Schoenstatt Roma, septiembre 2012 Crónica de una Peregrinación Luego de varias semanas de preparación y de diferentes misas y actos de envío desde nuestros santuarios y ermitas, el día sábado 15 de septiembre, día de la Pascua de nuestro Padre Fundador, comenzamos nuestra peregrinación. En el aeropuerto de Santiago nos encontramos todos los peregrinos de Concepción, Coronel, Los Ángeles, Chillán , Talca y hasta una señora de Santiago. Lo único que hasta ese momento nos hacía parecer un grupo es que lucíamos un lindo cortaviento azul y el jockey rojo, ambos con el símbolo del jubileo 2014 y nuestro lema: “Todo por tu Santuario”. Éramos 28 almas anhelantes de partir al viejo continente para encontrar su historia y sus raíces schoenstattianas y católicas. Nuestros jefes de peregrinación, Raúl y Sonia Calisto nos habían guíado por email hasta ese momento con gran entrega y dedicación. Sin embargo, muchos rostros eran nuevos, pues jamás nos habíamos visto. ¿Quiénes serían? ¿Qué pensarían? Confiamos en que la Mater nos había escogido a cada uno para reunirnos ese día y ser parte del grupo de peregrinos. Claramente, en esos momentos no éramos un grupo cohesionado, lo que se notó en la primera misa celebrada en el mismo aeropuerto, pues no todos se informaron de ella. Participamos algunos peregrinos y algunos familiares. Una vez que estuvimos en el avión pudimos descansar. El vuelo fue bueno, pero incómodo, como siempre. La escala en Paris nos permitió degustar algunas de las delicateses de los franceses, entre ellas los Eclair. Seguimos rumbo a Frankfurt donde nos esperaba la hermana María Julia, de nacionalidad argentina, acompañada de su chofer, Fred (Freddy para los latinos). Ese primer día en tierras alemanas, nos esperaba también el primer desafío. La maleta de una de nuestras peregrinas, Sandra Gajardo, no llegó al aereopuerto. Estábamos todos preocupados, pero la consigna del día era: “Nada pasa por casualidad”, por lo tanto, sabíamos que debíamos confiar y comenzamos a experimentar la conducción de Dios, y por primera vez, nos unimos en oración como grupo en torno a la maleta y las mujeres en torno a las necesidades de nuestra peregrina afectada. Por supuesto que después de la demora del aeropuerto llegamos tarde a Sonnenau, casa en la cual alojamos en Schoenstatt. Gracias a Dios, Schoenstatt tiene un aire profundamente latino, y nos esperaban con la cena, un poco más fría, pero riquísima. Esa noche fuimos por primera vez al Santuario Original, fue un momento corto, pero profundo. La misa fue después, en la capilla de la casa donde alojábamos. Una misa tarde y con nuestros cuerpos cansados. Apenas percibimos que el Evangelio era la pregunta de Jesús a sus discípulos sobre quién era Él. Es interesante, porque la última misa de la peregrinación, en una de las capillas del Vaticano, fue el mismo Evangelio. Se produciría así un arco desde la primera misa hasta la última. El lunes 17 de septiembre comenzó la rutina matutina. Desayuno a las 8.00 hr y misa a las 9.00 hr. Algunos más entusiastas se levantaron antes, para ir al santuario de madrugada. La hermana Silvia estaba entre ellos, la más fiel, por supuesto. Celebramos la misa en el santuario original. Por primera vez. Fue una misa muy especial, profunda y emotiva. Estábamos en el origen de toda nuestra espiritualidad, en el mismo lugar donde el Padre expresó su plática del 18 de octubre de 1914, la fuente de todas nuestras gracias y alegrías. Esa mañana comenzó nuestro conocimiento de Schoenstatt, del valle de Schoenstatt: la historia primera, la tumba de los congregantes, la Piedra del adiós. Un lugar especial, un arco de ladrillo, junto al estacionamiento, desde donde comienza un caminito de ascenso a la Hochschule, el antiguo seminario de los palotinos en lo alto del monte, comenzó a captar nuestra atención. Más tarde sería nombrado como el “Arco del hijo” por los mismos peregrinos, y declarado símbolo de nuestra peregrinación. Incluso reconoceríamos