Movimiento Cultural a Favor de la Vida y la Paz

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Junio/2007
Movimiento Cultural a Favor de la
Vida y la Paz
Por: José de Jesús LARA RUIZ
Recientemente, se han agudizado en la capital del Estado de Sinaloa, hechos de violencia en
donde el hampa organizada, está masacrando policías y guardianes del estado de derecho. Los
actos delictivos generalizados a lo largo y ancho del territorio sinaloense vienen a sumarse al
desatado problema de inseguridad que aqueja a nuestro país. Las autoridades judiciales se
encuentran atemorizadas y desconcertadas ante la ola de muertes que pasan a engrosar las
estadísticas de «crímenes sin castigo».
El flagelo de la violencia también alcanza a inocentes o victimas cuya mala suerte fue haber
estado en el lugar y en el momento equivocado, a decir del ciudadano común y corriente “en
Sinaloa, estamos viviendo una guerra de baja intensidad”. Nadie está exento que el día de mañana
le trunquen la vida por una bala perdida o por un artero asesinato a mano armada.
Las “razones” de la autoridad estatal
Para el ejecutivo estatal y los encargados de resguardar la seguridad de la ciudadanía, el problema
de la violencia está relacionado con «ajustes de cuentas» entre bandas de narcotraficantes. Hay un
reconocimiento social que la cultura del narco ha penetrado los distintos estratos sociales,
incluida de manera preponderante la actividad económica.
Las acciones como la integración de un Consejo de Seguridad, el apoyo federal a las actividades
para combatir el secuestro y el narcotráfico hasta el momento han sido insuficientes.
Poca tranquilidad o consuelo brinda la explicación de que en otros estados la violencia repunta a
mayores niveles que en Sinaloa.
Lo cierto es que el ama de casa, el estudiante, el obrero, el profesor, y en general la ciudadanía,
estamos inermes ante el poder de los barones de la droga que como un cáncer amenazan los
principios más elementales del derecho a la vida y a la paz.
Sinaloa en riesgo y en la mira
La falta de empleos dignos y bien renumerados; la escasez de espacios recreativos para el
impulso al deporte y el sano esparcimiento; el fomento que hacen los medios de comunicación
(sobre todo la TV y los anuncios espectaculares) a favor de las adicciones “permisibles” como el
tabaquismo y el alcoholismo; además de la música grupera que exalta los valores del dinero fácil
y rápido, son sólo unos cuantos ejemplos que abonan a favor de la cultura bronca en demérito de
una cultura por el trabajo perseverante, el estudio o de una cultura del aprendizaje.
La violencia que hoy padecemos es un reflejo de las contradicciones culturales del capitalismo
salvaje que pone en el centro valores como el hedonismo, el individualismo, y la obtención del
dinero como un fin de poder y distinción.
Resulta alarmante que en Sinaloa, las drogas “duras” cocaína y el crack (que entre sus procesos
sintéticos le agregan raticidas) no sólo la consumen adolescentes sino también menores de edad,
ya no digamos la proliferación de drogas “blandas” como el tabaquismo y alcoholismo.
Entre otras de las contradicciones, está que al ciudadano común y corriente se le detiene en los
“retenes policiales” mientras quienes ostentan camionetas broncas con vidrios polarizados y que
conducen a exceso de velocidad circulan impunemente sin que las autoridades los molesten. La
vox populli, sospecha de que existe un contubernio entre los transgresores y los guardianes de la
ley.
Los casos anteriores, son algunos elementos que explican el por qué nuestros jóvenes ven en los
capos y en la actividad del narcotráfico una alternativa para obtener riqueza y poder, aun a costa
de su vida y la de los demás. La influencia del narco en la sociedad ya sobrepasa la de aquellos
que se identifican con su música, su forma de hablar y de vestir, hasta incluir a profesionistas
refinados que sin embargo realizan actividades ilícitas vinculadas con el tráfico de drogas. La
tendencia apunta a un estado de cosas en que de no modificar su trayectoria, Sinaloa no sólo será
reconocida como «cuna del narco», sino también como el lugar en donde los cárteles de la droga
mantienen el control total de la sociedad.
