ENCUENTROS EN VERINES 2012 Casona de Verines. Pendueles (Asturias) El “doble check” del adolescente. ¿Cómo sabemos que los jóvenes sí leen? Lorenzo Soto Nunca debe subestimarse el poder de los libros Brooklyn Follies. Paul Auster Imaginemos a un adolescente que sube a nuestro autobús o vagón de metro. De su espalda, a muy baja altura, cuelga una mochila raída, a juego con sus pantalones, de la que extrae un libro. Realiza un rápido escrutinio de plazas vacías y viene a sentarse al fondo, -siempre al fondo- junto a la ventana. En su otra mano un teléfono móvil. Unos enormes auriculares rodean su cuello. Fotografías de algunas películas en la carpeta, que sobresale del interior del macuto. ¿De dónde ha salido el ejemplar? ¿Visitan los jóvenes las bibliotecas? ¿Frecuentan las librerías? ¿Se trata de un regalo? ¿En cuantas casas es el libro un material recurrente a la hora de hacer obsequios a los adolescentes en este siglo XXI? Tendemos a idealizar, a creer que hubo un espacio irreal e indeterminado en el que había personas, de todas las edades, que leían a todas horas. No puede haber otra razón que justifique durante tanto tiempo, a pesar de lo que nos contaban los diferentes “barómetros” y encuestas, lo que la sociedad tendía a pensar sobre los jóvenes: que no leían o que lo hacían en menor medida que los adultos. Basándome en lo observado en el trabajo con jóvenes del Centro Internacional del Libro Infantil y Juvenil de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez a lo largo de años, sembrado de experiencias con lectores tanto activos como pasivos, podemos afirmar que con cada sujeto que ama la lectura se rompe una estadística, pues su capacidad de consumir compulsivamente historias -saboreándolas- destroza muchos de los tópicos que cargan sobre este segmento de edad. Intentaré trazar unas “instrucciones de uso”, reconstruir un puzzle como Perec, recalando en una serie de conceptos que nos ayuden a perfilar, con suficiente nitidez, la silueta que delimita la identidad del lector adolescente, ese al que el siglo XX le suena a algo lejano. Y a partir de ese perfil compartir, discutir y, si estamos de acuerdo, establecer algunas premisas que podamos introducir en nuestro particular vademécum de buenas prácticas para, desde la función que a cada uno nos corresponde, contribuir a la buena salud de la lectura y de la literatura que se crea para los jóvenes. Algunos conceptos, géneros y elementos afines al lector adolescente actual DISTOPIA Aunque no lo saben –incluso muchos desconocen el significado del término– buena parte de ellos viven atrapados en las páginas de alguna. Generación tras generación -todos fuimos adolescentes- el lectorado juvenil tiende a rechazar el entorno en el que vive. Influenciado o no por las noticias que le llegan, censura muchas de las cosas que ve a su alrededor. En este tipo de propuestas intuyen una crítica encubierta a los pilares de la sociedad, y les ayuda a reflexionar sobre el ecosistema sociopolítico de cristal en el que habitamos. Orwel, Huxley, Bradbury, Stephen King o P. D. James, con sus más o menos afortunadas transcripciones al celuloide, (o mejor dicho, a la HD), entre las que se puede destacar Hijos de los hombres, fueron algunos de los primeros autores en concebir una idea de aventura que enamora al joven con sus paisajes ciberpunks, post apocalípticos, siempre críticos con el orden establecido y reflexivos con las amenazas que acechan el entorno medioambiental. Los chicos y chicas no necesitan que los adultos les mientan con un mundo perfecto y con modelos de comportamiento ideales para crecer en él, rehúyen el adoctrinamiento. Por eso creen encontrar, cada cierto tiempo, referencias equivalentes a esa rebeldía en títulos como Los juegos del hambre, que se ven encumbrados al olimpo del éxito masivo gracias al recomendador más legitimado y fiable que existe para ellos a estas edades: sus semejantes. La prestigiosa Young Adult Library Services Association (YALSA) augura un ciclo largo, una “moda” más persistente que otras antecesoras, confirmada con el éxito que, al margen de los libros de Suzanne Collins, están cosechando títulos como Divergente, de Veronica Roth, o el renacer de videojuegos que ahondaron en el concepto, como Final Fantasy, del que se presentó una nueva entrega en este año. EL PODER DEL PERSONAJE (O DE CUANDO HARRY ENCONTRÓ A FRODO) Gran culpa de que se empezase a tratar a la Literatura Juvenil con más respeto, e