Reflexiones sobre la Guerra de la RestalrracIOn Francisca Antonio vel lino' Criterios preliminares de nuestra interpretacién histsrica. En e[ recién iniciado siglo XXI, es un lugar corniiin de los estudiosos de la historia dominicana valorar los hechos socio-políticos transcurridos de 1861 a 1865 como los acontecimientos que iniciaron el protagonismo de las masas populares, sobre todo campesinas. y algunas capas urbanas en las luchas patrióticas y Ias lides políticasEn la realidad de las cosas, las luchas sociales en todas las épocas. países y regiones del mundo las han realizado los puebIos. Los jefes de tribus, caciques, jeques, caudi'lloc, dirigentes, líderes, confame prefiera Ilamárseles segiui los ~iemposy I ligares de actuación. han sido los conductores principales que organizaron y se beneficiaron mayormente di: los hechos l~istóricoc. Acaclérnica correspondiente de Ia Acadcmix Dominicana dc la 1-Lisroria. 1 l Los grandes cambios sociales y políticos en la historia humana no han sido hasta nuestros días (2003) otra cosa que una lricha más o menos violenta hasta llegar a la guerra que concluye con Isi dominacibn de Ias mayorías por las minorias. Bien es verdad que estas minorias han sido en escala ascendente mas numerosas en e1 largo trayecto de Ia historia: la aristocracia gentiIicia de la antigua Grecia; los patricioc romanos; [os señores feudales; la alta burguesia; y el partido del proletariado y su vanguardia (los jefes del partido). Desgraciadamente, inclusive en los experimentos socialistas del pasado siglo XX, siempre se formó una burocracia minoritaria que gobern6 y, en mayor o menor medida. se convirtió en una nueva clase privilegiada. Esperamos que en un futuro la humanidad pueda superar esta fatal tendencia hasta llegar al gobierno de las mayorías. Partiendo de esta constante de Ia historia humana es que intentamos comprender la historia dominicana de 1 861 a 1865, Ahora bien, estos hechos sociales no pueden expIicarse si11 tener en cuerita los aconiecimicntos que les precedieron: los más importantes fueron la hegernonia haitiana de 1823 a 1844 y las guerras de Independencia. (Separación como decían quienes la hicieron). En otras palabras, la historia de la isla, toda entera, debe procesarse en el taboratorio. No podemos hacer un estudio serio de nuestro pasada sin tener en cuenta Ea historia de la colonia francesa. stt revolución antiesclavista y el surgimiento del Estado Haitiano. De ahi hemos partido, para tratar de aproximarnos a una comprension de la Guerra de la Restauracibn. Itcticsicincx sobre In (;ucrn dc In Rcanunción El criterio básico de interpretacibn es el siguiente: la insurreccion antiesclavista haitiana desplazO del poder y exteminb a los dominadores franceses y de su volcán surgieron dos aristocracias o diles: una mulata y otra negra, las cuales se disputaron el poder en todo el decurso de la historia de ese pueblo, Desde las luchas guerreras con la colonia francesa, y luego, enfrentados al recién constituido Estado Haitiano. los dominicanos forjaron una alianza tácita de clases que la minoría prohispánica rompió en 1861. De esta ruptura surgió la Gucrra dc Ia Restaurnción. MEis tarde. después de la derrota del baecismo y la casi realizada anexión a los Estados Unidos de Amhica (1879-71) se formó una "renovodu" mistocracia -el Partido Azul. mezcla de las antiguas clases dominantes y Ios caudillos y líderes ideol8gicos- surgida de las consccuencias IiistOricas de la Guerra de la Restauradh. Este proceso se acentuó con la preeminencia del caudillismo de Ulises Heureaux. VisiOo sociológica Los 78 años que transcurrieron desde 1795 hasta 1873 fueron el periodo de FomiaciOn de la conciencia nacional dominicana. Durante ese largo espacio de tiempo. los dominicanos padecimos la dominacibn de dos naciones europeas y una americana. En 1795 fuimos enajenados a Francia por e1 Tratado de Basilea, e-jeecutad en 1801 por un ejército Iiaitiano, bajo el rnandn de Teussaint Louverture a nombre de Francia. 