Una Buena Noticia para la semana Año II Nº 125 SUMMA Aldapeta Asterako berri ona Escuchar su voz El destacado dirigente comunista italiano Lucio Lombardo Radice (1916-1982) expresaba su admiración y asombro por lo que veía en algunos cristianos: “Para el cristiano es importante dar todo su tiempo con gozo y alegría al enfermo incurable, y dárselo ‘gratuitamente’; para el cristiano es importante acompañar con amor y con paciencia al anciano ya ‘inútil’ en su camino hacia la muerte; es importante cuidar bondadosamente a los seres humanos ‘últimos’, a los más infelices y a los más imperfectos, incluso a aquellos en los que resultan ya indiscernibles los ‘rasgos humanos’”. Es verdad que al lado de eso, la historia y la experiencia nos muestran conductas y escándalos, a mayor o menor escala, de los que nos decimos seguidores de Jesús. Mahatma Gandhi decía: “Cuando escucho las bienaventuranzas, me reconcilio con la naturaleza humana. Cuando observo a sus seguidores, desconfío de ella”. Por tanto, unos escuchan la voz del pastor y otros no; en nuestra misma persona existe el oído atento para algunas cosas, la sordera para otras. En aquel tiempo dijo Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos y nadie puede arrebatarlas de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos uno”. (Jn 10, 27-30) Emailgelio125 del 17 abril 2016 Cuarto domingo de Pascua (C) A pesar de muchos testimonios lamentables y de nuestras propias contradicciones personales y colectivas, la mirada de Jesús sobre los que le siguen continúa siendo positiva y esperanzada: Mis ovejas escuchan mi voz. Su voz se sigue escuchando hoy. El Pastor afirma que conoce a sus ovejas y ellas le siguen. El seguimiento se manifiesta cuidando del hermano, sobre todo del más necesitado. En el don de nosotros mismos nos sentiremos reconocidos por el Señor, nos reconozcan o no los humanos. En todo caso, es aplicable a nuestra actitud ante el mundo lo que dice el Papa Francisco sobre el cuidado de la creación, nuestra casa común: “¡Basta un hombre bueno para que haya esperanza!” (nº 71). Yo les doy la vida eterna. El teólogo Luis González-Carvajal recuerda la anécdota de un sacerdote que, intentando consolar a una mujer que estaba sollozando por haber perdido a su hijo, le dijo que ahora su hijo estaba viendo a Dios. La mujer, interrumpiendo sus sollozos por un momento, le contestó: “¿Le parece esa una buena ocupación para un mozo de 20 años?”. La eternidad equivale, en la concepción de algunos, a un tiempo larguísimo de aburrimiento sin fin. Pero es un permanente ahora que nos permitirá vivir lo que el teólogo ortodoxo francés Olivier Clément llamó el milagro de la primera vez: la primera vez que sentiste que ese hombre sería tu amigo; la primera vez que oíste tocar, cuando niño, aquella música que te marcó; la primera vez de vuestra relación; la primera vez que tu hijo te sonrió; la primera vez… “Después uno se acostumbra. Pero la eternidad es desacostumbrarse “. Una promesa reconfortante de Jesús: nadie puede arrebatarnos de la mano de su Padre y nuestro Padre. Ignacio Otaño SM