Si el Gobierno no respeta la división de poderes

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Si el Gobierno no respeta la división de poderes, provoca la muerte de la democracia.
Intervención de Jesús Iglesias en el Pleno del Senado sobre el Proyecto de Ley para la
Renovación del Poder Judicial.
En un ejercicio de contención intentaré hacer una argumentación desapasionada sobre este
proyecto de ley que es hoy objeto de debate en esta Cámara. Pero tengo que reconocer que
ese ejercicio de contención me supone un esfuerzo importante. Probablemente pecando de
soberbia, a pesar de llevar muy poco tiempo en esta Cámara —desde el mes de julio—, uno,
en su ingenuidad, pensaba que ya había visto de todo. Este proyecto me demuestra que no,
que no hay límites, que no hay barreras, que no hay fronteras. Este proyecto me demuestra
que si en el Pleno anterior les dije a los senadores del Partido Popular que no es que
Montesquieu hubiera muerto, sino que para ustedes nunca había nacido, hoy me ratifico en
que en los parámetros políticos del Gobierno y del grupo que lo sustenta la división de poderes
carece de sentido, la división de poderes es una formulación retórica que no vincula por más
que tenga reflejo en la Constitución Española.
Entiendo que este proyecto es un claro ejercicio de filibusterismo gubernamental, una figura
diferente a la del filibusterismo parlamentario, y nos permite entender cómo se debe
interpretar lo que ya es un latiguillo en las intervenciones del presidente del Gobierno, de los
ministros, de los portavoces del Partido Popular, ese latiguillo de: No nos pidan ustedes que
incumplamos la ley.
No, hay que reformular el planteamiento. Nunca les pedimos que incumplieran la ley, pero a
partir de este momento hay que pedirles que suspendan la vigencia de la ley para reformar lo
que sea necesario, lo que propongamos, lo que planteemos que se reforme y se cambie, y así
no incumplirán la ley.
Se trata con este proyecto de suspender la ley para ser insumiso ante la ley, se trata con este
proyecto de ley —además, por el procedimiento de lectura única— de parar el reloj, de parar
el procedimiento para poder legislar sin que el cumplimiento de la ley dé un resultado que no
encaje con la voluntad de quienes quieren cambiar esa ley. Eso, señorías, es trampa; será
trampa cumpliendo formalidades legislativas procedimentales, pero es trampa. Es como si de
repente un Gobierno que está a punto de concluir su mandato dijera: No, como quiero
cambiar la ley electoral, voy a suspender la vigencia de la ley electoral para que no se puedan
celebrar elecciones, y mientras tanto sigo como Gobierno en funciones y presento un proyecto
para que una nueva ley electoral regule el procedimiento una vez aprobada esta.
Yo creo que con este proyecto de ley se busca claramente paralizar la renovación del Consejo
General del Poder Judicial a tenor y acorde con la ley vigente que se quiere suspender, para
después de marcar unas nuevas reglas del juego —aprobar la modificación de la Ley Orgánica
del Poder Judicial— que sean estas nuevas reglas del juego las que determinen la forma de
elegir el nuevo Consejo General del Poder Judicial. Pero es que llegan ustedes tarde, el proceso
ya se tenía que haber iniciado, por lo tanto, ustedes no solamente están alterando las reglas
del juego, sino que quieren alterarlas después de la conclusión del partido, después de la
conclusión de la vigencia del mandato del actual Consejo General del Poder Judicial.
Señorías, sin ánimo de faltar, esto es bananero. Esto es bananero, esto es convertir el Boletín
Oficial del Estado en la Brunete, esto es en vez de mandar al comandante Pardo Zancada
mandar un proyecto de ley. Reconozco que es preferible, reconozco que es de mejor gusto,
reconozco que es más amable, pero el resultado es bastante parecido a si en vez del proyecto
ley hubieran mandado la Brunete ante la sede del Consejo General del Poder Judicial.
El segundo resultado de este proyecto de ley es una prórroga de los mandatos de los
miembros de Consejo General hasta que se apruebe la reforma de la Ley Orgánica del Poder
Judicial y se celebre el correspondiente proceso electoral, con los riesgos que todo ello
significa, porque aquí se toman decisiones con muy poco respeto al Estado de derecho y, por
lo tanto, sin medir las consecuencias que se pueden derivar de ese escaso respeto al Estado de
derecho. Yo imagino que el recurso de inconstitucionalidad contra esta ley, una vez aprobada,
es inevitable. Y las consecuencias, en hipótesis, de la estimación de ese recurso de
inconstitucionalidad podrían dejar en una situación bastante precaria al propio Consejo
General del Poder Judicial, puesto que cabría plantearse la revisión de todas las decisiones
tomadas por quienes mantuvieron, en primer lugar, la prórroga de su mandato a tenor de esta
decisión.
Yo creo que la mayoría de los miembros de esta Cámara seguramente podemos compartir que
es necesaria una nueva regulación del Consejo General del Poder Judicial, que no hace falta
quedarse en la referencia del escándalo que supuso o que se vivió y que dio lugar a la dimisión
del anterior presidente del Consejo General del Poder Judicial o los espectáculos no demasiado
encomiables que en multitud de ocasiones se derivaron de las deliberaciones y votaciones de
ese consejo, que las críticas de politización del mismo tienen fundamento, que su
funcionamiento no ha sido en multitud de ocasiones ejemplar y que, por lo tanto, está
justificado abrir una reflexión sobre el modelo del Consejo General del Poder Judicial.
Las alternativas pueden ser muy diferentes. Todo indica que el Partido Popular y el Gobierno
van a apostar por un modelo que significará más o menos reproducir el anterior al de 1985.
Todo eso es discutible, pero lo discutiremos en su momento, lo discutiremos cuando llegue a
esta Cámara el proyecto de reforma de Ley Orgánica del Poder Judicial. Respeten ustedes
escrupulosamente la división de poderes; respeten los procedimientos lógicos; respeten los
resultados de la aplicación de las leyes vigentes. En política y en política democrática y
parlamentaria no cabe hacer como en el baloncesto y decir: tiempo muerto, abrimos un
paréntesis, porque tiempo muerto en política y en el Parlamento puede significar eso: muerte
del parlamentarismo, muerte de la democracia.
Muchísimas gracias
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