incluso se le diese más eco en los medios de comunicación, la tienen personajes que ya han quedado para siempre en las mejores habitaciones de la memoria de los que ya fueron adolescentes. Encuadrados en colecciones que no estaban adscritas en exclusividad a los jóvenes, lo cierto es que personajes como Frodo y su universo de elfos, hobbits, hechiceros y enanos han encandilado a varias generaciones, creando un mundo al que muchos han imitado y abriendo el camino a la reedición de otros autores como Ursula K. Le Guin, y su serie Libros de Terramar, o C. S. Lewis con las Crónicas de Narnia. Y, por supuesto, Harry Potter. En ambos casos el cine prestó un servicio complementario fundamental, ayudando a elevar el elenco de personajes protagonistas a seres de leyenda y reforzando la supremacía de lo fantástico, ya de por sí muy demandado. Con todas sus virtudes y defectos, si no hubiera sido por estas adaptaciones y por el fenómeno Potter, ¿se habría desencadenado todo el fanatismo posterior por este género a nivel nacional, cristalizado en el reconocimiento manifestado por un buen puñado de escritores? COMIC (PERO NO SOLO SUPERHÉROES) El cómic, que junto con la música constituye unas de las formas de expresión más representativas de la cultura de masas, vive de nuevo un periodo dulce, en el que parece definitivamente superada la consideración de género menor que, de forma más o menos explícita, le acompañó durante décadas. Este éxito se explica por una combinación de circunstancias. Una es la presencia de una poderosa generación de autores adscritos a diferentes escuelas y estilos que han florecido a este lado del Atlántico, especialmente los herederos de la línea clara o escuela franco belga, con Peeters, Larcenet, Sfar y Blain al frente; autores de inusuales latitudes para este género, como el nórdico Jason, la iraní Satrapi o la africana Abouet; el británico Willingham (cuya extensa saga Fábulas tiene gran éxito entre el público femenino). Y personificada en nuestro país con nombres como Paco Roca, Fermín Solís o Canales y Guarnido, entre otros. Las tiras cómicas, como Zits, demuestran que el cómic norteamericano es mucho más que una factoría de superhéroes y autores underground. El manga ha superado los estereotipos, y ya no es solo para chicas. Y clásicos como Tintín, Astérix, Mortadelo, el irreverente Titeuf o Súperlópez siguen vigentes, uniendo a pequeños y adolescentes. Otra, no menos importante, es el firme respaldo de grandes editoriales y el florecimiento de otras independientes que han apostado por la viñeta, propiciando la bonanza actual. La tercera circunstancia positiva tiene que ver con los gustos e intereses de buena parte del público juvenil, en el que encontraremos numerosos lectores de tebeos. ¿No deberían aprovecharla instituciones como la escuela para dotarle de mayor protagonismo, abriéndole la puerta de la educación literaria adscrita a la ESO? La crisis de guiones en Hollywood se solventó con más de 40 adaptaciones de superhéroes a la gran pantalla en dos años ¿por qué no es factible una mayor apuesta de los cineastas de nuestro país por las destacables historias que surgen entre bocadillos y viñetas? ¿Seguirán los autores incluyendo tebeos como parte de la trama –como Fernando Marías y su apuesta por la bautizada novela transmedia, en la que colabora el dibujante Javier Olivares-, interrelacionando propuestas narrativas o confeccionando los guiones de los mismos, como Andreu Martín y otros autores? SAGAS Es frecuente en la preadolescencia el caso de novelas que el lector aborda con gran excitación durante las primeras páginas, y que luego presentan mil complicaciones para terminarlas. Sin embargo se da una curiosa paradoja: en general sienten una gran atracción por largas historias seriadas, disfrutan perdiéndose en lecturas que tienen continuidad en otras y mantienen una serie de denominadores comunes. En lo que se refiere a las preferencias temáticas predominantes, sí se aprecian algunas fronteras, al menos en los últimos años. Los límites están marcados por un amplio ejército de lectores que han crecido al amparo de títulos míticos y escritores tótem (Memorias de Idhun, la serie Dragon Lance o los textos de Paolini, Pullman o Cornelia Funke), construidos sobre la ciencia-ficción distópica o la realidad, disfrazada o no. Sólo un pequeño tanto por ciento se aventura por otros caminos diferentes a la fantasía. Atrás parece haber quedado el momento álgido