1 l l I l I l En 1802 fuimos invadidos par un ejercito frances al mando del general Leclerc, En 1805 un ejército del recién formado Estado Haitiano nos invadib con el prop~sitode expulsar a los franceses y hegemonizar el poder político en toda la isla. Fracasó su expedjcibn y en su retirada saqueó poblaciones. persiguib personas inocentes. secuestró y asesinó varios cientos de inermes pobladores no beIigerantes. Habían surgido de la guerra social haitima una nueva aristocracia: la éEite mulata y la negra que pondrían en acción estrategias para hegemonizar el poder político en toda la isla. En 1809. con ayuda española e inglesa, encabezados por la aristocracia de origen español. fue exptilsado (31 ejército francks de apenas mil soldados. En vez de constituir un Estado independiente, se produjo la reincorporación a España restablecíendose la colonia. Este acto de sumisión al orden colonial fue un hecho casi único en Ia historia decimonónica de Hispanoamerica. En 1 821 Fueron expulsados los espafaoles y se intentb la incorporarnos a la Gran Colombia del libertador Simón Bollvar. Antes de haber transcurrido dos meses fue aceptada, casi forzadamente, la unificacibn con la República de Haití. La élite de la aristocracia crioI1a dc estirpe española se vio obligada a ceder su recien alcanzada soberanía ante la acci8n politica de la aristocracia mulata Izaitiana. que obtuvo la colaboración de esa aristocracia, las clases medias de sangres mezcladas y 12,000 esclavos recikn liberados. En 1844 se produjo la separación de los haitianos y hubo qiie defender la independencia politica en cuatro sangrientas campanas de guerra: 1844,1845,1849 y 1855-56. En 1861: se renirnció a Ia independencia con una nueva teincosporaciOn a España. ¿Por qué todas estas vicisitrides que condu-jeran a tantos cambios en el dominio político ejercido sobre la sociedad de los continuadores históricoc de la antigua colonia espaliola? La respuesta a esta incógnita nos conducirá a la comprensibn de las causas de la Anexión a Espafia 186 1 y de su consecuencia lógica: La Guerra de la Restauración. Según Jean, Price-Mars, tomando prestado el tropo de Renedetto Croce, la gran insurrección antiesclavista haitiaila fue ?u harsfia de la liherrad. Lo fue. indudablerncnte, pero desgraciadamente Dessalines rnanch0 la gloria de la gesta con Ila grave ctrlpabilidad del genocidio de toda la pobIaciíin francesa. Este holocausto irnprimi~uia profundo sentimiento de horror, indignación y temor en la psicoIogia colectiva de las pobiadores de la antigua colonia espanola. A partir de este proceso histórico. toda la accion politica de Ia mayoría de los dirigentes de los continuadores hislóricos de la colonia españoIa. se impulsó por ese sentimiento de horror, indignaci6n y iemor. I-labia que evitar !a repeticibn en la Parte del Este. de una giicn-a social inmisericorde. que trastornara el orden social crinvirtiendo en dominadores a los dominados, y en dominados a 10s clorninadores. Era el "inunda al revés". En la República de Haití las africanos mandaban y los europeos que quedaron vivos (muy pocos) obedecían. En el siglo XIX Europa dominaba. en procesa expansivo, a una parte de América. una apreciable porción de África y algunos territorios de Asia. El sistema capitalista y el perfeccionamiento de las armas de fuego habían permitido imponer su dominio en una gran parte del pEa Ese orden jerirq~iieo,que se consideraba consecuencia de la superioridad innata de los europeos, se veía cuestionado por la proeza haitiana. A los antiguos colonris españoles les resultaba difícil aceptar ese "mundo al reves" que significaba la Revalucicin Haitiana y su nuevo Estado independiente. Asi las cosas, en la Parte del Este. hegemonizada por los kaitianos, sólo un pequeno grupo de hombres de excepci0n. encabezados por Duarte. concibió la independencia absoluta. Ese es el gran valor de Duarte: le bastá la experiencia del despotismo haitiano para concebir Ia nacionalidad dominicana. Muclios entendieron que no era posible la plena soberanía, pues para ellos Io esencial era evitar la repeticibn del "mal ejempIo haitiana", y en cansecuencia, era preferibie un protectorado o, mejor aún, la anexi8n a una gran potencia europea o americana de o~igencaucasico. Los próceres de excepciíin. los nacionalistas quimicame~ite puros. los Duarte, Sáncl~ez, Mella y sus seguidores. fueron desterrados: se iinpusieron Santana y Biiez- caudillos anesianistas. Sanehez y