El “doble check” del adolescente. ¿Cómo sabemos que los jóvenes

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ENCUENTROS EN VERINES 2012
Casona de Verines. Pendueles (Asturias)
El “doble check” del adolescente. ¿Cómo sabemos que los jóvenes sí
leen?
Lorenzo Soto
Nunca debe subestimarse el poder de los libros
Brooklyn Follies. Paul Auster
Imaginemos a un adolescente que sube a nuestro autobús o vagón de
metro. De su espalda, a muy baja altura, cuelga una mochila raída, a juego
con sus pantalones, de la que extrae un libro. Realiza un rápido escrutinio de
plazas vacías y viene a sentarse al fondo, -siempre al fondo- junto a la
ventana. En su otra mano un teléfono móvil. Unos enormes auriculares
rodean su cuello. Fotografías de algunas películas en la carpeta, que
sobresale del interior del macuto. ¿De dónde ha salido el ejemplar? ¿Visitan
los jóvenes las bibliotecas? ¿Frecuentan las librerías? ¿Se trata de un
regalo? ¿En cuantas casas es el libro un material recurrente a la hora de
hacer obsequios a los adolescentes en este siglo XXI?
Tendemos a idealizar, a creer que hubo un espacio irreal e indeterminado en
el que había personas, de todas las edades, que leían a todas horas. No
puede haber otra razón que justifique durante tanto tiempo, a pesar de lo
que nos contaban los diferentes “barómetros” y encuestas, lo que la
sociedad tendía a pensar sobre los jóvenes: que no leían o que lo hacían en
menor medida que los adultos.
Basándome en lo observado en el trabajo con jóvenes del Centro
Internacional del Libro Infantil y Juvenil de la Fundación Germán Sánchez
Ruipérez a lo largo de años, sembrado de experiencias con lectores tanto
activos como pasivos, podemos afirmar que con cada sujeto que ama la
lectura se rompe una estadística, pues su capacidad de consumir
compulsivamente historias
-saboreándolas- destroza muchos de los tópicos que cargan sobre este
segmento de edad.
Intentaré trazar unas “instrucciones de uso”, reconstruir un puzzle como
Perec, recalando en una serie de conceptos que nos ayuden a perfilar, con
suficiente nitidez, la silueta que delimita la identidad del lector adolescente,
ese al que el siglo XX le suena a algo lejano.
Y a partir de ese perfil compartir, discutir y, si estamos de acuerdo,
establecer algunas premisas que podamos introducir en nuestro particular
vademécum de buenas prácticas para, desde la función que a cada uno nos
corresponde, contribuir a la buena salud de la lectura y de la literatura que se
crea para los jóvenes.
Algunos conceptos, géneros y elementos afines al lector adolescente
actual
DISTOPIA
Aunque no lo saben –incluso muchos desconocen el significado del término–
buena parte de ellos viven atrapados en las páginas de alguna. Generación
tras generación -todos fuimos adolescentes- el lectorado juvenil tiende a
rechazar el entorno en el que vive. Influenciado o no por las noticias que le
llegan, censura muchas de las cosas que ve a su alrededor.
En este tipo de propuestas intuyen una crítica encubierta a los pilares de la
sociedad, y les ayuda a reflexionar sobre el ecosistema sociopolítico de
cristal en el que habitamos. Orwel, Huxley, Bradbury, Stephen King o P. D.
James, con sus más o menos afortunadas transcripciones al celuloide, (o
mejor dicho, a la HD), entre las que se puede destacar Hijos de los hombres,
fueron algunos de los primeros autores en concebir una idea de aventura
que enamora al joven con sus paisajes ciberpunks, post apocalípticos,
siempre críticos con el orden establecido y reflexivos con las amenazas que
acechan el entorno medioambiental.
Los chicos y chicas no necesitan que los adultos les mientan con un mundo
perfecto y con modelos de comportamiento ideales para crecer en él,
rehúyen el adoctrinamiento. Por eso creen encontrar, cada cierto tiempo,
referencias equivalentes a esa rebeldía en títulos como Los juegos del
hambre, que se ven encumbrados al olimpo del éxito masivo gracias al
recomendador más legitimado y fiable que existe para ellos a estas edades:
sus semejantes.
La prestigiosa Young Adult Library Services Association (YALSA) augura un
ciclo largo, una “moda” más persistente que otras antecesoras, confirmada
con el éxito que, al margen de los libros de Suzanne Collins, están
cosechando títulos como Divergente, de Veronica Roth, o el renacer de
videojuegos que ahondaron en el concepto, como Final Fantasy, del que se
presentó una nueva entrega en este año.
