María Rosario Martín Briceño

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CUESTIONES JURÍDICAS EN TORNO A LA HERENCIA
QUE DEBE PERMANECER INDIVISA
María Rosario Martín Briceño
Profesora Titular de Universidad de Derecho Civil de la Universidad Rey Juan Carlos
Resumen
El artículo 1051 del Código civil atribuye al testador una facultad para prohibir la partición
de la herencia. Por otra parte, conforme al artículo 400 del Código civil, se admite también
un acuerdo entre los partícipes de la comunidad hereditaria para preservarla indivisa. En
ambos casos existe una prohibición de dividir la herencia, una situación que se reconoce
también en otros Derechos de nuestro ordenamiento como el navarro, el catalán y el aragonés.
palabras clave: herencia, testador, convenio de indivisión y prohibición de disponer.
A. EL CONVENIO DE INDIVISIÓN Y LA PROHIBICIÓN
TESTAMENTARIA DE DIVIDIR LA HERENCIA
El artículo 1052 del Código civil declara lo siguiente: «Todo coheredero...
podrá pedir en cualquier tiempo la partición de la herencia». Con estos términos se
permite a cualquiera de los partícipes de una comunidad hereditaria solicitar la
división del patrimonio hereditario, sin necesidad de alegar motivo alguno. La
consecuencia del acto divisorio sería la extinción de la relación de cotitularidad que
les une. No obstante lo dicho, el legislador ha reconocido también la posibilidad de
prohibir la partición del caudal relicto mediante el convenio de indivisión o a través
de la imposición de una prohibición testamentaria de dividir la herencia.
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«Juridical Nature Issues Concerning The Inheritance That Must Remain Without Dividing». The article 1051 of the Civil Code empowers testator to prohibit the inheritance’s
partition. On the other hand, in accordance with the article 400 of the Civil Code, an
agreement among the members in a hereditary community which seeks to safeguard an
inheritance from division, is allowed. In both cases there is a prohibition to divide the
inheritance, a situation that other Laws in our legal system recognize, such as the Navarre,
Aragon and Catalan Laws.
key words: inheritance, testator, non-division agreement and dispose ban.
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Abstract
Anales de la Facultad de Derecho, 28; diciembre 2011, pp. 9-24; ISSN: 0075-773X
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En relación con el acuerdo de indivisión, hay que precisar que esta figura
jurídica ha sido regulada en el ámbito del Derecho Foral. Como ejemplo de ello hay
que atender a lo dispuesto por la ley 331 del Fuero Nuevo de Navarra1, según la cual
la indivisión de la herencia puede imponerse «Cuando los herederos lo acuerden por
el tiempo y en cualquiera de los supuestos previstos en el número 1». A saber, los casos
del número 1 son los siguientes: a) si existe un usufructo de fidelidad en favor del
cónyuge viudo, los efectos de convenio dependerán de la duración de éste; b) si se
pacta que la indivisión se mantenga durante el tiempo que falta para que el heredero
de menor edad tome estado o, aun sin contraerlo, llegue a los veinticinco años, habrá
que esperar a que transcurra cualquiera de estos plazos; y c) en cualquier otro caso,
los efectos del acuerdo de indivisión de la herencia no se podrán prolongar más allá
de un plazo máximo de diez años a contar desde el fallecimiento del causante2.
Ahora bien, todos estos plazos son susceptibles de ser prorrogados «por término que,
cada vez, no sea superior a diez años».
El Código Civil de Cataluña3 (Libro Cuarto-Sucesiones), aprobado por la
Ley de 10 de julio de 2008, no ha sido ajeno tampoco a la figura del pacto de indivisión de la herencia entre los coherederos. El artículo 464. 1. lo ha tenido en cuenta
al declarar que «Todo coheredero puede solicitar, en cualquier momento, la partición
de la herencia, excepto en los supuestos de indivisión... convenida por los herederos de
acuerdo con la Ley». Aunque es el artículo 463.2. del mismo cuerpo legal el encargado
de regular este pacto de indivisión, al establecer que los herederos pueden acordar
«unánimemente, que, tanto respecto a la herencia como a bienes concretos de ésta, no
se haga la partición durante un plazo que no puede exceder de diez años a contar de la
apertura de la sucesión».
En cuanto a lo dispuesto por Aragón, indicar que el artículo 365 del Código
del Derecho Foral4 de 22 de marzo de 2011 establece que «Todo titular de una cuota
en una herencia o porción de ella tiene derecho a promover en cualquier tiempo la división de la comunidad». Pero también permite acordar a los partícipes «unánimemente
la indivisión por una plazo máximo de quince años». Se trata de un plazo que podrá
prorrogarse «por acuerdo unánime de los partícipes por término que, cada vez, no sea
superior a quince años».
1
A partir de ahora F.N.Nav.
La redacción originaria de la ley 331 F.N.Nav., vigente desde la aprobación de la Ley
1/19973, del 1 de marzo, del Fuero Nuevo de Navarra hasta su modificación por la Ley 5/1987, de
1 de abril, se expresaba en términos muy parecidos: «Cualquiera de los herederos podrá exigir en
todo tiempo la división de la herencia, excepto en los casos siguientes: ... 2) Cuando los herederos
lo acuerden, bien por todo el tiempo que falte para que el heredero de menos edad tome estado o,
aun sin contraerlo, llegue a los veinticinco años, bien, en cualquier otro caso, por una plazo máximo
de diez años. Mediante nuevo acuerdo estos plazos podrán prorrogarse por término que, cada vez,
no sea superior a diez años». La redacción actual incluye el usufructo vidual, figura adoptada por el
legislado tras la reforma de 1 de abril de 1987 del Fuero Nuevo de Navarra.
3
A partir de ahora C.C.Cat.
4
A partir de ahora C.D.F.Arag.
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La falta de una regulación específica de la comunidad hereditaria (salvo en materia de
partición) conlleva la aplicación del régimen jurídico previsto en los artículos 392 y siguientes C.c.
para la comunidad ordinaria. Al fin y al cabo son preceptos que regulan la comunidad de bienes
como un género, y no como una especie, tal y como afirma Beltrán de Heredia (en La comunidad
de bienes en el Derecho español, Edit. Revista de Derecho Privado, Madrid, 1954, p. 126).
6
En contra Miquel (en Comentarios al Código civil y Compilaciones Forales, dirigidos por
M. Albaladejo y S. Díaz Alabart, t. v., vol. 2, Edersa, Madrid, 1985, p. 441), quien ha sostenido la
tesis de que quien ejercita su derecho a dividir sólo pretende materializar su cuota y no provocar la
extinción de la comunidad, si la voluntad del resto de los copartícipes es la de continuar con aquélla.
Siendo esto así, el ejercicio del derecho a dividir no tendría un carácter absoluto, sino relativo, puesto
que sus efectos dependerían de la voluntad del resto de los copartícipes.