Mella regresaron a partir de 1848 y se integraron a las pugnas partidistas (santanismo-baecismo). Durante la Primem Repzjblica ( 1 844- 1 861 ) la hegemonia politica en las luchas internas fiie de Ia aristocracia dc origen espafiol. El mismo BAez actuaba por ideología e intereses de clase como caudiIlo anexionicta. En esa contienda interna terminaron por imponerse los smranistas. Esta divisiOn de la aristocracia de estirpe española se reflejaría notablemente durante la Anexión y la Guersa de la Restauraciiin. El 18 de marzo de 1861 Santana anex6 Ia República Dominicana a la nlonarquia española. La oposiciún a la anexihn a Espana la iniciaron desde antes de su consumación los pr6ceres que permanecieron fieles a su compromiso político dc 1844: Sjncher, y Mella, quienes habian sido desterrados para facilitar el crimen de !esa patria. Fueron ellos quienes encabeziiron desde el exilio y los nacionalistas de San Francisco de Macoris y Moca. las primeras resistencias a la anexibn. Los partidarios de Báez se sumaron a Ia resistencia frente a la anexiiin. mas por sii an tngonismo a todo lo qiie hiciese Pedro Santzina que por una genuina conviccEOn de patriotismo. La encubierta propaganda por la Anexión si España la hicieron Santana. sus cons~jerns y tenientes politicos. ofreciendo e1 acariciado ensueño de la rnodernixacibn capilalista. que. en cierto modo. Iiabisi ya propriesto a fines de3 siglo XVIIl el padre Antonio Sánchez Valverde, consiciente en endurecer la esclavitud para alcanzar la eficiencia prodtictiva de Ia colonia francesa. Ahora se acariciaba la posibiIidad de iin orden colonial semejante al d e Cuba y Puerto Rico. En el convenio de Anexibn se había estipulado qiie la esclavitud no seria reimpuesta. Resultaba obvio que el propósito de imitar ir alas colonias esclavistas de Cuba y Puerto Rico contradecía esa estipuIaciOn del pacto de h e x i b n . Todo indicaba una obligacibn que, más temprana que tarde. teni~inaria incumpliéndose; así fue vista por José Contreras en mayo de 1 86 1 y por nriichos otrris dominicanos ilustres, que ya Flslbian alcanzado la intelección de la identidad nacional. Seguramente fue Iijo de Ia nostaIgia hispánica de fines del siglo XIX. el aserto de José GabrieI García. que considero iin absurdo pensar que Espafia restablecería la esclavitud. Santana y los propagandistas de los beneficios de Ia Anexibn ofrecieron y lograron pactar en la convención del hecho: 1. El no establecimiento de la esclavitud. 2. La Repítblica Dominicana. al ser anexionada. se consideraria como provincia de España. 3. Se utilizarían los servicios del mayor numero posible de aquellas hombres que le habían prestado servicios importantes a la patria desde 1844. 5. Se reconocerían todos los actas de la Repiiblica Dominicana de 1844 a 186 1. Los partidarios de la Anexión difundieron la esperanza de que la administraciól~española redizaría la constmcción de caminos. puertos y otras obras pfiblicas necesarias para el desarrollo del comercio. Se presentó el gobierno español como una instltucicin civilizada y progresista. Bien pronto los dominicanos se percataron del iIirnitado autoritarismo de la administraciót~española, con los fusilamientos de Moca, San Juan y Santiago. La moneda dominicana, que se ofrecía amortizar favorablemente. sólo se canje6 a contados persona-!es muy allegadas aI estrecho núcleo de los amigos del general Santana, mieiitras los comerciantes hacian del cambio un desvergonzado y lucrativo negocia. A las masas populares y a los que no eran santanistas se les rechazaba e1 cambio de la moneda ba-jo el pretexto de que las papeletas estaban muy deterioradas y podían ser falsas. SóIo un rninitsculo grupo de oficiales permaneció en el e-i<ércitactivo. la gran mayoría fue relegada a la reserva pagándosefe Pa mitad del sueldo que percibía un oficial español. Las obras públicas se demoraron indeiinidarnente, no se veía ninguna mejora económica, sino qtie por el contrario los comerciantes españoles recien llegados les hacian una competencia desleal a los comerciantes domiriicanos. El autoritarismo se hipertrofió y degeneró en despotismo. La hiteleraiícia se estrernb en lo religioso, imponiendo un l I 1 l control indiscreto en la vida privada