La fabricación del azúcar en Cuba 1

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La fabricación del
azúcar en Cuba 1
H. B. Auchinloss
Traducdón de Aurelio Cortés 2
Notas de Juan Pérez de la Riva
Hace casi doce años, en noviembre de 1853, describimos en esta
revista el proceso de la fabricación del azúcar tal como se practicaba en
Louisiana. Los sistemas que entonces se empleaban en Cuba eran esencialmente semejantes, pero desde aquella época se han · introducido grandes adelantos, y en este trabajo nos proponemos describir los procedimientos que se siguen actualmente en los principales ingenios.
En vista de que se han agravado las dificultades relativas a la trata
de esclavos, lo que ha traído un aumento del precio de los esclavos
africanos,3 los colonos cubanos han investigado cuantos adelantos pudieran reducir la mano de obra, y, en general, han abandonado el cultivo
manual, de modo que la calidad del azúcar purgada con barro obtenida
por procedimientos mecanizados y científicos sobrepasa a la de cualquier
otro país del mundo. Existe actualmente un notable espíritu de empresa
entre los principales colonos azucareros, quienes no se detienen ante
1
Harper's New Monthly Magazine No. 178, Vol. 30, March, 1865, p . 440-453.
2
Esta ha sido revisada, en su aspecto técnico, por el compañero Manuel Moreno
Fraginals.
3
De 1850 a 1865 los precios de los bozales subieron de 450/ 500 ps. a 700/750
ps. GARCÍA DE ARBOLEYA. Manu al de la I sla de Cuba[ . .. ] p . 140 ; Me CuLLoH,
R . S. Report of [ .. . ] the Art of manufacturing sugar, Washington, 1847. (29
Período de Sesiones del Congreso, 2a. Sesión. Doc. Senatorial No 209).
PEZUELA, Diccionario [ ... ] t . 1 p. 59-60.
59
el precio de cualquier maquinaria que, a SU JUICIO, pueda significar
ahorro de dinero. Por el contrario, se inclinan más bien a cometer el
error de incurrir en gastos extravagantes en sistemas que no han sido
todavía ensayados; y más de una valiosa propiedad ha pasado a manos
de los acreedores debido al costo ruinoso de producción. 4
En los ingenios más grandes se ha abandonado el anticuado procedimiento de hervir en trenes abiertos, y en aquellos en que todavía se
practica, se la asocia con algún procedimiento mejorado de filtración
o secado del azúcar verde o "mascabada". No deberá entenderse que
el costoso procedimiento de evaporación al vacío se practique en todas
partes, pues quedan todavía muchos ingenios cuyos dueños no pueden
afrontar estas maquinarias tan caras y existen más de cuatrocientos que
son impulsados por bueyes. 5 La capacidad de producción de éstos, sin
•4
Sobre esta cuestión se encontrarán muy sugestivos da tos en ELY, Cuando reinaba Su Majestad el Azúcar, Buenos Aires [1963] p . 438-455. También en MORENO FRAGINALS, El Ingenio, La H abana, 1946.
5
Según REBELLO, C . Estados relativos a la producción azucarera de la Isla de
Cuba . Habana, 1860: existían en 1860, 1365 ingenios, de ellos 409 movidos
por bueyes, 949 por vapor y 7 por agua. El 87 % de los ingenios de vapor
estaban localizados en el Depa rtamento Occidental.
60
embargo, es insignificante en comparación con la de los grandes ingeniQs
que utilizan las mejores maquinarias conocidas en la industria azucarera. 8
Pocas palabras bastarán para describir el viejo sistema, que puede
verse en completo funcionamiento en cualquiera de los grandes distritos
azucareros, y se le conoce por los nombres de Tren común o Tren de
Jamaica, de acuerdo con los tipos de pailas utilizadas. Se extrae el jugo
de la caña haciéndola pasar por las mazas del molino, y la fibra o bagazo,
es arrastrada por una correa sin fín hasta caer en las carretas que la
llevan a los campos para secarla, siendo más tarde utilizada en los hornos
como combustible. Mientras tanto el jugo pasa por coladores y se
bombea a unos depósitos oblongos situados cerca de las chimeneas. Allí
se le permite asentarse, y la espuma asciende a los pocos minutos a la
superficie, aplicándosele un calor moderado durante este intervalo. El
guarapo es arrastrado a un tren de pailas de cobre en los que se convierte
en azúcar. En la primera de estas pailas se trata con un poco de lechada
6 REBELLO .
lbíd.
FZA. MOTRIZ
Bueyes
Vapor
Total
I NGENIOS
409
949
1. 358
%
30
70
100
CAJAS
24.267
1.156.063
1.180. 330
%
2
98
100
BOCOY ES
54.124
344.95 1
399.075
%
13.6
86.4
100.0
61
cal, que hace que la cachaza
suba a la superficie a los pocos
minutos en una masa compacta,
siendo retirada por los negros con
coladores o espumaderas ordinarios. De esta paila pasa a otras,
según avanza hacia la cristalización, cada vez más cerca de la
boca del horno, hirviendo violentamente hasta alcanzar finalmente, en un lapso de varias horas, la caldera
inmediata al propio horno. Como todo el contenido de una paila se
vierte en la próxima a la vez que se introduce una nueva cantidad de
jarabe de las que están detrás, todas se mantienen llenas, y el espectáculo
es impresionante cuando hay un buen fuego y el jugo hierve con vivacidad. Cada una de las pailas es atendida por un negro que a veces tiene
dos a su cargo, lo que lo mantiene activo en su trabajo, removiendo el
jarabe cuando las burbujas adquieren gran tamaño y comienzan a rodar
hacia la próxima paila, lo que indica que existe el peligro de quemar
el azúcar. En otras ocasiones los negros se ocupan de retirar hábilmente,
con paletas, las partes feculentas que suben a la superficie.
La parte más delicada del proceso en esta manufactura primitiva es
la de calcular el punto de azúcar cuando el jarabe llega a la última
paila y se hace más espeso. En los últimos minutos, cuando ya está listo
62
para ser retirado del fuego, se forman los cristales con gran rapidez, y el
maestro de azúcar prueba contantemente el jarabe, tomándolo entre
el índice y el pulgar y calculando el punto al tacto, de donde se origina
el nombre de esta última paila. 7 Se emplea también el Sacarómetro de
Baumé, pero no generalmente, resultando mejor y más sencilla la prueba
visual. Cuando el azúcar llega a este punto hay mucho peligro de quemarla; y de la pericia del maestro de azúcar en determinar el momento
preciso de detener la cocción depende la calidad del azúcar. Del tacho
se vierte el azúcar a unas gavetas enfriadoras de poco fondo, donde
permanece alrededor de veinticuatro horas y entonces se la transfiere
a unos conos, semejantes a los que se usan en las refinerías de azúcar
para drenar las mieles. En algunos lugares, no obstante, se acostumbra
llevarla a unas cajas largas y estrechas con barandas de seis pies de
altura en dos de sus lados. Dos negros, situados a cada extremo, baten
la masa al aire con unas paletas de cobre que giran en pivotes hasta
que adquieren un aspecto espumoso y va formando una costra en los
lados del cajón como la lava esponjosa alrededor del cráter de un volcán.
Se la hace pasar entonces directamente dentro de los conos y cristaliza
a las pocas horas.
