LAS DUNAS Y FAISANES_El fin de la supremacia

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LAS DUNAS Y FAISANES: EL FIN DE LA SUPREMACÍA ESPAÑOLA (1658-1660)
Casi siempre se había atestiguado que la supremacía militar de los Tercios de Flandes se extinguió en el
campo de Rocroi. Ahora se empieza a defender la extremada capacidad de recuperación que tuvo la
Monarquía Hispánica, para resarcirse de derrotas tan famosas como aquella. El verdadero fin, tantas veces
esperado por muchos, ocurrió más acertadamente en la batalla de las Dunas de 1658, donde la formidable
maquinaria de los Austrias españoles sufrió otra derrota militar, agravada además por la calamitosa
situación económica y la estéril demografía nacional. Una nueva realidad que confirmaría la
preponderancia europea obtenida por la Francia de Luis XIV, en el posterior Tratado representado sobre la
isla de los Faisanes.
LA PAZ ILUSORIA
Una vez firmada la Paz de Westfalia, el conflicto franco-español comenzado en plena Guerra de los Treinta
Años, seguía en activo. Los teatros se extendían por Italia, Cataluña y, sobre todo, Flandes. Por si fuera
poco, los portugueses también podían volver a retomar sus ansias de independencia en cualquier
momento. Durante 1655-56 los éxitos españoles, con las batallas de Pavía y Valenciennes como triunfal
recordatorio de su antiguo poderío, pusieron sobre la mesa opciones de paz que el cardenal Mazarino, el
verdadero rector de la política francesa, no menospreciaba en absoluto. Incluso llegó a enviar a su
representante personal a Madrid para tantear esas opciones, un gesto que fue erróneamente interpretado
como signo de debilidad por los españoles.
Las delegaciones llegaron a estudiar que, a cambio de que Luis XIV no se aliara con Inglaterra y dejara de
apoyar las pretensiones portuguesas, los españoles les cedían el Rosellón -ya conquistado por los franceses, algunas plazas en el Artois y condiciones favorables para el comercio mutuo. Parecía un acuerdo
prometedor, pero dos cuestiones impidieron esta ilusoria paz; primero, la negativa española a casar a la
infanta María Teresa -única hija de Felipe IV y sin varones legítimos en esos momentos- con el rey francés y,
sobre todo, la devolución de los privilegios y propiedades al Gran Condé -príncipe francés al servicio de
España y vencedor anteriormente ante los Tercios, en las batallas de Rocroi y Lens-, algo a lo que Luis XIV
tampoco estaba dispuesto a permitir, después de los conflictos internos que había generado en su Corte.
EL CORTEJO AL INGLÉS
Un año más tarde, las cosas se presentarían de diferente forma para cada antagonista. El motivo de ese
cambio de actitud vino de la mano de Inglaterra y del verdadero vencedor de su anterior guerra civil en dos
partes, Cromwell. Guiado por un ejército remodelado -el New Model Army- y una armada que había
disputado con éxito a los holandeses la hegemonía en el Canal, el Lord Protector deseaba más que nunca
intervenir en el Continente. Y con la promesa pactada de adquirir Dunkerque, junto a las opciones de volver
a lanzarse sobre el comercio de flotas indiano español o apoderarse de alguna otra posesión caribeña -ya
había conquistado Jamaica- decidió unirse al rey francés, en el Tratado de Paris firmado en marzo de 1657.
Esta decisiva alianza podía dinamitar el equilibrio existente hasta ese momento y eso era algo que se temía
en Madrid. No en vano, llevaban tiempo cultivando la neutralidad inglesa y Felipe IV, por ejemplo, fue el
primer monarca europeo que aceptó la proclamación de la República inglesa en 1649. Este indisimulado
cortejo, que Cromwell nunca deseó, terminaba de la peor manera posible , al situar a 6.000 soldados de
infantería ingleses a las órdenes de Francia y a su poderosa flota amenazando, de nuevo, las
comunicaciones del imperio español.
