La Catequesis: una tarea eclesial.

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«La Catequesis: una tarea eclesial»
Autora: Encarnación Pérez Landaburu.
La Catequesis: una tarea eclesial.
(Estas hojas son un resumen del libro)
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II. La Catequesis al servicio de la Palabra.
Introducción.
El descubrimiento de la Misión de la Iglesia permitió encontrar su razón de ser en el mundo: ella vive para
anunciar a los hombres la Buena Noticia del Reino de Dios. Fue la Palabra quien dio el origen, la mantiene viva y
la orienta hacia la meta final. Podríamos decir que la Iglesia existe por la Palabra, nació de su escucha y existe
para poder proclamarla. Todo el quehacer de la Iglesia se orienta en comprender el verdadero significado de
esta Palabra que da la vida. De ahí surge la necesidad de una mediación eclesial que la proclama con autoridad.
En otras palabras, la Iglesia necesita para cumplir su vocación, del ministerio de la Palabra.
Todas las actividades pastorales orientadas a educar la fe de los creyentes, se insertan en este misterio.
Concretamente la Catequesis no tiene otra función, sino la de capacitar a los cristianos para que entiendan, vivan
y celebren esta Palabra. La Catequesis, como acción evangelizadora de la Iglesia, encuentra su plena identidad,
cuando se pone totalmente al servicio de la Palabra de Dios. Dada la importancia que tiene en la Iglesia y en la
Catequesis la Palabra de Dios, es necesario plantarse qué es y en qué consiste en realidad.
1.
La Palabra de Dios como Revelación.
a.
Acentuaciones previas
Más que aclarar, oscurecerá nuestro esfuerzo si partiésemos del vocablo revelar para descubrir el
significado de la Palabra de Dios. Haremos un camino inverso, diremos primeramente lo que no es, para ir
descubriendo los diferentes esfuerzos de comprensión que se fueron realizando a lo largo de la historia, hasta el
Vaticano II.
La Palabra revelada:
No es un saber reservado a unos cuantos iniciados.
No es una experiencia aislada de Dios.
No es puramente antropología (sentido que el hombre se da a sí mismo, como respuesta
a sus necesidades.
Toda la Tradición de la Iglesia ha ido recogiendo formas muy plurales y diversas de entender la
Revelación:
Revelación entendida como doctrina “verba”; ignorando su aspecto histórico (gesta). Llegando
incluso a confundir la Palabra, con palabras.
Revelación entendida en un proceso puramente vertical: Dios revela al hombre por pura
iniciativa.
La Revelación como promesa. Se centra la Revelación en los aspectos más antropológicos,
uniéndolos a los acontecimientos históricos. Toda la Revelación es una promesa, un suceso de
futuro que ha de acontecer y que no debe entenderse simplemente como algo ya sucedido.
b.
La Revelación como acontecimiento histórico.
1º. El estudio de la Revelación llevado a cabo por D.V. permite entenderla desde su carácter de
historicidad. La Revelación no se da únicamente en la historia, no solamente tiene una historia, la
Revelación acontece, se desarrolla, es Historia.
2º. En término de la Revelación culminará con el acontecimiento histórico de Reino. Jesús Señor de la
Historia, entregará al Padre el Reino plenificado.
3º. La fe cristiana se desarrolla desde los acontecimientos históricos, a través de los cuales la
comunidad creyente va captando la propuesta de Dios y la respuesta que cada cristiano deberá dar.
La Sagrada Escritura no hará otra cosa que presentar unos hechos históricos, unas promesas, unos
acontecimientos, e interpretarlos teológicamente. La historia aparece como el gran signo evocador
de Dios que necesita ser captado, descodificado y teológicamente interpretado.
El Vaticano II desde D.V. subrayará este carácter histórico de la Revelación por encima de cualquier otro
aspecto. Para el Concilio la Revelación es fundamentalmente:
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«La Catequesis: una tarea eclesial»
Autora: Encarnación Pérez Landaburu.
