¿Por qué estuvimos en Útica?

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Sin autorización, el lodo entró al pueblo e insistía permanecer allí.
¿Por qué estuvimos en Útica?
Encontramos la respuesta en los pulgares erguidos y los ojos brillantes.
Dos personas fallecidas, 17 heridos y una
desaparecida fue el s aldo total que dejó a su paso
la avalancha de la Quebrada Negra, que en unos
pocos minutos invadió la población de Útica, en
Cundinamarca y dejó sobre ella un manto más
oscuro que la noche y más viscoso que la miel de
purga que tenían planeado comer las reses en el
próximo desayuno.
Después de dos días de que la quebrada hubiera
inundado el pueblo, en las piscinas de las casas
quintas podrían hacerse gratuitamente tratamientos
de lodo terapia, las camas del hogar de ancianos se
asemejaban a un lecho moldeado en arcilla y los
lujosos encajes de las sábanas bordadas por las
abuelas estaban decorados con trozos de una
materia negra que al mismo tiempo parecía agua y
tierra.
En la plaza principal los carros de la Cruz Roja eran
rodeados por utiqueños, que sin importar su raza,
condición y estrato socioeconómico, se agolpaban
para pedir alimento, frazadas, carpas para
protegerse de la lluvia y armar en un lugar seguro
un nuevo hogar provisional. Todos tenían un signo
distintivo: iban vestidos con la primera prenda que
encontraron en el baúl de los rescates, tenían en
sus manos la huella de la tierra que habían
intentado infructuosamente sacar de sus casas y en
sus caras, una que otra línea que si no fuera por la
reciente tragedia, parecía el maquillaje siniestro
para un ritual.
El chip de la ayuda activado
Sandra Calvo Pinzón/ Comunicación & Imagen Corporativa
En los medios de comunicación nacionales la noticia central de la noche del 18 de abril era la inundación de
Útica. En la mente y el corazón de los voluntarios de la Cruz Roja Colombiana, especialmente de la Seccional
Cundinamarca, empezó a crecer una sensación que
ellos y todas las personas que atienden diferentes
tipos de emergencia conocen muy bien, algo que
llamaremos el chip de la ayuda. Algo que no se
puede describir pero que genera los siguientes
pensamientos:
 Ésa gente me está necesitando
 Yo tengo que ayudar
 Voy a arreglar el morral para estar
disponible
 Qué bien que es Semana Santa y tengo
libre para viajar allí
 El plan familiar puede esperar, la pasarán
mejor sin mí
 Llamaré al Director de Socorrismo para
avisarle que puedo ir
Evidentemente, en las primeras horas del día
siguiente a la tragedia, ocho vehículos de la Cruz
Roja Colombiana serpenteaban la vía que de
Bogotá conduce a Útica, pasando por Facatativá,
La Vega y Villeta. La Unidad Móvil de
Telecomunicaciones, la Móvil de Respuesta, las c
amionetas de carga, el camión con la Planta
Potabilizadora de Agua, de la Seccional Meta, y
otros carros iban precedidos por esa bandera que
sobre fondo blanco tiene una cruz del color de la
sangre, del color de la vida.
Rápidamente se distribuyeron las funciones.
Mientras unos voluntarios realizaban la Evaluación
de Daños y Análisis de Necesidades (Edan), otros
realizaban censos en diferentes puntos de la
población para conocer los requerimientos de la
comunidad, otros hacían todo para restaurar las
comunicaciones y otros más evaluaban cómo
instalar la Planta de Agua para dar agua segura a
los utiqueños.
Sandra Calvo Pinzón/ Comunicación & Imagen Corporativa
La jornada uno, dos, tres y cuatro transcurrieron rápidamente. Entre entregas de ayudas humanitarias, instalación
de carpas para las personas afectadas, exámenes médicos para determinar el estado de salud de las personas y
ayudar a retirar el lodo de las casas, los voluntarios de la Cruz Roja Colombiana no se dieron cuenta que pasó
una tarde, una noche, otro día, otra noche… comiendo un chocolate que se coló en uno de los bolsillos de su
overol, tomando un vaso de agua que encontraron en sus trayectos y durmiendo pocas horas dentro de un carro
o en alguna de las bancas del parque que no fue besada por el lodo.
El retorno
De un megáfono ubicado en un sitio indeterminado del parque principal salía un voz que insistentemente invitaba
a las personas a ocupar los buses que la Alcaldía Municipal había dispuesto para regresar a Bogotá. De manera
simultánea una móvil de la Cruz Roja se desplazaba hacia una vereda para recoger a dos adultas mayores que
requerían su traslado inmediato, unos voluntarios seguían visitando las áreas más afectadas y otros coordinaban
el regreso a sus hogares.
Algunos voluntarios anhelaban llegar a sus hogares para disfrutar del calor de su hogar, otros debían hacerlo
porque sus familiares los requerían con urgencia y otros porque la emergencia los cogió con lo que tenían puesto
y querían sentir la frescura de una ducha y la ropa limpia.
En caravana cinco vehículos de la Institución salieron de Útica. Atrás quedaba un pueblo abrazado fuertemente
por el lodo y las aguas de una quebrada que irrumpió sin compasión. En la mente de todos quedaba la
satisfacción de haber llenado un formato de censo, de haber entregado un mercado, una carpa, de haber
diagnosticado una enfermedad oportunamente o de haber ayudado a que una anciana retornara a su hogar.
Quizá en su interior, los voluntarios que viajaban en el convoy de regreso a Bogotá, pensaban “¿Por qué estuve
Sandra Calvo Pinzón/ Comunicación & Imagen Corporativa
en Útica? Y al unísono, en los corazones palpitó la respuesta, una que no se escuchó con palabras y que se
plasmó con tinta indeleble en lo más profundo de su ser.
Estuvimos en Útica para que después de una, dos, tres o cuatro jornadas de incansable labor, al salir del pueblo
los dedos pulgares hacia arriba y los ojos de aprobación de los pobladores que nos veían pasar nos indicaran su
gratitud por sacrificar el tiempo familiar, los días de descanso y confrontar nuestros miedos para salvar su vida.
Sandra Calvo Pinzón/ Comunicación & Imagen Corporativa
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