Artículo 10 Ley General de Sanidad 1986 Página 1 de 18 Atención a enfermos terminales: algunos aspectos psiquiátricos, éticos y legales J uan Medrano Médico psiquiatra Servicio de Salud Mental de Álava Rafael Hernández Palacios Médico especialista en Medicina Interna Hospital Psiquiátrico de Álava Problemas éticos en la terminalidad Enfermedades mentales y cuidados paliativos: Demencia La Psiquiatría en la atención a enfermos terminales A modo de conclusión A lo largo de los últimos meses diversos acontecimientos han puesto de relevancia la importancia de los aspectos éticos y legales en relación con el final de la vida. La cuestión no es nueva y ha sido reiteradamente tratada en la bibliografía internacional, generando no pocas controversias, tanto en relación con los abordajes y tratamientos que pueden o deben emplearse (o evitarse) como en el papel que pueden o deben jugar en el proceso los pacientes y los familiares. La idea de la atención al final de la vida remite a los Cuidados Paliativos, y al impulso de Cicely Saunders, la auténtica fundadora del movimiento y del primer hospice moderno, el de St Christopher’s, en Londres (1967). Precisamente el pasado 14 de julio la doctora Saunders fallecía a causa de un cáncer de mama en el mismo hospice que fundó, disfrutando de los cuidados y atenciones que tanto se esforzó en promover 1 . Sea como fuere, en las últimas décadas la Medicina ha ido descubriendo las necesidades específicas de los enfermos terminales, y al tiempo que se crean dispositivos de Medicina Paliativa los profesionales sanitarios están intentando adquirir conocimientos y formación puramente técnicas en este campo. De la precariedad de nuestros actuales conocimientos son claro exponente los escasos contenidos al respecto de los libros de texto de todas las especialidades, incluida la 2 Psiquiatría . Sin embargo, la participación de la Psiquiatría en la atención integral a los pacientes terminales está más que justificada por la alta prevalencia de 3 psicopatología en estas situaciones . Además, el psiquiatra puede jugar un papel muy importante en la detección y atención a las repercusiones psicológicas de la enfermedad en familiares y allegados (parte que no debe olvidarse en la atención al 4 paciente moribundo ) o en la organización del tratamiento farmacológico, orientando a otros profesionales sobre los potenciales efectos secundarios neuropsiquiátricos de ciertos medicamentos. http://www.psiquiatrialegal.org/enfermosterminales1.htm 21/01/2009 Artículo 10 Ley General de Sanidad 1986 Página 2 de 18 Problemas éticos en la terminalidad Son varias las alternativas que la enfermedad incurable suscita. Por una parte, la negación de la imposibilidad de curar puede conducir al encarnizamiento terapéutico y diagnóstico; otras veces, se produce un rechazo del paciente incurable que lleva al nihilismo y al abandono de los pacientes con procesos terminales. Una tercera actitud consiste en la aceptación de la imposibilidad de curar, lo que permite priorizar el cuidar; deja así de ser esencial el tratamiento de la enfermedad para colocar en primer plano el cuidado de la persona enferma. La aceptación progresiva de que esta sería la actitud adecuada en el momento en que cualquier enfermedad alcance su fase terminal, propició la creación y la promoción de los Cuidados Paliativos. Por otra parte, los avances de los procedimientos sanitarios y la constatación de que también el paciente terminal tenía los derechos que iban reconociéndose a los “demás” enfermos suscitaron múltiples problemas y conflictos 5 éticos . Se fue imponiendo gradualmente la idea de que llegadas las fases más avanzadas de las enfermedades incurables y mortales algunas actitudes intervencionistas no tenían ningún sentido, con lo que se comenzó a hablar de la 6 futilidad de ciertos afanes y esfuerzos terapéuticos , un concepto que se fue 7 imponiendo a pesar de las críticas de que fue objeto . En paralelo a las dudas de hasta dónde debía llegar la intervención médica, fueron cada vez más los enfermos podían que rechazaban determinadas actuaciones sanitarias, aun a riesgo de un fallecimiento más temprano, contrariando la actitud tradicional de la Medicina o el dicho popular de que mientras hay vida hay esperanza. Incluso se comenzó a intuir 8 que algunos rechazos de tratamiento eran plenamente competentes . Progresivamente se impuso la idea del derecho del paciente al no encarnizamiento terapéutico y el cuestionamiento de que los cuidados en el paciente moribundo (antemortem) deben perseguir algo más que posponer la muerte a toda costa 9 (antimortal) . Se ha analizado así la corrección técnica y ética de prácticas como la llamada sedación terminal o el derecho del paciente a rechazar el aporte de 10 alimentos o fluidos . Y desde el punto de vista médico, se ha destacado la diferencia entre retirar tratamientos ya instaurados (withdrawing) y abstenerse de iniciarlos (withholding), aunque cada vez son más las voces que sostienen que desde el punto de vista ético y legal ambas actuaciones son idénticas 11 12 , . Como consecuencia de la aceptación de que el enfermo es dueño de sus http://www.psiquiatrialegal.org/enfermosterminales1.htm 