Gesto y Palabra.
Hechos históricos y lenguaje.
Sucesos y comentarios.
Hablar de Revelación es hablar de una historia y de su interpretación. Incluye horizontalidad del
acontecimiento y verticalidad del sentido salvador que Dios quiere darle. Decir: “Dios se revela” indica que Dios
actúa en la historia a través de mediaciones, es decir a través de acontecimientos históricos, de testigos que
interpretan estos acontecimientos y los van expresando con la vida y la palabra. Dios habla, se revela, entra en
comunicación con los hombres, a través de la historia, desde la carne, utilizando aquellos lenguajes que el
hombre puede comprender.
La Revelación es la automanifetación de Dios que comunica a los hombres su proyecto salvador en el
ámbito de la historia. Una historia que se va haciendo significativa a medida que el hombre la interpreta. La
descodifica y reconoce en ella la huella de Dios. A pesar de su ambigüedad, los acontecimientos históricos, las
situaciones del hombre experimentan, el mundo y la vida, están cargados de sentido revelador.
En cada circunstancia de la historia, en cada situación humana, la Revelación necesitará del profeta para
poder a interpretar los signos, y reconocer en ellos el plan salvífico de Dios. Esto es lo que fue haciendo el pueblo
de Israel a lo largo de su historia, tal como lo describe la Sagrada Escritura.
Resumiendo la visión que nos ofrece la D.V. respecto a la Revelación, podríamos decir que ella se
caracteriza por sus aspectos históricos – sacramentales. Históricos, porque el hombre sólo puede descubrir a
Dios y su propuesta salvadora, desde la historia en la que vive inmerso. Sacramentales, porque los
acontecimientos históricos son portadores de un sentido que, a veces, supera y trasciende la propia existencia
humana. Toda la historia necesita ser discernida por la comunidad creyente, para ellos será necesario algunos
indicadores que vayan apuntando hacia el contenido simbólico, presente y escondido a la vez, que aparece en
los signos históricos.
c.
El principio de encarnación en el Nuevo Testamento.
La Revelación tal como se entiende y expresa en el Antiguo Testamento, se complementará ahora con
una especialísima aportación: la Encarnación del Hijo de Dios, hombre entre los hombres. Ha llegado la plenitud
del tiempo, «en múltiples ocasiones y de muchas maneras había hablado Dios… en esta etapa final, n os ha hablado
por el Hijo» (Heb. 1, 1-2). Toda la historia, todo lo mejor de ella, se concentra en este ejemplar humano que se
llama Jesús.
Los hombres del Nuevo Testamento han captado este extraño e incomprensible deseo de Dios: hacer
que su Hijo no sólo entre en la historia, sino que asuma toda la realidad y condición humana y desde ella revelar a
los hombres el Misterio de Dios. En Jesús de Nazaret la Revelación de Dios se encarna, se hace evangelio, es
decir: “Buenas Noticias”. La comunidad de Marcos, pone esta confesión de fe en la boca de un centurión
romano: “Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios” (15, 39). Jesús es plena y absolutamente la gran
teofanía de Dios en la historia.
Para Pablo, este Jesús «a pesar de su condición divina, no se aferró a su categoría de Dios, al
contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, haciéndose uno de tantos» (Filip.
2, 6-7).
Para Juan «lo que existía desde el principio… lo ha oído, visto con sus propios ojos, contemplado y
palpado con sus manos» (1ª Jn. 1,1).
El Dios del Nuevo Testamento es reconocido en el signo frágil de un bebe: «Esto les servirá de señal:
encontraran un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc. 2,12). Es un signo en la carne y en el
lenguaje de un hombre, su humanidad será la visibilidad del Dios invisible, Dios se manifiesta en él; la plenitud
total de Dios quiso habitar en él. Para la comunidad nueva que surge de la experiencia del Resucitado, Jesús de
Nazaret es realmente el sacramento de Dios.
