ANEXO Investigación bibliográfica La Virgen de Guadalupe es un elemento que se encuentra presente en la identidad de México, es un ícono que traspasa la religión y se sitúa en diferentes ámbitos de la vida del mexicano. Se encuentra presente en la vida cotidiana de un país que es rico en tradiciones, mitos y costumbres. Ya que estamos hablando de un tema que además de ser polémico, pertenece a la historia del México colonial y actual; lo mejor será empezar por la historia de la misma aparición, la cuál proviene de una Información que mandó hacer el segundo arzobispo Fray Alonso de Montúfar, en 1556. Según esta historia oficial de la iglesia, la Virgen de Guadalupe se apareció al indio Juan Diego el sábado 9 de diciembre de 1531 en las faldas del cerro del Tepeyac, situado en las afueras de la ciudad de México, para anunciarle que deseaba que en ese lugar se construyera un templo en su honor, para en él mostrar su amor, su compasión, su auxilio y su defensa a los hombres, y le pidió que hiciera llegar su mensaje al obispo de México, Juan de Zumárraga. Juan Diego cumplió con el encargo de la Virgen, pero el obispo no le creyó. 4 Aquella misma tarde Juan Diego volvió a pasar por el Tepeyac, le contó a la Virgen lo sucedido y le pidió que enviara a otro mensajero, pero Ella insistió en que Juan Diego lo intentara de nuevo al día siguiente. Siguiendo las instrucciones de la Virgen, Juan Diego volvió a presentarse ante el obispo, quien entonces le pidió alguna señal que demostrara que lo que decía era verdad. Ese mismo día por la tarde, Juan Diego tuvo su tercer encuentro con la Virgen. Al hacerle saber la petición del obispo, la Virgen le pidió que volviera a encontrarla al día siguiente, y que entonces le daría la señal que pedía el obispo. Pero al día siguiente ‐ lunes 11 ‐ el tío de Juan Diego, Juan Bernardino, enfermó gravemente a causa de la peste, y esto impidió a Juan Diego presentarse ante la Virgen. Esa misma noche empeoró el estado de Juan Bernardino, por lo que Juan Diego tuvo que ir a la ciudad de México en busca de un sacerdote. Transcurrían las primeras horas del 12 de diciembre cuando, en su camino a la ciudad, Juan Diego pasó a la altura del Tepeyac. Avergonzado por no haber cumplido la promesa que le había hecho a la Virgen, decidió rodear el cerro para evitar un nuevo encuentro. Sin embargo, la Virgen se apareció a Juan Diego en el llano que se extiende junto al cerro. Le dijo a Juan Diego que no debía temer más por la salud de su tío y le pidió que subiera a la cumbre del Tepeyac, en donde 5 encontraría unas rosas de Castilla ‐ que no florecían en el cerro ‐ las que serían la señal que debía entregar al obispo. Mientras Juan Diego se dirigía a casa del obispo, la Virgen se apareció ante el moribundo Juan Bernardino y lo sanó. Le explicó el encargo que había dado a Juan Diego, y le pidió que hablara al obispo de su enfermedad y la forma como había sido curado por ella. Hacia el mediodía de aquel 12 de diciembre Juan Diego le dijo al obispo que le había traído la señal que le había pedido. Entonces desenvolvió su ayate y las rosas de Castilla cayeron al suelo, y en la manta apareció la imagen de la Virgen de Guadalupe. Esta es la historia que se conoce en nuestros días, la cuál ha sido traducida al español, del texto original conocido como Nican Mopohua, cómo podemos ver, esta historia se encuentra llena de elementos mágicos que dificultan su validez y verificación. La imagen de la Virgen de Gudalupe ha estado presente a lo largo de la historia de México y en la formación de la identidad nacional. 