la unción de los enfermos

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LA UNCIÓN
DE LOS ENFERMOS
Colección Liturgia 13
COMISIÓN DIOCESANA DE LITURGIA
DIÓCESIS DE CHOSICA (LIMA-ESTE)
LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
“En la santa Unción, que va unida a la oración de la fe, se
expresa ante todo la fe que hay que suscitar tanto en el
que administra como, de manera especial, en el que
recibe el sacramento; pues lo que salvará al enfermo es
su fe y la de la Iglesia, que mira a la muerte y resurrección
de Cristo, de donde brota la eficacia del sacramento y
entrevé el reino futuro cuya garantía se ofrece en los
sacramentos”.
La santa Unción está destinada a los que se encuentran
seriamente afectados por la enfermedad y no a los
moribundos. Descúbrase cómo en esa especial situación
de ansiedad y prueba, el hombre necesita verse
robustecido con la gracia del Espíritu Santo, para vencer
las tentaciones del enemigo, superar la angustia de la
muerte y recuperar tal vez la salud perdida”. (Ritual de la
Unción, 7 y 49).
LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
I/. LA ENFERMEDAD Y EL SUFRIMIENTO
El deterioro físico y psicológico
forman parte del proceso de la vida
humana. Células y moléculas tienen
una vida limitada y, aún cuando las
ciencias humanas y los mejores
medios económicos han permitido
controlar muchas enfermedades y
prolongar la vida humana, es
inalcanzable la utopía de la “eterna
juventud”. La enfermedad, el
sufrimiento moral y el mal forman
parte de la vida humana que la sitúan
ante una frontera en la que el hombre
no puede quedar neutral sino que
debe definir su postura en el sentido que da a su propia
vida. Una cosa es saber que debemos enfermar y morir y
otra muy distinta vivir personalmente esa experiencia. En
la enfermedad el hombre experimenta sus límites y su
impotencia que le pueden llevar a la angustia, la rebelión
contra Dios y la desesperación o bien a dar un nuevo
sentido a su vida y acercarse a Dios.
La enfermedad grave supone una crisis profunda en el
enfermo y en sus familiares.
/ Experiencia de fragilidad. El enfermo no se siente fuerte
ni en su cuerpo ni en su espíritu. La enfermedad lo
disminuye, no puede hacer lo que quiere, siente su vida
limitada en muchos aspectos.
1
/ Incertidumbre ante el futuro: La muerte aparece como
horizonte ya no tan lejano. Ya no puede estar seguro de
sus planes para el futuro, todo se viene abajo. Y se
pregunta si sanará y cómo quedará o si morirá.
/ Crisis de relación con los demás: Ya no se puede
comunicar como antes, se reduce y cambia su relación
con los demás y con sus familiares. Siente que no
sufren como él, que no le comprenden. Y sin embargo
necesita de ellos.
/ Crisis de fe. Se cuestiona el sentido de la vida y la
misma verdad de Dios. Es tiempo de meditación y
encuentro radical consigo mismo,.de plantearse el
sentido de lo que cree y lo que espera más allá de esta
vida.
No todas las personas presentan las mismas disposiciones
para enfrentarse a estas realidades. Las condiciones
biológicas, psicológicas, sociales y religiosas varían en
cada uno y por eso varía en ellos la respuesta que dan ante
la enfermedad y el dolor. Los verdaderamente creyentes
verán la enfermedad como parte del plan de Dios sobre
ellos; los no creyentes como accidente de la vida (“así es la
vida”) o como absurdo; unos la aceptarán con madurez;
otros se rebelarán con infantilismo o desesperación o la
aceptarán con estoicismo; muchos la verán como un
castigo.
La humanidad se ha preguntado siempre sobre el sentido
del mal y del dolor. La Biblia ofrece respuestas diversas. El
mal, el sufrimiento y la muerte se consideran fruto del
pecado del hombre y a veces también castigo de Dios.
Pero donde se agudiza el problema es al preguntarse por el
sufrimiento del inocente. Job es el paradigma y trata de
buscar respuestas a este enigma. El sufrimiento del justo
es algo trágico, misterioso y humanamente injusto. Pero
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Job se da cuenta de que en sus sufrimientos Dios está
purificando su fe para ver si no es una fe interesada que
sólo cree en Dios cuando todo va bien. Por último
comprende que el sufrimiento es un misterio que nos
revela el misterio de Dios. Nosotros no somos quiénes para
pedirle cuentas.
La fe ofrece un plano rico para
enfrentar la enfermedad que
es considerada como una
“visita del Señor” amante de la
vida y salvador. La enfermedad
es una ocasión privilegiada
para el encuentro con él, es
una prueba a la fe del enfermo
para ayudarle a progresar por
el camino de la salvación más
allá de las seguridades
humanas. Exige profundizar
l a s
a c t i t u d e s
y
comportamientos de fe en una
situación nueva y sincerarse consigo mismo y con Dios. La
enfermedad invita a tener paciencia, a ver la vida propia y
la ajena desde una dimensión más profunda y a alimentar
la esperanza de recuperación y la más profunda de una
vida mejor y superior a la presente. Pero la enfermedad
debilita no sólo el organismo sino también el sentido
espiritual. Y es ahí donde actúa sobre todo el sacramento
de la Unción, en restituir a la persona la fuerza para vivir la
vida sobrenatural, a pesar de las dificultades que presenta
la enfermedad.
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II/. JESÚS Y EL SUFRIMIENTO
Ya la figura del Siervo de Yavé (Is 53) da al sufrimiento un
sentido redentor. El Siervo (figura que se cumple en Cristo)
carga con los pecados de los demás por el bien de ellos.
Con amor ofrece su vida como servicio a su pueblo con la
confianza en la victoria final. La última palabra sobre el
sentido del dolor no encuentra respuesta plena en la vida
presente sino en la futura. La enfermedad y la muerte
serán vencidas, Dios hará justicia y el justo que sufrió en
esta vida vivirá con Dios después de la muerte.
