Schoenstatt Roma, septiembre 2012 Crónica de una Peregrinación

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Schoenstatt Roma, septiembre 2012
Crónica de una Peregrinación
Luego de varias semanas de preparación y de diferentes misas y actos de envío
desde nuestros santuarios y ermitas, el día sábado
15 de septiembre, día de la Pascua de nuestro Padre
Fundador, comenzamos nuestra peregrinación. En
el aeropuerto de Santiago nos encontramos todos
los peregrinos de Concepción, Coronel, Los
Ángeles, Chillán , Talca y hasta una señora de
Santiago. Lo único que hasta ese momento nos
hacía parecer un grupo es que lucíamos un lindo
cortaviento azul y el jockey rojo, ambos con el
símbolo del jubileo 2014 y nuestro lema: “Todo por tu Santuario”. Éramos 28 almas
anhelantes de partir al viejo continente para encontrar su historia y sus raíces
schoenstattianas y católicas. Nuestros jefes de peregrinación, Raúl y Sonia Calisto nos
habían guíado por email hasta ese momento con
gran entrega y dedicación. Sin embargo, muchos
rostros eran nuevos, pues jamás nos habíamos
visto. ¿Quiénes serían? ¿Qué pensarían?
Confiamos en que la Mater nos había escogido a
cada uno para reunirnos ese día y ser parte del
grupo de peregrinos. Claramente, en esos
momentos no éramos un grupo cohesionado, lo
que se notó en la primera misa celebrada en el
mismo aeropuerto, pues no todos se informaron de ella. Participamos algunos peregrinos y
algunos familiares.
Una vez que estuvimos en el avión pudimos descansar. El vuelo fue bueno, pero
incómodo, como siempre. La escala en Paris nos permitió degustar algunas de las
delicateses de los franceses, entre ellas los Eclair. Seguimos rumbo a Frankfurt donde nos
esperaba la hermana María Julia, de nacionalidad argentina, acompañada de su chofer,
Fred (Freddy para los latinos). Ese primer día en tierras alemanas, nos esperaba también el
primer desafío. La maleta de una de nuestras peregrinas, Sandra Gajardo, no llegó al
aereopuerto. Estábamos todos preocupados, pero la consigna del día era: “Nada pasa por
casualidad”, por lo tanto, sabíamos que debíamos confiar y comenzamos a experimentar la
conducción de Dios, y por primera vez, nos unimos en oración como grupo en torno a la
maleta y las mujeres en torno a las necesidades de nuestra peregrina afectada.
Por supuesto que después de la demora del aeropuerto llegamos tarde a Sonnenau,
casa en la cual alojamos en Schoenstatt. Gracias a Dios, Schoenstatt tiene un aire
profundamente latino, y nos esperaban con la cena, un poco más fría, pero riquísima.
Esa noche fuimos por primera vez al Santuario Original, fue un momento corto,
pero profundo. La misa fue después, en la capilla de la casa donde alojábamos. Una misa
tarde y con nuestros cuerpos cansados. Apenas percibimos que el Evangelio era la pregunta
de Jesús a sus discípulos sobre quién era Él. Es interesante, porque la última misa de la
peregrinación, en una de las capillas del
Vaticano, fue el mismo Evangelio. Se produciría
así un arco desde la primera misa hasta la última.
El lunes 17 de septiembre comenzó la
rutina matutina. Desayuno a las 8.00 hr y misa a
las 9.00 hr. Algunos más entusiastas se
levantaron antes, para ir al santuario de
madrugada. La hermana Silvia estaba entre ellos,
la más fiel, por supuesto.
Celebramos la misa en el santuario original. Por primera vez. Fue una misa muy
especial, profunda y emotiva. Estábamos en el origen de toda nuestra espiritualidad, en el
mismo lugar donde el Padre expresó su plática del 18 de octubre de 1914, la fuente de todas
nuestras gracias y alegrías.
