Hacia una crítica de la imaginación patriarcal

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Hacia una crítica de la imaginación patriarca
Ana Hardisson Rumeu
Quiero comenzar dando las gracias a Kika Fumero por invitarme a participar en esta Jornda
y a Elena Máñez por hacerla posible.
Kika me pidió que hiciera una breve presentación del contenido de mi último libro, que he
titulado igual que esta intervención. En el que intento mostrar la importancia de la imaginación
como contrapunto de la razón, en la producción y reproducción de los valores, símbolos,
estereotipos, tópicos, creencias y sentimientos patriarcales, en la sociedad desigualitaria.
Así como la razón elabora ideas que constituyen el medio de expresión de teorías filosóficas,
políticas, económicas, etc., la imaginación produce imágenes que constituyen el medio de
expresión de los deseos, y creencias, que se transmiten a través de la literatura, el arte, el cine, el
teatro, y la publicidad.
En este trabajo me ocupo de analizar las novelas del romanticismo alemán llamadas “ de
formación”. En ellas se intenta educar la sensibilidad sentimental de los jóvenes y por eso me
parece que son tan importantes. El núcleo de la justificación pseudo-racional del patriarcado
moderno es elaborado por la filosofía, mientras que el fundamento de la imaginación patriarcal lo
aporta la literatura, el arte, y todos los objetos de cultura.
Aún hoy, las imágenes y los relatos paradigmáticos sobre la feminidad y el amor están
emparentadas, a pesar del tiempo transcurrido, con las imágenes que acuña la literatura romántica
y que siguen sirviendo de modelo a las jóvenes generaciones en el desarrollo de su subjetividad, en
la formación de su base deseante y en sus relaciones afectivo-sexuales, baste con pensar en
novelas como ”Crepúsculo” en la que la joven enamorada llega a dejarse chupar la sangre por amor.
Me parece una metáfora extraordinaria de lo que estoy diciendo.
Por estas razones me pareció interesante investigar las figuras retóricas que ofrece la
literatura, en concreto el género moderno por excelencia que es la novela, que re-definen, en la
tensión ilustrada-romántica, los papeles femeninos y masculinos que reforzarán los obstáculos
para impedir el acceso de las mujeres a la plena condición de sujetos morales y políticos tal como
la modernidad preconizaba, así como la construcción de una sociedad en que los dos sexos gocen
de igualdad.
Voy a hacer una breve mención a las novelas:
“Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister” de Goethe, Hiperion de Hölderlin, y Lucinda
de Schlegel, En ellas aparece un modelo o arquetipo de la mujer deseable, o de la mujer ideal, que
contribuye a reafirmar las claves de la ideología patriarcal desde la perspectiva de los sueños y los
deseos masculinos de supremacía.
En dichos textos, he encontrado algunas coincidencias en la elaboración de los personajes
femeninos que dan pie para establecer alguna hipótesis sobre la construcción de la subjetividad
femenina, en clave patriarcal, constituyendo la característica central de esa identidad el rol de la
mediación, la consideración de la mujer como soporte o fundamento de la identidad masculina
que presta reconocimiento de una manera no recíproca. Y como consecuencia de lo anterior la
subjetividad femenina resulta negada y limitada a ser objeto de amor.
Las virtudes que sistemáticamente acompañan a estos personajes femeninos son las
virtudes de la subordinación. A saber: comprensión, dulzura, entrega, ternura, espíritu de sacrificio,
delicadeza, sensibilidad, intuición, silencio y renuncia. Y sus características genéricas son las de
debilidad, pasividad, receptividad, belleza, etc.
Ninguna de estas características coinciden con los atributos del sujeto, propuestos en la
Ilustración, y ratificados por Kant en sus Críticas y consolidados como los atributos del sujeto
moderno en el Romanticismo. El sujeto, en cambio, tiene como características fundamentales la
capacidad racional, la autonomía de la voluntad, la capacidad de acción y de producción.
Por todo esto, En esta ideología las mujeres no son consideradas como sujetos propiamente
dichos, no tienen la condición de individuo, sino que son consideradas seres de segundo orden que
tienen la misión de servir y cuidar a la familia, para que el sujeto verdadero, el hombre, pueda
autorrealizarse y contribuir con su actividad a la construcción de la sociedad. Es decir, que la
producción de la imaginación patriarcal, que se expresa en estas novelas, continúa con la
clasificación de los sexos en dos géneros con atributos y funciones, definidos, diferentes y
jerarquizados:
Los sujetos del sexo masculino tienen atributos racionales y su misión es dirigir y ordenar lo
público, es decir, la política, la cultura, la economía y la sociedad. Mientras que los sujetos del sexo
femenino tienen atributos emocionales y sentimentales, y su misión es ordenar lo doméstico,
cuidar al marido y a los hijos. Se mantiene y se consolida la división, ya clásica en la filosofía, entre
naturaleza–cultura, privado–público, mujer–hombre, inferior-superior.