El Hijo de Dios asumió nuestra condición humana en todo
menos en el pecado. Pero sí asumió los efectos del pecado
como el dolor, el sufrimiento y la muerte. Vino lleno del
Espíritu con una clara misión liberadora de todo
sufrimiento y anuncio del amor misericordioso de Dios (Lc
4, 18 s). Proclama felices a los pobres, a los que tienen
hambre, a los que lloran y a los que son perseguidos (Lc 6,
20-22) iluminando el dolor con una nueva esperanza. Y
uno de los signos de la llegada del Reino de Dios con él es
que los enfermos son curados (Lc 7, 20-23). Frente a la
concepción de que los sufrimientos son castigo de Dios
afirma sobre el ciego de nacimiento que “ni él pecó ni sus
padres sino que es así para que se manifieste la gloria de
Dios” (Jn 9, 2-3). La misión evangelizadora de Jesús se
concreta en la predicación del mensaje y las obras que lo
acompañan. Estas obras son sobre todo curación de
enfermos y alivio de sufrimientos. Los milagros los hace
por compasión hacia los que sufren. A ellos les pide
únicamente fe y confianza en él. Y envía a sus apóstoles
con la misma misión de anunciar el mensaje y sanar
enfermos ungiéndolos con aceite (Mc 6, 12-13). Este es el
encargo que cumple la Iglesia ante los sufrimientos físicos
y morales de los hombres.
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Cristo pasó por las mismas situaciones vitales de los
hombres. Experimentó el dolor y la angustia ante la
muerte y hasta pidió a su Padre que le librara de ella, pero
asumió con total disponibilidad su entrega a la muerte por
nosotros. El dolor físico de sus torturas y crucifixión se hizo
más agudo e insondable en la experiencia de soledad que
le hizo clamar en la cruz: “Dios mío, ¿por qué me has
abandonado?”. Pero se entregó totalmente confiado en las
manos del Padre: “Padre en tus manos encomiendo mi
espíritu” (Lc 23, 46). “Cristo no suprimió el sufrimiento y
tampoco ha querido desvelar enteramente su misterio. El
lo tomó sobre sí y eso es bastante para que nosotros
comprendamos todo su valor” (Vat. II, Mensaje a los
enfermos, 5). En su resurrección venció el pecado, la
muerte y el dolor y nos ofrece un destino pleno con él
donde ya no hay más dolor ni lágrimas ni muerte. En Cristo
descubrimos que la enfermedad grave nos hace participar
con él realmente en su Misterio Pascual: en el dolor, la
pasión y la cruz, con la esperanza de vencer la enfermedad
y recuperar la salud y con la proyección hacia una vida
plena con Cristo en la resurrección.
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III/. EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS
El cuidado de los enfermos atañe a varias clases de
personas. Ante todo a los médicos, enfermeras y personal
sanitario. Luego a la familia que cuida de la atención
inmediata al enfermo y de la aplicación de las directrices de
los médicos. Y por último se necesita la atención de los
representantes de la Iglesia (sacerdotes, diáconos,
ministros extraordinarios) y de la comunidad cristiana con
servicios de caridad, comprensión, acogida y relaciones
fraternas. La Iglesia cumple este servicio en nombre de
Cristo que se identifica con los enfermos y los que sufren y
toma como hecho a él mismo lo que se hace con ellos (Mt
25, 37 s).
Los enfermos deben ser los preferidos de la Iglesia en su
atención pastoral. El servicio al enfermo es un lugar
privilegiado para práctica de la caridad fraterna. El
sacerdote y la comunidad deben tener su organización
para expresarles su solidaridad. Esta presencia permite al
enfermo salir de su aislamiento y sentirse parte de una
comunidad viva más allá de su familia y a los visitantes
reflexionar sobre el sentido de la vida y la precariedad de
las cosas terrenas.
Vivimos en un mundo que espera la salud de la ciencia y la
técnica, pero no de Dios. La enfermedad grave es siempre
una provocación a la fe de la familia y de la comunidad,
sobre todo cuando se ven abandonadas por la ciencia,
cuando no hay humanamente nada que hacer. Entonces
cada uno se enfrenta a sus creencias o increencias más
profundas. La ocasión es una prueba a nuestra fe y una
gracia que nos puede acercar a Dios. En este sentido el
enfermo nos está haciendo un favor que deberíamos
agradecer a Dios. Y a la vez es una ocasión que interpela a
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la familia y a la comunidad cristiana sobre la medida en
que cumple su misión de solidaridad y ayuda.
La ayuda de la Iglesia no debe limitarse a la administración
de los sacramentos. Tiene que mostrarse también solidaria
con el dolor y las necesidades del enfermo, ayudar a que
sea bien atendido en la casa o en el hospital y que no sea
marginado ni olvidado, visitarlo y hacerle sentir que es
parte de una comunidad. Con frecuencia al enfermo se le
oculta su verdadera situación. Los médicos, enfermeras y
la familia disimulan; el mismo enfermo puede ser
consciente de su grave situación pero ocultar sus
sentimientos. Todos lo hacen por miedo a causar dolor
moral. Esto hace que se retrase la petición de los
sacramentos hasta que el enfermo esté ya inconsciente. La
Iglesia y sus ministros pueden cumplir aquí un gran
servicio: el de buscar la verdad y ayudar a aceptarla a unos
y a otros.
El cuidado de los enfermos forma parte de la misión de la
Iglesia, como fue parte de la misión de Cristo. A través de
la historia y en la actualidad la Iglesia ha empleado
multitud de medios, desde la oración hasta la medicina,
desde la puesta en marcha de
centros farmacéuticos, asilos,
postas médicas y hospitales hasta la
entrega de miles de personas que
dedican sus esfuerzos a servir a los
enfermos. Ninguna parroquia o
comunidad cristiana debería
descuidar este aspecto que forma
parte integral de la misma
evangelización: anunciar el mensaje
y curar enfermos.
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IV/. SACRAMENTOS PARA LOS ENFERMOS
La Iglesia atiende a los enfermos de varias formas, pero
sobre todo con la proclamación de la Palabra de Dios, la
oración, los sacramentos y el testimonio. Aunque hay un
sacramento específico para los enfermos de gravedad (la
Unción), no se debe descuidar alimentar la vida cristiana
del enfermo y su proceso de crisis con otros sacramentos.
