5. LA GENERACIÓN DEL 98. CARACTERÍSTICAS. PRINCIPALES AUTORES Y OBRAS 5.1 La Generación del 98: definición y características. 5.2. La poesía de Miguel de Unamuno y de Antonio Machado. 5.3. La prosa (narrativa y ensayística): Pío Baroja, Azorín, Valle-Inclán y Miguel de Unamuno. Autores para la cuestión quinta: Antonio Machado (poesía) y Miguel de Unamuno (prosa) ______________________________________________ MARCO HISTÓRICO Y CULTURAL. (Sólo leer) A las causas generales de la crisis cultural de fin de siglo, se unen en el caso español la peculiaridad de su organización política y la liquidación de sus últimas colonias. La restauración borbónica crea un sistema político estable y duradero, pero con graves deficiencias e irregularidades internas. Hasta 1890 el sistema electoral se rigió por el llamado sufragio censitario, que solo permitía votar a los varones poseedores de bienes o títulos académicos, su efecto fue la paralización debido a la debilidad de la burguesía y su pronta y desventajosa alianza con fuerzas vinculadas al antiguo régimen. En 1890, bajo el gobierno liberal de Sagasta, se implantó el sufragio universal, pero en la práctica sus efectos fueron nulos pues se recurría sistemáticamente al fraude electoral, el “pucherazo”. El riguroso turno de los gobiernos estuvo a punto de venirse a pique por las escisiones que se produjeron en los partidos mayoritarios (Silvela apartó a Cánovas y Gamazo le disputó la jefatura a Sagasta). A esto se une la situación conflictiva en las últimas colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Estas tensiones ya se habían manifestado en la guerra de 1868-1878. Las hostilidades se reanudaron de forma generalizada en 1895. Losa Estados Unidos habían protegido a los sublevados cubanos y filipinos con las miras puestas en una extensión de su influencia comercial y política a los últimos reductos de nuestro imperio. La excusa para declarar la guerra a España la encontraron en el hundimiento del Maine, buque de la armada norteamericana fondeado en La Habana. Los grupos patrioteros y ultranacionalistas españoles, con frívola inconsciencia, forzaron al gobierno liberal de Sagasta a aceptar una guerra desigual, que se transformó a primeras de cambio en una aplastante derrota. El Tratado de París, firmado el 10 de diciembre de 1898, puso fin al conflicto y entregó Cuba y Filipinas a los Estados Unidos. 1 El Desastre fue un golpe que arrastró a parte de la vieja retórica política hispana. A pesar de la guerra, el turno pacífico se cumplió a rajatabla. Los liberales tras firmar el pacto de París, abandonaron el gobierno. En su lugar se formó un gabinete presidido por Silvela. A raíz del Desastre cobran nuevos vuelos los regionalismos y los movimientos obreros también adquieren fuerza y protagonismo. Al mismo tiempo, quizá como compensación a la pérdida de Cuba y Filipinas, España comienza la ocupación del norte de África, de acuerdo con Francia y con el beneplácito de Inglaterra. Esta aventura colonial traería pingües beneficios para determinados grupos económicos y un sinfín de conflictos para la convivencia nacional. El más notable fue la “Semana trágica” que estalló en 1909 en Barcelona como protesta contra el envío de reservistas a Marruecos. Presidía el gobierno Antonio Maura, que empezó como abanderado de los ideales regeneracionistas propios de la época, fue mostrando cada vez más un autoritarismo reaccionario precursor de futuras dictaduras. MARCO CULTURAL El término “regeneracionismo” se convierte tras el Desastre en “un lema de la política nacional”. La indiferencia colectiva ante el Desastre contrasta con la inquietud de un reducido grupo de intelectuales y políticos que plantearon en libros y programas la necesidad de regenerar España. Esta tendencia tuvo dos aspectos relacionados pero distintos y, a veces, incluso contrapuestos: uno literario y otro social. La preocupación por el atraso español y por la fragilidad de nuestro sistema de convivencia es antigua, puede remontarse al siglo XVIII (Feijoo, Cadalso, Jovellanos…), pervive durante el XIX (Larra, Galdós…) y desemboca, convertida en obsesión intelectual, en los años que preceden y siguen a la pérdida de las colonias. En 1890 Lucas Mallada publicó “Los males de la Patria y la futura revolución española”. En ella se pinta con negras tintas la situación del país y se proponen remedios que pasan inexcusablemente por el trabajo, la educación y el pragmatismo. También Ganivet y Unamuno, este último en sus ensayos En torno al casticismo plantea, entre otras cuestiones, la necesidad de europeizar España y denuncia la enorme distancia entre la España real, la del pueblo que vive y sufre cada día, y la España externa de crónicas, libros y actas parlamentarias. A partir del 98 muchos más se alzaron invocando los males de la patria y clamando por sus remedios. Las doctrinas del Regeneracionismo político son contradictorias y a ello se debe, sin duda, la rápida desintegración del movimiento. Pedía una revolución desde el poder que, paradójicamente, había de defenestrar a quienes lo detentaban: los caciques oligarcas. Desechados