en él tres gracias: la de la conquista (pues nos abre a la conquista del santuario original para el 2014), la de la misión (pues al pasar por él salimos al estacionamiento, al mundo secular), y la de la fidelidad (un valor muy importante para nuestro Padre). Antes del almuerzo todavía alcanzamos a visitar la tienda de los hermanos marianos para comprar algunos suveniers. Almorzamos a las 12.30hr. Así es en Alemania. Por la tarde subimos al monte Schoenstatt, donde está la Iglesia de la Trinidad o de la Adoración. Dentro de ella descansa el Padre Kentenich. La iglesia está recubierta toda de piedra, con muchos símbolos y juegos de luz. Fue un descubrimiento para todos. Luego nos dirigimos a los edificios de gobierno y educación de las hermanas. Ahí está la casa Schulungsheim donde nuestro Padre vivió sus últimos tres años de vida, después de volver del Exilio. También está el santuario del jardín de María. Visitamos ahí la casa de las misiones, con objetos característicos de los cinco continentes. En el camino a estas casas algunos se entusiasmaron con los manzanos y recogieron algunas “santas manzanas”. Son mejores las chilenas. Otro lugar importante que visitamos fue la banca del Padre, asiento donde él descansaba y junto al cual caminaba cuando hacía algunas pausas en su atención a personas en su oficina de Schulungsheim. La historia de nuestro Padre nos iba emocionando cada vez más y los peregrinos íbamos descubriendo la grandeza de su vida y de obra. El corazón se aquietaba y dejaba que Dios y la Mater nos hablaran. Las gracias del lugar comenzaban a actuar en nosotros. Por eso fue tan emocionante poder estar con el Padre a solas esa noche. Tuvimos el regalo de contar con dos buenas horas en la tumba del Padre, desde las 20.00 a las 22.00 horas. Después de la cena, riquísima como todas las comidas, subimos nuevamente a la Iglesia de la Adoración. Un momento de oración común abrió paso a tres minutos por persona o por matrimonio para estar a solas con el Padre junto a su tumba. La hermana Silvia nos contó su testimonio con el Fundador y los días de su muerte, pues ella estaba en Schoenstatt en ese momento. Nos contó con lujo de detalle, pues tuvo la gracia de participar en todo y la astucia y audacia de inmiscuirse en todo. Además nos reveló el secreto de la posición del Padre en la tumba, dónde está su corazón (bajo la letra E de eccl E siam), y cómo hay tierra de Bellavista esparcida por todo el borde interno la tumba. Su historia nos tocó y motivo esos cortos tres minutos personales con el Padre. Volvimos agotados, pero felices. Sería la tónica de toda la peregrinación. Antes de retirarnos a nuestras piezas, al momento de llegar a casa, nos esperaban dos sorpresas: la maleta de Sandra y un rico café con kuchen alemán. El martes era 18 de septiembre, día de Alianza, día de la patria. Celebramos dos misas. ¡Qué intensidad! El ambiente era propicio. A eso íbamos. A las 9.00hr en el santuario original y a las 19.00hr en la Pilgerkirche, la iglesia de peregrinos. La primera fue una misa familiar y patria. Rezamos por Chile y nuestras familias, como haríamos a lo largo del viaje una y otra vez. Después partimos a Monte Schoenstatt nuevamente. Nos faltaba visitar la casa del Padre, un museo dedicado a la vida del Padre. Fue un encuentro profundo con su persona. Todos estábamos atentos. Las fotos corrían por acá y allá. Iván Bahamondes, quien había comprado una cámara días antes de partir, se iría transformando poco a poco en nuestro fotógrafo oficial. Otros lo seguían, pero ninguno alcanzaría el record de 15.000 fotos que logró Iván. El museo del Padre está completamente registrado por su lente. Pero sobre todo, la vida del Padre se registraba cada vez más en nuestro corazón. Volvimos a almorzar a Sonnenau, donde las cocineras tenían hasta pebre para celebrar a Chile. Un regalo sorpresa de María Isabel Fernández, quien organizó nuestro viaje desde Chile. La tarde quedó libre para preparar la fiesta