Aristóteles_1

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BLOQUE 1: LA FILOSOFÍA GRIEGA
D) ARISTÓTELES
Elaborado por Perfecto PÉREZ SÁNCHEZ-MATEOS
El segundo gran sistema filosófico de la Antigüedad del que nos ocuparemos en detalle es el de
Aristóteles, discípulo de Platón, en cuya Academia permaneció durante 20 años. Sus logros más
importantes son el haber construido una de las más influyentes cosmovisiones de la historia de la
Humanidad y haber iniciado gran número de disciplinas, como la Lógica, dejándola tan desarrollada
que permaneció vigente sin variaciones fundamentales durante más de 2.000 años. Por otro lado, su
Ética sigue siendo un referente de obligado estudio y comentario no sólo para los historiadores del
pensamiento, sino para quienes buscan fundar la moral sobre cimientos racionales. Aristóteles es uno
de esos extraordinarios gigantes sobre cuyos hombros hemos venido construyendo nuestra propia
concepción del Universo.
1.- VIDA.
Nació en Estagira, pequeña ciudad de Macedonia, al norte del Ática, durante el año 385/4. Su
familia, constituida por ilustres médicos al servicio del rey Amintas III, abuelo de Alejandro Magno, se
ocupó de su educación cuando Aristóteles quedó huérfano y le envió a formarse en la Academia de
Platón: tenía entonces 18 años, y su maestro se hallaba por entonces revisando su teoría de las Ideas.
Allí permaneció unos 20 años, durante los cuales fue un discípulo fiel y brillante, y luego profesor,
llegando a escribir obras de corte platónico, probablemente por encargo de su maestro - unas 19,
todas perdidas. El mismo año de la muerte de Platón, el 347 a.d.C., le encontramos, con Jenócrates y
con Teofrasto, codiscípulos suyos en la Academia, en Assos, donde accedió a ser consejero del tirano
ilustrado Hermias, con cuya sobrina o nieta, Pytia, se casaría después. A los tres años se desplazó a
Mitilene, en Lesbos, regresando el año siguiente a su Macedonia natal, invitado por el rey Filipo II, hijo
de Amintas, para educar a Alejandro, tarea que le ocupará 8 años. Cuando su discípulo accedió al
trono, Aristóteles volvió a Atenas, donde fundó su propia escuela: el Liceo. Esta institución congregó
gran número de sabios, libros e información política y natural, convirtiéndose en un activo centro de
investigación. Al morir prematuramente Alejandro, y comprobar Aristóteles el renacimiento de odios
antimacedónicos en Atenas, abandonó esta ciudad camino de Calcis, en Eubea, donde murió al poco
tiempo, el 322/21 a.d.C., a la edad de 63 años.
2.- OBRA.
Los escritos de Aristóteles, abundantes y variados, se pueden dividir en dos grandes grupos. A)
Los primeros, escritos de juventud, son diálogos literariamente valiosos, de temática y tesis platónicas.
A pesar de que estaban destinados a ser publicados –de ahí que se los conozca como exotéricos-, se
han perdido casi en su totalidad. Los más importantes son el Eudemo (sobre el alma), el Sobre la
Filosofía y el Protréptico. B) A partir de su estancia en Assos, empezó a elaborar su propio sistema,
pero fue tras la fundación del Liceo cuando escribió las obras más representativas de su pensamiento
maduro. Que su fin no fuera publicarlas, sino servirse de ellas como guiones para desarrollar sus
lecciones, como documentos internos -razón por la que son conocidas como obras esotéricas- explica
la concisión de su estilo, a veces áspero, lleno de anotaciones suplementarias, de repeticiones y
correcciones, que las hace de lectura difícil. La primera edición de su obra se hizo esperar hasta el siglo
I a.d.C., y se debió a la paciencia y honestidad de Andrónico de Rodas, quien conservó y ordenó todos
los textos que le llegaron. Las obras más importantes son: entre las de Lógica, las Categorías, De
Interpretatione, Primeros Analíticos, Segundos Analíticos, Tópicos, Refutaciones sofísticas y Retórica;
la Física y Sobre el Alma; la Metafísica; la Ética Nicomáquea, la Ética Eudema, los Magna Moralia y la
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Política, a las que hay que añadir gran cantidad de tratados biológicos, de los que el mismo Darwin
destaca su importancia.
3.- ARISTÓTELES Y EL PLATONISMO.
Para entender plenamente a un filósofo es necesario conocer sus puntos de partida y su reacción
frente a ellos; por ello, importa estudiar la relación entre el pensamiento de Aristóteles y el de Platón,
su maestro durante tantos años, de quien recibió la formación filosófica básica y un muy fuerte
impacto personal, a juicio de W. Jaeger. El ateniense apreciaba la capacidad de trabajo e inteligencia
del discípulo, hasta el punto de asignarle cursos de Lógica dentro de la Academia y aceptar algunas
críticas a su teoría de las Ideas –algunos estudiosos opinan que es el autor del argumento del tercer
hombre contenido en el Parménides. A pesar de este platonismo inicial, que Aristóteles compartió
hasta la muerte de Platón, no parece que llegase a aceptar las tesis del pensamiento platónico tardío,
las posiciones pitagorizantes contenidas en los dógmata ágrafa, la teoría de los Números Ideales.
Durante muchísimo tiempo se han venido destacando las diferencias entre discípulo y maestro,
lo que ha producido, como reacción, que ahora se prefieran señalar las semejanzas. Sin caer en
ninguno de los dos extremos, reconocemos que hay cierto platonismo en Aristóteles, como no podía
ser de otro modo tras 20 años de formación en la Academia, sin olvidar la originalidad del discípulo en
los temas de los que se ocupa, en el método y en los conceptos utilizados. El mismo discípulo no es
siempre consciente de hasta qué punto sigue el camino marcado por su maestro: critica a su maestro,
a veces duramente, pero reconoce –como Platón- la objetividad del conocimiento científico y la de los
universales, aunque rechaza su trascendencia, excluyendo, así, crear un mundo separado del mundo
sensible como el de las Ideas, a su juicio innecesario y ficticio. Para justificar que podamos conocer
racional y objetivamente el mundo, que puede haber ciencia, basta con aceptar que hay formas
inteligibles inmanentes configurando el mundo. En cualquier caso, conviene ver el pensamiento del
estagirita, no como continuación natural de la filosofía platónica, sino como un nuevo paradigma
filosófico, donde emerge una diferente actitud filosófica, más respetuosa con los datos que la
experiencia sensorial y moral nos proporciona, menos imaginativa, si se quiere, más económica de
entidades y conceptos. Tampoco debemos considerar la filosofía aristotélica como producto de un
rechazo consciente de cualquier señal de platonismo, y si algunas expresiones críticas nos parecen
excesivamente duras y desagradecidas son, probablemente fruto del hecho de que el único sistema
frente al que podía definir sus posiciones era el platónico, del que procedía, así como por su amor a la
verdad, que él valoraba por encima de la amistad que sentía por su maestro.
4.- EXPOSICIÓN SISTEMÁTICA DE SU PENSAMIENTO.
