El odio más viejo que el amor: la pareja colérica1 HERNÁN SOLIS GARZA Al poeta Don Federico del Sagrado Corazón de Jesús García y Lorca I ¿Dónde andarán los gitanos que iban por el monte sueltos? Que no me digan, que no, si alguno ya no suspira. Que los cirios parpadeen, la tortuga ya no dance, que las olas queden solas. Ayes de aquendes ayeres, hondo gimen, cantan jondo. Camposantos de calendas en nacer un varonío que por encima los mida -si es que nace Señor mío, si es que nace-. Humilla poeta, humilla; por la espalda te inmolaron, de frente nadie podía. Humilla torero, humilla; dicho par a tercia mata. Amanece la farola, la caracola tirita, ya subiendo el toro va, desnuda la luna cita. Con el corazón parado, a las cinco de la tarde, a la mozuela busqué, y fue un palpito en redoble, desde el lado moridor, cuando la vi, madre mía, y temblando pregunté. Nada me dijo la infiel. Sobre amor o desamor la anciana nada me dijo. No quiso quebrar hechizo, pues la nana canturreando, arrullaba a un costurero: grande, de raso pajizo... Sí; con hacedores de versos hemos topado mi buen Sancho y, tenlo por verdad eterna: La pluma es lengua del alma... II "Todos los días te quiero y te odio irremediablemente... Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?" Jaime Sabines (1961). Nuevo recuento de poemas, p. 122. Sigmund Freud en 1915, dejó escrito: "El odio es, como relación con el objeto, más antiguo que el amor" (p. 133); añadía, además, algo primordial, manejado por él tres años antes al disertar "Sobre la dinámica de la transferencia" (1912); a saber, toda relación afectiva con los objetos es, por regla, ambivalente. En esto seguía a Bleuler (1911), quien había planteado ya que la principal de las ambivalencias humanas era la emocional; es decir, la sempiterna oscilación entre amor y odio. Otro pensador a quien adeudamos tanto, había de ilustrarnos acerca del concepto de bivalencia. Estoy hablando, sí, de Enrique Pichon-Riviére (1980) rescatado en parte por Taragano (1980) y Ulloa (1995). La bivalencia con objetos parciales, es diferente a la ambivalencia que se siente ante un objeto completo único. La influencia de Melanie Klein (1946) es clara en la teoría del vínculo de Pichón, pues según él, siempre coexisten dos valencias vinculares endopsíquicas; una con el objeto bueno, otra con el malo; así, si analizamos la conducta egosintónica, repetitivo, de una persona, vemos que dicha caracterología depende del vínculo establecido e iterativo con los objetos tanto internos como externos. Si predomina el odio sobre el amor, los vínculos interiores son patológicos; si el amor impera el vínculo será sano, aunque ambivalente. Lo señalado adquiere vital importancia en los múltiples tipos de apareamientos; verbi gratia; parejas hétero e isogámicas, diada mamá-hijo, vínculo analista-analizante, interacción individuoinstitución. 1 Ponencia Oficial de ARPAC (Asociación Regiomontana de Psicoanálisis A. C.) ante el XXII Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis, Cartagena de Indias, Colombia, Agosto, 1998. HERNÁN SOUS GARZA La bivalencia correspondería también a lo formulado por Abraham en 1924, cuando planteó su idea de preambivalencia; y, estaría a la par con los desarrollos nuestros acerca de la patología pre-estructural (Solís 1983,1983a, 1984,1984-a; Tubert 1989; Vives, 1991). En suma, el amor ambivalente sería la relación constante con un objeto total, donde predominan ternura, respeto, gratitud, genitalidad y, culpa depresiva reparadora, ante el objeto bueno del afuera, representante de la realidad material. Ahora más; algunos creemos que la postambivalencia mencionada por Abraham (1924) es una utopía idealizada inexistente cual genuino vínculo externo cotidiano, duradero; amén de que durante las maromas que nos da la vida; en veces, el amor fenece. José Luis González (1968) opina que una comprometida interacción amorosa en el afuera implica "un gasto mayor de energía, pues sólo ahí con el objeto real externo se alcanza verdaderamente la satisfacción" (p. 57). En cambio, la vinculación amalgamada con los objetos internos dominantes y sus derivados inter-personales exteriores, resulta ser diferente, pues ahí comanda la