El objetivo de que la cristalización tenga lugar en pailas de poco
fondo es que los cristales, al flotar libremente en un espacio mayor,
pueden formarse con más libertad y en granos de mayor tamaño. Los
que hacen cristalizar el azúcar en conos dicen que el mismo objeto se
obtiene batiendo suavemente el jarabe en proceso de enfriamiento una
o dos veces el primer día. Al segundo día se lleva el cono a la casa de
purga, y no se toca más durante tres semanas, excepto una vez para
retirar el tarugo o tapón que se coloca en el fondo del cono, a fin de
escurrir las mieles, que se depositan en receptáculos apropiados, para
ser hervidas otra vez y obtener azúcar mascabada. Se coloca un paño
en la parte superior del cono en que se escurren las mieles, y se esparce
barro o arcilla blanda sobre el mismo. Esta, al escurrirse entre el azúcar
arrastra consigo las mieles hacia el ápice del cono; y después de veinte
días se encuentra el pan de azúcar en el cono ya endurecido, blanco
en la base, parduzco en el centro, y amarillo con mieles en el ápice. Estas
divisiones se separan y dejan secar, siendo conocidas como Blanca, Que7
El sentido de esta frase sólo puede entenderse en inglés. La prueba de "punto
de azúcar" al tacto recibía el nombre de teache o touch test. En la corrupción
de este término está el origen de la palabra tacho. (Nota de Manuel Moreno
Fraginals) .
63
brada y Cucurucho o Cogucho y como tales se les
cotiza en el mercado de la Habana. La primera de
éllas es conocida por nuestras amas de casa como
"coffee-sugar", la segunda es designada como
"leaving" y la tercera como "cornucopiae", o sea
punta de conos.
En todos estos procedimientos, tal como se les practica en los ingenios
anticuados, tiene lugar una severa pérdida. Raras veces logran extraer
más de la mitad del azúcar contenida en la caña de acuerdo con los
análisis, y en todas las diferentes manipulaciones parecería que el objetivo
fu ese desperdiciar y no ahorrar azúcar. La casa de calderas se llena
con los vapores que ascienden de las pailas, y · en el batido del jarabe
se evapora mucho azúcar. Consecuencia de todo esto es que se produzca
muchas mieles y poco azúcar; y para obviar estas pérdidas se han inventado las costosas maquinarias.
La hervidura in vacuo, que es el gran principio de la fabricación
mejorada del azúcar, no es nada nuevo. Se la ha empleado por mucho
tiempo en Cuba y Jamaica, y es el sistema principalmente empleado por
los grandes refinadores de Inglaterra y los Estados Unidos. Pero aunque
ha estado en uso durante mucho tiempo, se ha abierto paso hacia
plantaciones azucareras con gran lentitud, y son pocos los grandes inge-
las
64
nios de Cuba que tienen más de doce o catorce años. La maquinaria
que se emplea en tales empresas es tan costosa, que fue sólo cuando los
grandes señores encontraron que se les hacía difícil adquirir -esclavos
y que, por otra parte, se estaban enriqueciendo tanto que apenas sabían
en qué emplear el dinero provechosamente, que se dispusieron a construir
ingenios capaces de moler la producción de 2,000 acres de cañaveral,8
y al mismo tiempo redujeron el número de negros necesario en una
plantación en más de una tercera parte.9 El éxito los estimuló a construir
ingenios mayores e importar equipo de mejor calidad y ahora los ingenios
de Cuba pueden parangonarse con las hilanderías de algodón de
Inglaterra.
Un ingenio tan grande como el San Martín, el Ala va, el Flor de
Cuba, Ponina, San Rafael, España, Habana 10 y otros que podríamos
nombrar, es un pequeño pueblo de por sí. Tomemos para su descripción
el de San Martín, en la jurisdicción de Cárdenas, próxima a la de Colón,
y a unas cuarenta y cinco millas por tren de la ciudad de Cárdenas;
puesto que es el ingenio mayor de Cuba, y posee la maquinaria más
costosa probablemente de todos los de la isla. Está situado en medio de
cañaverales que se extienden a todo lo que la vista puede alcanzar, y
desde la casa de purga es posible ver las chimeneas de cinco o seis de los
mejores ingenios de Cuba. 11 Las jurisdicciones de Cárdenas y Colón
producen casi la mitad del azúcar que se exporta de la isla, 12 y el pueblo
s 60 caballerías y 194 cordeles.
9
10
El propio San Martín en 1857 tenía 4428 esclavos y diez años más tarde sólo
362. La contratación de chinos subió, en cambio de 9.515 ps. anuales en
1863 a 18.059 en 1866; y los sueldos de empleados de 25, 724 ps. a 39.486
en los mismos años. (Balance de la Gran Azuca rera, op. cit. Habana, 1866)
La producción de estos ingenios en 1866 fue la siguiente:
San Martín
Alava
Flor de Cuba
Ponina
San Rafael
Habana
CAJAS
T.M.
13,837
10.450
11,300
5,951
5,898
5,487
2,700
2,050
2,150
1,290
1,285
1,100
PROPIETARIOS
Gran Azucarera
Julián Zulueta
Arrieta
La Perseverancia
J.
Zulueta
11
El Flor de Cuba y el Conchita a 6 Km; el Alava a 7 Km; el Por Fuerza,
el Ponina y el Progreso a 10 Km.
12
En 1860 Cárdenas exportó 75,000 toneladas cortas de azúcar en cajas y
bocoyes y Colón 100,000. El 27% de la exportación del Departamento Occidental y el 24% de la exportación total.
65
de Banagüises, 13 a tres millas del San Martín, es el centro de esta nea
región azucarera.
A medida que uno
se acerca al Ingenio
San Martín el tamaño
y la· altura de la chimenea le atrae la atención inmediatamente,
con sus 23 pies de
diámetro en la base y
una altura de ·180 pies.
En las casas que se
agrupan alrededor de
esta gran chimenea se
reconoce la disposición
característica del pueblo espa ñol -una plaza cuadrada, y calles que
parten en ángulo recto de cada lado. El Ingenio y la Enfermería son,
desde luego, los edificios más prominentes en esta vasta explanada.
Ocupan 800 pies de su límite septentrional. A la derecha del ingenio
está el barracón/' o edificio para los esclavos, en número de unos 900.
Ocupa un lado completo del cuadrado, y es por sí mismo, un cuadrado
hueco, con largos cobertizos, sólidamente construidos de ladrillo, a su
alrededor; dando las puertas al patio interior, en el estilo corriente en
las ciudades españolas y suramericanas. Cada una de las puertas posee
una pequeña abertura, de alrededor de seis pulgadas, cortada cerca del
piso, para favorecer la ventilación ; y como existe una ventana enrejada
en lo alto de cada habitación, al lado opuesto de la puerta, se encuentra
garantizada la misma. En el centro del patio hay un gran edificio, con
una máquina de vapor para bombear el agua y un horno, en el cual se
cocina colectivamente la comida para cerca de un millar de almas. Los
13
Como núcleo urbano Ban agüises carecía de importancia. Según Pezuela los
edificios que componían el caserío eran: una taberna, una tienda mixta y
algunas pobres viviendas de embarrado y guano. Toda su importancia residía
en los almacenes y d emás dependencias p ara el embarque de azúcar por
ferrocarril. Así como el aloj amiento de los empleados y u na población flotante
de 30 a 40 individuos .
u
Véase la descripción arquitectónica, fotografía y planos en: Go N ZÁLEZ J1MÉNEZ, Arq. José Miguel. El Ingenio San Martín. Revista de la Biblioteca Nacional José M artí. Enero-Marzo, 1967.
66
principales productos que se comercian son la harina de maíz y los plátanos. Durante la zafra, sin embargo hay un apreciable comercio privado
con la ayuda del sirope y las mieles.
Los barracones del San Martin cubren alrededor de cuatro acres
de terreno, y por estar bien pintados y limpios, ofrecen una apariencia
agradable. En la mayoría de los grandes ingenios prevalece el mismo
estilo de arquitectura de los barracones un cobertizo de una sola planta,
formando un cuadrado hueco, con su cocina en el centro, tanto por
razones de seguridad como por conve1:iencia; estando algunos provistos
de altos muros, y con una estricta vigil;mcia en todos los accesos y salidas.