6 Día oficial de la Virgen: 12 de diciembre Pasaron más de doscientos años antes de que la Virgen de Guadalupe fuera reconocida como la patrona oficial del pueblo de la Nueva España. La imagen sería invocada y expuesta como un remedio contra las sequías, las inundaciones y las epidemias y, mas tarde, los insurgentes la adoptaron como estandarte político. De este modo surgió un símbolo nacional, reconocido por la mayoría de habitantes de Nueva España, símbolo que liberó a los criollos de su origen español, los desligó de España y les permitió identificarse con el lugar donde vivían. El 16 de febrero, el ayuntamiento, informado de la plena aprobación y consentimiento del cabildo metropolitano, expidió el testimonio del poder que confería y otorgaba a los dos comisarios para promover ante el arzobispo la elección admitida por aclamación y le presentaron la siguiente consulta, con las siguientes sentencias: “Ilmo. Y Excmo. Señor: Felipe Cayetano Medina y Sarabia y José Francisco Aguirre y Espinosa, Regidores perpetuos de esta Nobilísima Ciudad, y sus Comisarios para el asunto de que se trata, por el modo más jurídico parecemos ante V. Exc. Ilma… y decimos: que el ayuntamiento eligió de singularísima Patrona á la Soberana reina de los Angeles en su 7 admirable Imagen de Guadalupe, que se adora en su Templo, extramuros de esta ciudad á distancia de una legua; con el ánimo de que amplíe sus favores solemnizándose anualmente el 12 de Diciembre en que celebramos la Aparición, con el mayor posible culto. … y con tan loables destinos nos deputaron así para que sufraguemos y se interponga el debido vínculo del voto que ese requiera, en la forma que mandan los Derechos, como para que se solicite que después el reino (de Nueva España) lo ejecute según el poder que debidamente presentamos. Concurre por su Religioso Clero el V. Deán y Cabildo á instancias del secular confiere plenísimas facultades á su Arcediano y Canónigo Magistral. Y V. Exc. Ha de servirse de admitirnos á la votación y juramento (sin perjuicio del general que solicitamos se haga) guardándose las solemnidades que en 23 de Marzo de 1630, la Sagrada Congregación de Ritos dispone en su Decreto: obligándonos á lo que se confirme en el término que necesite la distancia, la cual y lo urgente del caso permite á V. Exc. Ilma. La facultad necesaria para los fines propuestos. Pues se persuade con la razón de los muchos beneficios que se deben á la Santísima Virgen Nuestra Señora, manifestándose en estas partes benigna por su siempre Milagros Efigie mencionada, que se conserva en el dilatado tiempo de dos siglos, con admiración, en la débil materia del Ayate; y los vecinos y moradores 8 imploran su auxilio como experimentado refugio de las necesidades en las Inundaciones y pestes que serenó por la invocación sola de su Nombre dulcísimo: y ahora esperamos que suspenda la ira divina del castigo añade la común y ardiente devoción con que la aclaman, suspirando la perfección (el cumplimiento) del acto, á que se dirige la provea y mande como se nos dé de lo que se actuare en forma testimonio, que en todo recibiremos merced de su justicia, etc. …” Conforme al citado Decreto, los dos Cabildos precedieron a la elección. Y el jueves 28 de Marzo el Ayuntamiento de la Ciudad, reunido en Cabildo, dispuso se estregasen á cada uno de los Concejales dos cédulas, en todo, iguales; la una en blanco, la otra en que se leía “Voto por Patrona Principal de esta Nobilísima Ciudad, á Nuestra Señora la Virgen Santísima en su admirable, milagrosa Imagen de Guadalupe.” (Compañía de Jesús, 1897) 9 Fuentes Indígenas y Españolas Las fuentes históricas y literarias proceden fundamentalmente de tres matrices culturales distintas: las “estrictamente indias e indígenasʺ; las ʺespañolas y europeasʺ; y las ʺmestizas”. Hay que tener en cuenta la historia y la cultura mexicana prehispánica, la de los conquistadores y misioneros españoles y el proceso evolutivo histórico que se da en la Nueva España desde el siglo XVI en adelante. Además, para dar un justo valor a las fuentes históricas hay que tener en cuenta los hechos de interculturación de los dos mundos: su lenguaje cultural, el valor de sus tradiciones y el método de su transmisión (Guerrero JL, González F. Y Chávez E. : 283‐297.) Las fuentes indígenas El momento histórico en el que se desenvuelven los hechos guadalupanos mexicanos explica la escasez relativa de documentos directos de los