La fuerza del saber - Universidad Pública de Navarra

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»Siento un fuerte dolor en las sienes, como si alguien me estuviese clavando miles de
agujas a la vez, y todos y cada uno de mis músculos están en tensión, como si estuviera
alerta ante algún peligro. No sé donde estoy ni porque acabo de despertar de un sueño
que no recuerdo haber empezado. En él, es mi primer día en la universidad. Me siento en
la fila de en medio del aula. Hay una chica a mi lado. Es bastante guapa, rubia y con unos
ojos de intenso color zafiro. Cambia el escenario. Un chico con ojos esmeralda me mira y
me habla sin parar, con gran desesperación mientras yo me siento caer inevitablemente y
perdiendo la consciencia. Una terrible jaqueca me despierta de este ¿sueño? Cuando me
acostumbro a la cegadora luz de los fluorescentes aparece ante mí la habitación de un
hospital. Un médico se encuentra a pocos metros de mí y al ver que despierto se acerca
con cautela. Veo el nombre del Lenox Hill Hospital en su ficha de identificación. Hace
un comentario acerca de mi salud que no consigo entender, mi mente está nublada y me
duelen varias partes de mi cuerpo. Sin darme cuenta, mi mano se mueve como un rayo y
una revista científica se materializa ante mis ojos. Comienzo a leer a una velocidad
vertiginosa, de la que yo ni siquiera me creía capaz, y me percato de que a cada palabra
que leo la neblina de mi mente desaparece y los dolores en mi cuerpo van remitiendo.
»La puerta de la habitación se abre ligeramente y atisbo la silueta de una persona que
entra a la habitación sigilosamente. Es una joven, alta, rubia, su rostro refleja
preocupación y sus preciosos ojos color zafiro enrojecidos y rodeados de unas marcadas
ojeras delatan el cansancio acumulado en su cuerpo. Se acerca a mí y las nubes de sus
ojos se condensan en lágrimas que surcan su bello rostro. Agradece a Dios que yo esté
viva. No sé quién es, pero se parece a la chica de mi sueño. Suavemente e intentando no
ser descortés le pregunto:
-¿Nos conocemos?
-Claro que sí, Amanda…Soy Kate, tu mejor amiga, ¿no te acuerdas de mí?-casi susurra.
-La verdad es que no…-Admito, sintiéndome ligeramente avergonzada.
»En ese momento interviene el doctor que, informe en mano, habla con Kate.
-Le comunico señorita que la joven aquí convaleciente ha sufrido severos traumatismos
que le han ocasionado, aparte de las evidentes contusiones y lesiones físicas moderadas,
una fuerte amnesia, creemos que reversible, que afecta a sus recuerdos a corto plazo.
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-¿Cómo he llegado a esta situación? ¿Tú lo sabes...eh...Kate, verdad? -pregunto
tímidamente.
-Sí, así es, pero ya te lo contaré a su debido tiempo, ¿vale?-dice dulcemente Kate.
-Vale, está bien ¿Y mis padres? ¿No han venido de Londres?
-No, el viaje a Nueva York es muy caro y no se lo pueden permitir. Llaman todos los
días para ver que tal estás. Mientras te recuperas yo cuidaré de ti, no te preocupes por
nada.
»Me encuentro tumbada en el mullido sofá de Kate con un libro en las manos. Desde que
salí del hospital siempre estoy leyendo, es lo único que me reconforta. Llevo dos días en
casa de Kate y estoy segura de que decía la verdad cuando afirmaba ser mi mejor amiga
porque, sin duda, se está comportando como tal. Pero la veo, a medida que mi salud
mejora, más torpe y olvidadiza cada día. El doctor tenía razón, sufro un tipo de amnesia
que hace que no recuerde nada de lo ocurrido en los dos últimos meses hasta el día que
desperté en el hospital.
- ¿Qué tal te encuentras? – Me pregunta Kate, con gran dulzura.
-Bastante mejor, gracias – Contesto, mostrándole una gran sonrisa de agradecimiento.