patria en la noche. El padre Joselo aprovechó para pasear rápidamente a dos visitas penquistas que desde la tarde anterior estaban en Schoenstatt, Paulina y Felix Contreras. A las 19.00hr comenzó la misa en la iglesia de peregrinos. Fue en alemán, aunque con lecturas y peticiones en diversos idiomas. Nuestro hermano Claudio Ercoreca leyó la primera lectura en español. Después aparecería en las noticias de Schoenstatt por internet. Los cantos, estupendos. El ambiente, familiar. Al finalizar nos dirigimos al santuario original en procesión, renovamos nuestra Alianza de Amor, se impartió la bendición para toda la Familia de Schoenstatt mundial y terminamos quemando nuestro capital de gracias junto a la cruz grande del prado del santuario. Había mucho capital de gracias, pues el 8 de septiembre la Mater fue coronada como Reina de la Nueva Evangelización por todos los miembros de la campaña de la Virgen Peregrina de Europa, que habían traído sus contribuciones al capital de gracias. Nosotros también aprovechamos de entregar el nuestro, que era abundante y que representamos en una bandera chilena. El día terminó con cueca, vino y dulces chilenos, pallas y cantos en una sala de la casa Sonnenau. Nos acompañó el padre Ignacio Camacho, del curso del padre Joselo, algunas chilenas y otras personas sudamericanas que están y trabajan en Schoenstatt. Miércoles 19, día de visitar Gymnich, casa natalicia del Padre Kentenich. Partimos después de desayuno. Ahora queríamos conocer la infancia y niñez del Padre. El gran tema que se despertó entre los peregrinos fue la decisión de la mamá del Padre por llevarlo al orfanato de Oberhausen. Eso nos permitió descubrir la relación del Padre con su mamá y sus familiares. Y toda la grandeza de su madre y su verdadera preocupación por el niño. La historia de la noche de la decisión nos impactó a todos. Después nos fuimos a la iglesia del pueblo, donde celebramos la misa y renovamos nuestras promesas bautismales. En esa iglesia fue bautizado también el Padre, por eso al final de la misa nos fuimos a la pila bautismal y renovamos nuestra renuncia a Satanás y nuestra fe en Dios Trino. El padre Joselo signó a cada peregrino en la frente con el agua bendita de la pila. Fue un momento muy simbólico y profundo. Luego vino una más de las muchas fotos de rigor de todo el grupo. Dejamos la iglesia para almorzar allá mismo en los salones parroquiales y por la tarden seguimos rumbo a Colonia, la antigua ciudad que se caracteriza por su imponente catedral gótica. La visitamos, nos impactamos de sus tesoros y de su estructura, nos alegramos de la cruz del siglo X, de las reliquias de los reyes magos, de los retablos antiguos, de la Madona de Milán. Ninguno se animó a subir las torres. Queríamos recorrer algo del centro de la ciudad para comprar algunos recuerdos y regalos. Cuando volvimos de Colonia lo hicimos por la ribera este del río Rin, donde descubrimos algunos lindos paisajes, algunas plantaciones de viñas, castillos antiguos y la belleza de uno de los ríos que cruza Alemania. Después de cenar tuvimos nuestra primera evaluación del viaje. Fue increíble la apertura de corazón que se dio y la profundidad de lo que la Mater había comenzado a obrar en cada uno de nosotros. La figura del Padre resaltaba con fuerza y de manera repetida. La confianza que se logró era fruto de la gracia. Hasta la hermana Silvia y el padre Joselo tuvieron que hablar. El grupo se hacía más fuerte. Como siempre por la noche, teníamos algo para compartir, y como siempre por la noche había un grupo de matrimonios que se quedaba hasta tarde preparando cosas misteriosas en su computador. Sólo después de unos días sabríamos de qué se trataba su secreto. El jueves 20 de septiembre partimos a visitar Metternich, lugar que conserva el legado de la hermana Emilie y la historia del jardín de María. La hermana nos impactó. Su vida y su relación con el Padre Kentenich nos llamaron la atención profundamente. Aún resuenan en