Algunas consecuencias para tener en cuenta:
El Hijo al encarnarse asume la capacidad reveladora de Dios: espiritual y corporal. La encarnación
es pues la auto manifestación y auto donación de Dios. Asimismo a la expropiación de Dios que,
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no haciendo alarde de su condición, asume toda la realidad humana, se hace
uno de tantos, y de esta manera, desde abajo, revela a los hombres el auténtico
rostro de Dios.
Por la encarnación todos los hombres son ya expresión, signo y sacramento del
Dios revelado por Jesús.
La fe cristiana acepta una Revelación histórica encarnada de forma total, en la experiencia
humana de Jesús de Nazaret. Los cristianos confiesan encontrar en el rostro de este hombre, el
propio rostro de Dios.
Jesús por su humildad, es la más transparente manifestación de Dios: sus gestos, actitudes,
valores, palabras, etc., permite a los hombres reconocer al Dios con nosotros. Es el sino por
excelencia que introduce al hombre en el propio misterio de Dios, al mismo tiempo que lo hace
descubrir sus imprevisibles e insospechadas posibilidades. «…En realidad, el misterio del hombre
sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado…» (G.S: 22).
Este principio de encarnación es uno de los distintivos más escandaloso y sorprendente de toda
la Revelación cristiana.
La Revelación como proyecto de Salvación.
Cuando Dios decide revelarse, siempre lo hace para comunicar a los hombres un plan de liberación y
salvación. Por eso mismo se anuncia, se promete y se realiza por el mismo Dios. La Revelación es el gran deseo
de Dios a favor de los hombres, Él mismo lo irá realizando por caminos insospechados e inauditos. La humanidad
irá captando esta propuesta de Dios desde su propia existencia, desde su historia y podrá en libertad, responder
existencial y colectivamente.
a. Los caminos de la Revelación.
Son muchos los caminos, las formas y los signos reveladores del Proyecto de Dios a favor de la
humanidad. Nosotros nos ceñiremos apenas a los caminos de la Revelación cristiana, es decir, a la interpretación
teológica que de la historia hicieron los hombres del Antiguo y Nuevo Testamento, así como las comunidades
cristianas.
En el Antiguo Testamento los caminos son fundamentalmente de preparación, de espera vigilante, las
promesas esperadas se van realizando, pero aún quedan muchas expectativas incumplidas.
En el Nuevo Testamento aparece el tiempo de la plenitud, el deseo de Dios finalmente se ha cumplido
en Jesús de Nazaret.
En el Tiempo del Espíritu, los caminos serán de recrear la plenitud traída por Jesús.
b. Las fuentes de la Revelación.
Este complejo y amplio proyecto de Dios se va articulando progresivamente, en acciones que se
interrelacionan entre sí. La Sagrada Escritura y la Tradición son las mediaciones principales que recogen la
Revelación del Proyecto de Dios. La Iglesia será el espacio privilegiado donde la Palabra revelada deberá
aparecer con transparencia y nitidez, por eso la comunidad creyente se pone al servicio de la Sagrada Escritura y
de la Tradición.
En este contexto se sitúa el Magisterio, como un servicio a la Palabra, no como una nueva fuente
inspiradora… La tarea del Magisterio sólo puede entenderse como otro servicio eclesial, diferente pero no
superior a los demás… Su función es coordinar y guiar, sin dar la impresión que se tiene el monopolio de las
distintas tareas eclesiales referentes a la Palabra… …Hechas estas consideraciones podemos decir que:
Escritura, Tradición y Magisterio son realidades eclesiales íntimamente relacionadas y unidas a dos núcleos
teológicos fundamentales:
1. CRISTO plenitud de la Revelación, la Palabra y el vértice que concentra y visualiza la salvación de
Dios: Él es el Logos, la Palabra de Dios (Jn. 1,1); Él es la Sabiduría de Dios (1ª Cor. 1,24); Él es la
Imagen del Dios invisible (Col. 1,15); Él es el Esplendor de la gloria y la Imagen de su substancia
(Heb. 1,3).
