Alberto Silva: Ética y estética de la Era Heian “La observación de la naturaleza y la meditación han generado arte” (Marco Tulio Cicerón) “En el sonido de la campana del monasterio de Gion resuena la caducidad de todas las cosas… Como el sueño de una noche de primavera, así de fugaz es el poder del orgulloso” (Heike Monogatari) Dado que la literatura es un medio eficaz, placentero y certero de acceder y comprender las grandes realizaciones culturales del Japón, consideramos que las expresiones literarias sintetizan buena parte del pensamiento nipón y que puede ser una vía de entrada para entender claves de su sociedad. ¿Se puede explicar algo de la mentalidad japonesa a través del arte? Tal vez estableciendo las bases de una retórica estética podamos arriesgar que la literatura es el puente entre diferentes manifestaciones artísticas que reflejen el pensamiento japonés y que la literatura femenina del período Heian puede dar sobradas muestras de esto. Entendemos por retórica a la disciplina que sistematiza procedimientos y técnicas de utilización del lenguaje para expresarse por medio de ciertos patrones estéticos. Después de la lectura de algunos textos de la época Heian (794-1185) como los capítulos del Genji Monogatari de Sei Shônagon, de El libro de la almohada de Murasaki Shikibu y de los Diarios, podemos asegurar que en la literatura femenina del período Heian abundan estos procedimientos o tópicos. Poder determinar cuáles son los recursos y técnicas de este período, para proponer la existencia de una estética que por momentos opera como una ética, es el objeto de este trabajo. Estética y ética Definir los valores estéticos, a partir de las reacciones emocionales que corresponden a los mismo valores, sería un camino posible frente a la gran dificultad para definir la belleza. Estas reacciones son individuales, subjetivas, pero están relacionadas con el objeto que nos parezca bello Los diferentes valores expresados en el arte corresponden entonces a intereses espirituales de un orden peculiar que encuentran su manifestación adecuada en la expresión artística; pero en la obra de arte no sólo se dan valores estéticos, se dan valores de muy diversa índole, de los que no se puede hacer abstracción al contemplar o juzgar la obra; así, hay expresiones artísticas cuya finalidad es moral, religiosa, política y aún de propaganda comercial. Dichas expresiones llevan en sí valores que no son puramente estéticos y no por eso se disminuye su valor artístico. Según Raymond Stites estos se denominan “extraestéticos” y buscan la afloración de ideas no solo estéticas. La paradoja del arte consiste en el hecho de que la obra de arte reúne las dos modalidades más contradictorias de la vida: pensamiento y sentimiento. Wittgenstein aduce que “ética y estética son lo mismo”, o literalmente “son Uno” (sind eins). Lo dice en el contexto en que afirma que “la ética es trascendental”, y esa trascendentalidad de la ética y de la estética también, remite a un “sujeto” que, sin embargo, no está más allá de los límites del mundo, sino que se determina como “un límite del mundo”. Lo trascendental es, por tanto, el límite y el sujeto como “sujeto” de ese límite. La estética japonesa busca encontrar el sentido de la vida por medio del arte: belleza equivale a armonía, a creatividad; es un impulso poético, un camino sensorial que lleva a la realización de la obra, que no tiene finalidad en sí, sino que va más allá. La belleza es una categoría ontológica, que remite a la existencia: consiste en alcanzar el sentido con el todo. El arte tiene un sentido trascendente, más sutil, más espiritual que el concepto aplicado a arte en occidente. El arte en Japón es una manifestación del espíritu vital, como energía que nutre nuestro ser, como “soplo divino” que unifica cuerpo, mente y espíritu. Todo el arte en Japón, la pintura, el teatro, la poesía o ceremonias como la del té expresan la síntesis entre pensamiento y el mundo de los sentidos. Cuando Suzuki Daisetsu afirma: “la belleza no está en la forma exterior sino en el significado que expresa” está confirmando la indisoluble unión del arte, como manifestación externa o simbólica de significados internos de categoría ontológica que nos remite a la existencia desde un punto de vista estético. La realización artística es un símbolo de la totalidad del universo, cualquier