»Kate y yo nos conocimos hace aproximadamente dos meses, el primer día de
universidad, y desde entonces somos inseparables. Me ha ayudado a recordar todo lo
ocurrido desde entonces enseñándome fotos nuestras y contándome las anécdotas que se
esconden tras cada una de ellas. Ahora también recuerdo cuán importante era y sigue
siendo la presencia de Kate en mi vida.
»-Como te prometí -empieza a decir Kate- ha llegado el momento de contarte que pasó
para que acabaras en el hospital.
»Estábamos invitadas a una fiesta con los compañeros de la universidad en un nuevo pub
que han abierto. Todo marchaba genial, nos lo estábamos pasando como nunca,
charlando aquí, bailando allá. ¿Te acuerdas de aquél chico tan mono que se sienta en la
tercera fila en nuestra clase? No, claro. Perdona, hablo como si recordaras todo. Es un
chico muy guapo, moreno con unos ojazos verdes…
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-¿Ojos verdes has dicho?- Interrumpí, recordando al chico de mi sueño en el hospital.
-Sí, así es. -prosigue Kate, ligeramente extrañada por mi repentino interés- Pues creo que
le gustas porque durante la semana que has estado en coma, no ha habido un día que no
viniera a verte, muy preocupado por cierto por la evolución de tu amnesia. Bueno, la
cuestión es que sin saber cómo ni por qué desapareciste del pub. Yo pensé que te habías
ido con Joe que, por cierto, así es como se llama este chico, a dar un paseo un poco más
íntimo. Pasaron dos horas y recibo una llamada de Joe en la que me pide
desesperadamente que acuda en vuestra ayuda porque tú estás allí, en Central Park,
inconsciente bajo la trémula luz de una farola.
»-El resto ya te lo puedes imaginar –prosigue Kate- te llevé al hospital lo más rápido que
pude y allí te atendieron de urgencia. Cuando me dijeron que estabas en coma no me lo
podía creer. Todos esos tubos y aparatos que te rodeaban parecían apéndices más de tu
cuerpo y fueron la visión que me atormentó durante la semana más larga de mi vida. No
te imaginas la alegría que sentí cuando despertaste. Gracias a Dios todo vuelve a estar
bien –Concluye Kate, tratando de ocultar las lágrimas de emoción que aparecen en sus
ojos.
»Pero para mí hay algo que todavía no está bien. ¿Por qué terminé inconsciente?
Formulo esta pregunta a Kate y su respuesta cae como un jarro de agua fría sobre mí:
-Hay asuntos que una vez enterrados en la memoria es mejor no volver a sacar a la luz.
No me pidas explicaciones, solo cree en mi palabra, ya que este es, por desgracia, uno de
esos asuntos.
»Yo no doy crédito a lo que estoy oyendo. ¿A qué viene tanto secretismo? ¿De verdad
cree Kate que no voy a indagar por mi cuenta sobre ese asunto? Me propongo, por lo
tanto, igual que he recuperado del olvido nuestra amistad, recuperar también ese asunto
escabroso que parece que lo prudente es olvidar.
»Así que, dos semanas después, me encuentro ya en condiciones de volver a mi piso. Lo
primero que hago es llamar a todos los contactos de mi agenda para ponerme al día
sobre lo que he hecho en su compañía. Hay una única persona que no responde a mis
llamadas y, curiosamente, ese es Joe. Hay algo raro en él. Primero es la última persona
que está conmigo antes de quedarme inconsciente. Luego va a visitarme al hospital todos
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los días que estuve allí. Y después no da señales de querer verme ni de preocuparse por
mí cuando ya he despertado.
»Le pregunto a Kate sobre Joe, sobre este tema que tanto me está atormentando, y la
única respuesta que obtengo es que me olvide de él, que no me merece.
» Harta de tanto misterio decido agarrar al toro por los cuernos e ir directamente a casa
de Joe. Según la dirección que aparece en mi agenda, Joe vive en un pequeño chalet de
dos alturas, con enredaderas que rodean todas las ventanas y un agradable porche
decorado con toda suerte de flores. Llamo al timbre y espero impacientemente su
respuesta. Joe contesta al portero automático pero corta la llamada nada más oír mi voz.
