II SEMINARIO “CHILOÉ: HISTORIA DEL CONTACTO” 16, 17, y 18 de junio de 2010 VELAS DEL CORCOVADO: SALIDAS Y AUSENCIAS Paula de la Fuente Stranger Antropóloga Social, Universidad de Chile [email protected] RESUMEN Los guaitequeros eran navegantes chilotes, radicados en Chiloé y Melinka, que viajaban en chalupas y chalupones veleros desde sus lugares de origen hacia “las Guaitecas” en busca de los recursos de la islería: maderas, cholgas y pescados, y también pieles de gato y lobo, entre otros. El punto de partida de la investigación es entender el viaje desde una perspectiva amplia que considera una mirada de género, desde la cual se entiende que los viajes no habrían estado circunscritos sólo a aquellos que efectivamente partían a trabajar hacia el sur, sino que habrían involucrado a la comunidad toda. Así, el viaje se presenta como un fenómeno compuesto por dos partes: la primera, actuada por los guaitequeros, hombres adolescentes y adultos quienes realizaron los viajes; mientras que la segunda correspondería a la cotidianidad de los familiares de éstos: mujeres, niños, niñas y adultos mayores que permanecían en Chiloé y Melinka. Explorar los viajes guaitequeros desde una mirada de género responde a un interés de dar cuenta del viaje en tanto fenómeno sociocultural complejo -o tal vez un hecho social total- que se enlaza con aspectos económicos, ambientales y simbólicos de las culturas locales, incidiendo en la configuración de historias e identidades. Palabras claves: viaje, género, distinciones regionales 1 II SEMINARIO “CHILOÉ: HISTORIA DEL CONTACTO” 16, 17, y 18 de junio de 2010 BREVES SOBRE “VELAS DEL CORCOVADO” Velas del Corcovado. Etnografía de rutas de los guaitequeros en el siglo XX1 es una investigación etnográfica cuyos resultados se orientan a contribuir con la visibilización, difusión y valoración de las historias, conocimientos y prácticas relacionados con los viajes de los guaitequeros realizados durante el siglo XX2. Los guaitequeros eran navegantes chilotes, radicados en Chiloé y Melinka, que viajaban en chalupas y chalupones veleros desde sus lugares de origen hacia el sur, hacia “las Guaitecas”. Iban en busca de los recursos que ahí había en abundancia: madera de ciprés, cholgas, pescados, pieles de gato y lobo, entre otros. El trabajo etnográfico tuvo lugar en Chiloé y Melinka, durante el mes de septiembre de 2009, en éste se entrevistaron a cerca de 60 individuos, hombres y mujeres, principalmente adultos mayores, vinculados con los viajes guaitequeros. EL VIAJE EN DOS PARTES: UNA APROXIMACIÓN TEÓRICA El punto de partida para abordar la investigación acerca de los guaitequeros es entender el “viaje” desde una perspectiva amplia que considera una mirada de género. Este concepto refiere a “la construcción social y cultural de las diferencias sexuales” (Montecino 2008:395), siendo central en la presente investigación la dimensión relacional de género, es decir, que este concepto hace hincapié en “las relaciones entre mujeres y hombres entendidas como construcciones culturales” (Stolcke 1996), en el sentido que “cuando Proyecto FONDART N° 3302-0 (2009), Línea de Conservación y Promoción del Patrimonio Inmaterial, Modalidad de Investigación. El proyecto fue realizado entre el 13 de agosto de 2009 al 2 de abril de 2010. El proyecto fue ejecutado por Paula de la Fuente y los co-ejecutores Inés Figueroa (Licenciada en Antropología), Pablo Zapata (Licenciado en Antropología), Andrea Ponce (Arqueóloga). 2 El producto de difusión de los resultados del proyecto es el relato Velas del Corcovado. Etnografía de Rutas de los Guaitequeros en el Siglo XX, compuesto por tres capítulos: “Hacia las Guaitecas”, “Mujeres de Chiloé, Mujeres de Melinka” y “Oreando la cholga, secando el pescado: el trabajo en las Guaitecas”, el cual fue transmitido por la Radio Estrella del Mar en Chiloé, Palena, Futaleufú y Guaitecas, durante marzo y abril de 2010. La realización de este relato contó con la valiosa colaboración de los actores Macarena Baeza e Ignacio García, y el ingeniero de ejecución en sonido, Jorge Aguilera. 