conocimiento especulativo y reflexivo sobre este universo es una mera especulación sobre el ser. El artista es un “hacedor”, como diría J. L. Borges, su objetivo no es la especulación sobre el ser, sino la creación de un objeto, de una obra de arte que constituye un aumento del ser. Al determinar cuáles son esos objetos y a través de qué procedimientos se expresan, tal vez podamos acercarnos a los valores subyacentes de la cultura nipona. Procedimientos estéticos Dada la extensión del trabajo, sólo consideré algunos de los muchos procedimientos estéticos. Procedimientos estéticos del mundo sensorial 1-La estética de lo contiguo. En la cultura japonesa del período Heian no se busca la síntesis, todo es continuo, las diversidades se presentan en un gran plano y no se contradicen: se complementan. Así tanto en el Genji Monogatari como en las listas de El libro de la almohada aparece lo sombrío y lo siniestro junto con la celebración, el erotismo, la pulsión sexual; el humor junto al lirismo, la percepción de los sentidos junto a la sutil ironía. Todos estos elementos presentados en una sutil contigüidad de estados y procesos que se vivencian y se describen minuciosamente. Después de imágenes de fiesta o de celebraciones con toda su pompa y solemnidad sobrevienen escenas lúgubres en donde sobrevuelan pensamientos de oscuro patetismo. La doctrina budista con su imagen del mundo como lugar de sufrimiento neutraliza muchas descripciones plagadas de imágenes sensoriales que plasman alegría y goce, pero como un continuum a estas ideas de oscuras premoniciones le van a sobrevenir nuevamente imágenes vitales y efervescentes. Mucho del pesimismo que aparece proviene del ámbito social y del político de la época porque el texto es “una callada queja contra el poder político de una familia” 2-La estética del espacio subjetivo. Los diarios, el zuihitzu, algunos relatos de viaje, los monogatari, o los libros de pensamientos en Japón tuvieron un amplio desarrollo y son géneros que carecen de una estructura formal establecida, desde una mirada occidental, pero no de belleza artística. Afirma Keene que estas obras dan inimitables descripciones de la naturaleza y las propias reacciones emocionales que esta provoca en los personajes. La frontera entre el mundo interior armonioso y bello y el mundo exterior de los jardines y los espacios naturales japoneses, es difuso porque uno invade el otro. Análogamente ocurre lo mismo con los espacios arquitectónicos nipones: el mundo exterior se funde con el ámbito interior, no se enfrentan, no son insalvables, son desplazables. La comunicación entre ambos espacios es lo habitual donde la baranda es la delgada frontera con el mundo circundante para sintonizar sus emociones. “Genji estaba apoyado en la barandilla contigua a la puerta del aposento, que daba al oeste, contemplando el jardín blanqueado por la escarcha. Soplaba un viento fuerte, la lluvia arreciaba y él tenía la sensación de que sus lágrimas competían con ella mientras murmuraba para sí, “¿Se habrá convertido ella en nube o en lluvia? Nunca lo sabré…” (Shikibu,M. 239-240). La naturaleza es un escenario emocional, es como un cuadro rediseñado, casi una fotografía. El clima y el territorio tienen una influencia decisiva en la literatura y en la vida del pueblo japonés. Los textos demuestran como la naturaleza como objeto y el sujeto no están escindidos, sino que permanecen en consonancia. Tal vez la influencia del budismo y del taoísmo contribuyó a crear la consciencia de que hombre y naturaleza está mucho más que unidos. Las escritoras sitúan a sus personajes en entornos naturales para el autoconocimiento, la reflexión y desarrollo de una sensibilidad especial .Morris comenta que si no se desarrollaba esta sensibilidad especial era imposible acceder a “la cualidad emocional de las cosas” y esto era la base de la consciencia estética y moral. La literatura en prosa continúa lo afianzado en la poesía: la evocación lírica de la naturaleza: las escritoras pasan a ser cronistas del instante vivido; “El libro de la almohada” comienza con la descripción de las delicias de cada estación; en el Genji cada capítulo tiene una referencia al calendario, o mal clima o a la naturaleza circundante. La arquitectura se hace eco de esta visión de la naturaleza, los palacios están rodeados de jardines abiertos y soleados que se diseñaban emulando paisajes famosos y en donde tenían lugar fiestas y celebraciones. 