los mecanismos parlamentarios, los regeneracionistas encomiendan su revolución a “un cirujano de mano de hierro” cuya buena fe presumen arbitrariamente. Este dictador providencial tendría como misión realizar las reformas necesarias para la modernización de España. Fue Joaquín Costa quien acuñó el término de “cirujano de mano de hierro”. Varios han sido los candidatos a encarnar la figura mesiánica del férreo cirujano: Antonio Maura, Primo de Rivera y Franco. Para Tuñón de Lara, el Regeneracionismo supone “una crítica del sistema concreto del régimen salido de la Restauración, que de la crítica del caciquismo resbala al antiparlamentarismo, de la crítica de los partidos turnantes a la crítica de los partidos políticos, todo lo cual acompañado de una serie de medidas empíricas en las que apuntan numerosos brotes del sempiterno arbitrismo hispánico”. Los escritores finiseculares veían con desesperación cómo un pueblo atrasado e inculto era manejado por una oligarquía caciquil, dispuesta a arrinconar cualquier suerte de reforma. 2 Quizá Silverio Lanza quien con más insistente virulencia ha recreado este tema: el caciquismo,-dice- “es indispensable mientras influyan en la política (voten) gentes sin instrucción, sin educación, sin responsabilidad moral i material, sin civismo y sin conciencia de sus actos”. A continuación lamenta que en España todos los políticos prediquen “una democracia que no mejora nada, ni aun las condiciones morales y materiales de los electores infravertebrados, y que sólo beneficia a los caciques y a sus protegidos”. Los novelistas y líricos normalmente considerados regeneracionistas, Unamuno, Baroja, Azorín, Maeztu, Silverio Lanza, Antonio Machado…, sintieron el influjo de las ideas de Costa, pero no siempre se mostraron de acuerdo con ellas. Al igual que los grupos de presión regeneracionista, los escritores noventayochistas se disgregaron sin llegar a influir más que sobre las minorías intelectuales. Su legado más valioso es el descubrimiento del paisaje castellano como realidad estética. Sus reflexiones políticosociales sorprenden a veces por su agudeza y hondo calado, pero en la mayor parte de los casos constituyen un programa incompleto y contradictorio que sería utilizado más tarde por los grupos más diversos y contrapuestos. En los años que preceden al final del XIX se perciben en la economía tres fenómenos notabilísimos: la paulatina concentración de capitales, con fuerte inversión extranjera, en la industria; una general desatención a la modernización del campo y un permanente desequilibrio presupuestario motivado por los gastos de las guerras coloniales. Así, crece la importancia de los sindicatos y los movimientos obreros, pero la política proteccionista fue cada vez más intensa, de esta forma se proporcionó grandes beneficios al capital; pero la falta de mercado interior con capacidad de consumo impidió un desarrollo industrial amplio. Pocos escritores vivieron con intensidad el viraje capitalista que se produjo entre 1890 y 1915, tampoco se asociaron a la lucha sindical y la mayoría implicados en el socialismo lo abandonan con el tiempo. La juventud intelectual de fin de siglo fue la primera beneficiaria de lo que Gómez Molleda llamó “la colonización espiritual de España” llevada a cabo por la Institución Libre de Enseñanza. Giner de los Ríos y sus colaboradores lograron en poco tiempo su propósito de formar una minoría intelectual. Entre los discípulos directos y los admiradores de Giner se encuentran muchos de los nombres significativos de la literatura y la política españolas: Julián Besteiro, Azorín, Machado, Unamuno… Tuñón de Lara ha escrito que el krausismo supone una actitud intelectual, un estilo que “desborda los límites de una filosofía sistemática”. Fue Julián Sanz del Río quien propició la asimilación del pensamiento de Krause, y que se concreta en: ruptura con el conformismo ambiente; racionalismo armónico; inquietud intelectual; pasión por el saber; fe en la ciencia; racionalismo no incompatible con el panteísmo; y confianza en el ente intelectual de hombres honrados y preparados que condujeran a la nación hacia el progreso. En 1910, siendo ministro el conde de Romanones, se creó un nuevo medio para el desarrollo de la Enseñanza superior: la Residencia de Estudiantes. Al frente de la institución estuvo desde sus orígenes Alberto Jiménez Fraud. Por ella pasaron figuras de relieve internacional. Fue un foco de ciencia y arte, cuyos momentos de mayor auge e influencia coincidieron con la época de las vanguardias. 3 1.1. LA GENERACIÓN DEL 98. DEFINICIÓN Y CARACTERÍSTICAS Gabriel Maura y González-Blanco al referirse en 1908 al grupo de escritores españoles que habían iniciado su carrera en los últimos años del siglo XIX, señalaron el influjo que sobre ellos ejerció la derrota de 1898 frente a los EEUU. Con el rótulo de “generación del Desastre” se designa a Unamuno, Azorín, Baroja, Valle-Inclán… Pero será Azorín quien cambie la alusión al Desastre por el de “Generación del 98” menos negativamente connotado, como rasgos señala “un espíritu de protesta y un profundo amor al arte”, lo que hace difícil la separación entre modernistas y noventayochistas. Pedro Salinas en un ensayo de 1935 aplica al 98 el concepto de generación literaria de Julius Petersen, los requisitos son los siguientes pero hay que señalar que algunos son forzados y se dan por igual para los autores modernistas: 1. Fecha de nacimiento próxima, once años separan al más viejo del más joven de los autores citados. 