EL PODER DEL PERSONAJE (O DE CUANDO HARRY ENCONTRÓ A
FRODO)
Gran culpa de que se empezase a tratar a la Literatura Juvenil con más
respeto, e incluso se le diese más eco en los medios de comunicación, la
tienen personajes que ya han quedado para siempre en las mejores
habitaciones de la memoria de los que ya fueron adolescentes. Encuadrados
en colecciones que no estaban adscritas en exclusividad a los jóvenes, lo
cierto es que personajes como Frodo y su universo de elfos, hobbits,
hechiceros y enanos han encandilado a varias generaciones, creando un
mundo al que muchos han imitado y abriendo el camino a la reedición de
otros autores como Ursula K. Le Guin, y su serie Libros de Terramar, o C. S.
Lewis con las Crónicas de Narnia. Y, por supuesto, Harry Potter.
En ambos casos el cine prestó un servicio complementario fundamental,
ayudando a elevar el elenco de personajes protagonistas a seres de leyenda
y reforzando la supremacía de lo fantástico, ya de por sí muy demandado.
Con todas sus virtudes y defectos, si no hubiera sido por estas adaptaciones
y por el fenómeno Potter, ¿se habría desencadenado todo el fanatismo
posterior por este género a nivel nacional, cristalizado en el reconocimiento
manifestado por un buen puñado de escritores?
COMIC (PERO NO SOLO SUPERHÉROES)
El cómic, que junto con la música constituye unas de las formas de
expresión más representativas de la cultura de masas, vive de nuevo un
periodo dulce, en el que parece definitivamente superada la consideración
de género menor que, de forma más o menos explícita, le acompañó durante
décadas.
Este éxito se explica por una combinación de circunstancias. Una es la
presencia de una poderosa generación de autores adscritos a diferentes
escuelas y estilos que han florecido a este lado del Atlántico, especialmente
los herederos de la línea clara o escuela franco belga, con Peeters,
Larcenet, Sfar y Blain al frente; autores de inusuales latitudes para este
género, como el nórdico Jason, la iraní Satrapi o la africana Abouet; el
británico Willingham (cuya extensa saga Fábulas tiene gran éxito entre el
público femenino). Y personificada en nuestro país con nombres como Paco
Roca, Fermín Solís o Canales y Guarnido, entre otros. Las tiras cómicas,
como Zits, demuestran que el cómic norteamericano es mucho más que una
factoría de superhéroes y autores underground. El manga ha superado los
estereotipos, y ya no es solo para chicas. Y clásicos como Tintín, Astérix,
Mortadelo, el irreverente Titeuf o Súperlópez siguen vigentes, uniendo a
pequeños y adolescentes.
Otra, no menos importante, es el firme respaldo de grandes editoriales y el
florecimiento de otras independientes que han apostado por la viñeta,
propiciando la bonanza actual. La tercera circunstancia positiva tiene que ver
con los gustos e intereses de buena parte del público juvenil, en el que
encontraremos numerosos lectores de tebeos.
¿No deberían aprovecharla instituciones como la escuela para dotarle de
mayor protagonismo, abriéndole la puerta de la educación literaria adscrita a
la ESO?
La crisis de guiones en Hollywood se solventó con más de 40 adaptaciones
de superhéroes a la gran pantalla en dos años ¿por qué no es factible una
mayor apuesta de los cineastas de nuestro país por las destacables historias
que surgen entre bocadillos y viñetas?
¿Seguirán los autores incluyendo tebeos como parte de la trama –como
Fernando Marías y su apuesta por la bautizada novela transmedia, en la que
colabora el dibujante Javier Olivares-, interrelacionando propuestas
narrativas o confeccionando los guiones de los mismos, como Andreu Martín
y otros autores?
SAGAS
Es frecuente en la preadolescencia el caso de novelas que el lector aborda
con gran excitación durante las primeras páginas, y que luego presentan mil
complicaciones para terminarlas. Sin embargo se da una curiosa paradoja:
en general sienten una gran atracción por largas historias seriadas, disfrutan
perdiéndose en lecturas que tienen continuidad en otras y mantienen una
serie de denominadores comunes.