3-La estética de la insinuación y la sugerencia. En el Japón Heian “se muestra”, se sugiere, “no se demuestra”. Se desarrolla el arte de la insinuación, de la ambigüedad. Los aristócratas de la corte no ejercitaban la especulación teórica ni los estudios académicos; el fundamento de su cultura era el estético, y entre las artes la poesía era la principal. Y nada mejor para sugerir que un poema y nada más lejos del pensamiento especulativo que la poesía. La vida de la corte estaba inundada de poesía, la historia del Genji contiene 800 poemas y citas de poetas, había certámenes y muchos de estos se perdieron con excepción de los que se conservan en las obras de Shikibu y Shônagon. La poesía era para establecer contacto o tenía un fin social o referencial de la vida cotidiana. En El libro de la almohada se hace referencia a temas poéticos: “La capital. Arrurruz. Erizo de mar. Potros. Brotes e bambú” (Shônagon 43) o: “En un pedazo de papel color ciruela él escribió: Ella es conocida por su acidez,/por eso confío en quien la haya visto/no puede pasar sin saberlo. Y me entregó el papel: ella es una fruta que nadie ha probado todavía/¿quién podría besar sus labios y hablar de acidez?. Estoy estupefacta, respondí” (Shikibu. Diarios). Desde una mirada occidental, esta poesía tal vez contenga muchas frases hechas, con limitaciones léxicas, y bastante convencional; pero no debemos olvidar que era un arte que busca la originalidad expresiva por medio de otros recursos estéticos. Amalia Sato hace referencia a la presencia del ma, ese intervalo colocado artísticamente en tiempo o espacio en la danza, el teatro o la música en la poesía por medio de alusiones y misterio. Yojô y Yûgen son campos conceptuales que se superponen. Se aprecia lo simbólico como lo oscuro, lo indescifrable. Esta particular manera de “entrar” al texto poético es oblicua y nos habla de una retórica estética muy simbólica: “Bajo este árbol, donde la cigarra en época de muda dejó su caparazón vacío, sigo anhelando por todo cuánto sé que ella es” (Shikibu, Genji Monogatari 88). Los sobrentendidos abundan: “utsusemi” designa el caparazón semi vacía de una cigarra desde lo literal, desde lo simbólico es el vestido sin cuerpo que Genji observa mientras redacta su poema. Afirma Morris: “El temor a ser demasiado explícito siempre superaba al de resultar ininteligible: cuanta mayor sutileza podía darle uno a una alusión…tanto mayor era su prestigio” Sei Shônagon es experta en el reconocimiento de las alusiones a citas de poemas chinos y japoneses, que era tan importante como saber componerlos. Procedimientos estéticos del mundo espiritual 1-La estética de la impermanencia. “Mujo” o el sentido de la transitoriedad de lo mundano, lo efímero de todo el mundo material. Tal vez el equivalente oriental del “vanitas vanitatem” y el “carpe diem” clásico. Murasaki impregna todo el Genji de esta noción de evanescencia y transitoriedad de lo terrenal. Muchos personajes se enfrentan a la muerte del cuerpo físico a edad temprana y la naturaleza también es fugaz: pétalos que se marchitan, hojas que caen, las estaciones que rotan irremediablemente. Kaoru, el antihéroe, es el personaje más preocupado por este tema La idea del mundo físico como ilusión se metaforiza a través de elementos naturales como la niebla, el rocío, los sueños. El hecho de que las sustancias de las obras sean efímeras, debido al material de que están hechas, lo convierte en un acto de reflexión sobre el paso del tiempo. El último capítulo recibe el nombre de “Kumogakure”, “desvanecido en la nubes”, está en blanco y hace referencia a la muerte de Genji. Los personajes del Genji siempre sueñan y son plenamente conscientes de sus sueños. El sentido fugaz de la condición humana se relaciona con un fatalismo y determinismo karmático. En sucesivos pasajes del Genji se hace referencia a la idea del Karma predeterminado: Ukon se rinde al karma en la relación de Ukifune y Niou. En el Diario de Sarashina se menciona al karma en relación al trabajo del padre en tierras alejadas. El budismo influyó lo suficiente para inculcar la idea de que el sufrimiento es consecuencia del deseo y que este era inherente al ser humano. El problema es quesi bien tenemos podemos ejercer cierto tipo de control en las