REFORMA DEL SISTEMA ELECTORAL EN LAS ILLES BALEARS (I) Editado por Centro Estudios Estratégicos de las Illes Balears C/ Cova d’es Carritx, 12- PB-1º 07760 Ciutadella de Menorca – Illes Balears Inscrito en el registro de asociaciones de las Illes Balears.- núm. 311000009159 CIF.- G57931610 E-mail.- [email protected] Fecha.- 06.05.2015 Autor.- Pep Ignasi Aguiló Fuster Palma de Mallorca, 1962. - Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales.- Graduado en Microeconomía por la London School Of Economics ans Political Science.- Doctor en Economía por la UIB. Profesor Titular de Escuela de Economía Aplicada del Departamento de Economía Aplicada de la UIB desde el año 1991.- Secretario de la Escuela de Estudios Empresariales (1992-1995).- Director de la Escuela de Estudios Empresariales (1995-2003).- Presidente de la Comisión de Trabajo para la elaboración de la Memoria del Consell Econòmic i Social de las Illes Balears (2003-2007).- Miembro de la Comissió Assessora de l’Institut Balear d’Economia.- Miembro de la Comisión Gubernamental de Expertos en turismo para el estudio del “ todo Incluido” (2006).- Profesor del Campuds Virtual.Profesor de la Facultad de Derecho y de Economía de la UIB.- Autor de varios libros y material didáctico.- Elegido diputado autonómico en 2011.- Vicepresidente Económico y Conseller del Govern de las Illes Balears 2011-2013.- Concejal en Ayuntamiento de Palma de Mallorca desde Junio 2015.Colaborador en diversos medios de comunicación. 1 La crisis económica que se inicia en 2007 puso sobre la mesa la necesidad de modernizar y adaptar las estructuras económicas y políticas nacionales a la nueva realidad mundial caracterizada por un mundo mucho más interconectado e interdependiente que conlleva la exigencia del aprovechamiento exigente de los recursos, es decir, la necesidad de estar permanentemente vigilante para evitar despilfarros. Desde mayo de 2010 cuando el Gobierno de entonces decide reconocer la existencia de la crisis y su gravedad, se pone en marcha un proceso reformista, que se verá reforzado con la llegada al poder del PP junio de 2011 en las CCAA y seis meses después el Gobierno del Estado. Se llevan a cabo reformas importantes, como la modificación de la propia Constitución en aras a una mejor administración de los recursos públicos; reformas sobre el sistema de pensiones; reformas del sistema financiero con la desaparición de la práctica totalidad de las antiguas Cajas de Ahorros; sobre una parte de la legislación laboral; sobre la política energética desarrollada hasta ese momento; sobre parte de la legislación fiscal, etc. A nivel autonómico, la mayoría de las comunidades han seguido ese mismo camino, con cambios en la legislación comercial, de turismo, territorial, etc. Sin embargo, muchas de esas reformas no se han podido completar y muchas otras han quedado, simplemente pendientes, como la reforma de la propia administración pública. Debido, principalmente, a la fuerte contestación social que ha experimentado todo el proceso. Parte de esa contestación social que puede tener su origen en una crisis añadida a la económica de representatividad, ya que los ciudadanos perciben a los políticos como personas distantes, que toman decisiones de forma desconectada con respecto a los deseos de sus representados. A lo que hay que añadir el afloramiento de muchos errores de inversión pública y de acción política cometidos en el pasado, cuyo máximo ejemplo son la gran cantidad de infraestructuras sobredimensionadas y, muchos de los casos de corrupción frecuentemente vinculados. En buena medida, el rechazo al cambio es lógico y fácilmente explicable, ya que los potenciales perdedores evitarán que se produzca, mientras que los potenciales ganadores no estarán seguros de una ganancia que, ciertamente, todavía está por venir. Sin embargo, cuando el cambio es imprescindible, como con la actual crisis, una 2 parte del rechazo proviene de la incomprensión que generan las decisiones tomadas en un ámbito político que se percibe como distante y oscuro. La ciudadanía observa los parlamentos, tanto nacional como autonómicos, como aquellos lugares en donde se juega una especie de partido de fútbol en que los goles se meten cuando se le dice al