2. El ESPÍRITU DE JESÚS, fuerza que invade a la Iglesia y hace posible la transmisión del proyecto
salvador de Dios. No es una nueva Revelación, Él la empuja, la hace avanzar en hondura y
profundidad.
c. La iniciativa de la Revelación.
Las fuentes de la Revelación analiza, coinciden en afirmar la acción absolutamente libre y dinámica de
Dios: gratuitamente se acerca al hombre y le revela su proyecto salvador. Esta acción libre y gratuita irrumpe con
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fuerza a lo largo de toda la historia: Dios habla, propone, invita, pide escucha, acogida,
respuesta… La Revelación como iniciativa de Dios, es siempre posibilidad de encuentro entre
Dios y el hombre, con el objeto de revelarse y darse a conocer.
Entenderlo de otra manera sería manipular un Misterio que siempre supera y trasciende al hombre,
porque ante la iniciativa de Dios, sólo cabe sobrecogerse, admirar, contemplar y dejarse invadir por el propio
misterio: un Dios que sale al encuentro del hombre, para invitarle a un proyecto de Felicidad. Él único objetivo de
la Revelación divina es precisamente, darse a conocer, revelar su voluntad, comunicar sus secretos y, al hacerlo,
recrear al hombre por dentro, para que éste a su vez acoja al Dios que se comunica y se deje transformar por
Él…
La Revelación del Dios cristiano no es pura antropología, pero su destino sí es la antropología: «Jesús en
la misma Revelación del Misterio de Dios, manifiesta plenamente el misterio del hombre» (G.S. 22). Es decir, la
hondura del misterio humano, se enlaza y se prolonga en el propio misterio de Dios que rodea al hombre y le
invita a una relación de comunión.
3.
Algunas dificultades en torno a la Revelación.
a.
La tensión entre: pasado y presente.
El plan salvador de Dios fue revelado definitivamente en Jesús de Nazaret… Inevitablemente aparecerá
la tensión entre el pasado y el presente, entre lo que ya ha sido revelado de forma definitiva, y la palabra de
siempre nueva y actual que deberá llegar al corazón del hombre, como sentido para su existencia.
El servidor de la Palabra debe reconocer esta tensión, asumir el pasado sin miedo al presente: «…La
evangelización pierde mucho de su fuerza y de su eficacia, si no toma en consideración al pueblo concreto al que
se dirige, si no utiliza su lengua, sus signos y símbolos, si no responde a las cuestiones que plantea, si no llega a
su vida concreta. Pero, por otra parte, la evangelización corre el riesgo de perder su alma y desvanecerse, si se
vacía o desvirtúa su contenido…» (E.N. 63).
b.
La tensión entre el presente histórico y futuro escatológico.
…La Revelación es pues definitiva y absoluta; sin embargo, ella tiene que ser al mismo tiempo, horizonte
de nuestra esperanza. Se caracteriza por el sí, pero también por el todavía no. De ahí su carácter de espera
vigilante hasta que Cristo venga. Es verdad que todas las promesas se hicieron realidad y llegaron a su
cumplimiento en Jesús, el Proyecto de Salvación fue plenamente realizado por él, ahora este Proyecto está en
marcha, dinamizando por la fuerza del Espíritu, pero todavía se espera el cumplimiento definitivo.
Jesús es la garantía de que el Proyecto del Reino es una realidad presente y futura a la vez.
c.
Bajo el signo de la fragilidad.
Es una Revelación expuesta a las fluctuaciones de la historia, se materializa en la carne frágil de un
hombre y de un hombre perdido entre la multitud, que se hace uno de tantos, como la inmensa mayoría. La
kenosis de Dios ya había empezado en Israel, se plenificó en Jesús y será continuada por una comunidad de
hombres pecadores. La autosuficiencia humana sufre aquí un profundo revés, una profunda conmoción. La
Revelación cristiana manifiesta a un Dios escondido e invisible, pero cercano y palpable en los acontecimientos
históricos, en el rostro humano de un tal Jesús de Nazaret.