El enfermo grave participa del misterio pascual de Cristo
en su aspecto de dolor, pasión y cruz. Y esta fe debe ser
profesada y celebrada en los signos sacramentales de la
Iglesia.
/ El Bautismo. Puede darse el caso de enfermos que no
están bautizados y quieren recibir el bautismo. Hay que
prepararlos adecuadamente, teniendo en cuenta su
condición y en el caso de urgencia, su cercanía a la
muerte (c. 865, 2). Pero ante todo debe quedar clara la
motivación que no ha de ser otra que el que quieren
adherirse a la persona y al mensaje de Cristo. En el caso
de darles el bautismo, se les ha de dar también la
Confirmación y la Eucaristía (c. 866).
/ La Confirmación: Cualquier sacerdote debe administrar
este sacramento al que está en peligro de muerte. La
Iglesia “quiere que ninguno de sus hijos, incluso en la
más tierna edad, salga de este mundo sin haber sido
perfeccionado por el Espíritu Santo con el don de la
plenitud de Cristo” (Catecismo, 1314).
/ La Reconciliación. El párroco o sacerdote responsable
cuidará de que los enfermos que lo requieran reciban el
sacramento de la Reconciliación o Confesión. Su
proceso de enfermedad se verá aliviado por la
experiencia de Dios que acoge y perdona.
/ La Comunión. Junto con la Confesión, el sacerdote
administrará también la comunión a los enfermos o el
viático a los que se hallen en peligro de muerte (c. 921,
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1). En caso de ser muchos los enfermos, el párroco debe
tener bien organizados a los Ministros extraordinarios
de la Eucaristía que le ayuden en esta tarea de distribuir
la comunión a los enfermos.
/ El Matrimonio. Entre nosotros no es raro que los
enfermos graves se encuentren en situación irregular
en su matrimonio. Es ocasión también de que
regularicen su unión. Se les pueden dar facilidades,
prepararlos y en caso de urgencia celebrar su unión “in
articulo mortis”.
V/. EL SACRAMENTO DE LOS ENFERMOS
1.- Renovación conciliar:
El Concilio Vaticano II decidió que se redactara un nuevo
Ritual de la Unción de los enfermos (Const. Lit. 74). El
nuevo “Ritual de la Unción y de la pastoral de enfermos”
apareció el 7 de diciembre de 1972 y la traducción
española el 12 de abril de 1974. Aquí
lo citaremos con las siglas RU.
Antes se llamaba “Extremaunción”,
nombre con el que se ponía de
relieve que era un sacramento para
los últimos momentos de la vida.
Este sentido ha quedado grabado en
el pueblo cristiano que piensa que
este sacramento es el paso a una
muerte próxima. El Concilio aconseja
llamarle mejor “Unción de los enfermos” y explica el
sentido. “La “extremaunción” que mejor puede llamarse
“unción de los enfermos”, no es sólo el sacramento de los
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que se encuentran en los últimos momentos de su vida.
Por tanto, el tiempo oportuno para recibirlo comienza
cuando el cristiano ya empieza a estar en peligro de
muerte por enfermedad o vejez” (Const. Lit. 73). El Ritual
aclara más expresamente y pone de relieve que se ha
cambiado la fórmula del sacramento para expresar más
claramente su sentido. “La Unción de los enfermos es el
sacramento específico de la enfermedad y no de la
muerte... Está concebido y dispuesto para tal situación,
como lo demuestra el cambio de la fórmula sacramental y
el resto de las oraciones, orientadas, conforme a la más
genuina tradición, hacia la salud y el restablecimiento del
enfermo” (RU 65).
2.- Fundamentación bíblica
Dios envió a su Hijo, lleno del Espíritu Santo, a anunciar y
realizar la salvación por medio de su muerte y
resurrección. Cristo envió a los apóstoles y a la Iglesia a
anunciar la salvación y a actualizarla por medio de los
sacramentos (Vat. II, Const. Liturgia, 5-6) en las diversas
situaciones de la vida. En cada sacramento Dios hace
presente para nosotros su gracia y nos expresa su amor
supremo, el que nos manifestó en la muerte y
resurrección de Cristo que se hace presente en todos los
sacramentos. El Espíritu de Dios, que es el don por
excelencia de Cristo, es el que actúa y hace presente su
gracia salvadora en cada uno de los sacramentos. Estos se
basan en gestos o palabras de Cristo o de los apóstoles.
Una de las situaciones de la vida del hombre es la
enfermedad. Y hay un sacramento que actualiza la gracia
de Cristo en esa coyuntura en que el hombre se une a
Cristo en su pasión y cruz. El gesto de Cristo en que se
basa este sacramento es la curación de muchos enfermos
y el encargo dado a los apóstoles que “sanaban a
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numerosos enfermos con una unción de
aceite” (Mc 6, 13). Y el texto que explicita y
concreta este servicio de curación es el de la
carta del apóstol Santiago:
“Si alguno de ustedes está enfermo que
llame a los presbíteros de la Iglesia, que
recen por él y lo unjan con óleo en nombre
del Señor. Y la oración de la fe salvará al
enfermo y el Señor lo curará y si ha
cometido pecado, lo perdonará” (5, 1415).
3.- Sentido de la curación
El peligro principal es poner el efecto de este sacramento
en la curación física casi mágica del enfermo. Jesús y los
apóstoles sanaban enfermos, encomendaron esa tarea a la
Iglesia y eso es lo que se pide en el sacramento de la
Unción. Pero no como si se tratara de un curandero, sino
dentro del plan de Dios para cada uno. También aquí, como
hizo Jesús en su pasión y nos enseñó a decir en el
Padrenuestro habrá que repetir: “hágase tu voluntad”.
Santiago habla de “salvación y curación” que no siempre
hay que entender en sentido físico. El sacramento procura
ante todo la fuerza para una lucha valiente contra la
enfermedad y a la vez la aceptación de la voluntad de Dios
y la esperanza de una vida plena liberada del dolor y de la
muerte (RU 3).
Normalmente este sacramento se da una sola vez durante
la misma enfermedad grave. Pero “puede celebrarse de
nuevo en el caso de que el enfermo, tras haberlo recibido,
llegara a convalecer; puede también repetirse si en el
curso de la misma enfermedad, la situación llegara a ser
crítica” (RU 9).