contrario “y tú más”. Dejando una amarga sensación de orfandad tanto para la comprensión de las medidas tomadas, como para la búsqueda y comparación de las alternativas de solución. Sin embargo, cuando se produce una situación de decrecimiento o estancamiento económico la política tiende a ganar protagonismo al transformarse la economía en un juego de suma cero, en donde la única forma de ver un futuro mejor es a costa de otros grupos sociales Todo esto debería haber puesto sobre la mesa la necesidad de reformar los propios partidos políticos y el sistema de representación. Sin embargo, esta reforma no ha estado en ninguno de los potenciales foros. Se toman decisiones de reforma que casi nunca afectan a los propios dirigentes. Generando una sensación de frustración que se ha traducido en la percepción de que la alternancia en el gobierno ha dejado de ser un instrumento de rendición de cuentas de los políticos para con la ciudadanía. Ciertamente, la duración de la crisis ha provocado que la alternancia en el poder no haya reducido el descontento con nuestro sistema político. La aparición de partidos radicales, creados de forma rápida, con mensajes populistas de corte extremista, se ha de interpretar más, como una reacción a la situación descrita, que como de una alternativa. Ahora se tiene la oportunidad de liderar un nuevo proceso de cambio, esta vez en el ámbito estrictamente político, que contribuya a aumentar la vinculación del conjunto de la ciudadanía con sus líderes políticos, al tiempo que refuerza el papel de las instituciones. Contribuyendo decisivamente a la necesaria estabilidad que requiere toda sana economía. Una reforma de los partidos, y sobre todo, del sistema de representación podría ayudar a recuperar la confianza en la política. Pues un mejor sistema de representación podría facilitar la completar las reformas pendientes. La calidad de la política estará muy correlacionada con la calidad de los resultados. Decía el Premier británico Disraeli que los partidos políticos son la opinión organizada de un país, al agregar preferencias, presentándolas en forma de programas, con la iniciativa en el debate, implementado políticas públicas y seleccionando a la élites. 3 Sin duda, los partidos políticos son, y deben seguir siendo, la pieza fundamental para la participación de la ciudadanía en la res-pública. Por ello es fundamental minimizar la percepción negativa que de ellos tiene una parte nada despreciable de la población. Quizás, parte del problema reside en que los partidos son organizaciones que también necesitan adaptarse a la demanda de “más política” que existen entre los ciudadanos. De hecho, hasta ahora, se ha intentado que prime la fortaleza de la organización sobre la propia participación de la militancia y simpatizantes, utilizando el instrumento de las listas cerradas y bloqueadas, mediante un sistema de representación proporcional que permite la participación de las minorías. Este instrumento ha contribuido a cohesionar las decisiones de los diferentes partidos, haciéndolo más homogéneo, disciplinado y coherente, proporcionando un sólido respaldo de los grupos parlamentarios mayoritarios a los correspondientes gobiernos. Y facilitando la participación de los partidos minoritarios Pero al mismo tiempo, ha dificultado la modernización de la organización, y la ampliación de la base social sobre la que seleccionar a sus propias élites. De hecho los incentivos de, por ejemplo, los diputados no siempre están en representar a sus votantes, sino en intentar ser leal con la cúpula, desactivado, de esta forma cualquier control interno. De esta forma, a su vez, los líderes no cuentan con los filtros oportunos para que sus decisiones tengan la aceptación social requerida. Experimentando lo que podríamos llamar una fuerte soledad en la cumbre. El sistema electoral español está en la base de este asunto. Se busca un sistema de partidos estable, con mayorías fuertes en los parlamentos, en especial en el Congreso, evitando el modelo de la Segunda República. Todo esto es una trampa que hace complicado el control político y refuerza un alejamiento de las élites de sus electores. Estableciendo una especie de barrera entre el líder y sus electores constituida