HILARIÓN DE KÍEV (ИЛАРИОН КИЕВСКИЙ- ILARIÓN KÍEVSKIJ) SIGLO XI VIDA Y OBRA No se conoce mucho de la vida de Hilarión (s. XI) de Kíev. Se sabe que vivió en el siglo XI, que probablemente recibiera una exquisita formación teológica en Grecia y que fue ordenado sacerdote por Antoni, el fundador del Monasterio de las Cuevas de Kiev, con el paso del tiempo centro neurálgico de la vida cultural y espiritual rusa. Este monje y tratadista fue sacerdote de Berestov y prior de la Iglesia de los Santos Apóstoles de Kíev hasta 1051, momento en el que fue nombrado, por Yaroslav el Sabio, Metropolita de Kíev, trasladándose entonces a la Catedral de Santa Sofía de Kíev. Habitualmente el puesto de Metropolita era ostentado por dignatarios griegos designados por el patriarca de Constantinopla. La fuerte resistencia bizantina a perder el poder de la joven Iglesia Ortodoxa Rusa, hizo que Hilarión sólo pudiera mantenerse en el cargo cuatro años y abandonar, en 1055, en beneficio del griego Efrem. Hilarión también formó parte de la llamada Escuela de traductores de Kíev y colaboró en la redacción del Canon eclesiástico. Hilarión es autor de obras como Profesión de fe, Tratado del bien espiritual para todos los cristianos, Plegaria de nuestro santísimo padre Hilarion, Metropolita Ruso, también se cree que escribió Sermón sobre el hermano estilita, pero sin lugar su obra cumbre es Sermón sobre la Ley y la Gracia, considerada por muchos la primera gran obra literaria de la Rus de Kíev. El Sermón sobre la Ley y la Gracia fue escrito probablemente entre 1037 y 1050, y se cree que la leyó el propio autor, bien en la Catedral de Santa Sofía de Kíev, bien en la Catedral del Diezmo, ante el príncipe Yaroslav el Sabio, su familia y toda su corte. El sermón de Hilarión es una obra llena de pathos patriótico y fervor religioso. La obra, basándose en homilías bizantinas (Basilio, Juan Crisóstomo, Agustín de Hipona) y la retórica encomiástica, está escrita en forma de logos epidiktikos y va dirigida, como el escritor explícitamente declara en el preámbulo, "No al ignorante, pero sí a aquellos que han paladeado en abundancia el dulzor de los libros". El Sermón sobre la Ley y la Gracia se puede estructurar, siguiendo los cánones de la oratoria de epideíctica griega, en cuatro partes: un preámbulo o exordio, una narración, una demostración y un epílogo en forma de oración. Tras una pequeña introducción o exordio, la obra continua, en su segunda parte, con la narración, donde el autor trata el viejo motivo paulino acerca de la supremacía del Nueva Testamento sobre el Viejo, o lo que es lo mismo, de los cristianos sobre los judíos. La Ley de Moisés solamente aparece como anuncio de una salvación que únicamente podría ser consumada por la llegada de Cristo, portador de la Gracia y la Verdad. Este tema se desarrolla a través de una series de antítesis alegóricas, en que acontecimientos y personajes del Antiguo Testamento (Sara y Agar, El vellón de Guideón…) son interpretados como presagios e ideas de la verdad revelada en los evangelios. A continuación, el sermón representa el triunfo de la Gracia divina en una secuencia de antítesis cristológicas, diecisiete en total (cinco se refieren al nacimiento de Cristo, cinco a su vida y siete a su pasión). Esta confrontación entre el mundo cristiano y judío ha dado motivo a diversas interpretaciones críticas. Unos creen que la raíz de esta contraste radica en un tema tradicional de la oratoria de herencia Bizantina; otros creen que se trata de un testimonio más del eterno peligro judío que se cernía sobre Rusia, encarnado en el imperio de los Jázaros; pero la hipótesis más plausible es aquella que ve en el pueblo de Israel una alegoría de Bizancio. Hilarión argumenta que, si bien la Ley fue entregada tan sólo al pueblo judío para que reglamentara su vida, la Gracia o Nuevo Testamento, por el contrario, había llegado a todas las naciones, tenía un significado mundial y, por tanto, cada nación era libre de reivindicar su puesto de igualdad y su autonomía dentro del seno de la familia cristiana. De este modo, a través de esta alegoría Hilarión rechaza las leyes monopolistas de Bizancio que deseaba tener el poder exclusivo sobre la Gracia, trata de quitar al clero griego la aureola exclusivista del apostolado y busca en otra parte la fuente a través de la cual la fe cristiana llegó a los eslavos. A esta parte le sigue la demostración, con la que se pretende evidenciar las posturas defendidas en la narración. Esta tercera parte se revela como una alabanza al príncipe Vladímir el Cristianizador, que