Claudia Muñoz Tobar Universidad de Concepción IV JÜRGEN HABERMAS Y LA TEORÍA DE LOS ACTOS DE HABLA La teoría de los actos de habla ha sido reinterpretada e insertada en un contexto filosófico más amplio: en la filosofía de la acción o discurso de la acción. Uno de estos intentos de reelaboración y ampliación es el de Jürgen Habermas, quien convierte la teoría de los actos de habla en pieza medular de su propia teoría de la comunicación (teoría de la acción comunicativa) y da al acto de habla una proyección sociológica. Sus planteamientos se sintetizan en el concepto de pragmática universal y recorren un camino que va desde Vorbereitende Bemerkungen zu einer Theorie der Kommunikativen Kompetenz1 (1971), donde introduce la noción de competencia comunicativa [kommunikatives Kompetenz], y Was Heisst Universalpragmatik?2 (1976), que sienta las bases de su doctrina acerca de la acción comunicativa [Kommunikativen Handelns]; hasta su Theorie des Kommunikativen Handelns3 (1981), donde su proyecto inicial de una pragmática universal recibe una nueva forma. En esta obra describe su doctrina como una “teoría de la comunicación planteada en términos de pragmática formal”4 (o universal), cuya pretensión es proporcionar los fundamentos normativos de una teoría de la sociedad. 1. ¿QUÉ SIGNIFICA PRAGMÁTICA UNIVERSAL? Durante mucho tiempo el trabajo de los lingüistas y filósofos se centró, principalmente, en los rasgos sintácticos, semánticos y fonéticos del lenguaje, dejando fuera sus rasgos pragmáticos (uso, ejecución lingüística); en este sentido, se dio mayor énfasis a la lengua (langue) que al habla (parole). Esta forma de abordar los estudios lingüísticos se basa en el supuesto de que lo único racional del lenguaje y, por tanto, lo único susceptible de un estudio sistemático y científico es el conjunto de los rasgos que le pertenecen como sistema, ya que solamente éstos responden a leyes generales que implican cierta estabilidad. Los rasgos 1 HABERMAS, J., “Vorbereitende Bemerkungen zu einer Theorie der Kommunikativen Kompetenz”. En Habermas J., y Luhmann, N. (ed.), Theorie der Gesellschaft oder Sozialtechnologie, Francfort, 1971. 2 HABERMAS, J., “¿Qué significa pragmática universal?”, op., cit. 3 HABERMAS, J., Teoría de la acción comunicativa, op., cit. 4 Op., cit., vol. I, cap.III, p.358. 81 pragmáticos (de acción o realización lingüística), en cambio, introducen necesariamente al investigador en los factores de carácter empírico, extralingüístico y contingente, propios del habla efectiva. Esto hizo que la pragmática del lenguaje fuera relegada a análisis empíricos (y no lógicos y lingüísticos), como los de la psicolingüística y la sociolingüística. El conjunto de estos análisis conforman, en general, la pragmática empírica. Habermas y Apel llaman falacia abstractiva5 a esta tendencia de los científicos del lenguaje a dejar la pragmática fuera de su interés. Con su proceder, explica Habermas, “el lenguaje es abstraído del uso del lenguaje en el habla (langue vs. parole)”.6 Reconoce el valor metodológico de esta abstracción, pero rechaza que su adopción implique la imposibilidad de un análisis pragmático formal: ...este paso metodológico no debe conducir a la idea de que la dimensión pragmática del lenguaje, de la que aquí se abstrae, es inaccesible a un análisis lógico o lingüístico... La separación de los niveles analíticos “lengua” y “habla”, no debe hacerse de forma que la dimensión pragmática del lenguaje quede abandonada a un análisis exclusivamente empírico, esto es, a ciencias empíricas, tales como la psicolingüística y la sociolingüística.7 Habermas no niega la necesidad de una pragmática empírica. Lo que sostiene, es que también es posible una pragmática universal. Trazar sus lineamientos constituye, en la obra de este filósofo, el intento de establecer una doctrina racional de los procesos de comunicación (o de habla), es decir, un análisis que dé cuenta de tales procesos a nivel formal y no meramente empírico. Dicho de otra manera, su proyecto supone que es posible desarrollar una pragmática, esto es, un estudio del habla o ejecución lingüística efectiva (actos de habla), de carácter universal, entendiendo por esto una explicación que haga explícitas las estructuras generales que están a la base de los procesos de habla. Con esta teoría, cuya pretensión básica es que también el habla tiene una base racional (que ciertos aspectos pragmáticos del lenguaje responden a reglas generales) Habermas reconoce estar asumiendo, desde una perspectiva renovada, una tarea peculiar: la ampliación de la racionalidad. 5 Vid., HABERMAS, J., “¿Qué significa pragmática universal?”, p..303. Op. cit., p.303. 7 Op. cit., pp.303-304. 6 82 Reconstrucción racional La pragmática universal supone la ampliación de la racionalidad, pues desarrolla la idea de que también el uso del lenguaje puede ser sometido a un análisis formal8. Básicamente, esto implica la reorganización del concepto de reconstrucción racional. Con éste, Habermas se refiere al procedimiento de las ciencias reconstructivas o fundantes9, entre las cuales destaca la lógica, la metodología de la ciencia, la gramática generativa de N. Chomsky y la psicología evolutiva de J. Piaget y de L. Kohlberg. Estas investigaciones se caracterizan por tener como objeto la reconstrucción explícita y sistemática de un saber implícito o preteórico10. a) Saber preteórico Se llama saber preteórico, implícito o atemático, a todo conocimiento que permita a un sujeto realizar ciertas conductas en los ámbitos lógico, lingüístico, moral o cognitivo, sin que sepa explícita o conscientemente que posee tal saber, cuál es su estructura y cómo lo ha adquirido11. Habermas explica este tipo de conocimiento, al igual que lo hace Searle en lo que respecta a las reglas constitutivas, en términos del know how de Ryle. En efecto, el sujeto sabe como realizar ciertas conductas, por ejemplo, resolver un problema lógico elemental o producir oraciones gramaticales correctas, pero no es capaz de explicar en qué basa estas realizaciones, es decir, no sabe que al hacer tales cosas emplea ciertas operaciones, aplica ciertos criterios y sigue determinadas reglas. Una ciencia reconstructiva tiene como tarea, precisamente, convertir ese saber cómo en un saber qué (reconstrucción racional). Es lo que hace, por ejemplo, la lógica, con el estudio de las relaciones de exclusión, consistencia e implicación entre las proposiciones; la gramática generativa de Chomsky, al revelar el sistema de reglas subyacentes a la producción 8 Vid., Op. cit., pp.307-313. Habermas dedica estas páginas a explicar en qué sentido emplea la expresión análisis formal. Ésta se encuentra estrechamente vinculada al concepto de reconstrucción racional, que pretendemos elucidar en esta sección. 9 Las ciencias reconstructivas tienen un estatus superior al de las ciencias físicas, puesto que, en primer lugar, no aplican un saber sino que están dedicadas a reconstruirlo y, porque, en segundo lugar, ese saber que explicitan es básico o fundante para el desarrollo de las demás ciencias. Habermas va a ubicar su pragmática universal del lado de estas disciplinas fundantes, específicamente, del lado de las ciencias reconstructivas del lenguaje. 10 Op. cit., p. 307. 11 Así por ejemplo, podemos realizar razonamientos correctos, desde el punto de vista lógico, sin que podamos dar cuenta, explícitamente, de las reglas o principios que estamos siguiendo. La Lógica es la ciencia que, en este caso, explicita tales principios. 83 de oraciones provistas de sentido; y la psicología evolutiva, con el estudio de los esquemas cognitivos de Piaget y del desarrollo de la conciencia moral de Kohlberg. Este saber implícito, atemático o preconsciente, que constituye una capacidad para..., es susceptible de reconstrucción racional –de explicitación o tematización en términos universales o formales– en la medida en que las reglas y criterios que lo componen no son factores de carácter particular y contingente, sino formas o estructuras generales (competencias de la especie), que actúan como condiciones de posibilidad de las realizaciones del sujeto. b) Tipos de reconstrucción La reconstrucción del saber preteórico puede realizarse, según Habermas, en dos sentidos: 1) en términos de las estructuras generales o competencias universales que lo constituyen [reconstrucción horizontal] o 2) en términos de la lógica evolutiva de esas competencias, que trata de revelar cómo se adquieren [reconstrucción vertical]12. La gramática generativa, el análisis lógico de enunciados y argumentos y la pragmática universal que Habermas propone, son ejemplos de reconstrucción racional en el sentido descrito en 1; mientras que, el estudio de los esquemas cognitivos y del desarrollo de la conciencia moral constituyen ejemplos del tipo 2. c) Ciencias reconstructivas del lenguaje, pragmática universal y competencia comunicativa Hemos dicho que el procedimiento reconstructivo consiste en transformar un saber preteórico [know how], que el sujeto competente domina en la práctica, en un saber objetivo y explícito [know that]. Ahora bien, en lo que concierne al análisis reconstructivo del lenguaje, Habermas considera que la lingüística (gramática generativa) y la filosofía (análisis lógico del lenguaje) han cometido la falacia abstractiva. La reconstrucción, en efecto, ha estado dirigida a tematizar las unidades elementales del lenguaje, las oraciones, separadas de su uso efectivo en el lenguaje cotidiano, es decir, de su empleo en las emisiones o actos lingüísticos, que constituyen las unidades básicas del habla o de la comunicación lingüística. Así, en filosofía del lenguaje, la ejecución lingüística efectiva es abstraída del análisis formal. Es lo que se ha hecho en planteamientos de análisis lógico como el de Carnap, para 12 Vid., McCARTHY, Th.., Teoría crítica de Jürgen Habermas, Editorial Tecnos, S.A., Madrid, 1987, p.322. 84 quien sólo es posible extraer formas o reglas generales en el ámbito de la sintaxis (sintaxis lógica del lenguaje). En lingüística, la estrechez analítica se revela, a juicio de Habermas, en la gramática generativa de N. Chomsky, ya que su labor reconstructivo-racional apunta a la competencia lingüística [competence], es decir, a las estructuras generales (conjunto de reglas) que subyacen a la producción de oraciones gramaticales13 por parte de los hablantes competentes, y excluye la ejecución lingüística efectiva [performance], esto es, la pragmática del lenguaje14. Aquí se parte del supuesto de que un análisis lingüístico, un análisis que permita desarrollar una teoría de los universales lingüísticos (formales y sustantivos), únicamente es posible a nivel del conocimiento ideal del hablante-oyente, en tanto que, la ejecución no parece responder a ninguna clase de estructuras generales y permanentes y, por ende, no puede explicarse en términos de competencias universales. En general, la abstracción de la pragmática en las reconstrucciones racionales de la lingüística y la filosofía revela una predilección por la función cognitiva15 del lenguaje, la que se manifiesta también en otras disciplinas relacionadas con dichas reconstrucciones o que se apoyan en ellas. Es el caso, dentro de la teoría del significado (disciplina auxiliar de la filosofía analítica), de la semántica veritativa, que ha tendido a desarrollar una semántica sin pragmática, restringiendo el concepto de significado y, con ello, el sentido de la validez y de la racionalidad, a la oración asertórica. Otro tanto se observa en la teoría de la comunicación, que concibe la función comunicativa del lenguaje como transmisión de informaciones (oraciones, formaciones Distinguimos oración [Zätse] de emisión [Ausserungen], pues, mientras la primera corresponde a la formación gramatical y obedece, por tanto, a reglas gramaticales, una emisión alude al empleo de una oración gramatical en el habla. Así por ejemplo, la oración: “hay un perro en mi jardín” puede ser empleada en la emisión: “te advierto que hay un perro en mi jardín”, es decir, usada o emitida con la fuerza de una advertencia, hecho que obedece a ciertas reglas pragmáticas, que no sólo hacen posible el uso del lenguaje, sino también su uso aceptable; en otros términos, dichas reglas permiten al hablante realizar actos de habla y al oyente que los comprenda y reconozca como tales o cuales, en nuestro ejemplo, como una determinada advertencia. 14 N. Chomsky estableció la distinción entre competencia lingüística [competence] y ejecución lingüística efectiva [performance]. La primera dice relación con el conocimiento ideal que el hablanteoyente tiene de su lengua, conocimiento que se limita a los componentes fonéticos, sintácticos y semánticos, a partir de los cuales le es posible usarla y entenderla. La segunda se refiere, en cambio, al uso efectivo de la lengua en el habla, cuyo estudio tendría que considerar “la interacción de una serie de factores [...] gramaticalmente irrelevantes, tales como las limitaciones de la memoria, las distracciones, los desplazamientos de la atención y del interés y los errores [...] en la aplicación de su conocimiento del lenguaje en las realizaciones lingüísticas efectivas” (Chomsky, N., Aspects of theory of syntax, Cambridge, 1965, pp.3-4. Citada por McCarthy, Th., Op. cit., p.317). De ahí que la Gramática Generativa de Chomsky se ocupe sólo de la competencia y excluya la ejecución. 15 Según el esquema funcionalista de K. Bühler. 13 85 gramaticales) entre un emisor y un receptor pasivo, conceptualizando así la práctica comunicativa como un proceso cibernético. Pero Habermas no acepta este enfoque unilateral. Él sostiene que la ejecución lingüística efectiva [performance] no tiene por qué describirse y explicarse sólo por condiciones de carácter extralingüístico, contingente y particular (v.g., entorno, contexto, estructuras de la personalidad, sistema de roles, etc.,16). La ejecución también presenta elementos invariables y universales, y puede ser descrita, por tanto, en términos de competencia. Conforme con esto, propone completar la competencia lingüística de Chomsky con su concepto de competencia comunicativa: Para producir una oración gramaticalmente correcta una oración que el lingüista pueda utilizar como ejemplo, un hablante competente sólo necesita satisfacer la pretensión de inteligibilidad. Para ello tiene que dominar el correspondiente sistema de reglas gramaticales; y a esto es a lo que llamamos capacidad de lenguaje, analizable en términos de lingüística. Cosa distinta es su capacidad de comunicación que sólo es accesible a un análisis pragmático.17 Así como las estructuras generales (reglas) que constituyen la competencia lingüística (capacidad de lenguaje) habilitan al hablante ideal para generar y comprender oraciones gramaticales, las estructuras o reglas universales que conforman la competencia comunicativa (capacidad de comunicación), permiten al hablante competente transformar las oraciones en emisiones18: Voy a sostener la tesis de que no sólo el lenguaje sino también el habla, es decir, el empleo de oraciones en emisiones, es accesible a un análisis formal. Al igual que las unidades elementales del lenguaje (oracionesZätse) también las unidades elementales del habla (emisionesAusserungen) pueden analizarse en la actitud metodológica de una ciencia reconstructiva.19 16 Estos factores extralingüísticos, por el hecho de serlo, corresponden al ámbito objetual de la pragmática empírica, que se opone al de una pragmática universal, ésta se ocupa de las condiciones generales (formales) de la ejecución lingüística que, en tanto reglas para la producción de actos de habla e independientes del idioma particular, son siempre dependientes del lenguaje, o sea, no extralingüísticas; recuérdese, al respecto, la noción de Searle de reglas constitutivas, que son ellas mismas producidas en la ejecución de un acto de habla. 17 HABERMAS, J., Op. cit., p.328. Las negritas son nuestras. 18 HABERMAS, J., 1971, p.103. Citada por J., Bengoa, Op. cit., p.31. 19 HABERMAS, J., ”¿Qué significa pragmática universal?”, p.304. 