fantasía inconsciente que no propone, impone, al confundir amor con necesidad. Trátase de un manejo utilitario donde los objetos parciales buenos son usados como cosas y después desechados a ultranza, hasta un nuevo aumento de la pulsión; mientras tanto los objetos parciales malos, permanecen idealizados. José Luis insiste en que la "destrucción infringida al objeto "usado" es siempre negada" (p. 57). El autor, bien lo sabemos, elonga así el genial pensamiento de Melanie Klein (1946,1957, 1958) y, los ataques envidiosos al vínculo, de Bion (1959). III "Hay un modo de que me hagas completamente feliz, amor mío; muérete". Jaime Sabines (1961) Ed. Cit. p. 134. Abundando sobre las parejas hétero e isogámicas, el binomio madre-hijo, la dupla analista-analizante, y los enlaces individuos e instituciones; ahí, seguido operan vínculos nefastos con psicomecanismos ofensivosdefensivos, de modalidad sistémica, 76 circular y regresiva. Veamos entonces cómo se establecen y perpetúan las primitivas relaciones objétales tanáticas. ¿Quién encoleriza, enloquece, deprime o mata a quién? El odio en los tiempos del cólera sentimental, está plurideterminado y multiprecipitado; aún más en las parejas de cónyuges, pues allí acaece una potencialización colérica en escalada simétrica (Watziawick, p.; et al, 1967) que deviene en un pleito sin fin a muerte, donde hay tormenta sobre mojado, siendo la retroalimentación, violenta, psicotizante, perversa, adictiva o, aletargante. (Bion, 1959; Searles, 1959; Grinberg, 1982; Solís 1984). Es obvio que endopsíquicamente prevalece una escisión, que fuera detectada por Felipe Pinel (1801) al insistir él, sobre los deseos "siempre contrariados" de los melancólicos. Habían de pasar ciento ochenta y cuatro inviernos con sus primaveras, para que el milagro de Aracateca pariera la más cartagenera de sus memorias, en cuyo acápite inaugural el doctor Juvenal Urbino, intuye, soliloquiando, la muerte natural de un suicida; leamos: "Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados" (García Márquez, 1985, p. 9). Comprobado está; en la lucha de parejas, el único pleito positivo es aquél donde ambos ganan. Durante el escalar sádico o masoquista, los dos miembros pierden. En el ensayo de Octavio Paz (1960) sobre Sade; él, parafraseando al Freud de 1920, interpreta que el conflicto tanático del marqués, era "un más allá erótico". La Palazzoli (1978) nombró a ese vínculo autodestructivo, "escalada simétrica de sacrificio"; la competencia mortal consistiría en demostrar quien de los cónyuges sufre más, psíquica y somáticamente. Bergman(1985) dialécticamente indica, que aquí, el ganador es el perdedor. Lo antecitado elonga la descripción clásica de Lederer y Jackson (1968) acerca de los matrimonios "inestables insatisfactorios", caracterizados por desgastantes diatribas y constantes somatizaciones, incluido en esto el duelo corporal (Solís, 1982). EL ODIO ES MAS VIEJO QUE EL AMOR IV "Mujer, ternura de odio, antigua madre". Jaime Sabines (1950), éd. cit., p. 25. Las pulsiones, más que buscadoras de satisfacciones instintivas placenteras, en el sentido del joven Freud, son mordentes de objetos en el afuera (Fairbairn, 1940: Modeli, 1984), agregándose, ahora, lo que manda en el "más allá del principio del placer", o sea, el instinto de muerte (1920). Además, Freud (1905) en el más instintivista de sus trabajos, aseveró que la elección de objeto era un encuentro y a la vez un reencuentro; de tal modo que nadie se casa con un desconocido (Freud, 1914; Solís, 1979, 1984, 1987, 1990, 1995), empero, intervienen a la par, otras eventualidades existenciales, que en las "Meditaciones del Quijote", Ortega y Gasset (1914) definió circularmente con su frase de todos conocida: "Yo soy yo y mi circunstancia", nada ajeno ello a las series complementarias freudianas (1915-16). "...qué entendemos por estructura" ¿Relación de relaciones? (Scherzer, 1983). Tanto las estructuras relaciónales endopsíquicas como las interpersonales, reitero, son resultados de vínculos con objetos parciales y completos desde la dualidad pulsional. Sobre este campo cultivo, desde y para siempre, las seminales ideas de la escuela británica (Klein, 1946, 1952, 