Derecho de autodeterminación de los pueblos José Mª Ruiz Sánchez

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EL DERECHO DE LIBRE DETERMINACIÓN O
AUTODETERMINACIÓN DE LOS PUEBLOS
desde las perspectivas histórica, política, jurídica, filosófica y de
Doctrina Social de la Iglesia (con especial referencia a su
tratamiento en la actual crisis nacional y constitucional que
atraviesa España)
II PARTE (CONCLUSIONES)
Ponencia presentada y debatida en la sesión del Aula Política
del día 30 de octubre de 2007
Ponente: José María Ruiz Sánchez
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1. Dificultades conceptuales. Es preciso comenzar haciendo
referencia a la dificultad para abordar e intentar resolver las cuestiones que
suscita el principio de autodeterminación o libre determinación de los pueblos,
por diversos motivos:
1.- Las definiciones, conceptos y principios tienen límites imprecisos.
2.- Se trata de un ámbito muy influido por sentimientos y
apasionamientos irracionales (vinculación histórica con el movimiento
romántico).
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3.- Hasta la fecha se han producido escasas aproximaciones doctrinales,
al menos en España.
4.- Existencia en nuestra patria de un complejo entre los que se oponen
al reconocimiento del derecho de autodeterminación de los pueblos con el
carácter de absoluto, general e incondicional que le confieren las fuerzas
nacionalistas que lo invocan.
2. Definición. Según el Diccionario de la Real Academia Española,
autodeterminación es la “Decisión de los pobladores de una unidad territorial
acerca de su estatuto político”. Esta es una definición vaga e imprecisa puesto
que no determina quiénes sean “los pobladores” (la problemática determinación
del sujeto del derecho de autodeterminación), y cuál sea la “unidad territorial”,
defectos que no hay que imputar a nuestra Academia, ya que son consecuencia
obligada de la ambigüedad inherente al término y al propio concepto que este
expresa. El derecho de autodeterminación sería, pues, el derecho de tales
pobladores a decidir acerca de su estatuto político.
Por otra parte, nos encontraríamos ante una infinita divisibilidad del
territorio y de la población, como consecuencia de la aplicación recurrente del
principio del derecho de libre determinación. En efecto, una vez ejercido este
derecho por la minoría étnico-cultural, que puede conducir a la secesión (que es
una de las formas de su ejercicio) la minoría dentro de la minoría “atrapada”
(que es homogénea con la que era mayoría en el Estado multiétnico antes de la
secesión) tendrá el mismo derecho a autodeterminarse, y así sucesivamente,
llegando incluso al absurdo de determinación incluso por comarcas, municipios,
distritos y barrios.
En definitiva, serían de muy difícil fijación las fronteras de los nuevos
Estados, en particular en los casos de convivencia multisecular en un mismo
Estado.
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3. El principio de libre determinación de los pueblos versus el
principio de integridad territorial de los Estados en el Derecho
Internacional.
Referencia
a
la
“cláusula
del
gobierno
representativo”. En el preámbulo de la Declaración de la Organización de
Naciones Unidas 2625 (XXV) “sobre los principios de Derecho internacional
referentes a las relaciones de amistad y a la cooperación entre los Estados de
conformidad con la Carta de las Naciones Unidas”, de 24 de octubre de 1970,
en el apartado que lleva por título “El principio de la igualdad de derechos y de
la libre determinación de los pueblos”, se proclama que “En virtud del principio
de la igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos,
consagrado en la Carta de las Naciones Unidas, todos los pueblos tienen el
derecho a determinar libremente, sin injerencia externa, su condición política
y de procurar su desarrollo económico, social y cultural, y todo Estado tiene el
deber de respetar este derecho de conformidad con las disposiciones de la
Carta”.
“EL PRINCIPIO DE IGUALDAD DE DERECHOS Y DE LA
LIBRE DETERMINACIÓN DE LOS PUEBLOS.