No me lo puedo creer. ¿Qué le pasa a todo el mundo? No estoy dispuesta a darme por
vencida con tanta facilidad. Aunque tenga que fundir el timbre pienso entrar en esta casa
y pedirle las explicaciones que nadie parece querer darme por ahora. Vuelvo a tocar el
timbre, reiteradamente esta vez, para obligarle a contestar. Pero no parece estar por la
labor de satisfacer mis deseos.
»-¡Joe!-grito, gastando casi todo el aire de mis pulmones- Se que estás ahí dentro, no
pienso irme de aquí hasta que no respondas a mis preguntas. ¡No me pienso mover de
delante de esta casa hasta que no me abras la puerta ¿me estás escuchando? ¡No tienes
otra opción así que haz el favor…!
»No he terminado la frase, cuando oigo ruidos de pasos tras la fina puerta de roble que
separa el florido porche del interior de la casa. Se abre rápidamente la puerta y atisbo un
par de ojos verdes, sumidos en la oscuridad, que son acompañados por una suave pero
apremiante voz:
-Haz el favor de dejar de chillar y pasa dentro, Amanda. Ya veo que tu perseverancia no
se ha visto alterada por el curso de los recientes acontecimientos.»Cruzo el umbral de la puerta con paso decidido y me quedo asombrada con el aspecto
de la estancia que se presenta ante mis ojos. Es lo más parecido a una biblioteca que he
visto jamás dentro de una casa. Entre la inmensa cantidad de estanterías y libros
dispersados por todas partes se pueden vislumbrar los característicos muebles de un
salón. Joe es muy parecido al chico de mi sueño en el hospital, aunque en persona
impresiona más. Sus ojos verdes esmeralda son mucho más profundos de lo que me
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podía imaginar y en combinación con su carnosa boca le dan el aspecto de un ángel. Su
expresión deja entrever una gran seguridad en sí mismo. Me siento sumamente atraída
por Joe, pero me sorprendo al sentir una fuerte atracción por los libros que posee, hasta
el nivel de poder equiparar ambos sentimientos.
» -¿Puedes explicarme que está pasando?- lanzo esta pregunta sin ninguna explicación,
sin saber muy bien qué espero escuchar después.
-¿A qué te estás refiriendo exactamente?- Me contesta Joe, con otra pregunta, en tono
casi burlón.
-Sabes perfectamente- y pongo especial énfasis al pronunciar esa última palabra- a que
me estoy refiriendo. Te estoy preguntando porque fuiste la última persona con la que me
vieron antes de desaparecer. Y porque no has dejado de visitarme ni un solo día cuando
estaba en el hospital. Y te estoy preguntando también porque he tenido que venir yo, a tu
casa, tres semanas después de despertar del coma, a que me des respuesta a todas estas
preguntas porque tú no te has dignado ni a llamarme siquiera.
-Sabía que este momento iba a llegar tarde o temprano. Y te juro que no deseo
afrontarlo –Casi susurra Joe.
-Joe, no sé qué está pasando, pero siento que tú eres la única persona que puede
ayudarme en este momento. Y de verdad que necesito tú ayuda. Kate se niega a
contarme nada, y yo sé que sabe más de lo que aparenta.
»Veo la duda reflejada en el pálido rostro de Joe. Sé que va a ayudarme, lo presiento.
Pero también veo el dolor que le causa todo esto. Y no sé porqué.
-Amanda- la voz se le quiebra mientras pronuncia mi nombre- yo te quiero, de verdad
que te quiero. Pero ahora es mejor que te alejes de mí. Soy peligroso para ti. Aprovecha
ahora que no recuerdas tus sentimientos hacia mí, y vete muy lejos de aquí, y no vuelvas
jamás a mi lado. Hazlo tú, porque yo no soy capaz de dejarte.
