Apropósito del Día Internacional de la Mujer y de Benedicto XVI Algunas lecturas, conversaciones y sucesos de éstos días me animan a compartir con la comunidad universitaria escritos que he visto interesantes, al tiempo que, recordando a Cortázar, cuando habla de la sociedad latinoamericana, pienso que puede valer la pena presentarlos como actuales para la sociedad colombiana y el ambiente en la Universidad Tecnológica. La discriminación de la mujer en Colombia es evidente, como es evidente la responsabilidad de la iglesia cristiana en esa discriminación secular. Es difícil construir una sociedad sana y equitativa sin una liberación completa y descosificación de la mujer. La religión en todas las culturas ha justificado la condición inferior de la mujer apelando al argumento de la voluntad divina, elaboración teórica construida para soportar el edificio de una sociedad injusta, que crea y consolida concepciones a la medida de sus deseos e intereses, a veces confiriéndoles un carácter permanente e incuestionable. Como se afirma en el ambiente universitario que no hay creación humana que no pueda ser sometida al juicio de la razón, nada de lo que sea dicho y hecho por el hombre o la sociedad en la que vivimos tiene per se carácter inmutable y rígido; al contrario, las ideas y concepciones mutan y se transforman, porque muta y se transforma constantemente el entorno natural y social que las origina. Toda la ideología que sustenta la cultura, elaborada por los hombres más poderosos (con la participación de algunas mujeres de su misma condición), justifica y valida su posición de dominio sobre todas las cosas y los seres. Nuestra cultura está construida para validar y defender la supremacía del varón sobre la mujer, así como de clase y de etnias. Todas las instituciones sociales como la escuela, la religión, la familia, la justicia, el estado, hasta gran parte de la ciencia, justifican, reproducen y perpetúan la superioridad del hombre y de la inferioridad de la mujer, así como de las demás desigualdades señaladas. La religión, entendida de su forma más simple como el “conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto”, es una construcción elaborada por el HOMBRE para responder a los intereses de: supremacía de clase, de sexo y de nación. ¿Qué sentido específico ha otorgado la religión a la mujer y qué privilegios defiende y pretende perpetuar? Según los libros sagrados, la mujer es un ser inferior. En los libros sagrados, la Torá, la Biblia, y el Corán, pertenecientes, a tres de las más grandes e influyentes religiones, el judaísmo, el cristianismo y el islamismo respectivamente, se encuentra consignado el más profundo menosprecio hacia la mujer. El Corán, libro sagrado de los musulmanes, dice que “los hombres son superiores a las mujeres a causa de las cualidades por las cuales dios les ha dado la preeminencia, y también por que dotan a las mujeres”. De igual manera la biblia, en el Génesis, afirma que la mujer fue creada por dios a través de la costilla de Adán y por tanto ella le debe su sujeción; dios le prescribe a la mujer su condición de subordinada al hombre cuando en el paraíso terrenal y a causa de haber comido el fruto prohibido, le dice a ésta, “aumentaré tus dolores cuando tengas hijos, y con dolor los darás a luz. Pero tu deseo te llevará a tu marido, y él tendrá autoridad sobre ti” (Génesis 3:16) Desde el mismo momento de la creación de dios, macho, creo al hombre como ser superior y a la mujer como inferior y suplemento de éste. El texto bíblico deja explicita la inferioridad de la mujer cuando la hace “impura”, el doble del tiempo, al dar a luz una niña (Levítico 12: (1-5): “El señor se dirigió a Moisés y le dijo: Di a los Israelitas lo siguiente: Cuando una mujer quede embarazada y dé a luz un varón, será impura durante siete días, como cuando tiene su periodo natural. El niño será circuncidado a los ocho días de nacido. La madre, sin embargo, continuara purificándose de su sangre treinta y tres días más. No podrá tocar ninguna cosa consagrada ni entrar en el santuario, mientras no se cumpla el término de su purificación. Pero