En lo que se refiere a las preferencias temáticas predominantes, sí se
aprecian algunas fronteras, al menos en los últimos años. Los límites están
marcados por un amplio ejército de lectores que han crecido al amparo de
títulos míticos y escritores tótem (Memorias de Idhun, la serie Dragon Lance
o los textos de Paolini, Pullman o Cornelia Funke), construidos sobre la
ciencia-ficción distópica o la realidad, disfrazada o no. Sólo un pequeño tanto
por ciento se aventura por otros caminos diferentes a la fantasía. Atrás
parece haber quedado el momento álgido de la psicoliteratura o literatura de
la vida real, género en cuya historia han escrito importantes capítulos
algunos de los autores que nos acompañan en este encuentro.
En cuanto a los bestsellers para adultos, ya no son tan seguidos por los
jóvenes, dándose la situación inversa, libros que son concebidos para ellos y
son seguidos por treintañeros, como ha ocurrido con la saga Crepúsculo,
sugiriendo que tal vez haya una extraña conexión entre los adolescentes de
hoy y los nacidos en los 80: las formas han cambiado pero no el sustrato de
la afición lectora; han variado los temas pero ambas son generaciones que
han crecido ya con una Literatura Juvenil auténtica.
SERIES DE TELEVISIÓN
La televisión sigue siendo uno de los principales suministradores de relatos
para adolescentes. A pesar de ello, es aún patente la escasez de espacios
dedicados íntegramente a saciar sus inquietudes y aficiones. Se pasa de lo
infantil (con varios canales monotemáticos en la TDT) al producto concebido
para los que ya están en la veintena. Se sienten poco representados,
alejados de los contenidos, sin sitio. Por eso sus gustos se centran en las
ficciones, series que suelen dividirse en temporadas (a modo de anécdota,
señalar que el acceso anticipado a la siguiente tanda de capítulos -vía Web
o canal extranjero de televisión- granjea el respeto y la admiración del resto
del grupo); y cuya puesta en escena, similar a la estructura argumental de
muchos libros juveniles, se sustenta en una receta de personajes jóvenes,
problemas parecidos, tres cuartos de amor, humor y drama, y un buen
elenco de actores atractivos.
La identificación con la pandilla de preadolescentes protagonista que
habitualmente aparece en el argumento, constituye una compleja
representación de roles a la que los promotores de la lectura debemos estar
muy atentos, al igual que los prototípicos conflictos que suelen esbozarse y
el tipo de comunicación que se plantea (tan instantánea como sus relaciones
a través de los diferentes widgets del móvil: Whatsapp, Viber, Google talk,
Skype…) Sobre este tema ha reflexionado brillantemente, y con mayor
profundidad, la especialista de la Universidad de Valencia Gemma Lluch.
La fascinación por las series viene de largo ¿Quién no se acuerda de
Sensación de Vivir, Compañeros, Embrujadas, o incluso yéndonos mucho
más atrás, Verano Azul, en la que había claros paralelismos con las novelas
de Los 5 o Los Hollister? Eran las más consumidas por el lector adolescente
de entonces. En la dirección inversa, los trasvases entre este tipo de
ficciones queda patente en analogías como las que muestra la citada saga
Crepúsculo con Buffy Cazavampiros.
En las propuestas de mayor calidad que ha ofrecido la cartelera de los
últimos años encontramos la firma de autores que han centrado su
creatividad en este formato (Héroes, Perdidos, Dexter, House…)
Las conexiones más directas con lo literario se sustancian en las
adaptaciones televisivas. La reciente de Juego de tronos ha supuesto toda
una revolución entre los adolescentes. Muchos se han acercado al original
novelado después de disfrutar sus capítulos, que ofrecen –más en su
versión literaria- opciones inagotables para un rico debate en cualquier club
o reunión de amigos lectores, al tiempo que evidencian que en el fondo
sigue manteniéndose el esquema de protagonistas a los que el joven lector
quisiera parecerse (o ya cree hacerlo).
MIEDO. QUIERO HISTORIAS QUE ME ASUSTEN
Los muertos vivientes, los seres capaces de vislumbrar almas que vagan
errantes entre ambos mundos, los asesinos de métodos macabros, los
vampiros que, en el fondo, sólo buscan un poco de amor (quien se lo iba a
decir a Wilde cuando escribía sobre seres sobrenaturales parecidos hace
dos siglos); los personajes desconocidos, mejor orientales, en el cine; los
fenómenos siniestros que escapan del ámbito de lo explicable porque no
pertenecen a este mundo... Hay un amplio catálogo de entes, espectros y
escenarios muy atrayentes para aquellos que se decantan por el terror.
En mayor o menor medida, casi todos lo hacen en algún momento, en un
proceso en el que el cine sigue al libro o viceversa, dependiendo de si
quieren pasar un “mal rato” a solas o en compañía.