1 2 II SEMINARIO “CHILOÉ: HISTORIA DEL CONTACTO” 16, 17, y 18 de junio de 2010 hablamos de identidades de género estamos suponiendo un proceso de identificación y diferenciación constantes donde, casi como un juego de espejos, hombres y mujeres nos miramos para reconocernos y desconocernos” (Montecino 2008:395). Dicho de otro modo, “las identidades de género se constituyen recíprocamente y, por tanto, para comprender la experiencia de ser mujer en un contexto histórico concreto es imprescindible tener en cuenta los atributos de ser hombre” (Stolcke 1996) y viceversa. Mirar los viajes a las Guaitecas desde una perspectiva de género permite suponer que éstos no habrían estado circunscritos sólo a aquellos que efectivamente partían a trabajar hacia el sur, sino que habrían involucrado a la comunidad toda. Así, el “viaje” se presenta como un fenómeno compuesto por al menos dos partes, cada una de las cuales habría tenido su locus en escenarios distintos, a la vez que habría sido actuada por sujetos específicos. Si fijamos la mirada en los actores, podríamos llamar a estas fracciones del fenómeno: los que se van y los que quedan. El primer grupo albergaría a los guaitequeros, hombres adolescentes y adultos quienes realizaron los viajes; mientras que el segundo congregaría a los familiares de éstos: mujeres, niños, niñas y adultos mayores que permanecían en Chiloé y Melinka. Explorar los viajes de los guaitequeros desde una mirada de género responde al interés por dar cuenta del viaje en tanto fenómeno sociocultural complejo -o tal vez un hecho social total- que se enlaza con aspectos económicos, ambientales y simbólicos de las culturas locales, incidiendo en la configuración de historias e identidades. Asimismo, busca incluir en las investigaciones acerca de los viajes los testimonios de aquellas mujeres que tenían presencia efectiva en Chiloé y Melinka durante la ausencia de los viajeros. Esto porque, si bien existe una amplia literatura acerca de viajeros chilotes (Urbina 1988; Cárdenas 1971; Mancilla y Rehbien 2007; de la Calle 1992; Munizaga 1988; entre otros), los relatos dejan poco espacio para aquellas que quedaron en Chiloé y Melinka. 3 II SEMINARIO “CHILOÉ: HISTORIA DEL CONTACTO” 16, 17, y 18 de junio de 2010 A MODO DE CONTEXTO: ALGUNAS NOTAS SOBRE LOS GUAITEQUEROS Arriba se indicó que los guaitequeros eran navegantes chilotes, radicados en Chiloé y Melinka, que trabajaban en las Guaitecas en la extracción y explotación de diferentes recursos. Los oficios guaitequeros eran variados: cholguero, pescador guaitequero, cazador de pieles, lobero, ciprecero (Cárdenas 1971) o, en palabras de Virginia P. (Melinka) “a la cholga seca, al pescado seco, la caza de popo, de lobo viejo igual po’. Hacían de todo la gente: a los gatos, a las pieles, en eso trabajaba la gente”. Huelga destacar que “Las Guaitecas” en el imaginario chilote no sólo contempla las islas que componen el Archipiélago del mismo nombre, sino que abarca el área insular que se despliega entre el sur del Golfo del Corcovado y la Laguna San Rafael. Solamente aquellos que iban a las pieles cruzaban hacia el Golfo de Penas y más al sur, generalmente haciendo uso del puente terrestre de Ofqui. Las páginas sucesivas hablan en particular de los viajes cholgueros. Estos guaitequeros eran originarios, en su mayoría, de las localidades aledañas al estero de Huildad: Santa Rosa, Candelaria, Auchac y Curanué, ubicadas en la comuna de Quellón. Otros guaitequeros, chilotes de origen o descendientes de chilotes, estaban radicados en Melinka, en la Isla Ascensión del Archipiélago de las Guaitecas. Situación que no es de extrañar si se considera que el origen de esta localidad se entremezcla irremediablemente con los viajes entre Chiloé y Guaitecas motivados por la explotación de los recursos de la islería. Sobre este punto, Hilda P. (Melinka) indica que casi toda la gente de Melinka provenía de Chiloé, “era por cuestión de la abundancia de madera que esos años trabajó, por eso sería que empezaron a llegar esa gente”. En efecto, el origen y desarrollo de Melinka se debe a la explotación maderera en el siglo XIX liderada por Felipe Westhoff y Ciriaco Álvarez (Martinic 2004), siendo chilotes la principal mano de obra. No obstante, los contactos y vínculo entre la gente de los archipiélagos de Chiloé, Guaitecas y Chonos se remontaría, al decir de Martinic (2004), a tiempos precontacto cuando estas áreas eran territorio veliche y chono. Este vínculo