de los sacerdotes dominicanos Iirnithdoles sus ingresos. Se prohibió la prictica de los cultos religiosos del cristianismo reformado, También se prohibieron las sociedades rnasiinicas. Tal vez el mayor error politico fue que no se hizo n a h para impedir e! prgjziicio racial y las prricticas de discriminacibn racial que se copinbatr dr Crtbny Puerto Rico. Los dominicanas se percataron. casi de inmediato. que eran súbditos de segundo orden por el simple hecho de teiler sangre mezclada. Recuérdese que la generalidad de 10s colonos de la Parte de1 Este eran hibridos desde la segunda mitad del siglo XVII y Ia mayoría de la poblacióri continuaba siéndolo en mayor proporción en la segunda mitad del siglo XIX. Los prejuicios raciales que exl-iibiemn los españoles liacian temer que la esclavitud podria restablecerse en un futuro próximo. Los excesos arbitrarios del general Buceta, nefasto jefe militar del Cibao, colmaron Pa copa de la paciencia dominicana. Fuc la cruda realidad dcl rkgin~cncolonial españo1 Ia causa de que muchos dominicanos que siguieron sintiéndose espafioles a pesas de las independencias de 1821 y 1844. cambiaran sus convicciones políticas. De,~p~lés de 1861 el despotismo español y la discviminaci0~7racial, religiosn y doctrinal, los llevó no sblo a diferenciarse de los haitianos, sino rambien de los españoles. La Guerra de la Restauración fue el inicio del final procesal de la concepcibn colectiva de la identidad nacional como llegaron a sentirla e imaginaron su onticidad los dominicanos de la segunda mitad del siglo XIX y e1 siglo XX. AproximaciOn para la comprensión sociol6gica de la proeza militar de Ia Guerra Restatiradora Numerosos partidarios de Smtana y España bien pronto desertaron y se sumaron al movimiento restaurador. Este proceso expIica el portentoso milagro militar que fue la ripida derrota del e-jéercit español en toda la Línea Noroeste y casi todo el Cibao. En poco menos de 30 días,' los restauradores expulsaron del Cibao a las tropas españolas y sus genedes y asesores criollos sOIo pudieron defender y retenes en sus manos una Puerro PIata sitiada y a Sarnaná practicamente no hostiIizada. La Guerra de 1a Restauracibn, que hnbia comenzado como una conspiración de los oficiales hitiridos de los mandes medios del ejército diseminados en la Línea Noroeste, o .a del los en Haiti, [a colaboraci6r pulsu. inado. Se kabí rtido en tina g~ ¿Corno explicar este prodigio politico y militar? Ni la pericia ni el don de mando del general Gaspar Polanco, o el itaIento, audacia y valor de generales como Santiago Rodríguez, Gregosio Luperón, Benito Monción. Pedro Antonio Pimentel, Federico de Js. Garcia, José Cabrera, José Aritonio Salcedo y tantos otros alcanzan a explicarlo. i E1 13 de septiembre Buccta se retirO de Santiago y se alxiii paso haaa Puerco Plata. La razón es mas profunda que una acertada direccion política y miliitar. La,S domiriicanos vivieron una alianza de todas sus clasles sociales para enfrentar al adversario Francés durante: los ciglos XVI del Or 111, En el siglo 844-1 85i6) se reconstr XIX 1 la alianza para --. J Y---.*Zresistir priIriziu y ut-rrutar uebpucs iii 11cgemonia de los haitianos. Ahora, en 1861, se reconstruía Ia alianza rota parcialmente por Darte del sector anexlonista de los criollos de elevada condiiriOn social. Enr:I Cibao i y luego en todo el país, las masas de can!=res mí y la minoria nacionalista dii los cricjllos ilu!jtrados s in de nuevo para enfrentar a Ic ioles y a sus a criollos. Es~a nlionza inició rn Jormacion ue una nuevo ar-iii.~ricaaciu, ctyo ilite J-ormaría,andmdo el /ie??p~, los cz~ndrosdirigentes del Partido Azill. I . I Guerra de independencia y guerra civil a la vez fue el signo característico de Ia gesta de la Restauración. Las descripciones de Luper6n. Reidrígues Objio, Bonó, La Gándara, Gonzilez Tablas, José Gabriel Garcia, Archambault ez Mor illo no igar a Ejudas sclbre el carácter n de est,a cruent . en la qile se seritenció a inuerte 2 a Pedro Santana y st: urgmiizaron I os Con: i ~ j o sde Guerra Verbales para castigar a los homlsires que colaboraban y espiaban para los anexianistas. ' z Rodrígucz Dernnrizi, W o . -4cfos -1, dot./nr~t~rie/ ?ohitrrto de b Re.rtuio-(~ci~in, Sanra Domingo. Editora del Caribe. 