Para que el reparto de papeles y espacios sea aceptado por el sexo femenino, reducido a la
subordinación y al servicio, se utiliza la retórica del halago y de la mitificación tanto de las
cualidades que se le asignan como de los límites que se le marcan1. Respecto a las cualidades se
construye el mito del “eterno femenino” de la “mujer, mujer”, y en cuanto a los límites se inventa
el mito de la jaula dorada del “hogar”, que se presenta como el nido de amor eterno. Es decir, que
se las engatusa con el engañabobos del amor eterno y la felicidad que se promete. Para la eficacia
de esa tarea se utilizan los medios que construyen la sensibilidad y los deseos, es decir, los mitos y
estereotipos que se reflejan en las novelas románticas.
El amor, convertido en religión secularizada, se constituye, a la vez, en deseo y deber para
las jovencitas. Es el canon para medir la felicidad o la desventura de las mujeres. El sentido de la
vida de las mujeres se construye en relación al amor, que es su única finalidad. Como ya hemos
dicho, se trata del mito del “eterno femenino” y de la religión secularizada del amor. Los dos
elementos esenciales de estas novelas y de la retórica patriarcal que han reducido a las mujeres a
un discreto segundo plano.
Pasemos a hablar un poco de la novelas de formación: El esquema de las novelas de
formación es siempre similar: el paso de un joven desde la adolescencia hasta la madurez de su
vida como adulto, a través de ritos de iniciación y de pruebas, aventuras y experiencias. Entre ellas
el amor ocupa un lugar privilegiado.
Como no hay tiempo para detenerme mucho haré un breve análisis de los estereotipos
femeninos de las protagonistas de estas novelas.
“Los años e aprendizaje de wilhelm Meister” de Goethe, se considera la novela de formación
por excelencia. En ella se narra las peripecias del joven wilhelm para alcanzar la madurez. En su
aprendizaje el amor jugará un papel especial pasando por varias experiencias amorosas con
distintas mujeres con las que avanzará en el camino del descubrimiento de su identidad, hasta
descubrir el verdadero amor y la mujer ideal con la que construir su vida. Esa mujer constituye el
estereotipo perfecto soñado por el patriarcado moderno. Lo he llamado:
Tipo “Mujer ideal” o “doméstica ilustrada”. Se trata de una mujer sensata, prudente, buena
administradora de la economía doméstica, culta y atractiva, con sentido realista de la vida, que une
la belleza física a la serenidad espiritual. Que aunque es perfectamente capaz de tener una vida
propia y autónoma, renuncia a todo por amor y se siente dichosa sirviendo y ensalzando al otro,
con abnegación y humildad.
En la novela este tipo de mujer ideal está representada por Natalia. Esta mujer, aunque bien
1
A este respecto, sigo los análisis que Célia Amorós y Amelia Valcárcel elaboran a propósito de la misoginia romántica.
dotada para la vida amorosa, no se entrega de una manera ciega e irreflexiva a la pasión, sino que
espera con prudencia la oportunidad de vivir con el hombre adecuado. Tiene la capacidad y el
valor de renunciar a la propia realización personal, así como a la inclinación sentimental, si hiciera
falta, y no pierde el ánimo ni la compostura. Es la heroína de esta historia, y es el tipo de mujer que
necesita el nuevo hombre de la modernidad, la esposa ideal del burgués u hombre de negocios.
Este es el tipo de mujer que el patriarcado siempre soñó. La finalidad y el deseo de ellas es
agradar y ayudar a sus amados para que sus vidas sean exitosas. Saben estar a la altura y guardar
un discreto segundo plano2.
Pasemos a otra de las novelas: “Hiperion” de Hörderlin, es otra de la novelas de formación. En
ella se cuenta la evolución de Hiperion hacia la madurez. También es una historia de amor. Y
también se habla del amor verdadero como del bien más preciado. Diótima oficia de sacerdotiza
del amor para Hiperion. Él decide ir a la guerra para salvar a Grecia de los turcos y ella muere de
pena. En esta novela aparece el ideal de la Arcadia, o la tierra prometida del mundo clásico. Un
lugar donde la belleza, el amor y el conocimiento, ocupan un lugar privilegiado.