entre archipiélagos permite sostener que en términos culturales “las costas insulares de Aisén constituyen, sin lugar a dudas, parte del entramado cultural de Chiloé” (Saavedra 2007:48). Hecho que, para los 4 II SEMINARIO “CHILOÉ: HISTORIA DEL CONTACTO” 16, 17, y 18 de junio de 2010 habitantes de los archipiélagos es una cosa dada: “[Melinka] es una parte de Quellón, Melinka es puros chilotes (…) es una prolongación de Chiloé y es como una colonia chilota, igual que Punta Arenas.” (César B. Quellón) ORGANIZACIÓN DEL VIAJE (1) La preparación de las salidas a las Guaitecas dista de ser azarosa ya que, al igual que otras migraciones chilotas3, se trata de viajes altamente estructurados. En este orden se presentan al menos dos formas de organización que operaban tanto en Chiloé como en Melinka: los guaitequeros podían ir “por su cuenta” o “apatronados”, dependiendo de quien financiaba y organizaba el trabajo. Salir “apatronados” significa que existía un patrón, un habilitador. La habilitación consiste en la dotación de los víveres necesarios para la realización del viaje, entonces, el patrón entregaba los materiales o el dinero para comprarlos. A cambio, la carga obtenida “se la tenían que entregar a él, por un compromiso, porque él entregó la comida. Y después que sacara su ganancia recién iba a dar plata para los trabajadores [guaitequeros]” (Ulises M. Quellón). “Por su cuenta”, en cambio, la organización y financiamiento del viaje corría por parte de los propios navegantes. De esta manera, las ganancias se repartían directamente entre quienes realizaban el viaje. EL TRABAJO Los viajes de los guaitequeros dedicados a la cholga seca, se desarrollaban por dos meses, período durante el cual estos navegantes recorrían las islas y canales del sur. En términos muy generales, en las islas, los cholgueros construían ranchas de junquillo y Acerca de la estructuración de los viajes se puede consultar a Munizaga, C. (1988) quien refiere a la organización de los viajes a la Patagonia. Asimismo, Cárdenas (1971) describe la habilitación para los distintos viajes guaitequeros. 3 5 II SEMINARIO “CHILOÉ: HISTORIA DEL CONTACTO” 16, 17, y 18 de junio de 2010 canutillo donde habitaban los meses que duraba la faena. El trabajo realizado consistía en la extracción de las cholgas con ganchos, para luego curantearlas, desgranarlas y ensartarlas. Al regreso, las sartas eran entregadas al patrón o vendidas directamente en los distintos puertos de Chiloé: Castro, Achao, Ancud, entre otros. El hacer de los guaitequeros de Chiloé y Melinka, tanto en términos de los puertos visitados, los campamentos levantados, la duración de los viajes, así como las técnicas para extraer los recursos y elaborar los productos finales, eran prácticamente las mismas; asimismo, el tipo de embarcaciones utilizados -chalupones para los chilotes, chalupas para los melinkanos-, eran muy similares. De modo que sería posible sostener que todos los guaitequeros compartían una misma tradición vinculada con la apropiación de los recursos del sur. En este sentido, no es de extrañar que las huellas materiales dejadas por las distintas cuadrillas –por ejemplo, conchales-, independiente de su lugar de origen, habrían sido muy similares. No obstante, entre guaitequeros de Chiloé y Melinka se presentarían ciertas diferencias en lo que respecta a modos de comprender el ambiente y configurar formas de vida. Asimismo, otras referidas a saberes y haceres vinculados directamente con el habitar marítimo –el hecho que unos hicieran el cruce del Golfo y los otros no, pone una distancia no menor entre ambos–. Junto con lo anterior, habrían existido diferencias en las formas de operar de los ordenamientos de género al norte y al sur del Corcovado. SALIDAS Y AUSENCIAS Los guaitequeros, tanto huildeños como melinkanos, realizaban anualmente más de un viaje. En Chiloé, narran que los hombres partían a las islas dos o tres veces por año, demorándose cerca de dos meses cada vez. En Melinka, recuerdan que los viajeros andaban dos o dos meses y medio en las Guaitecas y cuando regresaban permanecían solamente algunos días para luego volver a salir hacia las islas. Vemos que la periodicidad y duración de los viajes guaitequeros era tal que los navegantes estaban cerca de la mitad del