1963 pp.72-73. (r\cademia Dominicana Jc Ix Historia, Vol. A y . r Rodw'gucz Qemoriai. I~mlio. ILYOJ.-~ tlo~n-lmr, pp. 04-43. .S La Guerra de la Restauración fue el incentivo psicolbgico y e1 modelo de estrategia militar de la guerra dc la independencia de Cuba. Los cubanos pensaron que si los dominicanos habian derrotado al ej6rcito espaííol. el los también podían hacer lo nñismo. Los puertorriqueños también iniciaron en Lares su primer movimiento independentista. Mhxirna Górnez aprendió. combatiendo a los restat~radores,!a táctica de la guerra de guerrillas qrie Ramón Matías Mella impuso por su circular en octubre de 1863" y e1 vice-presidente Espaillat ratifico por su circular del 24 de septiembre de 1864.' Algunos estudiosos de la historia dominicana imaginm -en SU entusiasmo patriótico- que la estrategia de Ia guerra de gtierrillas fue una ereacibn del genial talento del insigne prOcer Rarndn Matías Mella; en realidad, el acierto de Mella, quien actuaba como miembro de la Comisibn de Guerra del primer Gobierno Restaurador, fue su valoración de la utilidad de esa especial estrategia para la guerra que aplicaban los don-iinicanos a partir de 1863. Mella. Luperbn. EspailIat. -i j inscruccitin pílm l a gwerm de guerrillas. Oficio Nn.212 del Gobicrno Prorisorio de Santingo, del 96 de cncro de 1864. en dondc sc aludc ii la brnosa circular del mes de octubrc del niio anterior, rcprodiicc casi inrcpamcnte. con muy pocas v;u-iacioiles, lii urcuhr cirsirla. VCase Radrikaez Demorizi, T<rnilio. H~/rntv~i!je n .l(f~llrl, Santo Domingo. Eciitorn El (laril-ic, 1964. pp. 35 L-357. (i\cacI~tnin Dorninica~iñde 1z I-11stori:i.Vril. SVIII). VCase tnmblén l i ~ d r í g i i ~ Dcmorizi, Emilto. - . ~ L I O J L ~ ~h~~t?trrz.~:.., pp. 11-1 3. Roclrígucz Dcinorizi, Emilio. Ditrrtri.~(?;. ILJ ,qtrorn hn~firrta-e.r~d5u/r1. S a n t o Ilicimingo, IZditoi-a 111 Carihc, 1'163. pp. 107-109. 9-3 Gnillón y otros habían leido el famoso libro de Plutarco tituIadc, Vidas fnralelash, en donde relata Ia biografía de Fabio Miximo, quien vigiló. hostigó y debilit0, mediante pequeños combates, a Ariibal, sin exponerse a una batalla decisiva, Fue éste uno de los primeros precedentes de la estrategia guerrillera. Los asesores militares franceses contratados durante el primer gobierno de Báez. probabIemente relataron a sus alumnos dominicanos los criterios que expuso Clausewitz sobre la guerra irreguiar.' Es muy probable también que relataran la experiencia del gran e-ihcito de Napoie6n en Rusil 12, cuando fiie perseguido y asediado por medio de la esáraíegia guerrillera: y r evitó tina batalla decisiva y se retiro 1 cómo Kutuso~ i mismas proxi~ nidades de Moscú y sólo fue por presilones delE zar y el alto mando que consinti0 en arriesgar el ejército ruso en la bataIla de ~orodinci."or otro lado, es necesario tener en cuenta que Mella y los dominicanos de buena inforrnacfbn cultural, entre ellos Espaillat, Bon6, Grulldn, Rojas y el mismo joven Gregorio LuperOn, y sobre todo Pos dedicados al oficio militar, fiieran o no ilustrados. coi~ocianpor relatos de testigos presenciales la estrategia guerrillera que usaron nuestros vecinos haitianos para dcrrotar a los 5 8 mil soldados - Plu tarco, I 7dn.1I'rrrtR/~~.t,Madrid, Gdtic;ts Espriirs, 1966. pp. 291-3 15. Vna Clause~virz.IGrl. Di,/ ; i C q ~ t ~ Ttirno ni~. 111. 3 r n cri. hlésicn. Editorial Diiigcncs, 2977. cap. -=VI, pp. 181- 188. n VCase genmal De CauPíuiicciust, .\rmaild. COI/,Yupa/eh?/ EII k ~ s i o . Buenos Arres. Edccira In terainericana, 1942. pp. 151- 1 93: y ?'arIé. E u p c n i . str/ldeÓn. hfCsico, Edrtora Crijalbo, 1'1ú5, pp. 287-335. 