por unos cuadros intermedios excesivamente atentos al seguimiento de las directrices marcadas, es decir, dificulta la necesaria circulación de información de abajo a arriba. Lo que a su vez tiene el efecto de alejar a los votantes del propio líder. Desde luego, una de las bases de la democracia es la capacidad que tiene los votantes de despedir a sus líderes políticos. Lo que significa una forma de rendición de cuentas. Pero cuando una parte importante de los cuadros intermedios son seleccionados en exclusiva por la cúpula sin vinculación alguna con los procesos electorales, el sistema 4 de rendición de cuentas fracasa. Un político que no depende de la militancia tenderá a ignorarla debilitando la democracia interna y la representatividad del partido. Quizás por ello no es raro que una parte de los notables más ideológicamente coincidentes con las cúpulas basen su carrera en persuadir al líder de lo políticamente anodinos e inofensivos que son. Mientras que los que muestren alguna discrepancia, por puntual que esta sea, desarrollaran un fuerte sentimiento de lejanía. Y si con el alejamiento, esa discrepancia se agranda, en ocasiones, optarán por crear un nuevo partido, debilitando al de procedencia. En este ambiente, las minorías organizadas, los lobbies, las patronales, los sindicatos, etc. que disponen de motivación, estructura, agenda, tiempo y recursos para tratar de influir políticamente serán percibidos como mucho más próximos al poder que los propios ciudadanos. Pues las mayorías ni siquiera se hacen visibles salvo en momentos esenciales como unas elecciones. Y sin embargo, la opinión pública cada vez necesita más nichos de opinión igual que los consumidores necesitan más productos más diferenciados. Sin duda, lo adecuado sería encontrar esos nichos en los grandes partidos y no, en la proliferación de pequeños cuyas diferencias no son siempre fáciles de visualizar. Pues por el principio de ignorancia racional, no se puede esperar que sea el ciudadano quien reúna toda la información política necesaria para emitir un voto suficientemente ponderado. Siguiendo este razonamiento se puede añadir, además, que los partidos no han sido proclives a la transparencia institucional siendo también, lo que a su vez ha dificultado el reclutamiento de los ciudadanos de mayor mérito. De hecho, el papel de las relaciones informales ha sido y continúa siendo fundamental y muy difícil de conocer, para poder participar de la actividad política. Todo lo señalado se puede convertir en argumentos que legitiman la reforma. Sabiendo que ésta, por sí sola, no es suficiente para revertir la subjetiva sensación de descontento. Y mucho menos para conseguirlo de forma rápida. Los cambios siempre requieren del tiempo suficiente que permita evaluar sus resultados. Pero quizás podamos tener una mejor política a medio y largo plazo. Y al mismo tiempo, facilitar la toma de decisiones en el resto de ámbitos que pueden hacer del reformismo una actitud permanente, muy adecuada para el cambiante mundo de nuestro tiempo. Pedirle a la política que responda a cada uno de nuestros deseos es poco realista. Pero reflexionar cómo se podría lograr una mejora de la representatividad debería constituir una búsqueda permanente de todo el sistema. 5 Seguramente por todo lo anterior varias han sido las CCAA que han planteado reformes electorales de distinto tipo en los últimos años. Cataluña, Asturias, Madrid, Andalucía y Valencia como mínimo. También, Castilla-La Mancha y Baleares con su disminución del número de parlamentarios. En definitiva, las listas cerradas y bloqueadas del actual sistema proporcional no favorecen (incentivan) la relación directa entre el elector y representante. De hecho, nos podemos encontrar con que muchos de los actuales diputados de los diferentes parlamentos es posible que no hayan participado en la campaña en que fueron elegidos. Probablemente la simple apertura de listas tendría unos efectos demasiado pequeños para que valga la pena su adopción, tal como muestra la experiencia del Senado en donde están implantadas desde el origen de la democracia. Por todo ello, la que se presenta como mejor opción sería una variante del llamado “modelo alemán” con la combinación del sistema proporcional con el mayoritario permitiendo el cumplimiento, de esta forma del artículo 41 del Estatuto de Autonomía de las Illes Balears, que establece: Art. 41. Composión y régimen electoral 1.