es considerado como el primer maestro de la Cristiandad Ortodoxa de la Rus, en un claro deseo de escapar a la supeditación de Bizancio mediante la autoafirmación de la identidad religiosa nacional. Para ello, Vladímir aparece como una especie de Constantino el Grande, un elegido del Señor, a quien se le encomendó la misión de iluminar a su pueblo con la luz de la Gracia. A través de esta interpretación, el poder político de Vladímir es refrendado por el Hijo de Dios y demuestra que la luz cristiana llegó a la Rus no por Bizanco, sino por la acción de Vladímir que inspirado directamente por Dios después de un periodo de ceguera espiritual y concupiscencia pecadora, se habría convertido en el propagador entre su pueblo de la verdad evangélica y por tanto fundador de la Iglesia de la Rus. Hilarión en esta parte también realiza una loa a su protector, Yaroslav el Sabio que consiguió con gran éxito continuar con la obra de Vladímir el Cristianizador, extendiendo el cristianismo por la Rus. Así pues, lo que se había perfilado en las alegorías de la segunda parte del sermón, se ven realizadas en la tercera a través de la reencarnación de Cristo, acontecimiento alrededor del cual se vertebra todo el argumento del sermón. Presagio y cumplimiento corresponden en este caso, a lo que en la técnica retórica del sermón, se denominan figura veritatis y veritas. Esta concepción, tomado de los padres de la iglesia y de la teología bizantina, muestran una serie de augurios de la llegada de de Cristo y de la salvación de futuras naciones, conducidas a la tierra prometida del reino celestial, no por la ley de Moisés, sino por el Gracia del Señor. El Sermón… se cierra con un epílogo en forma de plegaria a Dios De acuerdo con la estilística de la retórica encomiástica, la prosa de Hilarión es rebuscada, rica en efectos sonoros y rítmicos que se consiguen en gran medida a través de asonancias y repeticiones de una serie de palabras o terminaciones, lo que se conoce como homoteleuton. Este procedimiento lo utiliza Hilarión, más que por imitación de la retórica griega, por las posibilidades sintéticas de la flexión eslava. Otro rasgo de su prosa es el isicolon (figura retórica consistente en la correspondencia simétrica entre dos o más frases, periodos o estrofas). Hilarión continuamente utiliza citas extraídas de las Sagradas Escrituras y alegorías bíblicas, como la identificación de la Ley con la esclava Agar y su hijo Ismael, y la Gracia con Sara y su hijo Isaac. Otros recursos muy presentes en la obra son las antítesis, las metáforas (ley=lago seco, gracia=fuente), así como preguntas retóricas y exclamaciones, con las que imprime a su obra emotividad y afectación. La ornamentada oratoria de Hilarión no gustó a todo por igual en la Rus. Hubo autores que se negaron a escribir con ese estilo excesivamente florido y enrevesado, y prefirieron la sobriedad en la expresión como es el caso de las homilías de Teodosio, Abad del monasterio de las cuevas de Kiev, o las de Luka Zhidyata, Arzobispo de Novgorod, escritas en el mismo periodo que El sermón sobre la Ley y la Gracia. El único trabajo existente de Clemente Smolyatich, el segundo ruso nombrado Metropolita de Kiev (1147-55), la Epístola a Tomás el Presbítero, es una defensa de la exégesis alegórica. Los mejores ejemplos de sermón retórico en la literatura rusa antigua los encontramos en las obras de Cirilo, Obispo de Túrov (†1182). Cirilo escribió epístolas, parábolas, oraciones, himnos y sermones, un buen número de los cuales fue incluido en antologías rusas de homilías griegas como el Crisóstomo o Panegyrikon, un claro signo de su popularidad. Las obras más representativas son sus ocho sermones de Pascua. Su carácter compilatorio y su falta de originalidad han sido en exceso criticadas por eruditos modernos, pero el uso de las obras de otros autores por parte de Cirilo no le impidió ser original. Cirilo escogía una estrofa de la Biblia, un pasaje de Juan Crisóstomo, otro de Cirilo de Alejandría, un tercero de Simeón Metafrasto y los ensamblaba en una suerte de collage de citas, alusiones y paráfrasis. Entre las estratagemas retóricas favoritas de Cirilo se encuentran las antítesis, el isicolon, los paralelismos, las comparaciones, las prosopopeyas, y las recreaciones ficticias de los discursos, como, por ejemplo, en el Sermón de la deposición. Del mismo modo que en El sermón de la Ley y la Gracia, el sermón de Cirilo es cristocéntrico, pero sus alegorías son menos dogmáticas y más intuitivas que las de Hilarión, y su retórica esta preñada de liricidad.