6 7 del ejercito expedicionario francés de los generales Leclerc y R!ochamt ieau. Toussaint Louvertitri: fue ( o por LecIerc P recisam ente pos aceptar una batalla ~ I U H L Ucontando ~ con tropas menos disciplinadas y peor armadas que 1las franc:esas. en vez de usar Ia estrategia guerrillera que Lar:itos éxit os le había proporcionado en iin reciente pasado. Una zl tiiyria de los oficiales dominicanos se formaron en las milicias haitianas durante la ocupaciiin 1872-1844. Los oficiales dominicanos fronterizos. aun los analfa beros. como el general Gaspar Polanco. debieron escrichar narraciones de testigos presenciales de la epopeya haitiana. La estrategia grierrillera era muy conocida en Europa y en Asia. y en consecuencia era materia de estudio en las academias militares. aunque bien es cierto. que se abordaba tan sOlo como un pequeilo capitulo o apéndice de la teoría gcneral de la guerra. Algunos srandes tebricas, como Jornini en su cornpendio,%i siquiera se refieren zi ella: no obstante. se sabia que Du Guseline. el caballero briyardo. y Enrique de Navarra la habían utilizado ésitosamente, y los españoles Ia usaron contra 10s mariscales de NapoleOn. Ahora bien, el asunto principal r'- 1u Guerra de la Restauracibn. desde el punto de vista militar, e: ; explicar Pac causas y razones de la victoria dominicana y la consecuencinl ijeron que se trató derrota español: JL L 1 4t Jomiru. A.l-i. Pv1i.r rli. />ti' r h Iri,ytrmi Paris. Cdi tions 1-trrcn, 1993. pp. 1-390. fundamentalmente de falta de voluntad política para ganar la guerra; dicl-iode otra manera. no se quiso invertir lo suficiente en recursos econbmicor;, ni poner en peligro a miles de españoles que era necesario arriesgar para obtener el triunfo. Se arg~~rnenii> en el gobierno español que los franceses en los primeros años del XIX no pudieron derrotar a los Iiaitianos a pecar de los miles y miles de soldados del e-jércit expedicionario. Se ponderb que serían necesarios por lo menos 100,000 hombres para pacificar la parte española de la isla, mientras el gobierno sblo le prometib a La Gandara 30,000 soldados mhs y no tuvo tiempo para crimplir s u promesa, pues cayó en gran parte por sir responsabilidad en la AnexiUn y la guerra. L. El general Josk de la Gándara adujo como excusa de su inacciiin que si conquistaba Santiago invadiendo e! Cibao desde Montecristi pronto sería sitiado en esa ciudad, pues el gohiemo se etiraria a otra población. como La Vega o Sm Jos6 de Las Matas. Esta mismo pensaba el vicepresidente Ulices Francisco Espaillat. La Gñndara olvidaba el principio fundamental de la ciencia-arte de la guerra. consistente en destruir Isi fuerza combativa de3 adversario. Si esto no puede hacerse la gi ; t i perdida o se prolonga por mucho tiempo. No cl dia el general español. las enseñanzas de NapoleOn y Ciaucewitz, los grandes teóricos de la guerra del siglo XTX. pues era muy clificif que un general europeo no los hubiese estudiado a la aittira de 1861-65. La verdad es que el general José de la Ghndara infravaloraba a los dominicanos en general y a sus dirigentes políticos y militares. CreyO que operaban con "lporapicicr de toda táctica ordenadn y compncrn, " ' O cuando por el contrario aplicaban una muy bien pensada estrategia que Clausewítz califica de Ievantumiento nuciunnl. parte de un muy especial proceso social que bautizó como "La nnci0ii en nrmos". Los dominicanos habian rnoviiizado a casi toda la población masculina capaz de tomar las m a s para Ias campañas de las guerras dominico-haitianas. Mas no fue iiecesario para derrotar a los haltianos recurrir al levantamiento nacional descrito por el m i s grande teórico de la guerra, pues despues de batallas decisivas los ejercitas haitianos siempre se retiraron a su territorio. Para enfrentar al ejército español, mucho mhs disciplinado y mejor armado, y al final de la guerra muy numeroso, fue necesario armar a los campesinos y diseminarlos por todo el pais para que con el apoyo del ejercito restaurador hostilizaran las vanguardias. los flancos y la retaguardia de las columnas españolas. También se aprovecharon los accidentes del terreno, bosques, tias, pantanos. montañas, para emboscar y sorprender al adversario. Se le llostilizaba de tal manera que no tenía descanso y. de noche, tenia que apagar las fogatas por 10s ii i Dc la Gkdxra, José- t~e-'i"iÓ~~ )fgr,e)mI ~ L )3o~rfoDotllrnso. Torno TI, 2da. ed. Santo Domingo, Eclirnra Canto Domingo. 