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Cromwell
Loa aliados anglo-franceses querían caer sobre las ciudades de Gravelines, Mardyk y Dunkerque, todas ellas
ciudades costeras y con un amplio historial de asedios e intentonas previas. La única de las tres que fue
conquistada durante 1657 fue Mardyck. Turena, el prestigioso general francés al mando (ver sumario 1), no
quiso arriesgarse a plantear todavía el sitio de Dunkerque, hasta no tener una superioridad adecuada en
esa zona y, por ese motivo, esperó hasta el año siguiente para iniciar esa crucial operación. Sería durante
esa campaña donde se dilucidaría esta larga guerra entre los dos colosos.
Al principio de 1658, los españoles tomaron por traición la plaza de Hesdin y en abril pudieron interceptar a
una fuerza francesa comandada por el mariscal Hocquincourt, al cual obligaron a retirarse. Un mes más
tarde, peor le fueron las cosas al mariscal dÀumont en las cercanías de Ostende, donde fue totalmente
batido, hecho prisionero y con más de 1.300 bajas en sus tropas debido a un taimado engaño urdido por
Juan José de Austria -bastardo de Felipe IV (ver sumario 2)- y el propio gobernador de esa plaza. Ellos
trasladaron al campo francés noticias falsas sobre la existencia en la población de ciertas simpatías hacia
Luis XIV y las ganas de rendirse de la guarnición. Nada más lejos de la realidad. En cuanto los franceses se
aproximaron en la noche del 13 al 14 de mayo a sus abiertas puertas sufrieron una letal emboscada, con
esas consecuencias ya narradas.
TURENA AD PORTAS
Estos contratiempos no desviaron la atención del principal objetivo enemigo que era Dunkerque, y hacia
ella se encaminó el ejército francés -fuerte en unos 17.000 hombres- con Turena a la cabeza. Le
acompañaba también un contingente inglés de 3.000 hombres al mando de William Lockhart, y una flota
inglesa de bloqueo. El asedio empezó el 25 de mayo y la plaza estaba defendida por el marqués de Lede,
veterano de la victoria de Kallo en 1638, que contaba con unos 3.000 hombres. El alarmismo cundió en
Bruselas ante este movimiento y Juan José de Austria quiso responder de inmediato. En todo caso, la
reunión de sus fuerzas -unas 14.000 en total- no fue tarea fácil por falta de acémilas y el mal estado de los
caminos. A eso se le añadía la angustia por socorrer a tiempo a Dunkerque, lo que les supondría llegar al
final sin artillería, bagajes y falta de pertrechos, algo que al gran Condé no le pareció lo más sensato.
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Turena
La mayoría de las fuentes consultadas para estos hechos, sobre todo firmadas por autores extranjeros,
hablan de precipitación española en esa decisión, pero la caída de Dunkerque sin intervenir hubiera
afectado al prestigio de la Corte madrileña. Además, desde que tuvieron noticias de esa ofensiva francesa
hasta que llegaron los españoles a la costa flamenca pasaron más de dos semanas. Y entre medias hubo
dos consejos de guerra -el primero el 4 de junio- para decidir qué opción tomar. Es decir, el movimiento
español hacia Dunkerque fue adecuado y necesario, por la importancia de la incursión enemiga y de la
propia plaza escogida; lo innecesario fue el planteamiento de batalla que siguió a esas decisiones
consensuadas.
En esas circunstancias, el ejército español se acercaba para levantar el asedio y el 10 de junio llegaba a
Veurne. Tres días después acampó sobre la playa al noreste de Dunkerque, en la actual Zuydcoote. En el
campo francés, Turena no estaba ocioso y preparaba la bienvenida adecuada. Con aproximadamente
15.000 hombres (9.000 de infantería y 6.000 de caballería) pretendía golpear primero y atacar a la posición
establecida por los españoles en las cercanías, que estaban desplegados perpendicularmente al mar.