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4.- Efectos del Sacramento
Los efectos principales del sacramento de la Unción (Cat.
de la Iglesia, 1520-1523) son:
/ Un don particular del Espíritu Santo: La gracia de
consuelo, paz y ánimo para vencer las dificultades
propias de la enfermedad o la fragilidad de la vejez. Esta
gracia renueva la confianza en Dios y fortalece contra
las tentaciones del desaliento y la angustia ante la
muerte.
/ La curación: Don del Espíritu que sana las heridas del
alma y también las del cuerpo si es voluntad de Dios.
/ La unión a la Pasión de Cristo: El enfermo se une a la
Pasión de Cristo y por el sacramento de la Unción se
hace presente en él la eficacia del Misterio Pascual,
misterio de muerte y vida.
/ Una gracia eclesial: El enfermo, por la gracia del
sacramento, contribuye a la santificación de la Iglesia y
al bien de todos los hombres.
/ El perdón de los pecados: Si el enfermo no ha podido
obtenerlo por el sacramento de la Penitencia (Sant 5,
15).
/ Preparación para el último tránsito: La Unción culmina
lo que comenzó el Bautismo: conformarnos con la
muerte y resurrección de Cristo. Es la última unción que
nos fortalece para el último combate y hacernos entrar
en la casa del Padre.
/ El Viático último sacramento: La eucaristía como Viático
es el último sacramento del paso hacia el Padre. Es
alimento para el camino y garantía de resurrección (Jn
6, 54).
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VI/. ELEMENTOS DEL SACRAMENTO DE LA
UNCIÓN
1. El ministro: La carta de Santiago habla de los
“presbíteros”, palabra griega que significa “ancianos”.
Las comunidades judías estaban dirigidas por ancianos.
Las comunidades cristianas poco a poco son dirigidas
por personas elegidas y a las que se les comunica un
carisma particular por la imposición de manos (1 Tim 5,
17-22) y que no son necesariamente ancianas. Pablo ha
establecido como presbítero a Timoteo al que aconseja
que nadie le desprecie por ser joven (ib. 4, 12). Los
presbíteros cristianos ya no cumplen simples funciones
administrativas sino de dirección y servicios litúrgicos y
doctrinales en la comunidad. Es el comienzo de lo que
será luego la jerarquía de la Iglesia. En el caso de la
carta de Santiago la palabra presbítero corresponde a lo
que hoy llamamos obispo o sacerdote. Ninguno que no
sea sacerdote puede administrar este sacramento.
2. El sujeto: El texto de Santiago no determina la
gravedad del enfermo. Pero se comprende que se trata
de una enfermedad seria. En la
actualidad se admiten dos
posibilidades: enfermedad o
anc i ani d ad c uand o amb as
suponen peligro para la vida
(Const. Lit. 73). En esto hay que
evitar dos extremos: el
considerar la Unción algo así
como un medio mágico de
curación para cualquier
enfermedad física o psíquica o
solución de problemas
personales; y por otra parte verla
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sólo como pasaporte para la otra vida. El sacerdote
debe proceder con cautela. Cuando es llamado a visitar
un enfermo no siempre es para que le administre la
unción. El diálogo con él es imprescindible. “Para juzgar
la gravedad de la enfermedad, basta con tener un
dictamen prudente y probable de la misma y si fuera
necesario consultando la situación con el médico” (RU
8). A veces son los familiares los que quieren la Unción y
otros sacramentos, pero el enfermo no los quiere. En
otras ocasiones es al contrario: el enfermo sí quiere,
pero los familiares no llaman al sacerdote por falta de fe
o por miedo a que el enfermo se asuste o a que el
sacramento le provoque la muerte. Este sacramento se
puede administrar también a los niños en peligro de
muerte, a los que van a ser operados de una
enfermedad grave y a los enfermos en estado de coma o
desconocidos cuando se presuma que el sujeto hubiera
deseado recibir el sacramento. A los muertos no se les
debe dar ningún sacramento.
3. La comunidad: El sacramento de la Unción se puede
administrar dentro o fuera de la misa, en la Iglesia, en
hospitales o en las casas particulares. En todos los
casos es importante la participación de la comunidad.
La Iglesia está representada por el sacerdote y por la
comunidad. La forma mejor es la celebración
comunitaria en la Iglesia y en presencia de la
comunidad de un grupo de enfermos o ancianos
debidamente instruidos sobre el sentido del
sacramento, preparados con la confesión y que,
después de la unción, participan en la eucaristía. En
todos los demás casos habrá que procurar que participe
la familia y el grupo de amigos o visitadores de
enfermos en unión de fe y de amor.
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4. La oración de la fe: La fe es la exigencia fundamental
para todo sacramento, fe por parte del que lo recibe, del
ministro y de la comunidad. Hay cristianos que tienen fe
y no piden el sacramento y otros que lo piden sin tener
verdadera fe (por presiones familiares, por buscar un
efecto mágico de curación). Se necesita una catequesis
para despertar o reavivar la fe y para comprender el
verdadero sentido del sacramento. Lo que salvará al
enfermo será su fe y la de la Iglesia que se centra en la
muerte y resurrección de Cristo de donde brota la
eficacia del sacramento. Por el enfermo se ora antes y
después de la unción. Y la misma fórmula del
sacramento es una oración de invocación. La unión de fe
y oración la subraya el Vaticano II: “Con la Unción de los
enfermos y la oración de los presbíteros toda la Iglesia
encomienda a los enfermos al Señor paciente y
glorificado, para que los alivie y los salve, e incluso les
exhorta a que, asociándose
voluntariamente a la pasión
y muerte de Cristo,
contribuyan así al bien del
pueblo de Dios” (LG 11).
5. La imposición de manos:
El contacto humano es muy importante, aunque no
siempre seamos conscientes de ello. Los evangelios
dicen que Jesús y sus discípulos imponían las manos
sobre los enfermos. Por eso la imposición de manos en
el sacramento de la Unción se considera como uno de
los tres elementos integrales junto con la oración de la
fe y la unción (RU 72). El gesto se hace en silencio y
detenidamente al terminar la oración de los fieles; la
última petición alude expresamente a este gesto: “da
vida y salud a quien en tu nombre vamos a imponer las
manos”.