7
Lo dispuesto por el artículo 1051 C.c. se aleja de los postulados individualistas que inspiran el Código civil y recibe influencias de lo previsto en el artículo 984 del Código civil italiano
de 1865, un texto que posteriormente ha sido reproducido en los párrafos primero, segundo y cuarto
del artículo 713 del vigente Código de 1942.
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Al contrario de lo que sucede en los Derechos navarro, catalán y aragonés,
nuestro Código civil no se refiere al convenio de indivisión en el ámbito de la
comunidad hereditaria de modo expreso. Se admite, pero a la luz de lo dispuesto
por el párrafo segundo del artículo 400 C.c., según el cual «...será válido el pacto de
conservar la cosa indivisa por tiempo determinado, que no exceda de diez años». Por
consiguiente, se recurre a este precepto por analogía5.
Mediante el convenio de indivisión los coherederos no renuncian a la facultad
de dividir que les atribuye el artículo 1052 C.c. como partícipes de una comunidad
hereditaria. Tan sólo deciden excluir su aplicación temporalmente. Esta suspensión
temporal del ejercicio de la actio familiae erciscundae afectará sólo a quienes hayan
prestado su voluntad. Esto es así porque, a diferencia de lo que sucede en los Derechos catalán y aragonés, el párrafo segundo del artículo 400 C. c. no exige a los
comuneros acordar unánimemente la indivisión. En consecuencia, si alguno de los
coherederos no hubiera suscrito el pacto, podrá pedir la partición de la herencia, y
con ello provocar la extinción de la comunidad hereditaria, ya que la partición tiene
efectos universales6.
El objeto del acuerdo de indivisión será siempre el activo neto. No hay que
olvidar que la partición en sentido estricto recae sólo sobre el patrimonio que resta
una vez liquidadas las deudas del causante.
Junto al artículo 400 C.c., conforme al cual se admite el acuerdo de los
coherederos de mantener indiviso el caudal relicto, el artículo 1051 del mismo cuerpo legal permite al testador imponer la indivisión de la herencia a los coherederos.
Expresamente se establece que «Ningún coheredero podrá ser obligado a permanecer en
la indivisión de la herencia, a menos que el testador prohíba expresamente la división».
En este caso, la carga que impide el ejercicio de la actio familiae erciscundae viene
impuesta de modo unilateral por el causante, y no acordada por los coherederos,
aunque la eficacia de su disposición dependerá siempre de la aceptación de la herencia
por parte de los llamados a ella7.
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Al igual que sucede con el convenio de indivisión, la cláusula testamentaria
que impide la partición del caudal relicto, y la consiguiente extinción de la comunidad hereditaria, no repercutirá sobre los herederos forzosos. No obstante, el testador
podrá emplear la cautela sociniana a fin de conseguir que la herencia se mantenga
indivisa, postura que ha sido reconocida por el Tribunal Supremo8. Con esta medida
no se obliga al legitimario a aceptar un gravamen sobre su legítima. Tan sólo se le
ofrece una alternativa: aceptar la carga o recibir tan sólo la legítima estricta.
Que el causante pueda imponer la indivisión de la herencia es una facultad
que se le reconoce también en el ámbito del Derecho Foral. Al respecto la ley 331
del Fuero Nuevo de Navarra establece que «Cualquiera de los herederos podrá exigir
en todo tiempo la división de la herencia, excepto en los casos siguientes: 1) Cuando el
causante hubiere ordenado la indivisión, bien por todo el tiempo que dure el usufructo
de fidelidad a favor del cónyuge viudo, bien por el tiempo que falte para que el heredero
de menos edad tome estado o, aun sin contraerlo, llegue a los veinticinco años, bien, en
cualquier otro caso, por un plazo máximo de diez años a contar del fallecimiento...».
Se observa que el legislador navarro, además de reconocer la validez de una disposición testamentaria que impide la división de la herencia, regula su contenido, a
diferencia de lo que sucede con el artículo 1051 C.c., que tan sólo alude a cuáles son
las causas que determinan la ineficacia de la disposición testamentaria, y esto no de
una manera expresa, sino remitiéndose a las causas de extinción de la sociedad civil.
Aunque, no obstante lo previsto por la ley 331 F.N.Nav., la lectura de este precepto
debe realizarse a la luz de lo previsto en el artículo 481 F.N.Nav., que es la norma
que reconoce y regula las prohibiciones de disponer de naturaleza gratuita9. Razón:
la indivisión impuesta por el causante afecta a una facultad de naturaleza dispositiva
como es el derecho de dividir que todo coheredero tiene. Por consiguiente, la cláusula
testamentaria que impide la división de la herencia ha de definirse como una de las
posibles manifestaciones de las prohibiciones de disponer. Siendo esto así, aquélla
deberá tener presente los requisitos causales y temporales que para la eficacia de estas
prohibiciones de disponer se requieren.
Los artículos 464. 1. del C.C.Cat.10 y 365 C.D.F.Arag.11 admiten también una
indivisión de la herencia ordenada por el causante. Ahora bien, tanto en un precepto
como en otro, no sólo se faculta al testador para impedir la partición de la herencia.
8
Vid. SSTS de 12 de diciembre de 1958 y de 8 de marzo de 1989.
Señala este precepto lo siguiente: «La prohibición de disponer establecida en actos a título
lucrativo, ‘inter vivos’ o ‘mortis causa’, a favor de personas determinadas o determinables dentro de los
límites del párrafo segundo de la ley 224, tiene siempre eficacia real y será inscribible en el Registro de
la Propiedad».
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Este artículo declara que «Todo coheredero puede solicitar, en cualquier momento, la partición de la herencia, excepto en los supuestos de indivisión ordenada por el causante... de acuerdo con la
Ley». El régimen jurídico viene dado por el artículo 463 C.C.Cat., y es ahí donde se establece que
«El causante puede ordenar... que, tanto respecto a la herencia como a bienes concretos de ésta, no se haga
la partición durante un plazo que no puede exceder de diez años...».
11
Indica que «el disponente podrá ordenar que tanto respecto a la herencia como a bienes
concretos de ésta no se proceda a la partición durante un tiempo determinado, que no podrá exceder de
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quince años a contar desde la apertura de la sucesión, o por el tiempo en que los bienes estén sujetos al
usufructo del viudo».
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Cfr. artículo 786, 1 de la Ley de Enjuiciamiento Civil.
13
El citado precepto señala lo siguiente: «L’autorità giudiziaria, su istanza di uno dei coeredi,
può sospendere, per un periodo di tempo non eccedente i cinque anni, la divisione dell`eredità o di alcuni
beni, qualora l`inmediata sua esecuzione possa recare notevole pregiudizio al patrimonio ereditario».