primeros años. Sin embargo, tenemos el recurso de noticias e informes fidedignos tempranos, 10 tanto indígenas como españoles. La mayor parte de ellos pertenecen a los primeros veinte años tras los hechos, o de otros, que a partir de mediados del siglo XVI, abordaron el tema recurriendo a documentos o testigos antiguos. Tal es el caso de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl y de las «Informaciones Jurídicas de 1666», que recogieron muchos de estos testimonios, entre ellos de gente contemporánea que conoció a testigos de los hechos y a sus protagonistas. En la historia de la documentación cobran especial relieve los códices indígenas, por lo que es necesario su interpretación adecuada. En una carta, del erudito italiano del siglo XVIII Lorenzo Boturini, el autor enumera los documentos que pretende recuperar, y busca la intervención de personas competentes para que le sean entregados Muchas fuentes indígenas fueron destruidas, como dos autoridades indiscutibles de los primeros años, como fray Bernardino de Sahagún y Gerónimo de Mendieta declaran. (Brading 2002: 132) Hay una fuente documental, no siempre debidamente valorada, y que en el caso guadalupano mexicano tiene una capital importancia: la transmisión oral o la tradición. Ya en el siglo XVI un observador atento como el jesuita p. José de Acosta, conocedor de las realidades de México y de Perú, se preguntaba sobre el valor de las tradiciones y de la transmisión oral en su correspondencia con el padre jesuita 11 mexicano p. Juan de Tovar (Garibay K. 1949: 34). Un siglo más tarde el lingüista y catedrático mexicano, Luis Becerra Tanco, volvía sobre el mismo argumento. Ambos testimonios subrayan el valor positivo de tal tradición y método. En 1578, el misionero dominico fray Diego Durán reconocía el error de haber destruido los códices indígenas. Por ello es necesario tener presente la importancia de la tradición oral como fuente histórica entre los pueblos de cultura principalmente oral, como lo eran los pueblos mexicanos. En la obra de F. González Fernández, E. Chávez Sánchez, J. L. Guerrero Rosado, El encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego, se presentan 27 documentos o testimonios indígenas guadalupanos de diversa procedencia, valor e interpretación, entre los que destaca el ʺEl Nican Mopohuaʺ; y 8 de procedencia mixta indo‐española o mestiza, entre los que destacan los pertenecientes a don Femando de Alva Itlilxóchitl y el llamado Códice ʺEscaladaʺ, recientemente descubierto. Ante todo hay que establecer su procedencia, su cronología, y su finalidad. Entre las fuentes indígenas la principal es sin duda ʺEl Nican Mopohuaʺ, atribuido al escritor indio Antonio Valeriano, de cuya paternidad hoy en día los mejores investigadores ya no dudan. El documento tiene una estructura poética y se trata ʺde un testimonio privilegiado del proceso de transculturación del cristianismo de Nueva España, el cual sigue manteniendo un valor y una 12 actualidad ejemplar para la introducción a filosofías y teologías mexicanas (Nebel 1995: 238). Sin embargo, la cuestión acerca de la historicidad de su contenido y de cuanto en él es pura literatura o parte de un entorno cultural sigue siendo discutido con fuerza. El documento de Antonio Valeriano fue dado a conocer en su texto náhuatl por Lasso de la Vega en 1649, quien lo consideró “un texto complejo y simple a la vez que se convirtió en el paradigma para otros relatos posteriores y que influye decisivamente en el proceso religioso de México. En este texto en náhuatl lo que más destaca, como ya lo había expresado el historiador y nahuatlaco A. María Garibay es el extraordinario mensaje de la maternidad espiritual de María, principalmente hacia lo pobres y los desamparadosʺ. Por todo ello, el documento va estudiado en su contexto cultural, en ʺla configuración literaria del acontecimiento guadalupanoʺ. ʺteniendo presente las reflexiones filosóficas y teológicas del acontecimiento guadalupanoʺ, y la ʺcosmovisión náhuatl (tolteca azteca) y cristiana. Cada palabra de los 218 versos del ʺNican Mopohuaʺ tiene sus significados dentro de la filosofía y mitología nahuas así como cristianas respectivamenteʺ (Nebel 1995: 238‐240). 