En otros, no obstante, los negros viven en bohíos de madera o de guano,
tan cerca del ingenio como se estime ·conveniente.
Los chinos poseen sus propias viviendas, y en m ás de un ingenio
se les ha permitido construir las chozas a ellos mismos, en las que
es posible reconocer la peculiar arquitectura dt; las ciudades chinas,
cuando pueden conseguir bambúes y juncos. Los interiores de las viviendas chinas están limpias, pero detrás de ellas -o más bien entre ellas,
pues están construidas en calles, se encuentran los acostumbrados montones de basuras que, con igual efectividad que otras causas, hacen que
el cólera asiático sea tan temible en las ciudades de Oriente.
El costado sur de la plaza del San Martín está ocupado por las casas
del administrador del ingenio, los ingenieros y el maestro de azúcar, el
hospital y los hermosos jardines que se extienden por centenares de pies
tras él. Hacia el este se encuentran el aserradero, casas de herramientas,
y otros edificios. El hospital goia de la reputación de ser el mejor de la
isla, y no hay duda que supera a cuantos hemos tenido el privilegio de
observar en nuestro largo viaje por la isla. Cubre cerca de un acre
de terreno, estando el patio central en parte pavimentado y en parte
cubiertc;> de plantas ornamentales. En medio de este patio hay una fuente,
y un aviario en el que viven palomas y codornices, ofreciendo el -conjunto
un aspecto · agradable a la vista. A la entrada hay una inscripción que
expresa estar "consagrado a la humanidad doliente". Entrando a la
derecha se encuentra la Botica y D roguería, llena de medicinas, y con
toda la pulcritud y surtido de medicinas de una buena farmacia. Hacia
la izquierda está el Salón del Practicante, en q.u e se examinan los nuevos
casos y se extienden recetas a los casos triviales. En las puertas de los
diversos pasillos hay inscripciones apropiadas para los hombres, mujeres
·y chinos - cada uno dedicado a algún santo. Hay también una casa
67
mortuoria ( Capilla y Depósito), con una calavera y un par de huesos
cruzados sobre la puerta, así como almacenes para drogas, dispensario,
etc. Al entrar en una de las salas la encontramos llena de camas, con
la cabecera pegada a la pared, a igual distancia una de otra, cada cual
con su número. Hay una palangana para cada uno de los hombres
colgada a la cabeza de su catre, y su correspondiente frazada. Las camas
consisten en la piel estirada de un toro colocada en un marco sólido, el
tipo de cama más apropiado para un clima cálido; pero algunas de las
camas eran simples tablones dispuestos a lo largo, lo que garantiza el
fresco y la pulcritud. Es evidente que se presta una atención cuidadosa
a los enfermos; y podemos citar como ejemplo de la superior administración de este ingenio, al par que de lo humano del tratamiento que
reciben, que de entre 900 negros y 170 chinos solamente 14 se encontraban en el hospital, y de ellos alrededor de dos tercios podían incorporarse.
La mayor parte estaban recluidos por accidentes, tales como ocurren
diariamente en los cañaverales con gentes tan descuidadas. En una de
las salas había una mujer amamantando a su hijo, vestido a la manera
de los muchachos negros. . . con un cordelito alrededor de la muñeca.
Estas muestras de humanidad y cuidado en favor de los esclavos y aprendices chinos eran tanto más agradables por cuanto ellos están obligados
a trabajar muy duramente. Llevan una vida muy ruda, mucho peor en
la mayoría de las haciendas cubanas que en las plantaciones sureñas de
nuestro propio país. U no de los numerosos mecánicos america~os que
hay en Cuba observaba con rudeza que "en Alabama se trata a los
negros como si fuesen caballeros en comparación con el trato que
reciben aquí". Gran número de los que se encuentran en Cuba s9n
africanos nativos, rudos, salvajes y dispuestos a cometer cualquier atrocidad. Nada que no sea el látigo podría mantener a tales hombres sumisos
y obligarlos a trabajar. Cada vez que tienen oportunidad huyen hacia
los caiiaverales, donde con frecuencia permanecen ocultos durante muchas
semanas. Algunos pasan la mitad de sus vidas con grillos, pues cuando
les quitan las cadenas se comportan como bestias salvajes.
En cuanto a los intentos por civilizar a estas rudas criaturas haciendo
algo más que azotarlos cuando rehusan trabajar, es preciso buscar intensa
y cuidadosamente en Cuba para encontrar un caso. Es cierto que los
sacerdotes de las ciudades los reunen en las iglesias, donde, en las grandes
ocasiones, les reparten catecismos y tabacos, y se hacen el propósito de
bautizar a todos los bebitos negros; pero es poco lo que el esclavo aprende
de la religión cristiana, y se inclinan más a arrodillarse ante sus amos
68
que ante el Todopoderoso. En las plantaciones azucareras del campo
raras veces ven un sacerdote; las iglesias no existen salvo en las ciudades
y pueblos; los días de descanso y recogimiento se suceden como los
demás días; y desde su nacimiento hasta su muerte el africano nativo
y sus hijos viven de modo tan parecido a las bestias como en la propia
Africa, siendo la única diferencia que en Africa viven como bestias
salvajes, en Cuba como bestias de carga.
Basta con presenciar los funerales de un negro en cualquier ingenio
.para poder darse cuenta de la burla cruel de esa filantropía que pretende salvar al esclavo de morir en su propia tierra para civilizarlo y convertirlo al cristianismo; y a cambio de tan inapreciables dádivas se le
convierte en "un trabajador organizado". Vimos uno en cierta ocas1on
en el Ingenio Alava, de los mayores de Cuba. Hemos visto enterrar
69
hombres en el campo de batalla, hemos visto muchos funerales de gentes
miserables, hemos oído mascullar una oración fúnebre en altamar por
un capitán renegado en favor de un desdichado, pero jamás vimos ningún
entierro más vil que el de un miserable esclavo. Era una tarde lluviosa
- y una tarde lluviosa en el trópico quiere decir una tormenta de
consideración, cuando uno de los mayorales españoles indicó que "había
otro muerto", y señaló una procesión de tres negros, dos de los cuales
llevaban el cadáver sobre el que habían echado un pedazo de saco,
mientras el tercero los seguía con un azadón e~ las manos. Eran hombres
viejos de los que podía prescindirse en el trabajo, que caminaban _lenta.mente, lo cual venía muy bien al sepulturero, pues éste llevaba grilletes
en ambos pies, y aunque se trataba de un hombre vigoroso, no podía
avanzar con mucha más rapidez que los hombres de mayor edad. El
grupo no tenía bastante ropa entre los tres para un solo hombre. Los
viejos llevaban pantalones de color indefinible, y sus espaldas encorvadas
estaban desnudas; el que los seguía carecía de pantalones, pero se había
agenciado un saco grande de azúcar o café, al que había cortado un
agujero para el cuello y dos a los lados para los brazos. Pasaron cerca
del ingenio pero nadie los miró, a través de una multitud de mujeres y
niñas que estaban apilando la paja de las cañas, y amontonándola al
borde del cañaveral. Nadie le prestó atención, mientras el mocetón
fuerte encadenado, cavaba . una fosa de poca profundidad en la que
dejaron caer su carga. Todo el trabajo, pues no hubo ceremonia alguna,
les llevó cerca de media hora. Tan pronto como cesó la lluvia, regresaron
a sus tareas ordinarias, empapados con la lluvia e indiferentes.
· Estas cosas ejercen poco efecto en los 'negros; pero el caso es muy
diferente con los chinos; y por esa manera de tratar a los chinos en
estas cuestiones, los españoles y cubanos se nan ganado sin duda el odio
de muchos individuos que en otras circunstancias estarían contentos.