86 En otras palabras, tras la idea de una pragmática universal está la pretensión de que no sólo los rasgos sintácticos, semánticos y fonéticos, sino también ciertos rasgos pragmáticos, vale decir, no sólo la lengua, sino también el habla o no sólo la competencia lingüística, sino también la competencia comunicativa, son susceptibles de una reconstrucción racional en términos universales, por cuanto también presentan una base de validez o racionalidad. Esta investigación implica, entonces, el reconocimiento de que el saber ideal que el hablante-oyente tiene de su lengua, que le permite generar y entender oraciones gramaticales correctas (competencia lingüística) no basta; el análisis de este saber debe incluir también la capacidad para emplear esas oraciones, vale decir, para emitirlas con una determinada fuerza ilocutiva (competencia comunicativa). La capacidad de comunicarse incluye, así, dos elementos inseparables en la práctica: la capacidad del hablante para construir oraciones inteligibles desde el punto de vista gramatical y la capacidad de emitir esas oraciones, esto es, de situarlas en diferentes actos de habla y, con ello, en determinadas relaciones con la realidad (en su triple dimensión: como mundo objetivo, social y subjetivo)20, estableciendo de esta manera y no antes (no con las oraciones solamente), los diversos modos de comunicación. El habla es el medio distintivo y omnipresente de la vida humana, en tanto su fin es la comunicación. La reconstrucción racional del habla equivale, entonces, a explicitar los fundamentos universales o racionales de la comunicación lingüística. Para quien permanece bajo la seducción de las formas en el nivel de la sintaxis o para el que sobredimensiona la función cognitiva del lenguaje, la comunicación puede resultar una proceso casi unilateral de transmisión de información a un oyente pasivo, que no tiene incidencia en su éxito. Desde el habla, en cambio, comunicarse resulta un proceso intersubjetivo, en el que el hablante y el oyente comparten un saber (competencia comunicativa) acerca de las bases que hacen posible la práctica comunicativa, y en el que la participación del oyente es esencial para la consecución de los fines comunicativos. El propósito de la pragmática universal es la descripción explícita o racional del sistema de reglas que subyacen a la capacidad humana de comunicación (competencia comunicativa). 20 Se trata de la teoría de los tres mundos, sobre la que volveremos posteriormente, que es básica dentro de la teoría de la acción comunicativa. En la tradición filosófica, desde Aristóteles, la referencia al mundo objetivo ha sido considerada como la función fundamental del lenguaje, (v.gr. el concepto de verdad como adecuación) y es, asimismo, la que ha dado sentido a la filosofía del lenguaje en nuestro siglo. Pero, la teoría de la comunicación de Habermas admite otros dos tipos de referencia al mundo, ya que, fuera de la realidad objetiva, existen también el mundo en que se dan las relaciones interpersonales (mundo social) y el mundo íntimo o subjetivo. 87 Estas constituyen, a modo de un saber preteórico [know how], las condiciones de posibilidad21 del habla. En tal sentido, la pragmática universal es, fundamentalmente, una teoría de la comunicación que tiene el estatus de una reconstrucción racional. Para realizar esta pragmática universal Habermas cuenta con estudios facilitadores. Aunque reconoce que en los últimos años han sido varios los intentos con vistas a constituir una disciplina que estudie los rasgos pragmáticos del lenguaje22, considera que la teoría de los actos de habla de Austin y de Searle es el planteamiento más adecuado y original para el desarrollo de una teoría de la competencia comunicativa. Por esto, Habermas la adopta como punto de partida y pieza nuclear de su propia teoría de la comunicación: En la discusión sobre los actos de habla han cristalizado ideas sobre las que pueden basarse los supuestos básicos de la pragmática universal.23 Según Habermas, la intención básica que la teoría de los actos de habla comparte con su proyecto de una pragmática universal es el hecho de que tematiza las unidades del habla [emisiones-Ausserungen] con la misma actitud que la lingüística las unidades del lenguaje [oraciones-Sätze]24. Es además un estudio facilitador, porque los conceptos de fuerza ilocutiva y de condiciones de cumplimiento, entre otros que la teoría aporta, han sido formados, a juicio de Habermas, en el nivel formal (pragmática universal) y no en el nivel empírico (pragmática empírica). En efecto, tales conceptos caracterizan toda situación de habla25 posible y no 21 Habermas ha tratado de deslindar su teoría de la competencia comunicativa de la crítica trascendental kantiana. Cuando utiliza la expresión condiciones de posibilidad no lo hace en el sentido “trascendental” que le asigna la filosofía de Kant, ya que, como veremos próximamente, en su teoría el interés se desplaza desde la posibilidad de tener experiencia de objetos a la posibilidad que nos ofrece el lenguaje ordinario o natural de llegar a un acuerdo con alguien. Habermas está hablando, por tanto, de las condiciones de posibilidad de la comunicación lingüística. Por ello prefiere describir su enfoque como pragmático formal y no como pragmático transcendental. 22 Los planteamientos empiristas de Charles Morris, la teoría de la información; la extensión pragmática del análisis lógico del lenguaje por parte de Bar Hillel; en lingüística, el examen de las presuposiciones, postulados conversacionales, actos de habla, diálogos y textos; las investigaciones sobre la lógica de las expresiones referenciales por parte de los filósofos analíticos y la teoría del significado como uso, proveniente del último Wittgenstein. (Vid., Habermas, J., Op. cit., pp.304-307). 23 Op. cit., p.325. 24 Vid., op., cit. 25 Con la expresión situación de habla Habermas se refiere a las diferentes relaciones con el mundo que los actos de habla pueden establecer merced al uso de las oraciones que ellos suponen. La competencia comunicativa permite al hablante situar sus oraciones en diversos actos de habla, estableciendo así los diversos modos de comunicación. Por ejemplo, una confesión del hablante establece una relación con el mundo subjetivo y constituye, por tanto, una situación de habla posible entre otras. 88 situaciones particulares26. Con el concepto de fuerza ilocutiva la teoría de los actos de habla reconoce el componente de acción y relación interpersonal que tiene el lenguaje natural27 y con la indagación en torno a las condiciones de cumplimiento pretende describir, exactamente, el sistema fundamental de reglas (Searle) que los hablantes adultos dominan en la medida en que son capaces de cumplir las condiciones del empleo afortunado de oraciones en emisiones, con independencia del lenguaje particular al que esas oraciones pertenezcan y de los contextos contingentes en que tales emisiones estén insertas28. Al respecto, recordemos la afirmación de Searle de que la fuerza de las emisiones es un asunto de reglas y que las reglas hacen referencia al lenguaje por oposición a los lenguajes. Estos aportes se relacionan también con la ampliación de la racionalidad. Al extenderse el concepto de acción desde la actividad física (no verbal) a la lingüística, se amplía también el alcance posible de la racionalidad de la acción, ya que en ambos casos el saber proposicional (saber acerca del mundo) se emplea con fines diferentes29. Además, la teoría de los actos de habla, al describir las condiciones generales de éxito de los diferentes actos lingüísticos, revela que también a este nivel, es decir, a nivel del habla, es posible encontrar una base racional o de validez, o sea, elementos universales independientes del contexto. En relación con este sentido de la racionalidad, se produce también otra ampliación. Las investigaciones de Austin y de Searle sirven de base para afirmar (aunque ellos no fueron más allá en este sentido) 26 El concepto de expresión realizativa, por ejemplo, es un universal pragmático, por cuanto, en cualquier idioma e independientemente del individuo o del contexto, existen expresiones específicas para realizar determinadas acciones: mandatos, promesas, confesiones, juramentos, etc. Así también, siempre que se hace una promesa, independientemente del contexto en que se haga y de la persona (hablante) que la realiza, se siguen ciertos presupuestos pragmáticos universales relativos a la promesa, que deben cumplirse, no sólo para que sea tenida por tal, sino también para que pueda ser aceptada como recta por el oyente respectivo; estos presupuestos son los que corresponden, en general, a cualquier acto de habla que tenga una función regulativa. 27 Vid., HABERMAS, J., Pensamiento postmetafísico, cap.II, 5, p.81. 28 Vid., HABERMAS, J., “¿Qué significa pragmática universal?”, p.326. 29 Tradicionalmente, y aquí nos estamos refiriendo a la teoría sociológica, concretamente a la de Max Weber, la acción humana ha sido explicada en términos de una racionalidad con arreglo a fines es decir, como una actividad con la cual un sujeto pretende producir algo en el mundo objetivo (de cosas y hechos) y cuyo criterio de éxito es la eficacia. Esta concepción constituye la forma que adopta, dentro de la teoría de la acción, la racionalidad instrumental moderna, producto esta última de la remodelación del concepto de razón (logos) que la convierte en una “razón sujeto-objeto, espíritu conceptual objetivante y creador de sistemas”, garante del éxito cognitivo-técnico y de su búsqueda de regularidades nomológicas, que empieza a esbozarse desde el nacimiento de la ciencia moderna (Vid., Núñez, Eduardo, “Historia, razón y comunicación”, p.76). Pero la teoría de los actos de habla permitirá dar con un segundo tipo de racionalidad de la acción: la racionalidad de los procesos de entendimiento [Verständigung]. Ofrecemos una definición de este concepto en nuestro apartado acerca de la noción de acción comunicativa. 89 que no sólo los actos de habla constativos o descriptivos, en la medida en que sus contenidos pueden ser verdaderos o falsos, merecen ser considerados como enunciados significativos o válidos. También pueden serlo las promesas, los mandatos o las preguntas, pero desde criterios distintos de la verdad proposicional. Los diferentes criterios de evaluación de un acto lingüístico, esbozados por Searle, constituirán para Habermas la base de validez del habla30. Sin embargo, la teoría de los actos de habla presenta algunos déficits que la alejan de la pragmática universal. Estos tienen que ver con la sujeción de los planteamientos de Austin y de Searle a los presupuestos de la semántica veritativa (o filosófica), lo que hace que ambos mantengan una visión estrecha de los procesos de comunicación31 y del alcance de validez y la racionalidad: Pero el punto de vista que representa la pragmática universal, bajo el que voy a seleccionar y reflejar ideas, ha conducido a una interpretación que en algunos puntos importantes se aleja de la comprensión (todavía determinada por la semántica filosófica) que Austin y Searle tienen de la teoría de los actos de habla.32 A esto se agrega que la pragmática formal tiene un propósito último que trasciende a la teoría del lenguaje: aclarar los fundamentos normativos de una teoría de la sociedad. Habermas propone una reinterpretación, en términos pragmático-formales, de la teoría de Austin y de Searle, en la que el acto de habla es concebido como una forma básica de acción social. En concreto, para que la teoría de los actos de habla pueda aprovecharse verdaderamente como pieza nuclear de una investigación racional, Habermas se ve obligado a replantear algunos de sus conceptos fundamentales de manera tal que se adecuen a los presupuestos básicos de una teoría de la comunicación que no limite ésta a la mera comprensión del significado de las emisiones, ni siquiera a la de su significado pragmático y que, a partir de la explicitación de la base racional o 30 También K.O., Apel se refiere a la base de validez del habla como “lo que necesariamente hemos de presuponer ya siempre en nosotros mismos y en los demás como condiciones normativas de la posibilidad de entendimiento” (Apel, K.O., “Sprechakttheorie und transzendentale Sprachpragmatik zur Frage ethischer Normen”, en K.O., Apel (ed.), Sprachpragmatik und Philosophie, Francfort, 1976 y 1982, pp.10-103. Citada por Habermas, Op. cit., p.300). Hay que advertir que Habermas no está de acuerdo con la expresión “ya siempre” que Apel utiliza, concretamente, rechaza el sentido trascendental fuerte que este último asigna al carácter a priori de esas condiciones. 31 Acerca de estos déficits nos referiremos más adelante, bajo el título: Revisión pragmática de las teorías del significado, pp.193-199. 32 HABERMAS, J., Op. cit., p.325. 90 universal de la acción lingüística (actos de habla) proporcione, finalmente, una base adecuada para el estudio de la acción social33. En la sección subsiguiente desarrollaremos las ideas introducidas aquí, ateniéndonos a lo expuesto por Habermas en su obra de 1981: Theorie der Kommunikativen Handelns. Esto con el interés de mostrar cómo la teoría de los actos de habla es insertada por él en el contexto más amplio de la teoría de la acción. Para Habermas, en efecto, una teoría sociológica de la acción debe considerar como punto de partida la acción comunicativa, es decir, la interacción a través de actos de habla: Desde el punto de vista sociológico, lo mejor es, pues partir de la acción comunicativa.34 Antes de continuar con el desarrollo de su doctrina, creemos necesario referirnos brevemente a ciertas dificultades que presenta la idea de una pragmática formal. 2. DIFICULTADES METATEÓRICAS Habermas sostiene que es posible desarrollar una teoría de los universales lingüísticos (formales y sustantivos) en el nivel de la pragmática del lenguaje y se refiere a éstos en términos de condiciones de posibilidad del habla. En este sentido, su investigación puede describirse como una crítica trascendental del lenguaje. Por otro lado, reconoce en este interés por la problemática del lenguaje natural un hecho coherente con una característica esencial de nuestro siglo, la superación de la filosofía de la conciencia. Él declara, en efecto, que su doctrina se inserta en el marco del pensamiento postmetafísico. Sin embargo, hablar de condiciones de 33 Al igual que J. Bengoa (Vid., Op. cit., p.28), consideramos que lo fundamental de este replanteamiento de la teoría de los actos de habla ha consistido precisamente en su inclusión dentro del marco más amplio de la teoría sociológica de la acción. En efecto, con la introducción del concepto de acción comunicativa, el acto de habla adquiere el cariz de acción social. Según Habermas, es en la función originaria del lenguaje natural de producir vínculos ilocutivos, que los actos de habla reproducen, donde se puede encontrar los fundamentos del orden social, ya que éste tiene como base un trasfondo normativo consensual, el cual encuentra su explicación en la necesidad, tan antigua y siempre renovada, de los hombres (necesidad social) de coordinar las acciones (Vid., Habermas, J., Teoría de la acción comunicativa, vol.I, III, p.352.) 34 HABERMAS, J., Op. cit., p.352. Desde el punto de vista sociológico, esto es, desde el interés de construir una teoría de la acción social, lo mejor es partir del estudio del acto de habla como acción comunicativa elemental. 91 posibilidad o de universales pragmáticos es, en cierta medida, hablar, a la manera de Kant, de principios trascendentales y, por tanto, en términos de filosofía de la conciencia. En una obra anterior a las que hemos estado refiriéndonos y en respuesta a estas críticas, Habermas describe su doctrina como una especie de filosofía trascendental transformada35, porque entre su enfoque y el de Kant habría diferencias fundamentales. Pero, para evitar ambigüedades, decide finalmente sustituir esta primera caracterización por la de reconstrucción racional de competencias universales. En general, las principales diferencias radican en que este tipo de análisis (reconstrucción racional) abandona el fuerte apriorismo de la filosofía kantiana por una especie de a priori relativizado36. De hecho, las condiciones de posibilidad a las que apunta la pragmática formal, aunque universales, no tienen un carácter apriorístico, en el sentido de independientes de la experiencia y anteriores a ella; por el contrario, en este nivel, como también en el de las ciencias reconstructivas de la evolución cognitiva y de la conciencia moral, se reconoce que las estructuras generales subyacentes se adquieren a través de un proceso de aprendizaje, que suponen un desarrollo filogenético y ontogenético37 y que en este desarrollo experiencia y acción se relacionan mutuamente. Se reconoce, además, que la elucidación de esas condiciones exige procedimientos, también empíricos, de interrogación y relación directa con el sujeto competente (procedimiento mayéutico), a fin de arrancarle ese conocimiento que él mismo no está consciente de poseer38. Habermas desarrolla las respuestas a las objeciones que ha suscitado el concepto de reconstrucción racional en Was heisst Universalpragmatik?39 (1976) y Moralbewusstsein und Kommunikatives Handeln40 (1983), especialmente en confrontación con K.O. Apel. En estas 35 Vid., HABERMAS, J., Conocimiento e interés. Ref., McCARTHY, Th., Vid., Op. cit., pp.322-323. Vid., McCARTHY, Th., Op. cit., p.323. 