La filosofía de Aristóteles evolucionó desde el platonismo ortodoxo de su juventud hasta lo que
podríamos denominar la teoría aristotélica estándar. Cuando exponemos el pensamiento del estagirita,
debemos exponer éste último -aunque, históricamente, el primero le pertenezca con igual derecho-,
pues son las últimas las que podemos sus opiniones, si no definitivas, sí las que no rechazó
explícitamente, configurando un sistema más o menos coherente y organizado. Es muy difícil conocer
cuáles eran sus opiniones últimas, porque ignoramos la fecha en la que escribió cada tratado. Alguno
de ellos, incluso, conservan fragmentos escritos en distintas épocas. En una exposición como ésta, nos
ceñiremos a las opiniones que la mayoría de los especialista asignan al Aristóteles maduro.
Describiremos, por tanto, un sistema que, quizá, sea algo artificial, condicionados por el contexto en el
que nos encontramos. La evolución del pensamiento de Aristóteles probablemente fue desde un
platonismo ortodoxo hasta un distanciamiento cada vez mayor de esas posiciones, en temas, métodos,
conceptos y tesis. Siguiendo este criterio, W. Jaeger ha ordenado cronológicamente la obra del
estagirita, de manera que cuanto menos platónica sea una obra, más tardía la considera. Otros
eruditos, como Burnet, siguen un criterio distinto, y suponen que cuanto más científico es un tratado,
más tardío es.
Nuestra exposición, que, como digo, no deja de ser escolar, seguirá un orden lógico, más que
genético, pretendiendo dar la información suficiente en el poco espacio disponible. Empezaremos por
exponer su Lógica, para seguir con la Metafísica y con la Física. A continuación, nos ocuparemos de su
concepción del hombre contenida en el De Anima, para finalizar con su Ética, considerándola como
parte de la Política.
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Perfecto PÉREZ SÁNCHEZ-MATEOS
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4.1.- LÓGICA.
Aunque el núcleo de la filosofía aristotélica lo forman la Metafísica, la Física y la Ética, es
necesario conocer su teoría de la argumentación, del método y de la ciencia, contenidos en lo que hoy
llamaríamos Lógica y que Aristóteles llamó Analítica. La Lógica es una disciplina intelectual sin objeto
de estudio propio, sino que es un instrumento (órganon) necesario para poder estudiar cualquier
género de seres. Son las ciencias las que tienen un objeto de estudio, cada una se ocupa de un género
de seres; pero estas ciencias usan demostraciones científicas, que son un tipo especial de argumentos,
de silogismos, y es de esto de lo que se ocupa la Lógica. Pero no sólo argumentamos dentro de las
ciencias, también cuando dialogamos sobre un asunto del que no es posible tener ciencia, sino un tipo
inferior de conocimiento, como la opinión. Al razonar, tanto si investigamos como si exponemos
conocimientos descubiertos antes, encadenamos proposiciones en argumentos, de tal manera que
unas proposiciones se derivan de otras. Si argumentamos correctamente, y partimos de proposiciones
verdaderas, obtendremos conclusiones verdaderas. Es útil, por tanto, conocer los argumentos
correctos. De esto se ocupa la Lógica. Los argumentos están compuestos de proposiciones, y éstas de
términos. Esto nos obliga a estudiar ambas cosas, pues sin conocer los elementos –términos y
proposiciones- no podremos conocer el todo -argumentos.
Aristóteles se ocupa de los términos en las Categorías, una obrita de apenas unas páginas, pero
de enorme importancia, no sólo lógica, sino también metafísica, como tendremos ocasión de ver. Los
términos son palabras con significado dentro de una proposición, significan, señalan realidades
simples, que no se hallan en combinación alguna. Ejemplos de términos son: hombre, Sócrates, alto,
rojo, pesado, sentado, agradable, valiente, camina, es herido, etc. Como vemos, hay términos que
designan entidades concretas y, también, términos de entidades abstractas. Además de conocer qué
es un término, hay que clasificarlos, para lo que usaremos un criterio objetivo de clasificación:
pertenecerán a la misma clase de términos aquéllos que nombren realidades semejantes. De esta
manera, a Sócrates, Platón, Napoleón, Churchill, César, etc., los incluiremos en la misma clase de
términos porque designan individuos del mismo tipo, lo que nos obliga a hacer, antes, una clasificación
de todo lo señalable mediante una palabra, de todos los seres. Este es el criterio seguido por
Aristóteles: clasifica los términos en base a una clasificación previa de los seres significado por ellos.
Así, la pregunta por los tipos de términos se convierte en una cuestión por los tipos de seres: ¿Qué
tipos de seres hay, en última instancia? A estos géneros supremos de los seres, Aristóteles los llama
categorías, y opina que hay diez: sustancia (ousía, tí esti), cantidad (posón), cualidad (poión), relación
(pròs tí), lugar (poû), tiempo (póte), posición (keîsthai), hábito, estado (échein), acción (poieîn) y
pasión (páschein). Esto implica que cualquier realidad simple, por extraña que sea, pertenece a una y
a solo una de esas categorías, que es una sustancia, o una cualidad, o una cantidad, etc. Ejemplos de
términos de cada una de esas categorías son: Sócrates, hombre, caballo (sustancias); blanco, suave
(cualidad); de dos metros, de 5 kg. (cantidad); mayor que, encima de (relación); en Madrid, en Getafe
(lugar); ahora, en 2003 (tiempo); sentado, de pie (posición); vestido, calzado (hábito); lee, estudia,
camina (acción); es apaleado, es quemado (pasión).
La categoría más importante es la de sustancia, porque son realidades necesarias para la
existencia de cualquier otro tipo de realidad. Aristóteles distingue dos tipos de sustancias: sustancias
primeras (que son los sujetos individuales, seres cuyos nombres no se afirman o predican de ningún
otro ser y sí lo demás de ellos. Ejs.: Sócrates, César); sustancias segundas (son las especies y los
géneros a los que pertenecen las sustancias primeras, nombrados por los nombres comunes. Ejs.:
hombre, animal, viviente, etc. Las sustancias segundas –hombre- pueden afirmarse, decirse de las
sustancias primeras –Sócrates-, como cuando se dice "Sócrates es hombre").
Las realidades nombradas por el resto de las categorías dependen de las sustancias, todas ellas
inhieren, están como añadidas al ser de las sustancias, aunque la proposición que indica esa inherencia
tiene una forma lógica semejante a la que indica el tipo de sustancia que es. Decimos que Sócrates es
blanco y, también, que Sócrates es hombre, pero la blancura no inhiere en Sócrates de la misma forma
que su humanidad. El es de "Sócrates es hombre" no significa lo mismo que el es de "Sócrates es
blanco". Hombre nombra el tipo de sustancia que la sustancia individual Sócrates es, mientras que
blanco nombra una cualidad que las sustancia Sócrates tiene. El resto de categorías distintas de las
sustancias significan realidades que pertenecen a las sustancias primeras, pero no significan el tipo de
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sustancia que son, señalan realidades accidentales, pero no lo que esencialmente esas sustancias son.
