Un disparo de Nievik La ética de Pereira, periodista Fernando Balseca Antonio Tabucchi es un escritor italiano de gran proyección internacional. De hecho, sus obras más importantes están traducidas al español en la Editorial Anagrama de Barcelona. Tal vez su novela más afamada sea Sostiene Pereira: una declaración, publicada en 1994, de la que se ha hecho una película con Marcelo Mastroianni como protagonista. La anécdota de la novela de Tabucchi sucede en la Lisboa de 1938, época de la terrible dictadura de Salazar. A Portugal llegan las noticias de la guerra civil española y se va sintiendo el ascenso del fascismo italiano, por lo que el relato retrata un ambiente en el que no se puede hablar demasiado. Pereira es un periodista viudo que se pasa añorando los días en que su mujer estaba viva. El periodista está muy viejo para los trotes que demanda el oficio pues los quebrantos en su salud son frecuentes; incluso los médicos le han recomendado un régimen de mucho cuidado ya que su vida peligra por causa de su sobrepeso. Mas nada de esto le impide realizar una de sus más caras aspiraciones: dirigir una página literaria mensual en un diario vespertino de mediana importancia, en la que traduce cuentos de la literatura francesa. Como dice Sergio Pitol, notable escritor mexicano y admirador de la magia de la prosa de Tabucchi, “Pereira es, a secas, un hombre bueno, inmerso en un mundo que cada día le repugna más”. Pereira entra en contacto con jóvenes que resisten activamente al fascismo en Europa, y, a partir de consideraciones humanitarias y católicas, se ve obligado a proteger y a defender a esos revoltosos: Pereira siente que su compromiso es la defensa de la vida y la libertad de opinión, por encima de los miedos que pueda generar un gobierno totalitario y represivo como el de Portugal. La novela cuenta el desarrollo de una amistad corta pero intensa entre Pereira y su redactor Monteiro Rossi, quien se especializa en elaborar obituarios de escritores europeos reconocidos; la idea es tener listos los materiales necrológicos para cuando esos autores se mueran. Pero la policía política trunca la vida de Monteiro Rossi, quien muere apaleado por los sicarios del régimen. Y aquí se yergue de modo inolvidable la figura del señor Pereira pues, burlando a la censura de prensa, consigue denunciar este crimen en la primera plana del mismo periódico que apoya la violencia del régimen. Pereira, movido por sus principios y por el idealismo que ha aprendido de los jóvenes, consigue decir la verdad en la cara misma del poder. En el Ecuador post-primera-vuelta-electoral de 2006 no hay un ambiente oprobioso como producto de un régimen totalitario; tampoco “oficialmente” hay persecución a la prensa; no se ha escuchado de amenazas graves a la libertad de expresión sino solamente iniciativas parciales de los estúpidos de siempre. Sin embargo, aquí y ahora tampoco se puede decir toda la verdad, no porque exista una prohibición expresa sino porque la maquinaria de los medios de comunicación aliados y sostenidos por los poderes políticos y económicos hace difícil que se escuchen todas las voces representativas de la ciudadanía. Es necesario entender el valor de los espacios alternativos de comunicación, que no están movidos por la maquinaria mercantil de los medios. Los grandes medios, cómplices en mantener las cosas como están, no están interesados en decir toda la verdad pues ésta muchas veces resulta insoportable, sobre todo porque descubre las miserias de la casta que se ha apropiado y lucrado del poder político en este país. Por todo esto necesitamos que la ética de Pereira, periodista, se sostenga en la mayor cantidad de espacios que ofrecen los medios de información, ya que existe el derecho de opinar y de informar de otra manera, de explorar el otro lado de la noticia, el que ocultan permanentemente los medios de comunicación que se han convertido en maquinarias de soporte del estado actual de cosas en el país.