4.
La Revelación en la Catequesis.
El cometido de la Catequesis consiste en comunicar a los hombres la Revelación de Dios, conocer y
reconocer al Dios de Jesús, que se manifiesta como invitación, propuesta y posibilidad para el encuentro. El ser y
el quehacer de la Catequesis dependerá de la conciencia que los educadores tengan, respecto a la Revelación.
Revelación y fe.
La Revelación es el acto a través del cual Dios mismo se revela al hombre. Es una acción gratuita,
en la cual Dios mismo se dona personalmente a través de: actos, signos, acontecimientos,
palabras, etc. Esta acción reveladora de Dios quiere llegar al interior del corazón humano y
revelarse allí como promesa, presencia, sentido. Esta Revelación se caracteriza por sus aspectos
dialogantes entre Dios y su criatura; es llamada, invitación, propuesta de la parte de Dios. Por
iniciativa personal Dios se va desvelando en la historia y ésta se va haciendo historia de salvación
para el hombre. En Jesús encontró la Revelación su punto culminante al hacerse carne, imagen y
figura humana.
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La fe es la acogida del hombre a la Revelación. Si el hombre no consigue acoger,
interiorizar, aceptar y expresar esta Revelación de Dios, ella no existiría como
tal. De esta manera, la fe es correlativa a la Revelación en cuanto que el no
creyente permanece “bajo el velo”, puede conocer la Escritura, pero sin
embargo, Dios no se le ha revelado (2ª Cor. 3.)… Surge la Revelación allí donde, además de
proclamarse una Palabra razonable de Dios, hay también acogida humana en forma de fe…
La relación que existe entre Revelación y fe es íntima y complementaria a la vez:
La Revelación es acción de Dios proyectada sobre el interior del hombre.
La objetividad y la subjetividad son inseparables: acción de Dios, reacción del hombre.
La Catequesis recrea la Revelación.
La Catequesis es ministerio de la Palabra, actualización de esta Revelación, es decir, cauce a través del
cual Dios mismo actúa en el corazón del catecúmeno como llamada, promesa, perdón, corrección, sentido de la
existencia, apoyo, presencia, justificación, donación. La Catequesis es una mediación eclesial, un testimonio
actualizado, una memoria viva de la Palabra transmitida por los Apóstoles y recogida en la Sagrada Escritura y en
la Tradición viva de la Iglesia.
Actualizar la Revelación exige a la Catequesis desarrollar estos aspectos:
La memoria:
La Catequesis ayudará a recordar, a conmemorar, enseñará en qué consiste celebrar la “memoria del
Señor”, realizar la auténtica anámnesis… La memoria es re – vivir el misterio que se esconde en lo revelado… Es
acto de Dios y acto de la comunidad creyente: la memoria sólo puede percibirse en la fe, como actualización de
la acción salvadora de Dios; y es acto de la comunidad que celebra con fe esta intervención actualizada de Dios
en la historia concreta, aquí y ahora… La memoria es la que permite traer el pasado al presente, la que impulsa a
hacer algo en el aquí y ahora, por eso también ella es creadora de futuro…
La Palabra:
La Catequesis se hace anuncio, comunicación actualizada, interpretación de la propia Palabra de Dios.
Esta reflexión desemboca inevitablemente en una tensión dialéctica:
El catequista se ve en la necesidad de transmitir lo absoluto y definitivo de Dios.
Pero en un lenguaje comprensible y creíble para el hombre que lo escucha.