Esa mañana comenzó nuestro conocimiento de Schoenstatt, del valle de Schoenstatt:
la historia primera, la tumba de los congregantes, la Piedra del adiós. Un lugar especial, un
arco de ladrillo, junto al estacionamiento, desde donde comienza un caminito de ascenso a
la Hochschule, el antiguo seminario de los palotinos en lo alto del monte, comenzó a captar
nuestra atención. Más tarde sería nombrado como el “Arco del hijo” por los mismos
peregrinos, y declarado símbolo de nuestra
peregrinación. Incluso reconoceríamos en él tres
gracias: la de la conquista (pues nos abre a la
conquista del santuario original para el 2014), la de
la misión (pues al pasar por él salimos al
estacionamiento, al mundo secular), y la de la
fidelidad (un valor muy importante para nuestro
Padre). Antes del almuerzo todavía alcanzamos a
visitar la tienda de los hermanos marianos para comprar algunos suveniers. Almorzamos a
las 12.30hr. Así es en Alemania.
Por la tarde subimos al monte Schoenstatt, donde está la Iglesia de la Trinidad o de
la Adoración. Dentro de ella descansa el
Padre Kentenich. La iglesia está
recubierta toda de piedra, con muchos
símbolos y juegos de luz. Fue un
descubrimiento para todos. Luego nos
dirigimos a los edificios de gobierno y
educación de las hermanas. Ahí está la
casa Schulungsheim donde nuestro
Padre vivió sus últimos tres años de
vida, después de volver del Exilio.
También está el santuario del jardín de María. Visitamos ahí la casa de las misiones, con
objetos característicos de los cinco continentes. En el camino a estas casas algunos se
entusiasmaron con los manzanos y recogieron algunas “santas manzanas”. Son mejores las
chilenas. Otro lugar importante que visitamos fue la banca del Padre, asiento donde él
descansaba y junto al cual caminaba cuando hacía algunas pausas en su atención a personas
en su oficina de Schulungsheim.
La historia de nuestro Padre nos iba emocionando cada vez más y los peregrinos
íbamos descubriendo la grandeza de su vida y de obra. El corazón se aquietaba y dejaba
que Dios y la Mater nos hablaran. Las gracias del
lugar comenzaban a actuar en nosotros. Por eso fue
tan emocionante poder estar con el Padre a solas
esa noche. Tuvimos el regalo de contar con dos
buenas horas en la tumba del Padre, desde las 20.00
a las 22.00 horas. Después de la cena, riquísima
como todas las comidas, subimos nuevamente a la
Iglesia de la Adoración. Un momento de oración
común abrió paso a tres minutos por persona o por matrimonio para estar a solas con el
Padre junto a su tumba. La hermana Silvia nos contó su testimonio con el Fundador y los
días de su muerte, pues ella estaba en Schoenstatt en ese momento. Nos contó con lujo de
detalle, pues tuvo la gracia de participar en todo y la astucia y audacia de inmiscuirse en
todo. Además nos reveló el secreto de la posición del Padre en la tumba, dónde está su
corazón (bajo la letra E de eccl E siam), y cómo hay tierra de Bellavista esparcida por todo
el borde interno la tumba. Su historia nos tocó y motivo esos cortos tres minutos personales
con el Padre. Volvimos agotados, pero felices. Sería la tónica de toda la peregrinación.
Antes de retirarnos a nuestras piezas, al momento de llegar a casa, nos esperaban dos
sorpresas: la maleta de Sandra y un rico café con kuchen alemán.
El martes era 18 de septiembre, día de
Alianza, día de la patria. Celebramos dos misas.
¡Qué intensidad! El ambiente era propicio. A eso
íbamos. A las 9.00hr en el santuario original y a las
19.00hr en la Pilgerkirche, la iglesia de peregrinos.
La primera fue una misa familiar y patria. Rezamos
por Chile y nuestras familias, como haríamos a lo
largo del viaje una y otra vez. Después partimos a
Monte Schoenstatt nuevamente. Nos faltaba visitar
la casa del Padre, un museo dedicado a la vida del
Padre. Fue un encuentro profundo con su persona.
Todos estábamos atentos. Las fotos corrían por acá
y allá. Iván Bahamondes, quien había comprado
una cámara días antes de partir, se iría
transformando poco a poco en nuestro fotógrafo
oficial. Otros lo seguían, pero ninguno alcanzaría el
record de 15.000 fotos que logró Iván. El museo del Padre está completamente registrado
por su lente. Pero sobre todo, la vida del Padre se registraba cada vez más en nuestro
corazón.
Volvimos a almorzar a Sonnenau, donde las
cocineras tenían hasta pebre para celebrar a Chile.
