DE LOS DELITOS Y LAS PENAS Edmundo Rodríguez Achútegui. Magistrado. Miembro del Secretariado de Jueces para la Democracia Decía el Marqués de Beccaria, en su Tratado de los Delitos y las Penas, que toda pena que no se deriva de la absoluta necesidad es tiránica, y “que quando se probase ser la atrocidad de las penas, si no inmediatamente opuesta al bien público, y al fin mismo de impedir los delitos, á lo menos inútil; aun en este caso sería ella, no solo contraria á aquellas virtudes benéficas, que son efecto de una razón iluminada, y que prefiere mandar á hombres felices mas que á una tropa de esclavos, en la cual se haga una perpetua circulacion de temerosa crueldad, pero tambien á la justicia y á la naturaleza del mismo contrato social”. Parece una ironía que la cita la tome de las páginas 9 y 16 de una edición facsímil que el Ministerio de Justicia envió en el año 1.993 a mi despacho judicial. Porque todo el debate que el Ministerio de Justicia está propiciando, ampliación de imposibilidad por empeño la duración de obtener de del las Gobierno, penas progresiones y de sobre la la práctica grado o de conseguir el cumplimiento de parte de la pena impuesta en libertad condicional se caracteriza por la paupérrima exposición de motivos jurídicos reales que justifiquen tal medida, y la falta de argumentos técnicos y de política criminal que demuestren su necesidad. El primer error es pretender que la cuestión penológica es un debate que puede ventilarse sin reflexión, máxime cuando se pretende situar al Código Penal que trae la democracia, en esta materia, en posiciones más estrictas 1 que las que mantenía el Código de la dictadura franquista. Quizás esa precipitación sea fruto del difícil momento político que vive el Gobierno, necesitado como está de distraer la atención de la opinión pública en vez de plantear un debate serio y riguroso sobre la duración de las penas. De darse esa reflexión, estarían sobre la mesa los estudios de penalistas que demuestran que cuando un penado permanece más de veinte años en prisión se desocializa, es decir, pierde por completo la posibilidad de reintegrarse a la sociedad con normalidad. Desaparecen sus referencias y sólo sabe seguir viviendo en prisión, donde conoce y atiende sus especiales reglas y valores. Por lo tanto, la finalidad de resocialización que impone el art. 25.2 de la Constitución, sencillamente se hace imposible. RESOCIALIZACION: UNA FINALIDAD CONSTITUCIONAL La finalidad resocializadora de la pena es la única a que hace mención explícita nuestra Constitución, y eso no es por casualidad. Otras finalidades como las de prevención especial y general mencionadas por jurídicamente han también nuestro de son texto estar posibles, pero constitucional, guiadas siempre no son porque por esa finalidad, siendo implícitas las que no se mencionan. La prevención especial que comporta la pena pretende disuadir al delincuente de incurrir en nuevas infracciones; la general quiere ejemplificar a los demás ciudadanos para que no caigan en el mal en el que cayó el delincuente, avisándoles de las consecuencias que la infracción criminal comporta. Resulta innegable, por tanto, que la pena tiene naturaleza retributiva porque es castigo que genera la 2 privación de bienes constitucionales importantes para quien la padece. Ahora tal castigo debe ser proporcionado y ha de estar obligadamente orientado a la rehabilitación humana y social del delincuente. Y esa proporción parece que brilla por su ausencia cuando se le pide al delincuente terrorista que pague proporcionalmente más que a otro delincuente por haber matado a otra persona. Por mucho que se quieran atizar los sentimientos vindicativos de las víctimas de éste o cualquier otro delito, no hay cobijo constitucional posible al aumento indiscriminado e irracional de las penas por hechos delictivos idénticos, en función de quién sea el que los ejecute, porque el principio de igualdad que proclama el art. 14 acaba quebrando. No sólo es legítimo que un Gobierno intente acometer reformas legislativas que pretendan garantizar el bienestar de sus ciudadanos, sino que es obligación constitucional del mismo. Que esa empresa se acometa sin dato teleológico racional que la avale es simple ejercicio de irresponsabilidad institucional. SIN DATOS SOBRE REINCIDENCIA De la pretendida finalidad de prevención especial que pudiera encerrar la reforma, nada ha dicho el Gobierno. No se informa de qué sucede con los presos de ETA, cuántos han reincidido después de cumplir condena o de obtener la libertad condicional... Los ha dado, sin embargo, la Juez de Vigilancia