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6. La unción: La materia de este sacramento es el aceite
bendecido por el obispo en la Misa Crismal del Jueves
Santo o, si no se dispone de éste, bendecido por el
sacerdote en el momento de la unción según la fórmula
del Ritual (RU 22. 71).
En todas las culturas el aceite es un elemento medicinal.
Se emplea para curar heridas, mitigar dolores, vigorizar
miembros. Aún hoy se usa para suavizar heridas, aliviar
quemaduras de la piel y para protegerla de los rayos del
sol o embellecerla; también en el deporte sirve para
masajes a los jugadores para darles agilidad o curar
contusiones; el aceite se usa también para tratar
dolencias estomacales con purgantes; y por último para
embellecer el cuerpo con toda clase de perfumes. Por
eso es una materia muy apta para usarla como signo de
la infusión del Espíritu Santo en algunos sacramentos
(bautismo, confirmación, consagración episcopal y
sacerdotal y unción de los enfermos).
El AT usó el aceite con profusión para consagrar objetos
destinados al culto, para ungir reyes, sacerdotes y
profetas y para la purificación de enfermos y pecadores.
Al Mesías se le llama el ungido por excelencia. Y el NT
reconoce que los apóstoles “ungían con aceite a muchos
enfermos y los curaban” (Mc 6, 13). En este gesto se ha
visto siempre un antecedente de la unción sacramental
de los enfermos. La Iglesia antigua ya desde el s. I hizo
abundante uso del aceite en unciones rituales en el
bautismo, la confirmación, las oraciones sacerdotales y
la penitencia. Y desde el s. IV existen testimonios de su
uso en la unción a favor de los enfermos.
El enfermo debe ser ungido en la frente y en las manos
mientras se pronuncian las dos partes de la fórmula (RU
143). A cada unción el enfermo responde: “Amén”. La
unción en las manos se pude omitir por algún motivo
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serio. También se puede hacer la
unción en otras partes del cuerpo
sin añadir nada (por ej. en una
herida o en el área del dolor). La
fórmula tiene dos partes: en la
primera se pide la gracia del Espíritu
Santo; en la segunda se pide el
perdón de los pecados, alivio en la
enfermedad y la salvación.
VII/. RITO DE LA UNCIÓN DE ENFERMOS
Nota: El sacramento se puede administrar a un solo
enfermo o a varios dentro de la misa en las parroquias,
capillas u hospitales. El sacerdote se reviste de
vestiduras blancas y dice la Misa “por los enfermos”. Al
comienzo tiene lugar la acogida al enfermo (o
enfermos) y la Unción se hace después de la homilía.
Aquí presentamos el rito para la Unción de un enfermo
en un hospital o en su casa y sin misa. Según la
situación del enfermo y de la familia se seleccionarán
los distintos elementos. Si el enfermo desea confesarse
lo hace antes en privado y en este caso puede
suprimirse el acto penitencial. En la habitación se
prepara una mesita con mantel, flores y cirios y en ella
se coloca el sacramento (óleos, eucaristía). Después de
la Unción es muy conveniente dar la comunión al
enfermo y familiares que lo deseen. El enfermo no
necesita guardar ningún tipo de ayuno.
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RITOS INICIALES
1. Señal de la cruz (optativo):
S/. En el nombre del Padre y del Hijo + y del Espíritu Santo.
R/. Amén.
2. Saludo (optativo):
S/. La paz del Señor a esta casa y a todos los aquí
presentes
3. Aspersión (optativa)
S/. Que esta agua nos recuerde nuestro bautismo en
Cristo, que nos redimió con su muerte y resurrección.
(rocía al enfermo y la habitación con agua bendita):
4. Palabras iniciales
S/. Queridos hermanos: En el Evangelio leemos que
nuestro Señor Jesucristo curaba a los enfermos que
acudían a él en busca de salud. El mismo que durante su
vida sufrió tanto por los hombres está ahora en medio de
nosotros, reunidos en su nombre, y nos dice por medio del
apóstol Santiago: “Si alguno de ustedes está enfermo, que
llame a los presbíteros de la Iglesia, que recen por él,
después de ungirlo con óleo en nombre del Señor. Y la
oración de la fe salvará al enfermo y el Señor lo curará y si
ha cometido pecado lo perdonará”.
Pongamos pues a nuestro(a) hermano(a) enfermo(a) en
manos de Cristo que lo (la) ama y puede curarlo(a), para
que le conceda alivio y salud.
5. Acto penitencial
S/. Hermanos: Para participar con fruto en esta
celebración, comencemos por reconocer nuestros pecados
(momentos de silencio; luego prosiguen todos)
R/. Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes,
hermanos, que he pecado mucho de pensamiento,
palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi
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gran culpa (golpes de pecho). Por eso ruego a Santa María
siempre Virgen, a los Ángeles, a los Santos y a ustedes,
hermanos, que intercedan por
mí ante Dios nuestro Señor.
S/. Dios todopoderoso tenga
misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y
nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.
Nota: En peligro de muerte, la confesión previa o el acto
penitencial se pueden concluir con la Bendición
Apostólica e indulgencia plenaria de la siguiente
manera:
S/. En nombre de nuestro Santo Padre el Papa N. te
concedo indulgencia plenaria y el perdón de todos tus
pecados. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo.
R/ Amén.
S/. Que Dios todopoderoso, por la muerte y
resurrección de Cristo, te perdone todas las penas de
esta vida y de la otra, te abra las puertas del paraíso y te
lleve a los gozos eternos.
R/. Amén.
I/. LITURGIA DE LA PALABRA
El sacerdote o alguno de los presentes lee la siguiente
lectura o alguna de las propuestas en el apartado VIII.
1. Lectura
S/. Escuchen, hermanos, las palabras del Santo Evangelio
según San Mateo (8, 5-10.13).