[El subrayado del penúltimo párrafo, que contiene la denominada
“cláusula del gobierno representativo”, es nuestro].
En virtud del principio de la igualdad de derechos y de la libre
determinación de los pueblos, consagrado en la Carta, todos los pueblos
tienen el derecho de determinar libremente, sin injerencia externa, su
condición política y de proseguir su desarrollo económico, social y
cultural, y todo Estado tiene el deber de respetar este derecho de
conformidad con las disposiciones de la Carta.
Todo Estado tiene el deber de promover, mediante acción
conjunta o individual, la aplicación del principio de la igualdad de
derechos y de la libre determinación de los pueblos, de conformidad con
las disposiciones de la Carta, y de prestar asistencia a las Naciones Unidas
en el cumplimiento de las obligaciones que se le encomiendan por la Carta
respecto de la aplicación de dicho principio, a fin de:
a) Fomentar las relaciones de amistad y la cooperación entre los
Estados; y
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b) Poner fin rápidamente al colonialismo, teniendo debidamente
en cuenta la voluntad libremente expresada de los pueblos de que se trate;
y teniendo presente que el sometimiento de los pueblos a la
subyugación, dominación y explotación extranjeras constituye una
violación del principio, así como una denegación de los derechos humanos
fundamentales, y es contraria a la Carta de las Naciones Unidas.
Todo Estado tiene el deber de promover, mediante acción
conjunta o individual, el respeto universal a los derechos humanos y a las
libertades fundamentales y la efectividad de tales derechos y libertades de
conformidad con la Carta de las Naciones Unidas.
El establecimiento de un Estado soberano e independiente, la libre
asociación o integración con un Estado independiente o la adquisición de
cualquier otra condición política libremente decidida por un pueblo
constituyen formas del ejercicio del derecho de libre determinación de ese
pueblo.
Todo Estado tiene el deber de abstenerse de recurrir a cualquier
medida de fuerza que prive a los pueblos antes aludidos en la formulación
del presente principio de su derecho a la libre determinación y a la
libertad y a la independencia. En los actos que se realicen y en la
resistencia que opongan contra esas medidas de fuerza con el fin de
ejercer su derecho a la libre determinación, tales pueblos podrán pedir y
recibir apoyo de conformidad con los propósitos y principios de la Carta
de las Naciones Unidas.
El territorio de una colonia y otro territorio no autónomo tiene,
en virtud de la Carta de las Naciones Unidas, una condición jurídica
distinta y separada de la del territorio del Estado que lo administra, y esa
condición jurídica distinta y separada conforme a la Carta existirá hasta
que el pueblo de la colonia o el territorio no autónomo haya ejercido su
derecho de libre determinación de conformidad con la Carta, y en
particular, con sus propósitos y principios.
Ninguna de las disposiciones de los párrafos precedentes se
entenderá en el sentido de que autoriza o fomenta cualquier acción
encaminada a quebrantar o menospreciar, total o parcialmente, la
integridad territorial de Estados soberanos e independientes que se
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conduzcan de conformidad con el principio de la igualdad de derechos y
de la libre determinación de los pueblos antes descrito y estén, por tanto,
dotados de un gobierno que represente a la totalidad del pueblo
perteneciente al territorio, sin distinción por motivos de raza, credo o
color.
Todo Estado se abstendrá de cualquier acción dirigida al
quebrantamiento parcial o total de la unidad nacional e integridad
territorial de cualquier otro Estado o país”.
4. Formas de ejercicio del derecho de libre determinación de
los pueblos. El contenido de este derecho se concreta en el párrafo séptimo del
apartado “El principio de la igualdad de derechos y de la libre determinación
de los pueblos” de la Declaración 2625 (XXV), anteriormente citado, el cual
distingue las siguientes formas de su ejercicio:
a) El establecimiento de un Estado soberano e independiente.
b) La libre asociación o integración con un Estado independiente, o
c) La adquisición de cualquier otra condición política libremente
decidida por un pueblo.