de la psicoliteratura o literatura de la vida real, género en cuya historia han escrito importantes capítulos algunos de los autores que nos acompañan en este encuentro. En cuanto a los bestsellers para adultos, ya no son tan seguidos por los jóvenes, dándose la situación inversa, libros que son concebidos para ellos y son seguidos por treintañeros, como ha ocurrido con la saga Crepúsculo, sugiriendo que tal vez haya una extraña conexión entre los adolescentes de hoy y los nacidos en los 80: las formas han cambiado pero no el sustrato de la afición lectora; han variado los temas pero ambas son generaciones que han crecido ya con una Literatura Juvenil auténtica. SERIES DE TELEVISIÓN La televisión sigue siendo uno de los principales suministradores de relatos para adolescentes. A pesar de ello, es aún patente la escasez de espacios dedicados íntegramente a saciar sus inquietudes y aficiones. Se pasa de lo infantil (con varios canales monotemáticos en la TDT) al producto concebido para los que ya están en la veintena. Se sienten poco representados, alejados de los contenidos, sin sitio. Por eso sus gustos se centran en las ficciones, series que suelen dividirse en temporadas (a modo de anécdota, señalar que el acceso anticipado a la siguiente tanda de capítulos -vía Web o canal extranjero de televisión- granjea el respeto y la admiración del resto del grupo); y cuya puesta en escena, similar a la estructura argumental de muchos libros juveniles, se sustenta en una receta de personajes jóvenes, problemas parecidos, tres cuartos de amor, humor y drama, y un buen elenco de actores atractivos. La identificación con la pandilla de preadolescentes protagonista que habitualmente aparece en el argumento, constituye una compleja representación de roles a la que los promotores de la lectura debemos estar muy atentos, al igual que los prototípicos conflictos que suelen esbozarse y el tipo de comunicación que se plantea (tan instantánea como sus relaciones a través de los diferentes widgets del móvil: Whatsapp, Viber, Google talk, Skype…) Sobre este tema ha reflexionado brillantemente, y con mayor profundidad, la especialista de la Universidad de Valencia Gemma Lluch. La fascinación por las series viene de largo ¿Quién no se acuerda de Sensación de Vivir, Compañeros, Embrujadas, o incluso yéndonos mucho más atrás, Verano Azul, en la que había claros paralelismos con las novelas de Los 5 o Los Hollister? Eran las más consumidas por el lector adolescente de entonces. En la dirección inversa, los trasvases entre este tipo de ficciones queda patente en analogías como las que muestra la citada saga Crepúsculo con Buffy Cazavampiros. En las propuestas de mayor calidad que ha ofrecido la cartelera de los últimos años encontramos la firma de autores que han centrado su creatividad en este formato (Héroes, Perdidos, Dexter, House…) Las conexiones más directas con lo literario se sustancian en las adaptaciones televisivas. La reciente de Juego de tronos ha supuesto toda una revolución entre los adolescentes. Muchos se han acercado al original novelado después de disfrutar sus capítulos, que ofrecen –más en su versión literaria- opciones inagotables para un rico debate en cualquier club o reunión de amigos lectores, al tiempo que evidencian que en el fondo sigue manteniéndose el esquema de protagonistas a los que el joven lector quisiera parecerse (o ya cree hacerlo). MIEDO. QUIERO HISTORIAS QUE ME ASUSTEN Los muertos vivientes, los seres capaces de vislumbrar almas que vagan errantes entre ambos mundos, los asesinos de métodos macabros, los vampiros que, en el fondo, sólo buscan un poco de amor (quien se lo iba a decir a Wilde cuando escribía sobre seres sobrenaturales parecidos hace dos siglos); los personajes desconocidos, mejor orientales, en el cine; los fenómenos siniestros que escapan del ámbito de lo explicable porque no pertenecen a este mundo... Hay un amplio catálogo de entes, espectros y escenarios muy atrayentes para aquellos que se decantan por el terror. En mayor o menor medida, casi todos lo hacen en algún momento, en un proceso en el que el cine sigue al libro o viceversa, dependiendo de si quieren pasar un “mal rato” a solas o en compañía. Atrás quedaron los iconos que asustaban a otras generaciones y que a ellos les provocan la carcajada, es tiempo de nuevas consignas que mantengan el espíritu “despierto”. La prosa juvenil sigue teniendo buena representación en este campo, con autores