2. Formación intelectual semejante. Salinas señala su coincidencia en el autodidactismo. 3. Convivencia personal. Amistad entre Baroja, Azorín u Maeztu, contactos con Unamuno y Valle-Inclán, coinciden en tertulias, revistas literarias… 4. Participación en actos colectivos propios. Se citan como significativos, un viaje a Toledo o el homenaje a Larra (1902), el homenaje a Baroja por Camino de perfección (1905) o la protesta contra el Nobel de Echegaray símbolo para Azorín de una España pasada. 5. Factor de aglutinamiento. El acontecimiento que aúna sus voluntades fue el Desastre del 98. 6. Existencia de un guía. Salinas piensa en Nietzsche como guía en la distancia, pero hoy sabemos que es mayor el influjo de Schopenhauer. Unamuno era muy respetado pero su postura era singular lo que no permitió hacer de aglutinante. 7. Empleo peculiar del idioma. Son evidentes las novedades estilísticas que los distancian de la generación anterior. Salinas menciona que “el Modernismo no es otra cosa que el lenguaje generacional del 98”, lo que contribuye a hacer difícil la separación entre modernistas y noventayochistas. 8. Anquilosamiento de la generación anterior. Campoamor y Clarín mueren en 1901, Valera, Galdós y Pereda ya no aportan nada nuevo. En suma, los ocho requisitos están lejos de cumplirse en bloque. Pedro Salinas llegó a la conclusión de que Modernismo y 98 se usan indistintamente para designar la misma cosa con leves diferencias de matiz. Para Ricardo Gullón hay un solo movimiento caracterizado por su rebeldía y por sus propósitos de renovación artística. Gullón escribe que “el Modernismo es una época en las letras españolas e hispanoamericanas muy rica y compleja; el noventayochismo, una reacción política 4 frente al Desastre. Es desacertado enfrentar fenómenos heterogéneos y debemos aceptar el segundo como uno de los elementos del primero. Pero para Díaz-Plaja Modernismo y 98 constituyen dos posiciones radicalmente distintas de la vida y del arte: el 98 es el reflejo de la castellanidad (sentido místico, emoción patriótica…), y el Modernismo es la expresión del mediterraneísmo (halago de las formas del mundo exterior). Otra diferencia es su formación, el 98 es un grupo de sociólogos que proceden en general del anarquismo, en su forma de vago idealismo y la generación modernista procede del esteticismo. Otra diferencia está en el tratamiento de la temporalidad: para los escritores del 98 la meditación acerca del fluir de las horas constituye la más honda y trascendente de las filosofías. El Modernismo, por el contrario, es ejemplo de lo que las cosas tienen de momentáneas y fulminantes. Se puede hablar por tanto de generación del 98 para un grupo de escritores homogéneos al menos en su juventud, si bien ambos constituyen una misma generación histórica. Dentro de este grupo hay que mencionar que en su juventud destaca el grupo de los tres, Baroja, Azorín y Maeztu: “Un espíritu de protesta, de rebeldía, animaba a la juventud de 1898”con estas palabras evocaba Azorín en 1913 los comienzos de su “generación”. Azorín, Maeztu, Unamuno y Baroja, estos cuatro autores coinciden, pues, en profesar ideas muy avanzadas que son, una vez más, indicio de la crisis de la conciencia pequeño-burguesa (Mainer). Procedentes de clases medias fueron la primera generación de intelectuales que, de la vanguardia de la burguesía, intentó pasarse al enemigo (Mainer). El llamado grupo de los tres constituye un episodio de interés dentro de la evolución de los noeventayochistas. Lo componen Baroja, Azorín y Maeztu que firman artículos con el pseudónimo de Los tres. “No podía el grupo –decía Azorín- permanecer inerte ante las dolorosa realidad española. Había que intervenir”. En 1901 publican un “Manifiesto”, con el deseo de cooperar a la generación de un nuevo estado social en España, pero fracasan, Unamuno les dirá que lo que ahora le interesa no son los problemas económicos y sociales, lo que le interesa es “modificar la mentalidad de nuestro pueblo”. En su madurez adoptan actitudes más personales pero comparten los siguientes rasgos: Se intensifica el entronque con las corrientes irracionalistas europeas (Nietzsche, Schopenhauer, Kierkegaard…) En relación con ello, puede hablarse de neorromanticismo. Adquieren especial relieve las preocupaciones existenciales. Como primeras manifestaciones de tales inquietudes son significativas tres novelas de 1902: Camino de perfección de Baroja, La voluntad de Azorín, y Amor y pedagogía de Unamuno, el rasgo común a las tres es la introspección angustiada. Ligado a esto la actitud ante lo religioso. Azorín derivó hacia un sereno escepticismo y luego a un catolicismo firme. Maeztu experimenta un cambio más temprano y