nuestro corazón el tesón de Emilie por ser profesora, siendo que era la cuarta de los hermanos y sólo las tres primeras estudiaban. O también las palabras del papá de Emilie cuando se encuentra con el Padre y le pide que se preocupe de hacer de estas dos hijas suyas (pues dos entraron a las hermanas de María) mujeres santas, o los símbolos que identifican a la hermana Emilie: el Ita Pater (sí Padre), la maleta (de los dones que Dios le regalaba) y las espigas de trigo (una hacia arriba, hacia Dios, y la otra inclina, servicial a los hombres). La vida de la hermana Emilie fue un descubrimiento para todos, lo mismo que la manera en la que el Padre la educó y la formó. Visitamos su tumba, su pieza y el santuario del lugar, donde descubrimos particularidades, como en todos los santuarios de Schoenstatt que visitamos en las dos semanas de peregrinación. Algunos privilegiados, los jefes y futuros jefes, pudieron acceder a la historia del jardín de María y su misterio, lo que fue un gran regalo en profundidad y amplitud. Sólo una foto da testimonio de nuestro paso por la sala del jardín de María. Lo demás quedó en nuestros corazones. Almorzamos y partimos a Koblenz (Coblenza, Confluencia, pues está entre los ríos Rin y Mosel). La tarde en la ciudad de Coblenza fue libre para visitar, comprar y pasear. Nos separamos y juntamos sólo para volver a Vallendar. Cada uno pudo visitar las lindas plazas de la ciudad con sus fuentes metálicas, las iglesias antiguas como la de los jesuitas o la de san Cástor, el palacio de la ciudad, las tiendas, las casas con sus balcones típicos, la “Esquina alemana” donde está la estatua monumental del Kaiser Guillermo I, el funicular sobre el Rin, o alguna buena heladería y pastelería alemana. Volvimos a Sonnenau a cenar y por la noche tuvimos dos horas más en la tumba del Padre. Los pocos que no habíamos podido contar con nuestros tres minutos personales con el Padre, lo hicimos ahora. Pero lo más importante fue la Alianza con el Padre que muchos sellaron y otros renovaron. Fue un momento de compromiso radical con el Padre, después de días conociendo su vida y su historia, y de entusiasmarse con ellas. A nombre de todos los peregrinos, Iván leyó una oración al Padre en la cual nombraba oficialmente el arco de la muralla, entre el estacionamiento y la pradera junto al santuario, como el arco del hijo. La noche del miércoles, en la evaluación, el padre Joselo había insinuado, en broma, su sorpresa de que el arco que tanto habíamos cruzado el lunes, martes y miércoles, no hubiera significado nada para ellos. Los matrimonios lo tomaron en serio y le dieron un nombre. El arco del hijo pasó a ser un símbolo de nuestra peregrinación a partir de ese momento. Para terminar nuestro momento con el Padre rezamos un rosario tranquilo y con mucho canto. Nos despedimos comunitariamente del Padre a las 22.00 hr. El día 20 de septiembre, día de su entierro en 1968, fue el día que muchos sellaron su Alianza con él. ¡Qué regalo! Hicimos un cambio de planes para el viernes y celebramos misa en el santuario de las familias, que se caracteriza por su estatua en madera de la Sagrada Familia y por la red de fotos familiares y de santuarios hogar que cuelga de una de sus paredes. Después de eso visitamos la casa de los Padres de Schoenstatt en el monte Sión y su santuario. Ahí nos recibió el padre Ignacio, que ya lo conocíamos, y nos mostró la estatua del Padre, la rosa de los vientos, la capilla (donde cantamos), la ventana del Padre (de la casa vieja, frente al santuario original), y el santuario de Sión (de los padres). Lamentablemente estaban pintando el interior del santuario y estaba lleno de baldes y escaleras, el piso cubierto de plásticos y todos los objetos del santuario retirados. Eso no nos impidió rezar en ese lugar. Recordamos que el Padre nos habla de un lugar de gracias, el santuario; recordamos que el santuario original era inicialmente una bodega de herramientas de jardín; recordamos que