37 El desarrollo ontogenético es el proceso de formación del yo [self]. Es paralelo al desarrollo filogenético, por el que se adquieren las estructuras y competencias universales de la especie, y dependiente de él. Por medio de este último, en efecto, el sujeto (adulto) termina diferenciándose a sí mismo del entorno que esas estructuras le permiten distinguir y conocer. En la medida en que el sujeto adquiere competencias (cognitiva, lingüística e interactiva), y es capaz de comprender su posición como sujeto objetivante respecto del mundo externo (objetivo) y como participante en el proceso de comunicación e interacción en el mundo lingüístico (social), termina reconociéndose a sí mismo como sujeto capaz de conocimiento, de habla y de interacción, en el mundo subjetivo o interno. 38 Vid., HABERMAS, J., ”¿Qué significa pragmática universal?”, p.324. 39 Op. cit., pp.320-324. 40 HABERMAS, J., Conciencia moral y acción comunicativa (traducción de Ramón García C.), Ediciones Península, Barcelona, 1994. 36 92 obras opone al enfoque trascendental fuerte de este último41 su enfoque trascendental débil, que prefiere llamar, por las razones mencionadas más arriba, pragmática universal. Éste consiste en la reconstrucción racional de la competencia preteórica del sujeto actuante y no pretende ofrecer un fundamento último o apodíctico, como sí lo hace el enfoque fuerte de Apel. Ello, porque reconoce que su teoría de la competencia comunicativa tiene un doble carácter hipotético: en primer lugar, la reconstrucción depende siempre de la experiencia preteórica del hablante, que puede cambiar y, en segundo lugar, toda reconstrucción, por su mismo carácter hipotético, es siempre, por naturaleza, revisable42. 3. TEORÍA DE LA ACCIÓN COMUNICATIVA Habermas articula su teoría del lenguaje (pragmática universal) en términos de teoría de la comunicación. Esta se apoya en el concepto fundamental de entendimiento [Verständigung]43. Tras la noción de competencia comunicativa está la idea de que el telos 41 K.O. Apel habla de los a priori de la comunicación (Vid., La transformación de la filosofía, 2 vols., (traducción de Adela Cortina, Joaquín Chamorro y Jesús Conill), Taurus Ediciones, S.A., Madrid, 1985, vol.II: El a priori de la comunidad de comunicación. 42 Vid., BENGOA, J., Op. cit., p. 31. 43 El entendimiento [Verständigung], concepto capital en la teoría de Habermas, debe distinguirse del entendimiento kantiano. Éste tiene un carácter positivo, es el nombre de una facultad del sujeto cognoscente, cuyos principios a priori constituyen las condiciones de posibilidad del conocimiento. En tanto estos principios permiten construir la experiencia son trascendentales. Para Habermas, en cambio, el entendimiento es un resultado posible del habla (lenguaje natural), inherente a ella como telos originario. Es, además, un fin que no se produce en el mundo objetivo de cosas y hechos, sino en la práctica comunicativa cotidiana (entre hablantes y oyentes), sobre la base de ciertas condiciones o estructuras de saber universales, inherentes al lenguaje. Tales estructuras son un producto social y cultural, esto es, el resultado del proceso de socialización. Las condiciones de posibilidad del entendimiento no apuntan, como en la filosofía kantiana, a la posibilidad de tener experiencia de objetos, sino a la posibilidad de entenderse con otro acerca de algo en el mundo (mundo objetivo, social y subjetivo). Así, para Habermas, hay entendimiento cuando dos sujetos (como mínimo) se ponen de acuerdo acerca de la rectitud de una emisión por referencia a un trasfondo normativo mutuamente conocido (mundo social) y, asimismo, cuando los participantes en la comunicación se entienden sobre algo en el mundo externo-objetivo y también sobre algo en el mundo subjetivo o íntimo, haciendo mutuamente comprensibles sus intenciones (Vid., Habermas, J., “¿Qué significa pragmática universal?”, p.301; McCarthy, Th., Op. cit., p.333, nota 37). Como mostraremos, el logro del entendimiento (el éxito de la comunicación a través de actos de habla) se basa en un entramado de pretensiones y condiciones de validez intersubjetivamente compartido. Sin embargo, el hecho de que el entendimiento sea para Habermas el telos inmanente del lenguaje natural, no debe conducirnos a ver en él al filósofo del consenso. En realidad, más que el entendimiento propiamente tal, a él le interesan las condiciones sobre las que éste se fundamenta y el desempeño [Einlösung] de estas condiciones por parte de los participantes en la comunicación. De esta manera, Habermas es, más bien, el filósofo del discurso. Mientras el consenso, como meta universal, supone la esperanza de la homogeneidad, del absoluto, propia de la concepción moderna tradicional de la historia, el discurso sólo tiene sentido en la heterogeneidad y en la diferencia de consideraciones sobre el mundo. 93 inmanente o función propia del lenguaje natural (o habla) y por ende, de la comunicación lingüística, no es la transmisión de ideas e informaciones a un receptor pasivo, sino el entenderse o llegar a un consenso con alguien acerca de algo44. El lenguaje no puede estudiarse ni comprenderse con independencia del acuerdo que podemos alcanzar a través de él (a través del habla), su estructura presenta las formas o condiciones necesarias para la consecución de este fin. Pero justificar esta pretensión exige, precisamente, reconstruir o explicitar dicha estructura, para mostrar que el habla está constituida en su profundidad por formas y condiciones tales que usar el lenguaje de acuerdo con su naturaleza, esto es, con intención comunicativa, abre a los hablantes competentes la posibilidad de alcanzar entre sí el consenso. Aunque puede afirmarse que Austin y Searle concibieron el habla (comunicación) bajo el aspecto de entendimiento, limitaron éste, sin embargo, a la comprensión del significado de lo dicho. Para Habermas, en cambio, el entendimiento es más que el mero entender lo que se dice. El telos originario del lenguaje natural se divide en dos subfines: a) que el oyente comprenda el significado de lo dicho por el hablante (aquí se quedaron Austin y Searle) y b) que acepte la emisión como válida45. Así, comprensión y aceptación constituyen, para Habermas, el entendimiento lingüístico. De ahí que, en lugar de hablar de condiciones de cumplimiento, hable de condiciones de aceptabilidad. Frente a un acto de habla constativo, por ejemplo, el oyente no sólo es capaz, merced a su competencia comunicativa, de comprender el significado de la emisión (v.g., que el hablante hace una afirmación), sino también de juzgar bajo qué condiciones o aspectos puede considerarla verdadera y, por tanto, aceptable. De esta manera, cuando Habermas sostiene que la ejecución lingüística efectiva responde también a competencias universales y que la pragmática universal emprende la reconstrucción racional y sistemática de ese trasfondo de condiciones universales del habla, quiere decir que “la pragmática universal 44 HABERMAS, J., Teoría de la acción comunicativa, vol. I, p.369: “El entendimiento es inmanente como telos al lenguaje humano. [...] Los conceptos de hablar y entenderse se interpretan el uno al otro”. También en: Pensamiento postmetafísico, p.70: “Las metas ilocutivas no pueden definirse con independencia de los medios lingüísticos empleados para entenderse [...] Antes el medio que es el lenguaje natural y el telos de entenderse se interpretan mutuamente –el uno no puede explicarse sin recurrir al otro–”. 45 El aporte filosófico de Habermas, a partir de su estudio y replanteamiento de la teoría de los actos de habla, es la ampliación del concepto de validez (racionalidad), en oposición a la filosofía del lenguaje tradicional o neopositivista, que privilegió la verdad como criterio de la racionalidad del lenguaje. 94 tiene como tarea identificar y reconstruir las condiciones universales del entendimiento posible”.46 a. Las unidades analíticas Conforme con su finalidad, la pragmática universal no puede dirigir su interés reconstructivo hacia todas las formas de habla que se dan en la práctica cotidiana, sino sólo al habla orientada al entendimiento o acción comunicativa47. Habermas entiende por ésta una forma compleja de habla, en la que confluyen o se interconectan acción y lenguaje. Se trata, como veremos, de una de las dimensiones de la acción social que revela cómo el lenguaje natural o, más bien, el entendimiento lingüístico, se torna eficaz para la coordinación de las acciones de a lo menos dos sujetos comunicativamente competentes (capaces de lenguaje y acción). Desde el punto de vista de la teoría de la acción comunicativa48 los actos de habla son los tipos básicos de acción orientada al consenso y, a su vez, los mecanismos de coordinación de la acción, es decir, los elementos que permiten construir interacciones. Dado que la teoría de la acción comunicativa debe tomar como punto de partida el habla orientada al entendimiento, los géneros de actos de habla que Habermas considera como unidades analíticas son aquellos que suponen la intención de lograr el consenso (intención comunicativa) con el oyente y que requieren del asentimiento de éste para que se logre la acción esperada. Por esto, Habermas elimina de su análisis los actos de habla institucionalmente ligados49, que no buscan (ni necesitan) la aceptación del oyente (su éxito no depende del reconocimiento racionalmente motivado del interlocutor), sino que suponen una aceptación y validez previas, determinadas por la institución (burocráticamente establecida) sobre la que se 46 HABERMAS, J., “¿Qué significa pragmática universal?”, p.299. Afirmar que el telos originario del lenguaje natural es el entendimiento no quiere decir que toda forma de habla que se da en la práctica comunicativa cotidiana tenga esta orientación, mentir, engañar, asustar, por ejemplo, no la tienen. 48 En adelante, llamaremos teoría de la acción comunicativa a la pragmática universal. 49 Vale decir, los actos cuya fuerza se basa en la existencia de instituciones burocráticamente establecidas, por ejemplo, contraer matrimonio, jurar, nombrar, bautizar, etc. que dependen de las instituciones del matrimonio, del bautizo, del nombramiento, etc. Si el hablante no tiene el respaldo de la institución correspondiente (autoridad para realizar matrimonios, por ejemplo), entonces su emisión no puede considerarse la realización del acto en cuestión. Puede decirse que estos actos de habla se basan en un consenso previo, independiente de la estrategia argumental del hablante; es además muy difícil que en contextos cotidianos puedan criticarse. Como la teoría de la acción comunicativa apunta al estudio de la acción orientada al entendimiento, sus unidades analíticas deben ser actos de habla no institucionalmente ligados, cuyo éxito no depende de la institucionalización ilocutiva, sino del reconocimientro del oyente de las razones del hablante. 47 95 funda su fuerza ilocutiva. Así, el oficial civil que dice “los declaro marido y mujer” no necesita justificar argumentativamente su emisión (dar razones), pues la realización del casamiento como resultado de su emisión, no depende de la aceptación de los participantes de la ceremonia, sino de la institución del matrimonio. Entonces, Habermas considera como unidades básicas estándar de análisis sólo actos de habla no institucionalmente ligados (que no vienen determinados por instituciones burocráticas de autoridad), como aserciones, promesas, mandatos, preguntas, consejos, etc., con los cuales el hablante busca el asentimiento del oyente. Éstos, en efecto, pueden ser juzgados o criticados por el interlocutor desde el punto de vista de la verdad del contenido emitido, de la rectitud o concordancia con una norma y de la sinceridad o veracidad que encarnan. Los actos de habla no institucionalmente ligados deben ser considerados como verdaderos, rectos o veraces antes de que puedan ser usados como mecanismos adecuados para la coordinación de las acciones de los participantes en la acción comunicativa. Así, cuando la orden dada por el hablante H: “da algo de dinero a Y” es rechazada por el oyente O: “no, tú no tienes derecho a exigirme algo así”, la acción “dar algo de dinero a Y”, cuyo fin es servir a la coordinación de otras acciones (provocar alegría a la esposa de Y, por ejemplo), no se cumple y esas acciones quedan sin realizar, al menos a través de ese mecanismo. Para hacer comprensible cómo el lenguaje se integra en la acción y, con ello, el nexo entre acción lingüística (actos de habla) y acción social, vamos a delimitar, en primer término, al concepto elemental de acción50. Esto nos permitirá separar las acciones lingüísticas (habla) de las no lingüísticas (acciones), para considerar luego sus conexiones. La importancia que este proceder tiene para el análisis es que la acción comunicativa surge, precisamente, de una de esas conexiones entre acción y lenguaje. b. Habla vs. acción La teoría de los actos de habla amplía el rango denotacional del término acción51. Ya no podemos referirnos con él solamente a acciones concretas, manuales o físicas. Como ha 50 51 En este punto seguimos el análisis que hace Habermas en: Pensamiento postmetafísico, pp.67-151. Searle afirma, en Speech acts (p.12), que hablar es una forma de conducta y que el estudio del lenguaje forma parte de una teoría de la acción. Esto significa que “el lenguaje es una especie dentro del género de la acción”, que puede ser estudiada como tal en una teoría, pero no que esté implicado en la explicación misma. Ni siquiera es claro que para Searle esta acción sea acción social (Bengoa, Vid., Op. cit., p.31-32). Para Habermas, en cambio, el acto de habla es un mecanismo de coordinación de la acción. 96 dicho Searle, también hablar es una forma de conducta. Aparecen así dos tipos elementales de acción, irreductibles: la acción teleológica (actuar en sentido lato) y la acción lingüística (actos de habla). La primera es ejemplificada por Habermas con acciones cotidianas o manuales simples, como correr, saltar, entregar algo a alguien, martillar, cerrar, etc., que son acciones instrumentales: a través de ellas el actor (agente) quiere producir, en el mundo objetivo (de cosas y sucesos), un particular resultado52. Según nuestro autor, la actividad teleológica responde al modelo de un actor solitario, ya que, en la medida en que éste se orienta siempre por sus propios fines, los otros sujetos con que se topa en el mundo se le aparecen en su mera materialidad, como objetos o instrumentos, y no como sujetos capaces también de acción. El actor no se encuentra con los otros como miembros de una comunidad con los cuales comparte ciertos presupuestos e interpretaciones, sino que le salen al paso como entes del mundo material sobre los cuales puede ejecutar acciones determinadas, con vistas a sus propios fines y sobre la base de su interpretación particular de la situación. El éxito de esta clase de actividades se mide por la eficacia, es decir, por la adecuación entre los medios elegidos y los fines propuestos. Contrariamente, las acciones lingüísticas, que Habermas ejemplifica con actos de habla tales como mandatos, confesiones y constataciones53, son medios por los que un hablante pretende (y puede) entenderse con otro acerca de algo en el mundo; al realizarlas, el otro se aparece al hablante como miembro de una comunidad lingüística de convicciones comunes con el cual puede establecer diversas relaciones interpersonales: intenta entenderse con él acerca de algo en cualquiera de las dimensiones que componen la trama de referencias que es el mundo, adoptando así una actitud performativa que se opone a la actitud objetivante que asume el actor en la acción teleológica. En conformidad esta descripción Habermas diferencia las acciones teleológicas de las lingüísticas desde tres puntos de vista: 1) el de las condiciones de comprensión, 2) el de los fines a que se orientan y 3) el de la racionalidad que suponen54. 52 Vid., HABERMAS, J., Op. cit., p. 69. Vid., Op. cit., p.67. Con estos tres ejemplos de actos de habla Habermas introduce, de entrada en este capítulo, los modelos estándar, a partir de cuyo análisis estructura su concepto general de acción comunicativa. Se trata de los tres tipos puros de empleo del lenguaje: regulativo, expresivo y constativo, respectivamente. También en: Teoría de la acción comunicativa, vol.I, p.395. 54 Vid., HABERMAS, J., Pensamiento postmetafísico, pp.68-69. 