Poesía arraigada Luis Rosales Tu soledad, Abril, todo lo llena. Colma de luz la espuma y la corriente. Aurora niña con su sol reciente. Toro en golpe de mar como mi pena. La soledad del corazón resuena desierto ya como un reloj viviente, como un reloj que late porque siente la marcha de tu pie sobre la arena. Y así vas caminando sangre adentro, sangre hacia arriba, hacia el primer encuentro, sangre hacia ayer en la memoria mía; ¡ay, corazón, donde me pisas tanto!, ¡qué soledad sin ti, cierva de llanto! qué soledad de luz buscando el día. Poesía desarraigada Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas). A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro, y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna. Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla. Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma, por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid, por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo. Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre? ¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches? Dámaso Alonso, "Insomnio", en Hijos de la ira, 1944 Poesía social Pido la paz y la palabra. Blas de otero Si he perdido la vida, el tiempo, todo lo que tiré, como un anillo, al agua, si he perdido la voz en la maleza, me queda la palabra. Si he sufrido la sed, el hambre, todo lo que era mío y resultó ser nada, si he segado las sombras en silencio, me queda la palabra. Si abrí los labios para ver el rostro puro y terrible de mi patria, si abrí los labios hasta desgarrármelos, me queda la palabra. Poesía experimental Nunca desayunaré en Tiffany ese licor fresa en ese vaso Modigliani como tu garganta nunca aunque sepa los caminos llegaré a ese lugar del que nunca quiera regresar una fotografía, quizá una sonrisa enorme como una ciudad atardecida, malva el asfalto, aire que viene del mar y el barman nos sirve un ángel blanco, aunque sepa los caminos nunca encontraré esa barra infinita de Tiffany el juke-box donde late el último Modugno ad un attimo d'amore che mai piu ritornera... y quizá todo sea mejor así, esperado porque al llegar no puedes volver a Ítaca, lejana y sola, ya no tan sola, ya paisaje que habitas y usurpas nunca, nunca quiero desayunar en tiffany, nunca quiero llegar a Ítaca aunque sepa los caminos lejana y sola. Manuel Vázquez Montalbán Actividades obligatorias 1-Señala las características que permiten adscribir cada uno de los poemas anteriores a la tendencia literaria señalada. Aporta ejemplos extraídos de los textos para justificar tu respuesta.