Por otro lado, en su De Interpretatione, atendiendo a otro criterio, más lógico y menos
ontológico, Aristóteles divide los términos en nombres y en verbos. El nombre es un sonido dotado de
un significado establecido por convención, sin ninguna referencia al tiempo, y cuyas partes,
consideradas en sí mismas, no tienen significación. El verbo es un sonido con significado convencional,
pero con referencia al tiempo, que indica o afirma una cosa de otra. Así, Pedro es nombre, mientras
que come es verbo en la proposición Pedro come. Esta segunda clasificación de los términos permite
entender su función dentro de la proposición, mientras que la primera expone mejor su relación con lo
significado.
El estudio aristotélico de las proposiciones está De Interpretatione. Allí nos dice que las
proposiciones o juicios están formados por, al menos, dos términos: el nombre y el verbo. Según
Aristóteles, un juicio representa la unión que el alma lleva a cabo entre dos conceptos -que son
contenidos mentales. Así, el juicio "el hombre es mortal" señala o significa la unión mental entre el
concepto mental hombre y el concepto mental mortal. En el caso del juicio negativo, lo que se significa
no es la unión, sino la separación entre conceptos. Según esta concepción, un juicio es verdadero si
describe un estado mental que, a su vez, se corresponde con la realidad. Posteriormente cambiará esa
posición representacionista de las proposiciones por otra, según la cual los juicios se refieren a la
realidad directamente, y no mediante los estados mentales. La propiedad más importante de las
proposiciones es que tienen un valor de verdad, son verdaderas o falsas, con la notable excepción de
las proposiciones sobre los futuros contingentes.
Las clases de juicios son, por su cantidad, universales, particulares o singulares, según que el
sujeto sea un universal tomado en toda su amplitud, o sólo en parte, por un lado, o que el sujeto sea
el nombre de un individuo. Por su cualidad, los juicios son afirmativos o negativos, según que la cópula
sea "es" o "no es". De este modo, tenemos 6 combinaciones posibles: (A) juicios universales
afirmativos, (E) universales negativos, (I) particulares afirmativos, (O) particulares negativos, etc., de
las que sólo las cuatro mencionadas se aceptan en la Lógica actual. Ejemplos de cada uno de los tipos
mencionados son: Todos los hombres son rubios, Ningún madrileño es sectario, Algún japonés es
gracioso, Algún perro no es fiel, cuya estructura lógica es: Todos los A son B, Ningún A es B, Algún A
es B y Algún A no es B, siendo A y B variables de términos.
Hay más clasificaciones de los juicios que podemos encontrar a lo largo de su obra, teniendo en
cuenta la posibilidad de que los términos, tanto el nombre como el predicado, sean negativos, con el
significado impreciso que ello conlleva. Además, debemos señalar que los modos de atribuirse el
predicado al sujeto puede ser simple, o necesario o contingente, originando proposiciones de tipos
diferentes.
Y, por último, nos encontramos con el estudio del razonamiento o silogismo, con toda seguridad
lo más valioso de la muy importante Lógica aristotélica. De ello se ocupa en los Primeros analíticos,
definiéndolos como un camino que nos permite obtener una conclusión a partir de una o más
premisas. Lo más común es que las premisas sean dos; en tal caso, para que pueda seguirse una
conclusión, es necesario que un mismo término figure en ambas premisas (el término medio, M),
pero no en la conclusión. El término predicado de la conclusión es el término mayor, P, y el término
sujeto de la conclusión es el menor, S. La premisa que incluye el término medio y el mayor se llama,
razonablemente, premisa mayor; análogamente, la premisa menor. La conclusión contiene, siempre, el
término menor (S) y el mayor (P). Un ejemplo de silogismo válido, con su correspondiente estructura
lógica, es:
ESTRUCTURA
premisa mayor
Si...
todos los animales son mortales
todos los M son P
premisa menor
y...
todos los hombres son animales
todos los S son M
conclusión
entonces..
todos los hombres son mortales
todos los S son P
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Los silogismos pueden adoptar tres figuras, en función de la posición relativa del término medio
en cada una de las premisas en las que interviene. La estructura de cada una de ellas es:
1ª figura
2ª figura
3ª figura
La 4ª figura no es
4ª figura
reconocida como tal
premisa mayor
premisa menor
conclusión
modos válidos
M
S
S
P
M
P
AAA, EAE,
AII, EIO
P
S
S
M
M
P
EAE, AEE,
EIO, AOO
M
M
S
P
S
P
por Arist., que la
redujo a la 1ª. La
introdujo Galeno
P
M
S
M
S
P
AAI, EAO, IAI,
AII, OAO, EIO
Cada una de las tres figuras tiene 64 modos silogísticos posibles, pues cada una de las tres
proposiciones del silogismo puede ser del tipo A (universal afirmativa), E (universal negativa), I
(particular
afirmativa),
O
(particular
negativa).
Es
decir:
AAA,
AAE,...AOO;
EAA,...,EOO;IAA,...,IOO;OAA,...,OOO. En total, 192 modos silogísticos posibles, de los que sólo
algunos son válidos; es decir, sólo en algunos se sigue necesariamente la conclusión a partir de las
premisas. Aristóteles se ocupa, con paciencia, seguridad y talento, de investigar cuáles son los modos
silogísticos válidos, para recordar los cuales los lógicos medievales darían reglas mnemotécnicas
utilísimas.
Con ser muy importante la Lógica formal aristotélica, lo es más su aplicación a la teoría de la
ciencia, de lo que se ocupa en los Analíticos segundos. Ciencia (episteme) es el tipo de conocimiento
que poseemos de una conclusión cuando la obtenemos a partir de premisas necesariamente
verdaderas siguiendo un silogismo válido cuyo término medio sea la causa inmediata de que el
predicado de la conclusión pertenezca necesariamente al sujeto. Las premisas deberán ser, además,
primeras, inmediatas y mejor conocidas que la conclusión. La ciencia es, pues, un conocimiento de la
causa, del porqué de la conclusión, expuesto en un silogismo demostrativo cuyas proposiciones
características son universales afirmativas, obtenidas mediante la figura perfecta (la 1ª), siguiendo el
modo válido AAA (BARBARA).
Aristóteles cree que la ciencia, tan rigurosamente definida, es posible. Se trata de un
conocimiento intelectual, racional, pero mediato, dianoético, que exige el tránsito de unas
proposiciones a otras. El científico ha de partir de unos conocimientos previos que, en última instancia,
no puede obtener científicamente. La ciencia es, por tanto, un conocimiento seguro, pero dependiente
de un conocimiento racional de otro tipo, cuyo objeto sean no las conclusiones, sino las premisas
indemostrables, al que Aristóteles concibe como un acto de intuición intelectual inmediato al que llama
noûs, que podemos traducir como intelecto, inteligencia o intelección. Podemos y tendremos que tener
intelección intelectual de aquellas premisas necesariamente verdaderas, pero indemostrables, en las
que se basan las ciencias. Las más importantes de esas premisas indemostrables son los axiomas (que
se aplican a todos los géneros de seres), y los principios propios de un género. Pero no basta con
saber que ese acto de inteligencia de principios indemostrables se llama noûs, sino que nos gustaría
conocer cómo acceder a ese estado cognoscitivo. No es muy claro Aristóteles en este asunto, y lo más
que podemos decir es que a ese estado se llega a través de la epagogé, que algunos han traducido -no
del todo correctamente- como inducción, aunque en otros lugares, el estagirita parece mantener que la
contemplación intelectual se alcanza siguiendo un proceso de abstracción del que hablaremos cuando
expliquemos su Psicología. En cualquier caso, podemos retener como opinión aristotélica segura su
creencia en un tipo de conocimiento superior al demostrativo científico sobre el que éste se asienta
necesariamente, el noûs, intuición inmediata e intelectual referida no a objetos sensibles, sino a
inteligibles.