13 La complejidad y la amplitud de la cosmovisión náhuatl y del profundo intento de inculturación cristiana por obra de los misioneros son temas que necesitan un conocimiento y un estudio atento. Para entenderlo hay que tener presente todos los datos que nos ofrecen las fuentes históricas y literarias de los siglos XVI y XVII en la Nueva España (Guerrero 1998). J.L. Guerrero explica, en su texto El encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego, que en la interpretación de las fuentes indígenas guadalupanas hay que tener en cuenta también que estas no son ʺpurasʺ en el sentido cultural y lingüístico sino que proceden ya de indígenas cristianos o que han entrado en contacto con el mundo cultural español y misionero. Estos contactos se reflejan en las fuentes, sea en el contenido como en el lenguaje. Por ello, para entender estas fuentes se debe tener presente el rico mundo literario náhuatl de temas religiosos, filosóficos y de ciencias naturales producido por indígenas y por españoles después de 1521. Nebel nos habla acerca del humanismo cristiano, el cual se encontró con la sabiduría tradicional india. Antonio Valeriano es un ejemplo. Frailes misioneros, conquistadores y sabios indígenas nos han legado numerosas investigaciones lingüísticas y filológicas: ʺartes o gramáticas, vocabularios, doctrinas cristianas, 14 catecismos, sermonarios, devocionarios, confesionarios, traducciones de la Biblia, relatos orales, compilaciones de cartas, poemas e himnos sagrados, textos sobre agricultura, medicina, conjuros y hechizos, fiestas y bailes, educación y sociedad y economía y otras obras a través de los siglos de la Colonia y de la Independencia hasta los tiempos actuales en los que nuevo textos en náhuatl incluyen vocablos e ideas especialmente diseñadas para significar conceptos hebraico‐cristianos. Esta literatura, está llena de implicaciones en el contexto de la historia de las ideas y de procesos de aculturación a nivel de las creencias y prácticas religiosas así como en ideas modernas y filosóficas. Estos principios y experiencias deben tenerse presentes no solamente en el caso específico del ʺNican Mopohuaʺ, sino también en la literatura escrita en lengua náhuatl acerca del acontecimiento guadalupano. Hay que notar también que la lengua náhuatl es vasta en expresiones literarias para hablar poéticamente de la cosmovisión mesoamericana y narrar hechos de su historia. Esta lengua además era la lengua ʺfrancaʺ de Mesoamérica usada por numerosos poetas, cronistas y literatos en tiempos antiguos y en los tiempos inmediatamente posteriores al acontecimiento guadalupano. Los hechos y el mensaje de la doctrina cristiana fueron también expresados en ella con la misma metodología, los mismos acentos y el mismo desarrollo del pensamiento filosófico de los antiguos ʺtlamatinimeʺ, los sabios mexicanos creadores de cantos, crónicas y 15 poesía. Este aspecto de la inculturación náhuatl cristiana explica el estilo y el contenido de estos documentos indígenas. Fuentes Mestizas Se llaman fuentes ʺmixtas indo‐españolas o mestizasʺ a aquellas fuentes, donde encontramos la presencia de un elemento mestizo determinante o una mezcla cultural por razón de su autor, como en el caso de don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl (descendiente de español y de indígena); o porque los autores del mismo documento son un indígena y un español, como en el Códice ʺEscaladaʺ (firmas del indio Antonio Valeriano y del español fray Bernardino de Sahagún); por la lengua usada (nahuatl, como en el Códice ʺEscaladaʺ), o por otros elementos como autor, composición o lengua que indican la presencia de un mestizaje cultural, que ya no es ni el puramente indígena prehispánico, ni el español importado. Entre estas fuentes hemos catalogado algunas