Cuento Taoísta de Seymour – Extraído de “Levantad, carpinteros, la viga del tejado” de J. D. Salinger El Duque Mu de Chin le dijo a Po Lo: ‘Tú ya estás mayor. ¿Habrá algún miembro de tu familia a quien pueda yo emplear para que me busque caballos?” Po Lo replicó: “Un buen caballo puede ser elegido por su contextura general y su apariencia. Pero el caballo superlativo, aquel que no levanta polvo ni deja huellas, es algo evanescente y huidizo, elusivo como el aire leve. El talento de mis hijos reside en un plano inferior: ellos pueden identificar un buen caballo cuando ven uno, pero no pueden identificar un caballo superlativo. Tengo un amigo, sin embargo, un tal Chin-fang Kao, vendedor ambulante de combustible y vegetales, que en todo lo que tiene que ver con caballos no es en nada inferior a mí. Te ruego que lo vayas a ver” El Duque Mu hizo lo sugerido por Po Lo, e inmediatamente le encargó que le buscara un caballo. Tres meses más tarde, éste regresó con las noticias de que había hallado uno. “Está ahora en Shach’iu,’ agregó. “¿De qué tipo de caballo se trata?, preguntó el Duque. “Oh, es una yegua color castaño oscuro”, fue su respuesta. Sin embargo, cuando alguien fue enviado a buscarla, el animal resultó ser un macho color negro azabache. Muy disgustado, el Duque mandó a buscar a Po Lo. “Ese amigo tuyo”, le dijo, “a quien mandé a buscar un caballo, buena la ha hecho! ¡Cómo es posible que no sea capaz de distinguir ni el color ni el sexo de una bestia! ¿Qué puede saber de caballos alguien como él?” Po Lo lo miró con satisfacción. “¿Realmente ha llegado tan lejos?, exclamó. “Ah, entonces él solo vale lo que valemos juntos mil como yo. No hay comparación alguna entre nosotros. Lo que Kao mira es el mecanismo espiritual. Al asegurarse de lo esencial, olvida los detalles comunes; su atención a las cualidades internas lo hace distraerse de lo externo. El vé lo que quiere ver y no vé lo que no quiere ver. Vé las cosas tal como deben ser, e ignora aquellas que no necesitan ser vistas. Tan bueno juzgando caballos es Kao, que él posee la capacidad de juzgar cosas mejores que caballos.” Cuando el caballo llegó, resultó en efecto ser un caballo superlativo.