La Catequesis comunica y actualiza la Palabra de Dios de tal manera, que permite integrar la fe en le
universo humano de problemas, deseos, esperanzas, aspiraciones, etc. en los cuales se mueve el hombre en
proceso catequético. De esta perspectiva la Catequesis es una auténtica mediación eclesial, porque permite el
encuentro de la Palabra revelada y el hombre dispuesto a acogerla. Toda acción educativa, no se hará al margen
del Espíritu, ni de la fe de la Iglesia. …Por eso el ministerio catequético no deja de revestirse de una cierta
dialéctica entre evangelio y cultura.
Entendemos por inculturar la fe, la acción a través de la cual el evangelio va brotando como algo natural
en nuestros ambientes, sin necesidad de hacer invernaderos especiales para que pueda sobrevivir.
Precisamente, éste es uno de los cometidos que la acción catequética deberá llevar a cabo. La Catequesis recibe
de la Iglesia la misión de hacer cristianos capaces de:
Confesar la fe en Jesús.
En sintonía con la comunidad eclesial.
Expresándola en el lenguaje de nuestra cultura.
A la Catequesis no se le pide hacer cristianos, meros repetidores de determinadas prácticas religiosas, la
mayoría de las veces culturalmente obsoletas. A la Catequesis se la pide renovar el lenguaje de la fe, pro eso, su
tarea se sitúa desde la hermenéutica, porque trabaja una Palabra definitiva, pero se dirige a hombres – en –
situación que deberán entenderla significativamente.
El testimonio:
La Catequesis transmite el contenido de la fe de manera testimonial… Por eso, la Palabra transmitida en
la Catequesis tiene que ser verificada en una praxis comunitaria que vaya mostrando lo original de vivir la fe
cristiana en el mundo.
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5.
Las mediaciones catequéticas de la Palabra revelada.
a.
Mediación para el encuentro con Dios
La Catequesis no da la fe, la prepara, la inicia, dispone al hombre para que pueda
acogerla. Sólo el Espíritu la suscita y la hace posible a través de un encuentro revelador. El
catequista trabaja sobre lo “humanamente” educable de la fe, es decir, prepara para la fe y para el encuentro…
El catequista no es una persona que explica una doctrina, o enseña unas normas éticas o morales, es un testigo
que habla de su propia experiencia de fe; es un mediador que posibilita a otros su propia experiencia de
encuentro.
b.
Mediación a través de la narración de acontecimientos salvadores.
La Catequesis quiere capacitar para la lectura de la realidad. De esta lectura se entenderá como historia
de la salvación. Esto exigirá la actitud de poder reconocer en la vida, la invitación de Dios que llama a descubrir,
reconocer y secundar un Proyecto de salvación. Este objetivo hace que la Catequesis sea un anuncio
interpretativo de la acción salvadora de Dios descubierta en la historia:
Anuncia la acción de Dios, en el lenguaje de los hombres.
Al hacerlo interpreta la historia a la luz de la Palabra liberadora de Dios.
Para realizar este objetivo, la Catequesis se hace acompañar de signos… El empeño catequético es
introducir en la totalidad de los signos, hacer del catecúmeno un buscador de Dios, para que un día llegue a
descubrir las huellas de Dios en la historia y le reconozca como gracia y salvación.
c.
Mediación que presenta a Jesús, el Cristo, como signo de Dios.
Todas las fuentes de la Catequesis se sintetizan en el núcleo fundamental de nuestra fe: el misterio de
Cristo.
Se trata de descubrir la persona y actuación de Jesús de Nazaret…
Algunas implicaciones para la Catequesis:
Conocer la persona y la profundidad del Mensaje de Jesús.
Adherirse a su proyecto de vida.
Celebrar su memoria como presencia y cercanía.
Reunirse comunitariamente en su nombre.
Participar en su obra, asumiendo la llamada, el envío y la misión que propone.
Cultivar la esperanza a través de un compromiso de transformación para que este mundo viejo
pueda ser recreado según el proyecto del reino de Dios.