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Se le permite además exigir a los coherederos que mantengan alguno de los bienes
del caudal relicto sin dividir. Con respecto a esto último cabría realizar la siguiente
pregunta: ¿se refieren los legisladores catalán y aragonés a una situación jurídica
idéntica a la que se produce cuando el testador impone la indivisión de la herencia?
No lo parece. Mientras, en el primer caso, lo que pretende el disponente es la continuidad de la comunidad hereditaria al impedir su disolución mediante el ejercicio
del derecho a solicitar la partición del activo hereditario, en el segundo supuesto, la
finalidad de la voluntad del testador es atribuir una naturaleza indivisible a un bien
en un proceso de partición hereditaria. Esto último se debe calificar sólo como una
regla particional que los herederos deben tener en cuenta en el momento de llevar a
cabo la correspondiente partición, y no como una prohibición de dividir la herencia12.
A diferencia de lo que sucede en el artículo 1051 C.c., los distintos preceptos
de Derecho Foral citados anteriormente utilizan el término «causante» o «disponente»,
y no el de «testador», como sujeto legitimado para imponer la indivisión de la herencia
de modo unilateral. Lo hacen de una manera más oportuna, ya que de este modo
se alude al hecho de que la fuente de la indivisión hereditaria puede encontrarse en
actos mortis causa distintos del testamento, tales como las donaciones mortis causa,
los codicilos, las memorias testamentarias o los pactos sucesorios.
Conforme a lo previsto por el tantas veces citado artículo 1051 C.c., el sujeto
facultado para suspender el ejercicio de la actio familiae erciscundae de modo unilateral
será el testador. Pero en otros ordenamientos, como el italiano, se atribuye también
al juez la facultad de imponer la indivisión del patrimonio hereditario a petición de
uno de los coherederos. El artículo 717 del Codice civile la reconoce siempre que los
efectos de la prohibición de dividir no se extiendan más allá de los cinco años, y que
el Juez considere que la inmediata partición conlleva un notable perjuicio para el
patrimonio hereditario13. El silencio de nuestro Código Civil (y de nuestra Ley de
Enjuiciamiento Civil) sobre este aspecto, ¿cómo debería ser interpretado? ¿Esta falta
de manifestación permite al juez desestimar una demanda de partición hereditaria
(a petición de uno o varios herederos) si la considerara perjudicial para el interés
colectivo de todos los comuneros? En principio la respuesta a esta pregunta debería
ser negativa. Parece que debe predominar la voluntad del heredero en los términos
expresados por el artículo 1052 C.c.: «Todo coheredero... podrá pedir en cualquier
tiempo la partición de la herencia», salvo lo dispuesto por el artículo 1051 C.c. en
cuanto a la facultad atribuida al testador para imponer la indivisión de la herencia,
y lo establecido por el artículo 400 del mismo cuerpo legal con relación al convenio
de indivisión. Sin embargo, ¿cabría admitir una resolución judicial que desestimara
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la partición de la herencia por ser contraria al principio de buena fe?14 Si así fuera,
por supuesto, ésta debería ser motivada y su eficacia limitada en el tiempo. Pero si
se aceptara esta posibilidad, ¿qué plazo debería ser considerado adecuado para que
ese gravamen impuesto por el juez desplegara sus efectos? Sería el Juez quien debería
tomar la decisión al respecto, con su oportuna justificación.
B. REFERENCIA A LAS CAUSAS QUE DEJAN SIN EFECTO
LA PROHIBICIÓN DE DIVIDIR LA HERENCIA
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1. Consideraciones generales
El acuerdo de indivisión, así como la cláusula testamentaria que suspende
el ejercicio del derecho a dividir que todo coheredero tiene en una comunidad
hereditaria, impone un gravamen a los sujetos que forman parte de aquélla; un
gravamen que, a su vez, debe ser calificado como una prohibición de disponer debido al carácter dispositivo que tiene la facultad divisoria cuyo ejercicio se pretende
restringir. Siendo esto así, el artículo 26 de la Ley Hipotecaria, que es el precepto
encargado de admitir las prohibiciones de disponer en nuestro ordenamiento jurídico, ha de estar presente a los efectos de exigir el correspondiente soporte causal
y límite temporal, con el fin de sostener la validez de la prohibición de dividir la
herencia, y poder acceder al Registro de la Propiedad en los términos previstos por
el citado precepto. Ello no es óbice para aplicar, de modo singular, los límites que
los artículos 400 y 1051 C.c., y normas de Derecho Foral, establecen en relación
con el pacto de indivisión y la disposición del causante que impide la división de
la herencia, respectivamente.
En cuanto al convenio de indivisión, el artículo 400 C.c se refiere al límite
temporal al que debe estar sujeto todo convenio de indivisión. Sin embargo, el artículo 1051 del mismo cuerpo legal va más allá al incluir como motivos determinantes
de la ineficacia de una cláusula testamentaria que impide la partición del caudal
relicto, la aplicación de «las causas por las cuales se extingue la sociedad». Con estos
términos, el legislador se remite al artículo 1700 C.c., que es el precepto dedicado
a enunciar qué causas provocan la disolución de una sociedad civil con una cierta
exhaustividad, puesto que, además de los motivos planteados, sólo cabe incluir la
14
Cabría traer a colación lo previsto por el primer párrafo de la ley 374, in fine, F.N.Nav.
en materia de comunidad de bienes por analogía. Es un precepto que señala lo siguiente: «...cuando se
solicite la división contra la buena fe que se debe al acuerdo comunitario... habrá obligación de indemnizar
el daño causado». Tendría cabida el ejercicio de una acción con deslealtad o dolo procesal (Doral,
J.A., Comentarios al Código Civil y Compilaciones Forales, t. xxxviii, vol. 1º, Edersa, Madrid, 2002,
p. 124). Por consiguiente, si quien ejercita la facultad divisoria actúa de la mala fe, el resto de los
comuneros podrá exigir la correspondiente indemnización de daños. Por su parte, Miquel (ob. cit, p.
459) señala que cabría aplicar también el aforismo qui iure suo utitur neminem laedit, lo que implica
que en principio no hay que indemnizar por los daños causados en el ejercicio lícito de un derecho.
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Paz-Ares, C., Comentarios del Código civil, t. ii, Ministerio de Justicia, 1993, p. 1491.
