Internet y yo

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Internet y yo
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Número 8 - Febrero
2000
Por Kenzaburo Oé
Ficha documental
Artículos
vinculados
Reposadas reflexiones sobre la velocidad
Internet y yo
Desde su condición de novelista, el Premio Nobel de Literatura japonés
Kenzaburo Oé sugiere la importancia que pueden revestir para la
creación literaria los cambios de estilo y los estilos nuevos generados
por las nuevas tecnologías de la comunicación.
Los nuevos intelectuales del Japón, en particular la joven elite, son muy sensibles a las nuevas
tecnologías. Cuando hablan de ese tema, citan mi nombre como ejemplo del ridículo retraso
que muestran algunas personas en comprender el fenómeno de los nuevos medios de
comunicación, aunque -en su opinión- quizás yo no sea el peor del montón.
Hace cuatro años, antes de recibir un premio literario internacional -el premio Nobel de
Literatura- yo tenía un antiguo modelo de teléfono, que no me permitía hacer frente a la
afluencia de demandas "de acceso" (esta manera de utilizar la palabra "acceso" quizás ya no
tenga curso en el mundo de los nuevos medios de comunicación). Así es que me doté de un
fax. Y me sedujo profundamente. En particular, por la perspectiva de intercambiar
documentos con escritores extranjeros que conozco desde hace mucho, pero con los cuales
solo me comunicaba por vía postal. La posibilidad de enviar y recibir numerosos faxes en poco
tiempo y la libertad de responder cuando lo deseaba, me hicieron descubrir una emoción
desconocida.
Un primer ejemplo: luego del desmoronamiento de la Unión Soviética, intercambié -en una
misma jornada- cuatro o cinco faxes con un escritor ruso. Nos enviamos mutuamente acerbas
reflexiones sobre el desfasaje existente entre el contexto cultural japonés y el ruso, tema que
no habíamos tocado nunca en nuestras cartas. Y si bien en un momento nuestro diálogo se
puso tenso y alcanzó un punto crítico, logramos superar ese trance, llegando incluso a
elaborar juntos algunos proyectos concretos. Y todo eso a través del fax.
Segundo ejemplo: una noche en que me encontraba en una situación psicológica difícil a raíz
del suicidio de mi cuñado -un cineasta que durante mucho tiempo fue mi mejor interlocutor en
temas intelectuales o artísticos, un ser humano que me entendía profundamente, y yo a élrecibí un fax enviado desde Nueva York por el escritor palestino Edward W. Said 1. Jamás
podré olvidar el sentimiento de salvación que experimenté esa noche. Fue como un náufrago
que repentinamente hallara un salvavidas.
Esas experiencias me llevaron a decir en público que esa posibilidad que ofrecía la tecnología
de intercambiar faxes con escritores de diferentes regiones del mundo, era para mí una fuente
de esperanzas, y que deseaba que se organizara una mesa redonda internacional donde los
escritores de todas las nacionalidades se comunicaran mutuamente por medio de faxes. Está
de más decir que fui el hazmerreír de los jóvenes intelectuales. El fax ya está pasado de
moda. En la era del correo electrónico y de Internet, ¿cómo alguien podía tener una idea tan
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anticuada? Por otra parte, era propio de un novelista como yo eso de tener manías de otra
época.
Quiero responder a los que se burlan. He buscado afanosamente en las librerías un volumen
donde se hubieran recogido comunicaciones entre varias personas o diálogos mantenidos por
fax durante un corto periodo. En vano. En Japón se traducen habitualmente libros extranjeros
de correspondencia, pero nunca se ha publicado un intercambio de faxes entre dos
personalidades. Si, a semejanza de la correspondencia entre Gershom Sholem 2y Walter
Benjamin 3, existiera un intercambio de faxes entre dos intelectuales judíos, uno en el
extranjero y el otro en Israel, sobre el tema de la crisis que padece ese país, me gustaría
poder leerlo bajo la forma de libro.