53 97 1 En términos generales, puede decirse que comprendemos una acción cuando aprehendemos la intención con la que fue o está siendo ejecutada. Desde esta perspectiva, las acciones lingüísticas y las no-lingüísticas responden a condiciones de comprensión diferentes. En primer término, una actividad teleológica como, por ejemplo, “cerrar una puerta”, “no se da a conocer por sí misma como la acción que es en los planes del agente”55, es decir, no nos proporciona ella misma ningún dato que nos permita, en tanto observadores, saber con certeza cuál es la intención del actor. Acerca de ésta sólo podemos hacer conjeturas, pero la acción seguirá siempre necesitada de interpretación. Los actos de habla, por el contrario, sí se dan a conocer por sí mismos, revelando la intención del hablante, ya que tienen una estructura autorreferencial. El componente ilocutivo, tal como nos ha enseñado Austin, determina el contenido pragmático de la emisión, es decir, qué acción se ha realizado. Así, un oyente O sabe con bastante seguridad que la acción que el hablante H ejecuta cuando dice “te ordeno que cierres la puerta” es un mandato, porque el significado semántico de la emisión (significado literal estándar) le da una indicación que le permite reconocer también su contenido pragmático, y comprender, de este modo, que H intenta ponerlo en la obligación de realizar una determinada acción. O puede hacer esta interpretación sin recurrir a ningún criterio extralingüístico. Claro está, por otra parte, que la estructura autorreferencial o autosuficiente de los actos de habla no se revela a un sujeto como mero observador externo, sino sólo como participante, es decir, como miembro de una comunidad lingüística, que comparte con los demás miembros interpretaciones comunes de las situaciones y del mundo: Como miembro del mundo de la vida intersubjetivamente compartido de su comunidad de lenguaje...56 Las acciones teleológicas no ofrecen la posibilidad de adoptar la posición de participantes, de manera que podamos hacernos cargo de la intención del agente. Esta dificultad de comprensión explica que las ciencias sociales no hayan logrado el estatus que sí han 55 56 Op. cit., p.68. Op. cit., p.71. Con un fin didáctico y pensando que el hilo conductor de nuestra exposición puede ser seguido por el lector sin su aclaración, no nos referirnos todavía al concepto de mundo de la vida –que Habermas toma de Wittgenstein y al que también se ha referido Husserl–. Nos limitaremos a decir que Habermas introduce el concepto con el fin de conectar su teoría de la acción comunicativa con la teoría de la sociedad (Vid., Habermas, J., Teoría de la acción comunicativa, vol.I, p. 431). 98 alcanzado las ciencias de la naturaleza. Sin embargo, dado que la acción social incluye acción lingüística (habla), Habermas piensa que la teoría del lenguaje puede ofrecer las claves de una nueva forma de abordar el problema de la comprensión en las ciencias sociales –aludiendo en especial a la sociología–. Una pragmática formal podría entregar a estas disciplinas criterios racionales, allende los empíricos que han tomado de las ciencias naturales57. Señala Habermas que la comprensión es la manera de acceso del investigador social a su ámbito objetual, pero es un método opuesto a la observación, que se refiere a objetos del mundo material (hechos). Al intentar comprender la acción social a través de la observación, el investigador trata su objeto como algo del mundo material y termina transformando la acción social en acción teleológica58, es decir, en una forma de intervención en el mundo objetivo. Pero esas acciones, al parecer físicas y con intención objetivante, se basan en el acuerdo comunicativo previo que establecen los actores, que no son, por tanto, meros agentes, sino miembros de una comunidad de lenguaje y, por lo mismo, seres que comparten un mismo saber de fondo. La comprensión, piensa Habermas, no debe ser abordada desde métodos empíricos, sino desde la práctica comunicativa. Las diferencias, apuntadas más atrás, entre las acciones lingüísticas y no lingüísticas, en lo tocante a sus condiciones de comprensión, se hacen patentes en los ejemplos siguientes, donde se describen acciones mediante oraciones: 1. Juan está cerrando la puerta 2. Pedro ordena a Juan que cierre la puerta Con la afirmación 1 se describe una acción teleológica y con la oración 2, un acto de habla. En el primer caso, la descripción no nos permite saber completamente y con certeza qué acción ha ejecutado Juan, porque no nos revela su intención; en el segundo caso, en cambio, sí sabemos qué acción se ha ejecutado, un mandato. En 1 no podemos adoptar la perspectiva del 57 58 Las ciencias empíricas o fácticas, cuyo método es, en general, la observación, toman como criterio de éxito o fin de sus investigaciones la verdad proposicional (verdad material); este criterio, determinante de la racionalidad, llevado al campo de la sociología –que es el interés de Habermas– ha conducido al criterio de la eficacia de las intervenciones causales en el mundo objetivo –recordemos que toda acción incluye determinado uso del saber proposicional–, esto es, a la eficacia de las relaciones entre los medios elegidos y los fines propuestos. A esto apunta, fundamentalmente, la crítica de Habermas a la sociología de Max Weber, quien habría considerado la acción social sólo desde el punto de vista de las relaciones medio-fin, e ignorado el aspecto del entendimiento lingüístico, que sería clave en la construcción de interacciones (acciones sociales). Vid., Habermas, J., Teoría de la acción comunicativa, pp.359-367. 99 participante, la única opción sería salir del ámbito de la acción teleológica elemental utilizando actos de habla, es decir, preguntando directamente a Juan cual fue su intención. Contrariamente, la descripción 2 revela el conocimiento de la acción, y ello, precisamente, porque estamos situados en el lugar del participante. Para Habermas, en consecuencia, un acto ilocutivo es más que “hacer algo diciendo algo” (Austin), es también “decir qué se hace”59. Un acto de habla da a conocer la intención del hablante, es un enunciado público de la acción. 2 Toda acción, lingüística o no lingüística, puede entenderse como un hacer orientado a la consecución de fines, pero la diferencia radica en las características de estos fines. La meta que se propone un actor con una acción teleológica o instrumental, concebida ésta como una intervención eficaz en el mundo objetivo, se caracteriza por las tres notas siguientes: a) No depende de los medios seleccionados, sino de la manera en que son utilizados por el agente. Esto es evidente en acciones manuales sencillas, tales como pintar una fachada o cocinar un pastel, donde el secreto del buen resultado depende más de la eficiencia con que el agente emplea las herramientas o los ingredientes, que de los medios mismos. b) Es un estado que hay que producir causalmente, vale decir, estrictamente bajo la relación agente-fin. El logro eficaz depende, en este caso, únicamente de lo que el agente haga para conseguirlo y los otros sujetos no tienen mayor incidencia en ello, aún cuando puedan ser ellos mismos los objetos sobre los cuales se realice la acción, por ejemplo, cuando se entrega algo a alguien o cuando se golpea a alguien. c) Hay que producirlo en el mundo objetivo. Esto significa que los actores se salen al paso unos a otros no como sujetos capaces de acción, sino como entidades intramundanas, como objetos u oponentes. Siendo los actos de habla actividades realizadas con el fin de entenderse, esto es, con el fin de que el oyente comprenda el significado de lo dicho y acepte la emisión como válida, no pueden comprenderse bajo las características de los fines de las actividades teleológicas señaladas en a, b y c. En contraste: 59 HABERMAS, J., Pensamiento postmetafísico, p.69. 100 a) El fin ilocutivo de entenderse no puede realizarse con independencia de los medios lingüísticos empleados para ello, puesto que, “el medio que es el lenguaje natural y el telos del entendimiento se interpretan mutuamente”60. Para que el oyente comprenda una emisión del hablante, éste debe utilizar la fórmula lingüística convencional adecuada, de tal manera que el oyente la reconozca como función de lo que quiere decir o hacer con ella. b) El entendimiento o acuerdo con alguien no es un fin a poner en obra causalmente. Alcanzarlo no es algo que se deba únicamente al hablante, sino algo que requiere necesariamente del asentimiento racionalmente motivado del oyente. El entendimiento sólo se logra si el oyente reconoce la emisión como válida. Como veremos más adelante, el oyente puede aceptar el acto de habla en cuestión como válido si conoce las condiciones bajo las cuales puede ser reconocido como tal, condiciones y pretensiones de validez que, en tanto sistema, constituyen la estructura universal del habla. Un hablante no puede, por lo tanto, imputarse a sí mismo, como causa, un éxito ilocutivo. c) El fin de entenderse se da en una situación transmundana, vale decir, fuera del mundo objetivo o material y, por lo mismo, no puede ser concebido como un estado intramundano. Se trata más bien de una meta a conseguir en el mundo de la vida intersubjetivamente compartido de una comunidad lingüística. En la práctica comunicativa los sujetos se ponen de acuerdo acerca de algo en el mundo adoptando una actitud performativa y no una actitud objetivante, esto es, una actitud de participantes y no de observadores. 3 Estos dos géneros de acción se diferencian por el tipo de racionalidad que suponen, es decir, por el modo en que se usa el saber lingüístico para alcanzar el éxito. Según Habermas, la racionalidad tiene que ver con el procedimiento que los actores llevan cabo para alcanzar el fin de sus acciones, que con el logro mismo del fin. La acción teleológica responde, tal como mostrara Weber, a una racionalidad con arreglo a fines, lo que se aprecia si consideramos que las actividades de este tipo incluyen el uso de un saber técnico (reglas técnicas). Por el contrario, las acciones lingüísticas suponen la racionalidad de los procesos de entendimiento, ya que su éxito depende específicamente de cómo aprovechan los hablantes la fuerza ilocutiva vinculante inherente al lenguaje y, por tanto, 60 Op. cit., p.70. Aproximadamente es esta la idea que está tras el principio de expresabilidad de Searle. 101 de cómo usan su conocimiento de las condiciones de posibilidad del consenso con el fin de lograr el asentimiento de otros sujetos. Con el propósito de explicar este aspecto de la racionalidad delimitaremos primero el concepto de acción social, para pasar después a sus condiciones de posibilidad: las condiciones universales del entendimiento o de la comunicación. c. Acción comunicativa vs. acción estratégica Actuar y hablar, que son formas elementales de acción, se enlazan en el concepto de acción social o interacción. Esta es, en efecto, la instancia en que el lenguaje natural (actos de habla) se convierte en mecanismo de coordinación de las acciones. Habermas le da el nombre de “Interacción lingüísticamente mediada”: El problema de la coordinación de la acción se plantea en cuanto un actor sólo puede ejecutar su plan de acción interactivamente, es decir, con la ayuda de la acción (o de la omisión) de, a lo menos, otro actor” [...] Una interacción puede entenderse como la solución del problema de cómo los planes de acción de varios actores pueden coordinarse entre sí de suerte que las acciones de alter puedan enlazar con las de ego.61 Las interacciones lingüísticamente mediadas se clasifican según cómo sea utilizado el lenguaje natural en la coordinación de las acciones, es decir, según el sentido de la racionalidad. Cuando una interacción se construye usando el lenguaje natural únicamente como un medio de transmisión de informaciones, quedando la coordinación de las acciones fundada en el influjo y la imposición de un plan específico por parte del actor, se habla de acción estratégica. Mientras que, cuando el mecanismo de coordinación de la acción es el entendimiento lingüístico, esto es, la fuerza inherente al lenguaje natural de crear vínculos ilocutivos (consenso), utilizando el lenguaje como fuente de integración social y, por lo tanto, en su forma genuina, se habla de acción comunicativa. En el primer caso, el saber lingüístico del oyente, vale decir, su capacidad para aceptar o rechazar las emisiones del hablante, no es aprovechado para coordinar las acciones y se pasa por alto su opinión. No sucede así en la acción comunicativa, donde el éxito de los planes de acción requiere la aceptación o reconocimiento del oyente. Esto es notorio en aquellos casos de rechazo de las emisiones, en los que el hablante se ve obligado a continuar la comunicación en el discurso. 61 Op. cit., pp.72-73. 102 Utilizando la conceptualización de Austin, Habermas pretende mostrar que el uso estratégico del lenguaje es una forma parásita respecto del uso comunicativo, que es el modo original. Así, asocia su distinción entre acción comunicativa y acción estratégica a la distinción austiniana entre fuerza ilocutiva y fuerza perlocutiva de los actos de habla62. La acción estratégica es concebida entonces como interacción mediada por actos perlocutivos y la acción comunicativa como interacción a través de actos ilocutivos: Cuento, pues, como acción comunicativa aquellas interacciones mediadas lingüísticamente en que todos los participantes persiguen con sus actos de habla fines ilocutivos y sólo fines ilocutivos. Las interacciones, en cambio, en que a lo menos uno de los participantes pretende con sus actos de habla provocar efectos perlocutivos en su interlocutor las considero como acción estratégicamente mediada lingüísticamente.63 Para Habermas, el acto ilocutivo (acto de habla) es, exclusivamente, un acto de entendimiento; el acto perlocutivo, en tanto, es una subclase de intervención en el mundo y se conecta, por ello, con el concepto de acción teleológica. Los efectos perlocutivos son indicio de la integración de actos de habla en contextos de acción estratégica o, lo que es igual, de la integración de plexos de acción teleológica en la acción social. En las actividades estratégicas, el fin del actor es concebido como un objetivo perlocutivo que no se deduce directamente del contenido de la emisión, sino que lo trasciende; es por esto que sólo podemos determinarlo averiguando la intención del hablante-agente. Así por ejemplo, los actos perlocutivos de aterrorizar, inquietar, despistar, ofender, humillar, etc., no corresponden a términos utilizados para realizar actos de habla y su ocurrencia como efectos es contingente en relación con el éxito ilocutivo. En la acción estratégica son, precisamente, esos efectos los que el hablante-agente utiliza como medios para realizar su propio plan de acción. Sin embargo, la obtención de efectos perlocutivos supone éxitos ilocutivos. De ahí que el uso estratégico del lenguaje sea una forma parásita respecto de la acción comunicativa o acción orientada al entendimiento. Este análisis de la acción estratégica en términos de efectos perlocutivos, evidencia la conexión entre el tratamiento de Habermas y el concepto de efecto perlocutivo de Strawson. 62 63 Vid., HABERMAS, J., Teoría de la acción comunicativa, vol.I, pp.370-377. Op. cit., p.378. 103 - Análisis del acto de comunicación básico El análisis del acto comunicativo básico (acto de habla) muestra cómo el lenguaje se depotencia en la acción estratégica (latente) bajo el aspecto de efecto perlocutivo. Todo acto de habla puede considerarse como una acción que responde a fines o que busca lograr determinados efectos. Entre estos efectos unos son ilocutivos y otros perlocutivos. El siguiente análisis describe la distinción: 1. Éxitos o efectos ilocutivos: requieren de la participación del oyente y pueden ser de dos tipos: Éxito ilocutivo¹: Comprender Éxito ilocutivo²: Aceptar Si se logran ambos se produce el efecto ilocutivo del entendimiento. 2. Éxitos o efectos perlocutivos: los fines y efectos que van más allá de los éxitos ilocutivos. Son sus consecuencias. Existen dos tipos: Éxito perlocutivo¹: los que resultan del significado del acto de habla, por ejemplo, obedecer es un éxito perlocutivo¹ del mandato. Éxito perlocutivo²: el que no se sigue de lo dicho como resultado gramaticalmente regulado y se produce de forma contingente, aunque condicionada por los éxitos ilocutivos 1 y 2. Veamos algunos ejemplos de estas cuatro categorías para la orden (acto ilocutivo): Entrega este cheque a Y: 64 a. Éxito ilocutivo¹ = El oyente O entiende (el significado de la emisión del hablante H) b. Éxito ilocutivo² = O acepta la exigencia de entregar el cheque a Y c. Éxito perlocutivo¹ = O efectivamente entrega el cheque a Y d. Éxito perlocutivo² = O provoca alegría a la esposa de Y. Éste es un efecto gramaticalmente no regulado. 64 Esta ejemplificación está basada en HABERMAS, J., Pensamiento postmetafísico, p.75. 