Así, aunque es cierto que, a la luz de lo previsto en el artículo 1665 C.c., la sociedad nace
de un contrato, mientras que la comunidad surge con independencia de la voluntad de sus miembros,
no existe óbice alguno para que una comunidad pueda tener un origen convencional si ha intervenido
la voluntad de los constituyentes en su creación a la luz de lo dispuesto por el artículo 392 del Código
civil (vid. Albaladejo, M., «La distinción entre comunidad y sociedad», AC, 1995-3, p. 671, y Trujillo
Calzado, M.I., «La constitución convencional de comunidades: contrato de comunicación de bienes»,
Bosch, Barcelona, 1994, p. 39 y ss). Asimismo, resulta discutible recurrir al criterio que sostiene que
la affectio societatis es un requisito sustancial en toda relación de sociedad, con el fin de distanciarla de
la comunidad. Razón: aunque la affectio socitatis se traduce en la necesidad de tener voluntad de crear
y asumir los efectos y los fines de una sociedad, ¿qué sucede cuando se produce una disociación de la
affectio como propósito volitivo interno y como exteriorización de una voluntad (como apariencia)? Es
la situación que acontece en una sociedad irregular (vid. Tena Piazuelo, I., La caracterización de la
sociedad civil y su diferencia con la comunidad de bienes, Tirant lo Blanch, Valencia, 1997, pp. 166-167).
En consecuencia, la comunidad y la sociedad no son instituciones antitéticas. Hay zonas comunes. Ello
significa que el juez será quien razonablemente escoja el régimen más oportuno a aplicar cuando se trata
de dilucidar cuestiones derivadas de sociedades que tienen por objeto el uso o los frutos de determinadas
cosas comunes (vid. Capilla Roncero, F., Comentarios al Código civil y Compilaciones Forales, t. xxi,
vol. 1, dirigidos por M. Albaladejo y S. Díaz-Alabart, Edersa, Madrid, 1986, pp. 133-136).
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reunión de todas las participaciones en una sola mano o al acuerdo unánime de
todos los socios para justificar la extinción de una relación societaria15.
Son las causas determinantes de la desaparición de la sociedad civil las que
nos interesan como posibles motivos para dejar sin efecto una prohibición testamentaria de dividir la herencia, y no otras, aunque el art. 1051, párrafo 2º, in fine, del
Código civil no haya realizado semejante precisión. Una interpretación contextual
y lógica de este precepto relaciona lo previsto en su segundo párrafo con lo que
dispone el artículo 1700 C.c. en relación con la sociedad civil. Al fin y al cabo el
citado artículo 1051 se encuentra en el marco del Código civil. Si esto no fuera así,
el legislador debería haberlo precisado.
¿Qué motivos justifican la remisión a las causas de disolución de la sociedad
como fuente de ineficacia de una prohibición testamentaria de dividir la herencia?
Son razones, fundamentalmente, de economía legislativa, que se justifican a su vez en
la cercanía existente entre la situación derivada de una comunidad hereditaria, cuyo
caudal relicto está sujeto a la indivisión impuesta por el causante, y la que surge de
una sociedad. Aunque son varios los criterios a los que recurrir para mostrar los rasgos
que diferencian a estas figuras, el legislador ha percibido que también hay elementos
que las acercan16. El reconocimiento de la sociedad irregular en el artículo 1669 C.c.,
junto a las remisiones recíprocas que se hacen sus respectivas normativas en los artículos
406 y 1708 C.c., son algunos ejemplos que muestran la interrelación existente entre
estas dos figuras jurídicas que se encargan de gobernar las colectividades. Por otra
parte, aunque la comunidad hereditaria indivisa por imposición del causante no debe
ser identificada con la sociedad, sí es cierto que el patrimonio hereditario vinculado
por una carga de la indivisión pierde, en cierta medida, su carácter transitorio; un
carácter marcado por la facultad que todo comunero tiene de solicitar su partición en
cualquier momento. Ese aspecto mostraría un espacio común con la sociedad civil
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que, precisamente, se caracteriza por su vocación duradera, lo que justificaría que el
legislador hubiera recurrido a sus causas de disolución para postular la ineficacia de
una prohibición testamentaria de dividir la herencia. En consecuencia, haciéndome
eco de las palabras de Díez-Picazo, se podría sostener que «la comunidad y la sociedad
son dos formas de organización distintas de las uniones de intereses»17.
Que el artículo 1051 C.c. señale expresamente que las causas de extinción de
la sociedad civil actúan como razón suficiente para permitir la división de la herencia,
cuando el testador ha manifestado su voluntad de que el activo hereditario se mantenga indiviso, permite la aplicación directa del artículo 1700 C.c. No se recurre a ellas
por analogía como fuente de ineficacia de la prohibición testamentaria de dividir la
herencia, sino de modo directo porque forman parte del contenido del artículo 1051
C.c. Ahora bien, que sean causas que tienen como destino extinguir una sociedad
civil, obliga a realizar una labor interpretativa que permita adaptar su contenido a la
función que desempeña una prohibición testamentaria de dividir la herencia.
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2. Razones
a. Elementos temporales
Toda prohibición de dividir la herencia debe desprender efectos sólo durante
un período de tiempo determinado, con independencia de si la carga tiene su origen
en un acuerdo entre coherederos o en la voluntad unilateral del causante. El límite
temporal a su eficacia tiene su razón de ser en evitar una indivisión permanente
del patrimonio hereditario, una situación que resulta incompatible con el principio
de libertad de tráfico de bienes presente en nuestro ordenamiento jurídico. Es una
postura que está presente en los Derechos navarro, aragonés y catalán18. Por ello, sus
regulaciones prevén unos criterios que impiden que una restricción sobre el ejercicio
de la actio familiae erciscundae vincule la herencia para siempre; unos criterios que,
por otra parte, se aplican tanto a la indivisión que tiene su origen en el convenio de
los coherederos, como a aquella otra que trae su causa de una disposición unilateral
del causante. No han hecho distinción al respecto. A diferencia de lo que sucede en
el ámbito de nuestro Código civil, donde hay que traer a colación el límite temporal
previsto por el párrafo segundo del artículo 400 para delimitar los efectos del convenio de indivisión, y lo dispuesto por el artículo 1051, si es la voluntad del causante
la que da origen a la indivisión de la herencia, precepto que se remite a «las causas
por las cuales se extingue la sociedad»19.
17
Vid. Díez-Picazo, L., Fundamentos de Derecho Civil Patrimonial, ii, Civitas, Madrid,
1993, p. 908.
18
Ver la ley 331 F.N.Nav.; los artículos 463.2. C.C.Cat. y 365 C.D.F.Arag.
19
Una corriente doctrinal (entre otros, Ferrandis Vilella, F., La comunidad hereditaria,
Bosch, Barcelona, 1954, p. 164; Gullón Ballesteros, A., «La disolución de la comunidad de bienes
en la Jurisprudencia», ADC, 1965, pp. 379 y 380; Vallet de Goytisolo, J.B., Panorama del Derecho de Sucesiones, t. i, Civitas, Madrid, 1982, p. 1564; Torres Lana, J.A., Código civil. Doctrina
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y Jurisprudencia, t. ii, coordinado por J.L. Albácar, Trivium, Madrid, 1992, pp. 423-424; y Rivas
Martínez, J.J., Derecho de Sucesiones. Común y Foral, t. ii, Dykinson, Madrid, 2004, p. 1315) ha
sostenido la aplicación analógica de los límites temporales previstos en el párrafo segundo del artículo
400 C.c. a la prohibición testamentaria de dividir la herencia.
20
Vid. Albaladejo, M., Derecho Civil iii, Edisofer, Madrid, 2004, p. 393.