1975. p. 187. (Socicdd Drimiiiicana dc BiblibiFdos. CoEccdh Culmra Dominicana No. 9). ,S! certeros disparos de las guerrillas, mientras los mosquitos provocaban la malaria. Esta enfermedad, excusa aducida por los generales españoIes, akcanzb en realidad sil magnitud a causa del el constante asedio de las guerrillas, particularmente cuando Ias tropas espanolas acampaban en lugares insalubres, cerca de ciénagas en que se criaban los mosquitos. lugares en que se les dejaba de hostilizar. La fiebre amarilla devino en una parte esencial de la estrategia guerrillera del ejército dominicano. Las descripciones que hace Clausewitz de las thcticas de guerra que define como ''LaNaciOn en armas " tienen pasajes parecidos, cuando no identicos, a las descripcioi~ecque nos aporta José de La Gándara sobre la tictica y estrategia de los restauradores. Von Clausewitz describe la acción de los campesinos en la fenornénica social que llan-ia "Lo nación en nimas ": "Por el contrario, los csmpesinos armudos citrrndu eslán desparramados se dispersan en rodns direcciones, pnru lo cual no se requiere ningUn plan elaborado. Con esto sr huce muy peligrosa la marcha de cualc~uierpequcfio cttetpo de tropu,r ei7 r~rritoriomantnñoso, muy hosco.so o crceidenfudo, porque en crtalquiei-, o In marchapiietie conivrlirse en tin encuepifro. En realilfud, azrn si durante ulgtín iiempo 170 se hu hiero sah ido ncida de esfns cuerpos crrrncrdos, sii? emhargo, les campesinos yzceyo han sido aht~vcnradospor lcr cahercr L/C 14na coluntnu, pzreden en ctralqrrier momento hnecr ~pariciánen su retagirc~rdia". '' sir El genera1 José de la Gindara. por su parte, describe la táctica guerrillera de los dominicanos: "Así, no bien Ios colrtrnna,~iniciuron su movimienro sobre los ct4afr.o rndios, cornenzd sobre ellas e l tiroteo de ulcut-mu, gire al pzam .TP convirlih. como de reg!amenfo, en serio y nutrido .friego de combare. De conformiíllad con el indicado prir~cipio,rara vez el dominicano se encierra ni se dejende e)? iin piteblo, I-edzrctoo posición donde pueda ser cercado y envtielio: se interpone nitcIaz e n t r ~el enemigo qtte nvanzn y el objero que guíere czthrir o cor.iservar; pero si, como siempre le sncedí~t,comprende qire e.7 vana .o cc~stosaIn resi.rfenciaal empuje nrrollndor del que se acereu, utt irtsfinto de cnnservocidn, ea que segrrramrnte no entra por nada el tentor, le crconseja porrer en /nf.tga e?mismo empeño que en el atclgse;y en Icn solo irzstanfe, el hombre telinz, irtrnóvil, tan orraig~ti'nuJ szrelo como el árbol que le ocillrn, se coniiierte en Irrfirro rraqttcad~~ gzte se arrnsh'ny esconde en Ici espesura del nmnie. Desde ese pt~nrose rompen IosJujos Irnos de rúcticc~y disciplina; la dispers f bn. tomada asi con70 moninhrci salv~clor-a,de be ser conlplero. divergenre, repe nt inu, r6,uldi.r; y el ~nclividuopor ir; soio, de.splieg~itodos los rerztmos con y ire In nnfitrnlezad o ~ uol hombre campestre y primitivo"" iI til i'on Clausewizc. Op, cit., Tomo LTT, Libro V1. Capímlo lX\-VI, pp. 184. De la Gindara. JosC, Op. cit., Tomo TI, pp 187 ;i 188. Von Clausewitz dice: "Las cosas ntrnca dehen llegar hlrsru un encwenirri defensivo, decisii~o de primera clase; porqzre por inhs fuvorable que seun Ius circunsrancias, lu lesn nacional sera derroradu. 3713 Este pequefio capinrlo permite valoras los conocimientos estratégicos de Ramiin Matias Mella, Ulises Ftancjsce Espaillat, Gregorio LuperOn, GruIlOn y otros consumados estrategas del alto mando restaurador. Estas consideraciones las conocían directamente por haber leido a Von Clavsewitz o de modo indirecto. por las lecciones de 40s asesores franceses contratados en el primer gobierno de Buenaventura Báez o por tos relatos de los veteranos de la guerra de independencia haitiana. Por otro lado, es conveniente resaltar que José Gabriel Garcia y Luper6n estimaron que los generales españoles eran muy inferiores a los generales dominicanos, tanto los del ejército restaurador conlo aquellos onas estrategas dominicanos que combatian junto a las tropas espafiolas. Aludiendo a la excusa de la inclemencia del clima y la estacibn que supuestamente imponían a1 ejercito español una inaccibn forzosa, dice García: " Trisle conszrelo. par cierro, pcrru quien hrrhía Irrchadri por recrlkai sii proprj.vi~o.coi7 fa m i r o de 'marchar stihrcr ii Von Clauscwvizt. Op.O t. Tomo TII, p. 1: 86. Sunringo y dciminnr al Cihao, IIlrsIcin perdido que pttso de relieve a los ojos de España la realidad de las cosos y lo incon~peteitcia de los I~ornhres qtre en ellu habian inrerilenido ". IJ Luperón consideró que en el ejército español los mejores generales eran los dominicanos como Santana. Contreras. Suero: "Enel c-~érciruespnñoi, en esta guerra, agrego LuperOit, los gene~nlesSantcrna, Pirelfo, Suero y Coi.