El hecho de que tales libros no se hayan publicado en la época del fax significa sin duda que
aún menos lo serán en la era del correo electrónico y de Internet. Esto me llevó a pensar que
hay que empezar por establecer un precedente relativamente fácil de realizar y que la idea de
reproducir bajo la forma de libro los intercambios de faxes entre dos o más intelectuales sigue
siendo pertinente.
Imaginemos que se publique un libro de esa índole. Para quienes están acostumbrados a los
antiguos medios de comunicación, sería materia de una autosatisfacción nostálgica. Pero ¿qué
valores constructivos podrían encontrar en él quienes ya están sumergidos en el universo de
Internet? Antes de oírles decir: "¡Ninguno!", quisiera pedirles que escuchen algunas ideas
sugeridas por mi naturaleza de novelista, o mejor dicho, por mis defectos de novelista.
En primer lugar, creo que es útil para el buen desarrollo de los nuevos medios de
comunicación establecer entre ellos y los antiguos medios una especie de feed-back loop
(circuito de retroacción). Establecer un vínculo, aunque sea parcial, entre la expresión de los
seres humanos en Internet y ese viejo medio que es el libro; reunir bajo la forma de libro los
intercambios realizados por correo electrónico en Internet y observar lo que resulta. ¿No es
acaso una empresa pertinente? Este es un primer argumento.
En segundo término, si los mensajes electrónicos se publican en forma de libro, es posible
examinar con precisión el "estilo" de ese nuevo tipo de comunicación. ¿El estilo (en el sentido
literario de la palabra) está desprovisto de toda significación fundamental en los nuevos
medios de comunicación? ¿Los nuevos medios de comunicación, van a transformar a los seres
que vivan en el siglo XXI?
Estudios en curso muestran que ciertas lenguas minoritarias en el mundo se utilizan tal cual
en Internet. Es algo de lo que podemos alegrarnos. Veamos ahora el caso del coreano,
aunque ello signifique salir totalmente de la noción de lengua minoritaria. Imaginemos que el
alfabeto hangul pueda circular ampliamente por Internet entre los dos Estados de la península
coreana, Japón, Estados Unidos, y hasta en Europa. Con toda seguridad se logrará un
desarrollo muy positivo de las relaciones internacionales en el este de Asia.
De manera más específica, en sus intercambios con el mundo por medio de Internet, los
japoneses recurren habitualmente a la lengua inglesa. Yo me intereso por el estilo que
emplean en inglés los japoneses que se expresan por correo electrónico en Internet.
Posiblemente, sólo se trata -por ahora- de una simple conversión en bruto del japonés al
inglés; como si se hiciera pasar al japonés por una máquina de traducir rudimentaria. Pero
cuando, gracias a Internet, los japoneses se ponen a participar del mundo lingüístico del
inglés y esa participación toma una dimensión sin precedentes, ¿aparece un estilo inglés
propio de los japoneses? ¿Cómo repercute ese estilo en la lengua japonesa practicada en los
antiguos medios de comunicación? ¿Esto puede modificar el estilo del japonés impreso en los
libros? A mí, que soy novelista, eso es lo que me interesa. Un cambio radical en el estilo de la
lengua, ¿no sería el indicio más evidente de cambios ocurridos en el universo mental de los
japoneses?
Me parece que en los nuevos estudios lingüísticos -quizás sea excesivo calificarlos de nuevos,
ya que mis conocimientos medianamente especializados en la materia se quedaron en el nivel
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de los años 60- casi no hay investigaciones científicas sobre la cuestión del "estilo". A
semejanza del terreno literario, uno tiene más bien la sensación de que no se va más allá de
las monografías sobre el estilo de tal o cual autor, pero que prácticamente se ha renunciado a
establecer reglas universales en materia estilística. De tal manera, no existe ningún
investigador que tenga la certeza de que las particularidades estilísticas de los japoneses,
cuando escriben en inglés, sean explicables por tal o cual condición necesaria y suficiente. Si
se tratara de las características fonéticas del inglés hablado por mis compatriotas, bastaría
con que yo pronuncie ciertas palabras en inglés para que se pusieran en evidencia un buen
número de parámetros.