el cuadro de la Mater llegó recién el año 1915 al santuario. Todo esto nos motivó a rezar ahí, especialmente por nuestros sacerdotes y por tantas otras intenciones. Luego tuvimos el regalo de ir a la sacristía del santuario y ver ahí todos los objetos del retablo y las imágenes del santuario. Entre ellos estaba la corona de la Mater, que es un regalo que hizo a los padres el curso de hermanas de María de la hermana Silvia Beltrán… nuestra hermana Silvia. Ella nunca había tenido la corona en sus manos. Lo que inicialmente fue una desilusión por no encontrarla en el santuario, se transformó en una bendición, en un regalo cuando la pudimos ver y tocar en la sacristía, nos sacamos fotos con ella y Dios pudo darle esta tremenda alegría a nuestra hermana Silvia. Dios y la Mater seguían conduciendo la peregrinación. En un acto de audacia, el chofer del bus bajó del Monte Sión a Sonnenau por el camino estrecho que va directo y no se dio toda la vuelta que hicimos para llegar a la casa de los padres. Pudimos llegar a la hora a almorzar. El apuro se debía al barco que tomábamos por la tarde para recorrer el Rin y visitar la ciudad de Boppard. Todo funcionó bien. Boppard es una ciudad alemana típica muy bien mantenida. Como muchas de estas ciudades al borde del Rin viven del turismo y a fines del verano hay siempre una fiesta que celebrar. Es la tierra de los viñedos y del buen vino. Por lo mismo algunos de nuestros peregrinos sufrieron más de algún chascarro en su visita. Más de algún acoso, los maridos. Pero las esposas estaban atentas para defender a sus “galanes”. No cualquier valquiria destruiría lo que por año se había cultivado con cuidado y paciencia. Me refiero al amor matrimonial. Hay que decir, aunque no muy fuerte, que incluso la hermana pasó un pequeño susto cuando se internó en medio de una multitud de dudosa reputación. Y todo por el atractivo llamado de la buena música alemana que tocaba una orquesta del lugar. El sábado 22 celebramos la misa en el santuario de los padres diocesanos de Schoenstatt. El santuario de Marienau. A la salida nos tomamos la foto oficial de peregrinación. Por eso todos estábamos con nuestras chaquetas azules. Con la misa comenzamos nuestro retiro. Escribimos una carta al Padre Kentenich, centro de nuestros días en Schoenstatt, para contestar la pregunta del evangelio de la primera misa en Alemania la noche del domingo 16: ¿quién dice la gente que soy yo? (aplicada al Padre Kentenich). Repasamos el misterio del arco del hijo. Recordamos nuestra semana, cada santuario donde estuvimos, y cada imagen y símbolo que nos acompañó, y tratamos de ponerle nombre a cada regalo que recibimos asociado a ese lugar o símbolo. Tomamos espiritualmente la maleta de la hermana Emilie y nos comprometimos a desarrollar y aportar a nuestras ramas y ciudades con un don con el que Dios nos había bendecido en nuestra vida o en nuestro paso por Schoenstatt. Fue un retiro ágil y dinámico. Terminamos al almuerzo y dejamos la tarde libre para que cada uno volviera donde quisiera, comprara sus últimas cosas y disfrutara del lugar. Nos encontramos a la cena y luego avanzamos en la preparación de las maletas para partir al día siguiente. Nos encontramos en el santuario a las 21.00hr para la última bendición desde el santuario original a toda la familia internacional. El padre Joselo presidió ese momento en español, alemán e inglés. Había que “ponerle un poco de color”. Volvimos a Sonnenau, donde algunos matrimonios, los del misterio de las noches, habían preparado una presentación Flash de nuestra peregrinación de esos días y un agradecimiento a la hermana Silvia, a la hermana Julia y al padre Joselo. Resultó todo muy sorpresivo y la hermana estaba contentísima. Fue una noche de despedidas y agradecimientos, en un ambiente familiar muy lindo y de gran cariño. Junto con el grupo de peregrinos estaba Tobías, un joven de Suiza que había vivido en casa de los Olate en Chile. El domingo 23, día del