21/01/2009 Artículo 10 Ley General de Sanidad 1986 Página 3 de 18 actos y puede incluso tomar decisiones que acorten su vida ha surgido el derecho al suicidio asistido, reconocido en estos momentos con restricciones y garantías en Holanda, Suiza, Bélgica y el estado de Oregon. La aceptación de la muerte voluntaria en caso de enfermedad es muy alta en algunas sociedades, como Holanda, en la que hasta el 85% de los habitantes considera lícito el suicidio asistido; cerca de dos tercios de la población estima que deberían atenderse también las demandas de personas incompetentes, un 11% las de enfermos con 13 padecimientos no letales y un 6% las de pacientes con demencia . En este sentido, debe destacarse que un comité evaluador holandés determinó recientemente que el suicidio asistido de un paciente con Alzheimer había sido correcto y válido, ya que se daban las condiciones de competencia y sufrimiento 14 insoportable . La afectación cognitiva y la incapacidad para tomar decisiones, propia de muchas situaciones terminales, introdujo la idea de que era necesario preservar la recién reconocida autonomía frente al riesgo de intervencionismo no deseado. Por una parte se pidió a la familia no ya que tomara decisiones por el paciente, sino que su decisión sustituyera a la que habría podido tomar el paciente en caso de mantener la capacidad. Para mayores garantías se recomendaba que los pacientes designaran de forma más o menos explícita a un representante a quien confiarían esa tarea. La segunda forma de mantener la autonomía son las instrucciones previas, voluntades anticipadas o testamentos vitales, en los que el individuo puede plasmar por escrito sus deseos sobre tratamiento de enfermedades avanzadas para momento en que hubiera perdido la capacidad de decidir, o designar el interlocutor con el equipo médico. Ambas alternativas presentan dificultades. La decisión del representante debe basarse en una información igualmente continuada y debe ser consensuada 15 laboriosamente con la familia . En ocasiones, puede aparecer un familiar que disiente de la decisión tomada, sobre todo si entraña una limitación del intervencionismo, en lo que se ha dado en llamar en nuestro país el “síndrome del 16 hijo de Bilbao” . A su vez, las instrucciones previas suscitan dudas respecto a su fijeza. Si se mantiene un cierto grado de capacidad, en el momento en que afronta la enfermedad terminal la persona puede tener una concepción sobre la muerte y el 17 proceso de morir muy diferente al que tenía cuando redactó su documento Por otra parte, las instrucciones previas destinadas a orientar a los familiares, pueden interpretarse de forma estricta (como un contrato) o de forma orientativa (como unas pautas generales que habrían de adaptarse a las múltiples y variadas circunstancias de la enfermedad terminal, imprevisibles en su totalidad en el 18 momento en que se redactaron las instrucciones) . http://www.psiquiatrialegal.org/enfermosterminales1.htm Casos dramáticos y 21/01/2009 Artículo 10 Ley General de Sanidad 1986 Página 4 de 18 espectaculares recientes, como el de Terri Schiavo, han incrementado el interés por las instrucciones previas y han sugerido su utilidad para solventar las situaciones 19 conflictivas y la no tan inhabitual disparidad de criterios entre los familiares . Lamentablemente, estos casos tan mediáticos suelen tener como protagonistas a personas cuya edad y situación previa de salud no les hizo pensar en la conveniencia de redactar el documento. Incluso en personas de edad avanzada hay dificultades. En los EEUU, donde desde hace casi 20 años se ha incentivado activamente que los ancianos de residencias dispongan de instrucciones previas, el grado de cumplimiento de la medida es mejorable 20 , por lo que tras el caso Schiavo se ha resaltado la necesidad 21 22 de animar a los potenciales pacientes a que las redacten , . Dos recientes trabajos han demostrado que también los pacientes mentales graves se interesan por su posible asistencia en el caso de enfermedades terminales y pueden expresar sus preferencias y plasmarlas en documentos 23 24 , . La legislación española reconoce el derecho a las instrucciones previas desde la Ley 41/2002 de Autonomía de los pacientes. El texto legal las define como “Documento en virtud del cual una persona mayor de edad, capaz y libre, manifiesta anticipadamente su voluntad, con objeto de que se cumplan sus deseos en el momento en que llegue a situaciones en cuyas circunstancias no sea capaz de expresarlos personalmente, sobre los cuidados y el tratamiento de su salud o, una vez llegado el fallecimiento, sobre el destino de su cuerpo o de los órganos del mismo”. Se prevé también que el documento pueda designar “un representante para que, llegado el caso, sirva como interlocutor suyo con el médico o el equipo sanitario para procurar el cumplimiento de las instrucciones previas”. Existe una doble limitación a la voluntad expresada del paciente. Por una parte, no se pueden exigir actuaciones contrarias al ordenamiento jurídico, lo que implica que no se puede plantear la aceleración deliberada de la muerte en tanto sea delito en España el suicidio asistido (artículo 143 del Código Penal). Por otra parte, tampoco pueden aplicarse las instrucciones previas contrarias a la Lex Artis, cuya trascendencia el 25 texto de la ley asimila aparentemente al ordenamiento jurídico . Esta limitación resulta interesante en relación con una reciente decisión 26 judicial británica . Un enfermo de 45 años que padece una ataxia cerebelosa, acudió a los tribunales para reivindicar que en caso de que llegara a perder la capacidad de comunicarse se prohibiera a los médicos que dejaran de aportarle nutrición e hidratación, contrariamente a lo que sugería un documento del General Medical Council sobre retirada (withdrawing) y no instauración (withholding) de tratamientos 27 que podría asimilarse con la Lex Artis. El Juez criticaba que el http://www.psiquiatrialegal.org/enfermosterminales1.htm 21/01/2009 Artículo 10 Ley General de Sanidad 1986 Página 5 de 18 documento privilegiara la voluntad de algunos pacientes suspender el tratamiento aunque llevara a la muerte y no considerase el deseo de otros de mantener el tratamiento. La British Medical Association, que hace años expuso su posición al 28 respecto , introdujo hace un año una matización para adaptar las decisiones médicas a los deseos de los pacientes de mantener los tratamientos aunque los 29 médicos no apreciaran un valor a los mismos matizó recientemente . Volviendo a la legislación española, según la Ley 41/2002 tampoco serán válidas las instrucciones “que no se correspondan con el supuesto de hecho que el interesado haya previsto en el momento de manifestarlas”, lo que sugiere que no se deberían interpretar por analogía situaciones relativamente similares. De esta manera, unas instrucciones operativas ideales deberían prever múltiples situaciones o, reconociendo esta dificultad, limitar las indicaciones a unos determinados “escenarios” y dejar en los restantes que sea el representante designado quien tome la decisión. Las legislaciones autonómicas han ido adaptándose a la normativa. En el caso del País Vasco se modifica la terminología de la legislación central al 30 denominar al documento “voluntades anticipadas” . Recientemente el Gobierno ha remitido al Consejo de Estado el proyecto de Real Decreto para crear el Registro Nacional de Instrucciones Previas, previsto por la Ley 41/2002 y que permitirá conocer el contenido de los documentos y ponerlo en práctica aunque el paciente esté siendo atendido en una comunidad autónoma diferente a la cual en la que redactó sus instrucciones. el citado registro. En Francia se ha promulgado hace escasos meses una Ley sobre los 31 Derechos de los Enfermos y el Final de la Vida , que modifica algunos artículos del Código Salud Pública. El nuevo texto despenaliza implícitamente la inacción del médico en los supuestos de que al paciente competente lo demande. Si el paciente es incompetente se puede suspender el esfuerzo terapéutico después de conocer la opinión de la familia y siguiendo un procedimiento de decisión colegiada que exige la discusión del caso con otros profesionales. También introduce las instrucciones previas (directives anticipées), que para ser válidas deberán haberse redactado con tres años de antelación, y no podrán aplicarse a situaciones no previstas, ni en situaciones de gravedad no terminal (accidente de tráfico, coma), por ser contrarias a la legalidad 32 Enfermedades mentales y cuidados paliativos: Demencia El incremento de los casos de demencia en las sociedades occidentales es http://www.psiquiatrialegal.org/enfermosterminales1.htm 21/01/2009 Artículo 10 Ley General de Sanidad 1986 Página 6 de 18 motivo de preocupación para los sanitarios y para los responsables de las políticas asistenciales. La representación de la demencia, hoy en día, es el de un anciano dependiente, con la carga personal, familiar, social y económica que su dependencia conlleva. Se plantean así actuaciones que tienen como objetivo atender y mejorar la situación del enfermo y de su familia a lo largo de la enfermedad, actuando sobre la sintomatología cognitiva y conductual del paciente y sobre la sobrecarga psicológica y física experimentada por el cuidador. El área de la atención en la demencia terminal, sin embargo, no siempre se tiene en cuenta se echa en falta en algunos (excelentes) trabajos sobre la 33 asistencia sociosanitaria en la demencia . Contrariamente a lo que muchos creen, la fase terminal no implica una existencia meramente vegetativa en el enfermo con demencia, que es capaz de experimentar síntomas de disconfort. Este hecho, unido a que no hay una cultura de cuidados terminales en estos pacientes, sugiere que existen carencias muy notables en la atención al final de la vida en la demencia. De hecho, los cuidados paliativos en la demencia están aún empezando a desarrollarse, y va cobrándose conciencia de las limitaciones y las necesidades 34 de formación que tienen los profesionales en este campo . La fase final de la demencia es la propia de una enfermedad incurable, progresiva y deletérea. Por lo tanto, cabe hablar con propiedad de una fase 35 36 terminal , a pesar de que en ocasiones cueste identificarla como tal , . En esta fase final la comorbilidad es la