Un regalo sorpresa de María Isabel Fernández, quien
organizó nuestro viaje desde Chile. La tarde quedó
libre para preparar la fiesta patria en la noche. El
padre Joselo aprovechó para pasear rápidamente a
dos visitas penquistas que desde la tarde anterior
estaban en Schoenstatt, Paulina y Felix Contreras.
A las 19.00hr comenzó la misa en la iglesia de peregrinos. Fue en alemán, aunque
con lecturas y peticiones en diversos idiomas. Nuestro hermano Claudio Ercoreca leyó la
primera lectura en español. Después aparecería en las
noticias de Schoenstatt por internet. Los cantos,
estupendos. El ambiente, familiar. Al finalizar nos
dirigimos
al
santuario original en
procesión,
renovamos nuestra
Alianza de Amor, se impartió la bendición para toda la
Familia de Schoenstatt mundial y terminamos
quemando nuestro capital de gracias junto a la cruz
grande del prado del santuario. Había mucho capital de gracias, pues el 8 de septiembre la
Mater fue coronada como Reina de la Nueva Evangelización por todos los miembros de la
campaña de la Virgen Peregrina de Europa, que
habían traído sus contribuciones al capital de
gracias. Nosotros también aprovechamos de entregar
el nuestro, que era abundante y que representamos
en una bandera chilena. El día terminó con cueca,
vino y dulces chilenos, pallas y cantos en una sala de
la casa Sonnenau. Nos acompañó el padre Ignacio
Camacho, del curso del padre Joselo, algunas
chilenas y otras personas sudamericanas que están y trabajan en Schoenstatt.
Miércoles 19, día de visitar Gymnich, casa natalicia del Padre Kentenich. Partimos
después de desayuno. Ahora queríamos conocer la infancia y niñez del Padre. El gran tema
que se despertó entre los peregrinos fue la decisión de la mamá del Padre por llevarlo al
orfanato de Oberhausen. Eso nos permitió descubrir la
relación del Padre con su mamá y sus familiares. Y toda
la grandeza de su madre y su verdadera preocupación
por el niño. La historia de la noche de la decisión nos
impactó a todos. Después nos fuimos a la iglesia del
pueblo, donde celebramos la misa y renovamos nuestras
promesas bautismales. En esa iglesia fue bautizado
también el Padre, por eso al final de la misa nos fuimos a la pila bautismal y renovamos
nuestra renuncia a Satanás y nuestra fe en Dios Trino. El padre Joselo signó a cada
peregrino en la frente con el agua bendita de la pila. Fue un momento muy simbólico y
profundo. Luego vino una más de las muchas fotos de rigor de todo el grupo.
Dejamos la iglesia para almorzar allá mismo en los salones parroquiales y por la
tarden seguimos rumbo a Colonia, la antigua ciudad que se caracteriza por su imponente
catedral gótica. La visitamos, nos impactamos de sus tesoros y de su estructura, nos
alegramos de la cruz del siglo X, de las reliquias de
los reyes magos, de
los retablos antiguos,
de la Madona de
Milán. Ninguno se
animó a subir las
torres.
Queríamos
recorrer algo del
centro de la ciudad
para comprar algunos recuerdos y regalos. Cuando volvimos
de Colonia lo hicimos por la ribera este del río Rin, donde
descubrimos algunos lindos paisajes, algunas plantaciones de
viñas, castillos antiguos y la belleza de uno de los ríos que
cruza Alemania.
Después de cenar tuvimos nuestra primera evaluación del viaje. Fue increíble la
apertura de corazón que se dio y la profundidad de lo que la Mater había comenzado a
obrar en cada uno de nosotros. La figura del Padre resaltaba con fuerza y de manera
repetida. La confianza que se logró era fruto de la gracia. Hasta la hermana Silvia y el padre
Joselo tuvieron que hablar. El grupo se hacía más fuerte. Como siempre por la noche,
teníamos algo para compartir, y como siempre por la noche había un grupo de matrimonios
que se quedaba hasta tarde preparando cosas misteriosas en su computador. Sólo después
de unos días sabríamos de qué se trataba su secreto.