»Con lágrimas surcando su rostro, veo a Joe pronunciar esas palabras, y sé que no me
miente, que el sentimiento era mutuo. Pero yo necesito saber más. Necesito saber que
pasó y porque se cree peligroso para mí.
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-Joe, no sé porque, pero te creo cuando dices que nos queríamos. Hagamos una cosa, tú
me cuentas todo lo que pasó desde que nos conocimos hasta que he despertado. Y yo
después me iré y no volveré a acercarme a ti jamás, si de verdad eso es lo que quieres.
Joe sonríe de una manera que me resulta tan familiar y tan personal que tan solo el hecho
de verla me hace estremecer.
- Se que después de escuchar todo no querrás irte, te conozco demasiado bien para saber
que no lo harás. Pero la verdad, no sé qué otra cosa puedo hacer. Me siento en la
obligación de contártelo. Mi propia conciencia no me permite dejarte en esa
incertidumbre de la que eres presa.
»Nos conocimos en la universidad y la amistad que surgió entre nosotros fue algo tan
natural y bonito como la puesta de sol. –comienza a relatar Joe- El amor llegó poco más
tarde irrefrenablemente. Nos convertimos en un solo corazón atrapado en dos cuerpos
diferentes, éramos dos personas y un solo ser. Pero había algo más. Algo que tú no
conocías, pero que no me sería posible ocultarte por mucho más tiempo. Conforme
pasaran los años ibas a notarlo, y me vi obligado a desvelarte la verdadera naturaleza de
mi existencia cuanto antes. Fue difícil, muy difícil. Demostrar a alguien que eres inmortal
es verdaderamente complicado. Y si amas a esa persona es todavía peor. Porque eso es
lo que soy. Soy inmortal, Amanda. No es una inmortalidad infinita, está ligeramente
condicionada. La única forma de conservarla es haciéndola crecer mediante el
conocimiento. ¿Ves todos estos libros? Literalmente, son mi vida. Ellos me dan la vida.
Si no los tuviera, hace décadas que yo ya no existiría. Me nutro leyendo, es como un
combustible para mí.
»Ahora que ya conoces mi naturaleza, te explicaré el origen de nuestro pequeño
problema de pareja. Tú, en tu terquedad, decidiste que querías ser como yo. Y no hubo
manera de hacerte cambiar de opinión. Esta es, precisamente, la razón de que Kate no
quisiera recordarte nada sobre este asunto. Ella se oponía totalmente a tu conversión. Me
tachaba de imprudente y egoísta por querer transformarte en alguien como yo. La verdad
es que no la culpo de ello. Porque yo, en mi infinito egoísmo, quería convertirte en un
ser inmortal para no tener que separarme jamás de ti, para compartir toda la eternidad
contigo. El problema es que, en materia de conversiones a la inmortalidad, yo solo me
sabía la teoría y jamás había llegado a la práctica. Tenía miedo, muchísimo miedo de
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hacerte daño, porque el más mínimo error de cálculo por mi parte podría llevarte a la
muerte. Eso al parecer no era un problema para ti. Por lo que, a pesar de las advertencias
de Kate, decidimos seguir adelante.
»El punto culminante de todo este asunto fue aquella noche de sábado, que por lo visto
Kate no te ha relatado en su totalidad. En un momento de confusión, tu y yo nos
escabullimos por una de las puertas laterales de la discoteca. El lugar elegido para
realizar tu conversión fue un retirado rincón en Central Park.
»Llegó el momento. Mis nervios a flor de piel. Tú, allí, entregada a mí en tu delicadeza.
Lo único que tenía que hacer era absorber tu mente usando la mía y dejarla en blanco.
Eliminar todo de tu mente menos lo que tu cuerpo necesita para seguir funcionando, para
así, poder grabar en tu mente el poder de la inmortalidad. Posteriormente, estando ya
conscientes los dos, construiríamos tu vida sobre la base de la inmortalidad. Parece difícil
¿verdad? Pues es todavía más difícil de lo que parece. Aunque aparentemente ningún
elemento estrictamente físico entrase en escena, fue más peligroso de lo que yo pensaba.