21
SSTS de 12 de diciembre de 1958 (cdo. 4º), de 8 de marzo de 1989 (f. j. 1º); y de 21 de
diciembre de 2000 (f. j. 1º).
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El párrafo segundo del artículo 400 C.c. establece que el pacto de indivisión
está sujeto a un plazo de diez años susceptible de ser prorrogado sucesivamente si así
lo acuerdan los comuneros20. Sin embargo, el artículo 1051 C.c. toma como punto
de referencia sólo lo previsto por el artículo 1700, 1º C.c.: «La sociedad se extingue: 1º
Cuando expira el término por que fue constituida». La aplicación de esta causa de disolución de la sociedad civil al ámbito del artículo 1051 C.c. se traduce en la siguiente
idea: la finalización del plazo establecido por el testador durante el cual la herencia
debe permanecer indivisa, deja sin efectos la carga sobre el caudal relicto de modo
automático. A partir de este momento cualquiera de los coherederos podrá ejercitar la
actio familiae erciscundae, salvo que acuerden lo contrario. En tal caso, la decisión de
los coherederos de continuar vinculados mediante un pacto de indivisión no debe ser
calificada como prórroga. Aunque el pacto refleja una continuidad de la indivisión
hereditaria, la causa de esta carga ha cambiado. No es la voluntad del testador, sino
la de los coherederos la que justifica una indivisión cuyo soporte causal ha cambiado.
Resulta habitual que el causante recurra a la muerte del cónyuge viudo como
término certus an incertus quando en una prohibición testamentaria de dividir la
herencia 21. Se atribuye el usufructo vitalicio al cónyuge supérstite, y mediante una
cláusula testamentaria se prohíbe a los hijos o descendientes pedir la división de
la herencia en vida de la esposa del testador. Es una forma de proteger al cónyuge
supérstite en relación con los bienes objeto del usufructo, hasta que acaezca su
muerte. Se incorpora la vida del sujeto beneficiario por la afección testamentaria
como criterio temporal a tener en cuenta. Y esto es precisamente lo que hacen la
ley 331 F.N.Nav. y el artículo 365 C.D.F.Arag. En ambos casos se alude a que los
efectos de la restricción que impide la división de la herencia pueden desplegarse
por el tiempo que los bienes de la herencia están sujetos al usufructo del cónyuge
viudo, usufructo que tiene carácter vitalicio.
Ahora bien, ¿qué sucede cuando el testador hace depender los efectos de
la prohibición testamentaria de dividir la herencia de la muerte sucesiva de varias
personas? Admitir este criterio sin ningún límite permite que la herencia se mantenga indivisa a perpetuidad, siempre y cuando persista el motivo que justifica esta
situación. ¿Por qué añado este último matiz? La razón se encuentra en la necesidad de
que toda restricción testamentaria sobre la actio familiae erciscundae esté justificada
en un interés. La ausencia de este último determinará en todo caso la ineficacia de
la carga testamentaria, y permitirá a los herederos solicitar la partición hereditaria en
cualquier momento. Por tanto, si la causa que justifica la prohibición testamentaria
persiste, ¿hasta cuándo deberá mantenerse el caudal relicto indiviso?
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En el Derecho navarro se ha recurrido a establecer un plazo máximo de
duración de diez años como límite a tener en cuenta; un plazo que en el convenio de
indivisión es susceptible de ser prorrogado por plazos no superiores a los diez años.
Ello tiene su razón de ser en que, en este caso, la imposición de la carga es fruto
de un acuerdo, motivo por el cual sus efectos pueden prolongarse en el tiempo, si
éste es el deseo de los coherederos, a través de sucesivas prórrogas. Pero se trata de
un plazo que establece el legislador navarro cuando la indivisión de la herencia no
se sostiene en el usufructo de fidelidad del cónyuge viudo, ni en la otra causa que
prevé para justificar la prohibición voluntaria de dividir la herencia: presencia de
un heredero menor de edad no emancipado al que proteger. Cuando el fundamento
de la restricción es otro motivo distinto de los nombrados, el legislador evita que
la prohibición de dividir la herencia prolongue sus efectos en el tiempo de manera
indefinida, mediante la inclusión de un plazo que actúa como límite temporal22.
Por su parte, el artículo 463.2 del C.C.Cat. declara que «El causante puede
ordenar, y los herederos acordar unánimemente, que, tanto respecto a la herencia como
a bienes concretos de ésta, no se haga la partición durante un plazo que no puede exceder
de diez años a contar de la apertura de la sucesión». Añade un segundo párrafo donde
se establece que «El plazo de indivisión puede llegar a los quince años respecto al inmueble que sea residencia habitual de uno de los coherederos si éste es cónyuge, conviviente
en pareja estable o hijo del causante». El propio legislador afirma que, si se superan
los plazos establecidos, no deviene ineficaz el pacto de indivisión o la disposición
testamentaria que impone la indivisión de la herencia. La carga mantiene su validez,
aunque reduce sus efectos en el tiempo de acuerdo a los criterios establecidos.
En consecuencia, a la luz de lo previsto en la ley 331 F.N.Nav., 463.2
C.C.Cat., y 365 C.D.F.Arag., se admite la posibilidad de recurrir a la vida de diversas personas como límite a la eficacia temporal de una prohibición voluntaria de
dividir la herencia, siempre y cuando la suma de la duración de todas ellas no supere
el plazo fijado por la normativa que corresponda.
De lo dispuesto en el artículo 1051 C.c. se deduce que se faculta al causante para imponer la indivisión de la herencia en atención a la vida de una persona,
pero también en relación con la muerte sucesiva de varias personas. Sin embargo,
en el Código civil no se establece ningún plazo concreto que limite los efectos de
una prohibición de esta naturaleza, a diferencia de lo que sucede con el convenio
de indivisión. Por ello, resulta oportuno sostener que los efectos de la voluntad del
causante se prolongarán en el tiempo siempre y cuando no se haya extinguido la
razón, motivo o interés que justifica la carga testamentaria.
Pero ¿qué sucede cuando la razón que fundamenta la prohibición testamentaria de dividir la herencia se prolonga en el tiempo de modo excesivo? No se
puede convertir la herencia en un patrimonio indivisible a perpetuidad. Para evitar
estos efectos perniciosos sobre la libre circulación de los bienes, cabe recurrir a la
22
Lo mismo se ha planteado en cuanto al Derecho aragonés, aunque en este caso el plazo
que se establece es de quince años.
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23
Vid. Roca Sastre, R. y Roca-Sastre Muncunill, L., Derecho Hipotecario, t. iii,
Bosch, Barcelona, 1995, p. 489.