Sin embargo, creo que si el estilo del inglés utilizado por los japoneses se enriqueciera gracias
a la moda de Internet, habría también una profundización estilística en los textos que escriben
los autores literarios. La literatura japonesa ya conoció cambios considerables, a comienzos de
la época moderna, con la unificación de la lengua hablada y la escrita. Imagino que eventuales
descubrimientos de "estilística" inglesa en Internet son susceptibles -nos guste o no- de
modificar el estilo de la literatura escrita en japonés.
Al tener como principal vocación la transmisión rápida de informaciones, es normal que la
lengua de Internet tenga grandes diferencias con la que utilizan los novelistas. Quizás sea ése
el argumento que se opondrá a mi punto de vista de ignorante.
¿Acaso no fui yo mismo quien, en el pasado, evocó las diferencias de expresión lingüística
entre las palabras de la literatura y las del lenguaje cotidiano? Entonces me referí a las tesis
lingüísticas del formalismo ruso. Dicho sea entre paréntesis: si bien la Unión Soviética
desapareció, varios de sus brillantes movimientos intelectuales de los años 20 o 30 conservan
toda su pertinencia y son parte integral del patrimonio vivo del siglo XX. Es el caso del
formalismo ruso.
Para simplificar las cosas digamos que las palabras de la escritura literaria, por un
procedimiento que los formalistas rusos llamaban ostraninie -extrañamiento- retrasan la
transmisión del sentido y la hacen más lenta. Ese procedimiento permite volver a dar a las
palabras la resistencia que presentan las cosas al tocarlas. Evidentemente, no es deseable que
en Internet las palabras tengan ese tipo de función, que atrasa o complica la transmisión del
sentido y de la información. Ahora bien, debo confesar aquí que mi visión de la novela o de la
literatura en general, se funda en esa teoría de la ostraninie, y que yo complico
deliberadamente la transmisión del sentido. Es por eso que muchos jóvenes intelectuales
probablemente estimen que yo seré el primer novelista en ser relegado al olvido por la nueva
generación Internet.
Pero yo, que soy hombre de los antiguos medios de comunicación, no puedo contener las
ganas de decir que hasta las palabras del correo electrónico tienen un "estilo", al igual que las
palabras de la expresión literaria. El historiador francés Yves-Marie Bercé, que casualmente
nació el mismo año que yo (1935) se cuenta entre las personas con quienes quisiera
conectarme si tuviera Internet. Se trata del autor de un libro titulado El caldero y el bisturí; 4
que relata cómo, a partir del verano de 1798, el tratamiento de la viruela, descubierto por el
médico inglés Edward Jenner, se difundió por toda Europa.
Ese libro fue traducido al japonés con el título de Nabe to ransetto por la editorial Shinhyoron.
Cito:"La noticia se extendió velozmente a través de Europa. Sin embargo, por entonces el
continente estaba en guerra, los mares estaban dominados por los piratas, los ejércitos
bloqueaban los caminos. A pesar de todos esos obstáculos, la vacuna contra la viruela tenía
sus particulares vías de transmisión. En pocos años y en todos los países, no sólo las
eminencias de las facultades conocían el descubrimiento, sino también los médicos de
modestos consultorios particulares, que a pesar de hallarse fuera de las corrientes
intelectuales, estaban en condiciones de difundir la vacuna en su entorno, y aún mejor que los
otros".
Quisiera superponer aquí la última línea del texto de Yves-Marie Bercé al relato que hace, en
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la cronología histórica japonesa, un médico de Edo que practicaba la medicina occidental,
sobre la apertura de una clínica de tratamiento de la viruela en Otamagaiké. La fecha dada es
Ansei 5, es decir 1858. Señalemos que antes y después de esa fecha hay varias menciones a
la viruela. La información sobre la vacuna antivariólica habría tardado por lo tanto sesenta
años para llegar de una Europa arrasada por la guerra a un Japón cerrado a los extranjeros.
¿Qué cúmulo de esfuerzos humanos fue necesario para eso? Si se considera el fenómeno en
su conjunto, se ve claramente que la información es, también, una forma profunda de
expresión. Se puede distinguir un "estilo". Es el trabajo que efectúa el historiador Yves-Marie
Bercé. Lo que yo llamo "estilo" puede definirse mediante varias preguntas: ¿Qué es el ser
humano? ¿Cuáles son sus actividades? ¿Qué nos revelan de él?