consagrados y nuevas propuestas de apreciable éxito que se acompañan con eficaces promociones editoriales. VAMPIROS Forman (o formaron, mejor dicho) parte de la cadena de fenómenos masivos, un ejemplo más de la globalización también a nivel lector. Lo que un día fueron gnomos, luego se convirtieron en elegir tu propia aventura, más tarde en magos, luego en vampiros. ¿Qué será lo siguiente? ¿Habrá nuevos personajes tipo rescatados del imaginario? Sea lo que sea, me surge la pregunta: ¿el joven disfruta siempre con estas propuestas, reforzadas por el hecho de saber que su lectura está respaldada por muchos otros lectores de misma edad? ¿O este punto no influye en su decisión? Hacía muchos años que no se veía la intensidad con la que arrasó entre los jóvenes la fiebre Twilight, llegada desde el otro lado del océano. La clave probablemente esté en los ingredientes de la coctelera, que mezcla dosis de tensión no resuelta, romance, drama adolescente, comedia, terror y acción. Hoy día todos estos éxitos vienen reforzados por la casi consecutiva adaptación al cine, con actores elegidos en eficientes castings que se convierten enseguida en ídolos de masas, y la correspondiente traslación al universo game, indisolublemente ligada al estreno de la película. ¿Realmente ha conseguido Meyer que los jóvenes se interesen, gracias a personajes clásicos como el del vampiro, por autores como Stoker? ¿La autora simplemente aprovechó el momento de nuevo florecimiento del mito gracias a la pequeña pantalla? ¿Por qué, de todos los seres fantásticos, ha tenido tanta aceptación la figura del nosferatu, como certifica la reedición de las obras de Anne Rice o el éxito simultáneo de otros autores como L. J. Smith y sus Crónicas Vampíricas? ¿La aparición sucinta de algunos encuentros sexuales en las tramas ha contribuido a despertar un mayor interés, con ejemplos como la serie True Blood tanto en televisión como en papel (Charlaine Harris)? Obviamente, la aproximación al perfil del lector juvenil actual no puede circunscribirse al análisis de los parámetros que, desde el punto de vista de la pura creación literaria, explican que determinados géneros y tipos de personajes sean objeto de culto adolescente. Para mapear adecuadamente el territorio de los factores y estímulos que inciden en la forma que va adoptando ese perfil, es obligado considerar además las influencias del entorno cotidiano en el que se desenvuelve, integrado esencialmente por los ámbitos de la familia, los amigos y la escuela. Si añadimos los recursos, posibilidades y atractivos que aporta hoy el universo de la tecnología digital, tendremos una receta bastante completa de los ingredientes que componen las necesidades y comportamientos genéricos del individuo adolescente, trasladables por supuesto a sus hábitos y preferencias en el terreno del entretenimiento. Espacios y personas que ayudan a delimitar al joven lector EL ENTORNO DIARIO: INSTITUTO Y CÍRCULO ÍNTIMO Aparte de los padres, a los que consciente o inconscientemente terminarán imitando en algunos hábitos, una de las principales vías de contacto con la lectura que, de forma mayoritaria, tiene el público adolescente, es la escuela. De ahí la importancia de todo lo que sucede a través de este conducto. Afortunadamente, a la hora de elegir los textos obligatorios ya se vislumbran cambios importantes, profesores valientes que introducen títulos propios de la Literatura Juvenil, clásicos alternativos e incluso cómics míticos como Maus, aunque aún son muchos los adolescentes que terminan por coger manía para siempre a Sancho o a Gregorio Samsa, año tras año posicionados en el top ten de lecturas complementarias. No podemos obviar el resto de elementos que forman el entorno en el que se desenvuelve el lector joven, otros agentes y espacios que influyen en mayor o menor medida en la configuración del perfil y el hábito lector: - - - - El bibliotecario (siempre y cuando el chico o chica mantenga el hábito de acudir, aunque sea sólo en exámenes, a la biblioteca). Hay casos puntuales en los que se ofrece una sala personalizada y específica para los jóvenes lectores, como la que se abrió en el CILIJ a principios de los 90. Los editores. En su mano sigue estando el ofrecer productos atractivos y cuidar al detalle la apariencia final que toma cada publicación, -desde la portada hasta el precio de venta al público-, en las colecciones diseñadas para este ratio de edad. Otros jóvenes lectores, como