La teoría aristotélica de la ciencia nos permite conocer, además de su método, parte de su
concepción ontológica del mundo. En efecto, piensa que puede haber ciencia de cada género de seres
–principalmente de sustancias- y sólo de ellos. En realidad, consiste en conocer los atributos de cada
género de cosas en tanto que tal y en aplicar ese conocimiento a las especies subordinadas. En efecto,
conocer científicamente por qué el predicado de la conclusión pertenece necesariamente al sujeto es
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localizar el género por cuya pertenencia al cual el sujeto tiene el atributo recogido en el predicado.
Parece pensar que sólo se da necesidad en el ámbito de los géneros, que la relación de pertenencia
necesaria sólo se da entre los atributos de los géneros. Todo lo demás es accidental, contingente. Por
ejemplo, el hombre es mortal porque es animal, por pertenecer a ese género, ya que la mortalidad es
atributo de los animales en tanto que tales. Lo accidental, lo contingente, por muy frecuentemente que
acompañe a los individuos de un género, si no les pertenecen necesariamente, no son objeto de
conocimiento científico, sino de uno no demostrativo, que se mueve en el impreciso terreno de lo
verosímil, de lo inseguro. En este ámbito habrá razonamientos, pero no demostrativos, sino
entimemas y ejemplos, y partirán de proposiciones altamente probables, pero no necesariamente
verdaderas, de proposiciones dialécticas, de tópicos, pero no de axiomas o de principios. De esto se
ocupa Aristóteles en la Retórica y en los Tópicos, obras a las que no se presta demasiada atención a
pesar de su utilidad para conocer el pensamiento moral aristotélico, así como el método discursivo
apropiado para este tipo de conocimiento, en el que si no podemos alcanzar demostraciones, al menos
sí podemos ser convincentes basados en la verosimilitud. Aunque hay textos en los que Aristóteles
rebaja las exigencias de la ciencia y acoge en su seno lo frecuente, son demasiado colaterales como
para considerarlos parte importante de su teoría estándar de la ciencia. Lo más razonable es
considerar los enunciados que describen lo frecuente como parte importante de la argumentación
sobre lo no necesario, donde no se llega a la verdad, pero sí a lo más cercano a la verdad que en ese
terreno puede alcanzarse: la verosimilitud. El caso más notable de argumentación probable o
entimema es el que se usa en las deliberaciones, tanto éticas como políticas, sobre lo más conveniente
que podemos hacer de cara al futuro. Aquí el terreno es poco firme, y todo puede depender de un
detalle imprevisible, por más que haya reglas que frecuentemente se cumplan. Por ejemplo, si
queremos argumentar convincentemente sobre las causas de que Pedro sea insolente, lo podremos
hacer partiendo de que los hijos de nuevos ricos son insolentes, y de que Pedro es hijo de nuevo rico.
Hay varias clasificaciones aristotélicas de los conocimientos. La más conocida distingue,
atendiendo a su finalidad, los teóricos (cuyo fin es conocer por ello mismo), de los no teóricos. Éstos se
dividen en prácticos (su fin es la acción –práxis- ) y en productivos (cuyo fin es hacer productos,
artefactos). Entre los teóricos distinguiremos la Metafísica (se ocupa de los seres separados e
inmóviles), la Física (se ocupa de los seres separados pero móviles) y las Matemáticas (se ocupan de
los seres no separados e inmóviles). Nos ocuparemos, primero de su Metafísica.
4.2.- METAFISICA.
Metafísica no es un término aristotélico, él habló siempre de Filosofía primera, pues se ocupa de
los primeros principios y de los entes ontológicamente primeros. El origen de la palabra lo hallamos en
Andrónico de Rodas, primer editor de su obra, quien, al colocar unos libros de temas muy diversos
después de la Física, los denominó, en griego, tà metà tà fysiká, los libros colocados tras de los físicos,
de donde procede la palabra metafísica. Hay dos caracterizaciones de la Metafísica: como Teología y
como Ontología, discutiéndose aún la relación entre ellas.
La Metafísica concebida ocupándose de los entes separados e inmóviles, el más excelso de los
cuales, si existen, es Dios, coincidiría con la Teología. Además de Dios, Aristóteles admite la posibilidad
de que haya otros seres separados e inmóviles, tales como las inteligencias que mueven los astros y el
intelecto agente de nuestra alma. A Dios lo identifica con un primer motor inmóvil, exigido por la
existencia de movimiento en el mundo sublunar, situándolo moviendo mecánicamente desde la
periferia del mundo en el libro VII de la Física, pero en Metaf. lo considera incorpóreo, separado y
trascendente al mundo, y no moviendo mecánicamente, sino como objeto de deseo. Dios es concebido
como una sustancia viva, acto puro, conocedor cuyo objeto de conocimiento es él mismo, del que el
hombre no puede alcanzar un conocimiento perfecto –lo que le convierte en un claro precursor de la
teología negativa medieval.
Por otro lado, concebida la Metafísica como ocupándose de qué es ser y de cuáles son sus
atributos esenciales coincidiría con la Ontología. Sus resultados serían principios válidos para todos los
seres, independientemente del género al que pertenezcan, teniendo, así, la máxima generalidad. Tales
principios serían axiomas, principios válidos en toda demostración, en toda ciencia. No dará
demostraciones de ellos, pero sí suficientes razones para aceptarlos. Ejemplos de estos principios son
el de contradicción y el de tercio excluso, de cuyo examen dialéctico se ocupa Aristóteles en el libro 
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de la Metafísica. Estos principios no son sólo lógicos, sino también ontológicos. Es difícil justificar la
unidad de la Ontología, porque ser no es un género, ni ser es término unívoco. Los distintos sentidos
de ser los obtiene estudiando los varios significados de la cópula ser en la proposición atributiva,
llegando a distinguir tantos significados de ser como categorías, por lo que éstas son, también, los
géneros supremos del ser, no habiendo ningún género superior del que las categorías sean especies.
Pero ser tampoco es equívoco, sino parónimo, cuya unidad la recibe por la múltiple referencia a un sólo
tipo de ser: la sustancia. Por eso, el estudio de la sustancia es tan importante en la Ontología
aristotélica.
Los intérpretes se han encontrado con el problema de relacionar esta doble caracterización de la
Metafísica como Ontología y como Teología. Algunos han pensado que son disciplinas completamente
distintas, mientras que otros, más conciliadores, piensan que el mejor modo de hacer Ontología, como
mejor podemos conocer el ser en tanto que ser, es estudiándolo allí donde el ser se manifiesta mejor,
es decir, en la sustancia más excelente: en Dios. Así, la Ontología acaba en Teología.