Señor, desayunamos como siempre a las 8.00hr. Partimos a la iglesia de la Trinidad a las 9.00hr para participar de la misa de domingo con las hermanas y los feligreses que estuvieran allá. Presidió la misa el padre Michael Marmann, quien fuera superior de los padres de Schoenstatt en años pasados. El Evangelio del día hablaba de Jesús que ponía un niño en el centro de los apóstoles después que habían discutido sobre quién sería el más grande, y los invitaba a recibir al niño en nombre suyo, pues así lo recibían a él y al que lo había enviado. Era significativo en cuanto la imagen del padre, en la persona del Padre Kentenich, y del hijo, a través el arco del hijo, habían sido tan importantes para nosotros. En la misa se leyó la primera lectura en español. Lo hizo Arlette Alvarado. El padre Joselo también tuvo parte de la prédica y entre otras cosas, invitó a los alemanes y a las hermanas a aprender español en los siguientes dos años para poder hablar mejor con los latinos que peregrinaran al santuario original para los 100 años de la fundación. Después de la misa partimos a cargar el bus y al aeropuerto. Teníamos vuelo a Amsterdam y desde ahí a Roma, la ciudad eterna. Schoenstatt fue un tiempo increíble y ahora nos tocaba compartir esa vivencia y ese espíritu con la Iglesia universal. Arribamos al aeropuerto internacional Leonardo Da Vinci. El contraste con Alemania fue inmediato, no sólo porque el clima es más caluroso y húmedo, sino también porque el país es más desordenado. Tomamos la autopista a Roma y llegamos al hotel Ergife. Pagamos nuestro impuesto al turista y recibimos nuestras habitaciones. La primera noche no podíamos dejar de salir, así es que cuando estuvimos listos nos fuimos a comer a un restaurant cercano al hotel. Fue el primer encuentro con la vida romana. Al día siguiente seguiría esta aproximación a la vida italiana. El desayuno fue más temprano que la semana anterior, para estar listos antes de las 8.00 hr y participar en la misa de la parroquia cercana, Nuestra Señora de Guadalupe. La primera misa en italiano, a pesar de que el sacerdote era de España y nos saludó en español al comienzo de la eucaristía. A las 9.30 hr comenzaba nuestro tour por la ciudad. Nos recogió el bus, que conducía Antonio, igual que la noche anterior cuando nos trajo del aeropuerto. Un personaje. Lo mismo el guía, Stefano, que nos guió por la ciudad, nos mostró los secretos del Coliseo romano, la historia y belleza de Santa María Mayore, una de las cuatro basílicas romanas, el museo Vaticano y la Basílica de san Pedro, y algunas de sus interpretaciones de la vida, de la historia y de la Iglesia. Fue un día intenso y largo, con mucho que absorber. Ese lunes el espíritu religioso fue tentado por el espíritu de consumo y por el espíritu mundano de la ciudad grande, pero la Mater vivía ya en nuestros corazones de manera distinta y se impondría. Al llegar la noche todavía volvimos a la Plaza de San Pedro para despedirnos del Señor. Después volvimos al hotel. Todavía algunos se animaron a salir a comer. Otros lo harían en el hotel. La terraza de la piscina pasó a ser un lugar de encuentro nocturno querido por los peregrinos. El martes 25 de septiembre los boletos eran a Florencia, la ciudad renacentista que dio origen a tanto arte, vida y desarrollo de Italia y el mundo. La ciudad de Miguel Ángel, de Rafael, de Galileo, de Dante y de tantos otros artistas y científicos. Descubrirla fue un gozo. Por supuesto que nos faltó el tiempo. Nos atrasamos en salir, en el viaje y en llegar, con lo que se nos acortó el recorrido. El bus era un momento de alegría comunitaria, donde nuestros jefes y cada peregrino ponían lo mejor de sí para crear un buen ambiente. Las bromas iban y venían, y la comunidad se fortalecía. Así había sido en cada traslado de la peregrinación. Al llegar a Florencia nos recibió una guía en español fantástica. Gozamos sus explicaciones. Hicimos un recorrido ágil y lleno de novedades: la torre de la Zetta, la