año fuera de sus casas. La otra lectura de esta ausencia es que durante dos, cuatro o seis meses del año, cuando los hombres partían a 6 II SEMINARIO “CHILOÉ: HISTORIA DEL CONTACTO” 16, 17, y 18 de junio de 2010 Guaitecas –así como también a la esquila, el salitre o la ballena- quienes quedaban en Chiloé y Melinka eran mujeres (madres, esposas e hijas), niños pequeños y adultos que ya habían dejado de trajinar fuera de Chiloé. Serían los integrantes de este grupo los actores de la vida cotidiana de estos lugares, y de las reestructuraciones y ajustes que ocurrían durante la ausencia de los viajeros. MUJERES DE CHILOÉ, MUJERES DE MELINKA En Chiloé y Melinka las esposas de los ex-guaitequeros cuentan historias similares: hablan de la preparación del viaje, de cómo se hicieron cargo de sus trabajos y los de sus maridos; de la espera y la falta de noticias; de la colaboración de familiares y vecinos durante los tiempos de ausencia. Mas, el elemento compartido por todas, y que se expresa con mayor fuerza en los discursos de las entrevistadas, es la soledad. ORGANIZACIÓN DEL VIAJE (2) La preparación de los viajes consideraba dejar equipados los hogares para que, durante la ausencia, a las familias no les faltara nada. Así, los hombres antes de partir dejaban comprados víveres y también dejaban cortada la leña. Estos víveres debían alcanzar para los días de ausencia. Sin embargo, en algunas ocasiones se agotaban antes del regreso de los guaitequeros, situación que activaba ciertos mecanismos vinculados con la organización del trabajo, así como también con relaciones de reciprocidad y solidaridad entre los miembros de las comunidades. Esto último tendría relación con que el viaje, la ausencia y la incertidumbre eran compartidos por la mayoría de las mujeres de la época de la seca de cholgas. Es así como, en el caso que durante la ausencia de los hombres, a alguna familia se le terminaran las provisiones: “¡Se las arreglaba sola! Bueno, igual iban a pedir a la casa y uno le pasaba para el que no tenía” (Virginia B. Curanué); o podía pedirle a los patrones 7 II SEMINARIO “CHILOÉ: HISTORIA DEL CONTACTO” 16, 17, y 18 de junio de 2010 que habilitaron el viaje de los maridos algunos alimentos a modo de adelanto del pago. No obstante, cuentan que los patrones daban muy poco o no daban nada. La presencia de bienes limitados, sumado a la incertidumbre acerca de los resultados del viaje y la percepción de éstos como actividades sacrificadas (pero necesarias), podría haber incidido en la configuración de un discurso y práctica femenino –tal vez un elemento de las identidades femeninas – que aboga por la austeridad. Las palabras de Berta V. ejemplifican lo antes expuesto “Nunca me gustó ser como derrochadora de la plata (…) cuidaba la plata siempre porque yo sé que era sacrificio para el marido, saliendo lejos a trabajar, muy lejos, pa’ ganarse la vida, pa’ que junte la plata. Como sé que trabajó con sacrificio la plata, lo justo y necesario.” (Berta V., Auchac) DE PAPÁ Y MAMÁ Los ordenamientos de género imperantes atribuyen la autoridad a los varones. Berta V. (Auchac) explica lo anterior de la siguiente manera: “cada cosa tiene que ser en su lugar no más ¿cómo la mujer va a estar mandando más que el marido? para eso el marido es la cabeza de la casa, del hogar.” Sin embargo, durante la ausencia, las madres quedaban solas con los hijos, “hacía de papá y mamá” (Hilda P. Melinka), transformándose en la figura de autoridad al interior de las familias. En otro ámbito, cabe señalar que en Chiloé, y por continuidad Melinka, se habría presentado una distribución de trabajos derivada de los ordenamientos de género que, de acuerdo a Mansilla (2006), asociaría lo femenino al espacio doméstico: el cuidado de los hijos, hilado y tejido, cuidados de atención primaria en el hogar, entre otros; mientras que lo masculino se vincularía con el trabajo de la madera, las migraciones estacionales, la navegación, entre otros. Las tareas agrícolas habrían sido realizadas en conjunto por hombres y mujeres. La ausencia masculina gatillaría una serie de reestructuraciones y ajustes de la cotidianidad, algunas de las cuales se vincularían con la distribución de tareas antes descrita. En este orden, un elemento que llama la atención es la forma en