si da a luz a una niña, será impura durante dos semanas, como en el caso de su periodo natural, y seguirá purificándose sesenta y seis días más” Entre el ciego amor, el total terror y la estricta obediencia a las sentencias divinas, el hombre ha estado sujeto a la sabia e incuestionable decisión de dios de crear unos seres superiores – hombres – y otros inferiores- mujeres-. El recurso de apelar al juicio de una voluntad divina ha sido utilizado para justificar de manera irrefutable dogmas y comportamientos que no soportan un análisis racional. Los grandes teólogos, personas investidas de gran autoridad moral, y los llamados “padres de la iglesia”, místicos que florecieron principalmente entre los siglos IV y VII y que establecieron las bases doctrinales del cristianismo, han promulgado numerosos dogmas que perpetuán el statu quo, entre ellos el de inferioridad de la mujer. Santo. Tomas de Aquino: “Es un hecho que la mujer está destinada a vivir bajo la autoridad del hombre y que no tiene ninguna autoridad por sí misma”. San Ambrosio: “Adán fue inducido al pecado por Eva, y no Eva por Adán. Es justo que a quien la mujer ha inducido al pecado, sea recibido por ella como soberano”. Agustín de Hipona: “en ella el buen cristiano aprecia lo que es humano, detesta lo que es femenino”. La iglesia, siempre dirigida por hombres, ha reglamentado todo lo concerniente a la familia, el papel de la mujer dentro de ella y sus deberes, a través del derecho canónico consagrado por los concilios y encabezado por el papa. Colosenses 3:18: “esposas, sométanse a sus esposos, pues este es su deber como creyentes en el señor”. Pablo a los Efecios, 5:22-24: “las casadas están sujetas a sus propios maridos como el Señor, porque el marido es cabeza de la mujer así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo y él es su salvador. Así que como la iglesia está sujeta a cristo, así también las casadas lo están a sus maridos en todo”. Primera Epístola de Timoteo,2;11-15: “la mujer debe escuchar la instrucción en silencio, con toda su misión y no permito que la mujer enseñe en público ni domine al hombre. Quiero que parezca callada porque dios hizo primero a Adán y después a Eva; y Adán no fue engañado, sino la mujer; y al ser engañada cayó en pecado, pero la mujer se salvará si cumple sus deberes como madre y si con buen juicio se mantiene en la fe, el amor y la santidad”. La regla de fe, amor y santidad (lealtad) es la manera como el cristianismo y el gobierno han llamado a la irracionalidad, rendición y la negación de la condición de sujeto que ha querido imponer a la mujer. La iglesia católica. Los jerarcas de todas las iglesias se enriquecen a costa de la comunidad. Compartir, amar al prójimo, sacrificarse, son frases para engañar a incautos; la religión defiende los intereses de los opresores; justifica y legitima la ideología de quienes detentan al poder; presenta una imagen de mujer amañada a la conveniencia de otros seres que impusieron por la fuerza su dominación con instituciones y mitos que refuerzan la idea de un mundo donde la desigualdad es cosa natural y donde todo intento de cambiar no es sólo un intento condenado al fracaso, sino un sacrilegio. Una de los trabajos que da pie a este escrito es el de Franco Martínez y Rodríguez Entrena “Estudio de la discriminación de la mujer en el catolicismo”. En un extracto de este trabajo se lee: “El 28 de octubre de 1995 el cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, respondió a una «duda» (responsum ad dubium) concerniente a la enseñanza contenida en Ordinatio sacerdotalis. A saber, si la enseñanza acerca de que la Iglesia no tiene autoridad para conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres debía ser considerada como una verdad de fe. La respuesta es afirmativa (definitive tenenda). En otras ocasiones posteriores el Vaticano ha reiterado esta doctrina, amenazando con la excomunión a quienes intentaran la ordenación de mujeres católicas. Guiso (Guiso, L.; Sapienza, P. y Zingales, L. (2003). “People´s opium? Religion and Economic Attitudes”. Journal of Monetary Economics 50: 225-282.) estudió