radical, hasta llegar al catolicismo. Baroja mantendrá toda su vida un radical escepticismo. En Unamuno los conflictos 5 religiosos y existenciales alcanzan la máxima agudeza y dramatismo en San Manuel Bueno, mártir. El tema de España se enfocará con tintes subjetivos, como dice Shaw “buscaron una respuesta abstracta y filosófica a los problemas concretos y prácticos planteados por el estado de España”. Las tierras de España. Todos ellos las recorrieron con amor y con dolor. Junto a una mirada crítica ante la pobreza y el atraso hallaremos una exaltación lírica de los pueblos y del paisaje, sobre todo Castilla. Esa valoración de las tierras castellanas es reveladora de una nueva sensibilidad estética, atenta a lo recio, a lo austero, a lo que sugiere más de lo que captan los sentidos. La historia de Azorín Buscan en la historia para descubrir las “esencias” de España, los valores “permanentes” y a menudo dan un salto hacia lo intemporal. Un aspecto de interés es la atracción por lo que Unamuno llamó “intrahistoria”: la vida callada de los millones de hombres sin historia que con su labor diaria hacen la historia más profunda. Sobre todo en su juventud el amor a España se combina con el anhelo de europeización. España en Azorín. Azorín mira a España desde su obsesión por el Tiempo, por la fugacidad de la vida: así, hablamos de su anhelo de expresar lo que permanece por debajo de lo que huye, o de fijar en el recuerdo cosas que ya pasaron. Es muy claro en él aquel paso de lo histórico a lo intemporal. En el ensayo moderno destacan: Los pueblos, Castilla, otros libros y estampas son La ruta de Don Quijote, El paisaje de España visto por los españoles… España en Unamuno. El problema de España es uno de los dos grandes ejes temáticos de la obra unamuniana. Su inmenso amor por la patria le arranca el famoso grito de ¡Me duele España! Y en Niebla exclama: ¡Español sobre todo y ante todo! Ya en 1895 plantea cuestiones centrales al 98: la valoración de Castilla, la articulación de españolismo y europeización, la idea de “intrahistoria”… El tema de España está presente en Por tierras de Portugal y España, Andanzas y visiones españolas… España y la Hispanidad en Maeztu. De su etapa juvenil son los artículos recogidos en Hacia otra España, una visión implacable de la postración del país, expuesta con singular exaltación. En Defensa de la Hispanidad, exalta la España imperial y su acción en América. En ensayo Don Quijote, don Juan y la Celestina. Baroja y España. De El árbol de la ciencia hay que recordar su denuncia de “deformidades”, pero también su defensa de España ante los ataques del extranjero. Confiesa tener “la preocupación de desear el mayor bien para mi país, pero no el patriotismo de mentir. No ocultará la realidad: España amada con amargura, aparecerá en su obra con sus miserias. En cuanto al estilo: Los noventayochistas contribuyeron poderosamente a la renovación literaria de principios de siglo. Como los modernistas repudiaron la retórica o el prosaísmo de la generación anterior. Larra fue considerado un precursor, sintieron también reverencia por los clásicos como Fray Luis, Quevedo o Cervantes, también el gusto por la literatura medieval, Berceo, Hita, Manrique… 6 De ahí la primera nota común, ir a las ideas, al fondo. Con ella enlaza el sentido de la sobriedad, voluntad antirretórica acompañada de un exigente cuidado del estilo. Rasgo común es el gusto por las palabras tradicionales y terruñeras, ampliaron el caudal léxico. Destaca el lirismo procedente del subjetivismo, difícil separar lo que sienten de lo que ven. En suma, la renovación estética de los noventayochistas es tal y tales sus logros literarios, que no en vano la crítica ha abierto con ellos –y con los modernistas- la Edad de Plata de nuestra literatura. 5.2 . LA POESÍA DE MIGUEL DE UNAMUNO Y DE ANTONIO MACHADO MIGUEL DE UNAMUNO, POETA De Unamuno se ha dicho que era un poeta de ideas poco hábil en el dominio de la forma y anclado en una estética decimonónica. Hoy sabemos que no es así. Es su poesía modernista en su dimensión simbolista. Sus aspectos más externos, la musicalidad, los más profundos, la concepción poética. Para Unamuno las palabras tienen las mismas propiedades sugerentes que las notas musicales y son evocadoras de sentimientos. Unamuno ataca la musicalidad externa de cierta poesía del momento, por ejemplo en el poema titulado La corte de los poetas. Unamuno distingue entre música esencial y música exterior. La primera deriva de manera natural de la armonía del cosmos y de la armonía personal. La segunda es solo forma, sin esencia; es la <<buscada>> y encerrada en pretendidas formas bellas. Para Unamuno la musicalidad material no vale nada si no está cargada de especialidad, si no nos sumerge en el interior de nuestra propia conciencia o si no nos transporta hacia lo trascendente. Así, dada su concepción idealista de la música, Unamuno busca en al poesía un ritmo interior y no meramente formal; busca una musicalidad que no dependa solo de factores acústicos -medida, acentos, pausas, rima-, sino que emane de manera natural de la armonía del poema. El