4.3.- FÍSICA.
Es la ciencia que se ocupa de los seres separados móviles, de los seres naturales en tanto que
tales. Otras ciencias subordinadas a la Física se ocupan de tal o cual subgénero de seres naturales. El
pensamiento aristotélico sobre esta materia está contenido en varias de obras, las más importantes de
las cuales son la Física, De Caelo, De Generatione et corruptione, Meteorologica, etc. Todas ellas
persiguen descubrir las causas, el porqué de cuanto sucede necesariamente en el mundo natural, ,
todas las causas de la conclusión. Por ello, en la Física se ocupa de examinar los tipos de causas que
pueden darse en el ámbito de lo natural y su relación. Concluye que las clases de causas son cautro,
agrupables en intrínsecas y extrínsecas. Las primeras son la causa material (aquello de lo que el ente
está hecho) y la causa formal (modelo que el objeto ha realizado). Extrínsecas son la causa final (el fin
perseguido) y la eficiente (aquéllo de donde procede inmediatamente el movimiento o el reposo).
Puesto que la Física es una ciencia, lo primero que tenemos que hacer es definir su género, decir
qué es un ser natural (físico). Aristóteles comienza, sin embargo, ofreciéndonos ejemplos de seres
naturales: las plantas, animales y sus partes, los cuerpos simples, etc. Insatisfecho con ello, intenta
dar una definición. Son seres naturales los que poseen fýsis (naturaleza), añadiendo que la naturaleza,
así, con minúscula, es un principio de movimiento y reposo del ser natural en cuanto tal (excepto los
astros, que sólo tienen un principio de movimiento). Ese principio de movimiento es un principio de
movilidad y no de motricidad; es decir, la fysis no tiene fuerza para empujar, para evitar los obstáculos
externos, sino para seguir su camino cuando nada se lo impida, pero no para competir o componerse
con otras fuerzas.
La mayoría de los seres naturales están compuestos de partes, que son, a su vez, seres
naturales. Los cuerpos naturales últimos, ya simples, son el Fuego, el Aire, el Agua y la Tierra. Todos
son sensibles, y todo lo sensible es, al menos, tangible. Son indescomponibles en otros seres naturales
más simples, por lo que su análisis no es posible hacerlo realmente, sino sólo lógicamente. Ese análisis
lógico nos permite distinguir, en los elementos naturales, su materia prima por un lado –común a
todos los elementos- , y cualidades tangibles activas (frío y caliente) por el otro. Éstas llevan
aparejadas cualidades tangibles pasivas (seco y húmedo). Todas ellas juntas constituyen las cualidades
primarias. Las distintas combinaciones de la cualidades primarias nos permiten obtener cuatro, y sólo
cuatro elementos. Así, la tierra es materia prima fría y seca; el agua, fría y húmeda; el aire, caliente y
húmedo y, por fin, el fuego, caliente y seco. Estos cuerpos simples se pueden transformar unos en
otros por efecto del Sol, y se pueden combinar entre ellos.
La Física se ocupa de los seres móviles, será necesario, pues, decir qué es el movimiento, el
cambio. Aristóteles lo define como un ser potencia en tanto que potencia, un estar cambiando, un
pasar a ser lo que antes no se era. El movimiento es algo continuo, tránsito de un estado a otro,
incompleto en su ser, ya que nada que esté acabado, terminado, finito, completo, perfecto, está
cambiando todavía. Cambiar implica que algo –el sujeto del cambio, A- pasa de no tener un atributo a
tenerlo, o de tenerlo a no tenerlo. El sujeto del cambio permanece a través del cambio.
Estructuralmente hablando, el cambio es el pasar de A de no ser B a ser B. Lo que permanece es A.
Por tanto, los elementos de todo cambio son tres: dos contrarios (forma y privación: B y no-B), entre
los que se da el cambio, y un sujeto (A) (materia), que es lo que permanece, donde se dan los
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contrarios.
Las clases de movimientos o de cambios son: sustancial (cuando el resultado es una sustancia
distinta de la que había al comenzar el cambio, pudiendo ser una generación o una corrupción) y
accidental (cuando lo que cambia no es algo esencial). Los tipos de cambio accidental son cualitativo,
cuantitativo y de lugar, dependiendo de si lo que cambia es una cualidad, una cantidad o un lugar.
Estructura de lo móvil. Los seres naturales son móviles, mudables, y para que algo pueda
cambiar ha de ser compuesto, no simple. Es razonable, pues, que estudiemos la estructura de los
seres naturales en tanto que mudables. En todos los seres naturales podemos distinguir varias
estructuras. Por un lado, están compuestos de materia y de forma. También podemos considerarlos
compuestos de su ser en acto y de su ser en potencia.
A) Materia-forma. En todo ser natural podemos distinguir lo que es, su forma, y de lo que está
hecho, su materia. Sócrates es un hombre, porque tiene la forma hombre, y está hecho de huesos,
carne, etc. Con forma no nos referimos a su figura espacial, sino a la estructura causante de que ese
individuo sea un hombre, y no un bisonte, por ejemplo. Es una figura, una forma intelectual. En lo que
esa forma se sustenta, lo configurado por ella, es la materia. En los seres naturales hay, pues, un
ingrediente inteligible y otro que no lo es. El primero es su forma, y el segundo es su materia. Conocer
la forma de un ser natural es saber qué es, y cuál es su fin propio, pues en él hay un principio de
movimiento hacia una meta. Para conocer un ser natural no basta saber de qué está hecho, su
materia, conocer su mecanismo, su composición química y/o física para explicar su movimiento, sino
que, además, necesitamos saber qué es lo que está hecho de esa materia. Todos los seres naturales
de la misma especie tienen la misma forma, pero son individuos distintos porque están hechos de
materias distintas: el principio de individuación es la materia. La materia del hombre, por ejemplo, es
su cuerpo, hecho, entre otras cosas, de huesos. Los huesos son, también, un tipo de ser natural, por lo
que tiene su forma y su materia. Así podríamos seguir descomponiendo las materias en materia y
forma, hasta llegar a una materia prima, ya indescomponible en materia y forma. Esta materia prima
el la materia de los elementos naturales, de la que ya hemos hablado antes. La materia de los demás
seres naturales es materia segunda.
B) La descomposición de los seres naturales en ser en acto y ser en potencia permite
comprender el cambio y aceptar su posibilidad, oponiéndose así al inmovilismo de Parménides.
Aceptando que los seres naturales son móviles, susceptibles de cambiar, aceptaremos también que
son, actualmente, algo, y que pueden llegar a ser otra cosa distinta que lo que ahora son. Son, ahora,
en acto algo, y también tienen, ahora, la potencia, el poder, la capacidad, de cambiar, de llegar a ser
otra cosa. Hay en ellos un ser en acto, pero también un ser en potencia. Tanto lo que son ahora en
acto como lo que son, ahora, en potencia tienen un tipo de ser, pero un tipo de ser distinto.