norma, con más del 90% afectados simultáneamente 37 por otra enfermedad . Son también frecuentes los procesos febriles, a veces autolimitados y de origen no precisable y en otras ocasiones secundarios a infecciones, especialmente neumonías. Por este motivo se ha sugerido que la infección es una manifestación de demencia avanzada, más que una enfermedad intercurrente no relacionada. Las alteraciones más o menos caprichosas de la conducta alimentaria se transforman al progresar la demencia en una disfagia que da lugar a dificultad para alimentarse y con frecuencia a malnutrición y broncoaspiraciones. Son también frecuentes problemas como úlceras por presión, estreñimiento y otros procesos dolorosos. El dolor muchas veces no se valora y trata debidamente en los enfermos con demencia avanzada, en buena medida porque la pérdida de lenguaje les impide comunicar el síntoma. De esta manera, las modificaciones conductuales y gestuales a las que da lugar pueden interpretarse como “agitación” y provocar una 38 39 respuesta sedativa y no analgésica , . También la dificultad de comunicación impide que expresen las molestias que les pueden causar procedimientos que entrañan dolor o malestar como la colocación de sondas y las medidas de http://www.psiquiatrialegal.org/enfermosterminales1.htm 21/01/2009 Artículo 10 Ley General de Sanidad 1986 Página 7 de 18 contención. Un trabajo reciente afirma que la etiqueta de demencia puede hacer que las quejas de dolor se malinterpreten, lo que contribuye a un tratamiento insuficiente y a que los enfermos no reciban la medicación suplementaria que 40 pudieran precisar . Existen escalas analógicas visuales que pueden ayudar a que 41 la persona con limitaciones de comunicación verbal dé a conocer su dolor , y se han diseñado diversas escalas que apoyándose en los gestos, movimientos o 42 reacciones de los enfermos permiten al clínico deducir la existencia de dolor . La nutrición y la hidratación plantean problemas éticos en los enfermos incapaces de deglutir, o que rechazan la alimentación. En estos casos se recurre en ocasiones a sondas de alimentación enteral. Sin embargo, revisiones y estudios 43 44 recientes , han demostrado que no previenen las neumonías por aspiración, no prolongan la supervivencia, no disminuyen el riesgo de úlceras por presión o infección, no mejoran la funcionalidad ni aportan confort. Por otra parte, se asocian con riesgos (morbimortalidad por peritonitis, sujeción). Otro ámbito controvertido es el del tratamiento antibiótico. Se ha sugerido que el uso intensivo de antimicrobianos en estos pacientes puede generar resistencias que afecten a toda la población sin mejorar la supervivencia de los pacientes que los reciben, y se ha propugnado que se empleen únicamente si pueden aportar una reducción del sufrimiento del paciente el tratamiento paliativo y sintomático de la fiebre. 45 46 , . La alternativa sería Inexorablemente llega una situación de agonía, caracterizada por cambios y nuevos síntomas (rechazo total de ingesta, letargia, estertores, fiebre, oligoanuria, etc) que hacen patente la proximidad de la muerte. La actuación ante esta situación debe tener en cuenta que la medicina moderna y su complemento tecnológico se orientan al diagnóstico, tratamiento y curación. Sin embargo, es evidente que son muchos los procesos que no puede curar. ¿Cómo identificar cuándo una persona con demencia se encuentra en situación terminal? Para la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL) 47 una enfermedad es terminal cuando reúne todos estos siguientes requisitos : 1. Enfermedad avanzada, progresiva e incurable 2. Falta de posibilidades razonables de respuesta al tratamiento específico 3. Presencia de numerosos problemas o síntomas intensos, múltiples, multifactoriales y cambiantes 4. Origina gran impacto emocional en el paciente, la familia y el equipo terapéutico muy relacionado con la presencia, explícita o no, de la muerte http://www.psiquiatrialegal.org/enfermosterminales1.htm 21/01/2009 Artículo 10 Ley General de Sanidad 1986 Página 8 de 18 5. Pronóstico de vida inferior a seis meses. Evidentemente, en una demencia avanzada se cumplen los cuatro primeros criterios enunciados, pero puede ser difícil fijar el pronóstico de vida inferior a seis meses. Algunos estudios 48 49 50 , , previos han estimado que esto sucede una vez 51 alcanzado el estadio 7c en el FAST (Functional Assessment Staging Tool) , consistente en la Pérdida de la deambulación. En términos de la escala, “los pacientes pierden gradualmente la capacidad de caminar independientemente; al comienzo de esta subfase pueden necesitar ayuda (p. ej., que le sujete el cuidador) y ayuda para caminar, pero a medida que pasa el tiempo, se pierde incluso la capacidad de caminar con ayuda. El comienzo suele ser variado, pero los pacientes cada vez andan con pasos más cortos y lentos; otros pacientes, al caminar, se inclinan hacia delante, hacia atrás o a un lado; en otras ocasiones la pérdida de la deambulación está precedida de una marcha en zigzag”. Se trata, por lo tanto, de una fase caracterizada por un fenómeno muy notorio, lo que simplificaría enormemente la identificación de la terminalidad. Sin embargo, una reciente revisión crítica de los trabajos anteriormente mencionados concluía descartaba que existieran elementos de juicio suficientes para establecer que una 52 vez perdida la deambulación la esperanza de vida se situara en seis meses . 