ritmo debe seguir un proceso que va de dentro afuera y no al revés. Por eso, se niega a someterse a normas y estructuras estróficas que puedan limitar la expresión en libertad de su pensamiento y su sentimiento. La versificación ha de ser libre y natural, derivada del ritmo creador y no impuesta por normas coercitivas. Este ritmo surgido del propio proceso creador es el que Unamuno bautiza como ritmo generador y aparece en toda su obra. De la misma manera aborda la rima: el mismo criterio de libertad y de operatividad guía sus opiniones y práctica poética en esta materia. Rechaza la rima cuando es un mero elemento ornamental y puede limitar la libertad creadora. Prefiere la asonancia siguiendo a Bécquer y la poética modernista. Podemos concluir que Unamuno no se opone ni a la musicalidad de la poesía no tampoco a la métrica normativa en sí o porque sí. Lo que exige es que sus constituyentes cumplan una función; que no sirvan para limitar el pensamiento, sino para potenciarlo. En realidad Unamuno está revalorizando el verdadero sentido de la música del verso, puesto que le está reconociendo su poder sugeridor, su poder creador. La superación de la música exterior, en busca de una música esencial, emanada de la armonía del cosmos, de la propia conciencia y del proceso creador, nos lleva nuevamente a su tajante afirmación de que <<El universo visible es una 7 metáfora del invisible, del alma>> base de toda su poética y punto de confluencia con el Simbolismo. Entre sus obras: Poesías (1907), Rosario de sonetos líricos (1911), El Cristo de Velázquez (1920), Andanzas y visiones españolas (1922), Rimas de dentro (1923, Cancionero (1953), etc. ANTONIO MACHADO Antonio Machado nació en Sevilla en 1875, pero desde temprana edad reside en Madrid, donde, junto con sus hermanos, se educa en la Institución Libre de Enseñanza; de sus maestros guardará recuerdo imborrable. Los Institutos de San Isidro y del Cardenal Cisneros serán los centros en que continúe sus estudios. En los años de cambio de siglo, tras vivir en París algún tiempo, publica su primer libro, Soledades (1903). Después oposita a cátedra de Institutos de Enseñanza Media y obtiene una plaza en Soria, ciudad a la que se traslada en 1907. Su estancia en Soria va a ser una de las etapas fundamentales de su vida. Allí conoce a Leonor Izquierdo, joven con la que contrae matrimonio en 1909, y, además, descubre el paisaje castellano con el que se identifica plenamente. La temprana muerte de Leonor lo aleja de Soria. Vivirá algún tiempo en Baeza y, después, otra vez Castilla, Segovia, donde se trasladó en 1919; por entonces ya había publicado Campos de Castilla (1912), su libro más conocido, y, además, la primera edición de sus Poesías completas. En 1932 vive en Madrid. Intensifica su actividad teatral, iniciada años antes, en colaboración con su hermano Manuel: Las adelfas, La Lola se va a los puertos, etc. Se enamora de nuevo, ahora de Pilar Valderrama, y escribe hermosos versos a su amada, a la que canta bajo el nombre de Guiomar. Al estallar la Guerra Civil, Machado se declara defensor de la legalidad republicana y, al finalizar aquélla, ha de exiliarse. Muere en 1939 en Colliure (Francia). Dentro la producción poética de Antonio Machado se puede distinguir las siguientes etapas: - Etapa modernista En 1903 Machado publicó su primer libro de poemas: Soledades. Este libro, de corte modernista, apareció depurado en su segunda edición, de 1907, titulada Soledades, galerías y otros poemas. El poeta había eliminado todos los poemas que presentaban un estilo modernista, con lo que se apartó de este movimiento. El tono del libro es melancólico, y hay en él una veta romántica de inspiración becqueriana que había de perdurar en toda la obra posterior del autor. Los temas esenciales son, como dice el poeta, los universales del sentimiento: tiempo, muerte y Dios. Junto con ellos observamos los recuerdos, el sueño, el amor, el paisaje… Es característico de este libro el empleo de símbolos para designar las realidades más perennes en el poeta. Uno de los más repetidos es la tarde, que aparece así nombrada o mediante sinónimos como ocaso, sol que muere, crepúsculo, etc. La tarde se refiere al momento en que el día va cayendo pero también, se refiere al momento en que la vida toca a su fin, a la vejez, etc. Con la tarde se representan también el alma y su estado de ánimo. Otro símbolo repetido es el agua. El agua que corre (en la fuente, en la noria, en el río, por ejemplo) representa el paso del tiempo, la vida que se va. El fluir continuo acentúa la sensación de monotonía. El agua quieta recuerda la muerte (es el caso del mar). Tanto por los símbolos utilizados, como por los temas que se repiten en este libro, podemos decir que está muy cercano al existencialismo. 