Discurso completo del presidente del Congreso, José Bono

Anuncio
Palabras del Presidente del Congreso en el acto institucional
del XXXII Aniversario de la Constitución Española
Hay rutinas muertas que ejercemos por hábito, con indiferencia. No es el caso de hoy.
La celebración que nos convoca cada seis de diciembre en el Congreso, es un acto vivo.
El compromiso con la libertad nos despierta de cualquier tentación de letargo.
Un año más les doy la bienvenida para celebrar el trigésimo segundo aniversario de la
Constitución. Casi un tercio de siglo entendiéndonos sin destrozarnos, con un lugar
común donde sentarnos y conversar.
La Constitución está viva y plenamente vigorosa. Lo hemos visto en estos días
inclementes en los que un grupo de ciudadanos han abandonado sus obligaciones y,
echando un pulso al Estado, han perjudicado gravemente a muchos españoles y a
España misma. La Constitución, sabiamente, ha ofrecido la fortaleza de su letra para
alertarnos a todos de que quienes recurren al chantaje para defender privilegios son
los únicos culpables.
Ni han vencido en esta ocasión ni vencerá quien lo intente de nuevo. Nos va en ello
demasiado. Los culpables deben perder toda esperanza.
Formamos parte de una de las naciones más antiguas del mundo. Una nación que es,
también, una comunidad de sentimientos. Y a nosotros, más que nadie, a los políticos
nos incumbe que esos sentimientos sean los mejores.
Nos une la tierra, el idioma, el clima, los valores, la historia. Nos unen muchas cosas
pero a veces parece que nos esforzamos en poner en común solamente aquello que
nos enfrenta.
Pese a nuestros empeños en exagerar diferencias, lo que nos une como españoles es
mucho más que lo que nos separa.
Y por mucho que se empeñen algunos en separarnos, somos millones los que sabemos
que, con la Constitución de nuestra parte, no hay peligro de ruptura.
No hay peligro de que en España nazca un español que tenga más derechos que otro.
La diferencia sí, pero desigualdad de derechos entre los españoles sería lo peor para la
nación y para la justicia.
España es madre de muchos pueblos y es garantía de igualdad entre todos los
españoles. No es extraño, por ello, que los enemigos de la igualdad también lo sean de
la España que la garantiza.
El pasado día 24 de septiembre, celebramos el bicentenario de la constitución de las
Cortes en la Isla en San Fernando. Pocos países en el mundo tienen un origen
parlamentario tan veterano. Es verdad que en esos 200 años hemos tenido largos
periodos de dictadura y de democracia amañada.
Baste indicar que al final del reinado de Isabel II había en España 16 millones de
ciudadanos pero solo votaban 100.000. O que el sufragio universal solo ha regido 37
años y hasta el mal llamado sufragio universal masculino fue sistemáticamente
falseado por el caciquismo.
Pero a pesar de dictadores y caudillos la idea de una España de ciudadanos libres e
iguales, que ya proclamó la Constitución de 1812, latía con fuerza irresistible en el
corazón de los españoles que se rebelaban y no soportaban la tiranía.
España no precisa acciones excelsas de personajes heroicos, sino actos cotidianos de
trabajo responsable que, al multiplicarse por millones de personas, transforman la
sociedad.
Esa es la razón para ser optimistas. No porque tengamos fe en la magia, ni en la
burocracia, ni en las encuestas favorables, sino porque sabemos que el futuro es una
sucesión infinita de presentes.
Y sabemos también que el presente no es un trabajo reservado a una casta o
profesión, y mucho menos a los vaivenes de los especuladores o de quienes solo
quieren ganar el titular del día siguiente en un periódico, sino tarea vital de millones
de personas que no desean retroceder.
Esa es la clave de esta hora, de este día y de ésta época: el deseo de avanzar de
nuestro pueblo es la garantía de nuestro progreso.
Madrid, 6 de diciembre de 2010
Descargar