C. A. VON GALEN, EL LEÓN DE MÜNSTER En mis lecturas veraniegas me he topado con una breve biografía y un epistolario del obispo Clemens August von Galen, uno de los testigos de la Iglesia del siglo XX. Albino Luciani, que llegaría a ser Juan Pablo I, lo valoró de la siguiente manera: “El cardenal von Galen ha sido un gran obispo: le llamaban el león de Münster. Una bellísima figura de la historia de la Iglesia. Ha resistido a Hitler de un modo ejemplar: Decía: «Deja que golpee, no tengo miedo. Yo soy el yunque, Hitler es el martillo: se rompe antes el martillo; no tengo miedo». De hecho, es Hitler el que se ha roto”. Nació en el castillo de Dinklage en 1878. Parece que el Señor, le hubiese dado vida suficiente sólo para una misión, porque murió acabada la guerra. Von Galen era hijo de una familia aristocrática de tradición política y eclesiástica. Su padre, Ferdinand Heribert, había presentando en 1887 la “petición Galen” siendo diputado de la Dieta alemana, primer diseño de la ley sociopolítica en defensa de los trabajadores, del descanso dominical y contra el trabajo de los niños. Uno de sus hermanos fue un político del Zentrum, partido que aglutinaba a los católicos alemanes. Von Galen fue ordenado sacerdote en 1904 y destinado a Berlín primero como capellán y colaborador de una parroquia y luego como párroco. Allí puso su herencia paterna a disposición de la obra de un hospicio para trabajadores y desocupados. Este hombre llamado a dar testimonio de Jesucristo en medio de tiempos muy convulsos, no sobresalió, y menos por su palabra, hasta llegar al episcopado. El día de su ordenación como obispo en 1933, sin embargo, muchos percibieron ya en la rectitud moral que sus palabras desprendían que él se iba a convertir en un límite para el recién estrenado régimen nazi. Se ha hecho popular su búsqueda de un crucifijo en el ministerio correspondiente el día de su juramento. Al no encontrarlo el obispo cogió su propia cruz pectoral. “Nec laudibus, nec timore” fue su lema episcopal, todo un programa para su estilo pastoral: que no nos impulse ni la alabanza ni el temor de los hombres. En su primera carta pastoral anunciaba que se sentía obligado en conciencia a iluminar las situaciones y peligros contemporáneos con los principios de la moral cristiana. En la cuaresma de 1934 ataca “la adoración de la raza” expresada por Rosemberg en su Mito del siglo XX, lo que produjo un gran malestar en el partido de Hitler. Al año siguiente repitió sus protestas desde el púlpito contra el catecismo nazi de la sangre. En la predicación sobre san Victor del año 1936 expuso la doctrina de los límites de la obediencia a la autoridad hasta tal punto que la Gestapo lo puso ya bajo control sistemático. En 1937 la palabra de von Galen se centra en denunciar la violación sistemática del Concordato por parte del Reich, especialmente en lo que se refiere a la libertad de prensa y educación. En esa misma fecha viaja a Roma junto con otros cuatro cardenales y obispos alemanes, llamado por el entonces secretario de estado, Cardenal Pacelli (posterior Pío XII), para preparar la encíclica contra el nazismo Mit brenender Sorge. Al comenzar la II guerra mundial, el obispo de Münster era ya conocido en toda Europa por su abierta oposición al nazismo que contrastaba con la estrategia del presidente de la Conferencia episcopal alemana, Cardenal Bertram, tendente a la denuncia y la protesta legal. Pero en 1941 ante el cierre de monasterios, la deportación de religiosos y laicos y el plan secreto “T4” para la eliminación de las llamadas “vidas improductivas”, las predicaciones de von Galen se vuelven célebres hasta el punto de que se difunden desde la radio de Moscú y la Fuerza aérea británica las lanza en pasquines sobre el cielo de Berlín. Se copian a mano y a ciclostil e incluso muchos judíos son detenidos por divulgarlas. El mismo Pío XII trasmite al obispo su apoyo por su defensa del derecho y de las libertades fundamentales. Pero las consecuencias de sus protestas no se dejan esperar: muchos sacerdotes, religiosos y laicos de su diócesis son represaliados, no queriendo el régimen plantar cara al obispo directamente. La defensa de los derechos que el Concordato había reconocido a la Iglesia católica como la libertad de educación y la asociación era fundamental para el obispo de Münster. No era una cuestión de poder, sino que mediante el derecho de comunicación la Iglesia poseía casi la única arma para contrarrestar públicamente la difusión de la ideología del nazismo. Sin embargo, von Galen no protagonizó ninguna protesta sonora frente a la cuestión judía. Tras la “noche de los cristales rotos” en 1938, von Galen se preparó para salir desde el púlpito en defensa de los judíos, pero sabemos que algunos responsables de la comunidad hebrea le disuadieron, temiendo que se agravase la situación. Precisamente, cuando en 1942 los obispos holandeses protestaron enérgicamente contra la deportación de los judíos, la represalia nazi fue la deportación de hasta 40.000 cristianos de raza judía a los campos de concentración. Evidentemente, Hitler pensó en eliminarlo, pero decidió con Himmler y Goebbels reservar tal fin para von Galen hasta el “rendimiento de cuentas último” con el cristianismo, que pensaban realizar acabada la guerra, como se puede ver en los Tischgespräche. Una cuestión estratégica pesó más que el odio que en el partido nazi se tenía al obispo: éste arrastraba a los fieles de Westfalia, que llenaban la catedral, las plazas y las iglesias ante sus predicaciones. El octubre de 1943 los aliados bombardean Münster con bombas rompedoras e incendiarias con decidida intención de causar daños a la población civil. La catedral, en la que los fieles estaban esperando al obispo von Galen para una celebración solemne, se convirtió incluso en uno de los primeros objetivos. Era parte del “moral bombing” propugnado por Churchill para abatir el ánimo de la población alemana. Von Galen no dejó de mostrar su pesar por esa estrategia que comenzaba ya a medir a todos los alemanes por el mismo rasero. En su último año de vida entre 1945 y 1946, antes de ser ordenado cardenal, von Galen también supo ponerse en su sitio ante el gobierno militar aliado de posguerra. Frente a la acusación de culpa colectiva sobre el pueblo alemán y los dislates de los militares vencedores de la guerra, que incluían graves violaciones de los derechos humanos, volvió a proclamar con fuerza: “Bajo el nazismo dije públicamente, y lo dije también con respeto a Hitler en 1939, cuando ninguna potencia intervino parar obstaculizar sus miras de expansión: la justicia es el fundamento del Estado: si la justicia no se restablece, entonces nuestro pueblo morirá por putrefacción interna. Hoy debo decir que, si no se respeta el derecho entre los pueblos, nunca llegará la paz y la concordia”. José Luis Loriente Pardillo