Atrás quedaron los iconos que asustaban a otras generaciones y que a ellos
les provocan la carcajada, es tiempo de nuevas consignas que mantengan el
espíritu “despierto”. La prosa juvenil sigue teniendo buena representación en
este campo, con autores consagrados y nuevas propuestas de apreciable
éxito que se acompañan con eficaces promociones editoriales.
VAMPIROS
Forman (o formaron, mejor dicho) parte de la cadena de fenómenos
masivos, un ejemplo más de la globalización también a nivel lector. Lo que
un día fueron gnomos, luego se convirtieron en elegir tu propia aventura,
más tarde en magos, luego en vampiros. ¿Qué será lo siguiente? ¿Habrá
nuevos personajes tipo rescatados del imaginario? Sea lo que sea, me surge
la pregunta: ¿el joven disfruta siempre con estas propuestas, reforzadas por
el hecho de saber que su lectura está respaldada por muchos otros lectores
de misma edad? ¿O este punto no influye en su decisión?
Hacía muchos años que no se veía la intensidad con la que arrasó entre los
jóvenes la fiebre Twilight, llegada desde el otro lado del océano. La clave
probablemente esté en los ingredientes de la coctelera, que mezcla dosis de
tensión no resuelta, romance, drama adolescente, comedia, terror y acción.
Hoy día todos estos éxitos vienen reforzados por la casi consecutiva
adaptación al cine, con actores elegidos en eficientes castings que se
convierten enseguida en ídolos de masas, y la correspondiente traslación al
universo game, indisolublemente ligada al estreno de la película.
¿Realmente ha conseguido Meyer que los jóvenes se interesen, gracias a
personajes clásicos como el del vampiro, por autores como Stoker? ¿La
autora simplemente aprovechó el momento de nuevo florecimiento del mito
gracias a la pequeña pantalla? ¿Por qué, de todos los seres fantásticos, ha
tenido tanta aceptación la figura del nosferatu, como certifica la reedición de
las obras de Anne Rice o el éxito simultáneo de otros autores como L. J.
Smith y sus Crónicas Vampíricas? ¿La aparición sucinta de algunos
encuentros sexuales en las tramas ha contribuido a despertar un mayor
interés, con ejemplos como la serie True Blood tanto en televisión como en
papel (Charlaine Harris)?
Obviamente, la aproximación al perfil del lector juvenil actual no puede
circunscribirse al análisis de los parámetros que, desde el punto de vista de
la pura creación literaria, explican que determinados géneros y tipos de
personajes sean objeto de culto adolescente. Para mapear adecuadamente
el territorio de los factores y estímulos que inciden en la forma que va
adoptando ese perfil, es obligado considerar además las influencias del
entorno cotidiano en el que se desenvuelve, integrado esencialmente por los
ámbitos de la familia, los amigos y la escuela. Si añadimos los recursos,
posibilidades y atractivos que aporta hoy el universo de la tecnología digital,
tendremos una receta bastante completa de los ingredientes que componen
las necesidades y comportamientos genéricos del individuo adolescente,
trasladables por supuesto a sus hábitos y preferencias en el terreno del
entretenimiento.
Espacios y personas que ayudan a delimitar al joven lector
EL ENTORNO DIARIO: INSTITUTO Y CÍRCULO ÍNTIMO
Aparte de los padres, a los que consciente o inconscientemente terminarán
imitando en algunos hábitos, una de las principales vías de contacto con la
lectura que, de forma mayoritaria, tiene el público adolescente, es la escuela.
De ahí la importancia de todo lo que sucede a través de este conducto.
Afortunadamente, a la hora de elegir los textos obligatorios ya se vislumbran
cambios importantes, profesores valientes que introducen títulos propios de
la Literatura Juvenil, clásicos alternativos e incluso cómics míticos como
Maus, aunque aún son muchos los adolescentes que terminan por coger
manía para siempre a Sancho o a Gregorio Samsa, año tras año
posicionados en el top ten de lecturas complementarias.
No podemos obviar el resto de elementos que forman el entorno en el que
se desenvuelve el lector joven, otros agentes y espacios que influyen en
mayor o menor medida en la configuración del perfil y el hábito lector:
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El bibliotecario (siempre y cuando el chico o chica mantenga el
hábito de acudir, aunque sea sólo en exámenes, a la biblioteca). Hay
casos puntuales en los que se ofrece una sala personalizada y
específica para los jóvenes lectores, como la que se abrió en el CILIJ
a principios de los 90.