Penitenciaria de Bizkaia, quien afirma -y yo no tengo datos de la Fiscalía, el Ministerio, Instituciones Penitenciarias o cualquier otro organismo público que la desmientan- que no conoce un solo caso de los 350 de penados etarras a los que se les haya concedido la libertad condicional en que éstos hayan vuelto a delinquir. Si tiene 3 razón, e insisto en que nadie la ha desmentido, ¿para qué sirve la reforma?. implacable ministros Curiosamente esta juez ha sufrido una persecución del por Interior y parte del Justicia Gobierno prácticamente -cuyos la han acusado de cómplice con el terrorismo-, e incluso por el propio Consejo General del Poder Judicial –órgano, no lo olvidemos, llamado constitucionalmente a velar por la independencia de los jueces cuando los mismos sufran el ataque de otros poderes del Estado-, cuyo presidente pretendió expedientarla sin justificación legal alguna y que ahora, cuando de nuevo se abre la polémica, guarda un clamoroso e inexplicable silencio, dejándola desamparada, cuando se ha limitado a dictar resoluciones judiciales que cumplen estrictamente con el ordenamiento jurídico vigente. En cuanto a la prevención general, quisiera que alguien me convenciera de que quien está decidido a cometer un acto terrorista le arredra saber que si es detenido estará privado de libertad 40 años en vez de 30. Datos criminológicos hay de sobra de otros países con penas mucho más graves –EEUU, por ejemplo, en muchos de cuyos Estados está vigente la pena de muerte- y que tienen un índice de delincuencia muy superior al nuestro. Y, además, la reforma se perfila sobre un escenario jurídico proporcionado en la materia, el Código Penal de 1995, que prevé el cumplimiento simultáneo de las penas correspondientes a varios delitos –art. 73-, que el cumplimiento máximo efectivo para delincuentes peligrosos sea de 30 años –arts. 76 y 78- y, también, que la edad máxima para permanecer en el establecimiento penitenciario sea de 70 años –art. 92-, de forma que sí no se cambia este límite, la modificación que se pretende –elevación del límite de 30 a 40 años- sólo será aplicable a delincuentes 4 de menos de 30 años, y si no se modifica, necesitaremos crear “asilos penitenciarios”. ¿Quiere esto la sociedad? ¿Queremos a ancianos en las prisiones?. COMPLICIDAD DE LA OPOSICION Lo que el Gobierno quiere, simplemente, es dar rienda suelta a los sentimientos de venganza que la sociedad transpira tras cualquier acto bárbaro de ETA, y ello con independencia de la eficacia más que discutible de la reforma. A ese movimiento político precipitado se suma el partido mayoritario sacrificar toda de una la oposición, tradición quien penitenciaria prefiere humanista forjada a lo largo de siglos antes que renunciar a un valor electoral que se pretende seguro, como es el de “cumplimiento íntegro de las penas para terroristas”. Esto se hace sin tratar de explicar a la sociedad, como compete a los responsables políticos, las verdaderas consecuencias de la reforma. En primer lugar, se reinstaura, de facto, una suerte de condena perpetua que obligará a mantener en la prisión durante toda su vida (al menos hasta los setenta años, sino se modifica el límite) a los penados. En segundo lugar no evitará que los presos de ETA que ya están en prisión sigan obteniendo la libertad condicional, porque esta reforma, que introduce disposiciones sancionadoras no favorables, no puede tener carácter retroactivo porque lo impide el art. 9.3 de la Constitución, de manera que será sólo aplicable a los terroristas que delincan a partir de la entrada en vigor de la reforma. Mientras tanto, seguiremos viendo cómo a demás se les conceden beneficios penitenciarios porque cometieron el delito antes de esta reforma. 5 En definitiva, nos encontramos ante modificaciones legislativas que no sólo pudieran hacer las delicias de nostálgicos de la legislación franquista más dura, lo cual ya es triste, sino que pueden conseguir hacer inefectiva la finalidad reeducadora y resocializadora que proclama la Constitución, al establecer un régimen de cumplimiento de penas intrínsecamente cruel y desesperanzador, al impedir cualquier atisbo de reincorporación del reo a la sociedad, y que para terminar, es absolutamente ineficaz, pues ni los futuros terroristas dejarán de actuar por este incremento, ni los que actualmente cumplen condena pueden verse afectados por esta nueva regulación legal. No sé si el Marqués de Beccaria, analizando esta situación, calificaría de atrocidad la pretensión del Gobierno, y de injusta y contraria al contrato social las penas que diseña. En mi opinión sí lo es. 6