de capital importancia, pero donde ya encontramos presente un nuevo tipo de acercamiento y de juicio cultural, fruto de la nueva situación. Entre ellos recordamos el ʺNican Motecpanaʺ de don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, el ʺInim Huey Tlamahuizolticaʺ, el mapa de Alva Ixtlixóchitl, el ʺInim Huey Tlatnahuizoltzinʺ [atribuido a Juna González], el testamento de Francisco Verdugo Quetzalmamalitzin, el llamado Códice 16 ʺFlorentinoʺ [de fray Bernardino de Sahagún], el testimonio de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl respecto a favores a los habitantes de Teotihuacán, y el Códice Escalada con un testimonio guadalupano directo y una especie de ʺacta de defunciónʺ de Juan Diego, el vidente guadalupano (Guerrero: 329‐352) Fuentes Españolas Los documentos del siglo XVI de ʺprocedencia españolaʺ a favor de Guadalupe son numerosos; pero también aquí se encuentra la misma problemática de lectura de los documentos de procedencia india o mestiza escritos en náhuatl o en castellano. La mayor parte de los documentos presentados en apoyo del acontecimiento guadalupano pertenecen a la segunda parte del siglo XVI y crecen cada vez más hasta nuestros días. Frecuentemente estos documentos se refieren directa o indirectamente al culto dado a la Virgen de Guadalupe en la capilla a ella dedicada en las faldas del cerro de Tepeyac a las afueras de la Ciudad de México. Tales fuentes no siempre se refieren al hecho directo de las apariciones; a veces se trata de documentos circunstanciales en los que se recuerda ʺGuadalupeʺ de paso; otras veces estos documentos tienen como objeto donaciones o actos de devoción guadalupana; otras se refieren a cuestiones jurídicas relativas al santuario de 17 Guadalupe o a controversias relacionadas con las apariciones y con el culto. En algunas no siempre aparece con claridad una referencia a las apariciones o al vidente Juan Diego. También aquí hay que estudiar el origen, el destinatario, el contexto y la finalidad del documento para entender su propósito y alcance. De hecho algunos de estos documentos no tienen como finalidad el tema guadalupano directo sino más bien otras cuestiones. En la obra ʺEl encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diegoʺ han sido presentados y analizados documentos ʺguadalupanosʺ, todos pertenecientes a la época que va a partir de la mitad del siglo XVI (hacia 1555 en adelante) y llegan hasta 1630: 9 testamentos, 2 documentos relativos a donaciones, 2 de carácter jurídico (controversias), 11 referencias guadalupanas crónicas de la época, algunas de especial valor como las Actas de Cabildo entre 1568 y 1569, el llamado mapa de Uppsala, algunos testimonios iconográficos primitivos, peticiones de indulgencias y privilegios, concesiones de gracias por parte de la Santa Sede a partir de Gregorio XIII; documentos que muestran la importancia del santuario de Guadalupe en el virreinato de la Nueva España; y los testimonios de los jesuitas relativos a Santa María de Guadalupe. La investigación en un archivo desconocido hasta hace poco, el del antiguo convento dominico de Chimalhuacán (fundado 1529), ha dado como resultado el hallazgo de un importante material relativo a los primeros años de la conquista y a algunos protagonistas de la misma, tanto indios como españoles. En este material aparece 18 el entorno cultural y familiar de Juan Diego, con estrechos vínculos con el lugar del convento y con la fundación del mismo convento . La documentación ʺespañolaʺ crece a partir de finales del siglo XVI en documentos de índole muy diversa. Esta riqueza de fuentes no nos impide plantearnos algunos problemas como la falta de documentos conocidos, anteriores a 1548, es decir pertenecientes a las dos primeras décadas inmediatamente sucesivas a 1531, fecha que la tradición y el resto de los documentos dan al acontecimiento guadalupano: ¿Existen documentos de estos primeros 20 años aún perdidos en archivos o bibliotecas? Los antiaparicionistas esgrimen este