Cuando recordamos que en su país el chino realmente venera a sus
antepasados, que trata de adquirir en vida su propio ataud en el que
a menudo invierten $1,000; que a China se la ha descrito como un
vasto cementerio ; y que dondequiera que los chinos organizan una
colonia envían sus muertos a su propio país, si pueden afrontar el gasto, 15
15
70
V éase LACROIX , L. Les derniers negriers, p. 329-31. Por esos años un periódico yanqui caracteriza ba bien la situación diciendo: "California no tiene
rival en el comercio de chinos [ . .. ] los importa vivos, en bruto, y los reexporta
manufacturados: muertos", Citado por Duhailly. Souvenir d'une campagne
d ans !' Extreme Orient. En Rev. Des Deux Monde s. t . 66, p 398.
la magnitud de la afrent~ a los ojos de un chino, de esta clase de entierro
igual al de un perro, se comprende inmediatamente. El chino tiene
supersticiones que les hacen quemar. figuras de papel de vestidos, dinero,
etc., para uso de sus amigos difuntos en el otro mundo. Todas estas
supersticiones existen todavía, pero no pueden observarse en Cuba, y él
sabe que cuando muera ningún amigo podrá efectuar esos ritos por
él. Nos atrevemos a afirmar que ésta es, en su propia opinión, la pena
más grande de su destino como trabajadores en Cuba. Son, sin embargo,
una raza casuística, y se conforman con la creencia de que inmediatamente después de su muerte sus almas regresan al Imperio Florido, y
rondan alrededor de los altares de sus antecesores, donde los parientes
que han dejado efectúan los ritos necesarios, y en los cuales participan.
Posiblemente esta creencia en el paso inmediato de sus almas al país
nativo explique la alarmante frecuencia del suicidio entre los asiáticos
cuando ellos descubren por primera vez lo dura que es su suerte, o cuando
son presa de nostalgia. El suicidio es más o menos común entre los recién
llegados, y se produce súbitamente como una epidemia, sin que haya
tenido lugar cambio alguno en el trabajo o en el trato que parezca
capaz de provocar la auto destrucción.
En el Ingenio San Martín puede verse uno de los mejores equipos;
y nos esforzaremos por describir el proceso de la fabricación del azúcar,
tal como se practica en este ingenio, observando que· es similar, con
pocas alteraciones, en todos los ingenios que emplean el magnífico sistema
de Derosne.
En este sistema la cocción del sirope se realiza enteramente con
vapor. Se muele la caña primeramente en un potente molino, fabricado ·
en París por J. F. Cail and Co., en 1853, que ha estado funcionando
desde entonces con apenas insignificantes reparaciones, y se encuentra
ahora en tan buenas condiciones como cuando fue instalado. La maquinaria es de 60 caballos de fuerza, haciendo girar tres poderosas mazas
para la molienda, de ocho pies de largo y tres pies de diámetro. La caña
es suministrada por una cadena sin fin, con planchas como las de un
molino que se mueven dentro de una canal de anchura similar a las
mazas, y que funciona casi a ras del suelo a lo largo de 50 o 60 pies.
Alrededor de treinta o cuarenta mujeres están empleadas constantemente
eil abastecer este alimentador con cañas que son apiladas ordenadamente
por otras. Las cañas pasan incesantemente entre las mazas, cayendo
después de exprimidas en otra canal, igual que la alimentadora que las
71
retira del molino, y las lleva a una altura de la que caen en carretas
preparadas para llevarlas al campo a secarse. Es posible formarse una
idea del volumen de caña que pasa por el molino considerando el he~ho
de que siete carretas pequeñas, teniendo cada una la capacidad de un
ómnibus de New York, se mantienen trabajando, recibiendo y distribuyendo el bagazo, que cae del molino. U na idea mejor aún de la inmensa
mole de caña molida durante el día se obtiene observando los trenes de
carros que van por una vía desde los cañaverales al ingenio, y descargan
su contenido, y al descubrir por la noche que, aunque el tren de siete
u ocho carros ha estado viajando incesantemente, el espacio de por lo
menos cincuenta pies cuadrados, en el que estaba apilada la caña por
la mañana y que alcanzaba: hasta veinte pies de altura, se encuentra
completamente limpio al amanecer. No obstante es necesario parar el
ingenio cada cierto número de días por falta de caña, y enviar a todos
los trabajadores al cañaveral.
El guarapo cae por debajo de las mazas en un chorro tan grueso
como la pierna de un hombre; y al pasar a través de los coladores de
cobre, cuyos orificios son del tamaño de la moneda inglesa de seis peniques, deja allí parte de la basura Y. pedazos de caña que caen de los
rodillos. Se le envía hacia las cisternas en la casa de calderas, de las
72
que se le descarga en pailas de cobre clarificadoras llamadas defecadores.
Estas tienen un forro de hierro en que se admite el vapor. En el Ingenio
San Martín hay dieciseis. Cuando están preparadas para usarse brillan
de tal manera que uno puede verse la cara en ellas. El culí abre un
grifo de gran tamaño y brota una corriente líquida de color moreno
como si saliera de un hidrante, y en tres o cuatro minutos se llena la
paila hasta cierta altura, a unas 10 pulgadas del borde, entonces se cierra
el grifo de esa paila y se abre el de la próxima.
Esperemos a ver que sucede con el guarapo en el primer defecador,
mientras uno tras otros de los trenes recibe su proporción. Sólo nos llevará
unos minutos. Después de haber puesto a funcionar la próxima caldera,
el trabajador regresa y hace girar un poco una pequeña rueda que hace
pasar el vapor debajo de los defecadores. Se produce una gran conmoción que hace vibrar el piso en que estamos parados, y durante unos
cinco minutos tiene lugar un misterioso proceso de cocción en las profundidades de la caldera más grande, que se hace notar por una hez
espumosa. que asciende a la superficie. Se apaga un poco de cal en un
balde y se vierte en el sirope. El maestro de azúcar es quien determina
la cantidad que debe echarse y generalmente se ocupa de ver que sea
la correcta, variando la proporción de acuerdo con la calidad de la caña.
Tan pronto como el contenido de la caldera está hirviendo se cierra el
vapor y se permite que se cocine durante diez o quince minutos. Mientras tanto la espuma ha bajado, pero una hez muy fangosa (la cachaza)
comienza a formarse en la superficie haciéndose más obscura y gruesa
por minutos. Es posible escribir en ella con el bastón, como en la arena
a orillas del mar. Cuando la cachaza comienza a agrietarse es el momento de hacerla pasar a través de las mallas de una criba, y si uno se sitúa
debajo del defecador descubrirá un chorro de guarapo caliente, con
aspecto de aguarrás, que corre hacia una artesa. La espuma se asienta
en el fondo del defecador, y tan pronto como el sirope se ensucia demasiado el culí situado debajo abre la salida a fin de que descargue en otra
artesa que la lleva hacia un receptáculo en que se purifica nuevamente.
Se retiran también las heces, y se abre un chorro de agua fría en el
defecador, mientras el peón lo limpia cuidadosamente para dejarlo preparado para otra carga de guarapo. Es necesario tener un tren de calderas suficiente para mantener el flujo de guarapo del ingenio siempre
en movimiento. En el ingenio San Martín el circuito se completa en
cerca de una hora.
73
Mientras, el chorro caliente de guarapo defecado se vierte en un
pequeño filtro de carbón de unos diez pies de altura, veintitrés de los
cuales forman una fila que separa los defecadores del grueso de la maqumana, y tras ellos hay otra fila de filtros semejantes, en número de
veinte, y de igual número de pies de altura, en los cuales el jugo es
finalmente purificado después de recorrer el circuito de la casa de calderas una o dos veces más.