53 Otros autores han propuesto una estrategia alternativa, consistente en identificar doce de rasgos o variables de los pacientes (grado de dependencia, sexo, neoplasia comórbida, insuficiencia cardiaca, oxigenoterapia, disnea, hiporexia, salud precaria, incontinencia fecal, encamamiento, edad por encima de 83 años, inconsciencia prolongada a lo largo del día). Han podido establecer que ponderando estos elementos con unos coeficientes específicos para cada uno de ellos y sumando los resultados, existe una probabilidad del 70% de que el paciente fallezca en el plazo de seis meses si la suma total es igual o mayor de 12. Pero independientemente de que se den los criterios de terminalidad, la demencia avanzada comporta una merma de la capacidad para tomar decisiones sanitarias (CTDS). El deterioro cognitivo es un fenómeno variable, que junto a otras graves engloba formas leves y no siempre conducentes a demencia, como el antiguamente denominado olvido senil benigno, al que hoy en día se denomina deterioro cognitivo leve. La demencia debe concebirse como un proceso gradual y sobre todo prolongado, con una duración que rebasa en muchos casos los 10 años. A lo largo de este periodo, en las formas más comunes de demencia la afectación cognitiva es irreversible, pero progresiva y por lo tanto, variable según el momento evolutivo de la enfermedad. En fases avanzadas del proceso, en las que existe un severísimo deterioro de la memoria y no hay posibilidad de comunicación verbal, es http://www.psiquiatrialegal.org/enfermosterminales1.htm 21/01/2009 Artículo 10 Ley General de Sanidad 1986 Página 9 de 18 evidente que no puede sostenerse que se conserve la CTDS, pero en fases leves no está justificado suponer que el paciente no puede participar en el consentimiento. Incluso, al correlacionar estas escalas con ciertas decisiones exigentes, se ha observado que en fases de “demencia moderada”, equivalentes en 54 el GDS a 5 se conserva, por ejemplo, la capacidad testamentaria . El estadio GDS 5 se caracteriza por incapacidad de sobrevivir mucho tiempo sin alguna asistencia, incapacidad para recordar datos relevantes de su vida actual (dirección, teléfono, etc), cierta desorientación en tiempo, dificultad en el cálculo, conservación del conocimiento de muchos de los hechos de mayor interés relacionados consigo mismo y con otras personas, recuerdo conservado del nombre propio y generalmente el del cónyuge esposa e hijos, e independencia en el aseo y en la 55 comida, pero con dificultades en la elección de los vestidos adecuados . La conservación de una capacidad legal crítica como la testamentaria en etapas en las que la disfuncionalidad es tan patente, bien podría mantenerse la CTDS. Los trabajos que han evaluado esta función en pacientes con demencia concluyen que la mayor parte pueden participar en la toma de decisiones, a pesar de que el deterioro mnésico reduce su rendimiento en pruebas de comprensión, En la demencia, se concluye, la valoración sobre la racionalidad debería contemplar si el paciente es capaz de aportar razones definidas para su decisión, mientras que la valoración de la apreciación debería basarse en que la persona sea capaz de 56 aprehender las implicaciones del diagnóstico y del tratamiento que se le propone . También se ha podido comprobar que la capacidad se mantiene si existen 57 circunstancias adecuadas , como tiempo suficiente para que el enfermo con deterioro cognitivo pueda recibir, comprender y procesar la información. Asimismo, ayuda para retenerla, en forma de recordatorios verbales o escritos. No es menos importante que su interlocutor cuente con paciencia y tolerancia respetuosa para con sus déficits y dificultades. Necesita, en definitiva, todo lo que paradójicamente es difícil encontrar en uno de los lugares donde se gestionan muchas y muy importantes decisiones sanitarias: los hospitales generales. Nuestra actual organización, presidida por un modelo de eficiencia orientado a las hospitalizaciones breves y con una relación muy dispersa del paciente con el "equipo", no se llega a conocer a los pacientes, sus inquietudes, sus ganas de recibir información y sus "escalas de valores". Mucho menos puede detenerse la maquinaria de la eficiencia hospitalaria para explicar la información al paciente con demencia, escuchar sus dudas y resolverlas. Es muy probable que el sistema hospitalario no pueda encontrar una respuesta que no sea la inmediata asunción de que el paciente es incapaz. http://www.psiquiatrialegal.org/enfermosterminales1.htm 21/01/2009 Artículo 10 Ley General de Sanidad 1986 Página 10 de 18 En contraste, las residencias de ancianos, centros no primariamente sanitarios, son el marco de muchas intervenciones y decisiones relacionadas con la atención a la salud de los pacientes con demencia. En el plano asistencial cotidiano, la atención “a largo plazo” que hoy por hoy es responsabilidad socio – sanitaria