Avanzó con lentitud desde sus posiciones -recorrió los 5 km que le separaban de sus enemigos en más de
tres horas- y formó a sus tropas en tres líneas y una reserva, con la caballería en sus flancos e intervalos,
mientras la infantería ocupaba el centro. Asimismo, desplegó su artillería en apoyo de cada flanco situando
5 cañones en cada extremo.
Teatro de operaciones
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LA FATAL DECISIÓN
El jefe español no esperaba este movimiento y tardó algo en reaccionar. Avanzó luego un poco y dejó que
su flanco derecho, formado por las tropas españolas, descansara sobre la playa y las características dunas
de ese litoral, donde sobresalía una altura que iba a ser el principal punto de disputa. Su flanco izquierdo,
donde estaba situado Condé, se extendía hasta el canal Brujas-Fernes y en el centro se encontraban las
tropas realistas inglesas del Duque de York y el marqués de Caracena, con otros contingentes. Detrás de la
línea principal de infantería desplegó a casi toda la caballería formada en cuatro líneas más. Debemos
reflejar que, en un primer momento, la caballería española se situó sobre la playa, pero la intervención de
algunas fragatas inglesas -se suelen mencionar tres- les obligó a desistir de ese plan.
Plano francés de la batalla
En cualquier caso, la decisión de combatir en ese terreno no fue la adecuada para los españoles. Su
numerosa caballería tendría problemas para atacar por el arenal de las dunas y el fuego naval tampoco les
dejaría moverse a su gusto por la playa. Para colmo, la bajamar les mostró a los franceses una oportunidad
de cargar por el lado de la costa y envolver a las fuertes posiciones que defendían las tropas españolas. Y
sin artillería disponible, no podrían diezmar a las masas de atacantes que se dirigirían hacia ellos. Lo
razonable hubiera sido retirarse al interior y esperar una mejor oportunidad para combatir. Se suele
comentar que Condé le sugirió exactamente eso a Juan José de Austria, aunque no es descabellado pensar
tampoco, en un intento posterior de salvar ciertas dignidades.
Hacia las 8:00 am empezó la batalla y fueron los ingleses los que atacaron con fuerza la altura defendida
por los españoles, siendo rechazados por dos veces. Cuatro horas más tarde y tras varios intentos de
rupturas mutuas, el ejército español reculaba y se deshacía ante las combinadas tropas victoriosas de
Turena. La clave, al final, estuvo en ese ataque de flanco de la caballería francesa por la playa, que terminó
por desbaratar el flanco derecho español. Condé, viendo el negro cariz que tomaba la batalla intentó por el
otro flanco varios contraataques que estabilizaran la situación, pero tampoco tuvo éxito y optó también por
la huida. Dejaron unas 5.000 bajas, la mayoría de ellos prisioneros y, lo que es más importante, con su
moral de combate destrozada.
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CAUSAS Y APROVECHAMIENTO
Es indudable que en las Dunas, la figura de Turena destacó sobre el resto. Actuó con mucha seguridad y
temple. Tuvo el acierto de atacar a los españoles en una situación ventajosa para sus fuerzas y estuvo al
acecho de los contraataques de Condé; es muy posible que alentara también ese letal envolvimiento por la
costa de la posición española. Sus rivales se fajaron bien, pero plantearon mal su acercamiento a la plaza.
Mucho después, Napoleón analizó este enfrentamiento y comentó que “Don Juan mereció su derrota por
avanzar a la vista de Turena, sin artillería o herramientas para atrincherarse”. Además, dijo que esa victoria
"era de esperar al tener una superioridad de tres a dos en la infantería sobre un suelo mal adaptado para el
caballo, que hacía que la superioridad de los españoles en caballería fuera inútil para ellos”. Concluye
diciendo que “Turena tenía artillería, y su enemigo no” y reitera la importancia de “los barcos ingleses,
anclados y cañoneado el flanco derecho de la españoles”, para precipitar esa desbandada española.