~~i.éras proharon troo ~~iperioridild inci~esiionahle.no ,rÚfopor sir urrojo en los comh¿ltcle.s,sillo por Icr erwrgín impo~idernhleen In lrrchu. por la r ~ ~ p i d cenz 10s r n ~ v i m i c n ty~ ~/cl impetuosid[td en los uruy 1ce.r. Esos genwcrles pzrdiei.017 tal vez no ser conipionclidos ni npreciítchs por. los es paño le.^; pero es s e p r o que cuando mirriet-on Salltona. Conireras y S~tero,10s porrinlas notararr en seg11in'lrcl vaciu qtle dejahnn en las +filasespañolus, y Iu gran difirclncia en los que /os reeinplazarnn. Ernn oq icellos, f ípos ni ilirut-es de prim~r orden. capitmzes entendidos, ir7tr6piclns y ¿Ji~'.~tro.~, y E ~ ~ l ~ ltln f i nfenin s~rsiglia/es en Iu gira-rcr de Sunra Doiningo ". " 1-1 Garci:i,!occ Gnbtiel. C~nrpt*/~dio tle Itirtoricr rlc.Yo~i/oDnnrrnqn. Torno 111. Santo Domingo. Piiblicacioncs ~,\liora!, 1968. p. 476. 1 í 1,~ipc-rCin.C; rcgnnn. ,\'otr.r ~ I I I I R / J ~ O ~ I ' I ~ / ~ I ' I I J J J Jqirntzs Iiistn'tf211,,Torno 1, Sniitri Dorntnsr,, Editora Sanro 13nniingo. 1974. p. 340. (Sncicclad Dorninrcxria cic 13il1LSfilris, Colcccrbn Cultura Driminicann No. 7). La verdad es que el alto mando espan01 debía conocer muy bien toda la teoría de la guerra. pero ni en Santo Domingo (1 863-1 865) ni en Cuba (1 868-1 878, E 895-1 898$, supo o pudo enfrentar la estrategia del ''Iei~anrcirnien~o naciorzal" y "Lu i~ncirjn en arnins" que brillantemente con innovaciones notables r e a l i z ~en Cuba eI mhxima estratega latinoamericann Matxinlo GOmez. Conclusión Probablemente no fue terquedad ni desconocimiento del alto mando español, sino que ese tipo de guerra es en realidad un fenómeno social en ocasiones prácticamenre imposible de derrotar. Pensamos en las gtierras de Vietnam y la de los ssvieticos en Afganistin en los tiempos recientes, para no referimos a csa otra que parece que no tiene fin después de varias décadas de contienda: la guerra civil colombiana. En los inicios de1 siglo XXI sufrimos los latinoamericanos y todo el denoiminado Tercer Mundo. un proceso creciente de desinduszrialisaci0n explicado con el superficial pretexto del libre comercio. Esta fue la bandera ideolbgica de los Sldversarios de la Espana imperial de Carlos V y Felipe II. coma refiriii Manuel Arturo Peña Batlle irn sus ponderados argumentos de Ln Isla d~ la Torrirgtr. EI pretexta propagandistica se usaría despuks contrsl la India, China y todo el mundo atrasado en el desarrollo tecnolbgico indusirial. Este siglo XXI es una nueva oportunidad de construir el gran objetivo de Bolívar: una unión de naciones latinoamericanas para detener la dominación de las grandes potencias. Una alianza de clases como la realizada por los dominicanos frente a Francia, Haitñ y España. a que se hizo referencia, es necesario forjarla a nivel continental, y constituye la unica defensa efectiva frente a los mitodos coercitivos: bloqueo financiero que esgrime la OrganizaciBn Mundial del Comercio. el Fondo Monetario Internacional y los bancos u organismos financieros controlados por las grandes potencias, Las latinoamericanos, como pensb Bolívar. no somos ni indios. ni negros. ni errropeos. sino una nueva realidad sociocultural. El Iatlnoamericano de hoy (20031. excluyendo a los indias habitantes de las selvas rematas. no son ya indios cuituralrnenle, conio tampoco son negros culturales los africanos ~ranscuIturadosen Brasil e Hispanoamérica: menos aun el criollo-europeo. que ya no es portugués o español. pues la cultura Iatinoamericana en Forrna~iOnmuy avanzada lo trarisfcirn~aen latinoamericano. Pedro HcnrJquez Ureña creía que la cultura hispana nos unifica y conduce a una nueva realidad socioculniral que superara en creaciones de todo tipo lo hecha por el hombre Iirista nuestra epoca. La experiencia de cambio social del siglo XX indica que en un f~ituroprevisible es irreaIizabIe el gran oeietivn de! gobierno de las mayorías. En consecuencia se debe buscar la unión entre minorías y mayorías a fin de lograr una Federación de Estados que beneficie y proteja a los latinoamericanos.