ESPECIFICIDAD DE LAS METODOLOGÍAS

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ESPECIFICIDAD
DE
LAS
METODOLOGÍAS
PSICOSOCIALES
PARTICIPATIVAS
La meta de toda intervención psicosocial, más allá del modelo teórico en que
se apoye, es generar procesos de cambio social en los grupos o comunidades
intervenidos, incidiendo sobre los factores que afectan negativamente su
calidad de vida. (López-Cabañas y Chacón, 1997). Para cumplir este objetivo,
es necesario que los interventores psicosociales recurran a la aplicación de
metodologías que faciliten el desarrollo de las diferentes etapas del proceso de
intervención.
Ahora se puede contar con la disponibilidad de paradigmas integradores en el
campo de las ciencias sociales, que hacen posible contar con marcos teóricos
que presentan posibilidades de articulación, enriquecimiento y metodologías
de acción para la interpretación y transformación de los procesos de
autogestión social.
Las metodologías participativas le dan cuerpo a la propuesta psicosocial, que
cree en la construcción participativa del saber de la vida que se cristaliza en los
espacios cotidianos, donde se da la convivencia.
Participar lleva implícito que se produzcan múltiples relaciones de diferentes
tipos, que lleven la posibilidad de todos los miembros de un grupo o comunidad
de estar informados, de opinar, y lo más importante, de decidir sobre los
objetivos, metas, planes y acciones, en cada una de las etapas del proceso, a
través de lo cual se debe generar un paulatino, pero constante crecimiento,
responsabilidad y capacidades, colectivas e individuales, su crecimiento en
última instancia está vinculado con la socialización del poder, progresión de la
autonomía y reconocimiento de los demás.
De la misma forma participar se expresa como la capacidad y la actividad de
las grandes mayorías para actuar en la toma de decisiones, en las relaciones
de poder y de influencia en distintos niveles del desarrollo social; y esta
participación se hace realmente efectiva cuando transfiere poder a los sectores
populares para que ejerzan influencia sistemática en el desarrollo de la
sociedad, significa en este caso compartir la diversificación del protagonismo
social con sus correspondientes espacios de influencia (Fernández, 2003).
En esta misma vía. lo psicosocial ha permitido analizar y cuestionar por parte
de las mismas personas afectadas; las consecuencias generadas por las
guerras y las iniquidades sociales, poniendo al ser humano en su entorno
social, en el centro del debate o discusión. Lo psicosocial desde esta mirada se
relaciona a su vez de forma íntima con las perspectivas teórico – practicas de
Derechos Humanos y de Desarrollo Humano. Estas tres perspectivas tratan de
un ser humano contemporáneo, partícipe de un contexto histórico, político y
socio cultural, construido desde los valores del respeto, la justicia y la Dignidad,
por el mismo hecho de ser humano.
Lo psicosocial entonces es en la actualidad, el referente más relacionado al
momento de intervenir los efectos en lo humano que dejan los conflictos
sociales, políticos o militares.
No se inicia un trabajo de intervención psicosocial en condiciones de
estabilidad, normalidad o felicidad social. Lo psicosocial siempre lleva consigo
implícita una concepción de solidaridad. De ahí que no pueda entenderse sólo
como un trabajo técnico, sino como una propuesta de construcción con la
comunidad misma, como un acto ético y político. Intervención que se recrea
cada vez según el grupo, población o problemática social tratada.
Se trata de construir en cada intervención una propuesta particular de trabajo,
de ahí el saber reconocer la importancia de hacer lecturas de contexto y
fortalecer los factores protectores que sostienen de una u otra forma a cada
grupo o comunidad. La cual, tiene que hacerse desde las particularidades de
cada contexto a intervenir, con la necesidad de construir una propuesta de
intervención propia de nuestro hacer particular, según el terreno de
intervención.
Por tanto es evidente la importancia de la participación social (definida desde lo
político como un ejercicio de los Derechos, ejercicio de la civilidad). Participar
es estar en algo, ser parte de, decidir, es tomar decisiones y no simplemente
ser ejecutor de algo, es ser sujeto en todo un proceso, por lo tanto la
participación es la estrategia, esencia en toda promoción comunitaria
(kisnerman N. y otros,1990. Citado por D´Angelo Hernández, Ovidio. 2004). En
cualquier caso, implica que se pertenezca a un todo como espacio en el cual se
comprende y se tiene presente a cada participante. Esto promueve el
compromiso y la responsabilidad individual en un ambiente de inclusión, en
donde cada quien desempeña una función de igualdad, de importancia.
Este curso pretende trabajar desde lo operativo, técnicas participativas en
intervención, utilizadas en nuestro contexto, ante problemáticas psicosociales.
A partir de tales técnicas, se podrá formalizar herramientas y estrategias, con el
fin de consolidar la intervención, que permita diseñar, ejecutar, evaluar y
monitorear la experiencia.
Se priorizará el desarrollo de competencias para la intervención psicosocial, a
partir del enfoque práctico-crítico en las
metodologías y estrategias
participativas para el abordaje de las comunidades; en este sentido orienta la
formación, buscando no sólo afianzar un soporte conceptual al quehacer
profesional, sino dar herramientas que califiquen al profesional con destrezas
para impactar el entorno, y con ello responder a las demandas de solución de
problemáticas psicosociales que aquejan a la sociedad y al entorno inmediato.
