¿Qué tan atípica es la situación de Crimea? Nathalie Mezza-Garcia Profesora e investigadora de la Facultad de Ciencia Política y Gobierno de la Universidad del Rosario [email protected] En el mundo, la configuración de la organización política y administrativa de las comunidades humanas es un proceso dinámico que sólo entrará en receso una vez la tierra haya alcanzado un equilibrio termodinámico. Es decir, una vez entre en una estasis permanente y a la tierra no le sea posible albergar vida. Esto, a menos que los humanos, o las especies que evolucionen de ellos, terminen por aniquilarse antes que esto suceda. O sea en aproximadamente 4.6 billones de años. El que configurar y reconfigurar Estados, naciones, poblaciones, ciudades, comunidades y demás sea un proceso sin fin, implica que históricamente distintas unidades territoriales siempre estén creándose, transformándose, destruyéndose, anexándose, separándose, independizándose o extinguiéndose. Un ejemplo contemporáneo de este dinamismo en la configuración política del mundo puede verse en lo que sucedió en Crimea, en donde desde finales del año pasado hubo fuertes manifestaciones y visiones opuestas, pues los ciudadanos de Crimea diferían en torno al futuro de lo que por un momento llegó a ser República Autónoma de Crimea, gracias a un referendo que tuvo lugar en días pasados, mientras que para otros seguía siendo una región autónoma de Ucrania, aunque era sede de una base militar rusa hasta 2042. Todo inició en noviembre pasado con un fenómeno denominado Euromaidan, el cuales tenían el fin de promover un acercamiento, especialmente económico, a la Unión Europea en vez de con la Unión Aduanera de Bielorrusia, Kazajistán y Rusia. Básicamente, una parte del pueblo de Crimea, y de Ucrania, estaba molesto porque el gobierno no había firmado un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea. Esto, sumado a fuertes críticas al gobierno por motivos de corrupción, causó un gran descontento en quienes luego manifestaron en Kiev, capital de Ucrania. La situación devino en que el gobierno, molesto por las manifestaciones, ordenara a fuerzas policiales y a formaciones violentas de civiles contratados por el estado, atacar a los manifestantes, los cuales respondieron con fuerzas de defensa auto-organizadas. El inconformismo y las disputas tocaron las más importantes ciudades de Ucrania, cuyas plazas principales reunieron miles de personas en manifestaciones que cobraron la vida de alrededor de un centenar de personas. Estos disturbios también llevaron a que el parlamento ucraniano votase a favor de la destitución del presidente Victor Yanukovych, quien, para quienes creían en la legitimidad del hecho, fue remplazado por el Presidente Oleksandr Turchynov. Un antecedente importante para este problema es que en Crimea hay una diversidad cultural y de lenguas, pues una gran mayoría es rusa, otros son ucranianos y otros son tártaros. Dada la complejidad de todo problema que involucra comunidades humanas con diversidad cultural, era de esperarse que no existiese consenso frente al futuro político de Crimea. Por un lado, estaban quienes simpatizan con la idea de su anexión a Rusia y, por otro lado, quienes querían que siguiera siendo parte de Ucrania. Muchos analistas y estudiosos del tema se han atrevido a decir que estas manifestaciones fueron la mayor crisis política del mundo en las últimas décadas – quizás es una visión un tanto limitada. Algo cuyo impacto sí no debe disminuirse son las implicaciones para el mundo que desde adentro de los estados se busque más y más autonomía en procesos de toma de decisión por parte de unidades políticas y administrativas en niveles menores a Estados, pues, si bien la fluctuante reconfiguración de la organización política de las comunidades humanas es un atributo de su gran complejidad, el fenómeno pareciera estar percolándose a nivel internacional. Algo, quizás, natural en nuestro tránsito hacia un mundo sin Estados. Antinatura es, por otro lado, que situaciones como ésta demuestren que aún prima la creencia –o la falacia- de que el pueblo luchando contra el pueblo produce óptimos outcomes cuando se busca un cambio político. Porque en este conflicto, como en gran parte de los conflictos de la historia, hubo posturas enfrentadas, pero dentro del sistema civil. Entre ciudadanos (incluyendo fuerzas policiales) se pelearon por quién debería ser la parte de la sociedad política. Dicha la crítica de una manera más directa: en procesos de transformaciones políticas en donde grupos manifestantes se enfrentan con fuerzas policiales, son los gobernados contra los gobernados decidiendo quién quiere que los someta. Lo cierto es que este tipo de conflictos han existido siempre; ello no tiene nada de raro –y, desde una postura darwinista, ni de malo-, pues querer asociarse y querer desasociarse es natural en los mamíferos. Lo malo es que aún en estos tiempos los humanos sigan creyendo que las decisiones sobre el futuro de la organización política y administrativa de un territorio se resuelven de la manera como se solucionaban antes durante la época de los grandes imperios y las monarquías ostentosas. Cuando, por lo menos, tenía más sentido hablar de elegir un poder que se impusiera en sentido vertical. A saber, la historia ha demostrado que hay muchas más y mejores maneras de ser persuasivos que con la violencia política y hoy día, claramente, ésta es insuficiente. Como también lo será cualquier medida que se tome para ponerle freno al problema futuro similar al de Crimea, pues hay intereses explícitamente divididos en la región. Durante las manifestaciones, y antes que se decidiera definitivamente que Crimea iba a pasar a ser parte de Rusia, no podía predecirse con certeza qué iba a suceder. Lo que sí se podía afirmar es que independientemente de si Crimea se anexó a Rusia, de si a futuro se constituye como región independiente o de si vuelve a ser parte de Ucrania –o se anexa a un Estado que hoy no existe-, la organización política de las comunidades en el mundo nunca dejará de cambiar. Crimea es un muy buen ejemplo para esto, pues tan sólo en los últimos 100 años ha sido una república soviética socialista autónoma, sede de ocupación alemana, parte Ucrania, República de Crimea y ahora parte de Rusia. Seguramente la configuración administrativa, política y territorial de la región y del mundo dentro de 100 años poco tendrá que ver con la que existe hoy. Quizás es ya hora de empezar a acostumbrarnos a este tipo de transformaciones, pues la complejidad del mundo va en aumento y, en consecuencia, la geopolítica del mundo cada vez más dinámica.