El mundo, tal como lo ve Aristóteles, es finito, limitado, eterno, en cuyo centro está la Tierra, sin
vacío, ordenado de manera que cada género natural tiene asignado cada uno su fin. Ese Universo está
dividido en dos grandes zonas: La supralunar, donde no hay da cambio sustancial, sino sólo
movimiento local, y los astros se mueven siguiendo trayectorias perfectas, circulares, inagotables
porque están hechos del quinto elemento, de la quinta esencia: el éter. La zona sublunar, donde la
Tierra se halla, está regida por otras leyes. Aquí sí hay generación y muerte, los movimientos naturales
de los elementos naturales son hacia arriba o hacia abajo, cada uno a la búsqueda de su lugar natural:
la tierra hacia el centro de la Tierra y el fuego hacia la periferia. Hacia esos lugares naturales son
guiados por su naturaleza, pero puede suceder que sigan otros caminos, empujados por causas
exteriores, llevando entonces movimientos violentos, forzados. El Universo de Aristóteles es un
sistema vivo, infinito temporalmente, eterno, pero limitado en el espacio, de forma esférica cuyo
centro lo ocupa la Tierra, en el que no hay vacío. El orden universal viene establecido por los fines
encadenados de todo lo natural, que imita, en la medida de sus posibilidades, la inmovilidad y
eternidad divinas.
4.4.- LA ANTROPOLOGÍA.
El hombre es un ser natural vivo, animado, compuesto de cuerpo (su materia) y de alma (su
forma específica). Como todo ser natural, el hombre es más bien su forma, su alma, que su materia,
por eso, la Antropología aristotélica se torna, en nuestro caso, en un estudio del alma humana, en una
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Psicología, y la expondremos siguiendo las líneas maestras contenidas en su De Anima. Aunque en un
principio se niega Aristóteles a dar una definición general del alma, en De An. II dice que el alma es el
acto primero de un cuerpo natural provisto de órganos que posee vida en potencia. Es decir, es un
principio de vida, de su sostenimiento físico, de sus sensaciones y de sus desplazamientos y, en el caso
del hombre, del conocimiento y de la acción racionales. Es un todo formado por distintas facultades,
capacidades, potencias, no reductibles unas a otras, que podemos dividir en tres grandes grupos,
como si la humana estuviera formada por tres almas, pero sin distinción real entre ellas:
Alma
vegetativa
Alma
sensitiva
Alma
racional
es principio de la alimentación, del crecimiento y de la reproducción
principio de las sensaciones, del placer y del dolor, del deseo, de la fantasía
y el desplazamiento
es principio de conocimiento racional y del deseo racional
Entre las tres partes del alma humana hay cierta jerarquía, de tal suerte que la vegetativa es
necesaria y está supeditada a la sensitiva, y ésta lo esta a la racional, que es lo propio del alma
humana, cuya función consiste en pensar racionalmente y en actuar racionalmente. Hay, pues, dos
vertientes del alma racional: la destinada a conocer -parte dianoética-, y la destinada a actuar -parte
ética.
A.- La parte del alma racional cuya función es conocer, dar con la verdad se divide en las
siguientes facultades, atendiendo a la Ética Nicomáquea, VI:
1.- Conocimiento de lo necesario
1.1.- ciencia (episteme): consiste en conocer demostrativamente los atributos de un género de
seres;
1.2.- intelecto o entendimiento (noûs): consiste en conocer intuitivamente, con intuición
intelectual los primeros principios indemostrables y verdaderos;
1.3.- sabiduría (sofía): consiste a la vez en ciencia y en intelecto o entendimiento.
2.- Conocimiento de lo no necesario:
2.1.- Prudencia: es el conocimiento cuyo objeto son las acciones.
2.2.- Arte o Técnica: es el conocimiento cuyo objeto son los productos.
B.- La parte del alma racional cuya función es actuar es aquélla cuyo fundamento está en el
deseo, en el carácter. Nuestros deseos se pueden plegar a lo que consideremos mejor o no plegarse a
ello. En el segundo caso hablamos de un modo racional de actuar; así, cuando decidimos hacer lo que
es mejor hacer y siguiendo los pasos que es mejor seguir, actuamos racionalmente. En tal caso,
perseguimos el fin correcto del modo correcto, ambos marcados por la razón, aunque iniciados por el
deseo racional, por la voluntad. La facultad de desear, el deseo (órexis) se divide en apetito
(epithymía), impulso (thymós) y voluntad (boúlesis). El apetito persigue el placer y huye del dolor. El
impulso persigue fines como la venganza, y huye de fines como la vergüenza o el deshonor. La
voluntad persigue el bien y huye del mal.
¿Cómo conocemos? Al sentir, obtenemos la forma sensible de los cuerpos. Esa forma sensible
provoca en nosotros una imagen, producida por la imaginación o fantasía. El intelecto obtiene la forma
inteligible extrayéndola de esa imagen, copia del objeto. El conocimiento intelectual versa sobre esas
formas inteligibles, que no son otra cosa que las formas a las que aludimos al explicar la Física. Esa
intuición de la forma inteligible se debe al entendimiento (noûs). Ese entendimiento se divide en dos
funciones: el entendimiento agente y el entendimiento paciente. Parece que sólo el entendimiento
agente es inmortal y separado del cuerpo del hombre, trascendente al hombre con ser natural.
¿Cómo actuamos? Lo primero que hacemos es imaginar algo, y después juzgamos si es bueno o
no, si es placentero o no. En caso de que pensemos que es bueno, necesariamente lo queremos, y si
pensamos que es placentero, necesariamente lo apetecemos. Dependiendo de qué carácter tengamos,
actuamos siguiendo nuestro apetito o nuestra voluntad. El virtuoso se guiará siempre por la voluntad,
pero no así el vicioso o el incontinente. Después, deliberamos sobre cuál es el mejor modo de
conseguir ese fin que nos hemos propuesto. Quien delibera bien es el prudente, y quien desea como
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debe es el virtuoso.
4.5.- ÉTICA.