Estas metodologías pueden variar de acuerdo a la naturaleza de la población
intervenida y sus problemáticas específicas; por esa razón, deben ser
consideradas como una «caja de herramientas» al servicio del profesional. Lo
anterior quiere decir que, a priori, ninguna metodología será considerada como
superior a otra. Serán los objetivos propuestos, el grado de complejidad del
problema, los recursos con que se cuente y las demandas del contexto,
quienes orienten su elección y determinen su importancia en el momento.
Habrá, entonces, situaciones en las que es necesario observar, reorganizar,
evaluar; casos, en los que se debe estar preparado para escoger la o las
metodologías que mejor se adapten a la solución eficaz de la intervención.
De este modo, no se hace intervención psicosocial porque se realicen talleres
de formación con la comunidad, se habla de lo psicosocial, cuando puede
articularse en las acciones, diversas dimensiones y áreas que impliquen
efectos, en lo individual y lo colectivo hacia el mejoramiento de la calidad de
vida, aunque sea en un pequeño radio de acción.
Con estos planteamientos se puede deducir que la perspectiva epistemológica
desde donde se está proponiendo estas metodologías de corte participativo, es
la confluencia de un conjunto de escuelas teóricas críticas de investigación
social y de las escuelas de la pedagogía social: educación popular
latinoamericana, teorías de Paulo Freire -pedagogía de la liberación, Educación
de Adultos, dispositivo participativo en boga en los años 60 y 70; que confluyen
a su vez, con una sociología práctica, sociopraxis, socioanálisis y sociología
dialéctica.
De ahí que se propongan técnicas participativas, que igualmente se han
denominado desde las teorías críticas, técnicas dialécticas; que parten de la
consideración del objeto a estudiar como sujeto (activo de la investigación) y de
que la finalidad de la intervención es la transformación social.
De todas formas, es fundamental hacer mención que las técnicas participativas
o dialécticas no excluyen las técnicas cuantitativas o distributivas ni mucho
menos, las cualitativas o estructurales; sino que por el contrario desde su
postura epistemológica y contextual las confluye con flexibilidad, al servicio del
fortalecimiento propositivo y de formación social o comunitaria.
Así mismo, los fenómenos que acontecen en la vida diaria no pueden
descomponerse por “un nivel práctico” en partes. Las personas se comunican,
interactúan desde su identidad, desde la forma como han construido el mundo
y han desarrollado hábitos y formas de ser y estar. Es sólo, al momento de
teorizar, que se formaliza y, lo que es un todo integral y complejo, se asume
desde lo que se cree son sus componentes.
Por ello, si bien las metodologías o técnicas participativas desarrollan unas
temáticas específicas, todas ellas convergen en la dinámica propia de la vida,
ellas se entretejen, permiten visibilizar elementos de un asunto desde distintas
ópticas. En esta medida, es importante tener muy presente la complejidad de
la vida y los fenómenos humanos a la hora de comprenderlos y de identificar en
la intervención psicosocial, algunos de sus elementos para desarrollarlos.
Cada técnica aporta elementos, enfatiza un asunto, que a su vez se relaciona
con núcleos teorizados por otras. Se trata de un solo pero complejo asunto: Lo
humano.
Las técnicas pues, en sí mismas, son una herramienta metodológica. Las
técnicas como herramientas, son pretextos para el trabajo, para la proyección
de las problemáticas sociales, de esta manera, posibilitan el análisis de
situaciones cotidianas, le dan paso a los elementos propios del mundo de
quienes están allí para verlos, para pensarlos.
Por último en esa misma línea es importante traer a colación, que la
intervención psicosocial participativa como metodología dialéctica contempla el
juego y el jugar como parte de la cotidianidad humana y la asume como una de
las herramientas por excelencia, desde la vinculación comunitaria hasta la
comprensión y toma de decisiones ante problemáticas sociales. El juego en la
actualidad es tomado en serio y es reconocido como la base de la pedagogía
actual. Es el recurso que se prioriza sobre todo en la enseñanza a niños y
niñas, y trátese de la asignatura que se trate, siempre ésta será factible de ir
acompañada de la consigna de vehiculizar su aprendizaje de manera lúdica,
entretenida, dinámica, creativa, en contraposición a esquemas de enseñanza
antiguos basados en la memorización, repetición, disciplina (en su acepción
punitiva) y una limitación de recursos hacia lo verbal y lo escrito. En el proceso
psicosocial, independiente del grupo poblacional, la lúdica ocupa un lugar
importante sobre todo en la medida en que lo que se pretende enseñar o
formar, son asuntos del orden de lo vivencial, actitudinal que de lo conceptual.
Se trata ante todo de incidir en lo relacional, en el modo de vivir de las
personas y en las concepciones que tienen del mundo.
Lo lúdico es un puente de comunicación privilegiado en el acercamiento
relacional entre las personas. La expresión artística es una herramienta
milenaria de los seres humanos para madurar su comprensión del mundo,
expresar su interioridad y relacionarse. Así lo lúdico es concebido como un
ritual, un simbólico que permite al ser humano dar relevancia a sus vivencias,
hacerlas momentos excepcionales, cargados de sentido, al tiempo que le
permite tramitar lo abismal que es la existencia misma y su permanente
reinventar el mundo (EERN 2006).
John Jairo García Peña
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