Los editores. En su mano sigue estando el ofrecer productos
atractivos y cuidar al detalle la apariencia final que toma cada
publicación, -desde la portada hasta el precio de venta al público-, en
las colecciones diseñadas para este ratio de edad.
Otros jóvenes lectores, como ellos, que les acompañan a diario.
Tanto los compañeros del instituto como los amigos más cercanos.
Sus consejos son vitales.
Blogueros y recomendadores en red, que consideran fiables y de
quienes aceptan sus sugerencias porque tal vez acertaron la primera
vez con una historia que les sedujo.
La escuela podría
apoyarse aún más en estas herramientas, ¿hasta qué punto se
fomenta en el aula la visita a determinadas páginas, foros o redes que
podrían reforzar su hábito lector?
Los propios autores. Con muchos de los cuales interactúan
frecuentemente, un contacto con un grado de cercanía impensable en
otras épocas, y que es factible gracias al seguimiento en Twitter, los
comentarios en Facebook o las notas en la página web personal,
viéndose ellos también beneficiados al permitirles tomar de forma
directa el pulso de la audiencia e incrementar la fidelidad y la
motivación hacia su obra.
UN LUGAR AL QUE PERTENECER
El joven, dependiendo de su grado de madurez y de su “status” en el grupo
de amigos, se debate a menudo entre mostrar ante ellos sus aficiones
lectoras u ocultarlas, si sospecha que ello pueda ir en perjuicio del “respeto”
ganado de los demás. Por fortuna son mayoría los que las manifiestan
abiertamente y buscan reafirmarlas junto a otros que sienten lo mismo.
Lugares de tan larga trayectoria, y de tan variado contexto, como los clubes
de lectura facilitan compartir esas historias con gente de similares
inquietudes (a veces, como digo, casi secretas), con la misma naturalidad
que se comenta una película a la salida del cine frente a un café.
Hoy son puntos de encuentro reforzados por espacios en la nube que
complementan las sesiones presenciales, proporcionando a los jóvenes más
vías de intercambio de información y comunicación entre iguales, donde las
obras se discuten y reseñan y en los que todos sus miembros tienen la
oportunidad de ser parte activa.
Un ejemplo ilustrativo lo constituye el Club de Lectores Juvenil del Centro
Internacional del Libro Infantil, Contenedor de Océanos. Por sus espacios,
físicos y virtuales, han pasado diferentes generaciones compartiendo una
misma pasión, chicos y chicas que se han mantenido fieles a las buenas
historias en esa difícil transición niño-adolescente en la que muchos
desaparecen de entre las páginas.
Las sesiones semanales se desarrollan en torno al debate y la creación a
través de actividades y dinámicas variadas: proyecciones y audiciones,
presentaciones de materiales, encuentros con autores y artistas
audiovisuales, análisis de recursos Web y Apps, y, sobre todo, la
conversación y confrontación de opiniones entre los asistentes que ayudan a
descubrir las distintas perspectivas desde las que puede ser tratado un
género, tema o historia.
Quiero significar el vehículo que vertebra y da visibilidad a la actividad del
club, el blog www.contenedordeoceanos.com.
Gestionado por sus miembros, constituye una poderosa arma de
recomendación entre iguales. Pero también ha creado vínculos con otros
grupos lectores, escritores y antiguos componentes. Su poder de interacción
se vio multiplicado con la apertura de perfiles en varias redes sociales
(Tuenti, Facebook, Youtube, Twitter y Anobii), que también actualizan,
mantienen y gestionan los propios chicos del club.
El binomio club de lectura-blog constituye un fenómeno en permanente
reestructuración cuya dinámica y herramientas evolucionan dentro de un
proceso continuo de experimentación y reciclaje; es un espacio que ayuda a
los adolescentes a madurar como lectores críticos y que canaliza la pulsión
creativa de sus miembros, alumbrando valientes propuestas para el disfrute
de sus iguales.
Al respecto ¿hacen los diferentes agentes de la cadena del libro todo lo que
está en sus manos para crear hábitos de “buenas prácticas” a la hora de
adquirir esos productos sugeridos por otros adolescentes lectores en las
redes? ¿O con la entronización de Internet en todas sus vertientes –desde
suministrador de información copy+paste para trabajos escolares hasta
generador de recomendaciones literarias– olvidamos remarcar la idea de
que no todo es gratuito?