24
Al respecto vid. Alabaladejo, M., Comentarios al Código civil y Compilaciones Forales,
t. x, vol. 2, dirigidos por M. Albaladejo y S. Díaz-Alabart, Edersa, Madrid, 1984, p. 284; y Lledo
Yagüe, F., Derecho de Sucesiones, v. ii, Universidad Deusto, Bilbao, 1991, p. 656.
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ANALES DE LA FACULTAD DE DERECHO, 28; 2011, PP. 9-24
aplicación analógica del artículo 781 C.c., según el cual «Las sustituciones fideicomisarias... surtirán efecto siempre que no pasen del segundo grado, o que se hagan en
favor de personas que viven al tiempo del fallecimiento del testador». Es una figura a
la que también acude el legislador navarro, aunque en el marco de las prohibiciones
de disponer reguladas por la ley 481 F.N.Nav. Este precepto se remite precisamente
a lo previsto por la ley 224 en materia de sustituciones fideicomisarias para exigir
que la indisponibilidad de un bien esté sujeta a un término final. Se evita de este
modo que la propiedad quede amortizada por una restricción sobre el ius disponendi.
En el ámbito de las prohibiciones de disponer reguladas por el artículo 26
de la Ley Hipotecaria, se ha defendido la aplicación de los límites establecidos para
las sustituciones fideicomisarias en el Código civil, a fin de evitar que la carga que
impide disponer de un bien se prolongue con carácter indefinido23. Por consiguiente,
hay que traer a colación estos límites cuando se trata de definir la eficacia temporal
de una prohibición testamentaria de dividir la herencia. Al fin y al cabo la indivisión
de la herencia impuesta por el testador no es más que una de las posibles manifestaciones de las prohibiciones de disponer.
La aplicación de los límites previstos en el artículo 781 C.c. no plantea
mayores problemas, cuando la indivisión del caudal relicto se establece en atención
a la vida de una persona viva en el momento de fallecimiento del testador. En este
caso habría que esperar hasta que su muerte acaeciera. Si se hace depender de la
vida de varias personas vivas basta acudir, también por analogía, a lo dispuesto por
el artículo 521 C.c. en materia de usufructo, en virtud del cual «El usufructo constituido en provecho de varias personas vivas al tiempo de su constitución, no se extinguirá
hasta la muerte de la última que sobreviviere». Ello permite afirmar que la eficacia
del gravamen testamentario se mantendrá hasta que ocurra el óbito de la última de
las personas sobre cuyas cabezas se impuso la duración de aquél.
Pero, ¿qué sucede si el criterio temporal a tener en cuenta se refiere a la vida de
una persona jurídica cuya duración es de carácter indefinido? Esta posibilidad implica
que los efectos de la carga testamentaria se prolonguen en exceso. Por esta razón hay
que recurrir a lo previsto por el artículo 781 C.c. en orden a afirmar que no se debe
admitir la indivisión de la herencia más allá de la muerte de aquellos coherederos
que superen el límite «del segundo grado», entendido éste como «llamamiento»24.
En consecuencia, la eficacia temporal de la carga se prolongará sólo sobre las vidas
de dos personas sucesivas no existentes en el momento de la muerte del causante.
Por supuesto, esto último hay que tenerlo presente también cuando el testador dispone que el patrimonio hereditario se mantenga indiviso durante un tiempo
excesivamente amplio, o simplemente cuando hace depender los efectos de la carga
testamentaria de la muerte sucesiva de varias personas.
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La consecuencia derivada de la aplicación del artículo 781 C.c. no repercutiría sobre la validez de la carga testamentaria en el caso de que se superen los
límites expuestos por el citado precepto. Tan sólo limitará sus efectos en el tiempo.
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b. Elementos objetivos
Entre las causas determinantes de la ineficacia de la prohibición de dividir
la herencia, se encuentran aquellas que se refieren a motivos objetivos. Esto es lo que
tiene en cuenta el motivo 2º del artículo 1700 C.c., conforme al cual la sociedad civil
se disuelve «Cuando se pierde la cosa... que le sirve de objeto», en virtud de lo previsto
en el segundo párrafo del artículo 1051 C.c. La pérdida es tanto física como jurídica,
situación esta última que se puede producir cuando el objeto queda fuera del comercio.
El precepto anteriormente citado se aplica cuando existe una restricción impuesta sobre la actio familiae erciscundae por el causante. En este caso, la pérdida del
patrimonio hereditario es el concepto que se debe trasladar, como razón que justifica
la ineficacia de una disposición testamentaria que prohíbe solicitar la partición de la
herencia. En consecuencia, la desaparición total de los bienes que conforman la herencia
dejará sin objeto no sólo la carga que impide la división de la herencia impuesta por
el causante, sino también aquella otra impuesta por un convenio de indivisión. No se
llega a la misma conclusión cuando la pérdida es parcial; esto es, cuando se pierden
sólo algunos bienes del caudal relicto. En tal caso la disposición testamentaria que
impide el ejercicio de la actio familiae erciscundae, o el acuerdo de indivisión, continuará
desplegando sus correspondientes efectos sobre los bienes que queden.
Pero el artículo 1700, número 2º, C.c. señala también que la sociedad civil
se extingue «Cuando... se termina el negocio que le sirve de objeto». Significa que la
sociedad civil se disuelve cuando concluye la finalidad para la que se constituyó.
Esta causa será tenida en cuenta cuando la sociedad se haya constituido para una
actividad concreta susceptible de ser agotada en el tiempo. Esto es, si la sociedad
nace con un fin, una vez cumplido éste, aquélla se disolverá.
¿Cómo aplicar lo previsto por el número 2º del artículo 1700 C.c., a los
efectos de pretender dejar sin efectos la disposición hereditaria que impide la división
de la herencia? Para entender su aplicación hay que considerar que la validez de toda
prohibición testamentaria de dividir la herencia depende de la presencia de una causa
que la justifique; aunque el artículo 1051 C.c. no se refiere a este requisito de manera
expresa. Sí se deduce esta necesaria causalización de lo previsto en la ley 331 del Derecho navarro, cuando hace depender la eficacia de la prohibición de dividir la herencia
de la duración del usufructo de fidelidad en favor del cónyuge viudo. En este caso,
el legislador tiene en cuenta la figura que permite a todo cónyuge viudo disfrutar del
usufructo de la universalidad de los bienes dejados a su muerte por el cónyuge consorte
(ley 253 F.N.Nav.). Se trata de un usufructo que no puede recaer sobre personas distintas del cónyuge sobreviviente, motivo por el cual su extinción tiene lugar a la muerte
del usufructuario. Por ello, el usufructo de fidelidad en el Derecho Navarro es una
de las posibles razones que sirven para justificar la indivisión voluntaria de la herencia
establecida por el testador en el ámbito de la ley 331 F.N.Nav. ¿Qué razón es ésta? La
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protección del cónyuge supérstite. Es esta persona quien se beneficia de los efectos de
la prohibición de dividir el caudal relicto. Se pretende asegurar que el cónyuge viudo
disfrute de una situación económica saneada hasta su muerte, sin verse abocado a
los molestos inconvenientes que la partición hereditaria podría provocar sobre aquél.