Seguir, supone poder materializar el fruto del encuentro y de la comunión entre el Dios de Jesús y el
hombre en cuestión, es decir, el fruto del encuentro debe ser:
Continuar la obra ya iniciada por Jesús de Nazaret.
Traducirla en actitudes valores, mentalidad, gestos significativos.
Iniciar un camino que permita decir: “Ya no vivo yo…” (Gál. 2,30.).
Entonces podremos hablar de una Catequesis integral, que inicia y desemboca en la adquisición de la
identidad cristiana.
Identidad cristiana es precisamente lo original del cristianismo… tener como criterio último para vivir, el
estilo de la existencia humana vivida y experimentada por Jesús, el señor.… Esta referencia se vive como
“encuentro – conversión”. Para cultivar esta identidad cristiana, la Catequesis no puede por menos que centrar
toda su palabra en el Acontecimiento Jesús, con una totalidad no sólo extensiva, sino más bien, intensiva.
6.
La Catequesis como acto de la Tradición.
La Tradición eclesial es la transmisión de algo definitivo, pero nunca totalmente descubierto… La
relación entre Tradición y Catequesis tiene aquí su auténtico significado:
No existe Revelación si el hombre no la acoge significativamente.
No podrá acogerla si no se transmite de forma comprensible.
En cada momento de la historia, en cada situación existencial, la comunidad cristiana fue dando su
respuesta histórica de fe…
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a.
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Necesidad de la Tradición.
La Tradición permite a la Iglesia ponerse en contacto con el Acontecimiento
Fundacional, nunca del todo comprendido y mucho menos vivido… La importancia de la
Tradición es para la Catequesis un reto que la obliga a platearse su significado, desde la propia
antropología histórica.
El hombre como ser histórico, se realiza como proyecto – en – el tiempo.
Nunca parte de cero, nace y crece con otros y toda su existencia se siente afectada por los grupos
humanos que le rodean.
b.
La dinámica de la tradición.
La Tradición de la Iglesia se entiende desde la Revelación… Cuando la Iglesia entiende la Revelación
como algo dinámico, la Tradición encuentra su verdadera función: acoge y dice; recibe y transmite la Palabra…
Este texto conciliar (D.V. 8), nos ofrece los Elementos fundamentales de la Tradición:
Dios sigue hablando en la Iglesia y en la Historia.
El Espíritu actualiza esta Palabra.
La Palabra que el Espíritu hace resonar en la Iglesia, se proclama a los hombres…
Este dinamismo de la Tradición, en un esfuerzo de superación para no repetir mecánicamente la Palabra,
sino intentar subrayar la acción reveladora de Dios hoy, igual que ayer, pero que llevada por el Espíritu siempre
se hace nueva.
c.
La función de la tradición.
La Catequesis entiende que Dios se revela al hombre para invitarle a participar en el proyecto salvador
que Él mismo ofrece… El creyente no la recibe única y directamente de la Sagrada Escritura, sino
fundamentalmente de la Tradición… La Tradición, no añade nada nuevo a lo ya revelado, lo que ella hará es
transmitir el sentido del Mensaje Revelado… La Tradición tiene pues la función especifica de mantener viva la
memoria de Jesús, dando sentido a sus gestos salvadores…
La Catequesis es acto de la Tradición cuando:
Recrea la experiencia humana en la persona y en el grupo.
Presenta la experiencia de un pueblo que encontró a Dios en su historia y provoca nuevas
experiencias de salvación.
Transforma la mente y el corazón y permite acercarse al misterio.
Arroja luz de sentido y de juicio sobre la realidad vivida por el hombre – en – situación.
d.
La Tradición en las distintas culturas.
Dios al comunicarse nunca anula la historia, ni las culturas, al contrario, las asume como la única forma
que tiene de darse a conocer. La Palabra revelada siempre se reviste de este carácter personal, se comunica a
cada persona, a cada pueblo, siempre de forma irrepetible y original. No existiría fidelidad por parte de la Iglesia,
si se contenta en repetir uniformemente la Palabra de Dios. Su fidelidad exige una transmisión de la Palabra,
teniendo en cuenta la diversidad de cada cultura.