1955, 1957; Rosenfeld, 1950; Bion, 1957, 1959, 1963); y, dos formulaciones me han sido capitales, a insistir: la teoría y práctica de las identificaciones proyectivas patológicas y saludables. Si interactúan en las protorelaciones objétales, externas e internas, las proyecciones e introyecciones envidiosas y desquiciantes de la dupla maternofilial, se escenificará una locura de dos. Si la parte psicótica descrita por Bion (1957) transita alternativamente en el mudable binomio depositador-depositado (Pichon-Riviére 1971), la disyuntiva viene siendo, ¿quién vuelve loco a quién? (Solís, 1984) y, en el venturoso caso de un intercambio fluido de la diada, de las identificaciones realistas positivas desde la parte no psicótica; ahí, la interrogación dialéctica seria, ¿quién brinda salud a quién? (Solís, 1984). Para lograr la necesaria triangulación edípica y, el modelo relacional de futuros apareamientos maduros, se requiere del complejo paterno, ejemplificado por Freud (1909) en el abogado Ernst Lanzer, más conocido como El hombre de las ratas. Recalcando al respecto debe destacarse la indispensable función del padre, cual partero emocional del hijo. Dicho rescate tiene que ser facilitado por la mamá, pues los tiernos vástagos se prenderán de papá, a través de la mirada materna. La madre propiciará el cambio de objeto, confiando ella, que ello posea doble boleto amoroso de regreso. Lacan (1938), Abadi (1960), Laing (1969) y Mahier (1975), han surcado ese terreno. Sin embargo, los familiólogos dinámicos parteaguas fueron aquellos que como Pichón (1960, 1965), Dicks (1964), Laing (1969), Teruel (1974); Tubert y Vives (1990), Dupont y Wazongarz (1993), enfatizaron la dialéctica especular de las interrelaciones entre familias y parejas, externas e internas. Dichas aportaciones las he adoptado para el análisis familiar, conyugal y, supervisiones de terapeutas del mundo psi (Solís, 1994,1994-a, 1995). En insistido vena, Laing (1969), desde su meridiano vértice analíticosistémico, fue categórico al afirmar: "La "familia" no es un objeto introyectado, sino un conjunto de relaciones introyectado" (p. 18). Acorde con el argüir clínico de los antecitados maestros, por el mundo vamos todos espejeando, repitiendo, renegando, aquellos vínculos inconscientes de los objetos del self (Kohut, 1971) y, sus derivados objétales en el afuera. Toda historia de amor (Kristeva, 1983) viene siendo el escape del espejo narcisista, en búsqueda del verdadero amor objetai (Fromm, 1956; Kohut 1971; Kerberg, 1976; Solís, 1987). Bien, permítaseme en este momento una digresión aclaratoria, pues no es mi deseo promocionar un modelo lineal de modalidad causa-efecto, donde la infancia siempre es destino. Creo clínicamente en la equifinalidad de Von Bertalanffy (1968), donde aludiendo él, a los sistemas abiertos, plantea qué condiciones inicia- 77 HERNÁN SOLIS GARZA les idénticas pueden causar resultados diferentes y, situaciones distintas en un principio, suelen devenir en estados iguales. Ahora bien, los desarrollistas epigenéticos clásicos, digamos Erickson (1950) y Peter Bios (1962,1970), dieron un salto cualitativo primordial cuando ellos comprobaron que durante la adolescencia y sus vicisitudes, tanto padres como hijos tenían una segunda oportunidad para reelaborar al alimón conflictos de identidad, ideales del yo, triangulaciones edípicas, control impulsivo y, separaciones e individuaciones mahlerianas (1968). Adolescente proviene de adolescere = crecer; en tal circunstancia, bueno es recordar que así como hay padres distantes con niños chicos, ellos mismos pueden lograr una mayor cercanía durante la adolescencia y en futuras fases del desarrollo vital. Además, en las condiciones tempranas infantiles y sus posteriores consecuencias, debemos también incluir el "mapeo" de la lotería genética, pues en algunos casos, el problema no radica "en algo que los padres habían hecho a sus hijos sino algo que habían dado a sus hijos: sus genes" (Comings, 1989), citado por Bishop y Wailholz, 1990, p. 288). He ahí las razones que Freud sustentara en sus series complementarias y Melanie Klein destacara en "Envidia y gratitud". El modelo que aprehende todo lo antedicho es el paradigma biopsicosocial de Engels (1982), sobre todo en las elecciones de objeto: efectivas, laborales, religiosas, profesionales, en fin. V "En el espejo Narciso amó su muerte" Jaime Sabines (1961), éd. cit. p. 159. Es obvio, desde la equifinalidad, que mientras más cerradas sean las interacciones entre los elementos, el patrón tenderá a ser estereotipado, reiterativo, en círculo vicioso; si el sistema es abierto el círculo se tornará virtuoso. Claro, en veces, se acaban los milagros (Rulfo, 1953) y, no acaso el macondino en la Diatriba, abre declarando que no hay cosa más parecida al infierno que un matrimonio feliz. 