El jueves 20 de septiembre partimos a visitar Metternich, lugar que conserva el
legado de la hermana Emilie y la historia del jardín de María. La hermana nos impactó. Su
vida y su relación con el Padre Kentenich nos llamaron la atención profundamente. Aún
resuenan en nuestro corazón el tesón de Emilie por ser profesora, siendo que era la cuarta
de los hermanos y sólo las tres primeras estudiaban. O
también las palabras del papá de Emilie cuando se encuentra
con el Padre y le pide que se preocupe de hacer de estas dos
hijas suyas (pues dos entraron a las hermanas de María)
mujeres santas, o los símbolos que identifican a la hermana
Emilie: el Ita Pater (sí Padre), la maleta (de los dones que
Dios le regalaba) y las espigas de trigo (una hacia arriba,
hacia Dios, y la otra inclina, servicial a los hombres). La vida de la hermana Emilie fue un
descubrimiento para todos, lo mismo que la manera en la que el Padre la educó y la formó.
Visitamos su tumba, su pieza y el santuario del lugar, donde descubrimos particularidades,
como en todos los santuarios de Schoenstatt que visitamos en las dos semanas de
peregrinación. Algunos privilegiados, los jefes y futuros jefes,
pudieron acceder a la historia del jardín de María y su
misterio, lo que fue un gran regalo en profundidad y
amplitud. Sólo una foto da testimonio de nuestro paso por la
sala del jardín de María. Lo demás quedó en nuestros
corazones. Almorzamos y partimos a Koblenz (Coblenza,
Confluencia, pues está entre los ríos Rin y Mosel).
La tarde en la ciudad de Coblenza fue libre para visitar, comprar y pasear. Nos
separamos y juntamos sólo para volver a Vallendar. Cada uno pudo
visitar las lindas plazas de la ciudad con sus fuentes metálicas, las
iglesias antiguas como la de los jesuitas o la de san Cástor, el palacio de
la ciudad, las tiendas, las casas con sus balcones típicos, la “Esquina
alemana” donde está la estatua monumental del Kaiser Guillermo I, el
funicular sobre el Rin, o alguna buena heladería y pastelería alemana.
Volvimos a Sonnenau a cenar y por la noche tuvimos dos horas
más en la tumba del Padre. Los pocos que no habíamos podido contar
con nuestros tres minutos personales con el Padre, lo hicimos ahora. Pero lo más
importante fue la Alianza con el Padre que muchos sellaron y otros renovaron. Fue un
momento de compromiso radical con el Padre, después de
días conociendo su vida y su historia, y de entusiasmarse
con ellas. A nombre de todos los peregrinos, Iván leyó una
oración al Padre en la cual nombraba oficialmente el arco de
la muralla, entre el estacionamiento y la pradera junto al
santuario, como el arco del hijo. La
noche del miércoles, en la evaluación, el padre Joselo había
insinuado, en broma, su sorpresa de que el arco que tanto habíamos
cruzado el lunes, martes y miércoles, no hubiera significado nada
para ellos. Los matrimonios lo tomaron en serio y le dieron un
nombre. El arco del hijo pasó a ser un símbolo de nuestra
peregrinación a partir de ese momento.
Para terminar nuestro momento con el Padre rezamos un
rosario tranquilo y con mucho canto. Nos despedimos comunitariamente del Padre a las
22.00 hr. El día 20 de septiembre, día de su entierro en 1968, fue el día que muchos sellaron
su Alianza con él. ¡Qué regalo!
Hicimos un cambio de planes para el viernes y celebramos misa en el santuario de
las familias, que se caracteriza por su estatua en madera de la Sagrada Familia y por la red
de fotos familiares y de santuarios hogar que cuelga de una de sus paredes. Después de eso
visitamos la casa de los Padres de Schoenstatt en el monte Sión y su santuario.
Ahí nos recibió el padre Ignacio, que ya lo conocíamos, y nos mostró la estatua del
Padre, la rosa de los vientos, la capilla (donde cantamos), la ventana del Padre (de la casa
vieja, frente al santuario original), y el santuario de Sión (de los
padres). Lamentablemente estaban pintando el interior del
santuario y estaba lleno de baldes y escaleras, el piso cubierto
de plásticos y todos los objetos
del santuario retirados. Eso no
nos impidió rezar en ese lugar.