que las mujeres madres de 8 II SEMINARIO “CHILOÉ: HISTORIA DEL CONTACTO” 16, 17, y 18 de junio de 2010 familia, junto con realizar los quehaceres propios, durante los períodos de ausencia asumían las tareas masculinas, quedando a cargo del campo, de las siembras y cosechas, de la crianza de los animales y la leña. Ulises M. (Quellón), hijo de guaitequeros, cuenta que “la mujer hacía el trabajo igual que un hombre” y, a partir de la multiplicidad de tareas que ellas realizaban, indica que “siempre ha sido así, es multifacética [la mujer chilota]”; en una línea similar, Bernardino R. (Quellón) expresa que hay “mucha habilidad en la mujer chilota”. A la vez, al describir la cantidad y variedad de trabajos realizados por las mujeres, muchos de las entrevistadas y entrevistados comentaron que “[a la mujer chilota] ningún trabajo le queda grande”. “Múltiple”, “hábil”, “no le queda grande el trabajo”, son expresiones que usualmente describen a los chilotes hombres. El hecho que se usen también para referirse a la aproximación femenina al trabajo daría cuenta que tanto hombres como mujeres compartirían un mismo modo de afrontar las tareas, entonces, esta aproximación formaría parte del discurso y práctica identitario de “lo chilote”. COMUNIDAD: SOLIDARIDAD, RECIPROCIDAD Y MINGAS En un primer momento del discurso, las entrevistadas plantean que quedaban solas con las siembras y las cosechas, posteriormente indican que estas tareas las realizaba en colaboración con otros miembros de la familia. Al respecto, Ulises M. (Quellón) plantea que los hijos junto a la madre se encargaban de las siembras, cosechas y animales, es decir de “tener todo ordenado para que cuando llegaran los papás no estuvieran las cosas sin hacerse”; porque ellos salían “a trabajar afuera para traer la plata o la comida y los que quedábamos en la casa teníamos que trabajar las otras cosas, cuidar lo que había y hacerlo producir. Esa era la misión.” Junto con los familiares, también se contaba con el apoyo de las vecinas y vecinos. Adela C. (Curanué) explica que: “la mayoría de las que vivíamos aquí, mis amigas, gente de mi edad, casi todos sus maridos eran de afuera, de las Guaitecas. Nos apoyábamos, nos 9 II SEMINARIO “CHILOÉ: HISTORIA DEL CONTACTO” 16, 17, y 18 de junio de 2010 ayudábamos. Entre otras cosas, en trabajar, en trabajar la agricultura. Le tocaba a una ir primero a ayudar en las papas y después a la otra, y así.” Adela C. está hablando de los días cambiados. Otros entrevistados mencionan la realización de mingas (de cosecha, siembra, aserrar madera a brazo, etc.) que se hacían durante la ausencia de los guaitequeros. Sería este apoyo de vecinos y familiares, manifestado a través de las formas de trabajo comunitario antes mencionadas, lo que haría que el quedarse a cargo del campo y hacerlo producir, fuera posible. Ésto porque el vacío dejado por lo guaitequeros sería rellenado por la comunidad. En este sentido, el trabajo comunitario se presentaría como una condición necesaria para la realización de los viajes. Por otra parte, junto con los días cambiados y las mingas, había otras formas de apoyo a las mujeres que quedaban solas: la compañía, porque antes “igual era soledoso y triste” (Virginia B. Curanué). Así, entre vecinas y familiares se acompañaban: “quedaba sola, pero tenía la compañía de mi suegra, mis cuñadas que vivían cerca y me venían a visitar en las noches (…) porque antes hasta miedo daba, noches oscuras, noches de lluvia”. Es así como dentro de los preparativos para la ausencia, en algunas familias se estilaba que las esposas quedaran en la casa de las suegras, en particular, si se trataba de matrimonios jóvenes. Ésto porque la mujer “no podía quedar sola”, y las suegras cumplían el rol de cuidarlas, a la vez que de ayudarlas a crecer a los hijos pequeños. Chile H. (Quellón) aclara que en la actualidad todavía en algunos matrimonios ocurriría lo mismo. Los hombres jóvenes que salen a la pesca o el erizo “se van a trabajar y dejan a la mujer donde la mamá para que ahí no se sienta sola. Así el hombre se va despreocupado, no va con la preocupación que dejó sola a la mujer”. El vivir con la suegra, junto con las visitas de las hermanas y vecinas, constituyen instancias de sociabilidad femenina en las que se configurarían y reforzarían las identidades de chilotas y melinkanas, asimismo, podrían incidir en la generación y fortalecimiento de vínculos de reciprocidad y solidaridad… en el fondo, todas comparten la soledad y generan estrategias para abordarla. 