El personaje de Diótima constituye también un estereotipo de mujer como mediación en la
realización de la vida del sujeto masculino. Diótima es la heroína de esta historia. Es una joven de
grandes cualidades, que ha crecido en contacto directo con la naturaleza a la que ama y
comprende de una manera extraordinaria. Aunque no se especifica cual es su ocupación, se
supone que vive dedicada a ayudar a su madre en las tareas domésticas. Y, también se supone, que
el objetivo de su vida es esperar a encontrar un hombre a quien amar y cuidar, con el que fundar
una familia, para tener hijos a quien amar y cuidar. Y por todo esto, es considerada como un ideal
de perfección.
A lo largo de todo el relato Hiperión siempre aprenderá de ella. Y también será su soporte
emocional y psicológico, servirá tanto de seguridad personal como de descanso del guerrero, será
el puente que lo unirá a la vida real y el medio a través del cual encontrará la paz y la reconciliación
con la naturaleza.
Se dice que Diótima tiene un carácter silencioso, que es sobria y prudente, con un sentido
común muy desarrollado y gran sentido de la realidad, será ella quien alerte a Hiperión de los
peligros de elegir la guerra como medio de liberación y quien le anticipe el desastre que se seguirá
2
En el siguiente texto se describe con maestría la intención de la ideología patriarcal moderna, que coincide con la
acuñada en el Wilehlm Meister: “La mujer buena es la mujer doméstica, la que hace uso de los dones innatos para
crear y reproducir un mundo de intimidad y privacidad para que los hombres puedan, a la vez, dedicar todas sus
fuerzas a la construcción del mundo civil y encontrar en lo doméstico, su reino particular, la paz y el reposo
necesarios para compensar los desazones de los espacios público y laboral”, Serret Estela, Identidad femenina y
proyecto ético, México, PUEG. UNAM, 2022, p. 112
para él. Y es en este momento del relato cuando pronuncie una frase que resume la situación de
subordinación y de renuncia de la mujer en este tipo de relación patriarcal que se llama “el amor
verdadero”: Dice Diótima: “Tú actúa, yo lo soportaré”.
Por otra parte, es curioso que, dada la elocuencia y la capacidad de razonamiento de Diótima,
sea el silencio una de las cualidades que Hiperión resalte con más entusiasmo de su personalidad.
Es recurrente en toda la historia del patriarcado el subrayar que la mujer debe guardar silencio, lo
cual es muy significativo si pensamos que la palabra es el distintivo principal del sujeto, lo que
distingue a los seres humanos de las otras criaturas de la naturaleza.
Y por último, en este breve recorrido por las novelas de formación, veamos la “Lucinde” de
Schlegel.
Esta novela, aunque lleve por título el nombre de una mujer, Lucinda, tiene como argumento
principal la historia de un joven, Julio, y de sus etapas de formación.
Cuando Julio y Lucinde se conocen ambos eran artistas que se expresaban a través de la
pintura. En un primer momento parece que se trata de una relación igualitaria en la que ambos
tienen sus intereses profesionales. Pero desde que ella queda embarazada todo cambia. Él da por
supuesto que la verdadera ocupación de ella debe ser la de esposa y madre.
Veamos el estereotipo de Lucinde:
Es una joven independiente y liberada. Ha tenido un hijo, sin estar casada, lo cual es
significativo de su carácter independiente. Es una artista, dedicada a la pintura. Como Julio encarna
los valores revolucionarios de la independencia y la libertad de prejuicios. Pero una vez que se
enamora de Julio, su independencia y su arte pasan a un segundo plano, para entregarse de lleno
al amor. Ella será la mediadora fundamental en el desarrollo y perfección de Julio. Casi todas las
características de este personaje las obtenemos a través de los juicios y comentarios de Julio,
porque ella tiene muy pocas intervenciones directas en el relato.
Como hemos visto, el esquema se repite y el modelo que llega a las y los jóvenes está claro:
Ellos deben ocuparse de la vida social, política y económica y cultural, y ellas deben ocuparse de la
vida doméstica y del amor.
La filosofía no ha estado al margen de este conflicto. G. Fraisse en su artículo “La lucidez de
los filósofos”3, resalta que no se puede aducir ignorancia respecto a la desigualdad sexual. De
hecho, desde el siglo XVII existe una polémica iniciada por Poulain de la Barre, acerca de la
incoherencia de la afirmación de la desigualdad entre los sexos y la teoría racionalista de Descartes
que tan bien ha estudiado Celia Amorós . Si la razón es la cualidad humana por excelencia, está
3
Fraisse, G., “La lucidez de los filósofos”, en Birulés, F., El género y la memoria, Pamplona, Pamiela, 1995.
claro que todos los seres racionales tendrán las mismas características básicas. Sin embargo, en el
dominio de la filosofía se actúa como si la razón estuviera sexuada. Es decir, que el sexo determina
la capacidad racional y moral del individuo.