ellos, que les acompañan a diario. Tanto los compañeros del instituto como los amigos más cercanos. Sus consejos son vitales. Blogueros y recomendadores en red, que consideran fiables y de quienes aceptan sus sugerencias porque tal vez acertaron la primera vez con una historia que les sedujo. La escuela podría apoyarse aún más en estas herramientas, ¿hasta qué punto se fomenta en el aula la visita a determinadas páginas, foros o redes que podrían reforzar su hábito lector? Los propios autores. Con muchos de los cuales interactúan frecuentemente, un contacto con un grado de cercanía impensable en otras épocas, y que es factible gracias al seguimiento en Twitter, los comentarios en Facebook o las notas en la página web personal, viéndose ellos también beneficiados al permitirles tomar de forma directa el pulso de la audiencia e incrementar la fidelidad y la motivación hacia su obra. UN LUGAR AL QUE PERTENECER El joven, dependiendo de su grado de madurez y de su “status” en el grupo de amigos, se debate a menudo entre mostrar ante ellos sus aficiones lectoras u ocultarlas, si sospecha que ello pueda ir en perjuicio del “respeto” ganado de los demás. Por fortuna son mayoría los que las manifiestan abiertamente y buscan reafirmarlas junto a otros que sienten lo mismo. Lugares de tan larga trayectoria, y de tan variado contexto, como los clubes de lectura facilitan compartir esas historias con gente de similares inquietudes (a veces, como digo, casi secretas), con la misma naturalidad que se comenta una película a la salida del cine frente a un café. Hoy son puntos de encuentro reforzados por espacios en la nube que complementan las sesiones presenciales, proporcionando a los jóvenes más vías de intercambio de información y comunicación entre iguales, donde las obras se discuten y reseñan y en los que todos sus miembros tienen la oportunidad de ser parte activa. Un ejemplo ilustrativo lo constituye el Club de Lectores Juvenil del Centro Internacional del Libro Infantil, Contenedor de Océanos. Por sus espacios, físicos y virtuales, han pasado diferentes generaciones compartiendo una misma pasión, chicos y chicas que se han mantenido fieles a las buenas historias en esa difícil transición niño-adolescente en la que muchos desaparecen de entre las páginas. Las sesiones semanales se desarrollan en torno al debate y la creación a través de actividades y dinámicas variadas: proyecciones y audiciones, presentaciones de materiales, encuentros con autores y artistas audiovisuales, análisis de recursos Web y Apps, y, sobre todo, la conversación y confrontación de opiniones entre los asistentes que ayudan a descubrir las distintas perspectivas desde las que puede ser tratado un género, tema o historia. Quiero significar el vehículo que vertebra y da visibilidad a la actividad del club, el blog www.contenedordeoceanos.com. Gestionado por sus miembros, constituye una poderosa arma de recomendación entre iguales. Pero también ha creado vínculos con otros grupos lectores, escritores y antiguos componentes. Su poder de interacción se vio multiplicado con la apertura de perfiles en varias redes sociales (Tuenti, Facebook, Youtube, Twitter y Anobii), que también actualizan, mantienen y gestionan los propios chicos del club. El binomio club de lectura-blog constituye un fenómeno en permanente reestructuración cuya dinámica y herramientas evolucionan dentro de un proceso continuo de experimentación y reciclaje; es un espacio que ayuda a los adolescentes a madurar como lectores críticos y que canaliza la pulsión creativa de sus miembros, alumbrando valientes propuestas para el disfrute de sus iguales. Al respecto ¿hacen los diferentes agentes de la cadena del libro todo lo que está en sus manos para crear hábitos de “buenas prácticas” a la hora de adquirir esos productos sugeridos por otros adolescentes lectores en las redes? ¿O con la entronización de Internet en todas sus vertientes –desde suministrador de información copy+paste para trabajos escolares hasta generador de recomendaciones literarias– olvidamos remarcar la idea de que no todo es gratuito? ¿Tienen en cuenta los editores -en sus procesos de promoción- el potencial para el éxito de las obras que tienen las conversaciones y la comunicación boca-oreja de estos grupos, en el instituto y con otros amigos? Las editoriales tienen con ellos una oportunidad única para fomentar conversaciones sobre libros en blogs, Facebook, Twitter, Tuenti… que, entre