19
En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaúm, un
centurión se le acercó diciéndole: Señor, tengo en casa un
criado que está en cama paralítico y sufre mucho. El le
contestó: Voy yo a curarlo. Pero el centurión le contestó:
Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa. Basta que
lo digas de palabra y mi criado quedará sano. Porque yo
también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis
órdenes y le digo a uno “ve” y va; al otro “ven”
y viene; a mi criado “haz esto” y lo hace. Cuando Jesús lo
oyó quedó admirado y dijo a los que le seguían: Les
aseguro que en Israel no he encontrado a nadie con tanta
fe. Y al centurión le dijo: Vuelve a tu casa, que se cumpla lo
que has creído. Palabra del Señor. R/. Gloria a ti, Señor
Jesús.
Se puede hacer alguna breve reflexión.
Si se va a dar el viático, ahora se hace la Profesión de fe
bautismal como sigue:
S/¿Crees en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo
y de la tierra?
R/. Sí, creo.
S/. ¿Crees en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
que nació de Santa María Virgen, murió, fue sepultado,
resucitó de entre los muertos y está sentado a la
derecha del Padre?
R/. Sí, creo.
S/. ¿Crees en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia
católica, en la comunión de los santos, en el perdón de
los pecados, en la resurrección de los muertos y en la
vida eterna?
R/. Sí, creo.
20
2. Letanía u oración de los fieles (Ahora o después de la
Unción)
S/. Con humildad y confianza invoquemos al Señor en
favor de N. nuestro(a) hermano(a).
! Dígnate visitarlo(a) con tu misericordia y
confortarlo(a) con la santa Unción, roguemos al
Señor.
Todos: Te lo pedimos, Señor.
! Líbralo(a), Señor, de todo mal, roguemos al Señor.
! Alivia el dolor de todos los enfermos (de esta casa),
roguemos al Señor.
! Asiste a los que se dedican al cuidado de los
enfermos, roguemos al Señor.
! Libra a este(a) enfermo(a) del pecado y de toda
tentación, roguemos al Señor.
! Da vida y salud a quien en tu nombre vamos a
imponer las manos, roguemos al Señor.
II/. LITURGIA
UNCIÓN
DE
LA
1. Imposición de manos
S/. Ahora con fe impondremos
las manos a nuestro(a)
hermano(a) N. como
Jesucristo nos enseñó y como
hacían los apóstoles. Oremos
en silencio para que descienda
sobre él (ella) la fuerza de Dios.
El sacerdote impone en silencio
las manos sobre la cabeza del enfermo y todos oran.
21
2. Acción de gracias sobre el óleo (o bendición)
S/. Demos ahora gracias a Dios por el óleo con el que
ungiremos a nuestro(a) hermanos(a). A cada invocación
respondan: Bendito seas por siempre, Señor.
! Bendito seas, Dios Padre todopoderoso, que por
nosotros y por nuestra salvación enviaste tu Hijo al
mundo.
! Bendito seas, Dios Hijo Unigénito, que te has
rebajado haciéndote hombre como nosotros, para
curar nuestras enfermedades.
! Bendito seas, Espíritu Santo Consolador, que con tu
poder fortaleces la debilidad de nuestro cuerpo.
S/. Mitiga, Señor, los dolores de este(a) hijo(a) tuyo(a) a
quien ahora, llenos de fe, vamos a ungir con el óleo santo;
haz que se sienta confortado(a) en su enfermedad y
aliviado(a) en sus sufrimientos. Por Jesucristo nuestro
Señor. T/. Amén.
Si no dispone de óleo bendecido, el mismo sacerdote
puede bendecirlo y en lugar de la última oración dice la
siguiente:
S/. Muéstrate propicio, Señor, y santifica + con tu
Bendición este aceite que va a servir de alivio en la
enfermedad de tu hijo(a), y por la oración de nuestra fe
libra de sus males a quien ungimos con el óleo. Por
Jesucristo nuestro Señor. Todos: Amén.
3. Santa Unción
El sacerdote unge con el óleo al enfermo en la frente y en
las manos diciendo una sola vez.
22
S/. POR ESTA SANTA UNCIÓN Y POR SU BONDADOSA
MISERICORDIA TE AYUDE EL SEÑOR CON LA GRACIA DEL
ESPÍRITU SANTO.
R/. AMÉN
S/. PARA QUE, LIBRE DE TUS PECADOS, TE CONCEDA LA
SALVACIÓN Y TE CONFORTE EN TU ENFERMEDAD.
R/. AMÉN.
S/. Te rogamos, Redentor nuestro, que por
la gracia del Espíritu Santo, cures el dolor de
este(a) enfermo(a), sanes sus heridas,
perdones sus pecados, ahuyentes todo
sufrimiento de su cuerpo y de su alma y le
devuelvas la salud espiritual y corporal para
que, restablecido(a) por tu misericordia, se
incorpore de nuevo a los quehaceres de su
vida. Tú que vives y reinas por los siglos de
los siglos.
R/. Amén.
4. Conclusión del rito
S/ Y ahora todos juntos invoquemos a Dios
con la oración que el mismo Cristo nos enseñó. T/. Padre
nuestro...
Si el enfermo ha de comulgar, lo hace de la manera
habitual y también los acompañantes. Si se administra
en forma de Viático, sigue la comunión con la oración
propia (ver más abajo VIII). Luego el sacerdote
prosigue con las siguientes bendiciones
! Que Dios Padre te bendiga. T/. Amén.
! Que el Hijo de Dios te devuelva la salud. T/. Amén
! Que el Espíritu Santo te ilumine. T/. Amén
23
! Que el Señor proteja tu cuerpo y salve tu alma. T/.
Amén.
! Que haga brillar su rostro sobre ti y te lleve a la vida
eterna. T/. Amén.
! Y a todos ustedes que están aquí presentes los
bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu
Santo. T/. Amén.
VIII/. OTROS TEXTOS ALTERNATIVOS
1. Otras formas de saludo
S/. Jesucristo nuestro hermano nos acompaña en el dolor
y la enfermedad. Su gracia, su amor y su paz estén con
ustedes (contigo)
R/. Y con tu espíritu
S/. La gracia, la fortaleza y la paz de nuestro Señor
Jesucristo que nos ha amado hasta la muerte esté con
ustedes (contigo)
R/. Y con tu espíritu.