ʺsilencioʺ documental como su argumento más fuerte; mientras que los aparicionistas ofrecen varias hipótesis para explicarlo. (Guerrero, 1998: 395‐ 400). Las fuentes ʺespañolas o europeasʺ crecen a partir del segundo arzobispo de México, el dominico Alonso de Montúfar (desde 1554 a 1573). El guadalupanismo de los arzobispos mexicanos desde Montúfar es indiscutible. A lo largo del siglo XVII ʺGuadalupeʺ se une cada vez más con la conciencia católica mexicana. La experiencia religiosa católica constituye sin duda la base más fuerte de la identidad católica nacional mexicana. En este juicio coinciden la mayor parte de los autores guadalupanos sea aparicionistas como antiaparicionistas La Virgen de Guadalupe no fue propiedad de los conquistadores ni de los indios; se tornó en elemento 19 decisivo en el largo proceso de formación de una cultura mexicana mestiza, con un marcado distanciamiento del mundo hispano de donde provino. Su doble origen hispano‐indio reflejaba la disposición sociocultural de los mestizos, incluso de los criollos en la Nueva España. En la segunda mitad del siglo XVI, y con mayor fuerza a lo largo de siglo XVII, la Guadalupe mexicana es llevada por los frailes misioneros y por los pobladores españoles a lo largo de la geografía de la actual Latinoamérica: desde el norte de México hasta Santa Fe de Argentina (de donde es patrona), pasando por Guatemala, Perú, etc. (Brading 2002: 123‐125). Cronología religiosa 1474 Un indio llamado Quauhtlatoatzin nace en Cuautitlan. 1492 Cristóbal Colón toca tierra en una isla del Continente Americano y le da el nombre de San Salvador. 1514 El primer santuario mariano en el nuevo mundo es establecido en la ciudad de Higuey, siendo así el primero en ser construído en suelo americano. 1519 Hernán Cortéz llega a México. 1525 El indio Quauhtlatoatzin es bautizado por un sacerdote franciscano y recibe el nombre cristiano de Juan Diego. 1528 Juan de Zumárraga arriba al Nuevo Mundo. 20 1531 Ocurren las apariciones de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego. 1533 El primer Santuario es erigido. 1541 El sacerdote Franciscano e historiador de Nueva España, “Motolinia”, escribe que alrededor de nueve millones de aztecas habían sido convertidos al cristianismo. 1555 En el Consejo Provincial, el segundo Arzobispo de México, Alonso de Montúfar, formuló canones que indirectamente aprobaban las apariciones 1560 Un documento conocido como la Relación Valeriano es escrito por el erudito indio Antonio Valeriano. También conocido por las primeras palabras del relato: Nican Mopohua. (Entre 1540 y 1580). 1666 Una investigación formal es conducida por la Iglesia desde el 18 de febrero al 22 de marzo en orden de dar autoridad a la tradición. 1695 Es colocada la primera piedra del nuevo Santuario. 1723 Otra investigación formal es ordenada por el Arzobispo Lanziego y Eguilaz. 1737 La Virgen María de Guadalupe es elegida como Patrona de la Ciudad de México. 1746 El patronazgo de Nuestra Señora de Guadalupe es aceptado para toda la Nueva España, la que entonces comprendía las regiones desde el norte de California hasta El Salvador. 21 1754 El papa Benedicto XIV aprueba el patronazgo de Nueva España y otorga una Misa y Oficio para la celebración de la fiesta el 12 de diciembre. 1767 Los Jesuitas son expulsados de los dominios españoles y la imagen y su devoción son llevadas a varias partes del mundo. 1895 Se lleva a cabo la Coronación de la imagen, con autoridad pontificia y la concurrencia de gran parte del Episcopado del continente. 1910 Pío X declara la Virgen de Guadalupe Patrona de Latinoamérica. 1946 El papa Pío XII la declara Patrona de las Américas. 1976 Se realiza la solemne dedicación de la nueva Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe. 1979 El Dr. Philip Callahan concluye que la imagen original es inexplicable como una creación humana. 1990 El papa Juan Pablo II vuelve a visitar la Basílica en la Ciudad de México. Preside la ceremonia de beatificación de Juan Diego. 