¿Tienen en cuenta los editores -en sus procesos de promoción- el potencial
para el éxito de las obras que tienen las conversaciones y la comunicación
boca-oreja de estos grupos, en el instituto y con otros amigos? Las
editoriales tienen con ellos una oportunidad única para fomentar
conversaciones sobre libros en blogs, Facebook, Twitter, Tuenti… que, entre
otras cosas y en último término, pueden tener incidencia positiva en los
índices de venta
Lo evidente es que con la aparición de cada vez más grupos de esta índole,
también en el entorno escolar (hay cientos de ejemplos funcionando en la
red), demuestra ser una actividad vigente y actual, a pesar de que algunos
historiadores, sitúan su origen ya en los tiempos de la poetisa Safo de
Mitilene.
Objetos que conviven en el día a día de los jóvenes, inseparables a
ellos en su modo de vivir y ver las cosas, y que influyen decisivamente
en su condición de lectores
JUEGOS EN EL SOFÁ
El videojuego ha cogido el genoma de la narración cinematográfica, ha
adoptado sus estándares y, en muchos casos, lo ha sustituido. En
adolescencias anteriores era impensable (o cuanto menos extraño)
encontrar coetáneos que no se rindiesen al influjo mágico de la narración a
24 fotogramas por segundo. Hoy día, despejada la ecuación que demuestra
que lo que realmente importa es la historia que hay detrás, por encima de la
alta definición, el celuloide o el tipo de soporte que sea, son muchos más los
jóvenes que se han sentido parte de aventuras gráficas disfrutadas en su
videoconsola que los que se han identificado con personajes interpretados
por actores.
Juan José Millás, admirador confeso de este tipo de ocio, señalaba en la
pasada feria Gamelab de Barcelona que si ahora fuese joven “en lugar de
coger un libro para leer, habría empezado a jugar con videojuegos” (al
tiempo que se quejaba, a nivel tanto de productor de historias como de
usuario, de la poca variedad de las temáticas, casi limitadas a la acción y la
fantasía). No parece descabellado pensar, dadas las circunstancias, que el
desembarco de autores de Literatura Infantil y Juvenil en este campo, tanto
ideando historias como adaptando las ya publicadas, podría enriquecer
notablemente la calidad argumental de estos productos.
Tal vez sea momento de olvidar las connotaciones que lleva implícitas la
propia palabra (juego) y atribuirle otras peculiaridades que los rediman y
encumbren como lo que ciertamente son: un amplio y rentable campo de
creación por el que el escritor pueda sentirse atraído.
Los Sims abrieron el camino, una vía diferente en el PC a lo que se había
planteado hasta entonces. Un simulador social que no necesitaba de la
mayoría de los elementos que provocaban la adicción en el resto de títulos
de éxito. Luego llegó el florecimiento de las videoconsolas, otro
electrodoméstico común en casi todas las casas, capaz de proporcionar la
vivencia de historias épicas sin moverse del sillón, aventuras gráficas que
fusionaban lo mejor de la literatura y del cine para alumbrar objetos de
consumo cultural –habrá quien no les quiera otorgar esta condición–
absolutamente exitosos y ciertamente interesantes (basta entrar en las
páginas promocionales de títulos como Heavy Rain, Hotel Dusk. Room 215,
Okami, Eternal Darkness o la saga Metroid, herederos de Legend of Zelda,
publicitados en telediarios y defendidos por todo tipo de agentes culturales).
MÚSICA. SI, PERO EN STREAMING
El concepto de disfrute musical ha cambiado, la cadena comprar – grabar –
descargar ha añadido un nuevo eslabón: su consumo en streaming.
Compatible para ser reproducida en el móvil, desde el que controlan todo y
desde el que incluso ya pueden leer libros; canciones que puedan compartir
fácilmente desde cualquier dispositivo con amigos a los que quieren hacer
sentir lo mismo; letras que puedan buscar en su navegador para leer
mientras tararean; discos en los que puedan zappear, sin necesidad de
escucharlos al completo…
Como apuntaba el crítico musical Kevin Pearce, si hay un lenguaje
entendible para todos, independientemente de la edad, cultura literaria o
conocimientos generales que se posean, ese es sin duda el musical, puesto
que el joven, antes de aprender a hablar bien, ha aprendido a moverse al
ritmo de una canción.
Muchas de las novelas que leen incluyen su propia banda sonora, citas a
canciones, reflexiones sobre la vida de grupos que recuerdan a los que ellos
siguen, recomendaciones que llevan al lector curioso a sondear Spotify o
Youtube en busca de su sonido. Podríamos citar un buen número de títulos,
bien conocidos, que tienen este leitmotiv como argumento central en torno al
que gira toda la narración, desde los aportados por Jordi Sierra i Fabra
(melómano confeso e historiador del Rock), hasta cómics como El local, del
italiano Gipi, en el que los protagonistas son, precisamente, unos jóvenes
que tratan de sacar adelante su banda pop. Incluso alguno de los más
recientes fenómenos de ventas de la literatura romántica nacional, que todos
conocemos, utiliza los títulos de melodías de máxima actualidad para
afianzar la historia.