104 Aunque los éxitos del tipo perlocutivo² no están regulados gramaticalmente, son un componente público de la acción, ya que pueden ser conocidos por todos sin alterar su decurso. Pero Habermas, siguiendo a Strawson, advierte también la existencia de un tercer tipo de efecto perlocutivo gramaticalmente no regulado, que no es o no puede hacerse público sin alterar el curso de la acción. El efecto perlocutivo³ se produce cuando el hablante esconde o no declara de antemano el propósito de su acción. Se dice que no está gramaticalmente determinado porque su ocurrencia como efecto depende del actor y corresponde a su objetivo particular. Ahora podemos completar la ejemplificación: d. Efecto perlocutivo³ = “Coludido con H, Y utiliza el cheque para estafar a X ”. El efecto perlocutivo³ corresponde a una acción estratégica latente, tras el acto de habla. El oyente no fue informado del propósito de estafar a X (efecto perlocutivo³) y el acto de habla se usa, por tanto, como medio para lograr ese propósito particular vía engaño. Este ejemplo muestra que el mecanismo del entendimiento en la construcción de interacciones, opera aún en acciones estratégicas: 1. El actor sólo puede alcanzar su fin estratégico de contribuir a un delito en forma de un efecto perlocutivo³, no público. 2. H logra el efecto perlocutivo³ si con su exigencia o invitación (acto de habla) consigue un éxito ilocutivo (comprensión y aceptación del oyente), esto es, si logra alcanzar el entendimiento. 3. H alcanza el efecto ilocutivo si consigue ocultar al oyente la violación unilateral de las presuposiciones de la acción orientada al entendimiento, esto es, si logra fingir con éxito ante O que lo que persigue sin reserva es la meta ilocutiva de su acto de habla. La utilización estratégica latente del lenguaje vive parasitariamente del uso lingüístico normal, porque sólo puede funcionar si se logran antes metas ilocutivas. Esto significa que al menos una de las partes debe suponer que el lenguaje está funcionando con vistas a entenderse. d. Pretensiones de validez La intuición más importante de Habermas es que utilizar el lenguaje como fuente de integración social (con intención comunicativa) significa emplear el saber lingüístico 105 orientándose por pretensiones de validez. Con un acto de habla el hablante hace al oyente una oferta de entendimiento. Esta oferta implica la toma de postura del interlocutor, que podrá aceptar o rechazar la emisión. De esta manera, todo acto de habla es una acción susceptible de crítica. Para Habermas, la posibilidad de aceptación descansa sobre un entramado de pretensiones de validez previamente reconocido por los hablantes competentes. Los géneros de acción comunicativa se definen, precisamente, por el tipo de pretensión de validez que instauran. Habermas extrae estas pretensiones de validez de la estructura profunda de los actos de habla, agrupados en una tipología tripartita, y las asocia a las diversas formas de referencia al mundo (objetiva, social y subjetiva). - Concepto pragmático formal de mundo Con sus diferentes actos de habla un hablante intenta entenderse con otro sujeto lingüística y comunicativamente competente (capaz de lenguaje y acción), estableciendo una relación interpersonal. A la vez, hay también algo acerca de lo cual el hablante intenta y puede llegar a ponerse de acuerdo con otro sujeto: la realidad o mundo. Todo acto de habla, todo acto ilocutivo, se presenta, entonces, bajo estos dos aspectos del entenderse con otro y del entenderse acerca de algo en el mundo: Por capacidad de comunicación entiendo la capacidad de un hablante dispuesto a entenderse, para insertar una oración bien formada en referencias a la realidad o relaciones con la realidad.65 Esta doble dimensión del entendimiento se asocia a la doble estructura del habla. Como sabemos, al igual que Searle y opuestamente a Austin, Habermas considera que todo acto de habla es ilocutivo y que todo acto ilocutivo está compuesto por una oración principal performativa y una oración subordinada que constituye el contenido proposicional (referencia y predicación). La oración principal establece la fuerza ilocutiva de la emisión y, por tanto, el modo de comunicación o relación interpersonal entablada por el hablante, mientras que la oración subordinada establece la relación con el mundo. Pero esta relación no se encuentra limitada o restringida al mundo objetivo, pues los actos de habla no son criticables únicamente, como cree Searle, desde el punto de vista de la verdad o falsedad. Para Habermas, el mundo es una trama de referencias entretejida lingüísticamente. Está compuesta por tres dimensiones, el 65 HABERMAS, J., “¿Qué significa pragmática universal?”, p.328. Las cursivas son nuestras. 106 mundo externo objetivo, el mundo externo social (o mundo de las normas) y el mundo interno o subjetivo. El contenido proposicional conecta nuestros actos ilocutivos con estos tres sectores de la realidad. Pero, por tratarse de dimensiones distintas, cada una de estas referencias estará asociada a una determinada pretensión de validez y, por tanto a criterios de adecuación irreductibles. A su vez, la competencia comunicativa permite a los oyentes identificar cual es la relación con el mundo que la emisión del hablante establece y, al mismo tiempo, las condiciones que deben darse para que pueda ser considerada aceptable. La competencia preteórica incluye, así, el conocimiento de las pretensiones y condiciones de validez que hacen posible la comunicación. - El modelo orgánico de Karl Bühler El modelo orgánico de K. Bühler, piensa Habermas, puede considerarse representativo de planteamientos como el suyo, articulados en términos de teoría de la comunicación66. Oponiéndose a la tradición, Bühler privilegió la función del lenguaje por sobre su estructura, basando todo su análisis en la función del lenguaje en la comunicación. Según él, el acto comunicativo, esto es, cualquier expresión lingüística de un hablante, puede adoptar tres funciones: cognitiva (expositiva) apelativa67 y expresiva. La interpretación de Habermas es que estas tres funciones reflejan los tres68 aspectos fundamentales del entender-se-sobre algo en el mundo (teoría de los tres mundos). La interpretación pragmático formal de la teoría de los actos de habla, del modelo orgánico de las funciones del lenguaje de Bühler y de la teoría de los tres mundos fundamenta la idea de que los hablantes se entienden entre sí no sólo mediante la fuerza ilocutiva asertórica, que indica una pretensión de validez relativa a la verdad de la emisión, sino de tantas formas como funciones adopte el lenguaje. Al respecto Habermas apunta: Los participantes en una comunicación que se entienden entre sí sobre algo, no solamente entablan una relación con el mundo objetivo, como sugiere el modelo precomunicativo imperante en el empirismo […], sino 66 Vid., BÜHLER, K., Teoría del lenguaje (traducción de Julián Marías), Revista de Occidente, Madrid, 1950, pp.40-45. 67 Habermas privilegia la función de interacción o apelativa, pues la considera representativa de lo que él entiende por acción comunicativa: aquella que incluye activamente al oyente. Sin embargo, en el proceso de interacción, el hablante realiza todas las funciones del lenguaje. 68 Con nuestras emisiones intentamos entendernos con otro acerca de algo ya en el mundo objetivo, ya en el mundo social ya en el mundo subjetivo. 107 también con algo en el mundo social o en el mundo subjetivo. Hablantes y oyentes manejan un sistema de mundos co-originarios. Pues con el habla proposicionalmente diferenciada no sólo dominan [...] un nivel en que pueden exponer estados de cosas, sino que todas las funciones del lenguaje, la de exposición, la de apelación y la de expresión, están a un mismo nivel evolutivo.69 En concordancia con el esquema orgánico de las tres funciones comunicativas: expositiva, expresiva y apelativa, Habermas clasifica la variedad de fuerzas ilocutivas (actos de habla) en tres tipos puros de empleo de lenguaje orientado al entendimiento: a) Actos de habla constativos b) Actos de habla expresivos c) Actos de habla regulativos (directivos) El empleo de una oración en una emisión significa, entonces, insertar o situar esa oración, en virtud de su fuerza ilocutiva, en la trama de referencias que es el mundo. A través de un acto de habla el hablante-agente se relaciona con otro sujeto capaz de lenguaje y acción (comunicación), y puede hacerlo en tres niveles: exponiendo un estado de cosas, expresándose a sí mismo o refiriéndose a un trasfondo de normas socialmente aceptado. El éxito de la comunicación (el entendimiento) se logra si el oyente acepta, en virtud de un saber mutuamente compartido, la pretensión de validez aneja al acto de habla. En teoría, cada uno de estos tipos puros de empleo del lenguaje (constativo, directivo y expresivo) entabla una pretensión de validez específica que lo distingue de los otros. Por esto, la racionalidad comunicativa adoptará también tres sentidos diferentes: a) Pretensión de verdad b) Pretensión de veracidad subjetiva o autenticidad c) Pretensión de rectitud normativa Los actos de habla son susceptibles de crítica desde estos tres puntos de vista. Con un acto de habla constativo (v.g., “puedo pronosticarte que mañana Y hará lo que le pediste”), el hablante entabla, eminentemente, una pretensión de verdad, es decir, intenta que el oyente 69 HABERMAS, J., Teoría de la acción comunicativa, vol. I, I, 3, pp.121-122. 108 reconozca su emisión como aceptable desde el punto de vista de la adecuación de su contenido a un estado de cosas dado (mundo objetivo). A su vez, el oyente puede juzgar la emisión (aceptarla o rechazarla) porque conoce sus condiciones de validez, esto es, porque conoce las condiciones que hacen verdadera una proposición. En este sentido se entiende el aporte de la semántica veritativa. Con un acto de habla expresivo (v.g., “te confieso que deseo que Y haga lo que me pediste”) el hablante entabla, preferentemente, la pretensión de veracidad subjetiva de estar pensando o sintiendo realmente lo que dice. Pretende entonces que el oyente acepte su emisión como válida desde el punto de vista de la veracidad o autenticidad de su emisión respecto de sus sentimientos, actitudes, valores, etc. (mundo subjetivo). El conocimiento de las condiciones de aceptabilidad de los actos de habla expresivos está anclado en las estructuras de la personalidad compartidas por los participantes en la comunicación. Estas estructuras se constituyen en el proceso socialización, que culmina con la aparición del Yo por diferenciación de los mundos objetivo y social70. Con un acto de habla regulativo ( “te prometo que haré lo que me pediste”), el hablante entabla una pretensión de rectitud normativa (v.g., de contraer una obligación). El oyente aceptará o rechazará la emisión como recta de acuerdo con normas consideradas intersubjetivamente válidas, o sea, a partir de un orden normativo social previamente establecido (mundo social). Así por ejemplo, aceptamos un consejo de alguien que tiene calidad ética (experiencia, moral, etc.) para darlo y si reconocemos la rectitud moral de sus intenciones. Por el contrario, una promesa puede ser criticada si quien promete tiene reputación de irresponsable (¡Oye, si tú nunca cumples lo que dices!). Sin embargo, los actos de habla no se explican (aceptan o rechazan) únicamente bajo el aspecto de la validez dominante en cada caso. Una promesa (v.g., “te prometo que compraré lo que me pediste”) puede ser rechazada por varias razones: por la duda sobre la confiabilidad del hablante (“no, tú no has sido nunca de fiar”) y, por tanto, sobre su rectitud normativa; por la aprensión sobre su veracidad (“no, no lo estás diciendo en serio, me quieres engañar”); o bien porque se sospecha que no se cumplen las presuposiciones de existencia del contenido proposicional (“no, pues yo sé que tú no cuentas con el dinero necesario”). De esta manera, todo acto de habla puede siempre criticarse como válido bajo tres aspectos: como verdadero en 70 Acerca de la concepción de Habermas del proceso de socialización y su relación con los mundos objetivo y subjetivo, recomendamos: McCarthy, Th., Op. cit., pp.385-413. 109 relación con la adecuación del contenido proposicional al mundo objetivo, como correcto en relación con una determinada norma o como veraz en lo que concierne a la intención del hablante. Si bien el contenido proposicional del acto ilocutivo conecta la emisión con alguno de los tres sectores de la realidad, será la fuerza la que especifique cuál es ese sector de referencia. Recordemos que, para Habermas, no es el contenido proposicional, sino el componente modal (la oración principal y no la subordinada), el que determina la pretensión de validez entablada. El complemento ilocutivo se convierte así en el eje de una racionalidad estructural de condiciones de validez.71 Al entablar con su acto de habla una relación con alguna de las dimensiones que componen la trama de referencias que es el mundo, el hablante lleva a cabo una función pragmática específica y, por tanto, un determinado modo de comunicación. A través de su fuerza creadora de vínculos los actos de habla constativos, regulativos y expresivos permiten coordinar planes de acción y constituir, por tanto, las correspondientes interacciones lingüísticamente mediadas: ...los tipos puros de empleo de lenguaje orientado al entendimiento sí que pueden servirnos de hilos conductores para la tipologización de las interacciones mediadas lingüísticamente. En la acción comunicativa los planes de acción de los participantes individuales quedan coordinados merced al efecto ilocutivo de vínculo que tienen los actos de habla. [...] Esto es notorio en el caso de los actos de habla regulativos y expresivos, los cuales son básicos para la acción regida por normas y para la acción dramatúrgica, respectivamente.72 Aunque Habermas adopta la distinción de Bühler de las tres funciones del lenguaje: expositiva, interactiva y expresiva, realiza su análisis de la estructuración de interacciones tomando como modelo la función de interacción o apelación. Esto se debe a su convicción de que el establecimiento de relaciones interpersonales, a través de actos de habla, es la función que con más claridad permite a los actores emprender operaciones de coordinación, sin desatender las otras funciones del lenguaje. A través de los actos de habla regulativos, en efecto, los hablantes comprometen sus acciones o intentan comprometer las acciones de los demás (v.g., promesas, mandatos, etc.). Pero, también, deben cumplir otras exigencias, deben ser sinceros y realistas (v.g., la aceptación de una promesa exige que el hablante sea confiable y que el 71 72 Vid., HABERMAS, J., Pensamiento postmetafísico, p.84. HABERMAS, J., Teoría de la acción comunicativa, vol. I, III, p.418. 110 contenido proposicional pueda ser verdadero, esto es, que sea factible realizar la acción comprometida). Por ello, las interacciones sólo pueden realizarse si los participantes satisfacen todas las funciones pragmáticas del lenguaje. El acuerdo racionalmente motivado supone la aceptación en todas las dimensiones de la validez: Los actos de habla sirven en general a la coordinación de acciones porque hacen posible un acuerdo racionalmente motivado entre varios actores; y en ello están implicadas siempre las otras funciones del lenguaje, la de exposición y la de expresión. El punto de vista de la coordinación de la acción se sitúa, por tanto, en un plano más abstracto que el del establecimiento de una determinada relación interpersonal que el actor pudiera directamente pretender. La coordinación de la acción sirve en general a la integración social de un mundo de la vida que los implicados comparten intersubjetivamente.73 La misma idea está en este pasaje la Teoría de la acción comunicativa: ...son los tres mundos los que constituyen conjuntamente el sistema de referencia que los participantes suponen en común en los procesos de comunicación. Con este sistema de referencia los participantes determinan sobre qué es posible en general entenderse.74 La distinción de los tipos puros de empleo del lenguaje orientado al entendimiento (actos de habla constativos, regulativos y expresivos), en tanto refiere el análisis a las pretensiones de validez que se ponen en juego, en cada caso, para llegar al consenso acerca de determinados planes de acción, permite a Habermas hacer la siguiente clasificación de las interacciones lingüísticamente mediadas (acciones sociales): a) Acción estratégica b) Conversación c) Acción regulada por normas d) Acción dramatúrgica La acción estratégica es acción social mediada por perlocuciones e imperativos. El lenguaje tiene aquí la función de influir sobre un oponente, quedando en un segundo plano la fuerza ilocutiva creadora de vínculos. El actor se orienta al éxito, adoptando una actitud 73 74 HABERMAS, J., Pensamiento postmetafísico, p.98. HABERMAS, J., Teoría de la acción comunicativa, vol. I, 3, pp.121-122. 