acciones actuales, no tenemos control sobre el pasado y propone, para evitar la generación de más karma el retiro a la vida monástica. En el final del Genji, Ukifune tras su intento de suicidio, expresa su deseo de hacerse monja y el religioso que la encontró expresa: “…este es un mundo donde no podemos confiar en nada. Tienes toda la razón de considerarlo vacío y fugaz […] Sin embargo, puedo asegurarte que vivir en este apacible entorno boscoso…te liberará de todo pesar y remordimiento” Procedimientos estéticos que vinculan el mundo sensorial con el espiritual 1-La estética del mono no aware. Hay en la obra una melancolía existencial motivada por el contraste entre el refinamiento aristocrático y las bellezas de la naturaleza que no logran ocultar los sufrimientos y miserias originadas e impuestas a los sentimientos de los personajes femeninos. Esta sensación se acentúa por el concepto de lo efímero que confiere a la narración la filosofía budista. El primero en detectarlo fue Mootori Noringa y nos revela que la palabra que aparece miles de veces repetida en el Genji conserva su valor semántico de patetismo inherente a la belleza externa porque inexorablemente va a desaparecer junto con quien la observa. Desde esta perspectiva también aparece lo “contiguo” entre observador y lo observado porque ambos van a desaparecer. La conexión entre belleza y tristeza lleva a la profunda reflexión de la caducidad y brevedad de todo lo vivo, ya sea la naturaleza o el arte: recordemos la reacción del emperador ante la danza de Genji (Capítulo 7 ”La celebración de las hojas enrojecidas”) o la conversación de los caballeros a la luz de la luna sobre personas ya fallecidas con las imágenes auditivas del canto de los grillos y los sones de la flauta. Es efímera la escenografía: luna, sonidos, momento del día, personas; y el contenido casi un “ubi sunt?” figurado. 2- La estética del decoro. El poderoso sentimiento de del “aware” que es pura expresión de la subjetividad incluso en su acepción etimológica (en la ortografía arcaica es la combinación de dos interjecciones a y hare que se emiten cuando el corazón está muy conmovido) no es la puesta en escena de una turbación romántica. Muy por el contrario es “un sereno sentimiento de resignación” El buen gusto no solo impregnaba toda la vida de la clase social aristocrática, sino que se imponía sobre cualquier otra escala axiológica. Era preferible tener sensibilidad estética que una correcta ética. El estilo se impone por sobre la moral y era una virtud que se relacionaba con la sensibilidad al estilo griego de la “areté” que se la vinculaba con la valentía y el heroísmo. Es el miyabi el refinamiento y la elegancia. Es ese buen gusto a la hora de las insinuaciones amorosas en una obra plagada de lances eróticos. Ser “bueno” o “yoki” era ser noble en el linaje, junto con la belleza física y la sensibilidad estética sin mención a la rectitud ética o la compasión con el semejante. El tipo de refinamiento que reflejan “El libro de la almohada” o el “Genji” en el período Heian eran considerados como escalas axiológicas. Hombres como Genji y Nion sensibles, valerosos, fuertes, artistas, exquisitos eran modelos a imitar y encarnan la metáfora del destino humano plagado de idas y venidas, de fiestas y entierros, de pensamientos decadentes y optimistas. Conclusión Esta idea de una búsqueda de ideal de belleza, de un estado de contemplación donde se unen el pensamiento y el mundo de los sentidos, es característica de la innata sensibilidad japonesa para el arte, y está perfectamente descripta en varios pasajes de los textos del período Heian. En esta literatura aparece lo estético coexistiendo con la trascendencia del Ser y lo artístico es un camino posible para la realización personal. La intuición, la extrema sensibilidad, la expresión emocional y la sencillez de actos y pensamientos, expresados a menudo de forma simbólica son características distintivas. Los procedimientos estéticos son el medio de ese pensamiento. La simplicidad y la naturalidad de las manifestaciones artísticas son reflejo de la naturaleza, por lo que no requieren una elaborada producción, sino que se basan en una economía de medios que otorga al arte una gran trascendencia, como reflejo de algo más elevado que queda tan sólo esbozado, sugerido, siendo posteriormente interpretado por el espectador.