Las negras tinas de carbón animal, conocidas en inglés como "bone
cha rcoal", tienen un papel importante en la refinera y cuestan una
buena suma de dinero. El carbón puede adquirirse en la Habana a unos
$3.00 las cien libras, y cada uno de . estos grandes filtros contiene 1,800
libras, que solamente pueden usarse durante siete u ocho días, de manera que el costo del carbón utilizado en el tren durante ese tiempo es de
casi $2,000. El costo se reduce en los grandes ingenios quemando los
huesos y lavando el carbón cada vez que se retiran los filtros. Hacer
todo esto requiere un vasto edificio con hornos, retortas, y un número
considerable de esclavos. Los huesos sin quemar se importan de la América del Sur y otras partes del mundo, y cuestan en la Habana alrededor
74
de $1.00 por 100 libras. Es necesario cocinarlos durante cuatro días en
los hornos para convertirlos en carbón, y requieren mucho cuidado y
atención durante el proceso. Después de usarse el carbón se almacena
en la casa de carbón, pegajoso con las mieles y completamente despro:visto
de brillo. Se le hace pasar entonces por una lavadora, y después se lleva
a los hornos. Este procedimiento se repite hasta que el carbón está
demasiado fino para usarse, siendo el desgaste en el filtro cada semaqa no
mucho mayor del diez por ciento. Se han realizado grandes esfuerzos
para economizar carbón y combustible ( carbón también ) puesto que
estos dos productos son los más costosos en los ingenios. Se han realizado
numerosos experimentos en retortas y hornos, obteniéndose ahorros considerables con cada mejora, pero después de todos los experimentos, e)
carbón animal sigue siendo el mejor material de refinamiento conocido,
y el empleo de cierta cantidad parece ser indispensable para obtener
azúcar blanca. Cuanto mejor sean los filtros mejor es el producto del
ingenio. Se ha empleado el gas sulfuroso con cierto éxito, pero apenas ha
encontrado aceptación en los ingenios cubanos, a pesar del uso que se le
da por los refinadores de azúcar de Europa y los Estados Unidos. Hay
otros medios para clarificar el guarapo y retirar las mieles del azúcar,
que sólo deben ser utilizados por personas que conozcan bien la química,
pues requieren el erp.pleo de ácidos venenosos. Estos, por lo tanto, no
interesan al colono azucarero o productor de azúcar purgado con barro,
correspondiendo en realidad a los refinadores más científicos.
Después de atravesar el más pequeño de los dos .filtros de carbón del
Ingenio San Martín, se hace pasar el guarapo por una serie de tubos
llamados condensadores que desempeñan la doble función de condensar
el vapor en los tachos al vacío y de evaporar el guarapo. Teóricamente
este aparato constituye un aditamento extremadamente ingenioso, y es
lo que caracteriza al tren Derosne; pero en la práctica presenta muchos
inconvenientes. Está formado por tubos horizontales de cerca de seis
pulgadas de diámetro, dispuestos en un bastidor vertical, y doblados en
tal forma que vienen a quedar en filas paralelas con una separación no
mayor de tres pulgadas. En cada uno de estos aparatos se encuentran
entre veinte y veintitrés de estas filas, de modo que a cierta distancia
lucen como un bastidor de barras paralelas dispuestas horizontalmente.
El jugo es conducido a la parte superior del marco, y sale a través de
orificios pequeños que lo dejan caer gota a gota. Al caer sobre los tubos
calientes se condensa, perdiendo parte de su propio líquido, que asciende
en forma de vapor denso. El guarapo no permanece tiempo suficiente
75
en cada tubo para quemarse, y en la fracción de segundo que emplea
en pasar de uno a otro pierde calor que pasa a la atmósfera. En la
proximidad del fondo hay más riesgo de que se queme el jarabe; pero
aquí el vapor de los tubos ha perdido mucho calor, y aunque el guarapo
esté más caliente, los tubos se hallan más frescos, manteniéndose un
equilibrio conveniente entre ambos. Ahora bien, todo esto está muy bien
siempre que los tubos se mantengan limpios y el guarapo corra sobre
los mismos en una lluvia ininterrumpida de pequeñas gotas tan regulares
como los dientes de un peine, pero, desafortunadamente, tan pronto
como se para el ingenio los tubos de cobre se cubren de una capa
herrumbrosa y lucen más bien como papel de lija que como un tubo
de cobre pulido. Es preciso entonces limpiarlos cuidadosamente echándoles agua poco antes y después de usarlos; y aun con el mejor de los
cuidados se notará que en muchos lugares caen tres o cuatro gotas
juntas, y el funcionamiento se hace irregular. Tan pronto como el sirope
va formando pequeños canales por sí mismo, se hace muy difícil mantener
un buen funcionamiento, y el sirope se perjudica. Podrá verse también
fácilmente que la acción constante de pequeñas gotas de sirope o de
agua acaban por producir un desgaste del cobre. ·
Además de estos inconvenientes, existe la seria objeción de las nubes
constantes de vapor que despide continuamente, llenando la casa de
calderas de humedad, e interfiriendo con la cristalización del azúcar en
una etapa posterior. En los ingenios que emplean los condensadores
Derosne se observa que se obtiene mejor calidad de azúcar cuando se
esfuerzan por mantener la maquinaria escrupulosamente limpia, y cualquier descuido a este ·respecto, especialmente si tiene lugar en las etapas,
finales del proceso, es seguro que afecta a la calidad. En este sentido
el San Martín es un establecimiento modelo. Después de ensayos prolongados, algunos maestros azucareros han dejado de hacer caer el sirope
sobre los condensadores; pero continúan utilizándolos como condensadores para el vapor residual procedente de los tachos al vacío, dejando
caer agua sobre ellos en vez de guarapo. En general, una columna de
inyección de vapor ( que también viene con la maquinaria Derosne)
parece servir mejor a este propósito, ocupando menos espacio, y eliminando el vapor indeseable. Otra objeción muy seria a los condensadores
Derosne es su propensión a agrietarse cuando están muy usados. No es
fácil descubrir orificios tan pequeños como la cabeza de un alfiler o
grietas en las juntas de una máquina envuelta en nubes de vapor, y pequeños salideros como éstos suelen interferir con el vacío de los tachos.
76
Después de pasar por los condensadores ( o directamente de los primeros filtros cuando no se usan condensadores) el sirope pasa hacia los
primeros tachos al vacío.