Las obras morales cuya autenticidad reconocen casi todos los eruditos son la Ética Nicomaquea y
la Ética Eudema. En ellas, Aristóteles investiga no qué debemos hacer, sino cómo es mejor vivir, qué
es mejor hacer, y cómo alcanzar esa situación. Todos estamos de acuerdo en que lo mejor es vivir la
felicidad, pero, cuando tratamos de ser más precisos e identificar en qué consiste, aparecen los
desacuerdos: unos piensan que la vida feliz es la placentera, otros la del poderoso, o la del rico, o la
del famoso, o la del sabio, etc. La felicidad ha de ser un modo de vida estable, no ocasional, ni
dependiente de condiciones y recursos externos con los que no contemos. El estagirita, consecuente
con su pensamiento físico, considera que la buena vida, el bien supremo para el hombre, realizable y
práctico, será vivir conforme a nuestro ser, conseguir nuestra meta natural. ¿Cómo descubrir cuál es el
fin del hombre? Muy fácilmente, si nos damos cuenta de que hay una relación muy estrecha entre el
fin y la fysis de todo ser natural, y el hombre lo es, de tal suerte que la meta de cada ser natural
estará en correspondencia con las capacidades que naturalmente posea. La organización natural del
Universo no asigna una meta a un ser sin dotarle de los instrumentos necesarios para conseguirla. El
fin propio del hombre será uno para el que contemos con recursos propios. Esos recursos o
capacidades propias del hombre son su razón. Por consiguiente, el fin del hombre será usar esa razón,
vivir racionalmente, en todas sus facetas y funciones. La razón humana tiene dos usos: el intelectual,
dianoético o teórico y el moral, ético o práctico. El primero tiene como misión conocer por ello mismo,
mientras que la del segundo es actuar conforme al dictado de la razón. Así pues, la felicidad será una
vida de acuerdo con la virtud -tanto ética como dianoética; es decir, vivir virtuosamente -tanto con las
virtudes dianoéticas como con las éticas. Es decir, conocer en el más alto grado posible y actuar de la
mejor manera posible. Las virtudes dianoéticas o intelectuales son la sabiduría, la ciencia y el
entendimiento, ya definidas más arriba. Las virtudes éticas o morales son las virtudes del carácter,
tales como la valentía, la justicia, la templanza, etc.
Si tratamos de definir la virtudes en general, tendremos dificultades, por lo que habremos de
dosificar nuestro esfuerzo y definir primero las virtudes morales. Virtud moral es un hábito electivo que
consiste en un término medio relativo a nosotros y determinado por la recta razón, tal como lo
determinaría el prudente. Es decir, consiste en una suerte de costumbre habitual de elegir y padecer
guiados por la prudencia, por el facultad de saber qué hemos de hacer y de qué manera es mejor
hacerlo y con qué medios. Las virtudes intelectuales son un hábito de conocer las cosas como son, de
conocer la verdad.
La prudencia es una virtud a medio camino entre las intelectuales y las morales. En efecto, es un
saber, un conocimiento de qué es mejor hacer en cada momento, en cada situación, y cómo
conseguirlo, de cuáles son los mejores medios para vivir bien. Como es evidente, el conocimiento de
esos medios buenos está condicionado por la elección de buenos fines, y éstos los seleccionamos en
función de nuestro carácter. Pero los viciosos no eligen bien los fines, por lo que no pueden ser
prudentes, sino, como mucho, hábiles.
El modo ideal de vivir, es, en el caso de Aristóteles, doble. Por un lado, el hombre, en tanto que
ser natural, que lo es, alcanza la felicidad viviendo virtuosamente, para lo cual necesita no sólo un
carácter virtuoso, sino, además, los recursos exteriores para poner en obra su virtud, acompañados de
bienes físicos como la belleza, buena salud, etc., acompañado todo ello de buena suerte, pertenencia a
una buena familia, y un largo etcétera difícil de conseguir. Pero no sólo somos naturales, sino que hay
en nosotros algo de divino, por lo que no es razonable renunciar a la posibilidad que esto nos ofrece de
imitar la feliz vida de los dioses, lo que conseguiríamos conociendo, viviendo una vida de sabios, la
más cercana a un Dios aristotélico que vive conociéndose a sí mismo, autosuficiente en todo. El ideal
de vida es, por tanto, vivir del mejor modo posible en cuanto hombres sin renunciar a la participación
en un modo de vida que nos acerca al mejor de los seres, a Dios: ser prudentes y sabios.
4.6.- POLITICA.
La Política es un conocimiento práctico que investiga sobre la ciudad (polis), sobre el estado
diríamos ahora, “una comunidad de casas, familias, con el fin de vivir bien, de conseguir una vida
perfecta y suficiente” (1280 b 34) [...] “las buenas acciones” (1281 a 2). El fin es el mejor de todos, al
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que todos los demás sirven. Por ello, cualquier otro conocimiento no teórico le está subordinado,
incluida la Ética. En la Política, Aristóteles estudia no sólo cual es la organización ideal de la vida social
para conseguir el fin mencionado, sino cuál es el mejor modo de organización política dadas las
circunstancias reales, y de qué modo evolucionan los sistemas políticos, lo que introduce cierto
realismo frente al modo idealista platónico de estudiar lo mismo.
Desde el principio de la obra citada, mantiene que la polis es una comunidad de la que es
miembro natural el hombre, que no es nada separado de ella. Sería como el brazo cercenado, que ya
no es brazo, pues no puede cumplir su función, pues los seres naturales se definen por la función.
Igual sucede con el hombre, que es miembro de cierto ente más perfecto: la polis. Que el hombre es
un ser social por naturaleza son síntomas seguros que sea racional, que esté dotado de lenguaje y que
tenga el sentido del bien y de la justicia. En el seno social, el hombre puede conseguir los mayores
bienes, fuera de él, puede producir los mayores males.
El elemento principal de todo estado es el gobernante, encargado de mandar a los demás
miembros sociales, sean libres o esclavos. Los estados se distinguen, fundamentalmente, por quiénes
son los ciudadanos que eligen las magistraturas y quiénes pueden resultar elegidos para ejercerlas,
tanto las de gobierno como las judiciales, aspectos regulados por la constitución (politeia) de cada
sociedad. De esta manera, podemos los siguientes regímenes políticos, atendiendo, también, al fin de
los gobernantes:
quién
gobierna:
uno
pocos
la
mayoría
formas rectas (persiguen el interés
de la sociedad)
monarquía
aristocracia
república
formas incorrectas (buscan el
interés del gobernante)
tiranía
oligarquía
demagogia
El mejor sistema político ideal es aquél que cumple con el fin de la sociedad, que es facilitar a los
ciudadanos el camino hacia la felicidad: vivir bien, conseguir una vida perfecta y suficiente. No hay,
por tanto, un sistema ideal sin más, pues todos tienen ventajas e inconvenientes. Cuál sea en concreto
el mejor sistema dependerá, necesariamente, de las circunstancias de cada estado. Si una ciudad, por
ejemplo, genera sólo un hombre prudente, lo mejor es que sea él quien gobierne, realizando, así, un
sistema monárquico. En general, Aristóteles se decanta por un sistema político gobernado por buenas
leyes y por hombres prudentes sólo para aplicarlas rectamente en cada caso, y que las complementen
para las situaciones imprevistas por ellas; aunque también es verdad que hay textos que parecen
reconocer que el mejor es la monarquía porque es el opuesto al peor de todos, la tiranía.
En cuanto a los recursos con los que ha de contar el estado, la manera de distribuirlos, el reparto
de la propiedad, del poder y de la libertad, la organización de la familia y del parentesco, del trabajo,
de la educación, de la religión, las fortificaciones, la situación geográfica, la alimentación, etc., todo
ello vendrá determinado por el fin al que sirven, que no es otro que la vida virtuosa, en todos los
aspectos, teóricos y prácticos, de los ciudadanos.