Iglesia franciscana de la santa cruz donde está la estatua de Dante Alighieri, la piazza della Signoria con sus magníficas estatuas al aire libre, entre ellas una copia del David de Miguel Ángel, la galería Uffizi, el río Arno, el ponte Vecchio, donde rescatamos a algunas esposas de la compra de carteras, y finalmente el Duomo de la ciudad con su baptisterio, dos gigantescas obras del genio renacentista. Ahí nos separamos de la guía y seguimos en pequeños grupos para recorrer iglesias, museos o simplemente la ciudad. Para ver las obras de Donatello o Miguel Ángel, descubrir a Brunelleschi o a los muchos artistas. Dejamos la ciudad temprano. Todos con ganas de volver a ella por un tiempo más largo. Al llegar al hotel celebramos la misa, en una sala de reuniones. Una misa tranquila para agradecer a Dios por las maravillas que nos regalaba y para pedirle por el día siguiente en que nos encontraríamos con el Papa en la plaza de san Pedro. El miércoles fue un día especialmente providencial. Sin tener seguridad de nuestra ubicación, sin tener incluso las entradas para la audiencia con el Papa, llegamos a ocupar los mejores puestos y a tener una cercanía inesperada con el Papa. Lamberto, italiano, amigo de Marcos y Mary, pues había vivido en Coronel debido a su trabajo de ingeniero, nos ayudó desde el primer momento que llegamos a Italia. Este italiano, casado con ecuatoriana, hermano del fotógrafo oficial del Papa, nos abrió muchas puertas. Por él llegamos, la hermana y yo, a estar a pocos metros del Papa durante las dos horas de encuentro con él. Junto con esta cercanía, otro de los recuerdos lindos de esa mañana fue el grito de “C H I, chi, L E, le…” que hicimos cuando fuimos saludos en la audiencia. Todos con nuestros cortavientos azules y banderitas chilenas llamamos la atención del Papa, quien se giró y nos sonrió. Al salir el Papa, pasó frente a nosotros, a muchos de nosotros, pues varios habían avanzado desde sus puestos a la primera fila de nuestro recinto. Quedamos llenos de alegría con el encuentro y felices de los cuidados de Dios y la Mater. Después del almuerzo partimos al santuario de Belmonte, el santuario Matri Ecclesiae (para la Madre de la Iglesia) a conocerlo y dar gracias por tanto regalo. Allá celebramos misa y conocimos al padre Georg (Jorge) del Instituto de los padres diocesanos de Schoenstatt. Como el regreso fue temprano y a las 18.00 hr estábamos en el hotel, aprovechamos esa noche para salir a conocer la Roma nocturna. Algunos fuimos a piazza Spagna (plaza España) y a Fontana di Trevi. Después de un día tan rico en espiritualidad, venía bien la frescura de las plazas romanas con su belleza artística. Por supuesto que todos lanzaron sus monedas a la fuente de tal manera de volver a Roma algún día. ¡Qué así sea! Después comimos por ahí y recorrimos aún más. Volvimos en el metro, que resultó un buenísimo medio de transporte. Otros hicieron otros programas menos agotadores, pero igualmente comunitarios y entretenidos. El jueves fue la visita a Asís, una ciudad medieval en una colina de gran belleza y encanto y con la historia de dos tremendos santos de nuestra Iglesia: san Francisco y santa Clara. Cómo ya era costumbre, después de recibir nuestros equipos de audio con los auriculares y de revisar que funcionaran, partimos con la guía de Asís que nos llevó en primer lugar a la iglesia de santa Clara, donde están la tumba de la santa y la cruz que habló a San Francisco cuando la descubre entre las ruinas de la iglesia de san Damiano. Un momento místico y profundo para todos. Seguimos caminando para descubrir la belleza de la ciudad, la casa de Francesco, el taller de trabajo de su padre, el lugar donde estuvo encarcelado por él debido a las supuestas “locuras” religiosas de su hijo, la plaza principal de la ciudad, y finalmente la gran iglesia de san Francisco en el otro extremo de la ciudad. Ahí visitamos la tumba de san Francisco, los frescos del Giotto que cuentas su vida y celebramos