Una situación semejante tiene en cuenta el artículo 365 C.D.F.Arag.
cuando admite que la restricción testamentaria se imponga por el tiempo que dura
el usufructo del cónyuge viudo con el fin de protegerle. Aparece de nuevo, como
fundamento para la restricción que impone el causante, la protección del cónyuge
supérstite que disfruta de un usufructo vitalicio.
La ley 331 del Derecho navarro también prevé, como interés susceptible de ser
protegido, la defensa de un heredero menor de edad no emancipado en una comunidad hereditaria. Hasta que se emancipe, ya sea por matrimonio, ya sea por alcanzar
la mayoría de edad, necesitará un representante en la partición hereditaria. Mientras
tanto no podrá actuar por sí solo. Por ello, el legislador ha considerado oportuno
permitir al testador imponer la indivisión de la herencia hasta que ese heredero (que
tiene limitada su capacidad de obrar) alcance la edad necesaria para actuar por sí solo.
Tanto la ley 331 F.N.Nav., como los artículos 463 C.C.Cat. y 365
C.D.F.Arag., todos ellos nombran posibles causas justificadoras de la prohibición de
dividir la herencia de modo ejemplificativo, y no exhaustivo. Así, el precepto navarro
alude a otras razones distintas cuando se refiere a la posibilidad de imponer la indivisión de la herencia «en cualquier otro caso». Debe existir un interés que fundamente la
prohibición impuesta por el testador, aunque éste sea de naturaleza distinta a la de los
enumerados por el legislador. Como consecuencia de esta afirmación, cabría señalar
que la ausencia (o el cumplimiento) de estos motivos, razones o intereses, impide que
el gravamen impuesto por el causante continúe desplegando sus correspondientes
efectos, y permite, con ello, solicitar la partición del caudal relicto a los coherederos.
De acuerdo con lo manifestado anteriormente, el legislador catalán permite
dejar sin efectos un convenio de indivisión o una prohibición testamentaria de dividir
la herencia, si un juez, «a instancia de cualquier coheredero», considera que existe
una causa justa. En consecuencia, si el interés que fundamentaba el convenio de
indivisión o la prohibición de dividir la herencia impuesta unilateralmente decae, por
cumplimiento, por imposibilidad sobrevenida o porque surgen mejores razones para
sostener la división que la indivisión del caudal relicto, una decisión judicial dejará
sin efectos el gravamen para que a partir de este momento, y antes de la llegada del
término establecido, cualquier coheredero pueda solicitar la partición de la herencia.
Aunque el artículo 1051 C.c. tan sólo reconoce (que no regula) la facultad
que permite al causante impedir la división de la herencia, cabría sostener también la
causalización de toda prohibición testamentaria de dividir la herencia, a fin de evitar
un uso indiscriminado de una facultad que impide el libre ejercicio de un derecho
que se reconoce a todo coheredero, como es solicitar la partición hereditaria, tal y
como establece el artículo 1052 C.c. No hay que olvidar el carácter excepcional de
la prohibición de dividir la herencia, en cuanto carga testamentaria, porque deroga
la regla general de libre disponibilidad de los bienes. En consecuencia, se requiere
que se sostenga en una causa justa. Por otra parte, considerar que la prohibición
testamentaria de dividir la herencia es una de las posibles manifestaciones de las
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prohibiciones de disponer, en la medida que aquélla restringe el libre ejercicio de una
facultad de naturaleza dispositiva como es la actio familiae erciscundae, abunda en
la defensa de esta postura. Siendo esto así, se exige que la indivisión de la herencia
se fundamente en una causa justa del mismo modo a como se exige en la indisponibilidad de un bien, a la luz de lo previsto en el artículo 26 de la Ley hipotecaria 25.
Por consiguiente, los términos del número 2º del artículo 1700 C.c. deben
ser interpretados a la luz de lo expuesto anteriormente. Esto es, cuando se extingue
la razón o interés que justifica una prohibición testamentaria de dividir la herencia,
es cuando ésta deviene ineficaz. Ahora bien, a fin de evitar que la restricción sobre
la actio familiae erciscundae vincule el patrimonio hereditario durante un tiempo
excesivo, parece obligada la aplicación por analogía del artículo 781 C.c. en los
términos expuestos anteriormente: que los efectos de la carga no deben prolongarse,
en ningún caso, más allá de dos llamamientos fijados, transcurridos los cuales se
podría solicitar la partición hereditaria.
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c. Elementos subjetivos
El convenio de indivisión provoca la suspensión temporal del ejercicio de
la actio familiae erciscundae. Mientras tanto, quienes han prestado su voluntad no
podrán solicitar la partición de la herencia hasta la llegada del término acordado.
Hay que recurrir al mutuo disenso para dejar sin efectos el acuerdo. Siendo esto así,
el convenio de indivisión no deviene ineficaz por producirse cambios en las circunstancias subjetivas que afectan a los coherederos, tales como la muerte, incapacitación,
insolvencia o declaración de prodigalidad; salvo que se haya dispuesto lo contrario.
La misma afirmación debe sostenerse cuando existe una prohibición testamentaria de dividir la herencia; ello pese a la aplicación del número 3º del artículo
1700 C.c., según el cual «La sociedad se extingue: 3.º Por muerte, insolvencia, incapacitación o declaración de prodigalidad de cualquiera de los socios y en el caso previsto
en el artículo 1699». La presencia de estos motivos en el ámbito de la sociedad civil
tiene su razón de ser porque las relaciones que se entablan entre los socios son intuitu
personae, a diferencia de lo que sucede en la comunidad, que son intuitu pecuniae.
En este sentido, la muerte, insolvencia, incapacitación o declaración de prodigalidad
del socio son circunstancias que afectan a la continuidad de la sociedad civil, porque
en la relación societaria existe un claro control sobre quiénes son los socios y sus
cualidades hasta el punto de considerar la condición de tal como intransmisible.
No sucede lo mismo en una comunidad hereditaria. Por ello, la disposición
testamentaria que impide la división de la herencia repercute sobre un elemento real,
como es el patrimonio hereditario, y no sobre los elementos personales de la comu-
25
Entre otros, Roca Sastre, R., y Roca-Sastre Muncunill, L., ob. cit., p. 489; Gómez
Gálligo, F.J., Comentarios al Código civil y Compilaciones Forales, t. vii, v. 4, Edersa, Madrid, 1999,
p. 180; y Lacruz Berdejo, J. L., Elementos de Derecho Civil, v, Dykinson, Madrid, 2004, p. 270.