En el momento de absorber tu mente, la mía empezó a perder concentración. Fue
abordada por la idea de compartir la eternidad contigo, pero también por la de creer que
lo que estaba haciendo era un acto meramente egoísta por mi parte y perjudicial para ti.
El resultado fue funesto. El poder se escapó de mis manos. Perdí por completo el control
de mi mente, perdiendo a su vez toda tu mente en sí. Caíste inconsciente a mis pies y te
golpeaste en varias partes de tu delicado y precioso cuerpo. Yo creía enloquecer.
Rápidamente llamé a Kate y, entre reprimendas e insultos ella llamó a la ambulancia. Y
bueno, el resto creo que ya lo sabes.
»Vaya, sin duda esto es lo que yo estaba buscando, una explicación –Pienso- Solo que
no intuía siquiera que fuese a ser esa. Ahora empiezo a encontrar sentido a todo lo que
me ha estado pasando desde que desperté en el hospital -le digo a Joe- La imperceptible
forma en que mi mano agarró la revista en el hospital, la rapidez con que he leído todos
los libros de Kate. Ahora recuerdo el impacto que causó en mí la velocidad a la que se
curó la herida de mi mano producida por aquel vaso roto por Kate. Pienso que la torpeza
de Kate tiene también algo que ver conmigo.
» -Posiblemente –explica Joe- se deba a los problemas que tuve en el momento de tu
conversión. Al no poder configurar tu mente tras quedarse en blanco, ciertos aspectos de
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tu poder son incontrolables para ti. Por ejemplo, como inconscientemente lees cuando te
sientes débil o como, por instinto, absorbes el conocimiento de Kate siempre que estás a
su lado.
-Entonces, si al parecer mi mente se configuró sola y conseguí esos poderes…también
conseguiría la inmortalidad ¿No?- pregunto, esperando escuchar una respuesta
afirmativa.
-Parece ser que aquel día te transmití ciertamente todos los poderes, incluida la
inmortalidad, aunque no fuera consciente de ello.
»-¡Kate, rápido abre, soy yo, Amanda!
No he terminado de subir las escaleras del rellano cuando le digo a Kate antes de que ella
pueda saludarme siquiera:
-Kate, Joe me ha contado todo. Y debes saber que soy inmortal, o al menos eso creo.
Parece ser que mi mente reaccionó bien y pude terminar de convertirme pese a todo, y
que recibí todos los poderes.
Kate está perpleja, tanto por la rapidez con que he descubierto todo como por el poco
tacto que estoy teniendo al contárselo, y se da cuenta de que no tiene sentido seguir
fingiendo que ignora lo sucedido.
-¿Poderes? ¿Qué poderes tienes aparte de tu tan deseada inmortalidad?-pregunta Kate,
enfadada.
»Entonces le cuento la conclusión a la que he llegado en casa de Joe.
-Pero eso no puede demostrar totalmente que seas inmortal. Quizá al ser el mayor poder
y debido a las condiciones no pudiste lograr absorberlo, por decirlo de alguna manera.
»Entonces, no sé si en un acto de locura, temeridad o valentía digo:
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-Solo hay una forma de comprobarlo.
»Y así como lo pienso, lo hago. Echo a correr a lo largo de todo el piso, entro en la
cocina, agarro con una rapidez sobrenatural un cuchillo enorme por el mango y con toda
la fuerza que me permite mi cuerpo atravieso mi corazón de un solo movimiento.
»Kate se queda completamente inmóvil al ver como cicatriza la enorme herida de mi
pecho segundos después de extraer el cuchillo. Sus ojos brillan con una mezcla de
sorpresa y odio. Descubro que los sentimientos no se pueden ocultar a mi percepción.
»No reacciona. Kate parece haber entrado en una especie de trance. Está mirándome
fijamente a los ojos. Por fin, entreabre sus labios para, con voz quebrada, decir:
-Le hice prometer que no lo haría. Pero no me hizo caso, Amanda. Pensé que había
entrado en razón. De verdad llegué a creer que no lo iba a hacer. Ya veo que estaba
equivocada. Juré destruirlo si lo hacía, Amanda.