Recordamos que el Padre nos habla de un lugar de gracias,
el santuario; recordamos que el santuario original era
inicialmente una bodega de herramientas de jardín;
recordamos que el cuadro de la Mater llegó recién el año 1915 al santuario. Todo esto nos
motivó a rezar ahí, especialmente por nuestros sacerdotes y por tantas otras intenciones.
Luego tuvimos el regalo de ir a la sacristía del santuario y ver ahí todos los objetos del
retablo y las imágenes del santuario. Entre ellos estaba la corona de la Mater, que es un
regalo que hizo a los padres el curso de hermanas de María
de la hermana Silvia Beltrán… nuestra hermana Silvia. Ella
nunca había tenido la corona en sus manos. Lo que
inicialmente fue una desilusión por no encontrarla en el
santuario, se transformó en una bendición, en un regalo
cuando la pudimos ver y tocar en la sacristía, nos sacamos
fotos con ella y Dios pudo darle esta tremenda alegría a nuestra hermana Silvia. Dios y la
Mater seguían conduciendo la peregrinación.
En un acto de audacia, el chofer del bus bajó del Monte Sión a Sonnenau por el
camino estrecho que va directo y no se dio toda la vuelta que hicimos para llegar a la casa
de los padres. Pudimos llegar a la hora a almorzar. El
apuro se debía al barco que tomábamos por la tarde
para recorrer el Rin y visitar la ciudad de Boppard.
Todo funcionó bien. Boppard es una ciudad alemana
típica muy bien mantenida. Como muchas de estas
ciudades al borde del Rin viven del turismo y a fines
del verano hay siempre una fiesta que celebrar. Es la
tierra de los viñedos y del buen vino. Por lo mismo algunos de nuestros peregrinos
sufrieron más de algún chascarro en su visita. Más de algún acoso, los maridos. Pero las
esposas estaban atentas para defender a sus “galanes”. No cualquier valquiria destruiría lo
que por año se había cultivado con cuidado y paciencia. Me refiero al amor matrimonial.
Hay que decir, aunque no muy fuerte, que incluso la hermana pasó un pequeño susto
cuando se internó en medio de una multitud de dudosa reputación. Y todo por el atractivo
llamado de la buena música alemana que tocaba una orquesta del lugar.
El sábado 22 celebramos la misa en el santuario de los padres diocesanos de
Schoenstatt. El santuario de Marienau. A la salida nos tomamos la foto oficial de
peregrinación. Por eso todos estábamos con nuestras chaquetas azules. Con la misa
comenzamos nuestro retiro. Escribimos una carta al Padre Kentenich, centro de nuestros
días en Schoenstatt, para contestar la pregunta del evangelio de la primera misa en
Alemania la noche del domingo 16: ¿quién dice la gente que soy yo? (aplicada al Padre
Kentenich). Repasamos el misterio del arco del hijo. Recordamos nuestra semana, cada
santuario donde estuvimos, y cada imagen y símbolo que nos acompañó, y tratamos de
ponerle nombre a cada regalo que recibimos asociado a ese lugar o símbolo. Tomamos
espiritualmente la maleta de la hermana Emilie y nos
comprometimos a desarrollar y aportar a nuestras
ramas y ciudades con un don con el que Dios nos había
bendecido en nuestra vida o en nuestro paso por
Schoenstatt. Fue un retiro ágil y dinámico.
Terminamos al almuerzo y dejamos la tarde libre para
que cada uno volviera donde quisiera, comprara sus
últimas cosas y disfrutara del lugar.
Nos encontramos a la cena y luego avanzamos en la preparación de las maletas para
partir al día siguiente. Nos encontramos en el santuario a las 21.00hr para la última
bendición desde el santuario original a toda la familia internacional. El padre Joselo
presidió ese momento en español, alemán e
inglés. Había que “ponerle un poco de
color”. Volvimos a Sonnenau, donde algunos
matrimonios, los del misterio de las noches,
habían preparado una presentación Flash de
nuestra peregrinación de esos días y un
agradecimiento a la hermana Silvia, a la
hermana Julia y al padre Joselo. Resultó todo
muy sorpresivo y la hermana estaba
contentísima. Fue una noche de despedidas y
agradecimientos, en un ambiente familiar muy lindo y de gran cariño. Junto con el grupo de
peregrinos estaba Tobías, un joven de Suiza que había vivido en casa de los Olate en Chile.