otras cosas y en último término, pueden tener incidencia positiva en los índices de venta Lo evidente es que con la aparición de cada vez más grupos de esta índole, también en el entorno escolar (hay cientos de ejemplos funcionando en la red), demuestra ser una actividad vigente y actual, a pesar de que algunos historiadores, sitúan su origen ya en los tiempos de la poetisa Safo de Mitilene. Objetos que conviven en el día a día de los jóvenes, inseparables a ellos en su modo de vivir y ver las cosas, y que influyen decisivamente en su condición de lectores JUEGOS EN EL SOFÁ El videojuego ha cogido el genoma de la narración cinematográfica, ha adoptado sus estándares y, en muchos casos, lo ha sustituido. En adolescencias anteriores era impensable (o cuanto menos extraño) encontrar coetáneos que no se rindiesen al influjo mágico de la narración a 24 fotogramas por segundo. Hoy día, despejada la ecuación que demuestra que lo que realmente importa es la historia que hay detrás, por encima de la alta definición, el celuloide o el tipo de soporte que sea, son muchos más los jóvenes que se han sentido parte de aventuras gráficas disfrutadas en su videoconsola que los que se han identificado con personajes interpretados por actores. Juan José Millás, admirador confeso de este tipo de ocio, señalaba en la pasada feria Gamelab de Barcelona que si ahora fuese joven “en lugar de coger un libro para leer, habría empezado a jugar con videojuegos” (al tiempo que se quejaba, a nivel tanto de productor de historias como de usuario, de la poca variedad de las temáticas, casi limitadas a la acción y la fantasía). No parece descabellado pensar, dadas las circunstancias, que el desembarco de autores de Literatura Infantil y Juvenil en este campo, tanto ideando historias como adaptando las ya publicadas, podría enriquecer notablemente la calidad argumental de estos productos. Tal vez sea momento de olvidar las connotaciones que lleva implícitas la propia palabra (juego) y atribuirle otras peculiaridades que los rediman y encumbren como lo que ciertamente son: un amplio y rentable campo de creación por el que el escritor pueda sentirse atraído. Los Sims abrieron el camino, una vía diferente en el PC a lo que se había planteado hasta entonces. Un simulador social que no necesitaba de la mayoría de los elementos que provocaban la adicción en el resto de títulos de éxito. Luego llegó el florecimiento de las videoconsolas, otro electrodoméstico común en casi todas las casas, capaz de proporcionar la vivencia de historias épicas sin moverse del sillón, aventuras gráficas que fusionaban lo mejor de la literatura y del cine para alumbrar objetos de consumo cultural –habrá quien no les quiera otorgar esta condición– absolutamente exitosos y ciertamente interesantes (basta entrar en las páginas promocionales de títulos como Heavy Rain, Hotel Dusk. Room 215, Okami, Eternal Darkness o la saga Metroid, herederos de Legend of Zelda, publicitados en telediarios y defendidos por todo tipo de agentes culturales). MÚSICA. SI, PERO EN STREAMING El concepto de disfrute musical ha cambiado, la cadena comprar – grabar – descargar ha añadido un nuevo eslabón: su consumo en streaming. Compatible para ser reproducida en el móvil, desde el que controlan todo y desde el que incluso ya pueden leer libros; canciones que puedan compartir fácilmente desde cualquier dispositivo con amigos a los que quieren hacer sentir lo mismo; letras que puedan buscar en su navegador para leer mientras tararean; discos en los que puedan zappear, sin necesidad de escucharlos al completo… Como apuntaba el crítico musical Kevin Pearce, si hay un lenguaje entendible para todos, independientemente de la edad, cultura literaria o conocimientos generales que se posean, ese es sin duda el musical, puesto que el joven, antes de aprender a hablar bien, ha aprendido a moverse al ritmo de una canción. Muchas de las novelas que leen incluyen su propia banda sonora, citas a canciones, reflexiones sobre la vida de grupos que recuerdan a los que ellos siguen, recomendaciones que llevan al lector curioso a sondear Spotify o Youtube en busca de su sonido. Podríamos citar un buen número de títulos, bien conocidos, que tienen este leitmotiv como argumento central en torno al que gira toda la narración, desde los aportados por Jordi Sierra i Fabra (melómano confeso e historiador del Rock), hasta cómics como El local, del italiano Gipi, en el que los protagonistas