La música, por tanto, enriquece también la narración. En torno a ella se
pueden diseñar variadas propuestas para fomentar la lectura. Incluso
podemos afirmar que, desde un punto de vista cuantitativo, tal vez constituye
la principal fuente de “consumo poético” de los jóvenes. Cómo debe seguir
este proceso de incorporación del elemento musical a lo esencialmente
literario es tarea de autores y editores.
SMARTPHONE
Una vez escuché decir a un chaval, sin duda inspirado, que el móvil eran los
grilletes del siglo XXI.
Entre los adolescentes, la lectura y escritura de textos en móvil es una
actividad casi constante. En esas relaciones se producen recomendaciones
entre iguales, bajo una fórmula de tú a tú que, insisto, les resulta muy fiable,
canalizada a través de medios que permiten la máxima interacción en todo
tipo de formatos a la mayor velocidad, y que están al alcance de todos sin
necesidad de propina paterna; ejemplo: el whatsapp.
Es en esta vertiente, la recomendadora, en la que más podemos hablar de
las relaciones joven-smartphone-literatura, lejos aún de lo que ocurre en
sitios como Japón, donde escritores noveles ya ofrecen libros, rápidamente
convertidos en best sellers, en pequeño formato. Prosa de frases cortas y
personajes bien acotados que tal vez pronto tenga cabida en el mercado
occidental (Google Play, market de Android, ya cuenta con una sección
“libros” en la que figura el epígrafe “Infantil y Juvenil” con un buen número
de subcategorías que van desde los “Cómics y novelas gráficas” hasta
“Young Adult”. En ella, algunos autores ofrecen fragmentos promocionales
de sus novelas de manera gratuita, provocando numerosos comentarios
adolescentes en el foro de adquisición. El resto de la oferta libre de pago aún
se limita a un listado de clásicos de la Literatura)
El autor japonés Ito Mizuko, con artículos como Mobile phones, japanese
youth, and the replacement of social contact, repasa de forma más
concienzuda más aspectos sobre la relación de los jóvenes con estos
pequeños aparatos.
LA SEDUCCIÓN DE LO TÁCTIL
Alessandro Baricco ya hablaba tiempo atrás de una generación que
experimenta con nuevos formatos, narrativas y herramientas y que provoca
un movimiento errático entre lo personal y lo colectivo. La realidad es que,
según un estudio realizado por la firma Gartner, en 2012 se llegará a la
cantidad de 119 millones de tablets vendidas en el mundo. Si el pronóstico
es correcto, constituye más del doble de las registradas el año pasado, y las
convierte en el elemento de ocio digital más demandado.
La magia que parece brotar de los dedos al rozar las pantallas iguala a los
sentimientos y recuerdos que produce el papel cosido en el joven, con
especial incidencia en el contexto anglosajón, aunque su elevado precio y
las capacidades adquisitivas inherentes a esta edad las convierten en un
seductor objeto de deseo.
Las Apps se han convertido ya en otro formato a explotar, con un enorme
potencial que se evidencia en nuestra realidad cotidiana. Con el proyecto
Territorio Ebook de la Fundación GSR, del que Luis González ya habló en
este marco el pasado año, pudimos comprobar hasta qué punto se puede
optimizar la experiencia lectora complementando la obra con aplicaciones
relacionadas y soportes novedosos, elementos que puede aportar el
mediador (como era el caso de la actividad mencionada) o “venir
incorporados de fábrica”.
En la actualidad hay muchas funciones, gratuitas o al alcance de cualquier
bolsillo como Stanza, Ibooks o Comic Zeal para tebeos, que están
contribuyendo a fomentar el nuevo concepto de lectura que ya he sugerido
con anterioridad.
NUBE (TUENTI, TWITTER Y OTRAS REDES)
Estamos de acuerdo en que joven e Internet forman una pareja indisoluble, y
que todos los hábitos y aficiones del primero tienen en la nube un lugar más,
ya preferente, en el que proyectarse. Los escritores lo saben, y se vuelcan
en las diferentes redes para romper la frontera de la incomunicación entre
ellos y sus fieles. Vivimos un tiempo único en el que el lector puede
interactuar con su autor preferido, “desmitificar” a la persona que le ha
emocionado con sus palabras. En este sentido, como ya he señalado,
Twitter es una de las herramientas más utilizadas entre los adolescentes.
