un cine desde sí mismo - Festival Internacional de Cine en

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21 de marzo de 2014
Homenaje
Jim sheridan
Un cine desde sí mismo
L
ROBERTO ESTRADA
a gran premisa de Jim Sheridan es que
la cámara no tiene que estar en ningún
lado en especial, sino que dé el testimonio “más cercano a la realidad”, puesto
que para él no hay otra vía de “captar la
emoción ya que ésta es invisible; como
darse un beso”. Con ello se puede dar una definición
de lo que es el cine de este gran director irlandés,
quien está presente en el Festival Internacional de
Cine en Guadalajara como una de las personalidades
homenajeadas, y que ofreció una charla el día de
ayer como parte del programa Talents Guadalajara.
Sheridan, quien nació en Dublín en 1949, se ha dedicado a realizar un trabajo que, o posee tintes autobiográficos o se aproxima a sus vivencias familiares. Sobre todo
aquellas que hablan de las condiciones religiosas y políticas de una Irlanda en conflicto con Inglaterra, en el que
se dan las luchas entre católicos y protestantes, y con la
participación de las fuerzas armadas inglesas en contra
del Ejército Republicano Irlandés (ERI), en medio de una
sociedad polarizada, terrorismo y odio racial.
Como ejemplos de ello se tienen la renombrada En
el nombre del padre (1993) y The Boxer (1998), en las
que el gran actor Daniel Day-Lewis es el protagonista
de historias en las que por un lado es injustamente encarcelado junto a su padre, al ser implicados como chivos expiatorios de unos atentados terroristas y, por el
otro, el de un boxeador que sale de prisión y aunque
tuvo participación con el ERI, intenta rehacer su vida
sin prejuicios ni sectarismos, pero el mismo entorno
entorpece su intento.
Sin embargo, esa vida en Irlanda va más allá de tales conflictos, porque en sí, lo que ha hecho Sheridan
es mostrar la realidad desde sí mismo, que al fin al
cabo, como él dice, “una película es una externalización de la personalidad”, y a la vez “un juego que debes ganar, resolver”, en el que lo que pretende “no
es tanto tomar la realidad como cambiarla”. Aquí
cabe recordar las memorias que tiene de su madre
enferma en el hospital, a punto de morir, al pensar
en cómo puede transferirse lo real al drama, y en
las que se encuentran sus inicios cinematográficos,
y asimismo la finalidad de su trabajo: pues entonces
tomó una cámara y grabó a su madre para así tomar
conciencia de que al hablar “estaba más presente
con la cámara que sin ella”.
Otra de las grandes películas de Sheridan, fue su
primera obra Mi pie izquierdo (1989), con la que se catapultó a la fama y que también contó con la actuación
de Day-Lewis, que le hizo acreedor a un Oscar. La historia se narra a partir de un relato autobiográfico del
pintor y escritor irlandés Christy Brown, que tiene que
confrontarse con una parálisis cerebral a lo largo de su
vida. Para Sheridan, que crea a partir de los sentimientos propios, ésta película ha sido “mi madre”, y En el
nombre..., obviamente, “mi padre”.
La importancia que la vida hogareña reviste para
Sheridan, tiene su expresión más álgida en la cinta In
America, que narra como una familia irlandesa tiene
que emigrar a Estados Unidos, a una tierra de sueños,
que en verdad nada tiene que ver con la cara linda y
romántica que existe en el imaginario colectivo y de la
que los norteamericanos se oponen a que se muestre
una postura contraria. Por ello la película, así lo cuenta
Sheridan, fue rechazada en su momento.
En ese filme, como en todos los demás, la construcción de los personajes para el cineasta se ha hecho “obsesivamente”, lo que él compara con una suerte de malabares de chef, para llevar a cabo un “cocimiento de los
personajes”, a los que hay que sacarles todo el jugo posible. Y esos no son otros que los irlandeses, con todos sus
vicios y virtudes, unos “mentirosos” como dice Sheridan
que alguna vez los llamó Margaret Thatcher, y con lo que
está de acuerdo porque cree que al fin y al cabo “es una
manera de adaptarse”, pero no de encasillarse. Aquí el
director, sin estar seguro si fue Freud o Jung quien lo
dijo, recuerda que uno de ellos creía que los irlandeses
eran los “únicos a los que no se puede analizar”.
Por eso, darle forma a los personajes y a la trama,
y que puedan realmente transmitir algo, “es sencillo si
crees o no en la película”, dice Sheridan y ésta, a pesar
de que debe “enfocarse al público”, es la posibilidad
“de investigarte a ti mismo”, para lo que “me interesa más armar lo familiar que saber la verdad de los hechos”. Quizá por ello, dice que a diferencia de otros directores no puede “ser tan visual”, porque lo suyo está
basado, más que nada, en su propio drama.
Para lo cual, depende sin duda de contar con buen
trabajo actoral, pero dice no saber cómo explicar el que
se logre esto. Relata que como en el caso de Daniel
Day-Lewis, “es un gran actor, no tuve que hacer
nada, sólo aprobarlo”, en una especie de relación
padre e hijo, de la que sólo tiene en mente una discusión: el actor en Mi pie izquierdo estaba tan ensimismado en su personaje que parecía no aportar
nada al espectador, y Sheridan trató de sacarlo de
sus casillas para “comenzar a dejar a un lado el arte
y así comunicar, porque todo se trata de la comunicación”.
Desde ahí, para Sheridan lo que importa es “meterme en un punto desde el que pueda leerme a mí”,
y así lleva a los actores a donde no logren expresarse
verbalmente y “explotan”, pero con ello se va más
allá de la estructura guionística de la cinta para conseguir una expresión más acabada y estética.
Hablando de cómo filmar, el director irlandés se
siente más cómodo si puede intervenir más en el
uso de la cámara, sin necesidad de monitores, para
ser más partícipe de la acción, y también dice que en
este proceso sus actores y personajes preferidos son
aquellos que crean un mayor compromiso, y aunque
sabe que Daniel Day-Lewis es un gran interprete, no
deja de aceptar que su favorito ha sido Klaus Kinski,
al considerarlo como “el más comprometido, que
trataba a la cámara como un personaje”, ya que a
pesar de que “estaba loco, quería encontrar su personalidad en ella”.
Finalmente, con su cine Sheridan espera que su vida
“se transforme en una imitación de la vida misma”, una
“realidad alterna a la que creemos”, y aquí le viene a la
mente el cuadro La última cena de Leonardo da Vinci,
de la que opina ser el mejor truco visual que hay, ya que
representa precisamente otra posibilidad de la vivencia
religiosa, hacia una cotidianidad que se recrea en el pan y
el vino “cada domingo”.
Sheridan vuelve sobre aquello de que no es su
intención lo visual, porque “limita la emoción”, y el
“plano espiritual, que es el más sencillo, es la verdad,
la creencia” y la pantalla sirve no para otra cosa sino
para “verse a sí mismos”.
Las cintas que el FICG presenta
como parte del homenaje a Jim SheAlgunas d
ridan son: Brothers, Dream House, Get
obras de
rich or die tryin’, In America, In the
exhibirán en C
Name of the Father, My left foot, The
Magno del 2
Boxer y The Field.
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