78 El esfuerzo de volver loco a otra persona, concepto analítico acuñado por Searles (1959) y, enriquecido por Laing (1969) articula muy bien con la teoría conosuriana del vínculo, en el tenor de una locura, depresión, rabia o ansiedad psicótica interior, que se proyectan de manera constante en otra gente, hasta enloquecerla, deprimirla, encolerizarla. Las diadas suelen ser, redundamos, madre-hijo, marido-esposa, paciente-terapeuta, sujetosociedad. Laing nombró a eso Defensas Transpersonales; a explicar: Un yo controlando la vida endopsíquica del otro, con el fin fantaseado de preservar su mundo interno (Laing, 1969, p. 26). En frecuentes ocasiones, grupos familiares o institucionales escogen a miembros adecuados, para que actúen como chivos emisarios a control no tan remoto. Hemos llamado a esos beneficios terciarios y cuaternarios, (Solís, 1981), mismos que se obtienen clonando y perpetuando desde el medio inductor a un psicótico iracundo, en roles de sociópata, alcohólico, suicida, que sé yo. Lo anterior opera también en la lucha entre géneros, colores, etnias, naciones, en fin. La ganancia terciaria es familiar, la cuaternaria es societal. ¿Cuál de los dos "poderes celestiales" (Freud, 1930) triunfará en las interacciones iterativamente señaladas en el texto? ¿Narcisismo positivo de vida o Narcisismo negativo de muerte? (Abraham, 1924; Freud, 1932, Solís, 1976,1983-a.b; Green, 1983; Kernberg, 1992). Preguntadle a los poetas (Freud, 1932-a, Solís, 1996). De acuerdo. En la novela donde un viejo coronel nunca recibe la jamás escrita carta, (García Márquez, 1961) se nos recuerda que la vida es la mejor vaina que se ha inventado. No siendo ello un madreador desplante de mamagallismo (Galvis, 1997, Saldívar, 1997). Cual contrapunto literario, nuestro Juan Rulfo (1953-a) el triste, hace gemir a la vez, a un despadrado coronel, su íntimo, desolado y personal lamento espejeado de ánima en pena, desde aquél rufiano día en que mataron a su propio padre: EL ODIO ES MAS VIEJO QUE EL AMOR "Es algo difícil crecer sabiendo que la cosa donde podemos agarrarnos para enraizar está seca". No obstante, amén de la dualidad pulsional, los poetas aún siguen cuestionándose si la relación erótica-tanática, no será siempre un repetido acto fallido de total fusión con otro ser? El deseo fusional idealizado, impreso perdura en el postrer terceto de "Amor constante más allá de la muerte". Quevedo lo auguró así: "su cuerpo dejarán, no su cuidado; serán ceniza, mas tendrá sentido; polvo serán, mas polvo enamorado". Y, el descarnado bardo de Chiapas, Jaime Sabines (1951), antónimo del exquisito Octavio Paz (1993), me deja dubitando -y con su verbo termino-, sobre qué querría decirnos Sabines, cuando escribió: "Después de todo -pero después de todosólo se trata de acostarse juntos" (p. 60). Referencias ABADI, M. _ (1960). Renacimiento del Edipo, Nova, Bue nos Aires. ABRAHAM, K. _ (1924). "A short study of the development of the livid, viewed in the light of mental disorders", Selected Papers of Sychoanalysis, Basic Books, New York,1960 BERGMAN, J. _ (1985). "Ataques al vínculo", Volviendo a pen sar, Editorial Hormé, Buenos Aires, 1972. BION, W. R., Pescando Barracudas, Ed. Paidos, Buenos Aires, 1996. BION, W. R. _ (1957). "Diferenciación de las personalidades psicóticas y no psicóticas", Volviendo a pensar, Ed. Cit. BION, W. R. (1963). Elementos del psicoanálisis, Ed. Hormé, Buenos Aires, 1966. BISHOP, J. B.; WALDHOIZ, M. _ (1991). Genoma, Plaza Janes Editores, Barce lona, España, 1992. 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