El principio de los tachos al vacío es de fácil comprensión. En ellos
se realiza el mismo proceso de hervidura y evaporación que hemos
descrito ya en el tren abierto o de Jamaica, pero a una temperatura
mucho más baja, y sin el riesgo de quemar el azúcar. Se evita también
la pérdida por evaporación del tren abierto. Esta pérdida es considerable,
debido a la sacudida violenta que sufre en el aire libre. En los primeros
tachos al vacío la hervidura es lenta y el azúcar no se forma en los
mismos, siendo el propósito aumentar la densidad del sirope por la
evaporación de una parte del agua que lo integra, después de lo cual
tiene que sufrir clarificaciones ulteriores antes de ser hervido para llegar
a convertirse en azúcar. La forma usual del tren al vacío Derosne es la
llamada de doble efecto; esto es, dos tachos están situados el uno al lado
del otro, uno en que se hierve con el vapor que se origina en el otro,
sacándose también, a intervalos, el sirope del primero al segundo. En
el ingenio San Martín tienen dos trenes de tres tachos cada uno, siendo
el tacho del medio ligeramente mayor, y descargando su vapor en los
otros dos. En algunos lugares se ha ensayado un triple efecto, sirviendo
el vapor del primero para hervir el segundo, y el vapor de ese segundo
tacho para hervir el tercero; pero se ha encontrado que se pierde demasiado calor mediante este sistema. El arte de hervir el azúcar en un
tacho al vacío require tanta destreza y experiencia como en el tren
abierto, usándose la prueba del tacto igualmente en ambos casos. Para
probar el jarabe se le extrae mediante una sencilla e ingeniosa varilla
de prueba del mismo centro del tacho, y se usa la prueba del tacto
o el sacarómetro de Baumé. Este último es un tubo de mercurio con su
bulbo como un termómetro, pero a diferencia de aquél, conteniendo
aire atmosférico. Se hunde en el agua, pero en el jarabe asciende en
proporción a la densidad del jarabe. Un grado de la escala equivale
a 0.019 partes de azúcar en el jarabe. De modo que si el sacarómetro,
flotando en el jarabe, señala 10º B. tenemos .019 X 10 = .19, y sabremos que hay diecinueve por ciento de ~zúcar en ese sirope. Cuando el
sirope está hirviendo, sin embargo, es unos tres grados más denso que
al enfriarse; pero el guarapo aguado es de igual densidad, esté caliente
o frío. Aunque estas diferencias no son a menudo conocidas por los asiáticos de semblante solemne o los negros que usan este precioso instrumento, ellos pueden obtener tantas ventajas prácticas del mismo como
77
el propio maestro azucarero, ya que éste les hace una marca que les
sirve de guía. La habilidad consiste en dejar pasar guarapo aguado del
depósito o de los otros tachos cuando el jarabe se pone demasiado
espeso; y cuando el contenido del tacho está adecuadamente "cocinado"
o alcanza una densidad que fluctúe entre 26 y 28º B, en que alrededor
de la mitad es azúcar, verterlo rápidamente en las pailas para su defecación ulterior. El mismo calor a que se ha sometido el jarabe en los
tachos al vacío se mantiene por medio de un serpentín de vapor en
el fondo, dentro del cual el operario deja pasar vapor a voluntad. Se
deja pasar suficiente vapor para que comience a hervir el jarabe;
se produce muy poco vapor en la paila, y en el instante que comience
a hacerlo se cierra la entrada de vapor. Cada vez que se hierve el líquido
comienza a descargar en la espuma algunas de las impurezas que no
se han eliminado en los procesos anteriores, las que son rápidamente
retiradas a medida que ascienden.
El proceso se repite una y otra vez, y el jarabe no solamente. se purifica
sino que se concentra. Se le lleva ahora a los filtros en que tiene lugar
el último proceso de refinación. De éstos sale como un líquido claro y
brillante, tan agradable a la vista como el vino de Jerez añejo. Este
líquido, que ha dado una y otra vuelta a la casa de calderas, ahora
se conduce hacia el gran tacho al vacío, llamado el tacho de punto,
donde al fin se convierte en azúcar. Allí se le hace hervir a la temperatura de 180º F.; pero a medida que el jarabe se espesa se hace bajar
la temperatura hasta que, al comenzar a formarse los cristales, el calor
no pasa de 160º F. La reducción de la temperatura continúa hasta que,
finalmente, cuando el jarabe está listo para tomar punto, la temperatura
es la más baja a la que es capaz de hervir el azúcar de prueba a tres
pulgadas por debajo de un vacío perfecto, o sea 145º F. Ahora presenta
gran cantidad de cristales que flotan en las mieles y se repite la prueba
del tacto momentáneamente. El ingeniero observa cuidadosamente a
través de las ventanas de cristal el jarabe hirviente, y finalmente ordena
los preparativos para verter la paila en los calentadores que están debajo.
El sirope cae desde el fondo del tacho de punto o gran tacho al vacío
con un hermoso color caoba y a _m enudo es posible ver los cristales según
fluye. El tacho al vacío del Ingenio San Martín es una magnífica pieza
de artesanía, que vale $70,000, y es capaz de hervir entre 1,100 a 1,500
panes o conos de azúcar, con un peso de 100 libras cada uno, al día.
En los calentadores que están por debajo del tacho se aplica el vapor
por medio de una chaqueta de hierro fundido, similar a la que hemos
78
visto alrededor de los defecadores en los que el guarapo se calentó por
primera vez; la miel espesa sé revuelve antes de llevarla rápidamente
a los conos o panes de azúcar, en los que permanece todo un día a la
elevada temperatura de la casa de calderas hasta que los cristales adquieren cierta solidez. Se llevan entonces los panes a la casa de purga, donde
sufren el proceso de purga con barro, y se les priva de sus mieles. Este
proceso es similar al de los ingenios que usan el tren de Jamaica, y no
requiere más explicación. La casa de purga es generalmente la más
grande del ingenio. La del San Martín tiene 400 pies de largo por 150
pies de ancho y tiene espacio para 22,220 panes. El plano general de la
casa de purga es el mismo de todos los ingenios, existiendo un piso
perforado para los conos y un piso para almacenaje y secado debajo. En
el piso inferior hay dobles filas de carros, uno sobre el otro, colocados
en vías, y dispuestos en tal forma que pueden llevarse al sol con sus
cargas de azúcar húmedo para secarlas. Este edificio es sencillo y eficiente, y no puede mejorarse. El azúcar blanca, al secarse al sol queda lista
para el mercado. La quebrada requiere un poco más de tiempo y se
esparce sobre un horno; pero los cuguchos o puntas de conos, se llevan
de nuevo a la casa de calderas, se muelen completamente, se humedecen
con agua, y se hacen pasar por máquinas centrífugas para retirar las
mieles. El azúcar es ahora del grado del azúcar quebrada, al mojarse de
nuevo con agua, y colocarse en panes, puede llevarse otra vez a la casa
de purga y procesarse de nuevo con barro, produciendo un azúcar bastante blanca, aunque no de tan buena calidad como la primera azúcar.
La pequeña cantidad obtenida no compensa por lo general el trabajo
extra.
Las mieles que gotean de los panes en la casa de purga se recogen
en tanques y se llevan de nuevo a la casa de calderas, donde es recibida
por los tachos al vacío y hervida de nuevo, produciendo un azúcar muy
buena; pero esta vez, en lugar de colocarse en panes para pulgarla con
barro, se la lleva a tanques de hierro de poco fondo de unos diez por
cuatro pies, en los cuales la· cristalización se produce con mayor lentitud
que en el caso anterior. Cuando el azúcar se endurece los culíes la cortan
con azadones, se la trabaja hasta formar una pasta espesa de azúcar ·
y mieles, y se vierte en máquinas secadoras centrífugas, de las que existen
en todos los ingenios. Las hay de varios modelos, entre ellas se destacan
la de J. F. Cail and Co., de Paris, Aspinwall and Woolys de los Estados
Unidos, y Fawcett, Preston and Co. de Liverpool. En el ingenio San
Martín hay quince del primer fabricante mencionado. 'La centrífuga de
79
Cail, aunque muy buena, no es de tan fácil manejo como las otras, especialmente la máquina hecha por la Fawcett, Preston and Co. En la
máquina francesa la fuerza motriz se transmite por arriba mediante un
eje común; en la americana, por debajo; por lo demás las dos son muy
similares. El método americano deja libre la parte superior de la centrífuga, lo que facilita la operación de verter las mieles. Proporciona también a los trabajadores más espacio para palear el azúcar que la máquina
francesa. Estas son las dos únicas diferencias entre los sistemas franceses
y americanos. Ambas máquinas se cargan antes de ser puestas en funcionamiento. Moviéndose con gran rapidez, las mieles son rapidamente
lanzadas por la fuerza centrífuga hacia los costados, construidos con una
malla de alambre corrugada para que tenga más solidez. Las mieles
salen disparadas a través de los orificios de la malla, dejando, a los seis
u ocho minutos, un azúcar fina y seca, llamada miel de purga 16 el azúcar
prieta corriente de los detallistas. El grano es más fino que el del azúcar
hecha con la primera hervidura del jarabe; y esta clase de azúcar puede
obtenerse a bajo precio. El color se regula a voluntad haciendo funcionar
16
80
Textual en el original inglés. Se refiere a la por entonces llamada "azúcar de
miel" . (Nota de Manuel Moreno Fraginals) .
la máquina centrífuga por un período de tiempo mayor o menor con
cada carga de mieles; y cuando se desea un azúcar blancuzco, se obtiene
lanzando un chorro de vapor en la masa en movimiento. Es bien conocido
el efecto blanqueador del vapor. Su uso, no obstante, hace que la masa
pierda tanta miel que se rebaja de peso, y el precio más elevado del
azúcar blanca raras veces compensa al hacendado la pérdida. Se acostumbra por tanto abrir el vapor solamente uno o dos minutos antes
de detener la máquina, lo que produce una costra de azúcar blanca
de alrededor de un cuarto de pulgada de grueso sobre las dos o tres
pulgadas de miel de purga que permanecen en los costados de la máquina. Como cada máquina puede desconectarse de las otras, es posible
observar a la vez todas las etapas de secado. Las mieles de esta segunda
purga se hierven y hacen pasar nuevamente por las máquinas centrífugas,
de manera que las mieles "terceras" del comercio contiene poco azúcar
cristalizable.