son, precisamente, unos jóvenes que tratan de sacar adelante su banda pop. Incluso alguno de los más recientes fenómenos de ventas de la literatura romántica nacional, que todos conocemos, utiliza los títulos de melodías de máxima actualidad para afianzar la historia. La música, por tanto, enriquece también la narración. En torno a ella se pueden diseñar variadas propuestas para fomentar la lectura. Incluso podemos afirmar que, desde un punto de vista cuantitativo, tal vez constituye la principal fuente de “consumo poético” de los jóvenes. Cómo debe seguir este proceso de incorporación del elemento musical a lo esencialmente literario es tarea de autores y editores. SMARTPHONE Una vez escuché decir a un chaval, sin duda inspirado, que el móvil eran los grilletes del siglo XXI. Entre los adolescentes, la lectura y escritura de textos en móvil es una actividad casi constante. En esas relaciones se producen recomendaciones entre iguales, bajo una fórmula de tú a tú que, insisto, les resulta muy fiable, canalizada a través de medios que permiten la máxima interacción en todo tipo de formatos a la mayor velocidad, y que están al alcance de todos sin necesidad de propina paterna; ejemplo: el whatsapp. Es en esta vertiente, la recomendadora, en la que más podemos hablar de las relaciones joven-smartphone-literatura, lejos aún de lo que ocurre en sitios como Japón, donde escritores noveles ya ofrecen libros, rápidamente convertidos en best sellers, en pequeño formato. Prosa de frases cortas y personajes bien acotados que tal vez pronto tenga cabida en el mercado occidental (Google Play, market de Android, ya cuenta con una sección “libros” en la que figura el epígrafe “Infantil y Juvenil” con un buen número de subcategorías que van desde los “Cómics y novelas gráficas” hasta “Young Adult”. En ella, algunos autores ofrecen fragmentos promocionales de sus novelas de manera gratuita, provocando numerosos comentarios adolescentes en el foro de adquisición. El resto de la oferta libre de pago aún se limita a un listado de clásicos de la Literatura) El autor japonés Ito Mizuko, con artículos como Mobile phones, japanese youth, and the replacement of social contact, repasa de forma más concienzuda más aspectos sobre la relación de los jóvenes con estos pequeños aparatos. LA SEDUCCIÓN DE LO TÁCTIL Alessandro Baricco ya hablaba tiempo atrás de una generación que experimenta con nuevos formatos, narrativas y herramientas y que provoca un movimiento errático entre lo personal y lo colectivo. La realidad es que, según un estudio realizado por la firma Gartner, en 2012 se llegará a la cantidad de 119 millones de tablets vendidas en el mundo. Si el pronóstico es correcto, constituye más del doble de las registradas el año pasado, y las convierte en el elemento de ocio digital más demandado. La magia que parece brotar de los dedos al rozar las pantallas iguala a los sentimientos y recuerdos que produce el papel cosido en el joven, con especial incidencia en el contexto anglosajón, aunque su elevado precio y las capacidades adquisitivas inherentes a esta edad las convierten en un seductor objeto de deseo. Las Apps se han convertido ya en otro formato a explotar, con un enorme potencial que se evidencia en nuestra realidad cotidiana. Con el proyecto Territorio Ebook de la Fundación GSR, del que Luis González ya habló en este marco el pasado año, pudimos comprobar hasta qué punto se puede optimizar la experiencia lectora complementando la obra con aplicaciones relacionadas y soportes novedosos, elementos que puede aportar el mediador (como era el caso de la actividad mencionada) o “venir incorporados de fábrica”. En la actualidad hay muchas funciones, gratuitas o al alcance de cualquier bolsillo como Stanza, Ibooks o Comic Zeal para tebeos, que están contribuyendo a fomentar el nuevo concepto de lectura que ya he sugerido con anterioridad. NUBE (TUENTI, TWITTER Y OTRAS REDES) Estamos de acuerdo en que joven e Internet forman una pareja indisoluble, y que todos los hábitos y aficiones del primero tienen en la nube un lugar más, ya preferente, en el que proyectarse. Los escritores lo saben, y se vuelcan en las diferentes redes para romper la frontera de la incomunicación entre ellos y sus fieles. Vivimos un tiempo único en el que el lector puede interactuar con su autor preferido, “desmitificar” a la persona que le ha emocionado con sus palabras. En este sentido, como ya he señalado, Twitter es una