1992 El papa Juan Pablo II dedica una capilla en honor de la virgen de Guadalupe en la Basílica de San Pedro en el Vaticano. 1996 Juan Pablo II, durante su tercer visita al santuario, declaró la fecha del 12 de diciembre con el rango litúrgico de Fiesta para todo el continente de las Américas. 2001 El papa Juan Pablo II en su quinta visita a México, canoniza al indígena Juan Diego. 22 Cronología política Hans Belting narra que en 1737 la ciudad de México fue azotada por una epidemia que provocó la muerte de miles de personas y que al no encontrar un remedio que curara a los enfermos el ayuntamiento se unió al cabildo eclesiástico para proclamar a la Virgen de Guadalupe como patrona principal de la capital. Menciona que algunas ciudades lo hicieron también y para 1746 la imagen era aclamada patrona de la Nueva España y al mismo tiempo, Benedicto XIV contribuyó al júbilo criollo al confirmar a la Virgen del Tepeyac como patrona y dotarla de una fiesta que se celebraría el 12 de diciembre con una misa y un oficio. En 1810 Miguel Hidalgo llamó a las masas rurales a rebelarse contra el dominio de los españoles. Para entonces las tropas francesas invadían la península, y José Bonaparte había sido impuesto como rey, cuando se lanzó un ataque contra la iglesia. El espíritu patriótico animó a los insurgentes mexicanos y como estandarte usaron una copia de la imagen de la Virgen, que les fue entregada por Hidalgo. Los insurgentes marcharon al grito de “Viva Nuestra Señora de Guadalupe”, convirtiéndose en símbolo y bandera de la guerra civil en México para alcanzar su 23 independencia. México alcanza su libertad en 1821, cuando el coronel monárquico Agustín de Iturbide organizó una revuelta militar en contra de las medidas anticlericales de las cortes españolas. (Brading 2002: 136). Al finalizar el imperio de Iturbide, nació la república federal, los clérigos temieron que los políticos liberales se apoderaran de las riquezas de la Iglesia. El clero manifestó que mientras no se estableciera un concordato con Roma, el gobierno no tenía derecho a intervenir en el nombramiento de obispos y cánones. En 1870 se proclama la infalibilidad papal, poco después de que la iglesia en México pasó por la reforma liberal de la década de los 50 en el siglo XIX. El gobierno expropió a la iglesia, despojó al clero de sus privilegios legales, disolvió monasterios, secularizó la educación y separó la iglesia del estado. (Brading 2002: 136‐137). En su libro La Virgen de Guadalupe: Imagen y Tradición, David Brading, menciona el porfiriato y señala que durante los años que Porfirio Díaz gobernó en México, de 1876 a 1911, la Iglesia fue rehabilitando sus instituciones y restableciendo su influencia social y que en el transcurso del mes de octubre de 1877 se recibió a los peregrinos diocesanos llegados al Tepeyac para participar en la misa que se llevaría a cabo el 12 de octubre con motivo de la coronación de la Virgen de Guadalupe. Y como consecuencia, la Virgen fue reconocida como 24 fundadora de una nueva nación mestiza, porque en su santuario se reconciliaron españoles e indios, al unir su devoción y fe. Con el inicio de la Revolución Mexicana en 1910 se desató una ola de anticlericalismo que amenazaba con destruir los logros del siglo XIX. Los obispos fueron expulsados del país, los sacerdotes perseguidos y las iglesias confiscadas. La Constitución de 1917 negaba personalidad jurídica a la Iglesia y prohibía a loas ministros de la religión intervenir en educación o política. Después en 1926 sobrevino la guerra civil en la que los campesinos católicos combatieron al ejército federal. En los pendones rebeldes aparecía la figura de la guadalupana y bajo ella la inscripción “Viva Cristo Reyʺ. Al terminar la Segunda Guerra Mundial la Iglesia y el Estado pactaron una sigilosa reconciliación y se establecieron las condiciones para construir una nueva y espaciosa basílica en el Tepeyac. Sufragada en parte por el propio gobierno y consagrada en 1976. (Belting 1994: 182). 25