- El Parlamento estará formado por los Diputados del territorio autónomo, elegidos por sufragio universal, igual, libre, directo y secreto, mediante un sistema de representación proporcional que asegurará una adecuada representación de todas las zonas del territorio. 2.- La duración del mandato de los Diputados será de cuatro años. 3.- Las circunscripciones electorales son las de Mallorca, Menorca, Ibiza y Formentera. 4.- Una ley del Parlamento, aprobada por mayoría cualificada de dos tercios, regulará el total de Diputados que deben integrarlo, el número de Diputados que debe corresponder elegir en cada una de las circunscripciones electorales y las causas de inelegibilidad y de incompatibilidad que les afecten De esta forma la solución propuesta pretende combinar el sistema proporcional señalado en el punto 1, con otro mayoritario que mantenga las circunscripciones de cada una de las islas. 6 PROPUESTA DE REFORMA Situación actual Para el caso de Baleares, el actual Parlamento cuenta con 59 diputados elegidos mediante listas cerradas y bloqueadas en cuatro circunscripciones de sistema proporcional, una por cada una de las islas con el siguiente Reparto: Mallorca 33 diputados 56% del total Menorca 13 diputados 22% del total Ibiza 12 diputados 20% del total Formentera 1 diputado 2% del total Propuesta alternativa a) 33 diputados elegidos en circunscripción única para todas las islas Baleares El Parlamento continuaría contando con 59 diputados de los cuales 33 ( 56% del total) serían elegidos mediante lista cerrada y bloqueada en una única circunscripción para las 4 islas mediante sistema proporcional, pudiéndose modificar simultáneamente el límite del 5% de los votos válidos emitidos como requerido para la atribución de escaños. Esto conllevaría un esfuerzo de la unidad entre islas, ya que cada uno de estos 33 diputados tendría la representación de todo el cuerpo electoral balear con independencia de su origen. Esto facilitaría, por ejemplo, el que el cabeza de lista no fuese, necesariamente, mallorquín. Es evidente que los partidos procuraran que en sus listas figurasen candidatos de todas las procedencias. Es decir, que es de esperar que en las listas que se elaboren por los partidos haya candidatos de cada una de las islas. La circunscripción única evita los problemas asociados a la distribución de escaños, de forma que desaparece la desigualdad territorial del voto; y se mejora notablemente la proporcionalidad al reducir la pérdida de restos. También, puede dificultar la formación de mayorías absolutas, con sus ventajas y desventajas. 7 El inconveniente es que se incrementa la distancia entre representante y representado, por lo que es necesario corregir este defecto con el siguiente paso. Los distritos electorales deben reflejar la realidad política de una comunidad, pero también la pueden crear. La realidad política de las Islas Baleares como comunidad se ha visto notablemente respaldada desde la aprobación del primer Estatuto de Autonomía, por lo que esta propuesta puede ser considerada como una adaptación a esa realidad, a la vez que la intenta reforzar. Esta lista cumple con el requisito estatutario del sistema de representación proporcional. b) 26 Diputados elegidos por distritos uninominales. Los 26 parlamentarios restantes (44% del total) se elegirían por sistema mayoritario en cada uno de los distritos a definir en cada isla y repartidos de la forma siguiente: Mallorca 14 diputados/distritos 54% de los 26 Ibiza 6 diputados/distritos 23% de los 26 Menorca 5 diputados/distritos 19% de los 26 Formentera 1 diputados/distritos 4% de los 26 El diseño de los distritos lo debería realizar la Junta Electoral, ponderando, principalmente la población y el territorio. Es importante que la delimitación de los distritos recaiga en órganos lo más neutros posibles para evitar el llamado gerrymandering. En cualquier caso se cumple el punto 3 del artículo 41 del Estatuto de Autonomía, ya que estos diputados se corresponden con las circunscripciones de cada una de las islas. Estos diputados obtendrían su escaño tras pasar dos procesos electorales, el primero, (a determinar definitivamente) un año antes de las elecciones autonómicas mediante un proceso abierto entre todos los aspirantes de un mismo partido para representar a cada uno de los distintos distritos electorales. 