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26
Vid. Capilla Roncero, F., ob. cit., p. 667.
Un segundo párrafo del artículo 1705 C.c. señala que «Para que la renuncia surta efecto,
debe ser hecha de buena fe en tiempo oportuno...». Al respecto Quesada González (en La disolución
de la sociedad civil por voluntad unilateral de un socio, Bosch, Madrid, 1991, p. 51) ha defendido
que la denuncia intempestiva va unida a la mala fe. Por tanto, la renuncia de buena fe no puede ser
realizada en tiempo inoportuno.
27
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nidad, que son los coherederos. Si hubiera querido esto último el causante, le habría
bastado con imponer una indisponibilidad de la cuota a fin de impedir la cesión de
la misma a terceros extraños. Pero la facultad que prevé el artículo 1051 C.c. no es
ésta. En consecuencia, la disposición testamentaria que impone la indivisión de la
herencia no impide a los coherederos la libre transmisión de su cuota, de acuerdo a
lo previsto por el artículo 399 C.c.; y esta cesión de la cuota hereditaria no afecta
la continuidad de la comunidad hereditaria, ni a los efectos de la carga que recae
sobre ella, salvo que el causante hubiera establecido lo contrario. En consecuencia,
no tiene sentido que una prohibición testamentaria de dividir la herencia devenga
ineficaz por la muerte, insolvencia, incapacitación o declaración de prodigalidad de
cualquiera de los coherederos.
Tampoco cabe admitir que una prohibición testamentaria de dividir la
herencia devenga ineficaz por la exclusiva y libre voluntad de cualquiera de los partícipes de la comunidad hereditaria, pese a la aplicación de lo previsto en el número
4º del artículo 1700 C.c. Señala este precepto que «La sociedad se extingue: 4º Por
la voluntad de cualquiera de los socios, con sujeción a lo dispuesto en los artículos 1705
y 1707». La denuncia del contrato realizada por un socio sirve para poner fin a la
continuidad de la relación societaria y abrir, en consecuencia, el correspondiente
proceso liquidatario. ¿Resulta admisible esta facultad en el ámbito de la comunidad
hereditaria sujeta a la indivisión impuesta por el causante? Para responder a esta
pregunta hay que analizar primero las características de esta figura.
La remisión a los artículos 1705 y 1707 C.c. refleja que el desistimiento del
socio puede ser extraordinario o libre, en función de si la duración de la relación
societaria está sujeta o no a un tiempo determinado. Conforme al párrafo 1º del
artículo 1705 C.c. «La disolución de la sociedad por la voluntad o renuncia de uno de
los socios únicamente tiene lugar cuando no se ha señalado término para su duración, o
no resulta éste de la naturaleza del negocio». De la lectura de este precepto se deduce
el reconocimiento de un derecho de desistimiento unilateral ad nutum, esto es, sin
necesidad de alegar motivo alguno, en favor del socio, como excepción a lo previsto
en el artículo 1256 C.c.26
Por el contrario, el artículo 1707 C.c. señala lo siguiente: «No puede un socio
reclamar la disolución de la sociedad que, ya sea por disposición del contrato, ya por la
naturaleza del negocio, ha sido constituida por tiempo determinado, a no intervenir justo
motivo, como el de faltar uno de los compañeros a sus obligaciones, el de inhabilitarse
para los negocios sociales, u otro semejante, a juicio de los Tribunales». Excepcionalmente
se permite la disolución de la sociedad antes del agotamiento del plazo si existe una
iusta causa para ello27.
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Si se permite al coheredero solicitar libremente la partición de la herencia
cuando la indivisión impuesta por el causante no está sujeta a un plazo determinado,
se estaría convirtiendo la voluntad del causante en una mera recomendación. La
disposición testamentaria quedaría desprovista de su eficacia obligatoria. Por este
motivo, la causa prevista en el artículo 1705 C.c. no es susceptible de ser aplicada,
como razón para dejar sin efectos la carga testamentaria que obliga a los coherederos
a mantener indiviso el caudal relicto. Pero se olvida que toda prohibición testamentaria de dividir la herencia está sujeta a una duración, ya sea haciéndola depender de
la llegada de una fecha, de la muerte de una persona o de la persistencia del interés
que justifica su existencia. Por tanto, la aplicación del artículo 1705 C.c. implica
que el coheredero podrá ejercitar la actio familiae erciscundae, cuando la causa que
fundamenta la carga testamentaria no resulta suficiente, y no antes. Ello hará que,
en los términos previstos por el segundo párrafo del artículo 1705 C.c., la solicitud
de partición hereditaria sea siempre tempestiva y de buena fe.
El artículo 1707 C.c. genera menores problemas, porque de su lectura se deduce
con total claridad que serán los Tribunales los encargados de analizar si existe razón
suficiente para permitir la partición del caudal relicto, antes de la llegada del término
fijado por el causante. El «justo motivo», al que se refiere el legislador, se define como
la desaparición del interés que fundamentaba la indivisión de la herencia, o como la
presencia de unas nuevas circunstancias que hacen que lo previsto por el causante carezca de fundamento. Si esta situación se diera, no habría que esperar al agotamiento
del plazo dispuesto por el causante para proceder a la división del caudal relicto.
Que el Juez pueda dejar sin efectos una prohibición testamentaria de dividir la
herencia por la concurrencia de una causa justa, no es una situación ajena al Derecho
Foral. Precisamente, el párrafo segundo de la ley 374 F.N.Nav., el párrafo cuarto del
artículo 463.2. del C.C.Cat., y el párrafo tercero del artículo 365 del C.D.F.Arag.,
facultan al Juez para dejar sin efecto no sólo la prohibición de dividir la herencia
impuesta por el causante, sino también el convenio de indivisión, por falta de causa.
Mientras el legislador navarro lo justifica en una «falta de utilidad de la indivisión»,
los legisladores catalán y navarro hablan de una causa justa sobrevenida. En cualquier
caso, esto traduce en la aplicación de la doctrina de la regla rebus sic stantibus. Ello
significa que la eficacia temporal de una prohibición de dividir la herencia, o del
pacto de indivisión, dependerá de la llegada del término final impuesto o acordado.
Hasta ese momento desplegará todos sus efectos. Pero no habrá que esperar a que se
cumpla el plazo previsto, si antes decae la causa que fundamenta una restricción de
esa naturaleza. Cuando el interés que justificaba la prohibición de dividir la herencia,
o el convenio de indivisión, se extingue por cumplimiento, los coherederos pueden
solicitar la partición del caudal relicto. Cabe afirmar lo mismo cuando la razón que
fundamentaba la carga testamentaria, o el pacto de indivisión, deviene imposible o
resulta insuficiente a la luz de otros motivos sobrevenidos.
Anales Derecho 28-2011.indb 24
Recibido: 9-3-2011. Aceptado: 28-10-2011.
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