Expresar la fe en cada cultura, plantea a la Catequesis buscar las orientaciones válidas que la permitan
ejercer su tarea de ser en la Iglesia un acto de Tradición.
Ser fiel a la Tradición no es repetir de forma atrayente unos hechos acontecidos en el pasado.
La Catequesis exige apertura incondicional al Espíritu, porque es Él el que hace resonar la
Palabra en forma diferenciadas en los hombres históricamente situados.
Los catequistas son testigos de la Tradición y no meros repetidores del pasado. Son mediación
motivante para que los catecúmenos perciban el acontecimiento salvador de Dios de forma
actualizada.
El catequista no puede limitarse a transmitir la fe, sino que debe esforzarse en buscar el
sentido que la Revelación tiene para los hombres a los que se dirige, tal como aparece en el
testimonio de la Escritura y de la Tradición viva de la Iglesia en el decorrer de lo siglos.
e.
La tensión escatológica de la Tradición.
La Catequesis como acto de la Tradición asume la tensión que ofrece la propia dinámica de la
Revelación… En un movimiento constante de nuestro futuro, la Iglesia se vuelve hacia el pasado y hacia el
futuro…
f.
Las mediaciones de la Tradición.
Nunca la comunidad inventa su tradición, la recibe como don, a través de mediaciones:
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A través del testimonio apostólico…
Contenidos y lenguajes propios de la cultura.
La liturgia.
Todas las mediaciones de la Tradición buscan hacer visible, palpable y comprensible la manifestación de
Dios… En consecuencia la Catequesis deberá:
Tomar en serio la memoria de la Iglesia…
Cultivar la creatividad en la búsqueda renovada de hacer comprensible, a través
de los distintos lenguajes culturales, la Tradición viva de la Iglesia.
g.
La Catequesis como acto de la Tradición.
La Catequesis decimos que es acto de la Tradición porque actualiza la Revelación de Dios en el lenguaje
que los hombres pueden entender… La Catequesis es un acto de memoria meditativa y creativa del pueblo
cristiano… Cuando a través de un esfuerzo de imaginación y creatividad permite el alumbramiento de nuevas
tradiciones que enriquecen y recrean la vieja y siempre nueva Tradición eclesial.
h.
Conclusiones.
Nadie en la Iglesia es dueño absoluto de la Palabra revelada.
La Tradición es obra del Espíritu Santo, quien la recibe lo hace desde la docilidad y la
creatividad.
El catequista recibe y transmite la Tradición con la objetividad del testigo, habla de
acontecimiento externos a él, pero experimentados en su vida.
Todos en la Iglesia son a la vez receptores y creadores de Tradición. La fidelidad no impide
creatividad, por eso todo creyente necesita cultivar la actitud de escucha y acogida al Espíritu
que habla desde la pluralidad de los distintos lenguajes.
En le Iglesia nadie puede hacer su tradición. La Tradición apostólica viene del Espíritu y no
puede existir sin oración, contemplación, silencio y apertura a Dios que se comunica. La
Tradición se recrea silenciando, pero al mismo tiempo, estando atentos a la vida, a la realidad, a
los signos reveladores de Dios.
Todos los llamados a ejercer el ministerio de la Catequesis, deben sentirse vocacionados a
hacer tradición en la Tradición.
La formación de catequistas deberá tener en cuenta estas afirmaciones. Deberá orientar la
formación hacia la adquisición de aquello valores que nos hacen testigos de lo que hemos
recibido… La Iglesia no necesita repetidores de doctrina, sino testigos de la acción salvadora
de Dios en sus vidas, auténticos transmisores de la vida y de la fe de la Iglesia.
La catequesis quiere comunicar la inteligencia y la sabiduría que permita la adhesión al Dios que se
manifiesta como sentido al hombre de todos los tiempos…
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