MISIÓN Objetivo Este tema pretende clarificar qué se entiende por “Misión, apostolado y obras apostólicas” cuando estamos haciendo referencia a una familia de vida consagrada y poder aplicarlo a nuestra familia MJMJ. Nuestra realidad Nuestra Misión está definida en Constituciones y Directorio cuando se habla del carisma en su “dimensión apostólica” Evangelizar y acoger desde la misericordia a los pobres... (const. 2; dir 2; puntos carismáticos asociados/as 14) Y se concretiza en el punto 93 de nuestras Constituciones y en el punto carismático 15 de asociados/as, al señalar nuestro apostolado, hay una referencia constante al evangelio: Mc, 16,15; Mt 25,40; Jn 13,35. Signo La espiritualidad es el fruto del arbol. Cada árbol, en su conjunto, da un fruto específico, del mismo modo cada familia consagrada está llamada a una determinada misión, explicitada en sus diversas obras apostólicas. No obstante no se cosechan higos de un almendro ni limones de una higuera. Por los frutos seremos conocidas/os (Mt 7,16). Iluminación de la Palabra · Jn 15, 8. 16-17 · Lc 13, 6-9 · Mt 10,7 Profundización del tema 1. ¿Qué es la Misión? La actuación que brota del carisma es la misión. El significado de misión” es “enviar” o “ser enviada/o”. Ser enviada/o responde a una encomienda, a una tarea que a una persona se le asigna para que la realice cuando recibe un determinado carisma. (cfr. EE 23). Sólo lo que se deriva del carisma es misión. Si el carisma es configurarse con Cristo en una dimensión de su misterio, la misión es hacerle presente en esa determinada dimensión. Se trata de actualizar y dar continuidad a la misión de Jesús, misión de la Iglesia, a través de nosotros/as de forma sacramental, visibilizándole por obra del Espíritu. La misión es categoría central: Jesús enviado por el Padre vive para la misión, el seguidor/a de Jesús, también vive para la misión. Sin la misión, como punto básico y principio arquitectónico, todo puede derruirse y caerse. Cuando la misión no ejerce una función central y clave, aparecen otras realidades que intentan suplantarla, ocupar su puesto como: la espiritualidad mal entendida, la comunidad mal entendida, o las actividades personales entendidas como “trabajo”. Cuando no se abordan las cuestiones seriamente en clave de misión, sino más bien como curiosidad intelectual, y se ven los problemas de la sociedad desde afuera, no desde dentro, sin interpelar nuestra vida a un mayor compromiso evangélico (EN, 14). La misión es la clave para entender la vida consagrada, y el propio instituto, forma parte de su identidad. Cuando se habla de identidad de un instituto se pone el acento en lo ontológico en el ser (carisma) y cuando se dice misión se destaca lo dinámico, lo operativo, es decir, el actuar, pero son las dos caras de una misma realidad. La misión es la identidad en ejercicio, sin identidad no hay misión, y sin misión la identidad se desvanece. Sólo recuperando e intensificando la propia identidad se logra cumplir la auténtica misión a que somos llamadas/os La misión que Dios nos confía es don para la Iglesia, no para el Instituto. La misión conecta el anuncio evangélico con el pueblo, nos coloca en una permanente extroversión hacia el mundo, hacia los hombres, mujeres y pueblos donde todavía no se han establecido los valores del Reino. No se puede confundir la misión con las actividades que se llevan a cabo. La misión se lleva a cabo en el hacer presente a Cristo en el mundo mediante el testimonio personal, y cuanto más se deja uno conformar con Cristo, tanto más presente y operante se hace esta realidad (VC 72). Del mismo modo que no se debe confundir apostolado con todas las obras que se realizan. Cuando hablamos de apostolado, no se trata de cualquier quehacer, sino que tendremos que hacer referencia al “estilo de los apóstoles”, y esto implica tres características: • Configurarse con Jesús • Vivir como los apóstoles • Anunciar explícitamente el Reino. Este