Declaración y uso del relox español, de Hugo Helt Frisio.

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Declaración y uso del relox español, de Hugo Helt Frisio.
Traducción de Francisco Sánchez de las Brozas.
Edición de María Jesús Mancho Duque.
Estamos ante un tratado escrito por Hugo Helt originalmente en
latín y traducido al castellano por el joven Francisco Sánchez de las
Brozas cuando todavía no era el afamado retórico ni el ilustre
gramático, ni siquiera profesor de la prestigiosa Universidad de la
Salamanca del Quinientos. La obra –primera del Brocense- vio la luz en
las activas prensas salmantinas de Juan de Junta en 15491.
Hugo Helt (Groningen, Holanda, ca. 1525 – ¿?, ca. 1594) realizó sus
estudios en Lovaina donde conoció a Juan de Rojas Sarmiento,
segundo hijo del Marqués de Poza, quien, integrado en el séquito del
Emperador y de su hijo Felipe como paje real, había marchado a
Flandes. Por aquella época la Universidad de Lovaina gozaba de gran
reputación internacional por sus avances matemáticos y de modo
particular por la confección de instrumentos científicos. Gemma Frisio,
amigo de Arias Montano, el teólogo y humanista coordinador de la
Biblia Regia, colaboraba junto con Gerard Mercator en los talleres de
construcción de instrumentos, tales como astrolabios, esferas armilares,
relojes y anillos astronómicos, y, además -dado lo exiguo de su
remuneración oficial-, se veía obligado a dar clases particulares de
Matemáticas y Astronomía en su casa, entre cuyos alumnos se incorporó
Juan de Junta y Alejandro de Cánova fueron los miembros más activos de una
Compañía de Libreros e Impresores en Salamanca, que desarrolló una intensa
actividad desde inicios de la década de los 30 hasta finales del siglo XVI. Véase V.
Bécares Botas, La Compañía de Libreros de Salamanca (1530-1534), Salamanca,
Seminario de Estudios Medievales y Renacentistas, 2003.
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el joven castellano. Allí éste debió de conocer a Hugo Helt, al que le
pidió que le acompañara a España.
Hacia 1545 Helt se instaló en la casa del Marqués de Poza, padre
de su amigo, donde durante tres años fue cordialmente acogido y
tratado «humaníssimamente». Para testimoniar de algún modo su
agradecimiento, ideó un relox particular, una especie de astrolabioplanisferio universal, cuyas características, manejo y aplicaciones
describió en latín, texto que fue vertido al castellano por el Brocense: la
Declaración y uso del relox español entretexido en las armas de la muy
antigua y esclarecida casa de Roias.
La
Gnomónica,
ciencia
derivada
de
la
Astronomía,
que
etimológicamente procede de gnomon, varilla vertical que forma parte
del reloj de sol, se convirtió en una profesión noble en el Renacimiento,
transformada en una rama de las matemáticas y de la astronomía. En
consecuencia, comienzan a redactarse libros sobre relojes solares, de
los cuales el escrito por Regiomontano en 1474 fue el primero de una
lista en la que se inscribirán nombres como los de Pedro Apiano,
Oroncio Fineo, Gemma Frisio y Hugo Helt.
En España, la incorporación del programa humanístico al ejercicio
científico tuvo en Nebrija a uno de sus primeros representantes. En este
período la Universidad de Salamanca irradiaba su influencia sobre las
de Alcalá y Valencia, a la vez que mantenía relaciones con las de París
e Italia. Por otra parte y recíprocamente, desempeñaban la labor
docente en sus aulas profesores formados en la Sorbona, Pisa o Bolonia.
El hecho es que por estos años se congregó en este Estudio una
comunidad universitaria de elevada formación científica y muy
dinámica en su actuación, que lo convirtió en una de las universidades
más importantes, tanto para las colonias del Nuevo Mundo como para
la misma Europa.
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En 1467 se creó la cátedra de Astrología y está comprobado que,
con anterioridad a otras instituciones universitarias, se explicó en sus
aulas a Copérnico2.
Por otro lado, en torno al ecuador de la centuria se produjo en
España una auténtica convulsión científico-técnica impulsada por
Felipe II, cuyos efectos se plasmaron en la aparición de una literatura
científica que se propagó gracias al desarrollo de la imprenta. El propio
Helt, afincado en Salamanca, no será ajeno a este auge librario.
Por lo que respecta al Brocense, inició sus estudios en 1545. Su
primer trabajo docente pudo ser una sustitución del catedrático de
Griego León de Castro, el encarnizado enemigo del insigne fray Luis de
León y del biblista Arias Montano, en 1551. En 1554 accedió al cargo de
Regente de Retórica en el Colegio Trilingüe, fundado por auspicio del
emperador en ese mismo año. En 1573 ganó la cátedra de Retórica,
cargo que requería el grado del de Licenciado de Artes, que se le
concedió el 4 de enero de 1574, y el de Maestría en la misma Facultad,
obtenido el 21 de febrero. Regentó oficialmente las obligaciones
inherentes a esta cátedra hasta su jubilación en 1593. Durante este
tiempo y hasta su muerte en 1600 su actividad académica fue
incesante.