2. Palabras iniciales
S/. Señor Dios nuestro que por medio de tu apóstol
Santiago nos has dicho: “Si alguno de ustedes está
enfermo, que llame a los presbíteros de la Iglesia y que
recen por él, después de ungirlo con óleo en nombre del
Señor. Y la oración de la fe salvará al enfermo y el Señor lo
curará y si ha cometido pecado lo perdonará”. Escucha la
oración de quienes nos hemos reunido en tu nombre y
protege misericordiosamente a N. nuestro(a) hermano(a)
24
enfermo(a) (y a todos los enfermos de esta
casa). Por Jesucristo nuestro Señor.
R/. Amén
3. Acto penitencial
Fórmula 2 de acto penitencial
S/. Hermanos: Para participar con fruto en
esta celebración, comencemos por
reconocer nuestros pecados (momentos
de silencio)
S/. Señor, ten misericordia de nosotros.
R/. Porque hemos pecado contra ti.
S/. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R/. Y danos tu salvación.
S/. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén
Fórmula 3 de acto penitencial
S/. Hermanos: Para participar con fruto en esta
celebración, comencemos por reconocer nuestros pecados
(momentos de silencio)
S/. Tú que por el misterio pascual nos has obtenido la
salvación, Señor ten piedad.
R/. Señor, ten piedad.
S/. Tú que no cesas de actualizar entre nosotros las
maravillas de tu pasión, Cristo, ten piedad.
R/. Cristo, ten piedad.
S/. Tú que por la comunión de tu cuerpo nos haces
participar del sacrificio pascual, Señor, ten piedad.
R/. Señor, ten piedad.
S/. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén
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4. Lecturas
Lectura del profeta Isaías (61, 1-3ª)
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha
ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los que
sufren, para sanar los corazones desgarrados, para
proclamar la amnistía a los cautivos y la libertad a los
prisioneros; para pregonar el año de gracia del Señor, el
día de venganza de nuestro Dios; para consolar a los
afligidos, los afligidos de Sión.
Lectura de la carta del apóstol San Pablo a los
Romanos ( 8, 35. 37-39)
Hermanos: ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La
tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?,
¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?... En todo esto
vencemos fácilmente por aquél que nos ha amado. Pues
estoy convencido de que ni la muerte ni la vida ni los
ángeles ni las soberanías ni lo presente ni lo futuro ni los
poderes ni las alturas ni los abismos ni criatura alguna
podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo
Jesús nuestro Señor.
Lectura de la segunda carta del apóstol San Pablo a
los Corintios (4, 16-18)
Hermanos: No nos desanimamos. Aunque nuestra
condición física se vaya deshaciendo, nuestro interior se
renueva cada día. Y una tribulación pasajera y liviana
produce un inmenso e incalculable tesoro de gloria. No nos
fijamos en lo que se ve sino en lo que no se ve. Lo que se ve
es transitorio, lo que no se ve es eterno.
Lectura de la carta a los Hebreos (5, 7-9)
Hermanos: Cristo en los días de su vida mortal, a gritos y
con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía
salvarlo de la muerte y fue escuchado por su actitud
26
reverente. El, a
pesar de ser Hijo,
aprendió sufriendo
a o b e d e c e r. Y,
llevado a la
consumación, se
ha convertido para
todos los que le
obedecen en autor
de salvación
eterna.
Lectura del santo Evangelio según San Mateo(5, 1-12)
En aquel tiempo, al ver Jesús el gentío, subió a la montaña,
se sentó y se acercaron sus discípulos. Y él se puso a hablar
enseñándolos:
Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el
Reino de los cielos.
Dichosos los sufridos, porque ellos heredarán la tierra.
Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque
ellos quedarán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán
misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque
de ellos es el Reino de los Cielos.
Dichosos ustedes cuando los insulten y los persigan y los
calumnien de cualquier modo por mi causa. Estén alegres
y contentos, porque su recompensa será grande en el
cielo.
Lectura del santo Evangelio según San Mateo
(Mt. 11, 28-30)
En aquel tiempo dijo Jesús: Vengan a mí todos los que
27
están cansados y agobiados y yo los aliviaré. Carguen con
mi yugo y aprendan de mí que soy manso y humilde de
corazón y encontrarán su descanso. Porque mi yugo es
llevadero y mi carga ligera.
Lectura del santo Evangelio según San Mateo
(Mt. 15, 30-31)
En aquel tiempo mucha gente acudió a Jesús llevando
tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los
ponían a sus pies y él los curaba. La gente se admiraba al
ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los
tullidos y con vista a los ciegos y glorificaron al Dios de
Israel.
5. Oración de los fieles
S/. Con humildad y confianza invoquemos al Señor en
favor de nuestro(a) hermano(a) N.
! Tú que soportaste nuestros sufrimientos y
aguantaste nuestros dolores, Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.
! Tú que te compadeciste de la gente y pasaste
haciendo el bien y curando a los enfermos, Cristo,
ten piedad. Todos: Cristo, ten piedad.
! Tú que mandaste a los apóstoles imponer las manos
sobre los enfermos, Señor, ten piedad. Todos:
Señor, ten piedad.
6. Oraciones después de la Unción
Por uno que está en peligro grave
S/. Señor Jesucristo, Redentor de los hombres que en tu
Pasión quisiste soportar nuestros sufrimientos y aguantar
nuestros dolores, te pedimos por N que está enfermo(a);
tú que lo(la) has redimido, aviva en él(ella) la esperanza de
28
la salvación y conforta su cuerpo y su alma. Tú que vives y
reinas por los siglos de los siglos. R/. Amén.
Por un anciano
S/. Señor, mira con bondad a nuestro
hermano que, sintiéndose débil por
el peso de sus años, pide recibir la
gracia de la santa Unción para bien
de su cuerpo y de su alma; concédele
que, confortado con el don del
Espíritu Santo, permanezca en la fe y
en la esperanza, dé a todos ejemplo de paciencia y así
manifieste el consuelo de tu amor. Por Jesucristo nuestro
Señor. R/. Amén.
7. Viático
El sacerdote da la comunión al enfermo y luego agrega:
S/. Cristo te custodie y te lleve a la vida eterna.
R/. Amén.
Guarda un momento de silencio y continúa:
S/. Padre de misericordia y Dios de todo consuelo, mira con
amor a tu hijo(a) N. que en su angustia pone en ti toda su
esperanza; alívialo(a) con la gracia de la santa Unción y
reanímalo(a) con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, Viático
para la vida eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. R/.
