Cambio climático y ordenación territorial en México

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Las Leyes de Reforma: su actualidad
Ministro Sergio A. Valls Hernández
Cambio climático y ordenación territorial en México
Organización Editorial Mexicana
9 de diciembre de 2010
En estos días se discute en Cancún sobre compromisos a adquirir y líneas de acción a llevar a cabo en los próximos años desde el
sector público, social y privado, para detener el deterioro del medio ambiente, y acaso revertir este fenómeno en un segundo
momento, cuando la economía "verde" sea una realidad y no una promesa del desarrollo científico y tecnológico, que cubra todas las
áreas de la actividad humana y que sea además asequible a todos los países del planeta y no sólo a aquellos que tienen un alto
desarrollo científico y tecnológico.
En México como en todos los países del mundo, la población ha sido concientizada desde ámbitos académicos que ciertas desgracias
que sufren en sus pueblos y ciudades, como las inundaciones, o el desgajamiento de cerros que sepultan casas y vidas humanas, o
las sequías que asolan sus cultivos, están asociadas a la actividad del hombre; y que todos debemos llevar a cabo ciertas tareas en
nuestro espacio individual y familiar que contribuyan a frenar el cambio climático.
Pero ciertos efectos de dicho cambio no serán ya reversibles en el corto plazo, y sólo nos será posible tenerlos presentes para
prevenir nuevas desgracias en la vida y patrimonio de las personas, así como en la economía de regiones y microrregiones del país,
por las consecuencias de las sequías, inundaciones y desgajamiento de cerros. Entre otras cosas, para prevenir más desgracias se
requiere una planificación científica de los asentamientos humanos, amigable con el medio ambiente, que incluya el análisis del marco
jurídico que regula la ordenación del territorio en nuestro país en su segmento federal, estatal y municipal, ya que la ordenación del
territorio y la planeación urbana es una competencia concurrente en nuestro sistema federal de distribución de competencias.
México tiene un marco jurídico compuesto por una ley general que a su vez condiciona la ley estatal de ordenación territorial de cada
estado, la que a su vez es el fundamento de los planos urbanísticos de los municipios, que constituyen el marco sobre el cual se
habrán de autorizar o desautorizar las nuevas urbanizaciones o asentamientos humanos, e incluso el desalojo mediante la fuerza
pública de asentamientos humanos irregulares ya materialmente constituidos.
En mi opinión es en el último tramo donde podemos detectar la mayor insuficiencia de nuestra ordenación territorial, es decir, en la
gestión urbanística de los municipios y de los estados. En el ámbito municipal no todos los municipios suelen elaborar un plan
urbanístico sobre bases científicas -que puede correr a cargo de sus propias universidades públicas, pero a las cuales no se llama para
prestar este servicio público. Pero aún cuando dichos planes urbanísticos se llegan a realizar, no hay garantía de que éstos no sean
modificados cada tres años con la llegada de nuevos integrantes de los Ayuntamientos. Ello provoca que la Ley General no se cumpla,
pues los planes en lugar de ajustarse a criterios científicos toman el cauce de la ley de la oferta y la demanda de terrenos rurales que
se convierten en nuevas urbanizaciones. De parte de los estados, si bien con diferencias entre ellos, se puede observar que la fractura
de las normas urbanísticas estatales y municipales son consideradas faltas administrativas y no delitos.
El asunto tiene todavía más fondo, y se explica en parte como un efecto de la inercia centralista de la enseñanza del Derecho. De mi
experiencia como profesor de Derecho Administrativo y conferencista en diferentes puntos de la República, pude observar que en las
facultades de Derecho del país se enseña con libros editados por autores de la Ciudad de México, que por vivir en la capital de la
República suelen analizar los fenómenos jurídicos desde la lente de los Poderes federales. Y por ello quizá la materia "Derecho
Urbanístico" haya merecido relativamente poco interés académico, no sólo en autores de derecho administrativo, sino incluso en el
programa de estudio de las facultades de Derecho del país, pues esta materia no suele integrar la currícula obligatoria para los
estudiantes de Derecho del interior de la República. Esta inercia de nuestro centralismo político, jurídico y educativo, debe
modificarse, y una medida absolutamente necesaria es que las facultades de Derecho de los estados incluyan esta materia para
educar al futuro legislador en cuestiones urbanísticas, al juez local en materia contencioso administrativa, al administrador público
municipal, y a los ciudadanos que se ven afectados por un mal desarrollo de sus asentamientos urbanos. En tanto no abordemos este
problema de educación jurídica, el ordenamiento jurídico de la planeación urbanística de México seguirá siendo precario.
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