5. El error antropológico del principio del derecho de la
autodeterminación o libre determinación de los pueblos, entendido
como derecho de aplicación general, abstracta e incondicionada. En
su sentido más radical y extremo, la doctrina del derecho de la
autodeterminación o libre determinación de los pueblos parte del error
antropológico de afirmar que la humanidad se halla dividida de forma natural o,
al menos, en sentido histórico-cultural, en pueblos o naciones, los cuales son
fácilmente identificables y, por lo tanto, separables los uno de los otros, y que
esta identidad y separabilidad resultan inmunes al devenir de la historia
(inmutabilidad). Estas proposiciones conducen a una teoría sustancialista del
concepto de pueblos o naciones, de la cual se deriva como corolario el principio
del derecho a la libre determinación o autodeterminación de éstos.
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6. La apariencia democrática del principio de la libre
determinación de los pueblos. La experiencia histórica nos enseña que
cuando los defensores del derecho de autodeterminación son, o se considera,
mayoritarios en el territorio que reivindica como propio, no invocan este
derecho, sino que llevan a cabo la declaración de independencia de forma
unilateral (nuevos estados procedentes de las antiguas Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas –URSS-, Yugoslavia y Checoslovaquia); por el contrario,
mientras se esfuerzan por alcanzar la mayoría de la que todavía carecen invocan
el principio del derecho de autodeterminación de los pueblos, como un
instrumento de desgaste del Estado dentro del cual se encuentran, ya que prima
facie tal derecho es considerado por muchos, incluso entre los defensores del
mantenimiento del Estado, como consustancial al régimen político democrático.
Los partidarios de la autodeterminación difunden interesadamente esta
confusión entre la opinión pública, así como la otra cara de la moneda: que
oponerse al derecho de autodeterminación sería de esta manera una actitud
antidemocrática y contraria a los derechos humanos (es lo que podemos llamar
la “apariencia democrática” del derecho de autodeterminación).
7. Las “minorías atrapadas”. Otra enseñanza de la historia es que
en los casos en que los defensores del derecho de autodeterminación de los
pueblos consiguen alcanzar sus objetivos de secesión y constituyen una nueva
entidad política, ni siquiera es necesario que sea un Estado, siendo incluso
suficiente a estos efectos la creación de una entidad territorial dotada de
autonomía política dentro del mismo, como revelan en España los casos de
Cataluña, el País Vasco y, en menor medida -por ahora- de Galicia, practican
políticas tendentes a lograr una homogeneidad de la población desde el punto
de vista étnico-cultural, negando el reconocimiento de la minoría dentro de la
minoría; y, desde luego, si consiguen establecer un nuevo Estado independiente
su Constitución no admitirá en absoluto el reconocimiento del derecho de
autodeterminación interna, dentro de sus fronteras, aún en el caso frecuente de
que existan minorías étnico-culturales, que formaban parte antes de la secesión
de la mayoría (las denominadas “minorías atrapadas”).
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8. La negación del sujeto de la soberanía del Estado. La
doctrina del derecho de autodeterminación de los pueblos opera una esencial
mutación del sujeto de la soberanía del Estado, que ya no será el conjunto de su
población o conjunto de ciudadanos (el “demos” en sentido clásico”) sino los
sedicentes pueblos o naciones que se encuentran “oprimidos” por el Estado.
9. Derecho de autodeterminación y elecciones democráticas.
No es correcto identificar el ejercicio del derecho de autodeterminación con la
celebración de elecciones democráticas, periódicas, en el Estado, ya que en éstas
el sujeto de la soberanía es el conjunto de ciudadanos, el cuerpo electoral, sin
tener en cuenta el factor étnico-cultural; por otra parte, las elecciones
democráticas periódicas no se identifican con ninguna de las formas de ejercicio
del derecho de libre determinación de los pueblos: el establecimiento de un
Estado soberano e independiente, la libre asociación o integración con un
Estado independiente o la adquisición de cualquier otra condición política
libremente decidida por dichos pueblos, por utilizar las fórmulas de la citada
Declaración 2625 (XXV) de la ONU, la última de las cuales parece referirse a la
creación en un territorio de una entidad dotada de un mayor o menor nivel de
autonomía política, dentro de la organización estatal preexistente.