Desde la Ilustración ha existido un debate filosófico, explícito o latente, sobre la dialéctica
de los sexos. En ese debate los filósofos más prestigiosos de la modernidad Rousseau, Kant, Fichte,
Shelling, Hegel, entre otros, tomaron partido por el bando de la dominación patriarcal y elaboraron
los fundamentos teóricos que sirvieron de plataforma para la imaginación patriarcal que se
despliega en los textos literarios a los que me refiero.
Este trabajo quiere contribuir a desvelar los motivos ocultos de la imaginación patriarcal y los
instrumentos que utiliza para conseguir sus objetivos. Entre ellos hay que destacar que la literatura
es un medio privilegiado porque contribuye de forma extraordinaria a la educación sentimental,
desde los cuentos infantiles hasta las novelas para adultos. Gracias a su concurso se configura la
sensibilidad, se producen y reproducen los deseos, en un plano subliminal, que garantiza que
determinados estereotipos y prejuicios se consideren naturales.
El tema de la sujeción femenina se oculta y se presenta disfrazado del ideal más soñado que
es el amor verdadero. Esta es la meta que aprende a desear toda jovencita. Ese es el destino para
las mujeres que nos muestran las novelas románticas, que, sin embargo, ocultan las consecuencias
que la unión amorosa tiene para la mayoría de las mujeres, llegando al extremo de sugerir que si
no se puede alcanzar el amor, entonces es preferible la muerte. El deseo de ser amada y, sobre
todo, el temor de no llegar a serlo, se constituye en el objetivo primordial de la educación de la
sensibilidad y el deseo de las mujeres, lo que contribuye a producir el sometimiento, la sumisión y
la entrega, por propia voluntad, al amado. Estos valores son aprendidos a través de los modelos
literarios que se configuran en estos textos, que se convierten así en auténticas novelas de
formación para la reproducción de la sociedad patriarcal.
En definitiva, el amor romántico se ha utilizado como instrumento de educación de la
sensibilidad masculina y femenina dándole a cada sexo distinto rol. Formando al sujeto masculino
para que sienta que es el actor y que la mujer es su soporte y su apoyo para conseguirlo. Y al sujeto
femenino educándola para que desee sobre todas las cosas ser el soporte y apoyo de él. El amor se
convierte en su fin en la vida.
He querido contribuir a romper una lanza por la de-construcción de la imaginación patriarcal y
apuntar la necesidad de una nueva educación sentimental para que la igualdad en la esfera de la
intimidad y en las relaciones amorosas sea posible. Para que la mujer pueda ser un sujeto de pleno
derecho, no basta con que las leyes lo permitan, es necesario que desarrolle los deseos de serlo, es
necesario que aprenda desde la infancia a tener proyectos de vida personales. Es imprescindible
que tenga confianza en sí misma y que no se sienta responsable de la vida de los demás.
Por eso me parece que la consideración de la mujer como sujeto social de igual rango, deberá
pasar por una reconstrucción de los valores que se transmiten en la educación sentimental de las y
los jóvenes, en la que es necesario desmitificar no sólo la feminidad, lo que ha sido una de las
tareas fundamentales de la teoría feminista, sino también el amor romántico que ha servido como
coartada motivacional para afianzar y garantizar la subordinación de las mujeres y la situación de
desigualdad de los dos sexos. Ni la feminidad ni la masculinidad deben considerarse como la
“esencia” del ser humano, sino que son adjetivos de ella4. La adjetivación no debe sobrepasar la
importancia de lo sustantivo, que es común para todos los seres humanos.
El amor, por su parte, debe considerarse un sentimiento de igual importancia en la vida de
hombres y mujeres y debe re-definirse como vínculo libremente elegido al margen de la
exclusividad y de la posesión. En ningún caso se debería considerar que amar a alguien es un
derecho de propiedad, una profesión, una ocupación única en la vida, o una sagrada misión. Todo
ser humano, masculino o femenino, debería tener la posibilidad de expresarse y realizarse como
sujeto en sus actividades, al margen de que tuviera o no una relación amorosa y la relación
amorosa debería tener la misma importancia y las mismas consecuencias para ambos sexos.
Pero, en la educación sentimental que propicia la sociedad patriarcal, como hemos visto, se
transmite todo lo contrario. No sólo se enseña a las niñas y a las jóvenes a desear el amor, como
meta principal de sus vidas, sino que se las culpabiliza si no lo hacen5. De igual manera, se
transmite a los jóvenes que el amor les da derecho de propiedad sobre su pareja, y se les hace
desear que su mujer tenga como principal finalidad cuidarlos y apoyarlos .
4
Teoría que defienden las feministas que aceptan la Ilustración como punto de partida para la lucha por la dignidad de
la mujer como sujeto de pleno derecho.
5
En este sentido es interesante la colaboración entre Psicología y Feminismo.
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