de las herramientas más utilizadas entre los adolescentes. También las editoriales saben que los jóvenes lectores acceden diariamente y han puesto un empeño evidente en la labor de difusión a través de perfiles en redes sociales y de atractivas páginas Web, pero ¿se saca todo el partido posible a las infinitas posibilidades que ofrecen las redes estrictamente literarias entre los jóvenes? Volviendo a las experiencias en el CILIJ, en dos de los clubes de lectores activos se trabaja en nuevos espacios como Anobii, dotando a sus miembros del control del perfil, seleccionando las lecturas de cabecera que identifican al grupo, compartiendo con gente de su círculo de conocidos… A nivel de recomendaciones los recursos que ofrece Internet tienen un peso fundamental, cada vez es mayor el número de blogs o páginas que se centran en la LIJ o dan especial importancia a estas lecturas, desde el citado Contenedor de Océanos o La tormenta en un vaso, al Tiramillas, el Templo de las Mil Puertas o Juvenil Romántica. Sus hábitos digitales parece que aún no van por los interesantes derroteros que otras redes sociales específicas que estimamos muy interesantes, como Entrelectores y Quelibroleo.com, ya están marcando entre el público más adulto. Parece tener más fuerza entre los jóvenes otras que también relacionamos con el hecho literario pero que, además, les permite compartir otras cosas con sus amigos. Como Pinterest, una red social basada en imágenes que une personas a través de objetos (de gran éxito al otro lado del océano, ha sido recomendada por medios tan prestigiosos como la revista Time); Instagram, otra aplicación (también gratuita) para compartir fotos aplicando efectos; o Pingram, mashup que fusiona las ventajas de las dos anteriores y que parece dará que hablar mucho entre los adolescentes. También Dropbox, muy eficaz para compartir escritos; o Tumblr, una forma evolucionada y mucho más artística de microblogging personal que permite aglutinar muchos otros datos publicados en otros perfiles en una misma plataforma, se abren paso a golpe de tecla, desbancando a otras redes sociales más populares que ya estaban copadas por la mayor parte de los jóvenes (y de los adultos), y que tratan de innovar para no desvanecerse. Todos ellos son canales de recomendación de lecturas entre iguales y vehículos que editoriales, escritores, clubes de lectura y, en general, todo mediador debe tener muy en cuenta. Incluso existen ya dos casos, bien conocidos por todos, que demuestran que se puede conseguir un éxito masivo publicando primero las novelas a través de algunas de estas redes. ¿Estamos en el camino correcto de lograr una mayor publicitación y acceso a determinadas lecturas adolescentes con el aprovechamiento de sus cualidades? ¿Habrá en un futuro cercano otro tipo de plataformas, en la línea de la exitosa Habbo Hotel (una comunidad virtual para adolescentes en el que el usuario tiene un avatar con el que interactúa con otros), pero que tenga la ficción literaria como base? --Recomiendo a menudo la lectura de un artículo -que probablemente conocerán- del fallecido Emili Teixidor: La literatura juvenil, un género polémico, encuadrado en las XII Jornadas de Bibliotecas Infantiles, Juveniles y Escolares de la Fundación GSR. Escrito hace ya varios años, analiza en él interesantes aspectos sobre los modos de leer -a los que sin duda se aludirá en los debates de este encuentro- que ofrecen una radiografía del lector joven con fácil traducción en el contexto actual. Concluyo apuntando algo que enlaza con el tema central de este encuentro: creo que es complicado discernir algún tipo de frontera en la Literatura Juvenil, por la misma razón que no existen en la mente de los adolescentes. Echemos la vista atrás. ¿Alguien con 16 años veía un límite a todos sus anhelos y proyectos? ¿No será que Literatura Juvenil es cualquier libro que provoque la curiosidad de un adolescente? ¿Podemos limitar el tipo de soporte a un lector que siendo tan pequeño ha crecido viendo gran cantidad de series de televisión y películas, leído cientos de cómics y jugado a mil juegos en tan corto periodo de tiempo? Recordando de nuevo a Lluch, apunto su idea de que las etiquetas no son necesarias y enuncio los interrogantes en los que todos hemos caído alguna vez: libros juveniles: ¿los que leen o compran los jóvenes, los que eligen, los que les mandan leer, los creados especialmente para ellos o los que comparten con los adultos?