ofrece tiempo, y debe ofrecer paciencia y tolerancia. Los centros socio – sanitarios pueden desarrollar actuaciones que respeten la capacidad de los pacientes que la 58 conservan y mantengan la dignidad de quienes la han perdido . También está abierta la posibilidad de determinar de forma informal las preferencias del paciente a medida que avanza el tiempo y aparecen las complicaciones. Sería oportuno recoger en la historia del centro estas preferencias, incluido si el paciente desea ser hospitalizado llegado el momento en que pudiera plantearse esta opción. Y sería necesario que existiera una adecuada coordinación entre el dispositivo social o socio – sanitario y la red sanitaria de manera que cuando se produzca la hospitalización se atienda a las preferencias del paciente aunque no exista un documento formalizado de instrucciones previas. Llegada la incapacidad para tomar decisiones, el interlocutor es la familia. Sin embargo, una buena práctica no debe limitarse a una mera entrevista puntual, sino que en el espíritu del consentimiento informado (por representación, en este caso) como proceso debe consistir en una relación prolongada, que permita una información continuada y el diseño por adelantado de un plan de tratamiento 59 60 consensuado , . Los sanitarios tienen la obligación de orientar a la familia, en particular, sobre la oportunidad o no de las intervenciones (futilidad). Los enfermos con demencia se ven sometidos muy a menudo a tratamientos muy agresivos y sin 61 ninguna utilidad en cuanto a calidad de vida . Es un hecho preocupante que muchas de estas actuaciones guardan relación con un afán intervencionista de los familiares. Un estudio realizado en Gran Bretaña confirmó que los allegados de enfermos dementes deseaban para sus familiares intervenciones muy agresivas (fluidoterapia, antibioterapia, reanimación cardiopulmonar) aunque curiosamente no eran tan favorables a ellas mismas para el caso en que los propios familiares se 62 vieran en una situación de terminalidad e incapacidad . Un reciente estudio confirma esta tendencia intervencionista de los familiares de pacientes con 63 demencia en nuestro pa ís . En cierta medida, pues, es deber también de los médicos proteger a los enfermos con demencia incompetentes del deseo desmedido de tratamiento para sus familiares. De esta manera es posible establecer con los familiares diferentes niveles de intervención para los enfermos en función de su situación clínica y funcional. Los médicos pueden ayudar a la familia a tomar estas decisiones e incluso deben exponerles su criterio sobre la conveniencia o no de las diferentes actuaciones en http://www.psiquiatrialegal.org/enfermosterminales1.htm 21/01/2009 Artículo 10 Ley General de Sanidad 1986 Página 11 de 18 64 función de su utilidad para el paciente . El trabajo codo con codo con la familia no sólo contribuirá a mejorar la calidad de vida y de muerte del paciente y a mantener su dignidad, sino que será útil de cara a la preparación y elaboración del duelo premortem y postmortem que para los allegados supone la demencia. La Psiquiatría en la atención a enfermos terminales La atención interdisciplinar a los enfermos terminales se beneficia de la participación de la Psiquiatría. Algunos autores han puesto de relieve la trascendencia del papel de los psiquiatras en la resolución de los conflictos emocionales que rodean a la terminalidad y a la necesidad de acordar decisiones entre familiares que no siempre comparten una misma opinión sobre lo que es 65 correcto u oportuno en la atención al enfermo . En lo que se refiere a su actuación clínica, el psiquiatra tiene el compromiso de dar valor al sufrimiento psicológico de los pacientes terminales, desterrando el nihilismo que lo considera una parte inseparable del proceso de enfermedad. En su abordaje farmacológico ha de obrar con firmeza y prudencia para aportar al paciente una mayor calidad de vida y de muerte y evitar sufrimientos añadidos de origen iatrógeno. La depresión es el cuadro más prevalerte en los pacientes terminales, con 66 cifras que se sitúan, según los marcos y muestras, entre el 27 y el 77% . A pesar de ello no siempre llega a identificarse, por la tendencia a interpretar la tristeza como una consecuencia inevitable de la enfermedad. Los síntomas anímicos e ideativos son especialmente útiles para el diagnóstico, ya que los vegetativos (anergia, anorexia, insomnio) se solapan con los de muchas enfermedades 67 terminales. Chochinov y colaboradores demostraron que la pregunta “¿se encuentra Ud triste la mayor parte del tiempo?” tiene una elevada sensibilidad y especificidad en el diagnóstico de depresión en enfermos terminales, aunque 68 recientemente se ha cuestionado la validez de este procedimiento de screening . Apoyarán el diagnóstico la anhedonia, la disforia, la desesperanza o los sentimientos de indefensión y minusvalía. El diagnóstico diferencial se plantea con el trastorno adaptativo y con el duelo. Los principales factores de riesgo son la edad avanzada, los antecedentes personales de trastornos afectivos, la falta de red social de apoyo, el menoscabo funcional severo, la angustia existencial, algunas