misa en una capilla visitada por el Papa Juan Pablo II el año 2002, último año que estuvo en Asís para rezar por la paz con todos los representantes de las diferentes religiones del mundo. Por eso la capilla lleva el nombre de “Capilla de la paz”. Por la tarde recorrimos Asís en grupos o individualmente, y nos encontramos para bajar a la Porciuncula, la pequeña iglesita que construyó san Francisco con sus primeros hermanos de orden cuando Dios le pidió, en sueños, reconstruir la Iglesia. La Porciuncula está protegida por una iglesia más grande que la contiene. La visita fue rápida, pero significativa para todos. Volvimos a Roma. El silencio del bus hablaba de todo lo vivido… y del cansancio acumulado. San Francisco, santa Clara y su santidad de vida nos habían tocado a todos. En Roma tuvimos nuestra evaluación final. Qué alegría fue para todos estas dos semanas. Así quedó expresado esa noche. Todos habíamos vivido profundas experiencias de la Mater, junto a vivencias naturales de amistad, alegría y descubrimientos que nos tenían felices. Los halagos iban y venían con toda naturalidad. El agradecimiento era el sentimiento fundamental. Después de poco más de una hora de repasar la historia que Dios nos había entregado en esos días, nos separamos para ir a descansar. Al día siguiente nuevamente sería temprano el comienzo y teníamos que preparar maletas. La levantada fue temprano. Desayuno a las 6.00 hr con maletas listas y check out hecho. Nos despedimos de Carmen y Gislain. A las 7.10 hr partimos a San Pedro para celebrar nuestra última misa, en una de las capillas del Vaticano. Todo gracias a la gestión de Mary Rose, quien había pedido la capilla desde Chile semanas antes. Logramos llegar justo a la hora para la misa, pues como pasa siempre, perdíamos el camino por dónde teníamos que entrar. Llegamos acalorados al comienzo de la misa, pero estábamos en el Vaticano, junto a la tumba de san Pedro, en el centro de la Iglesia universal. Todo valía la pena por estar ahí. Como dije antes, el Evangelio fue el mismo de la primera misa en Europa. ¿Quién dicen ustedes que soy yo? La pregunta de Jesús a cada uno de nosotros después de dos semanas de encuentro con lugares, historias y vida santa en ese continente. Era el momento del compromiso con la Iglesia, de la misma manera que se le pidió a san Pedro cuando huía de Roma ante las persecuciones y se le aparece Jesús mismo y le pregunta: ¿Quo vadis? (¿adónde vas?). En el fondo: ¿por qué te escapas ahora que la cosa se pone dura? Ahora era nuestro momento y nuestra respuesta. La misa fue muy significativa. Al final consagramos especialmente a la hermana Silvia, pues para ella era la última vez en Roma. Era una manera de agradecerle toda su entrega por esta peregrinación. Al salir de la capilla pudimos despedirnos de San Pedro, enterrado a pocos metros de donde estábamos. Todavía recorrimos la basílica superior y luego nos separamos para encontrarnos nuevamente en el hotel para partir. Cada uno pudo recorrer la ciudad, visitar lugares que le quedaron pendientes o hacer sus últimas compras. Partimos al aeropuerto a las 15.30 hr. Después de eso la historia es sencilla: un largo viaje de regreso a casa, en el cual fuimos dejando peregrinos en el camino. Algunos se quedaron en Paris, otros en Santiago, y el resto volvió a sus ciudades. Pero todos llenos de vida y de experiencias, agradecidos del buenísimo grupo de peregrinación. Todos alegres, porque tenemos un lugar propio en Schoenstatt, el arco del hijo, y porque descubrimos mejor a nuestro fundador. Todos comprometidos con la Iglesia y con ganas de transmitir nuestra experiencia y descubrimientos de estas semanas. Todos convencidos de nuestro lema de peregrinación, “Todo por el santuario”. Todos felices y agradecidos con la Mater, nuestra Reina de la peregrinación. Gracias por todo Madre, todo te lo agradezco de corazón… P Joselo Zabala (con z y b larga, por si lo encuentran mal escrito en www.schoenstatt.org)