10. El referéndum, una solución falsa políticamente y difícil
jurídicamente. Algunos defienden el reconocimiento del derecho de
autodeterminación de los pueblos, aun sin compartir la ideología nacionalista
que sustenta este principio, desde un punto de vista utilitario, como vía de
escape para reducir las tensiones territoriales, mediante la celebración de un
referéndum cuyo resultado se espera adverso a la minoría nacionalista, la cual
saldría derrotada en las urnas y debilitada en el futuro. Este razonamiento
encierra una grave equivocación, que también ha sido puesta de manifiesto por
la experiencia histórica (por ejemplo, el caso de las sucesivas consultas
populares en Quebec) ya que un referéndum, como reconocimiento y cauce del
derecho de libre determinación de los pueblos, que tenga como objeto decidir
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sobre alguna de las formas de ejercicio de tal derecho citadas anteriormente,
arroje un resultado negativo, sería considerado por los partidarios de la libre
determinación solamente como la pérdida de una batalla, pero no de la
“guerra“, los cuales mantendrían su reivindicación, volviendo a la carga
nuevamente en la primera ocasión propicia que se presente. Por ejemplo,
cuando se perciba que el sentimiento nacionalista de la población ha logrado
extenderse hasta hacerse hegemónico (objetivo al que naturalmente los
defensores del principio aplicarán con ahínco sus esfuerzos, siendo la
educación, si los nacionalistas controlan las competencias principales sobre esta
materia, como ocurre actualmente en España, un instrumento decisivo para
lograrlo).
Por otra parte, la celebración de un referéndum como ejercicio del
derecho de autodeterminación plantea graves interrogantes de difícil respuesta:
especialmente, los relativos al ámbito territorial de su celebración y a la fijación
de las mayorías de participación y de voto necesarias para considerar que la
pregunta sometida a consulta popular ha resultado vencedora.
11. El efecto contagio de la celebración de un referéndum (el
precedente). Admitir el derecho de autodeterminación de los pueblos en su
concepción abstracta e incondicional a través de la celebración de un
referéndum puede producir un efecto de contagio en los habitantes de otros
territorios del Estado, y también el nacimiento o reactivación de sentimientos
nacionalistas agresivos de la mayoría étnico-cultural (casos que pueden dar
lugar al nacimiento de situaciones contrarias a los derechos humanos y la paz).
Por otra parte, la multiplicación de las reivindicaciones de mayor
autonomía política, que pueden acabar convirtiéndose en abiertamente
secesionistas, socavan la estabilidad del Estado, así como el funcionamiento
ordenado y eficaz de sus instituciones políticas y administrativas, en perjuicio
de los ciudadanos.
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12. El principio de autodeterminación de los pueblos en el
Derecho interno de los Estados. El principio de autodeterminación de los
pueblos no está reconocido en el Derecho interno (Derecho constitucional) de
ningún Estado, salvo determinadas excepciones, que en realidad no lo son.
Contrariamente, sus Constituciones proclaman solemnemente el principio
opuesto, es decir, el principio de su integridad territorial. (Esta afirmación se
puede contrastar, tanto en sentido sincrónico -en el Derecho constitucional
comparado-, como diacrónicamente (en la historia del constitucionalismo).