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Juan José de Austria
Turena, tras su decisiva victoria, continuó sin dilación el sitio de Dunkerque. La muerte del valeroso Lede
precipitó su capitulación y el 23 de junio caía en manos francesas, con el joven Luis XIV presente y
observando la escena. Poco después entregaban la misma a los ingleses, en virtud del cumplimiento de su
alianza. Este hecho incentivó seguramente la continuación de la campaña ofensiva y los franceses
aprovecharon ese impulso para tomar Gravelinas en agosto, Oudenaarde en septiembre y otras plazas de
importancia sin casi resistencia. La penetración en Flandes fue fulminante -aunque no llegaron a Bruselas- y
quebró el sistema defensivo español, como nunca antes había ocurrido. Como dijo después Juan José de
Austria por carta, “cualquier lugar estaba ahora a su alcance”.
LA ISLA DE LOS FAISANES
El lento declinar español se percibía en este año fatídico. Se imponía firmar la paz. Además, Felipe IV
deseaba tener las manos libres para intentar arreglar la situación en Portugal, su verdadera obsesión de
esos años. Otro hecho circunstancial vino a aclarar el panorama para poner fin a las hostilidades. En esas
navidades, por fin había nacido un heredero varón a la Corona española y esto facilitaba que pudiera
ofrecer ahora a su hija al rey francés. Asimismo, su enemigo de décadas estaba en una situación adecuada,
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tras esas prestigiosas conquistas en Flandes -no así Cataluña-, aunque necesitaba un acto oficial para
legitimar su posición de privilegio. Por último, a Mazarino le apetecía mucho el acuerdo para proclamar el
éxito de su política y aplacar las voces contrarias a su persona.
Luis XIV y Felipe IV, en la isla de los Faisanes
El llamado Tratado de los Pirineos -firmado el 7 de noviembre de 1659- tuvo su ostentoso desenlace en
junio de 1660, sobre la misma isla de los Faisanes, una diminuta divisoria de las dos potencias enfrentadas y
que aún baña el río Bidasoa. Allí, ambos monarcas se sintieron complacidos. Luis XIV había recibido el
Rosellón, importantes plazas en Flandes y ahora obtenía la mano de la hija del rey español con una dote en
escudos de oro que nunca se pagaría. Una cuestión que serviría al Rey Sol para, mucho más tarde,
implicarse en la política española con su nieto, el futuro Felipe V. Esta paz, para el rey español no fue una
capitulación total ya que, de hecho, mejoraba el intento anterior de 1644 y casi igualaba al de 1656. A
cambio de algunas pérdidas territoriales conseguía la promesa de la no intervención del francés en
Portugal, algo que no se cumplió del todo. En los años siguientes, los ejércitos españoles centrarían todos
sus esfuerzos en la Península, para terminar siendo totalmente derrotados por los portugueses, tras una
serie de choques fronterizos.
ADIOS A UNA ÉPOCA
La Monarquía Hispánica siempre había demostrado durante el siglo XVII una capacidad de resistencia y
recuperación digna de elogio, una resiliencia generalizada como últimamente se comenta en los círculos
académicos y que dinamita esa imagen de decadencia extendida e inevitable. Desde el punto de vista
militar, los Tercios siguieron siendo una fuerza muy respetable y en absoluto inferior tácticamente a sus
contrapartes. Entonces, ¿cómo se pudo perder la guerra contra Francia?