apostolado debe proyectar la misión propia del instituto y se concretizará en unas determinadas obras apostólicas, que tendrán que conectar con el carisma, para que sea realización de la misión a la que hemos sido llamados/as. La misión debe realizarse siempre desde la experiencia carismática del Espíritu Santo; sin esta experiencia unas determinadas obras por muy bien que se hagan y muy buenas que sean, dejan de ser propias del Instituto y podrían ser realizadas por cualquiera (RC2) de ahí la importancia de saber discernir si todo el quehacer que se realiza a través de los diferentes miembros de un instituto, puede llamarse verdaderamente apostolado propio, esto es que conecta al pueblo con el anuncio evangélico que ese instituto está llamado a dar el función de su carisma. Conclusión: La identidad se constituye y se define por la especial configuración con Cristo en una dimensión esencial de su misterio, por obra del espíritu Santo, y la misión es justamente esa misma identidad cristológica en cuanto vivida intensamente y reflejada en todo el modo de “existir” y de “actuar”, proyectada dinámicamente en un apostolado específico al servicio de los demás. 2. La Misión MJMJ Nuestra misión está definida en Constituciones y directorio cuando se habla de “dimensión apostólica” Evangelizar y acoger desde la misericordia a los pobres... (const. 2, dir. 2 puntos carismáticos de asociados/as 14) Nuestro apostolado está definido en Const 93 y puntos carismáticos asociados/as 15 Evangelizar desde la Misericordia… – Con el anuncio explícito de la Palabra: “Id al mundo entero y proclamad el evangelio” (Mc,16,15) – Practicando la hospitalidad “Acoger desde la misericordia en esto conocerán que sois mis discípulos si os tenéis amor unos a otros (Jn,13,35) – Con el ejercicio de la compasión “Cuanto hicisteis a uno de estos más pequeños” (Mt 25,40) Estas acciones, realizadas a través de las diversas obras apostólicas concretas, y aún más a través de todo nuestro existir y actuar, deberán hacer presente a Cristo entre los pobres y más necesitados; de forma implícita con nuestro testimonio personal y de forma explícita anunciando el misterio de Cristo que estamos llamadas/os a manifestar según nuestro carisma. Además deberán ser realizadas según nuestro estilo propio, según nuestra propia espiritualidad, incluso apareciendo en nuestro obrar como maestras/os de espíritu y escuelas de verdadera espiritualidad evangélica (VC 93) en virtud de nuestro carisma. Se trata pues de mística y profecía. En nuestra familia MJMJ hemos tenido la tentación de creer que “todo nuestro ser y quehacer era misión”. Hoy comprendemos que sólo lo que se deriva del carisma es misión y nuestro ser y quehacer es misión tanto en cuanto refleje a Cristo. Se trata por tanto de encarnar en la vida, a través de nuestras obras apostólicas, el rostro que contemplamos de Dios Somos misioneras/os hemos nacido para la misión, y nuestras vida serán misión operante en la medida que estemos identificadas/os con aquellos rasgos de Cristo que estamos llamadas a proyectar según nuestro carisma MJMJ, haciendo revivir las mismas actitudes de Cristo, a través de nuestras actitudes, haciendo experimentar y asimilar sus mismos valores, a través de los valores que nuestra vida presenta. Conclusión: Sólo recuperando e intensificando la propia identidad carismática lograremos cumplir la auténtica misión que nos corresponde como familia MJMJ El Espíritu de Dios Abbá ha puesto en nosotras un germen de vida especial, nuestro carisma Es una comprensión específica y profunda de un aspecto de su vida trinitaria que nos mueve por dentro y nos vincula con él de una manera determinada. Este don gratuito quiere ser comunicado a muchos a través de nuestra misión. Textos empleados: · Renovationis Causam 2 · Elementos Esenciales 23 · Vita Consecrata 22, 72, 93 · Evangeli Nunicandi 14 · “Una Pasión de amor” Severino Mª Alonso, Madrid 2006 pp 170.172.