13. Carácter multiétnico de la mayoría de los Estados
miembros de las Naciones Unidas. En orden a una recta interpretación de
las Declaraciones de las Naciones Unidas sobre el principio de libre
determinación de los pueblos, es preciso tener presente que hay gran número de
Estados miembros de la misma que son multiétnicos, por lo que difícilmente se
puede pensar que esta Organización internacional sostenga el reconocimiento
de este derecho, al menos en sentido general, abstracto e incondicionado, ya que
en caso contrario su aplicación práctica provocaría la desintegración de muchos
de ellos.
14. La paradoja del derecho de autodeterminación de los
pueblos. Esta paradoja puede ser formulada en los siguientes términos: el
principio del derecho de autodeterminación o libre determinación de los
pueblos se presenta bajo una apariencia democrática, conectado con los
principios
de
la
Modernidad
y
de
la
Ilustración
(el
principio
de
autodeterminación individual de la filosofía de Kant), pero la aplicación
práctica del concepto, en su sentido de derecho general, abstracto e
incondicionado –es decir, fuera de los supuestos de dominación colonial o de
gobiernos que no representen a la totalidad del pueblo perteneciente al
territorio, haciendo distinción por motivos, por ejemplo, de raza, credo o color,
ha conducido, como nos revela la experiencia histórica, al atropello de derechos
humanos fundamentales, en menor o mayor grado, que van desde la
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persecución cultural y política de las minorías no nacionalistas, los intentos de
imponer una uniformidad artificial en la sociedad civil, a la limpieza étnica
mediante la expulsión e incluso el genocidio en sentido estricto (ya se ha
introducido la cuestión de las “minorías atrapadas”).
15. Menor presencia internacional. Conflictos en caso de
irredentismo. La aplicación del principio de autodeterminación de los
pueblos puede llevar a la pérdida de peso e influencia del Estado en cuyo
interior se pretende su aplicación, máxime en un contexto caracterizado por la
globalización.
En determinados casos históricos (irredentismo), este principio actúa
como fuente de desestabilización de las relaciones entre Estados soberanos
16. Causa de empobrecimiento cultural y humano de las
personas. Desde el punto de vista del personalismo, cabe refutar la aplicación
general, abstracta e incondicionada del principio del derecho de libre
determinación de los pueblo como negación de la apertura entre los distintos
grupos humanos, con el resultado de mayor pobreza, no sólo económica, sino
también social y cultural, sobre todo para los habitantes del nuevo Estado
creado por la minoría étnico-cultural (mismo efecto que el provocado por la
negación de la apertura interpersonal en las relaciones privadas: familiares, de
amistad, laborales, económicas, sociales, religiosas, etc.).
17. Otras alternativas no traumáticas en la organización
territorial del poder. El derecho de autodeterminación en concreto: puesto
en relación con un contexto histórico, social, político y cultural determinados.
Existen
otras
alternativas
al
reconocimiento
jurídico-constitucional
incondicionado de derecho de autodeterminación de los pueblos, que puede
acabar en la secesión, cuales son la confederación, la federación o la concesión
de autonomía política a todos o determinados territorios.
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18. La especificidad y gravedad del caso español: la
necesidad
de
una
reforma
constitucional.
Una
consideración
importante, referida al caso español, es que el sistema político-institucional
nacido de la Constitución de 1978, así como de la evolución jurídico-política
posterior (reforma de los Estatutos de Autonomía en el sentido de transferencia
de competencias del Estado a las Comunidades Autónomas, aprobación por el
Estado de leyes de transferencia de competencias con base en el artículo 150. 2
de la Constitución, factores unidos a la fórmula electoral proporcional y al
régimen parlamentario como forma de gobierno, no sólo han demostrado su
incapacidad de funcionar como un valladar contra los movimientos centrífugos
nacionalistas que invocan el principio de autodeterminación de los pueblos, sino
que incluso lo estimulan y potencian. Es una contienda desigual donde uno de
los combatientes (el Estado) se encuentra con los brazos atados.
La conclusión se impone por evidente:
Es absolutamente necesaria una reforma sustancial
de la Constitución, al menos en cuanto a la organización
territorial del Estado.
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