8 En la segunda edición de 1907 se suprimen los poemas más superficialmente modernistas y se añaden muchos nuevos. Se acentúa la línea intimista. El recuerdo, la memoria, el sueño evocan constantemente un pasado perdido. Se incorporan nuevos símbolos, como el de las galerías del alma, con el que Machado pretende sugerir el interior de la conciencia. Es notable una sensación general de angustia por el fluir incontenible del tiempo y por la premonición de la muerte. Dios aparece también en algunos poemas entrevisto en un sentido unamuniano: racionalmente inexistente, pero vitalmente deseable. El sentimiento del paisaje es muy acusado y característico: la realidad exterior queda impregnada del estado emocional del poeta. Ello es así porque en Soledades…, bajo la diversidad de motivos e imágenes, se percibe una obsesión permanente: la búsqueda del yo, el desazonado interrogatorio sobre la propia identidad. Al final de Soledades aparece media docena de poemitas bajo el título “Varia” que ilustran algunos temas predilectos de Machado, como son el recuerdo nostálgico de la infancia (“Pegasos, lindos pegasos…”) o la descripción simbólica del atardecer. Con la publicación de Campos de Castilla (1912) la orientación poética de Machado se dirige hacia fuera, hacia el paisaje, los hombres, la historia de Castilla, que se convierte en símbolo de España. Publicado en 1912 y aumentado en su segunda edición de 1917, es un libro en el que Machado, sin que desaparezcan del todo rasgos modernistas, aprende a mirar hacia el exterior, y medita sobre España, su carácter, sus gentes… es el tipo de poesía que “une” a Machado con los escritores del 98. En 1917 Machado recogió este poemario en la edición de sus Poesías completas, si bien añadió nuevas composiciones hasta llegar a los cincuenta y cinco numerados que lo conforman. Bajo los títulos “Proverbios y cantares” y “Parábolas” aparece una serie de siete poemas breves; se incluye, además, la versión en prosa de “La tierra de Alvargonzález”. El tema esencial del libro es el paisaje castellano (árido, gris, austero), pero junto a él aparecen las gentes castellanas, el contraste entre un pasado de gloria y un presente de miseria, etc. Con esta última actitud se observa la crítica social que denuncia el atraso de Castilla y de España. La preocupación patriótica es tema de varias composiciones; así se suma Machado a la visión regeneracionista de España que mantuvieron los escritores de la Generación del 98. Tras la muerte de Leonor, hay poemas escritos desde Baeza en los que evoca de forma nostálgica el paisaje soriano y se aprecia mayor subjetividad. Estos versos a la memoria de Leonor forman un cancionero autónomo en el libro y constituyen el grupo de poemas más íntimos y emocionados. Junto con estos poemas en los que domina el paisaje, hay en este libro una nueva poesía sentenciosa y reflexiva que encierra pensamientos filosóficos y morales: se trata de la serie de “Proverbios y cantares” y “Parábolas”. Las piezas recogidas bajo estos títulos son una serie de reflexiones sobre “enigmas del hombre y del mundo”, como el propio Machado indicó en la edición de sus Poesías completas. Se hace patente en estos versos su inclinación por la filosofía, línea que se hará cada vez más importante en su poesía posterior. En el poemario también incluye el extenso poema La tierra de Alvargonzález, donde recoge una leyenda de las tierras sorianas y muestra la envidia y la ambición. Cierra el libro la serie de los “Elogios” dedicados a sus amigos o a escritores contemporáneos que admira (Rubén Darío, Azorín, Ortega y Gasset…). - Poesía final Después de la muerte de Leonor empezó a dedicar cada vez más tiempo a la expresión de sus reflexiones filosóficas en los aforismos que se encuentran en 9 Proverbios y cantares, un centenar de poemas breves que incluyó en su poemario Nuevas Canciones. En 1924 publica su última obra, Nuevas canciones, un libro breve y variado cuyos poemas se inspiran en coplas populares. Aunque la evocación del paisaje recuerde a Campos de Castilla, las composiciones de esta obra son más intuitivas y en ellas Machado busca nuevos caminos para su poesía. No volvió a publicar libros nuevos pero sí fue añadiendo poemas en las sucesivas ediciones de sus Obras completas. De estos añadidos destacan los que forman De un cancionero apócrifo, para los que inventó dos poetas y profesores que corresponden a su propia voz: Abel Martín y Juan de Mairena. Antonio Machado finge recopilar sus frases, poemas y fragmentos de clase, acompañándolos de sus propios comentarios, lo que le permite presentar sus propias ideas dentro de un marco en el que la ironía le evita tener que hablar directamente. En Segovia, Pilar Valderrama, su amor de madurez, le inspiró el grupo de poemas titulado Canciones a Guiomar. El Cancionero apócrifo y este último grupo de poemas a Guiomar se publicaron en sus Poesías completas (1928, 1933, 1936). Sus últimos poemas fueron las Poesías de guerra, escritas durante la Guerra Civil, que incluyen una elegía a García Lorca, un triste poema sobre el sufrimiento de un niño durante la contienda. 