La acción ciudadana y educativa por una cultura de la vida y la paz
De manera similar a un organismo que tiene que autogenerar sus propias defensas para
sobrevivir, la sociedad sinaloense está emplazada a organizarse. La complejidad del problema
compete a todos los sectores: educativo, económico, político y social.
Un primer paso es la conformación de una vasta Red Ciudadana organizada por la sociedad civil
que tendrá coordinación con las autoridades de los distintos niveles, incluidas las dependencias
educativas, de salud, de trabajo, cultura y deportes, entre otras.
En esta organización red, los jóvenes deben ocupar un lugar preponderante a fin de integrar
consejos ciudadanos en cada colonia con propósitos de brindar información a la ciudadanía de
los efectos que el «mundo de las drogas» está generando en nuestra sociedad. Adicional, a la
actividad de difusión de la problemática, se requiere el establecimiento de unidades médicas y
clínicas para el tratamiento de los adictos. Tal programa estratégico debe ser respaldado por
cuerpos de especialistas que trabajen de manera interdisciplinaria y transdisciplinaria, en donde la
atención de los casos vaya desde la información, atención médica y psicológica hasta la oferta de
fuentes de empleo y programas deportivos y recreativos en donde los jóvenes encuentren un
espacio propio para su desarrollo humano.
Un factor de importancia es la creación de observatorios ciudadanos en cada uno de los
municipios, que funcionen a manera de grandes portales electrónicos en donde de manera
interactiva los ciudadanos puedan hacer preguntas abiertas, presentar denuncias anónimas, y
contar con información de los avances que se están teniendo mediante la organización autónoma
de los propios ciudadanos.
Se trata de construir un gran movimiento cultural por la vida y la paz a partir de redes sociales
ciudadanas y redes tecnológicas, con el apoyo de especialistas, además del aporte financiero del
gobierno y del sector productivo.
La magnitud de la tarea es descomunal, dado que la red ciudadana tendría que penetrar en cada
una de las calles de las diferentes colonias de todos los estratos sociales, a partir de los mismos
habitantes. En este proceso, la detección de liderazgos es de suma importancia para comprender
el lenguaje de los jóvenes, es decir, hay que tomar conciencia que es un proceso de aprendizaje
en donde los cambios y las transformaciones deben darse a partir de la comprensión de que la
estela de muerte y destrucción que origina el problema de las drogas sólo puede ser combatida
por la propia sociedad y con la participación de los propios adictos.
La complejidad de las interacciones entre los actores o sujetos con marcadas diferencias en sus
estratos culturales y sociales es uno de los obstáculos más difíciles de superar.
Un rol importante lo ocupa el sistema educativo, mismo que a partir de la organización de los
estudiantes, maestros, autoridades educativas y padres de familia, aunado al apoyo de los medios
masivos de comunicación pueden impulsar eventos artísticos y culturales donde se presenten
“testimonios de vida” que han logrado superar el vicio de la drogadicción.
El ataque al problema debe extenderse también al ámbito jurídico para presentar iniciativas de
leyes que resulten del debate ciudadano en torno a: legalizar el uso de las drogas o incrementar
las penas por la producción, distribución y comercialización de enervantes, incremento a las
penas de cárcel a los secuestradores o la pena de muerte, confiscación de bienes e inmuebles
productos de actividades ligadas al narcotráfico, y el destino de tales bienes a la causa misma del
combate a la drogadicción en donde participa la red ciudadana. Son algunas de las interrogantes
que pueden ser contestadas con la participación ciudadana.
Se anticipa que la solución no está en dirección de reprimir los efectos de la violencia con
incrementar las penas o castigos; más bien, es un problema sociocultural en donde se tienen que
abatir las grandes desigualdades sociales, respetar los derechos humanos, y sobre todo, la
creación de espacios y oportunidades para los jóvenes en la expectativa de construcción de un
futuro digno.
Si Sinaloa, fue pionero en el problema del narcotráfico ¿No seremos capaces los sinaloenses de
innovar soluciones del combate a ese mal social que está engendrando los altos índices de
violencia y que amenazan con salir fuera de todo control?
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