»Jamás había visto a Kate tan furiosa. Sus ojos están enrojecidos y su mirada fija en
algún punto que yo no soy capaz de distinguir, mirando pero sin ver nada, cegada por la
ira. Odia a Joe con toda su alma por haberme convertido en lo que ahora soy. Y la
venganza se impone en su corazón a cualquier otro sentimiento.
-Kate, tranquila- intento razonar con ella, a pesar de que ni siquiera se para a escucharmeJoe no ha hecho nada malo, él solo ha hecho lo que yo quería que hiciera.
-¡Eso no es ninguna razón!¡Tú no sabes lo que es ser inmortal!-grita Kate, con lágrimas
en los ojos.
-¡Ni tu tampoco! -Exploto yo al fin- ¡Deja que tome mis propias decisiones, Kate, tu no
eres quien para decidir por mí! ¡Si esto es lo que quiero, debes respetarlo!
-Amanda, se más de lo que crees. Yo nací así, yo no elegí esta vida. ¿Crees que soy
torpe? ¿Crees que ni siquiera me acerco a los libros porque odio leer? ¡Estoy intentando
deshacer este embrujo que me ata a una vida inmortal que no deseo, pero es imposible!
Hay algo que continuamente me atrae hacia cualquier lugar en el que haya un libro, y
tengo que luchar contra la necesidad de leer. Por eso soy así de torpe, Amanda, porque
llevo veinte años sin nutrirme con un libro.
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»No doy crédito a lo que acabo de escuchar.
-Amanda, debes saber que fui yo quien convirtió a Joe en lo que es.
-¿Qué?- Grito yo- esto es lo que me faltaba por escuchar, Kate. Me estás diciendo que tú
hiciste con él lo que tanto te opones a hacer conmigo. ¿Por qué? ¿Qué diferencia hay?
-Creí que podría deshacerme de mis…poderes, llamémoslo así, si se los traspasaba a
alguien. Creí que era algo demasiado especial como para que pudieran padecerlo dos
personas a la vez. Pensé que de esa manera podría vivir una vida normal. Pero lo único
que he conseguido es arruinar nuestras vidas.
»Tardo bastante en asimilar lo que Kate me está contando pero finalmente logró articular
las palabras:
-¿Porque elegiste a Joe? Y ¿Por qué quiere alguien dejar de ser inmortal cuando la
humanidad entera lleva milenios buscando ese mismo poder? Necesito que me lo
expliques porque yo sola no logro entenderlo.
-No todo el mundo está preparado para ser inmortal. Yo simplemente no puedo soportar
el hecho de perder a todas las personas que quiero. Es tan simple como egoísta, pero es
así.
»Me he ruborizado ligeramente. Realmente Kate está pasándolo mucho peor que nadie, y
es la que menos se queja. Sé que lo hace por mí, porque me quiere proteger, pero creo
que a estas alturas ya nadie va a poder proteger a nadie, porque ahora todos somos
iguales.
»Tengo que hablar con Joe, necesito saber si él siente lo mismo que Kate, si se siente
desdichado viviendo una vida inmortal.
-Antes de que te convirtiese si, sufría con esta existencia. Por la misma razón de Kate,
porque no soportaba poder perderte, y porque tampoco quería vivir una eternidad si no
era a tu lado. Ahora ser inmortal tiene más sentido que nunca.
-Vaya…Joe…es que estas pasando por alto un pequeño detalle…es que ahora mismo yo
no sé ni lo que siento. Recuerdo sentimientos y cada vez estoy más unida a ti. Pero estoy
un poco confundida todavía.
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-Entonces, por favor, permíteme que te aclare un poco las ideas a mi manera.
»Vaya, sin duda, de esto sí que me acuerdo. Creo que no debe ser posible olvidar unos
labios como estos.
»En el instante que se sucede entre el beso y cuando ambos abrimos los ojos, una
persona se ha materializado en la estancia que es el salón de Joe y se abalanza sobre este.