La acción política de los gobernantes ha de dirigirse a la consecución del fin de la sociedad
deliberando y eligiendo bien, con medida, atendiendo a lo posible y a lo conveniente. Para hacerlo
bien, no sólo deberá conocer cuál es el mejor sistema político sin más, sino también cuál es el mejor
en las distintas circunstancias, así como cuáles son las condiciones de su conservación y de su
deterioro. De todo esto se ocupa Aristóteles en su Política, proporcionando cierto tinte maquiavélico del
que estaban exentas obras como la República o las Leyes de Platón. Este realismo de la obra
aristotélica es consecuencia evidente del carácter práctico de la Política, tal como la concibe el
estagirita, cuyo fin no es conocer en qué consiste la virtud o la felicidad, sino adquirirlas.
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5.- INFLUENCIA POSTERIOR DEL PENSAMIENTO ARISTOTÉLICO Y VIGENCIA ACTUAL
DEL MISMO.
La influencia más duradera de Aristóteles sobre su posteridad se ejerció a través de la obra
escrita, más que por la enseñanza directa o por el impacto que personalmente ejerciera sobre sus
discípulos. Por ello, el camino de su influencia es similar al de la transmisión y conocimiento de sus
escritos. Aristóteles confió la biblioteca del Liceo, en cuyos fondos presumiblemente estaban sus
escritos, a su discípulo Teofrasto, quien los legó a Neleo, sacándolos de Atenas hasta que Apelicón la
devolvió a esta ciudad, donde el emperador romano Sila los compró para llevarlos a Roma. Allí, el
peripatético Andrónico de Rodas hizo una primera edición de la obra esotérica, gracias a lo cual
comenzó a difundirse, pues hasta entonces lo que se conocía del estagirita eran, sobre todo, los
diálogos. Además de un editor escrupuloso, Andrónico comentó varias obras, como las Categorías, la
Física y el De Anima. Otros comentaristas, como Boeto, se ocuparon de defender al Filósofo de los
ataques procedentes de otras escuelas. Curiosamente, empezaron a aparecer resúmenes de obras
aristotélicas, y algunos filósofos publicaron obras que atribuyeron falsamente al fundador del Liceo, en
las que mezclan tesis aristotélicas con otras platónicas, neoplatónicas y estoicas. Fue Alejandro de
Afrodisia quien más y mejor luchó por restaurar la pureza del pensamiento aristotélico, escribiendo
comentarios y obras originales sobre el alma y sobre el destino, convirtiéndose, en cierto modo, en
precursor de Avicena y de Averroes por su concepción del intelecto agente, al que identifica con Dios
en nosotros, rechazando, así, la inmortalidad del alma humana.
Por otro lado, podemos encontrar huellas aristotélicas en el neoplatonismo, junto con otras
platónicas y estoicas, y fue el neoplatónico Porfirio quien escribió la Isagogé, que en el Renacimiento
se estudió como introducción al pensamiento de Aristóteles. El aristotelismo premedieval se dividió en
las escuelas de Atenas, de Alejandría, de Constantinopla y de Antioquía.
La influencia de Aristóteles en la Edad Media comprende tres grandes momentos: el de las
traducciones y comentarios e latín, principalmente debidos a Boecio; el de las versiones árabes, debido
a que el emperador Justiniano expulsó a los filósofos de Atenas, quienes emigraron a Persia,
traduciendo la obra griega al siríaco, lengua desde la que los árabes la tradujeron a la suya cuando
conquistaron Persia, iniciando la tradición traductora de Bagdad a partir del año 830 y originando lo
que se conoce como el Aristoteles arabus. El tercer gran momento lo constituyen los intérpretes
árabes, comienza el siglo IX con la Introducción al estudio de Aristótles, de Al-Kindi. Avicena y
Averroes generaron una interpretación de Aristóteles coherente, aunque probablemente falsa, que, al
transmitirse al mundo cristiano dio lugar al averroismo latino. Durante los siglos XI y XII se traducen al
latín desde el árabe obras atribuidas a Aristóteles, no siempre con acierto. Lo más conocido es su
Lógica, y una Theologia Aristotelis que en realidad es una antología de textos de las Eneadas de
Plotino. Aunque en el siglo XII es prohibida la difusión de la obra de Aristóteles en el mundo cristiano,
cada vez es mejor conocida, entre otras cosas porque, ya durante el siglo XIII, traductores como
Guillermo de Moerbeke pueden hacer traducciones directas del griego al latín, de lo que se sirvió
Tomás de Aquino para generar su síntesis entre el aristotelismo y el cristianismo.
Durante el Renacimiento, en los siglos XIV y XV, el aristotelismo sufre fuertes ataques, pues los
humanistas lo asocian a una escolástica estéril y logicista, y los seguidores de Galileo lo abandonan
para adoptar el nuevo método científico. Los filósofos adversarios de Aristóteles más importantes son
Lorenzo Valla y nuestro Luís Vives. Los pocos aristotélicos que quedan son, casi todos, averroistas.
En líneas generales, podríamos decir que la vigencia actual del pensamiento aristotélico viene
ejercida de la mano del tomismo, aunque gracias a las ediciones críticas de su obra debidas a los
filólogos de principios del siglo XX, hemos podido leer directamente los textos del Filósofo sin
interferencias de ninguna clase, lo que ha originado un renovado interés por su obra,
fundamentalmente por su Ética, una de cuyas obras, la Ética Nicomáquea, es, probablemente, de las
más estudiadas y citadas por los filósofos de todo el mundo. En cualquier caso, son tantos los
conceptos filosóficos cuyo origen hay que buscarlo en Aristóteles, tantas las ciencias iniciadas por él y
todavía vigentes, que su influencia se extiende por todos los rincones de la Filosofía de todos los
tiempos, pasando a formar parte del cuerpo de las opiniones que componen nuestra propia concepción
del mundo, algunas de las cuales han pasado a cristalizar en expresiones populares.
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6.- Selección de textos de Aristóteles:
Categorías: Cat., 4.
Jerarquía de las ciencias: Met., I,2,982
Sobre las causas: Física, II,3.
La Metafísica como Ontología: Metaf, IV,1-2; Metaf., XI,7.
La Metafísica como Teología: Metaf, VI,1,1026
Movimiento. Clases. III,1,201; V,1-2
Movimiento. Definición: Fís., III,1; V,1-2
Fýsis. Def.: Fís., II,1; Metaf.,V,12;
Potencia-acto: Metaf.,V,12; Metaf.,IX.
Teoría del primer motor: Fís.,VIII; Metaf.,XII,6,1071
Alma. Intelectos: De An., III,5,430.
El bien como fin: Ét.Nic., I,1.
Definición del Bien supremo: Ét.Nic., I,7.
Dos tipos de virtudes: Ét.Nic., I,13.
Definición de virtud moral: Ét.Nic., III,6,1106.
La vida mejor: Ét.Nic., X,7.
El hombre como ser social: Pol.,I,1
7.- Bibliografía:
Alsina J., Aristóteles. Ed. Montesinos. Barna. 1986.
Aubenque. Aristóteles., in Hª de la Filosofía, Ed. siglo XXI, vol. 2º. Madrid. 1978.
Brentano, F. Aristóteles. Ed. Labor. Barna. 1983.
Düring, I., Aristóteles. UNAM. México. 1990.
Jaeger, W., Aristóteles. FCE.Madrid.1984.
Ross, W.D., Aristóteles. Ed. Charcas. B.As.
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