10 II SEMINARIO “CHILOÉ: HISTORIA DEL CONTACTO” 16, 17, y 18 de junio de 2010 DISTINCIONES AL NORTE Y AL SUR DEL CORCOVADO En páginas precedentes se mencionó que, no obstante de presentarse ciertas diferencias entre chilotes y melinkanos, los guaitequeros habrían compartido una misma tradición. Una situación similar habría ocurrido con las mujeres y familiares de estos navegantes que se quedaron en Chiloé y Melinka, en el sentido que, si bien se observarían una serie de elementos compartidos, también habrían existido diferencias significativas en la cotidianidad de estos lugares durante la ausencia de los guaitequeros. Uno de los aspectos que marcarían diferencias entre melinkanos y huildeños, tendría relación con la participación de familias completas, esposas e hijos pequeños, en el trabajo de la cholga seca. En Chiloé el oficio de guaitequero se reservaba sólo para los hombres. En Melinka, en cambio, se registra un grupo de familias que habrían participado del trabajo en las Guaitecas. El porqué desde Chiloé no habrían partido mujeres hacia las Guaitecas podría vincularse con el Golfo del Corcovado, espacio reconocido por sus difíciles condiciones. Al respecto Ulises M. (Quellón) cuenta que “(…) de acá de Chiloé no iba toda la familia a trabajar, no podría haber sido, por los mismos peligros que había de cruzar el golfo. En cambio en la zona de las Guaitecas o de Melinka en este caso ellos navegaban en zona de canales, que también es malo pero hay donde más resguardarse del invierno, hay más buen puerto.” Los viajes a los que habrían ido familias completas tenían lugar principalmente en el verano, una vez terminado el período escolar. En éstos, tanto mujeres, como niñas y niños, trabajaban a la par que los hombres en la extracción y preparación de las cholgas. Cabe señalar que, si bien no todas las familias de Melinka habrían ido a trabajar a las Guaitecas, sí se trataría de una práctica relativamente frecuente. La participación de familias completas en el trabajo podría haber sido motivada por razones económicas: en Melinka eran más pobres que en Chiloé. Entonces, el llevar a la familia a Guaitecas, junto con el aporte que éstos hacían en el trabajo de la cholga, podría 11 II SEMINARIO “CHILOÉ: HISTORIA DEL CONTACTO” 16, 17, y 18 de junio de 2010 haber sido una estrategia para garantizar las ganancias de la faena, en el sentido que andar con ellos implicaría no tener que “habilitar” las casas para los meses de ausencia. CIERRE Entender el viaje como un fenómeno de dos partes contribuiría a la descripción densa del mismo, sacando a la luz distinciones sutiles, pero significativas, entre los quehaceres y saberes de los viajes guaitequeros del norte y el sur del Golfo del Corcovado. Asimismo, plantea nuevas preguntas, como, por ejemplo, los vínculos entre el viaje y las instituciones profundamente arraigadas en la cultura local, como son la minga y otras expresiones de los lazos de reciprocidad y solidaridad que habrían caracterizado la economía social de los archipiélagos. BIBLIOGRAFÍA CÁRDENAS, ANTONIO (1971). 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Septiembre de 2007. 12 II SEMINARIO “CHILOÉ: HISTORIA DEL CONTACTO” 16, 17, y 18 de junio de 2010 MARTINIC, MATEO (2004). De la Trapananda al Aysén: Una Mirada Reflexiva sobre el Acontecer de la Región de Aysén desde la Prehistoria hasta Nuestros Días. Pehuén Editores: Santiago de Chile MONTECINO, SONIA (2008). “Hacia una antropología del Género en Chile”. En: Mujeres Chilenas. Fragmentos de una Historia. Montecino, Sonia (compiladora) pp. 395-403. Catalonia: Santiago de Chile. MUNIZAGA, CARLOS (1988). Chiloé y su influjo en la XI región: II Jornadas Territoriales / Instituto de Investigaciones del Patrimonio Territorial de Chile. Santiago: El Instituto, 1988 (Santiago: Universitaria) pp. 61-73 STOLCKE, VERENA (1996). “Antropología del Género. El cómo y el porqué de las mujeres”. EN: J. Prat & A. Martínez (eds.) Ensayos de Antropología Cultural. 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