El domingo 23, día del Señor, desayunamos como siempre a las 8.00hr. Partimos a
la iglesia de la Trinidad a las 9.00hr para participar de la misa de domingo con las hermanas
y los feligreses que estuvieran allá. Presidió la misa el padre Michael Marmann, quien fuera
superior de los padres de Schoenstatt en años pasados. El Evangelio del día hablaba de
Jesús que ponía un niño en el centro de los apóstoles después que habían discutido sobre
quién sería el más grande, y los invitaba a recibir al niño en nombre suyo, pues así lo
recibían a él y al que lo había enviado. Era significativo en cuanto la imagen del padre, en
la persona del Padre Kentenich, y del hijo, a través el arco del hijo, habían sido tan
importantes para nosotros. En la misa se leyó la primera lectura en español. Lo hizo Arlette
Alvarado. El padre Joselo también tuvo parte de la prédica y
entre otras cosas, invitó a los alemanes y a las hermanas a
aprender español en los siguientes dos años para poder hablar
mejor con los latinos que peregrinaran al santuario original
para los 100 años de la
fundación. Después de la
misa partimos a cargar el bus y al aeropuerto. Teníamos
vuelo a Amsterdam y desde ahí a Roma, la ciudad eterna.
Schoenstatt fue un tiempo increíble y ahora nos tocaba
compartir esa vivencia y ese espíritu con la Iglesia
universal.
Arribamos al aeropuerto internacional Leonardo Da Vinci. El contraste con
Alemania fue inmediato, no sólo porque el clima es más
caluroso y húmedo, sino también porque el país es más
desordenado. Tomamos la autopista a Roma y llegamos al
hotel Ergife. Pagamos nuestro impuesto al turista y
recibimos nuestras habitaciones. La primera noche no
podíamos dejar de salir, así es que cuando estuvimos listos
nos fuimos a comer a un restaurant cercano al hotel. Fue el
primer encuentro con la vida romana.
Al día siguiente seguiría esta aproximación a la vida italiana. El desayuno fue más
temprano que la semana anterior, para estar listos antes de las 8.00 hr y participar en la
misa de la parroquia cercana, Nuestra Señora de Guadalupe. La primera misa en italiano, a
pesar de que el sacerdote era de España y nos saludó en español al comienzo de la
eucaristía.
A las 9.30 hr comenzaba nuestro tour por la ciudad. Nos recogió el bus, que
conducía Antonio, igual que la noche anterior cuando nos
trajo del aeropuerto. Un personaje. Lo mismo el guía,
Stefano, que nos guió por la ciudad, nos mostró los secretos
del Coliseo romano, la historia y belleza de Santa María
Mayore, una de las cuatro basílicas romanas, el museo
Vaticano y la Basílica de san Pedro, y algunas de sus
interpretaciones de la vida, de la historia y de la Iglesia. Fue
un día intenso y largo, con mucho que absorber. Ese lunes el espíritu religioso fue tentado
por el espíritu de consumo y por el espíritu mundano de la ciudad grande, pero la Mater
vivía ya en nuestros corazones de manera distinta y se impondría. Al llegar la noche todavía
volvimos a la Plaza de San Pedro para despedirnos del
Señor. Después volvimos al hotel. Todavía algunos se
animaron a salir a comer. Otros lo harían en el hotel. La
terraza de la piscina pasó a ser un lugar de encuentro
nocturno querido por los peregrinos.
El martes 25 de septiembre los boletos eran a
Florencia, la ciudad renacentista que dio origen a tanto arte, vida y desarrollo de Italia y el
mundo. La ciudad de Miguel Ángel, de Rafael, de Galileo, de Dante y de tantos otros
artistas y científicos. Descubrirla fue un gozo. Por supuesto que nos faltó el tiempo. Nos
atrasamos en salir, en el viaje y en llegar, con lo que se nos acortó el recorrido. El bus era
un momento de alegría comunitaria, donde nuestros jefes y cada peregrino ponían lo mejor
de sí para crear un buen ambiente. Las bromas iban y venían, y la comunidad se fortalecía.
Así había sido en cada traslado de la peregrinación.