La obra está estructurada en 21 capítulos bastante breves y una
“Addición”. Inicia su apertura un «Epigramma» latino compuesto por el
joven Sanctius “Labrocensis”3, dirigido al lector, donde en términos
Véase M. Fernández Álvarez, Copérnico y su huella en la Salamanca del Barroco,
Salamanca,
Universidad de Salamanca, 1974.
3 Así en el original, lo que revela, desde luego, impericia del impresor y,
probablemente, que el apelativo no estaba aún consolidado en el mundillo
académico universitario salmantino, lo que es plausible, dada la juventud del
extremeño. En nuestra edición, ofrecemos su traducción al castellano realizada por A.
Carrera de la Red, en Francisco Sánchez de las Brozas, Obras II. Poesía, Cáceres,
Institución Cultural “El Brocense”, 1985, p. 99. Cf., pp. 123-124.
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literarios se presentan los usos del mencionado instrumento. Le siguen la
dedicatoria de Hugo Helt Frisio al Marqués de Poza, que contiene una
alabanza a las virtudes cívicas del noble, y un soneto de Juan de Mal
Lara, poeta sevillano de la misma edad del Brocense y también
estudiante en Salamanca por esos años. Inmediatamente viene un
apartado introductorio con una presentación del reloj y una justificación
de su necesidad, a través de una crítica de la situación y costumbres de
la época en España relativas a la cronometría. En consecuencia, se
describen pormenorizadamente el aparato y las piezas que lo
componen, del mismo modo que el método de su utilización, a la vez
que se detallan exhaustivamente sus funciones.
A continuación se abre otro módulo en el que se presentan
cuestiones
relacionadas
con
los
esquemas
de
un
Piscator,
“denominación que proviene de los antiguos calendarios (almanaques)
milaneses, en los que se daban pronósticos meteorológicos para uso,
fundamentalmente, de los agricultores, pero que al recoger la parte
más
negativa
de
la
astrología
judiciaria
se
transformaron
en
“predictores” de todo tipo de acontecimientos”4. Entre ellas cabe
mencionar: el modo de hallar para cada año la letra dominical, el
áureo número, las fiestas que no son movibles y las movibles, las horas
de los antiguos, las horas itálicas, las desiguales u horas de los planetas,
la hora del orto y del ocaso del sol, etc. El autor introduce una
pormenorizada tabla, donde ordena alfabéticamente los principales
núcleos de población de la península con la finalidad de servir de guía
de “la clase horaria que debe regir para buscar las horas diurnas”5 en
cualquier región, teniendo en
cuenta la latitud del
lugar de
observación.
C. Chaparro, “El Brocense, científico”, ”, en C. Codoñer, S. López y J. Ureña (eds.), El
Brocense y las humanidades en el siglo XVI, Salamanca, Ed. Universidad, 2003, pp. 409430; cita en p. 416.
5 I. Vicente Maroto y M. E. Piñeiro, Aspectos de la ciencia aplicada en la España del
Siglo de Oro, Valladolid-Salamanca, Junta de Castilla y León, 1991, p. 271.
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Otro conjunto de capítulos, más vinculado con la astronomía y
cosmografía,
muestra reglas para trazar la meridiana, establecer la
latitud de un lugar, la situación del Sol en la eclíptica, la declinación, del
Sol, la ascensión recta u oblicua, la altitud de las estrellas, etc. En los
capítulos finales se dan instrucciones para determinar la altura de
cualquier elemento vertical elevado, como una torre, etc., o un
elemento profundo, como una fosa, etc. Por último, se introduce una
“Addición”, como consecuencia de ciertas observaciones y críticas
planteadas por amigos y conocidos, con el objetivo de enseñar a utilizar
este instrumento sin tabla ni dioptra.
Se trata, pues, de una obra de carácter técnico, encuadrada en la
tradición de aunar la vertiente teórica y práctica de la Astronomía, en la
que se explican los usos y aplicaciones de uno de los instrumentos de
medición más utilizados. La intención de Helt era la de dirigirse a una
audiencia profana, lo que se revela en su fraseología y en la inclusión de
definiciones de términos elementales de Matemáticas y Astronomía. Su
finalidad, por tanto, era divulgadora, y sus destinatarios no eran
personas especializadas, pero sí cultas y con inquietudes culturales
amplias.
La edición de M. ª Jesús Mancho Duque, catedrática de Lengua
Española y directora del Centro de Investigaciones Lingüísticas de la
Universidad de Salamanca, ofrece una amplia introducción con la
biografía del Brocense,
una presentación sintética de su obra y del
marco cultural y universitario en que se encuadra. El texto está
modernizado en la acentuación y puntuación, pero es respetuoso con
la ortografía de la época. Para facilitar la comprensión a un lector
actual, se incluye, además de las anotaciones aclaratorias a pie de
página, un glosario de voces especializadas.
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