La clave hay que buscarla en el colapso financiero que arrastraba desde los primeros años cincuenta del
siglo XVII, acreditada en la bancarrota de 1652. Los mandos se quejaban repetidas veces de la falta de
dinero para pagar a las tropas y, en esas condiciones, era muy difícil sacar una ventaja perdurable de los
éxitos obtenidos en batalla. Ese factor fundamental se unió a la falta de hombres disponibles -guerras,
carestías, pestes- tras el periodo depresivo en población de 1648-1654, que contribuyó a limitar el siempre
valioso cupo de españoles en los ejércitos en campaña. Finalmente, la aparición inglesa en esa década fue
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el detonante para romper el equilibrio existente y permitió el ascenso imparable de Francia, como primera
potencia continental. La batalla de las Dunas puede verse más como una escenografía mortal de esa nueva
hegemonía francesa, que como una derrota catastrófica de las armas españolas. Ni por las bajas
producidas, ni por la propaganda efectuada entraría en la Historia pero, en aquellos tiempos, ese triunfo
militar francés confirmó, por sí solo, el contexto imperante en el continente: el fin de la supremacía militar
y política española.
SUMARIO 1. TURENA, UNA VIDA DE BATALLAS
En 1611 nació en Sedán, uno de los mejores líderes que jamás diera Francia. De pequeño tuvo una
constitución delicada y no parecía destacar en nada. Perseverante en el ejercicio físico y muy disciplinado, a
la edad de 15 años entró en el ejército holandés donde en 1629 ya era capitán. En la década de los treinta
ya estaba al servicio de Francia y bajo su enseña es herido en el sitio de Saverne (1636), destaca en
Landrecies y participa en la toma de Breisah (1638). Herido, otra vez, en el sitio de Turin asciende al
mariscalato en 1643. Junto a Condé participa en la indecisa batalla de Freiburg (1644) y ambos vencen in
extremis, en la segunda batalla de Nordlingen (1645). Su posterior unión con los suecos en Baviera
finalizaría con éxito la guerra de los Treinta Años. Luego vinieron los sucesos internos de la Fronda y la
lucha final frente a España. Vence en Arras (1654) y en la decisiva de las Dunas, aunque es sorprendido ante
Valenciennes. Primer mariscal de Francia en 1660, conduce las operaciones de conquista frente a Holanda.
Infatigable, lucha contra los imperiales más tarde y los derrota para caer finalmente muerto en Salzbach,
por un cañonazo en 1675.
SUMARIO 2. JUAN JOSE DE AUSTRIA, EL BASTARDO CAPAZ
Las pasiones de Felipe IV con la conocida actriz de la época María Inés Calderón dieron como resultado el
nacimiento en Madrid de un varón en 1629. En su infancia tuvo varios traslados y tutores, ante los cuales
mostró buena memoria y mejor pluma, además de ser un esmerado jinete y cazador. En 1642 fue
reconocido por el rey y al año siguiente elevado a la dignidad de príncipe. Su buen nombre militar le vino
por sofocar la revuelta de Nápoles (1647-1648) y por triunfar en el sitio de Barcelona (1652), que puso fin a
la revuelta catalana. En 1656 fue enviado a Flandes, en calidad de Gobernador de los Países Bajos. Para
llegar tuvo que salvar un ataque a su galera por parte de los piratas berberiscos. Estuvo presente en el
triunfo de Valenciennes. Su estrella se disipó en la batalla de las Dunas, que dejó a merced de los franceses
bastantes plazas importantes. Regresó a la Península para dirigir las operaciones contra Portugal. En 1661 y
1662 encabezó el ejército de Extremadura con algunos éxitos, para ser totalmente derrotado en la batalla
de Ameixial (1663). Muere en 1679.
ENRIQUE F. SICILIA CARDONA 2014©
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BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA
Español
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En defensa del Imperio. Davide Maffi. Actas.
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España Bélica Siglo XVII. C Martinez de Campos. Aguilar.
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Felipe IV y el Gobierno de España 1621-1665. R. A. Stradling. Cátedra.
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Don Juan José de Austria en la monarquía hispánica: entre la política, el poder y la intriga. Ignacio
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Ojeda Nieto. Pdf.
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Relación panegírica de la jornada de los señores, señor don Luis Méndez de Haro y señor cardenal
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Inglés
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100 Decisive Battles: From Ancient Times to the Present. Paul K. Davis. Oxford University Press.
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Europe´s Tragedy. Peter H. Wilson. Penguin Books.
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