Al llegar a Florencia nos recibió una guía en español fantástica. Gozamos sus
explicaciones. Hicimos un recorrido ágil y lleno de novedades: la torre de la Zetta, la
Iglesia franciscana de la santa cruz donde está la estatua de
Dante Alighieri, la piazza della Signoria con sus magníficas
estatuas al aire libre, entre ellas una copia del David de
Miguel Ángel, la galería
Uffizi, el río Arno, el ponte
Vecchio, donde rescatamos a
algunas esposas de la compra de carteras, y finalmente el
Duomo de la ciudad con su baptisterio, dos gigantescas
obras del genio renacentista. Ahí nos separamos de la guía y
seguimos en pequeños grupos para recorrer iglesias, museos o simplemente la ciudad. Para
ver las obras de Donatello o Miguel Ángel, descubrir a Brunelleschi o a los muchos artistas.
Dejamos la ciudad temprano. Todos con ganas de volver a ella por un tiempo más largo. Al
llegar al hotel celebramos la misa, en una sala de reuniones. Una misa tranquila para
agradecer a Dios por las maravillas que nos regalaba y para pedirle por el día siguiente en
que nos encontraríamos con el Papa en la plaza de san
Pedro.
El miércoles fue un día especialmente
providencial. Sin tener seguridad de nuestra
ubicación, sin tener incluso las entradas para la
audiencia con el Papa, llegamos a ocupar los mejores
puestos y a tener una cercanía inesperada con el Papa.
Lamberto, italiano, amigo de Marcos y Mary, pues había vivido en Coronel debido a su
trabajo de ingeniero, nos ayudó desde el primer momento que llegamos a Italia. Este
italiano, casado con ecuatoriana, hermano del fotógrafo
oficial del Papa, nos abrió muchas puertas. Por él llegamos,
la hermana y yo, a estar a pocos metros del Papa durante las
dos horas de encuentro con él. Junto con esta cercanía, otro
de los recuerdos lindos de esa mañana fue el grito de “C H I,
chi, L E, le…” que hicimos
cuando fuimos saludos en la audiencia. Todos con nuestros
cortavientos azules y banderitas chilenas llamamos la
atención del Papa, quien se giró y nos sonrió. Al salir el
Papa, pasó frente a nosotros, a muchos de nosotros, pues
varios habían avanzado desde sus puestos a la primera fila
de nuestro recinto. Quedamos llenos de alegría con el
encuentro y felices de los cuidados de Dios y la Mater.
Después del almuerzo partimos al santuario de Belmonte, el santuario Matri
Ecclesiae (para la Madre de la Iglesia) a conocerlo y dar gracias por tanto regalo. Allá
celebramos misa y conocimos al padre Georg (Jorge) del
Instituto de los padres diocesanos de Schoenstatt. Como el
regreso fue temprano y a las 18.00 hr estábamos en el hotel,
aprovechamos esa noche para salir a conocer la Roma
nocturna. Algunos fuimos a piazza Spagna (plaza España) y
a Fontana di Trevi. Después de un día tan rico en
espiritualidad, venía bien la frescura de las plazas romanas
con su belleza artística. Por supuesto que todos lanzaron sus monedas a la fuente de tal
manera de volver a Roma algún día. ¡Qué así sea! Después comimos por ahí y recorrimos
aún más. Volvimos en el metro, que resultó un buenísimo medio de transporte. Otros
hicieron otros programas menos agotadores, pero igualmente comunitarios y entretenidos.
El jueves fue la visita a Asís, una ciudad medieval en una colina de gran belleza y
encanto y con la historia de dos tremendos santos de nuestra
Iglesia: san Francisco y santa Clara. Cómo ya era costumbre,
después de recibir nuestros equipos de audio con los
auriculares y de revisar que
funcionaran, partimos con la
guía de Asís que nos llevó en
primer lugar a la iglesia de santa Clara, donde están la
tumba de la santa y la cruz que habló a San Francisco
cuando la descubre entre las ruinas de la iglesia de san
Damiano. Un momento místico y profundo para todos. Seguimos caminando para descubrir
la belleza de la ciudad, la casa de Francesco, el taller de trabajo de su padre, el lugar donde
estuvo encarcelado por él debido a las supuestas “locuras” religiosas de su hijo, la plaza
principal de la ciudad, y finalmente la gran iglesia de san Francisco en el otro extremo de la
ciudad. Ahí visitamos la tumba de san Francisco, los frescos del Giotto que cuentas su vida
y celebramos misa en una capilla visitada por el Papa Juan Pablo II el año 2002, último año
que estuvo en Asís para rezar por la paz con todos los representantes de las diferentes
religiones del mundo. Por eso la capilla lleva el
nombre de “Capilla de la paz”.