enfermedades físicas (hipercalcemia, ACV izquierdo, carcinoma de páncreas) o tratamientos (esteroides, quimioterápicos) y el dolor insuficientemente tratado. Parece ser más frecuente en http://www.psiquiatrialegal.org/enfermosterminales1.htm 21/01/2009 Artículo 10 Ley General de Sanidad 1986 Página 12 de 18 69 pacientes que desconocen su pronóstico . La respuesta al tratamiento farmacológico y psicoterápico es más rápida y completa cuanto antes se instaure la terapia. La complicación más grave es el suicidio, con una tasa que duplica la de la población normal, y el riesgo es mayor si hay antecedentes depresivos o autoagresivos, desesperanza, contenidos depresivos y menoscabo funcional intenso así como si persiste el dolor. Los antidepresivos deben usarse a dosis bajas (50% ó menos de las dosis empleadas en adultos sanos) y con una escalada muy lenta. Se seleccionará el producto en función de sus efectos secundarios y la esperanza de vida del paciente. Los ISRS son medicamentos de primera línea, aunque también están especialmente indicados la mianserina y mirtazapina por su acción sedativa y orexígena. Si predomina la astenia o la esperanza de vida es escasa los estimulantes, en especial metilfenidato, son fármacos de elección, usados a dosis bajas y evitando toma nocturna para no inhibir el sueño. Puede combinarse con otros fármacos, obteniéndose rápidas mejorías (24 - 72 horas) en ánimo, concentración y energía, sin que se desarrolle tolerancia a su acción. Sus efectos secundarios son ansiedad, insomnio, anorexia a dosis altas y delirium en situaciones preagónicas. Una estrategia posible es iniciar el tratamiento con estimulantes y, una vez apreciada mejoría, asociar antidepresivos, retirando los anfetamínicos transcurrido el periodo de latencia de los antidepresivos 70 71 , La ansiedad es otro síntoma frecuente en pacientes terminales. Se puede desencadenar por circunstancias inherentes a la situación de enfermedad avanzada, como la angustia ante el futuro, factores vivenciales y biográficos que se activan ante la proximidad de la muerte. Influyen también elementos propios del proceso patológico de que se trate (disnea en patologías pulmonares y pleurales, exceso de adrenalina en feocromocitoma, alteraciones hidroelectrolíticas en muchos cuadros neoplásicos, estreñimiento), los secundarismos de ciertos medicamentos (esteroides, estimulantes, broncodilatadores) o la abstinencia de otras sustancias (alcohol, benzodiazepinas, nicotina, etc). Es más frecuente en 72 73 fases avanzadas, ante la inminencia de la muerte, y si hay dolor. , . Los síndromes ansiosos puros con significado clínico, menos frecuentes que los cuadros ansioso – depresivos, representan el 16% de las consultas psiquiátricas en enfermos terminales. El diagnóstico diferencial debe plantearse con ansiedad somatógena, ansiedad vivencial y delírium. El tratamiento farmacológico de la ansiedad se basa en las benzodiazepinas a dosis bajas, con escaladas muy lentas y con pautas facultativas si la ansiedad es fluctuante. Es preferible utilizar productos de vida media corta para evitar acúmulo http://www.psiquiatrialegal.org/enfermosterminales1.htm 21/01/2009 Artículo 10 Ley General de Sanidad 1986 Página 13 de 18 y cuadros confusionales, y siempre ha de considerarse el riesgo de depresión respiratoria. El alprazolam y el lorazepam pueden absorberse por vía sublingual y mejoran el vómito. También pueden ser útiles los neurolépticos y los antidepresivos sedativos a dosis bajas. El delírium o síndrome confusional agudo es un cuadro muy frecuente, afectando hasta a un 85% de los pacientes en sus últimas semanas de vida. La enfermedad terminal se caracteriza por muchos factores de riesgo de delírium, como el uso de medicaciones (sedantes, antiarrítmicos, antihipertensivos, antibióticos), los desequilibrios metabólicos, la hipoxemia, la impactación fecal, las insuficiencias renal y hepática, las infecciones, la deshidratación, el daño cerebral directo por tumores primarios o metastásicos, la hipovitaminosis y el cambio de 74 75 ubicación por ingresos y traslados , . El delírium agitado o hiperactivo es fácilmente reconocible, mientras que el hipoactivo no siempre recibe atención clínica. Un trabajo reciente comunica la efectividad del metilfenidato en esta la 76 forma hipoactiva . El diagnóstico diferencial ha de establecerse con la ansiedad, la demencia y el dolor en los episodios confusionales hiperactivos y con la demencia y la depresión en los hipoactivos. Un capítulo importante lo conforma el delírium iatrógeno. Destacan los producidos por corticoides (a dosis de 60 mg/d de prednisona o 9 mg/d de dexametasona), benzodiazepinas (que pueden desencadenar encefalopatías hepáticas de modo que en pacientes de riesgo 1 mg de lorazepam puede ser más perjudicial que 10 a 15 mg/d de morfina) y los analgésicos opiáceos, en especial la volantina. Cualquier incremento de dosis de estos últimos fármacos se acompaña de repercusiones cognitivas y existe un riesgo cierto de delírium si la nueva dosis representa un aumento igual o superior al 30% de la dosis previa. Los parches de liberación retardada y gradual conllevan un menor riesgo, pero se produce un