5.3. LA PROSA (NARRATIVA Y ENSAYÍSTICA): PÍO BAROJA, AZORÍN, VALLE-INCLÁN Y MIGUEL DE UNAMUNO. PÍO BAROJA Su concepción de la vida es inseparable de su temperamento que concibe en la línea del pesimismo existencial. Su escepticismo no es solo religioso, afecta a todas sus ideas, sean políticas, sociales… Para Baroja el mundo carece de sentido. La vida le resulta absurda y no alberga ninguna confianza en el hombre. Esto explica el hastío vital de muchos de sus personajes. En cuanto a su concepción de la novela, esta es para Baroja <<un género multiforme, proteico, lo abarca todo: el libro filosófico, psicológico, la aventura, la utopía…>>. Su novela es abierta, de ahí su declarada despreocupación por la composición. Pero sí debe tener como cualidades la invención, la imaginación disponible y junto a ello ha de estar la observación. En cuanto a su estilo, es cierto que hay alguna incorrección gramatical, fruto de su origen, era vasco, pero es perfectamente coherente con su ideal de espontaneidad noventayochista. Baraja lleva al extremo la tendencia antirretórica, es decir lleva a cabo una labor de contención. El resultado es una prosa rápida, ágil, nerviosa y vivísima. Junto a ello hay un tono agrio correspondiente a su temperamento amargado y como contrapunto la ternura inesperada de algunas de sus páginas. Prefiere la frase corta y el párrafo breve buscando la viveza y amenidad del relato. Su descripciones son escuetas y dan impresión de realidad. Es un maestro del diálogo, tanto que parecen auténticas conversaciones. 10 Fue el gran novelista de su época si bien también escribió en otros géneros, poesía, teatro o el ensayo como Juventud, egolatría, fundamental para conocer el pasado de su autor y algunas características de su obra literaria. Sus memorias, Desde la última vuelta del camino, desgranan recuerdos y opiniones de todo tipo. Pero su faceta literaria es la narrativa, podemos observar dos etapas: 1) de 1900 a la guerra mundial y 2) desde la guerra del 14, se podría deslindar una tercera con sus últimos veinte años de vida. De la primera etapa destacan: Camino de perfección; El mayorazgo de Labraz; La lucha por la vida, trilogía compuesta por La busca, Mala hierba y Aurora roja; César o nada; El árbol de la ciencia. Preludio de la segunda etapa: Zalacaín el aventurero, Las inquietudes de Shanti Andia. Segunda etapa: La sensualidad pervertida; El gran torbellino del mundo; Los pilotos de altura… De su tercera etapa destacamos su Memorias de un hombre de acción. JOSÉ MARTÍNEZ RUÍZ, AZORÍN Siguió una trayectoria similar a la de Maeztu en cuanto a posiciones políticas. Sus obras literarias más destacadas son: La voluntad, Antonio Azorín, Las confesiones de un pequeño filósofo, Los pueblos y Castilla. Las tres primeras son novelas, aunque próximas al ensayo, que con abundantes referencias autobiográficas, dan rienda suelta a evocaciones y reflexiones entrelazadas con un tenue hilo argumental. Las dos últimas son colecciones de artículos y pequeños relatos que rememoran viejos recuerdos, antiguas lecturas, pequeños detalles, tipos peculiares… La prosa de Azorín es muy significativa por lo que tiene de completa ruptura con la estética realista. Casi puede hablarse de disolución de la novela tradicional por la ausencia de hilo narrativo, la disgregación estructural, la tendencia al intelectualismo… Se trata de un discurso fragmentario, rasgo que se relaciona con el deseo azoriniano de anular el tiempo y la acción. Pero hay un predominio de lo descriptivo y lo discursivo. Su prosa es sencilla. MUGUEL DE UNAMUNO Su trayectoria ideológica parte de la izquierda, estuvo exiliado en Francia hasta la caída de Primo de Rivera y aunque luego se puso de parte de los sublevados en la Guerra Civil enseguida se dio cuenta de su error lo que le llevó al arresto domiciliario hasta su muerte el último día de 1936. Fue un gran ensayista, ejemplo de lo cual son sus libros: En torno al casticismo, análisis de la decadencia española y del ambiente regeneracionista. En el mundo agónico de Unamuno tres son las ideas básicas: el miedo a la muerte, la necesidad de creer en un Dios que garantice la inmortalidad personal y la certeza racional de que tal Dios no existe, así en esta línea tenemos: Del sentimiento trágico de la vida y La agonía del cristianismo. Con otros temas: Vida de don Quijote y Sancho, comentario sobre la obra cervantina; Por tierras de Portugal y España, Andanzas y visiones españolas… Para él la novela es el género idóneo para la expresión de los problemas existenciales, por eso tras una primera novela histórica, Paz en la guerra, se orienta hacia la presentación de conflictos íntimos, Amor y pedagogía. Desde entonces los protagonistas unamunianos serán serán exactamente <<agonistas>>; esto es hombres 11 anhelosos de ser ellos mismos, que se debaten contra la muerte y la disolución de su personalidad, como en Niebla. Como novelista su interés es constante desde Paz en la guerra, siguiendo con Amor y pedagogía, la subtitulada nivola, Niebla, en la que el autor se convierte en personaje de ficción y se encara con el protagonista exigiéndole ser dueño de su futuro… Otras son Abel Sánchez, La tía Tula, San Manuel Bueno, mártir, esta última reflexión sobre la pérdida de la fe. Rasgos definitorios de estas novelas son la concentración de la acción, ausencia de descripciones, salvo las de carácter simbólico, porque lo importante es el desarrollo de los conflictos