ÁNGELA MATALLÍN EVANGELIO VII. AUTORÍA Y PARTICIPACIÓN El modo normal de realización de esta modalidad delictiva será mediante la intervención directa de un solo sujeto (autoría única e inmediata). Por encontrarnos ante un delito especial propio, sólo podrán ser autores en sentido material los sujetos que en el marco de la relación laboral, docente o de prestación de servicios, continuada o habitual, soliciten los favores sexuales, provocando la situación objetiva y gravemente intimidatoria, hostil o humillante legalmente exigida. Respecto a la posibilidad de que el tipo de injusto se desarrolle conjuntamente por varias personas, cada una de las cuales tome parte directa en la ejecución del hecho (coautoría), es admisible, pero de difícil realización práctica. En efecto, teniendo en cuenta los presupuestos de la coautoría y la conducta típica que determina el delito de acoso sexual, no creemos que se presente con mucha frecuencia el supuesto de concierto de voluntades para la coejecución del acoso. No obstante, lo consideramos factible en el caso de varios individuos que, de común acuerdo, soliciten sexualmente a la víctima, con el propósito común de colocarla en una situación insostenible. También cuando las distintas personas se concierten para realizar la demanda en favor de un tercero, asumiendo cada uno la función de solicitar de modo reiterado, siempre que todos ellos, de forma conjunta, contribuyan a la creación del clima ofensivo que constituye el resultado típico del delito 111 . (111) Igualmente, podrían imaginarse otros supuestos de coautoría, por ejemplo, cuando, tras el acuerdo de voluntades, se produzca la división ejecutiva de la m a n e r a siguiente: un sujeto solicita p a r a un tercero, el cual reitera la solicitud para sí mismo. En tales supuestos, teniendo en cuenta que los dos contribuyen de m o d o complementario en la creación de la situación objetiva y gravemente intimidatoria, hostil o humillante, consideramos que no existe problema p a r a calificar a los dos sujetos de coautores. 72 EL NUEVO DELITO DE ACOSO SEXUAL De cualquier forma, no podemos perder de vista la configuración del delito como especial propio, de manera que la posible calificación del sujeto como coautor dependerá, lógicamente, de que el mismo reúna la condición especial exigida en la modalidad delictiva que analizamos. En otras palabras, que el sujeto no cualificado, aquel que no se encuentre inmerso en la relación laboral, docente o de prestación de servicios prevista en el tipo, no puede ser coautor, puesto que no puede ejecutar el hecho. La misma consecuencia se desprende para las formas cualificadas del artículo 184 que exigen alguna condición asociada a la circunstancia de hallarse el sujeto inmerso en el ámbito de una relación laboral, docente o de prestación de servicios. En tales supuestos, la posibilidad de que la conducta se desarrolle en régimen de coautoría o de autoría única depende de la concurrencia de la limitación requerida en la figura de que se trate. Por lo que hace a la problemática de la autoría mediata en el delito de acoso sexual, se plantea en los mismo términos que en el resto de delitos espepiales propios. En efecto, como la realización del injusto típico se halla vinculada a cierta condición del sujeto activo, solamente resultará admisible la autoría mediata del sujeto cualificado, esto es, de aquel individuo ínsito en la relación laboral, docente o de prestación de servicios legalmente citada. Así, el sujeto cualificado podrá valerse de un no cualificado como instrumento para realizar el tipo, mientras que lo contrario resulta inadmisible. El extraneus que utiliza a otra persona cualificada como instrumento ciego, para realizar la demanda sexual en los términos del artículo 184, no será autor mediato de un delito de acoso sexual. Por el contrario, su conducta deberá ser valorada con arreglo a la figura que, eventual mente, realice por sí misma. 73 ÁNGELA MATALLÍN EVANGELIO En materia de participación, rigen las reglas generales de los delitos especiales propios. La responsabilidad del partícipe sigue la del hecho principal, pero de acuerdo con su propia reprochabilidad. De esta manera, el exceso del ejecutor sobre lo previsto por el partícipe sólo le será imputable en la medida que el carácter de su intervención lo permita y dentro de los límites trazados por su propia culpabilidad 112 . Por tanto, y de acuerdo con lo dicho, no plantea problemas la posible intervención de un cooperador necesario o inductor 113 en el acoso realizado por un sujeto cualificado, articulándose su responsabilidad, al margen de su propia cualificación, a partir de la figura de delito realizada por el autor principal, aunque siempre en función de aquello que personalmente pueda serle reprochado 114 . Es decir, que si la intervención del partícipe se limita al acoso básico del artículo 184, el exceso del autor material que, por ejemplo, realice la conducta típica, acompañando su solicitud de la amenaza de un mal no constitutivo de delito, no se imputaría al partícipe, que respondería de acuerdo a su propia culpabilidad. Culpabilidad que, desde luego, no alcanza a lo desconocido por el sujeto en el momento de prestar su colaboración en el hecho de otro. (112) Así, en caso de cooperación limitada a un delito de acoso sexual, sin extensión a una eventual realización del acto solicitado, su responsabilidad se limitará al acoso para el que presto su participación. Por lo que se refiere a la posible responsabilidad del partícipe en alguna de las formas agravadas de acoso sexual, dependerá de su eventual conocimiento en el momento de su participación. Así, por ejemplo, si la cooperación del partícipe se prestó para un acoso básico, y el autor material lo realizó, sin su conocimiento, anunciando un mal relacionado con las legítimas expectativas de la víctima, su responsabilidad se articulará sobre el acoso descrito en el párrafo primero del precepto citado. (113) También de un cómplice, lógicamente. (114) Vid., supra, nota 112. 74