las relaciones entre creencias religiosas y actitudes económicas de una encuesta mundial sobre valores, y encontraron que las religiones cristianas están más positivamente relacionadas con actitudes económicas orientadas hacia un ingreso per capita más alto, además las personas religiosas tienden a ser más racistas y menos favorables a la incorporación de la mujer al mercado laboral. Desde un punto de vista histórico-antropológico la Religión constituye el mecanismo de control social más importante de la humanidad (desde los grupos de cazadoresrecolectores del Paleolítico superior hasta los habitantes de las ciudades-estado de Mesopotamia), en particular de su actividad socioeconómica, así, la invención de la escritura surgió debido a la gestión contable que realizaba la clase sacerdotal de la economía productiva local (Redman, 1990). El concepto de Dios surgió en la humanidad a medida que desarrollamos el pensamiento lógico-verbal (Piaget, 1929 y 1975; Vygotsky, 1984; Campbell, 1991). La evidencia histórico-arqueológica revela que las sociedades prehistóricas de cazadores/recolectores eran matrilineales, y la concepción de la divinidad fue femenina durante veinte mil años debido a la importancia económica de la mujer en la estructura social (procreadora, organizadora y productora), motor del desarrollo social, económico y tecnológico (Delporte, 1982; Redman, 1990; Gimbutas, 1996). Pero el proceso de sumisión de la mujer comenzó cuando la estructura económica cambió debido a la aparición de los excedentes agrarios, que contribuyeron al aumento de la población, a la sedentarización, al nacimiento de la propiedad privada de los recursos como base de la estratificación social y de la cosificación de la mujer (Aaby, 1978) (de paso esta decir que la cosificación está de vuelta), al impulso de innovaciones tecnológicas para la elaboración y almacenamiento de alimentos, así como técnicas de cultivo. El aumento demográfico y la concentración de riqueza desembocaron en la aparición del ejército (germen de los futuros estados nacionales). Todos estos cambios supusieron una transferencia de la posición productiva de las mujeres hacia los hombres. En consecuencia, se modificó la estructura familiar debido al incremento del dominio social masculino, evolucionando progresivamente hacia el patriarcado, y surgiendo las primeras ideologías sobre la inferioridad natural de la mujer, cuestión ésta que constituye una constante universal en la religión, la moral y la legislación de las sociedades agrícolas pre y post-industriales (Martin y Voorhies, 1978; Redman, 1990). Así entre el VI y III milenios a.C. surgió y se desarrolló el concepto masculino de la deidad, conforme al nuevo estatus social del varón y a la nueva estructura familiar. El Código de Hammurabi (1750 a.C.) consolidó e institucionalizó este proceso de sumisión de la mujer y marca simbólicamente el comienzo de la cultura patriarcal (Lerner, 1990). Los filósofos y teólogos de la época -Tertuliano, Aristóteles, Tomás de Aquino y los Santos Padres latinos- dedujeron que la mujer no podía representar la imagen de Dios, ya que se encontraba subordinada al hombre, tal y como se desprendía de la legislación vigente (Wijngaards, 2001; Küng, 2002).” Hace más de un siglo, nadie hubiera puesto en duda afirmaciones bíblicas como “la mujer calle en las congregaciones” o “la mujer aprenda en silencio”. Tampoco antes de que el físico y astrónomo Galileo Galilei demostrara el sistema heliocéntrico, nadie ponía en duda que la Tierra era el centro del sistema solar. La demostración astronómica de Galileo Galilei, defendiendo el sistema heliocéntrico –por lo cual fue recluido a perpetuidad por la Inquisición-, obligó a los teólogos, tanto católicos como protestantes, a replantear la interpretación que hasta entonces se había venido haciendo de Josué 10:12-14 (que tiene sentido desde una visión geocéntrica). Hoy, después del liderazgo alcanzado en todas las esferas de la vida (social, política, científica, etc.), la mujer colombiana puede contribuir a la formulación de una sociedad colombiana más justa y equitativa.