Amén.
8. Bendición final
S/. Jesucristo el Señor esté siempre a tu lado para
defenderte. R/. Amén.
S/. Que él vaya delante de ti para guiarte y vaya tras de ti
para ayudarte. R/. Amén.
S/. Que él vele por ti, te sostenga y te bendiga. R/. Amén.
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S/. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y
Espíritu Santo descienda sobre ustedes y los acompañe
siempre. R/. Amén.
IX/. BENDICIÓN DE LOS ENFERMOS
Esta Bendición, tomada del Bendicional N. 297s, se puede
hacer a un grupo de enfermos o a uno en particular. La
puede hacer un laico al que llamaremos “Animador” (A) y
al que contestan todos (R). Si preside el sacerdote dice lo
de A y lo que está en los recuadros.
A/. En el nombre del Padre y del Hijo + y del Espíritu Santo.
R/. Amén
Sacerdote
S/. La paz del Señor sea siempre con ustedes.
R/. Y con tu espíritu.
A/. Hermanos, bendigamos al Señor que pasó haciendo el
bien y curando a todos.
R/. Bendito seas por siempre, Señor.
A/. Jesús el Señor que pasó haciendo el bien y curando
todas las dolencias y enfermedades, encomendó a sus
discípulos que cuidaran de los enfermos, que les
impusieran las manos y que los bendijeran en su nombre.
En esta celebración encomendaremos a Dios a nuestro(a)
hermano(a) N. para que le ayude a soportar con paciencia
los sufrimientos del cuerpo y del espíritu, sabiendo que si
son compañeros de Cristo en el sufrir, también lo serán en
el buen ánimo.
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Alguno de los presentes lee una lectura bíblica de las
propuestas en el apartado VIII. Luego se puede decir o
cantar este Salmo:
A/. Señor, escucha mi oración, /que mi grito llegue hasta ti.
R/. Señor, escucha mi oración, /que mi grito llegue hasta ti.
A/. Señor, escucha mi oración,/que mi grito llegue hasta ti;
no me escondas tu rostro / el día de la desgracia.
Inclina tu oído hacia mí; / cuando te invoco, escúchame
enseguida. R/.
A/. Él agotó mis fuerzas en el camino, / acortó mis días;
y yo dije: Dios mío no me arrebates / en la mitad de mis
días.
Tus años duran por todas las generaciones. R/.
Puede hacerse una breve reflexión sobre la lectura bíblica
y siguen las Preces.
A/. Llenos de confianza, pidamos a Jesús el Señor que
consuele con su gracia a nuestro(a) hermano(a)
enfermo(a) y digámosle suplicantes:
! Tú que viniste al mundo como médico de los cuerpos y
de las almas para curar nuestras enfermedades.
Todos: Atiende con bondad, Señor, a este(a) enfermo(a)
! Tú que como hombre de dolores soportaste nuestros
sufrimientos y aguantaste nuestros dolores.
! Tú que quisiste parecerte en todo a tus hermanos, para
manifestarte compasivo.
! Tú que quisiste experimentar la debilidad de la carne
para librarnos del mal.
! Tu que tuviste a tu Madre junto a la cruz compartiendo
tus sufrimientos y nos la diste por madre.
! Tú que quieres que completemos en nuestra carne tus
dolores, sufriendo por tu cuerpo que es la Iglesia.
Pueden rezar un Padrenuestro y Ave María.
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(Si es sacerdote impone las manos al (a los) enfermo(s)
y dice:
S/. Señor Dios nuestro que enviaste al mundo a tu Hijo
para que sobrellevara nuestros sufrimientos y
aguantara nuestros dolores, te pedimos por nuestro(a)
hermano(a) enfermo(a); dale paciencia y fortaleza,
reanima su esperanza; que con tu bendición llegue a
superar la enfermedad y con tu ayuda alcance un
completo restablecimiento. Por Jesucristo nuestro
Señor. R/. Amén).
El animador laico hace la señal de la cruz en la frente del
(de los) enfermo(s) y dice:
A/. Señor Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, que
con tu bendición levantas y fortaleces nuestra frágil
condición, mira con bondad a este(a) servidor(a) tuyo(a)
N. Aparta de él (ella) la enfermedad y devuélvele la salud,
para que agradecido(a) bendiga tu santo Nombre. Por
Jesucristo nuestro Señor. R/. Amén.
(Si es sacerdote dice esta bendición):
S/. Que Dios Padre te bendiga. R/. Amén.
S/. Que el Hijo de Dios te devuelva la salud. R/. Amén.
S/. Que el Espíritu Santo te ilumine. R/. Amén.
S/. Y a todos ustedes que están aquí presentes les
bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu
Santo. R/. Amén.
A/. Jesús el Señor, que pasó haciendo el bien y curando a
todos los enfermos, nos conserve la salud y nos llene de
sus bendiciones. R/. Amén.
32
COLECCIÓN LITURGIA
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
La Liturgia
El año litúrgico
Los Sacramentos
Catecumenado de adultos
El Bautismo
La Confirmación
La Eucaristía
Los Acólitos
Lectores y Monitores
Ministerios Musicales
Ministros Extraordinarios de la Eucaristía
La Confesión
La Unción de los enfermos
El Matrimonio
Oración por los difuntos
OBISPADO DE CHOSICA
Calle Fray Martín de Porres s/n
Urbanización El Descanso (Huaycán)
Ate - Vitarte
Telf. 359-4141 Fax 359-4074
33
INDICE
Pág.
I.-
LA ENFERMEDAD Y EL SUFRIMIENTO
1
II.-
JESÚS Y EL SUFRIMIENTO
4
III.-
EL CUIDADO DE LOS ENFERMOS
6
IV.
SACRAMENTOS PARA LOS ENFERMOS
8
V.-
EL SACRAMENTO DE LOS ENFERMOS
9
VI.-
ELEMENTOS DEL SACRAMENTO DE LA
UNCIÓN
VII.- RITO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
VIII.- OTROS TEXTOS ALTERNATIVOS
IX.-
BENDICIÓN DE LOS ENFERMOS
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