La paradójica vida de Steve Jobs Ignacio Fernández Director Magíster en Psicología de las Organizaciones Universidad Adolfo Ibáñez Podría evitarme esta columna y sumarme masivamente al coro de loas y elogios a Steve Jobs, muchas de ellas indiscutiblemente merecidas y de un impacto mundial que sería torpe intentar cuestionar. No pretendo hacer eso, si no más bien matizar algunos hechos de su vida. Aunque es obvio, hay que señalar que Jobs termina muriendo de cáncer, es decir, la autodestrucción celular desde el propio interior por causas emocionales. Si alguien no está de acuerdo con esta idea de la génesis del cáncer y cree a pie juntillas en las hipótesis puramente genéticas y biológicas, deje de leer esta columna pues ese es el supuesto desde el que escribo. Tienen cáncer quienes llevan una vida desbalanceada, marcada por emociones negativas sostenidas, carentes de sentido y que en alguna esquina inconsciente de su ser decidieron dejar de vivir. Como dice Jenniffer Middleton, la principal psico-­‐oncóloga chilena, el cáncer me lo autogenero desde las malas condiciones internas de la vida que vivo. Sé que es una idea difícil de tolerar para quienes hemos tenido cáncer o para las personas que han visto partir a sus seres queridos muriendo por esta enfermedad, en ocasiones tras largos padecimientos. Jobs es descrito como un genio, un innovador, un detallista y trabajólico empedernido, apasionado hasta la falta de autocuidado cuando se obsesionaba con alguna idea, impulsivo, mal genio y algo ninguneante en su trato. Su vida estuvo marcada por haber sido dado en adopción, la no calificación en alguna universidad norteamericana, el no reconocimiento de su hija Lisa, el despido de la empresa que creó y otros vaivenes que lo constituyen en un resiliente, una persona que parece haberle ganado a las dificultades de la vida y que, sin embargo, termina muriendo de cáncer. Sus obras concretas cambiaron los paradigmas del mundo, las formas de relación, los modos de entretención y, en mi opinión, crean parte central de las plataformas para la transformación socio-­‐política del mundo que está en ciernes. Nos trajo la conectividad instantánea aquí y ahora, forzándonos a espacios sociales y de red, siendo uno de los que instaló el inicio del paradigma de comunidad por sobre el paradigma individualista. Tenemos conciencia de los otros, pues los iPhone, iPad, Mac y computadores varios nos dan autonomía para conectarnos. La gracia es que cada uno termina conectándose y generando micro-­‐comunidades, pequeños nosotros que en cualquier momento pueden articularse en un gran movimiento pro-­‐social. Varios lo califican como el Da Vinci de los tiempos actuales, en un largo exceso de juicio. Levantar a Jobs como el gran gurú, el héroe mítico tecnológico de los tiempos modernos va contra la filosofía de comunidad a la base de lo que produjeron los inventos de él y su equipo. ¿O alguien cree que inventó todo solo, una especie de super mente superior que no requiere de los demás para dar a luz las obras construidas entre muchos? Que las presentaciones de los productos las hiciera él y se llevara los aplausos no nos lleve a la ilusión del héroe individual. 11/10/11 1 Aquí está la primera paradoja de Jobs. Se le tratará como mito individual cuando sus obras gritan un trabajo en equipo, el nosotros y el paradigma de comunidad y coordinación de acciones y talentos de muchas personas, gatillado por su visión sobresaliente, pero coordinado y ejecutado por muchos otros. ¿De donde viene esa necesidad de los tiempos actuales de leer casi todo con el prisma egocéntrico-­‐individual y no vemos la tensión creciente con el paradigma de equipo, que llegó para superar el puro sentido individualista hacia sentidos relacionales y sociales más amplios? La segunda gran paradoja es que a pesar de su portentosa contribución, no logra conservar lo más preciado: su vida. Asumiendo que cada uno hace lo que quiere con su vida, hipotetizo que Jobs tenía una escasa gestión del sí mismo, poca capacidad de gestionar sus emociones y conservar el equilibrio, un marcado egocentrismo, algunos rasgos depresivos por falta de afecto, encriptados en mal humor y sarcasmo, y mínimas habilidades de autocuidado. Imagino que orientó la mayor parte de su vida hacia el afuera, en búsqueda de reconocimiento, y perdió su ser interior. Su discurso en Stanford es inspirador en términos de emprendimiento. Pone la energía creadora en la marginalidad y el inconformismo. El tema es que esa energía es negativa, desde la ira y en búsqueda del reconocimiento, es decir, anhelante de afectos positivos. También supongo que escasamente logró vivir en afectos positivos marcados por la paz. Cuando vio que su aporte en el mundo exterior era descomunal, miró su interior y encontró vacío afectivo, angustia existencial y carencia de sentido. El ser famoso, conocido y reconocido por otros es relevante e insuficiente. Ese efecto de reconocimiento público no sustituye la falta de amor por uno mismo y de los otros. Y es en ese eje donde asumo que apareció su cáncer. ¡Que paradoja! Ganó el reconocimiento del mundo y se perdió a sí mismo. Un rezo por su alma, un infinito agradecimiento por las obras que articuló y mucho aprendizaje y conciencia para los que reflexionamos sobre su vida, para ver qué queremos imitar de Steve Jobs y qué no. 11/10/11 2