111 objetivante, y entabla, además, una relación con el mundo objetivo, en tanto su intención es producir en él un determinado efecto. De ahí que el criterio de racionalidad de la acción sea la eficacia (racionalidad con arreglo a fines). En este sentido, también las acciones teleológicas que incluyen lenguaje pueden fundamentarse racionalmente. Una acción estratégica, en efecto, será tanto o más racional cuanto mejor pueda fundamentarse la pretensión de eficacia vinculada a ella. La conversación adopta la forma característica de actos de habla constativos, que encarnan la función expositiva del lenguaje. En este género de interacción, el actor adopta una actitud objetivante –su acción establece una relación con el mundo objetivo–, pero se orienta sin embargo al entendimiento, pues –a diferencia de la acción estratégica– entabla una pretensión de verdad proposicional y, por tanto, la racionalidad de la acción se mide por la aceptación de la verdad del contenido de lo dicho. La acción regulada por normas es acción mediada por actos de habla regulativos, en los que el lenguaje adopta la función apelativa: está orientado al establecimiento de relaciones interpersonales. Es acción orientada al entendimiento –acción comunicativa– porque el actor adopta una actitud de conformidad con las normas, siendo su intención básica conseguir que sus emisiones sean aceptadas por el oyente como rectas o adecuadas en relación con el conjunto de normas tenidas por válidas. El hablante se orienta, entonces, por la pretensión de rectitud normativa y sus actos de habla se relacionan con el mundo social. La acción dramatúrgica es acción mediada por actos de habla expresivos. En ella el lenguaje asume la función de expresión y el hablante se orienta al entendimiento tratando de conseguir la aceptación de la veracidad subjetiva de sus enunciados. En la acción dramatúrgica el hablante-agente establece una relación con el mundo subjetivo y el papel del oyente es juzgar esas emisiones desde el punto de vista de la sinceridad con que son emitidas, de su coherencia con los sentimientos, actitudes, intenciones y valores del hablante. e. Teoría pragmático formal del significado El concepto de acción comunicativa desarrolla la intuición de que el telos inmanente del lenguaje es el entendimiento. El éxito y la posibilidad de la acción comunicativa se fundan en ese trasfondo tácitamente compartido de pretensiones de validez. Por ello, el entendimiento lingüístico apunta más allá de la comprensión de una expresión gramatical (éxito ilocutivo¹). El 112 acuerdo acerca de algo se mide más bien por el reconocimiento (aceptación) intersubjetivo de la validez de una emisión (éxito ilocutivo²) que, en principio, es susceptible de crítica (el oyente puede rechazar o aceptar la emisión). No es lo mismo entender el significado de una expresión lingüística que entenderse acerca de algo con ayuda de una emisión que se tiene por válida. En consecuencia, la noción de entendimiento enlaza internamente los conceptos de significado y validez: En el lenguaje la dimensión del significado y la dimensión de la validez están internamente unidas la una a la otra.75 Puesto que un mismo acto de habla puede entablar tres tipos diferentes de pretensiones de validez, la comprensión de su significado se vincula a la capacidad de reconocer cuál es la pretensión de validez entablada por el hablante y al conocimiento de las condiciones que lo hacen aceptable. Habermas afirma esto en los siguientes términos: La cuestión básica de la teoría del significado, a saber: qué quiere decir entender el significado de una expresión lingüística, no puede aislarse de la pregunta de en qué contexto esa expresión puede ser aceptada como válida.76 - Revisión pragmática de tres concepciones del significado La semántica intencionalista considera fundamental lo que el hablante, en una situación determinada, quiere decir o dar a entender con la expresión que emplea (v.g., Grice). De esta manera, reduce el significado a la intención, quedando la expresión sin un contenido semántico convencionalmente regulado que el oyente reconozca y que le permita comprenderla; el significado se lo confiere el hablante en la situación dada. Por esto, la semántica intencional se mantiene dentro de los límites conceptuales de la filosofía de la conciencia, que supone la soberanía del sujeto. Desde el punto de vista de las funciones comunicativas, la semántica de la intención considera sólo uno de los tres aspectos funcionales del lenguaje que Bühler distinguiera: la dimensión expresiva. La semántica formal o veritativa, que toma en consideración, fundamentalmente, las condiciones bajo las que una oración es verdadera, privilegia sólo la función expositiva o 75 76 HABERMAS, J., Pensamiento postmetafísico, p.80. Op. cit., p.79. 113 cognitiva del lenguaje. Sin embargo, su idea de que “entender el significado de una oración implica conocer las condiciones bajo las que la oración es verdadera”, permitió entrever por primera vez –aunque no sacó el máximo provecho de esta intuición– la conexión interna entre significado y validez. Como ha afirmado M. Dummett, no se puede hablar de condiciones de verdad sin hablar del conocimiento de esas condiciones de verdad, esto es, del conocimiento de algún procedimiento (la verificación) para comprobar si esas condiciones se cumplen o no en cada caso77: La semántica veritativa intuye, por primera vez, que la comprensión de una oración asertórica supone la capacidad del oyente de reconocer las razones que pueden satisfacer la pretensión, aneja a ella, de que sus condiciones de verdad se cumplen. Habermas fundamenta en esta intuición de la semántica filosófica la idea fundamental de su teoría de la acción comunicativa, que “hablar es plantear una pretensión de validez y que comprender una emisión es, en general, tomar postura con un sí o un no frente a esa pretensión de validez”. Como hemos visto, Habermas extiende esta idea a los demás tipos de actos ilocutivos, teniendo como base el esquema funcionalista de Bühler: Para que la teoría bühleriana de las funciones del lenguaje pueda asociarse con los métodos y planteamientos de la teoría analítica del significado, y convertirse en la pieza central de una teoría de la acción orientada al entendimiento, es menester generalizar el concepto de validez allende el de la validez veritativa de las proposiciones, e identificar condiciones de validez no ya sólo en el plano semántico de las oraciones, sino también en el plano pragmático de las emisiones.78 Pese a que algunos de sus desarrollos hayan conducido a la conclusión de que las aserciones no valen como unidad comunicativa más pequeña si su validez no es enjuiciada por el oyente, la semántica-veritativa sigue siendo una teoría que reduce el significado al problema de la verdad, olvidando las otras funciones del lenguaje. La descripción del significado como uso, esbozada por Wittgenstein en las Investigaciones filosóficas, toma en cuenta los plexos de interacción en que se ha crecido, en los que las expresiones lingüísticas cumplen funciones prácticas. Su noción de “juego de lenguaje” supone que lo primario es el uso y no la significación (en téminos de la semántica veritativa). El 77 DUMMETT, M., “What is a theory of meaning?”, en Evans, G., y McDowell, J. (ed.), Truth and meaning, Oxford, 1976. Citada por Bengoa J., Op. cit., p.34. 78 HABERMAS, Teoría de la acción comunicativa, vol.I, p.357. 114 lenguaje es comparable a los juegos, es una trama tejida por reglas. Entender una palabra no es entender su significado, sino saber cómo se usa en tal o cual contexto o juego lingüístico. Pero la idea de significación rodea al lenguaje de una especie de niebla. Las palabras que nosotros usamos tienen una apariencia de uniformidad (gramática superficial79) y, por ello, tendemos a pensar en la existencia de un significado uniforme y a caer, por tanto, en la trampa de la idea de significación. Pero el lenguaje, piensa Wittgenstein, no es una trama de significaciones independiente de la vida de los que lo usan y hay tantas formas de vida como juegos de lenguaje. Pese a su descubrimiento, piensa Habermas, el segundo Wittgenstein desconoce las pretensiones de validez. Él no hizo, en efecto, un análisis que explicara sistemáticamente el concepto de lenguaje como acción y, por tanto, un estudio de sus juegos de lenguaje en términos de las reglas que los hacen posibles80. Habermas considera, en definitiva, que cada una de estas tres concepciones rivales parten de un solo aspecto del proceso de entendimiento. Explican el significado de una expresión lingúística o bien desde la perspectiva de lo que se quiere decir (significado intencional) o desde la perspectiva de lo que se dice (significado literal) o desde la perspectiva del uso (aplicación).81 La teoría de los actos de habla, en cambio, considera las tres funciones del lenguaje distinguidas por Bühler. Entre sus méritos está haber otorgado a la intención del hablante el lugar que le corresponde dentro de una teoría semántica, pero sin reducir, como lo hace la teoría de Grice, el entendimiento lingüístico a acción estratégica (efecto perlocutivo). Con el componente ilocutivo tiene en cuenta la relación interpersonal y el carácter de acción que tiene el habla, sin excluir, como lo hace la pragmática de Wittgenstein, todas las pretensiones de validez. Finalmente, con el concepto de condiciones de cumplimiento, que considera el aspecto proposicional del acto ilocutivo, la teoría de los actos de habla respeta también la relación entre lenguaje y mundo, entre oración y estado de cosas. Sin embargo, en este punto, la teoría de los actos de habla llega nuevamente, afirma Habermas, a una concepción unilateral de la validez. Tanto Austin como Searle82 privilegian la dimensión de la verdad proposicional y, con ello, sus 79 WITTGENSTEIN, L., Op. cit., §664. Para Wittgenstein, cualquier intento de producir una teoría del uso del lenguaje (o de los juegos de lenguaje), contradice su idea de que los usos son innumerables, y de que se comportan como los parecidos de los miembros de una familia: todos se parecen, todos son lenguajes, pero no existe ningún rasgo o conjunto de rasgos compartido por todos los miembros que nos permita llamarlos a todos lenguaje. Una teoría del uso implicaría reducir a estructuras generales y rígidas un fenómeno complejo y móvil. 81 HABERMAS, J., Pensamiento postmetafísico, p.116. 82 Tengamos presente aquí especialmente el análisis de Searle del concepto de predicación. 80 115 condiciones de cumplimiento, como único criterio de la racionalidad de las emisiones, manteniéndose, de esta manera, dentro de la perspectiva del verificacionismo83. Para Habermas, en cambio, todas las funciones del lenguaje (no sólo la función expositiva) implican pretensiones de validez. Por otro lado, la teoría de los actos de habla, tal como fue planteada originalmente, mantiene una concepción estrecha del fenómeno de la comunicación, que no deja ver el carácter de acción social que tiene el lenguaje. El problema, en este sentido, tiene que ver con el concepto de interacción, pues la teoría consideró como único efecto ilocutivo posible la comprensión del significado de las emisiones, sin tomar en cuenta la aceptación. Con ello, el papel del oyente queda reducido a la comprensión pasiva del significado literal. Este privilegio de la comprensión en la teoría de los actos de habla se debe a la intención de conciliar la noción de significado del hablante (intención) con los supuestos de la semántica veritativa, que enjuicia las oraciones con el criterio de la verdad proposicional, siendo la cuestión de la verdad proposicional, en definitiva, la que determina tanto la fuerza como el significado de las emisiones. Según Habermas, Searle cometió el error de no considerar como efecto ilocutivo el propósito ilocutivo (aceptación del oyente), sin el cual el acto de habla no puede realizarse con éxito. Cuando hacemos un mandato, parte importante de su fortuna es la respuesta (propósito ilocutivo) del oyente. Una respuesta positiva (acuerdo) implicará que el oyente reconoce el acto como válido con respecto a la dimensión normativa y que obedecerá la orden; una respuesta negativa(“tú no tienes autoridad sobre mí”), en cambio, significará el rechazo de la pretensión de validez y, por tanto, la negativa a realizar la exigencia. En concreto, el éxito de la interacción no consiste solamente, como piensan Austin y Searle, en la comprensión del significado literal. El éxito supone también la aceptación del oyente o, en un contexto mayor, el reconocimiento intersubjetivo de todos los participantes en la comunicación. Significado y validez se encuentran enlazados entre sí porque la estructura ilocutiva del lenguaje se asocia siempre a un trasfondo de pretensiones y condiciones de validez, cuyo conocimiento es compartido por los participantes en la interacción, como miembros del mundo de la vida (de una comunidad de lenguaje). A ese conocimiento deben apuntar sus interacciones, puesto que es el trasfondo de condiciones en el que descansa la posibilidad del consenso: 83 Vid., Op. cit., p.81. 116 Las pretensiones de validez constituyen el punto de convergencia del reconocimiento intersubjetivo por todos los participantes.84 f. La ampliación de la racionalidad Desde la Antigüedad, la filosofía ha relegado la racionalidad a los enunciados descriptivos (falacia descriptiva), reduciéndola al problema de la verdad. De esta manera, la justicia, el gusto y la veracidad o autenticidad de las acciones humanas quedan fuera de la esfera de lo racional85. Ante este panorama, la teoría de la acción comunicativa, con su noción gravitante de consenso racionalmente motivado, pretende ampliar los límites que la filosofía tradicional y el positivismo han impuesto a la racionalidad o validez en el lenguaje: ...el cambio de paradigma que Austin introduce en la filosofía del lenguaje, y del que K.O. Apel ha hecho una clarividente exposición histórica, ha de radicalizarse de tal suerte, que la ruptura con la «caracterización preeminente del lenguaje como logos», esto es, la derogación del privilegio otorgado a su función expositiva tenga también consecuencias a la hora de elegir los presupuestos ontológicos de la teoría del lenguaje. Pues no se trata solamente de dar cabida, junto al modo asertórico, a otros modos igualmente justificados de empleo del lenguaje; sino que han de identificarse también, de forma parecida a como acontece con el modo asertórico, las pretensiones de validez y referencias al mundo que esos otros modos implican.86 Habermas explica sistemáticamente la estrategia fundamental de acción social, que se opone al conflicto e imposición y que privilegia el acuerdo. Para él, tratar de entenderse con otro a través de un acto de habla significa buscar el asentimiento del oyente acerca del compromiso indicado por ese acto de habla, lo que es posible, únicamente, si los participantes conocen las condiciones que deben cumplirse para que la emisión merezca ese reconocimiento. Esto supone el desempeño [Einlösung]87 de pretensiones de validez, pues, llegado el momento, el hablante tendrá que ser capaz de dar razones valederas que justifiquen la aceptabilidad de su emisión. El consenso racionalmente motivado o fundado en razones, es contrario, entonces, a cualquier tipo 84 Op. cit., p.83. Vid., NÚÑEZ, E., “Historia, razón y comunicación”, p.72. 86 HABERMAS, J., Teoría de la acción comunicativa, vol. I, p.357. 87 Cuando la interacción o acción comunicativa discurre con normalidad se está suponiendo que las pretensiones de validez que el hablante vincula con sus actos de habla se sostienen por sí mismas. Cuando ello no ocurre, la pretensión de validez (ahora en suspenso) debe ser fundamentada. En esto consiste el desempeño (Einlösen) de la pretensión de validez. 