8 El segundo proceso electoral, se llevaría a cabo a la vez que la elección de los 33 parlamentarios del sistema proporcional. Los diputados elegidos por este sistema se deben, de forma directa, a sus electores por lo que sería de esperar que mantuvieran un contacto permanente con ellos durante los cuatro años de la legislatura. Aumentando notablemente la representatividad percibida por los electores, pues el diputado gana relevancia sobre el partido. Este nuevo sistema conlleva un cambio en la concepción del principio de disciplina de partido, ya que los diputados de distrito se deben mucho más a sus electores que a la disciplina del propio partido, por lo que no es descartable que en algunos asuntos puedan discrepar con las posiciones adoptadas por las cúpulas dirigentes. Obligando, de esta forma, a un ejercicio permanente de diálogo y negociación. Quizás también se podría pensar que la disciplina de partido se podría activar de forma obligatoria para determinados temas de especial trascendencia cuando la toma de posición ha sido resultado de un debate interno que quede reflejado en documentos como el propio programa electoral o similares. La experiencia de los países con sistema mayoritario es que la disciplina de partidos tiene grados de cumplimiento de en torno al 75% u 80%. Que, evidentemente, no es el 100% de la situación actual española pero sí el suficiente como para que cumpla la máxima de Disraeli señalada más arriba. Por supuesto, el perfil de las élites así elegidos cambia respecto a la situación actual, aumentando la exigencia de capacidad política mostrada por los candidatos. Tanto, si lo son del sistema directo de distritos uninominales, como sí lo son a través del sistema proporcional, por efecto de la competencia. En definitiva, esta modificación electoral podría servir para acercar las decisiones de los políticos a la ciudadanía y a la inversa, sin que se deje de cumplir el principio sociológico de la ignorancia racional. Se trata de un ajuste al actual sistema y en ningún caso de un cambio radical. Pues mantiene un grado de apoyo suficiente a las cúpulas que les permite mantener su adecuada capacidad directora, mientras que, al mismo tiempo, se da entrada a un nuevo tipo de diputado, más pegado al terreno, que tendrá un perfil diferente del actual, redundando, todo ello, en un aumento de la percepción de mayor participación y representatividad. La ciencia política es consciente de que la legislación electoral se muestra particularmente rígida y resistente a los cambios, hasta el punto de que para algún 9 autor, solo se produce la reforma como consecuencia de situaciones históricas extraordinarias. Aunque en los últimos tiempos se ha podido apreciar, sin embargo, que esas resistencias no son tan exageradas, pues diversas democracias consolidadas han procedido a modificar sus sistemas electorales en las últimas décadas. Incluso, en los últimos tiempos, se ha abierto en nuestro país la reflexión sobre la necesidad de revisar nuestro sistema electoral. Por todo ello no debería resultar imposible reabrir la discusión en aras a conseguir un refuerzo del vínculo entre representantes y representados a la vez que ahonda en la división de poderes que permite el juego de contrapesos y balances (checks and balances) propios de las más robustas democracias. Efectivamente, tras treinta y cinco años de democracia constitucional, superadas las incertidumbres sobre el futuro de libertad en España y comprobado la rigidez del sistema representativo parece llegado el momento de introducir algunos cambios que contribuyan a reconciliar a la ciudadanía con la política y los políticos. Que todo este proceso de cambio se iniciase en la CCAA de las Islas Baleares demostraría que la secular capacidad de iniciativa de los isleños puede seguir siendo un ejemplo a seguir en el resto del país. ------------------------------------Informe autorizado por CEE-IB 10 GRACIAS POR SU ATENCIÓN