja exhibió un material
vocal que convino perfectamente a las exigencias de la parte de
Macduff. Brilló en el aria, pero en el resto de la ópera pareció poco
comprometido con cuanto sucedía en la escena. Todo un lujo, el
Banquo de René Pape fue pletórico de vocalidad y descolló de la
primera a la última nota. En buena forma, Noah Baetge mostró
asimismo ser un Malcolm convincente.
El coro de la casa tuvo una gran noche bajo la atenta dirección del
siempre solvente Donald Palumbo. Desde el foso, la batuta de
Fabio Luisi hizo una lectura discreta aunque nada superficial de
la partitura verdiana, extrayendo gran partido de sus momentos
orquestales y prestando particular —quizás demasiada— atención
en sostener la labor de los cantantes en desmedro de tiempos más
vivos.
pro ópera Anna Netrebko (Lady Macbeth) y Željko Lučić (Macbeth)
Foto: Marty Sohl
Estrenada en 2007, la oscura y por momentos kitsch puesta en
escena del director Adrian Noble, que sitúa la acción en algún
momento de mediados del siglo XX, termina convenciendo
mirándola a la distancia y sobre todo después de haber asistido a
muchas ideas estrafalarias que se han apoderado de la escena del
Met en estos últimos tiempos.
por Daniel Lara
Le nozze di Figaro
Septiembre 27. Después de todas las idas y vueltas entre la
dirección del Met y los trabajadores agremiados que tuvieron en
vilo el comienzo de la temporada y que hicieron peligrar su inicio,
fue un respiro que finalmente subiese a escena la nueva producción
escénica de esta ópera de Wolfgang Amadeus Mozart, con la cual
el Met dio por comenzada su programación 2014-15.
Los mayores méritos del nuevo espectáculo escénico propuesto por
el Sir Richard Eyre los encontró en la dirección de los personajes
solistas, donde el director británico exhibió un gran conocimiento
de la psicología de cada una de los personajes a los cuales dotó de
infinidad de detalles, construyendo personalidades muy concretas
de cada uno de ellos. A pesar del hecho de ambientar la acción
en Sevilla en los años 30 del siglo XX, no le dio sobresaltos
al espectador y le permitió no obstante seguir con fluidez el
desarrollo de la trama. Otro importante punto a favor lo obtuvo de
la mano del vestuario elegante, cuidado y de gran gusto firmado
por Sara Erde. En menor medida destacó la escenografía firmada
por Rob Howell con su conjunto de torres que fueron girando y
presentando una oscura y laberíntica casa de campo del conde con
salones moriscos, pasadizos que se entrecruzan con más salones
moriscos y más pasadizos, buscando demostrar que nada de lo que
sucede en la casa es ajeno al resto de los personajes, tal como pudo
observarse incluso desde la obertura de la ópera.
pro ópera
Marlis Petersen (Susanna) e Ildar Abdrazakov (Figaro)
Foto: Ken Howard
El elenco de cantantes se movió en un alto nivel vocal. En cuanto
a las voces masculinas, Peter Mattei concibió un conde noble y
seductor muy cercano a la perfección al que fue moldeando con
voz cálida, de perfecto legato y depurada musicalidad. No le fue
en zaga Ildar Abdrazakov, quien delineó con mucha picardía
escénica y solidez vocal un torpe sirviente enamorado de Susanna.
Del resto de las voces masculinas, destacó Robert Pomakov,
quien suplantó a último momento a un enfermo John Del Carlo, y
quien por su buen hacer y saber cantar, le sacó muy buen partido a
la parte de Don Bartolo.
Del elenco femenino, la debutante Amanda Majeski hizo
una interpretación vocal descollante de una Condesa sensible
y vulnerable frente a las infidelidades de su marido y Marlis
Petersen fue una Susanna plena de carácter y energía que lució un
canto homogéneo, dúctil y brillante. Componiendo a Cherubino,
Isabel Leonard arrancó risas por doquier con una actuación
de primer orden y una prestación vocal superlativa del híper
hormonalizado sirviente del conde. Con mucho oficio, la veterana
Susanne Mentzer dio vida a una muy bien plantada Marcellina
y Ying Yang fue una deliciosa Barbarina con un muy prometedor
material vocal.
Ovacionado en cada momento y al frente de la orquesta de la casa,
James Levine hizo una lectura de la partitura mozartiana plena
de energía, equilibrio y muy atenta a los detalles, en la cual nada
quedó al azar tanto en el foso como sobre el escenario. o
por Daniel Lara
enero-febrero 2015
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