íntimos de los personajes, por ello tiempo y espacio suelen ser imprecisos. RAMÓN MARÍA DEL VALLE-INCLÁN Valle-Inclán es uno de los escritores más revolucionarios de la literatura europea contemporánea. La influencia de la estética modernista fue determinante en sus primeras novelas y ya en su madurez adoptó una actitud revolucionaria, tanto en la concepción de la literatura como en sus ideas sobre la sociedad. Criticó con fuerza la sociedad de su tiempo y, por contraste, exaltó los méritos de su pasado lejano que idealizaba sin olvidar las aportaciones de la modernidad. La producción narrativa de Valle-Inclán se caracteriza, ante todo, por el prodigioso dominio de la lengua literaria. Su prosa hunde las raíces en la técnica impresionista, que le permite describir la realidad difuminándola, a partir de trazos y detalles de fuerte poder evocador. Es el suyo un estilo barroco, brillante, colorista, en el que se funden con maestría los arcaísmos y los neologismos, los galleguismos y los americanismos, el argot y la lengua culta. Pueden diferenciarse tres etapas en la narrativa de Valle-Inclán: - Modernista: arranca con los cuentos escritos a finales del siglo XIX y culmina con las Sonatas, editadas al comienzo de la siguiente. Las obras de esta época se caracterizan por el decadentismo y la ausencia absoluta de preocupaciones sociales. Las Sonatas (Sonata de otoño, 1902; Sonata de estío, 1903; Sonata de primavera, 1904 y Sonata de invierno, 1905) es una serie que tiene como protagonista al Marqués de Bradomín, “un don Juan feo, católico y sentimental”, encarnación de los valores tradicionales de la nobleza rural, que se enfrenta al nacimiento de la sociedad moderna. - De transición: figuran aquí las novelas que integran la trilogía de La guerra carlista, editadas entre 1908 y 1909. Valle-Inclán, desde una perspectiva muy subjetiva, relata diversos episodios de las guerras carlistas. Toma partido por el bando carlista -enfrentado a los liberales-, según el credo conservador que defendía en la época. No ha desaparecido la elegancia y el preciosismo de la prosa modernista, pero ha comenzado a tomar cuerpo el lenguaje bronco y la deformación grotesca de la realidad que caracterizan la última etapa. La trilogía La guerra carlista (Los cruzados de la causa, El resplandor de la hoguera y Gerifaltes de antaño) utiliza un léxico crudo y rústico para contrastar el heroísmo romántico con el horror de la guerra. El personaje principal de esta trilogía sigue siendo el Marqués de Bradomín 12 Las Comedias bárbaras están a medio camino entre el teatro irrepresentable y las novelas dialogadas. Están formadas por los siguientes títulos: Águila de blasón (1907), Romance de lobos (1908) y Cara de plata (1922). Esta vez Valle-Inclán sitúa sus novelas en el ambiente rural gallego, con su miseria, bajas pasiones y unos personajes deformes o violentos. Don Juan de Montenegro es el hidalgo tirano que gobierna a estos personajes. - Esperpéntica: la integran Tirano Banderas y las tres novelas que componen El Ruedo Ibérico, aparecidas entre 1926 y 1932. Se caracteriza por la deformación de la realidad a través de un lenguaje desgarrado, ácido, ásperamente crítico. Se acentúa lo grotesco, lo deforme; la prosa se detiene en los aspectos más degradantes y negativos del mundo representado. La trilogía El Ruedo Ibérico se compone de las novelas La corte de los milagros (1927), Viva mi dueño (1928) y Baza de espadas (1932). Se trataba de un proyecto enorme que no llegó a terminar. Con un estilo agrio y crítico, Valle parodia la corte de Isabel II. De esta obra también podemos decir que se acerca al esperpento en su deformación de la realidad y su retrato de lo absurdo. Tirano Banderas, novela publicada en 1926, supone la cumbre de la narrativa española de la época. Se desarrolla en un lugar indeterminado de la América Hispana, que Valle conocía bien a través de diversos viajes. En la hipotética, pero posible, república de Santa de Fe de Tierra Firme, gobierna con mano de hierro el anciano dictador Santos Banderas. Frente al poder del tirano, se alza un puñado de reformadores iluminados que prepara la revolución. Ésta, que triunfa al final de la novela sin que sepamos el alcance de sus consecuencias, persigue libertar al indio, estamento sin derechos reconocidos y sojuzgado por una conjunción de elementos nativos y españoles que perpetúa el colonialismo. Tirano Banderas instaló en la narrativa de Valle-Inclán el esperpento, que ya había utilizado en su pieza dramática Luces de bohemia. El dictador aparece caracterizado con adjetivos degradantes, que acentúan la deformidad de su carácter y la brutalidad de sus actos; otro tanto ocurre con los personajes que le apoyan y rodean. La crítica, feroz, ha de entenderse con un valor y sentido universales. Tirano Banderas abrió una fecunda tradición en la narrativa hispanoamericana, la de la novela de dictador, a la que pertenecen, entre otras, El señor presidente, del guatemalteco Miguel Ángel Asturias, Yo, el Supremo, del paraguayo Augusto Roa Bastos, y El otoño del patriarca, del colombiano Gabriel García Márquez. 13