La máquina centrífuga inglesa difiere enteramente, excepto en prin·
cipio, de· las otras dos mencionadas. En lugar de estar provista de un
eje vertical, como lo están aquellas, está suspendida como la rueda de
un coche en un eje horizontal, estando generalmente dos máquinas
conectadas a un solo eje, pero pudiéndose desconectar cada una de la
otra, a voluntad. En lugar de tener dos pies de diámetro, miden cuatro;
y en lugar de ser cargadas mientras están paradas, las mieles caen en
ellas por una canal mientras están en rápido movimiento. Siendo de
mayor tamaño, y no siendo necesario un aumento de la fuerza motriz
para hacerlas funcionar, sus fabricantes arguyen que es más económica,
y lo son en nuestra opinión. Con seis caballos de fuerza pueden limpiar
400 libras de azúcar en una hora. Están provistas de una pequeña tubería
de vapor, para usarse como blanqueador, si así se desea. Los frenos
usados en estas tres máquinas difieren ligeramente, pero esto no es de
importancia, todas son excelentes. Probablemente hay menos fricción
en el freno inglés, debido al montaje peculiar de la maquinaria.
En muchos de los ingenios, cuando los dueños no pueden afrontar
los costosos tachos al vacío y las complicadas maquinarias y filtros de
carbón que los acompañan, no es inusitado encontrar el viejo tren de
Jamaica utilizado con una paila Wetzel, o la inventada por ·M. Bour,
para concentrar las mieles. A veces se utiliza con este propósito un peque·
ño tacho al vacío de la patente Rillieux, y se purga finalmente las mieles
en unas pocas máquinas centrífugas conectadas con él.
81
El tacho Wetzel se calienta por medio del vapor. Consíste en un
tanque largo, cuyo fondo está redondeado formando un semicírculo. En
este tanque, que se llena de mieles, da vueltas una rueda hueca, a través
de la cual pasa el vapor libremente. Los tambores huecos de esta rueda
están también llenos de vapor, y se colocan en ambas extremidades del
tanque, para revolver las mieles. Están atravesados en el centro por una
larga tubería, llena también de vapor; y las circunferencias de estos dos
tambores están coi:iectadas por tuberías de un diámetro de una pulgada
y media y una separación de dos pulgadas. Moviéndose lentamente, ofrecen una superficie de calefacción considerable a las mieles; y cada una
de las tuberías más pequeñas, al salir del líquido, lleva una apreciable
cantidad que gotea totalmente en su semi-revolución, hasta que se hunde
nuevamente en las mieles. La masa completa de mieles en el tanque es
agitada suavemente por la revolución constante de la máquina y se con-·
centra rápidamente, mucho más que en un fuego abierto, pero sin el
riesgo de quemarse.
La paila Bour es similar en principio a la Wetzel, siendo la única
diferencia que el líquido se distribuye igualmente sobre un número de
tambores similares a los que están en las extremidades del tanque Wetzel.
El tacho al vacío Rillieux es de hierro fundido, y difiere en la forma
de las pailas de cobre de otros fabricantes, estando los tubos colocados
horizontalmente en lugar de en sentido vertical, como lo están en los
tachos al vacío en forma de domo. La mitad inferior de la paila .Rillieux
está llena de tubos de pulgada y media de diámetro, colocados a lo largo,
como en las calderas de locomotoras; estando la mitad superior llena
de jarabe y ascendiendo el vapor desde ella. El empleo de hierro ~n
lugar de cobre reduce el costo, y hace que la paila sea más popular para
la hervidura de la miel de purga en pequeños ingenios, sirviendo la
misma máquina de v~por para proporcionar fuerza motriz a las centrífugas. El único inconveniente en el uso de este sistema económico es la
dificult<J,d de limpiar los tubos de hierro y evitar la corrosión.
Hay en Cuba, al igual que en Louisiana, haciendas de entre quinientos a dos mil acres de caña que usan el tren Rillieux, muy satisfactoriamente. Es ·más simple y menos costoso que el Derosne, o cualquier otro
del mismo sistema general de Derosne, no utilizando condensadores, que
son de dudosa importancia en ese sistema y sustituyéndolos con una
columna de inyección de vapor. Para un tren completo en el sistema
Rillieux se requieren tres pailas; pero, como están situadas una al lado
de la otra, y su forma permite que ocupen un espacio compacto con gran
82
superficie de calefacción, se requieren menos calderas para el mismo
número de pailas que en otras circunstancias.
En la primera paila el guarapo, d espués de salir por filtros pequeños,
recibe su primera hervidura, calentándose las tuberías con este propósito
mediante el vapor de descarga del ingenio que impulsa el molino. Se
produce un vapor denso, que pasa a las tuberías de calefacción en la
próxima paila, y calienta el jarabe para concentrarlo a 28 º Baumé. El
jarabe pasa entonces a pailas provistas de serpentinas de vapor para
una defecación ulterior, y de allí hacia los grandes filtros, pasando por
el tacho de punto como en el aparato Derosne. El tacho de punto, o
tercera caldera, está alimentado con vapor directo de las calderas. La
condensación del vapor residual, tanto con el propósito de mantener
el vacío como para mantener una corriente constante de vapor nuevo
en el aparato de calefacción, se mantiene mediante una pequeña máquina
de vapor al vacío, una columna inyectora de vapor, y un ventilador
para refrescar el agua de condensación. Como el agua es muy escasa
en muchos lugares, es necesario que la misma se utilice una y otra vez,
y se emplean aditamentos muy ingeniosos para economizarla. Uno de
los mejores ingenios de Cuba que utiliza el tren Rillieux es el Tinguaro 17
en el Perico. Tiene un tren fabricado por la Merrick and Sons, de
Philadelphia, que produce 260 panes o alrededor de 2,500 libras de
azúcar crudo, al mismo tiempo, y tres tachos al vacío, cada uno de once
pies de largo que tienen respectivamente 240, 354 y 260 tubos de 1 Y4
pulgadas de diámetro. El azúcar elaborada en este ingenio es excelente.
La del ingenio adyacente, el Santa Elena, 18 con un equipo similar, es
también de calidad superior. Un nuevo ingenio en Bolondrón, llamado
San Rafael, 19 ha sido equipado recientemente con la maquinaria Rillieux,
y aquí puede estudiarse el sistema ventajosamente. El azúcar de este
ingenio es de muy buena calidad.
No ocurre siempre, sin embargo, que el ingenio que posee el mejor
equipo produzc!'l el mejor azúcar. Esto queda ilustrado en forma notable
11
Propiedad de la Familia Diago, aunque oficialmente a nombre de la Sociedad
Anónima La Perseverancia. Tenía 70 caballerías, de las cuales, 50 en caña.