85 117 de imposición o influencia. Lo que Habermas intenta mostrar es que el consenso no tiene por qué ser el resultado del poder de sugestión, sino que tiene una base racional (pretensiones de validez) y, por lo tanto, un carácter cognitivo88: En esta dirección se mueve mi propuesta de no contraponer el papel ilocutivo como una fuerza irracional al componente proposicional fundador de la validez, sino de concebirlo como el componente que especifica qué pretensión de validez plantea el hablante con su emisión, cómo la plantea y en defensa de qué lo hace.89 El análisis del efecto perlocutivo³ –no público– ha mostrado que la acción estratégica pasa por alto las condiciones de validez bajo las cuales los actos ilocutivos pueden considerarse aceptables. En función de la eficacia, el acto de habla tiene sólo una función instrumental. Pero el efecto perlocutivo³ no es la única forma en la que se presenta la acción estratégica, ni la única en que pueden violarse los presupuestos de la comunicación racional. Puede ocurrir, también, que el oyente se dé cuenta del propósito no-comunicativo –que se contravienen ciertos presupuestos– y no acepte la emisión. En tal caso, el hablante, para lograr su fin, puede pasar por alto este rechazo del oyente y recurrir a una condición de sanción, como se muestra en el ejemplo siguiente90: H: Entrega este cheque a Y (acto de habla). O: No, me quieres utilizar y yo no me presto para cometer delitos (rechazo de una pretensión de validez normativa). H: Si no se lo entregas, te quedarás ahora mismo sin trabajo (condición de sanción: amenaza) En este caso, la acción estratégica se revela en que el éxito o fin ilocutivo del entendimiento (comprensión y aceptación) pasa definitivamente a segundo plano, quedando la fuerza ilocutiva, esto es, la fuerza inherente al lenguaje de crear vínculos ilocutivos, sin utilizar. Los actos de habla bajo intenciones estratégicas entablan, más bien, pretensiones de poder que 88 Se puede explicitar racionalmente. HABERMAS, J., Op. cit., vol. I, p.357. 90 Vid., HABERMAS, J., Pensamiento postmetafísico, pp.76-77. 89 118 depotencian el lenguaje, convirtiéndolo en un medio para transmitir informaciones. La estructura “si-entonces” de la amenaza –en el ejemplo–, que sustituye por pretensiones de poder las condiciones de validez presupuestas en la acción comunicativa, manifiesta la disolución del trasfondo normativo: En la acción estratégica manifiesta los actos de habla, depotenciados en lo que a su fuerza ilocutiva se refiere, delegan su papel de coordinar la acción a efectos externos al lenguaje91. El lenguaje depotenciado sólo cumple ya aquellas funciones de información que quedan cuando de las operaciones del lenguaje tendientes al entendimiento se resta la formación de consenso, y la validez de las emisiones, dejada en suspenso en la propia comunicación, sólo puede inferirse ya de forma indirecta.92 Las amenazas son ejemplos de actos de habla que, en los contextos de acción estratégica, cumplen un papel instrumental y han perdido, por tanto, su fuerza ilocutiva: Tales actos perlocutivamente autonomizados no son actos ilocutivos, pues no tienen por meta la toma de postura racionalmente motivada de un destinatario.93 Bajo los presupuestos de la acción comunicativa, en cambio, el destinatario de un mandato o de una exigencia tiene que conocer el contexto normativo que autoriza al hablante para hacer un mandato y para esperar, con derecho, que la acción exigida sea ejecutada. Luego, no basta que el hablante conozca las condiciones de éxito (estrategia) de una exigencia de contenido, es necesario también que sepa cuáles son las condiciones bajo las que puede dar por válida, en este caso, por normativamente justificada, la exigencia ante su destinatario. El oyente de nuestro ejemplo rechaza la pretensión entablada –la rectitud de la exigencia de entregar el cheque a Y– porque “sabe” o reconoce (contexto normativo) que el hablante está contraviniendo los principios de la comunicación racional. En la acción estratégica manifiesta las pretensiones de validez (verdad, veracidad y rectitud) son socavadas o se vuelven vacías.94 En los contextos de acción comunicativa, donde los actos de habla son expuestos al juicio del otro, la falta de aceptación no conduce al establecimiento de condiciones de sanción, sino a que la acción comunicativa continúe por otros medios: el discurso o argumentación. La 91 Se trata de efectos perlocutivos no regulados semánticamente. Op. cit., pp.77-78. 93 Op. cit., p.78. 94 Vid., Op. cit., pp.76-77. 92 119 acción comunicativa se desarrolla, en la dimensión social, en niveles más complejos que la emisión de actos de habla simples. Si el hablante ha entablado la pretensión de verdad, el rechazo (no-aceptación) ocasiona que la acción comunicativa tome la forma del discurso científico o teórico. Si lo enjuiciado es la rectitud normativa, la acción continúa a nivel del discurso práctico (ética discursiva). Si se trata de la pretensión de veracidad, la comunicación continúa a nivel del discurso estético-expresivo. De estos tres, el discurso teórico ha sido el más explotado y reconocido. Le sigue la ética, siendo el discurso estético el que está requiriendo hoy los mayores desarrollos. Habermas postula así que no sólo la ciencia puede aspirar a una justificación racional. Frente a una concepción unilateral, la teoría de la acción comunicativa supone que también es posible fundamentar una ética y una estética en un nivel distinto al meramente psicológico o empírico. Cuando sus actos de habla regulativos no obtienen reconocimiento, el hablante se ve obligado a entrar en el terreno de la ética discursiva. Su tarea consistirá, entonces, en fundamentar la validez de la norma, cuya validez presuponían los actos de habla rechazados, mostrando su aptitud para merecer la adhesión general. En este “dar y aceptar razones”, sobre la base del conocimiento y desempeño de pretensiones de validez (procesos de legitimación, justificación y argumentación) que supone la acción comunicativa, consiste lo que Habermas denomina el consenso racionalmente motivado. De esta manera, una ética no puede justificarse por leyes universales, absolutas y trascendentes; si una norma es universalmente aceptada, se debe a que ha sido justificada como tal, a que ha alcanzado la adhesión general. La filosofía del lenguaje, desarrollada en términos de pragmática formal, abre también la posibilidad de fundamentación racional (legitimación) a los discursos ético y estético. En estos dos niveles de discurso están representadas las dos formas de racionalidad que, junto a la cognitivo-instrumental, ya habían sido vislumbradas en la época de la Ilustración: la moralpráctica y la estético-expresiva. Pero, a diferencia del optimismo iluminista que buscaba la gran convergencia de la razón una (ciencia, moral y arte), con vistas a lograr el control de las fuerzas naturales, hoy se evidencia cada vez más la diferenciación de estas distintas legalidades como una escisión irreductible95. Por constituir tres niveles distintos y separados de racionalidad, no se puede pretender su unificación desde los criterios de la ciencia como único discurso válido: 95 Vid., NÚÑEZ, E., “Modernidad y mundo actual”, p.239. 120 Hasta hoy –y desde fines del siglo dieciocho, a partir de Kant– se insiste en la separación del mundo científico y el mundo ético, mundo de la verdad y mundo de la acción. Además, hasta hoy, hay quienes pretenden subordinar la ética a la ciencia. Pero [...] no parece descaminado pensar –como lo hace Kant en su tercera crítica– que el mundo de los fines está llamado a iluminar y dar sentido al mundo puramente causal y mecánico de la ciencia y la técnica. Es cierto que hoy ya no podemos estar pensando en los fines y motivos absolutos del ochocientos, y ello porque el hombre no es ya "ciudadano de dos mundos" (uno teórico y otro práctico) sino actor de una obra monumental que se monta sin libreto o guión a seguir. En esta obra la libertad humana [...] no se funda en la desaparición de toda dependencia sino en la multiplicación de las posibilidades de acción.96 Según Habermas, la racionalidad del saber consiste en la justificación de nuestros enunciados a través de procesos de entendimiento –argumentación o discurso–, en las distintas dimensiones de la realidad; en cada caso las bases de la aceptación racional conducente al consenso –las condiciones y pretensiones de validez desempeñadas– serán distintas. La pragmática universal fundamenta la multiplicación de las racionalidades, en cuyo reconocimiento se basa el rechazo de la pretensión ilustrada de unir las diferentes legalidades en torno a la razón. Frente al optimismo iluminista que aspiraba a la integración universal de la razón (homogenización) a través del choque, ruptura o conflicto, hoy se busca, más bien, la estrategia del acuerdo o del consenso, en la que se fundamenta la noción de Democracia. En el mundo individual, social y cultural se entrecruzan ideas, motivos y razones diferentes, que no pueden armonizarse suprimiendo o rechazando éste o aquel sistema. La estrategia del consenso consiste más bien en discutir, comparar y reforzar ideas para alcanzar una posición que, sin anular las diferencias, sea estimada como la mejor. Este acuerdo no será, por cierto, un orden puro y definitivo, pero sí perfectible.97 Por otra parte, Habermas rechaza la explicación de la acción social en términos de acción teleológica, es decir, en términos de la racionalidad con arreglo a fines. Frente a esta forma de tratar el fenómeno en la sociología (Weber), introduce y desarrolla el concepto de racionalidad de los procesos de entendimiento. La acción social es compleja y cooperativa, la consecución de sus fines exige la participación de los demás. Por ello, en lugar de describirla en términos de actividad teleológica, Habermas considera más adecuado hacerlo en términos de interacción mediada lingüísticamente. Una explicación apropiada de la naturaleza de la acción social no puede lograrse a través de una teoría sociológica que desatiende la mediación del 96 97 Op. cit., p.242. Vid., Op. cit., pp.241-242. 121 lenguaje, sino por medio de una teoría de la comunicación que privilegie la racionalidad inherente al entenderse, y que establezca de esta forma los principios o bases del orden social. Según Habermas estos principios están enraizados en los constituyentes del mundo de la vida: Cultura, Sociedad y Estructuras de la Personalidad. Los hablantes reproducen este mundo cuando realizan actos de habla (acción comunicativa) y establecen por su medio las referencias a los mundos objetivo, social y subjetivo. El saber (condiciones y pretensiones de validez) que permite a los hablantes competentes juzgar las acciones humanas y alcanzar el éxito en la coordinación de las acciones, proviene de la Cultura, de la Sociedad y de las Estructuras de la Personalidad, que constituyen el saber de fondo incontrovertible en el que se han formado. Por eso, una investigación apropiada de las condiciones de posibilidad de la acción social, que dé real sentido a la comprensión, exige que el investigador ingrese en el mundo de la vida, es decir, que abandone la perspectiva del observador y se convierta en participante. Desde el punto de vista de la teoría de la acción comunicativa, la acción teleológica por sí sola no es acción social. Sólo forma parte del análisis en tanto constituyente de acciones estratégicas, que incluyen lenguaje y que viven parasitariamente de su uso normal en las acciones comunicativas. La acción estratégica es una forma de acción social en que el actor refiere el saber lingüístico a aquello que ha de tener lugar en el mundo objetivo. En este sentido, tanto la acción comunicativa orientada al entendimiento como la acción estratégica (acciones sociales) encarnan una saber fiable y plantean pretensiones de validez que pueden defenderse y criticarse. Así, pese a no estar orientadas al consenso, las acciones estratégicas obedecen a una racionalidad, cuyo alcance depende de la medida en que lleguen a fundamentarse las pretensiones de verdad proposicional o de eficacia a que se encuentran asociadas. En efecto, lo que hace discutible la racionalidad de una acción estratégica o intervención en el mundo, es la sospecha de que el plan de acción, representado por un conjunto de proposiciones o pasos a seguir, es inadecuado para el logro de los fines que persigue y, por tanto, que las posibilidades de éxito de la intervención son mínimas. g. El mundo de la vida Para materializar el objetivo de unir la teoría de la acción (teoría de la acción comunicativa) con la teoría de la sociedad, Habermas introduce el concepto complementario de 122 mundo de la vida, que toma de Husserl y que Wittgenstein98 ha analizado también en términos de saber de fondo: Por último, la acción comunicativa depende de contextos situacionales que a su vez son fragmentos del mundo de la vida de los participantes en la interacción. Es precisamente este concepto de mundo de la vida, que a través de los análisis del saber de fondo (Hintergrundwissen) estimulados por Wittgenstein puede introducirse como concepto complementario del de acción comunicativa, el que asegura la conexión de la teoría de la acción con los conceptos fundamentales de la teoría de la sociedad.99 El mundo de la vida toma la forma de un saber de fondo, implícito y atemático, de un trasfondo de creencias con el que los hablantes y oyentes deben estar familiarizados para poder entender el significado literal de los actos de habla y llevar a cabo acciones comunicativas. Este saber de fondo completa, tácitamente, el conocimiento de las condiciones de aceptabilidad de las emisiones lingüísticas. La acción comunicativa se desarrolla dentro de un mundo de la vida que queda a espaldas de los participantes en la comunicación. A éstos sólo les es presente en la forma prerreflexiva de unos supuestos de fondo que se dan por descontados y de unas habilidades que se dominan sin hacerse problema de ellas.100 El concepto de acción orientada al entendimiento –piensa Habermas– permite iluminar ese trasfondo de saber implícito que penetra los procesos cooperativos de interpretación, ya que las diferentes acciones comunicativas reproducen el mundo de la vida (saber) intersubjetivamente compartido. Si bien el saber de fondo queda a espaldas (implícito) de los participantes en la comunicación, estos lo manejan bajo la forma de ciertos supuestos o creencias de fondo en las que se apoyan los significados literales: El saber contextual y de fondo que colectivamente comparten hablantes y oyentes determina en grado extraordinariamente alto la interpretación de sus emisiones explícitas. Searle ha aprendido esta lección de la pragmática empírica. Critica la opinión prevaleciente durante mucho tiempo de que 98 WITTGENSTEIN, L., Sobre la certeza, (traducción de Josep Lluís Prades y Vicent Raga), Editorial Gedisa S.A., Barcelona, 1997. 99 HABERMAS, J., Teoría de la acción comunicativa, vol. I, p.358. 100 Op. cit., p.429. 123 las oraciones poseen un significado literal sólo en virtud de las reglas de uso de las expresiones que contienen.101 El saber de fondo constitutivo del mundo de la vida se debe distinguir del saber atemático o prerreflexivo que representan las condiciones y pretensiones de validez, que acompaña a los procesos de entendimiento sin convertirse en tema y que fundamenta el consenso. Debe distinguirse, además, del saber co-tematizado en los actos de habla y del saber temático. En la realización de un acto de habla participan dos tipos de saber: 1) el saber temático, que porta el contenido proposicional y 2) el saber implícito en la oración performativa, la que da expresión a la pretensión de validez y al modo en que se emplea la oración. El saber implícito que constituye el comentario autorreferencial, queda notificado en términos performativos (como realización de una acción), pero no es explicitado como saber. Para hacerlo explícito hay que convertirlo en tema, en contenido enunciativo, comentarlo, es decir, transformarlo en una descripción del acto ilocutivo. Por ejemplo, el saber implícito en la ilocución A: “te exijo que llegues temprano a la cena” se explicita al transformar la emisión en la descripción B: “emitiendo A, H ha exigido a O que p” La descripción B contiene el significado co-tematizado de A, en el sentido de que no ha sido explicitado directamente por la oración, sino a través de una descripción. Tenemos noticia del aspecto realizativo o performativo en la ejecución del acto lingüístico, pero lo explicitamos como saber describiendo la ilocución, separando el contenido proposicional del realizativo. El saber co-tematizado puede sernos accesible mediante su transformación en objeto de observación. El saber atemático, a diferencia del saber co-tematizado, no puede hacerse accesible por simple transformación de la perspectiva del participante en la del observador, sino que exige un análisis de presuposiciones. El saber atemático está constituido de presuposiciones atemáticas (presuposiciones de fondo), aquellas que los participantes en la comunicación deben hacer para que el acto de habla cobre un significado definido en una situación determinada y pueda ser en general válido o inválido. Partes de este saber son a) el saber horizonte referido a la situación y b) el saber contextual dependiente de los temas que se suscitan en cada caso. Ambos tienen un importante papel en la estabilización de la validez102. 