-¡Kate! ¿Qué estás haciendo?
»Pero, obviamente nadie me contesta. Lo único que acierto a ver es un montón de
extremidades golpeándose entre sí furiosamente y mis oídos escuchan el ruido atronador
procedente tanto de la pelea que está teniendo lugar delante de mis atónitos ojos como
de mis propios chillos de temor. No sé qué hacer. Para cuando mi mente a tomado la
decisión de intervenir pese a todo riesgo, el ruido cesa, y veo como el movimiento para y
la visión comienza a aclararse para dejar ver un cuerpo tirado en el suelo. Rápidamente
corro hacia el cuerpo inerte para descubrir que es el de Joe. No puedo dar crédito a lo
que ha pasado. ¿Está muerto? ¿Amanda, eres tonta? Es inmortal no puede morir. Pero su
expresión y su apariencia no dicen lo mismo.
-Joe…Joe ¿me oyes? Por favor, responde, vamos…
»Su corazón late débilmente. Sus ojos están abiertos, y acaban de fijar la mirada en los
míos. Oigo pasos. La otra persona sigue aquí. El miedo invade mi cuerpo. Si me ataca no
podre ayudar a Joe. De todas maneras no sé cómo hacerlo. Y si no puedo ayudarle y lo
pierdo lo demás no me importa.
-Lo siento muchísimo Amanda.
La voz de Kate. No me lo puedo creer.
-¿Porque lo has hecho, Kate? Si de verdad lo sientes ven aquí y ayúdame a curarle, y
sino vete antes de que te deje peor que a él.
-No puedo ayudarte a curarle. Sino no habría servido para nada el haberle atacado.
¿Sabes qué? Si atacas a quien tu mismo has creado mueres. Y si mueres ya no eres
inmortal ¿verdad Kate?
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»Tan tonta parece esa pregunta, y en realidad tiene toda la razón.
-No te preocupes, he tenido la prudencia de no matarlo. No quiero que estés toda la
eternidad sola. El te protegerá tanto o mejor que como lo hubiera hecho yo, y además te
hará feliz porque no estará lamentándose siempre de lo que es. Perdóname ¿vale?, te voy
a echar de menos, Amanda.
» Y yo a ti también…-alcanzo a decir, aunque no creo que me haya oído, porque ha
desaparecido de la estancia tan rápido como apareció en ella.
»Ella tenía razón. Joe se recuperó en menos de dos días y, la verdad, prefiero no pensar
en la relación que pudo existir entre la rápida curación de Joe y el estado de salud de
Kate.
»Hoy hacen cien años desde que Kate atacó a Joe y ochenta desde que decidimos irnos
de la ciudad. Tristemente, Kate tenía razón cuando decía lo doloroso que iba a ser perder
a tus seres queridos mientras tú no envejeces ni un ápice. Por ello, cuando ya nada ni
nadie nos ataban a la ciudad, nos fuimos a Paris. En lo referente al aspecto de nuestra
evidente juventud mientras vivíamos en Nueva York tuvimos que tomar medidas. Así
que nos servimos de la tan avanzada cirugía estética utilizada hacia el año 2060 y fuimos
envejeciendo nuestro aspecto poco a poco. Nada permanente, de todos modos, ya que
en el año 2100 esta cirugía estaba a millones de años luz de la que nos practicaron allá
por el año 2062 y volvimos a poseer nuestro aspecto juvenil del año 2010.
»Nuestra vida ahora en Paris es completamente diferente a nada de lo que nos pudimos
haber imaginado que serían nuestras vidas aquel primer día de universidad cuando nos
conocimos. Ahora mismo nos encontramos muy lejos de Nueva York, en un lugar donde
decenas de personas como nosotros llegados desde todas partes del mundo han
establecido una pequeña comunidad a orillas del Sena, donde vivir según nuestra
naturaleza. Un lugar que rebosa sabiduría, en el que todos nos apoyamos mutuamente
cuando nuestras fuerzas flaquean en la ardua tarea de vivir eternamente.
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