Por la tarde recorrimos Asís en grupos o
individualmente, y nos encontramos para bajar a la
Porciuncula, la pequeña iglesita que construyó san
Francisco con sus primeros hermanos de orden
cuando Dios le pidió, en sueños, reconstruir la
Iglesia. La Porciuncula está protegida por una iglesia más grande que la contiene. La visita
fue rápida, pero significativa para todos. Volvimos a Roma. El silencio del bus hablaba de
todo lo vivido… y del cansancio acumulado. San Francisco, santa Clara y su santidad de
vida nos habían tocado a todos.
En Roma tuvimos nuestra evaluación final. Qué alegría fue para todos estas dos
semanas. Así quedó expresado esa noche. Todos habíamos vivido profundas experiencias
de la Mater, junto a vivencias naturales de amistad, alegría y descubrimientos que nos
tenían felices. Los halagos iban y venían con toda naturalidad. El agradecimiento era el
sentimiento fundamental. Después de poco más de una hora de repasar la historia que Dios
nos había entregado en esos días, nos separamos para ir a descansar. Al día siguiente
nuevamente sería temprano el comienzo y teníamos que preparar maletas.
La levantada fue temprano. Desayuno a las 6.00 hr con maletas listas y check out
hecho. Nos despedimos de Carmen y Gislain. A las 7.10 hr
partimos a San Pedro para celebrar nuestra última misa, en una
de las capillas del Vaticano. Todo gracias a la gestión de Mary
Rose, quien había pedido la capilla desde Chile semanas antes.
Logramos llegar justo a la hora para la misa, pues como pasa
siempre, perdíamos el camino por dónde teníamos que entrar.
Llegamos acalorados
al comienzo de la misa, pero estábamos en el
Vaticano, junto a la tumba de san Pedro, en el
centro de la Iglesia universal. Todo valía la pena
por estar ahí. Como dije antes, el Evangelio fue el
mismo de la primera misa en Europa. ¿Quién
dicen ustedes que soy yo? La pregunta de Jesús a
cada uno de nosotros después de dos semanas de
encuentro con lugares, historias y vida santa en ese continente. Era el momento del
compromiso con la Iglesia, de la misma manera que se le pidió a san Pedro cuando huía de
Roma ante las persecuciones y se le aparece Jesús mismo y le pregunta: ¿Quo vadis?
(¿adónde vas?). En el fondo: ¿por qué te escapas ahora que la cosa se pone dura? Ahora era
nuestro momento y nuestra respuesta. La misa fue muy significativa. Al final consagramos
especialmente a la hermana Silvia, pues para ella era la última vez en Roma. Era una
manera de agradecerle toda su entrega por esta peregrinación.
Al salir de la capilla pudimos despedirnos de San
Pedro, enterrado a pocos metros de donde estábamos.
Todavía recorrimos la basílica superior y luego nos
separamos para encontrarnos nuevamente en el hotel para
partir. Cada uno pudo recorrer la ciudad, visitar lugares
que le quedaron pendientes o hacer sus últimas compras.
Partimos al aeropuerto a las 15.30 hr. Después de
eso la historia es sencilla: un largo viaje de regreso a
casa, en el cual fuimos dejando peregrinos en el camino.
Algunos se quedaron en Paris, otros en Santiago, y el
resto volvió a sus ciudades. Pero todos llenos de vida y
de experiencias, agradecidos del buenísimo grupo de
peregrinación. Todos alegres, porque tenemos un lugar
propio en Schoenstatt, el arco del hijo, y porque
descubrimos mejor a nuestro fundador. Todos comprometidos con la Iglesia y con ganas de
transmitir nuestra experiencia y descubrimientos de estas semanas. Todos convencidos de
nuestro lema de peregrinación, “Todo por el santuario”. Todos felices y agradecidos con la
Mater, nuestra Reina de la peregrinación.
Gracias por todo Madre, todo te lo agradezco de corazón…
P Joselo Zabala
(con z y b larga, por si lo encuentran
mal escrito en www.schoenstatt.org)
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