También las editoriales saben que los jóvenes lectores acceden diariamente
y han puesto un empeño evidente en la labor de difusión a través de perfiles
en redes sociales y de atractivas páginas Web, pero ¿se saca todo el partido
posible a las infinitas posibilidades que ofrecen las redes estrictamente
literarias entre los jóvenes?
Volviendo a las experiencias en el CILIJ, en dos de los clubes de lectores
activos se trabaja en nuevos espacios como Anobii, dotando a sus miembros
del control del perfil, seleccionando las lecturas de cabecera que identifican
al grupo, compartiendo con gente de su círculo de conocidos…
A nivel de recomendaciones los recursos que ofrece Internet tienen un peso
fundamental, cada vez es mayor el número de blogs o páginas que se
centran en la LIJ o dan especial importancia a estas lecturas, desde el citado
Contenedor de Océanos o La tormenta en un vaso, al Tiramillas, el Templo
de las Mil Puertas o Juvenil Romántica.
Sus hábitos digitales parece que aún no van por los interesantes derroteros
que otras redes sociales específicas que estimamos muy interesantes, como
Entrelectores y Quelibroleo.com, ya están marcando entre el público más
adulto.
Parece tener más fuerza entre los jóvenes otras que también relacionamos
con el hecho literario pero que, además, les permite compartir otras cosas
con sus amigos. Como Pinterest, una red social basada en imágenes que
une personas a través de objetos (de gran éxito al otro lado del océano, ha
sido recomendada por medios tan prestigiosos como la revista Time);
Instagram, otra aplicación (también gratuita) para compartir fotos aplicando
efectos; o Pingram, mashup que fusiona las ventajas de las dos anteriores y
que parece dará que hablar mucho entre los adolescentes.
También Dropbox, muy eficaz para compartir escritos; o Tumblr, una forma
evolucionada y mucho más artística de microblogging personal que permite
aglutinar muchos otros datos publicados en otros perfiles en una misma
plataforma, se abren paso a golpe de tecla, desbancando a otras redes
sociales más populares que ya estaban copadas por la mayor parte de los
jóvenes (y de los adultos), y que tratan de innovar para no desvanecerse.
Todos ellos son canales de recomendación de lecturas entre iguales y
vehículos que editoriales, escritores, clubes de lectura y, en general, todo
mediador debe tener muy en cuenta.
Incluso existen ya dos casos, bien conocidos por todos, que demuestran que
se puede conseguir un éxito masivo publicando primero las novelas a través
de algunas de estas redes. ¿Estamos en el camino correcto de lograr una
mayor publicitación y acceso a determinadas lecturas adolescentes con el
aprovechamiento de sus cualidades? ¿Habrá en un futuro cercano otro tipo
de plataformas, en la línea de la exitosa Habbo Hotel (una comunidad virtual
para adolescentes en el que el usuario tiene un avatar con el que interactúa
con otros), pero que tenga la ficción literaria como base?
--Recomiendo a menudo la lectura de un artículo -que probablemente
conocerán- del fallecido Emili Teixidor: La literatura juvenil, un género
polémico, encuadrado en las XII Jornadas de Bibliotecas Infantiles, Juveniles
y Escolares de la Fundación GSR. Escrito hace ya varios años, analiza en él
interesantes aspectos sobre los modos de leer -a los que sin duda se aludirá
en los debates de este encuentro- que ofrecen una radiografía del lector
joven con fácil traducción en el contexto actual.
Concluyo apuntando algo que enlaza con el tema central de este encuentro:
creo que es complicado discernir algún tipo de frontera en la Literatura
Juvenil, por la misma razón que no existen en la mente de los adolescentes.
Echemos la vista atrás. ¿Alguien con 16 años veía un límite a todos sus
anhelos y proyectos? ¿No será que Literatura Juvenil es cualquier libro que
provoque la curiosidad de un adolescente? ¿Podemos limitar el tipo de
soporte a un lector que siendo tan pequeño ha crecido viendo gran cantidad
de series de televisión y películas, leído cientos de cómics y jugado a mil
juegos en tan corto periodo de tiempo?
Recordando de nuevo a Lluch, apunto su idea de que las etiquetas no son
necesarias y enuncio los interrogantes en los que todos hemos caído alguna
vez: libros juveniles: ¿los que leen o compran los jóvenes, los que eligen, los
que les mandan leer, los creados especialmente para ellos o los que
comparten con los adultos?
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