101 102 Op., cit., p.429 Vid., HABERMAS, J., Pensamiento postmetafísico, p.92. 124 a) El saber horizonte se refiere a todos aquellos aspectos del entorno percibido en la situación de habla, que nos remiten a horizontes no percibidos. Así por ejemplo, hay cosas que pueden decirse en determinada situación y no en otras, y esta aceptabilidad o rechazo depende del saber-horizonte no percibido: no se puede aconsejar a alguien que lleve paraguas cuando no llueve, a menos que viva en un lugar donde lluvia y sol alternen. b) El saber contextual dependiente de los temas nos refiere a los presupuestos que emergen en una situación en tanto los participantes poseen el mismo lenguaje y la misma formación (cultura), es decir, en tanto tienen un horizonte de vivencias común. El hablante, dice Habermas, al abordar un tema determinado, evoca implícitamente los contextos en que ese tema encaja, dentro de los cuales podrá aparecer como trivial o sorprendente, informativo o no digno de creerse. Así, el tema abordado co-actualiza el saber contextual del cual se extraerán las informaciones y razones necesarias para juzgar, justificar, etc., ese tema. Pero el saber atemático que constituyen el horizonte situacional y el saber contextual, se ve arrastrado fácilmente a la tematización y a la problematización, basta que el horizonte de la situación o el tema se desplacen un poco para que inmediatamente nos demos cuenta que están siendo violados los presupuestos pragmáticos que hasta ese momento se suponían implícitamente compartidos, trayéndolos de esta manera a la superficie. Este acceso al contenido del saber atemático está dado por la posibilidad que ofrece el desempeño103. Tanto el saber horizonte como el saber contextual tienen, por esto mismo, una estabilidad relativa. En tanto la motivación racional descansa en la posibilidad de tomar postura con un no, el consenso conseguido mediante la acción comunicativa corre siempre el riesgo de quebrarse. Este riesgo de disenso se ve alimentado merced a las nuevas experiencias y a la crítica. Por ello, el saber atemático se distingue del saber de fondo constitutivo del mundo de la vida104en el que tiene sus raíces. Éste se halla sujeto a condiciones de tematización distintas. No puede hacerse voluntaria y conscientemente accesible, ya que constituye una capa profunda de saber atemático, que actúa como un masivo consenso de fondo inmune al disentimiento: 103 Habermas proporciona el siguiente ejemplo: “Si en lugar de respetar la duración habitual de una hora de clase sigo hablando diez minutos más o me salgo del tratamiento académico del tema ‘mundo de la vida’ y me pongo a hablar de un viaje de vacaciones que tengo en proyecto, inmediatamente la atención se concentra sobre la violación de presupuestos pragmáticos que hasta ese momento eran supuestos implícitamente compartidos”. Op. cit., p.93. 104 Vid., Op. cit., p.89. 125 La inquietud que generan la experiencia y la crítica se quiebra contra las habilidades, lealtades y patrones de interpretación de arraigado consenso como contra una roca, al parecer ancha e inconmovible, que emergiera de las profundidades.105 Con su trabajo reflexivo las reconstrucciones racionales transforman en saber explícito [know that] el saber implícito [know how] que dominamos en la práctica comunicativa, pues dan a conocer temáticamente el saber generativo universal que permite a los hablantes competentes emplear correctamente oraciones en emisiones, el trasfondo de pretensiones y condiciones de validez que permiten comunicarse con los otros y el conocimiento acerca de cómo procedemos (y debemos proceder) para cumplir los presupuestos pragmático-universales de la acción comunicativa. Pero este saber prerreflexivo-atemático de carácter universal, que pertenece al ámbito de la competencia comunicativa, si bien sirve a la producción de actos de habla y genera, por lo tanto, acción comunicativa, no sirve para complementarla. Debemos, por ello, concentrarnos en ese otro tipo de saber atemático, del que emerge el saber prerreflexivo de primer plano, productor de entendimiento, y que sí complementa, acompaña y da contexto a la acción comunicativa: Se trata de ese saber concreto del lenguaje y del mundo, antepredicativo y precategorial, que se mantiene en la penumbra y que constituye el suelo aproblemático para todo saber temático y todo saber cotematizado.106 Habermas muestra cómo Searle, con un método que se asemeja al de la variación eidética, propuesto por Husserl para arrancar o tematizar esa capa de saber incuestionado y fundamento de sentido que constituye el mundo de la vida107, logra evidenciar que el significado de los actos de habla permanece indeterminado mientras las condiciones de validez (condiciones de verdad) semánticamente fijas no se complementen mediante presupuestos de fondo intuitivamente sabidos, implícitos y atemáticos, de validez enteramente aproblemática: el saber de fondo constitutivo del mundo de la vida. Si bien las condiciones de validez tienen un carácter general, su estabilidad es sólo aparente, pues cambian de sentido si introducimos variaciones en el saber de fondo en el que se sustentan. Así por ejemplo, la comprensión del significado de la oración, tan famosa en la filosofía analítica: “el gato está sobre la alfombra” no depende 105 Op. cit., p.89. Op. cit., p.90. Saber cotematizado es aquel que logra hacerse explícito o temático merced a la investigación reconstructivo-racional. 107 Vid., op, cit., p.94. 106 126 únicamente de que el oyente comprenda y acepte la pretensión de validez entablada, antes bien la pretensión de verdad y las condiciones de las que depende la aceptación descansan sobre el presupuesto aproblemático de que todo cuerpo colocado sobre algo tiene que darse en un espacio y estar sometido, por tanto, a la fuerza gravitatoria de la Tierra. Este conocimiento es intuitivo e implícito, porque los hombres contaban con él mucho antes de su explicitación científica en la teoría de Newton y porque actúa como saber mucho antes de que sea tematizado a través de la enseñanza formal108. Si, como hace Searle, modificamos este saber de fondo lanzando nuestro gato al espacio, las condiciones de validez (condiciones de verdad) que sustentan su aceptación racional y, por ende, su significado literal, deben también modificarse. Habermas cree ver en las reflexiones de Wittgenstein una descripción de la autoevidencia con que se nos hace presente el mundo de la vida como trasfondo prerreflexivo: El niño aprende a creer muchas cosas. Esto es, aprende por ejemplo a actuar de acuerdo con estas creencias. Poco a poco, se forma un sistema con las cosas que cree y, en tal sistema, algunos elementos se mantienen inmutables y firmes, mientras que otros son más o menos móviles. Lo que se mantiene firme lo hace no porque intrínsecamente sea obvio o convincente, sino porque se sostiene en lo que le rodea.109 Si la pragmática formal pretende servir de base a una teoría de la acción social, debe complementarse con el concepto de mundo de la vida. La razón de ello reside, a nuestro parecer, en que la pragmática universal, conforme a su tarea de clarificación de los fundamentos racionales de los procesos de entendimiento, ya no puede reducir la problemática de la racionalidad de la acción social a las orientaciones (estratégicas o instrumentales) sugeridas por la teoría de Weber. Esta reducción tiende a ocurrir en la investigación pragmática cuando el concepto de acción comunicativa permanece ajeno al fundamento que proporciona el mundo de la vida. La teoría de Weber explica la posibilidad del orden social a partir del concepto atomista de acción estratégica, que así tomado –como concepto básico de la teoría sociológica de la acción– conduce a explicar la formación de normas en términos de órdenes estables generados a partir de las influencias recíprocas que los actores orientados al éxito ejercen unos sobre otros110. Por el contrario, las estructuras suprasubjetivas (racionales) del lenguaje, que la teoría de la acción comunicativa explicita en parte, resultan verdaderamente aptas para responder la pregunta 108 Vid., Op. cit., p.94. WITTGENSTEIN, L., Sobre la certeza §144. 110 Vid., HABERMAS, J., p.85. 109 127 de cómo es posible el orden social111. Éste no se constituye mediante orientaciones estratégicas, sino a través de procesos de formación de consenso. Pero la posibilidad de crítica (aceptación o el rechazo) que supone la acción comunicativa, el riesgo de disenso inscrito en el mecanismo mismo del entendimiento, hace que la explicación de la estabilidad del orden social tenga que buscarse por otro lado. Por eso la pragmática universal, dejándose instruir por la pragmática empírica, remite el fundamento racional de las acciones comunicativas a las estructuras generales de los mundos de la vida a los que pertenecen los agentes. La sociedad se define así como un mundo de la vida simbólicamente estructurado112, que da sentido y estabilidad a los criterios en que se fundan los procesos de entendimiento. La pretensión de verdad, aún cuando pueda asociarse a la eficacia en las acciones estratégicas, encuentra su fundamento en las creencias y supuestos interpretativos que articulan e iluminan aquello que se nos presenta en el mundo objetivo. Este trasfondo de saber es la Cultura. La pretensión de rectitud encuentra su fundamento de sentido en los presupuestos que constituyen la Sociedad, como otra dimensión de saber (normas) constitutiva del mundo de la vida. La pretensión de veracidad se sustenta a su vez en las Estructuras de la Personalidad, que hacen posible y dan estabilidad al consenso en el nivel de la función expresiva del lenguaje. Se puede describir el mundo de la vida como el trasfondo prerreflexivo e implícito en el que se encuentran integrados el saber relativo al mundo [Weltwissen], que se adquiere a posteriori, y el saber relativo al lenguaje [Sprachwissen] que es a priori113. El mundo de la vida, a partir de garantías tomadas de la experiencia, levanta un muro contra las sorpresas y las novedades (que provienen también de la experiencia), debilitando así la posibilidad del disenso. ¿Cómo reproduce la acción comunicativa el mundo de la vida? Cultura, Sociedad y Estructuras de la Personalidad son fragmentos del mundo de la vida que, bajo la forma de un saber prerreflexivo o de fondo, acompañan a los procesos de entendimiento, dando estabilidad y sentido al conocimiento de las condiciones que los hacen posibles. De esta manera, cada vez que 111 Vid., Op. cit., p.85. Vid., Op. cit., p.98. 113 Aquí, a priori debe entenderse en el sentido trascendental débil descrito por Habermas y, por tanto, no en el sentido que le asignan Kant y Apel. Por otro lado, el término puede usarse, con un significado diferente, para referirse al “conocimiento del lenguaje” en Chomsky. A nivel de principios, este conocimiento es biológica o genéticamente a priori. Vid., Chomsky, N., El lenguaje y los problemas del conocimiento (traducción de Claribel Alegría y D. J. Flakoll), Madrid, 1992. 112 128 los hablantes desempeñan pretensiones de validez, producen y reproducen esos fragmentos del mundo de la vida en los que han crecido. El siguiente pasaje es concluyente: El mundo de la vida sólo se nos torna presente como un todo cuando, por así decirlo, nos situamos a espaldas del actor y entendemos la acción comunicativa como elemento de un proceso circular en el que el agente ya no aparece como un iniciador sino como producto de tradiciones en las que está, de grupos solidarios a que pertenece y de procesos de socialización y aprendizaje a los que está sujeto. Tras este primer paso objetivante la red de acciones comunicativas constituye el medio a través del cual se reproduce el mundo de la vida.114 Los componentes del mundo de la vida: patrones culturales de interpretación, órdenes considerados legítimos y las estructuras de la personalidad se constituyen como (son) condensaciones y sedimentos de los procesos de entendimiento, coordinación de la acción y socialización, que fluyen a través del medio que representa la acción comunicativa. Estos componentes resultan, afirma Habermas, de la continuidad que cobra el saber válido (se convierte en cultura), de la estabilización que experimentan las solidaridades grupales (se transforma en órdenes legítimos) y de la formación y educación de actores capaces de responder por sus actos (se convierte en las estructuras de la personalidad: actitudes, competencias, formas de percepción e identidades). Convertidos en saber de fondo, estos componentes aseguran su propia estabilidad. En efecto, bajo el aspecto de entendimiento acerca de algo en el mundo, los actos de habla generan patrones de interpretación comunes y sirven luego a la transmisión y prosecución de este saber cultural. Bajo el aspecto de la coordinación de las acciones, los actos de habla van generando valores y normas que terminan regulando las acciones humanas en interacción y que sirven así a la integración social. Bajo el aspecto de socialización los actos de habla contribuyen a la formación y mantenimiento de identidades personales115. Ninguno de estos componentes, recordemos, constituye un saber explícito. Se trata conocimientos que damos por supuestos y de los que no hacemos cuestión. Hemos adquirido esos supuestos de fondo –saber del mundo y del lenguaje– desde la infancia, ya a través de la interacción social con los miembros de los grupos sociales a que pertenecemos, entrenándonos así en el trato con cosas y sucesos externos y en la interacción 114 115 HABERMAS, J., Op. cit., p.98. Las cursivas son nuestras. Vid., Op. cit., p.99. 129 (cooperación) con las personas de referencia; ya a través de los procesos de socialización y educación, entrenándonos en el trato con nuestras experiencias internas. De esto precisamente nos informan las reconstrucciones racionales de la conciencia moral y la teoría de la socialización. Primeramente, nuestro trato técnico-práctico con la naturaleza externa se va separando de nuestro trato práctico-moral en la sociedad. Finalmente, al ir diferenciándose de nuestras experiencias con el mundo externo (objetivo y social), el fragmento de saber que constituye el saber del mundo íntimo surge de las experiencias con nuestra naturaleza interna, con el cuerpo, con las necesidades y sentimientos116. Se trata de las experiencias estéticas que no se encuadran en la vida práctica, que no están referidas a habilidades cognitivo-instrumentales ni a ideas morales formadas en los procesos de aprendizaje intramundano, sino que están entretejidas con la función de constituir mundo, de abrir mundo, que posee el lenguaje117. En la medida en que esta estructuración de la experiencia está asociada a la estructura tricotómica de los actos de habla118 y al saber de fondo constitutivo del mundo de la vida, revela la arquitectura del mundo de la vida: Cultura, Sociedad y Estructuras de la Personalidad. Los actos de habla, como los modos de comunicación que reproducen el mundo de la vida intersubjetivamente compartido por los miembros de una comunidad lingüística, están implicados en la socialización de las personas: Mientras que para los agentes que actúan comunicativamente la cultura constituye el cono de luz dentro del cual le salen al paso entidades que pueden ser expuestas y tratadas como esto o aquello, las normas y vivencias le salen al paso como algo en el mundo social o en el mundo subjetivo, a los que puede referirse en actitud de conformidad con las normas o en actitud expresiva.119 La Cultura es el acervo de saber de donde los participantes en la comunicación extraen sus interpretaciones al entenderse entre sí sobre algo en el mundo. La Sociedad consiste en los órdenes considerados legítimos a través de los cuales y sobre los cuales los participantes en la acción comunicativa regulan su pertenencia a grupos sociales y aseguran la solidaridad. A estos órdenes los hablantes, con intención comunicativa, adecuan sus emisiones y argumentaciones. 116 Vid., Op. cit., p.97. Vid., Op. cit., p.97. 118 Un acto de habla puede cumplir las tres funciones del lenguaje y, por tanto, ser juzgado en las tres dimensiones de la validez. 119 Op. cit., pp.99-100. 117 130 Finalmente, las Estructuras de la Personalidad constituyen todos los motivos y competencias que capacitan a un sujeto para hablar y actuar y para asegurar en ello su propia identidad. Estamos habituados a estas certezas implícitas e inconmovibles y a ellas adecuamos todo nuevo saber y toda nueva experiencia. Sin embargo, su carácter inconmovible no significa que tengan un carácter universal y absoluto. Existen distintos mundos de la vida, y por tanto, distintos sistemas de presupuestos de fondo que fundamentan las interacciones en las comunidades lingüísticas.