Su producción en 1860 fue de 4.208 cajas y 419 QOcoyes.
18
También de los Diago y nominalmente de La Perseverancia, 70 caballerías
de las cuales, 45 en caña. Produjo 6.550 cajas y 705 bocoyes de azúcar
en 1860.
19
Partido judicial de Alacranes, jurisdicción de Güines. Propiedad de Cándido
Ruiz. Tenía 74 caballerías de tierras, ·y de ellas 50 en caña; su producción en
1860 fue 5.898 cajas.
·
83
en la vecindad de Banagüises, donde la calidad del azúcar refinado que
se elabora en los ingenios adyacentes de "Habana" y "Alava" difiere
considerablemente. El "Habana" tiene la reputación de producir el mejor
azúcar de Cuba; y como ambos ingenios son de la propiedad de la
misma persona, el Señor Zulueta, 20 uno de los hacendados más ricos
de la Isla, y dueño de no sabemos cuántos ingenios y caballerías de
tierra, es de esperarse que cualquier talento a disposición de un ingenio
se pondría al servicio del otro, o que si hubiese una ventaja decisiva
en la maquinaria empleada en uno habría de ser introducida en el otro.
No es ciertamente por falta de un buen equipo que el azúcar del "Alava"
no sea el mejor; pues la maquinaria del "Alava" es la más nueva y
mejor de las dos, y el ingenio ha llegado a producir una zafra de 21 ,000
cajas. La maquinaria del "Habana", por el contrario, es más bien
corriente, y no puede compararse con la del "San Martín" o "La Flor
de éuba" en la misma región; y sin embargo, todos están de acuerdo en
que ningún hacendado del país ha sobrepasado al "Habana". Sus panes
son de una blancura de nieve, y soportan favorablemente la comparación
con la del refinador. La superioridad se atribuye generalmente a la
mejor tierra y la mejor caña; pero es muy singular que los ingenios
20
84
D . Julián Zulueta y Amando. N. en la aldea de Anúcita, Alava, Espa ña, el 9
de enero de 1814 y m . en La Haba na - a consecuencia de la patada de un
mulo- el 4 de mayo de 1878. T al vez el más rico de los hacendados de Cuba,
en competencia con Miguel Aldama; dueño de los ingenios Vizcaya, A lava,
Habana , y Zaza, todos en la provincia de M atanzas y con una producción
superior a 40.000 cajas ( 8.200 Tm). Llegó a tener más de 2.500 esclavos
a su servicio, y fue durante treinta a ños el mayor promotor de la trata en
Cuba. Muy españolizante aunque no intransigente con los cubanos, desempeñó
un papel importante en la esfera oficial, siendo el consejero áulico de muchos
C apita nes generales . Presid1ante del Casino Esoañol, Alcalde de La Habana
y Gobernador político en varias ocasiones, Presidente de la Comisión Central
de Colonización ( entiéndase trata de chinos), Gran Cruz de Isabel la Católica,
de Carlos III, etc. En 1875 compró el título nobiliario de M arq ués de Alava.
En 1863 había obtenido la concesión del derribo de las murallas, con lo cual
obtuvo pingües beneficios. Enviudó dos veces; la primera, de Francisca Samá,
hermana de Salvador, más tarde M a rqués de Marianao, otro de los más grandes
negreros de su tiempo. En 1861, ya poderoso, casó con su prima la joven
Juliana Ruiz de Gamiz y Zulueta que había sacado de la aldea paterna y,
fallecida ésta, al año siguiente, con su hermana M aría de 25 años que también
vivía con él. Desaparecido Don Julián, la joven viuda se retiró a la península
a disfrutar de los millones amasados con la sangre y las lágrimas de tantos
infelices esclavos. Sus descendientes, sin embargo, siguieron explotando a los
habitantes de esta isla y todavía su nieto Narciso (n . 1888) y su biznieto
Julián conservaron algunos ingenios, un banco - El Continental Cubanoy otras menudencias hasta la Revolución socialista. Julián Zulueta fue uno
de los grandes promotores del capitalismo en Cuba, a través de la trata de
negros y de chinos, del cohecho y de la corrupción oficial. Su biografía
merece escribirse un día.
vecinos, que poseen tierras de iguales características e igual clase de
caña -la caña blanca conocida generalmente por caña Tahití- no produzca un azúcar igualmente buena.
Mientras se ha prodigado capital en maquinaria costosa y se han
hecho grandes adelantos en la fabricación del azúcar, el principio general de la defecación con cal, filtraje con carbón mineral y concentración
al vacío han permanecido inalterados, aunque por mucho tiempo se ha
pensado que sería muy deseable encontrar algunos sustitutos químicos
para los actuales procedimientos costosos, y algunos de los mejores químicos de Cuba. y de los Estados Unidos han estudiado el problema por
largo tiempo.
Cualquier procedimiento que elimine el empleo de carbón animal
y evite la formación de mieles en la hervidura constituiría una gran
revolución, y el Señor Alvaro Reynoso 21 de la Habana, anuncia haber
descubierto tal procedimiento. Hasta ahora permanece secreto, y a no
ser por la gran reputación y la experiencia en química de la persona que
21
Alvaro Reynoso n. el 4 de noviembre de 1829, en un cafetal en Guanímar,
término municipal de Alquízar, y m. en la Habana el 11 de agosto de 1888.
Célebre químico y agrónomo azucarero Doctor en Ciencias de la Sorbona
( 1856). Se hizo conocido en París por sus trabajos sobre el éter ordinario,
los arsenitos, fosfatos y el curare. En 185 7 regresó a la Habana encargándose
de la redacción de las Memorias de la Sociedad Económica. Colaboró en las
principales publicaciones de su época pero su obra fundamental es el Ensayo
sobre el cultivo de la caña de azúcar. Primera ed. 1862, que marcó una fecha
en la agronomía mundial del azúcar de caña.
85
pretende haber hecho el descubrimiento, su anuncio sería recibido con
incredulidad. El Dr. Reynoso, no obstante, es director del lristituto de
Investigaciones Químicas de la Habana, Doctor de la Facultad de
Ciencias de París, Miembro Honorario del Instituto de Francia (Academia de Ciencias), además de poseer otros títulos honoríficos, y ha dedicado mucho tiempo y atención al cultivo de la caña de azúcar, habiendo
publicado varios ensayos valiosos sobre la _materia. No es probable que
un hombre de su clase arriesgue su reputación en un proyecto fantástico,
y el Señor Reyn~so ha declarado que puede producir un azúcar excelente
con una sola hervidura medÍante el tratamiento químico del jarabe
mientras está frío. El asegura que no se forman mieles, sino que después
de retiradas las impurezas del guarapo queda el azúcar cristalizada pura.
Pide una suma considerable por su secreto y se compromete a darlo
a conocer tan pronto como la misma le sea garantizada. El asunto ha
provocado gran interés en la Habana, y probablemente será investigado
exhaustivamente. Si es de posible realización, y es realmente posible
elaborar azúcar sin la maquinaria y capital que se requieren actualmente, su fabricación aumentará considerablemente. 22
22
86
Reynoso se trasladó a París para construir su aparato el mismo año en que
Auchinloss publicaba su artículo. Según el Avisador Comercial, noviembre
29 de 1877, esta nueva máquina de un costo de 4.000 ps era capaz dé
extraer el 80% de jugo de las cañas, aumentando el rendimiento en un 14%.
Reynoso, en contra de lo que indica Auchinloss, sin duda mal informado, fue
un hombre desinteresado que murió pobre. Por otra parte, en el texto del
artículo se establece una confusión entre el nuevo trapiche inventado por
Reynoso y su descubrimiento científico consistente en el empleo del frío en
vez de calor para cristalizar la sacarosa y el empleo de un nuevo defecador
para el g~arapo a base de alúmina.
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