efecto acumulativo que puede dar lugar a un deterioro cognitivo diferido (hasta 10 días después de inicio del tratamiento) y a que la recuperación del mismo no sea inmediata tras la retirada del fármaco. Para evitar el delírium por opiáceos en pacientes terminales se recomienda una escalada lenta de la dosis, eliminar los medicamentos innecesarios, monitorizar la función cognitiva, hidratar al paciente y considerar otros factores que puedan explicar la respuesta analgésica insuficiente 77 antes de optar por subir la dosis . El abordaje del cuadro confusional agudo se orienta a la detección y resolución del trastorno somático desencadenante y, secundariamente, a la sedación del paciente. La prevención debe abordar aspectos que exceden a la práctica psiquiátrica, como la supervisión clínica del paciente, revisión de su ritmo http://www.psiquiatrialegal.org/enfermosterminales1.htm 21/01/2009 Artículo 10 Ley General de Sanidad 1986 Página 14 de 18 intestinal o uso racional de los medicamentos. Desde el punto de vista psiquiátrico, si es necesario emplear psicofármacos para tratar ansiedad o depresión, deberá hacerse con suma cautela para evitar un cuadro confusional iatrógeno o la aparición de efectos secundarios perjudiciales para el paciente. Asimismo, deberá atenderse al riesgo de potenciación de los efectos depresores neuropsiquiátricos de otros medicamentos. En el tratamiento sintomático es necesario aportar elementos de orientación y obtener una sedación farmacológica, preferentemente con neurolépticos. El más 78 utilizado es el haloperidol , por vía oral, intramuscular, subcutánea o intravenosa, a dosis iniciales de 0,5 a 1 mg cada hora hasta obtener sedación, fijando a continuación una dosis estable cada 6 ó 12 horas. La vía intravenosa reduce el riesgo de efectos extrapiramidales pero se asocia a arritmias ventriculares, por lo que es deseable la monitorización cardiológica del paciente, con especial atención al intervalo QTc; si rebasa los 450 milisegundos o supera en un 25% los valores basales debería considerarse suspender el producto. Otras alternativas son el tiapride intravenoso (200 mg cada hora hasta obtener sedación), la clorpromazina oral o intramuscular, y nuevos antipsicóticos como olanzapina, risperidona, quetiapina y ziprasidona. También se pueden utilizar con precaución las 79 benzodiazepinas y el clometiazol . Algunos de estos tratamientos entrañan riesgos para pacientes debilitados, por lo que será necesario incluirlos en la información que se aporte. En otros casos, el empleo de algunos productos se corresponde cae en el marco del uso compasivo. A este respecto cabe plantearse que de la misma manera que se utilizan anfetamínicos en pacientes terminales deprimidos porque no se considera correcto esperar el periodo de latencia, tampoco parece razonable dilatar una decisión clínica hasta que se disponga de una autorización administrativa, por lo que si el psiquiatra estima que la mejor elección es utilizar un fármaco en una indicación no recogida en la ficha técnica, deberá exponerlo al paciente o a sus allegados, obtener consentimiento informado y recogerlo en la historia clínica. A modo de conclusión Mucho queda por hacer y sobre todo por aprender en la atención a los enfermos terminales. El aspecto técnico de los cuidados, físicos y psiquiátricos, ha mejorado mucho en las últimas décadas, como también se han registrado grandes avances en el intento de resolver los conflictos que se plantean y en el reconocimiento de que los enfermos tienen derecho a expresar sus opiniones y que todas ellas pueden ser válidas, coincidan o no con el criterio del médico particular, http://www.psiquiatrialegal.org/enfermosterminales1.htm 21/01/2009 Artículo 10 Ley General de Sanidad 1986 Página 15 de 18 ya sea intervencionista o tendente al mínimo esfuerzo terapéutico. Pero sobre todo, y tras el reciente fallecimiento de Cicely Saunders, que dedicó su vida a aliviar desde múltiples ángulos el sufrimiento de los enfermos 80 81 “desahuciados” , , cabe destacar que la atención a los pacientes terminales pone en evidencia la importancia de una función de los médicos cada vez más olvidado en nuestra hipertecnificada práctica actual. Y es que de la misma manera que la Enfermería nos indica que cuando no es posible curar, sólo queda cuidar, los médicos deberíamos recordar que aunque nunca podemos derrotar a la enfermedad siempre podemos y debemos dar consuelo al enfermo. [1] Richmond C. Dame Cicely Saunders, founder of the modern hospice movement (obituary). BMJ 2005; 331: 238 [Texto] [2] Rabow MW, Hardie GE, Fair JM, McPhee SJ. End-of-life care content in 50 textbooks from multiple specialties. JAMA 2000; 283: 771-778 [Abstract]. [3] [4] Chochinov HM. Psychiatry and terminal illness. Can J Psychiatry 2000; 45: 143-150 [Texto] Goy E, Ganzini L. End-of-life care in geriatric psychiatry. Clin Geriatr Med 2003; 19: 841-56, vii-viii [Abstract] [5] Randall F, Downie RS. Palliative care ethics. A good companion. New York: Oxford University Press, 1996 [6] Zucker MJ, Zucker HD. Medical futility and the evaluation of life -sustaining interventions. 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