Quisiera dirigirme a los investigadores que realizan estudios especializados sobre los nuevos
medios de comunicación. Quisiera que interrogaran a las personas que -gracias a la utilización
de Internet y del correo electrónico- han desarrollado nuevas redes de solidaridad para dar
una respuesta humana a esas tragedias demasiado reales que son las guerras. Por ejemplo,
saber cuál era el "estilo" de las informaciones transmitidas por Internet durante la campaña
contra las minas antipersonales. Cuando se piensa en el efecto impresionante que tuvo esa
campaña, me parece que no es inútil comparar esa transmisión de información (que no
necesitó ni un segundo para alcanzar todos los rincones del planeta) con la que requirió
sesenta años para llegar a Japón. Este es el mensaje que el novelista que soy quiere
transmitir.
Maruyama Masao escribió alguna vez que un novelista era alguien que decía mucho partiendo
de muy poco. Por lo tanto, yo quisiera resumir lo fundamental de mis palabras.
¿Qué espero de Internet? En una época en que los Estados, las relaciones internacionales y
hasta todo el planeta se ven aplastados por la lengua de un solo poder, la red de Internet
puede constituir un medio de comunicación de resistencia para los individuos. Pero muchas
veces, las palabras que utilizan los individuos provienen del grupo dominante, por lo que
arrastran consigo el sentido de esa dominación, y su aceptación.
Vuelvo a pensar ahora en George Orwell, autor de 1984, que tenía una visión premonitoria del
lenguaje totalitario. A causa de su experiencia en la radio británica se interesaba
profundamente en la posibilidad de expresarse por medio de un inglés elemental. Es por eso
que yo también me intereso en el "estilo" del inglés que utilizan los japoneses en Internet.
Pues mis compatriotas emplean habitualmente frases cercanas al inglés básico. Si lograran
singularizar suficientemente su inglés, japonizarlo, impondrían un estilo diferente. Y resistirían
así a la nueva dominación.
(Este texto retoma fundamentalmente la comunicación presentada por el autor durante el
simposio organizado en Tokio el 12 y el 13 de septiembre de 1998 por el diario Asahi
Shimbun, en ocasión de su centésimo vigésimo aniversario, sobre el tema "El periodismo en la
era de los multimedia".)
1.
Ver, por ejemplo, Edward W Saíd, "Réponse aux intellectuels arabes fascinés par Garaudy",
Le Monde diplomatique, París, agosto de 1998.
2.
Gershom Sholem (Berlín, 1897-Jerusalén, 1982) filólogo, historiador y teólogo israelí, autor
de Grandes corrientes de la mística judía (1941); Los orígenes de la cábala (1966), y El
mesianismo judío (1974)
3.
Walter Benjamin (1892-1940), ensayista alemán perteneciente a la escuela de Francfort,
autor de La obra de arte en la época de su reproducción técnica (1936) , y de París, capital
del siglo XIX (1939).
4.
Yves-Marie Bercé, Le Chaudron et la Lancette. Croyances populaires et médecine préventive.
1798-1830. Presses de la Renaissance, París, 1984.
Kenzaburo Oé
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Escritor japonés, Premio Nobel de literatura 1994, nacido en 1935. Anagrama ha publicado en
castellano algunas de sus obras: La presa, Una cuestión personal, El grito silencioso, Dinos
cómo sobrevivir a nuestra locura, Cartas a los años de nostalgia, Arrancad las semillas, fusilad
a los niños.
Ficha documental
Autor/es Ke nz ab ur o O é
Tipo Ar t í cu l o d e l a E d i c i ó n Co no S u r
Edición: N úm e ro 8 , F e b re ro 2 0 0 0
Página/s 34 , 3 5
Traducción Ca rlos Alberto Zito
Artículos vinculados
Tema/s I n t e r n e t, L it e r a tu r a , Tec no l og í as
País/es: Es t ad os Un id os , Israel , Jap ó n
© Le Monde diplomatique y Capital Intelectual S.A.
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