Encuentro de dos mundos: Invasión extraterrestre en La destrucción

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Encuentro de dos mundos:
Invasión extraterrestre en La destrucción
de todas las cosas de Hugo Hiriart
Carmen Patricia Tovar
Oberlin College
H
ugo Hiriart (Ciudad de México, 1942) es dramaturgo, director, ensayista y catedrático en la Universidad Nacional Autónoma de México.
Hiriart es reconocido principalmente por sus obras dramáticas y puestas en
escena así como por sus breves e incisivos ensayos que tratan temas humanistas que van desde la filosofía hasta reflexiones sobre el diario vivir. No
obstante, su breve producción novelística, que sigue el tono caótico, irónico
y humorístico de su dramaturgia y su ensayística, ha pasado mayormente
desapercibida por la crítica. Con Galaor (1972), su primera novela, obtuvo
el premio nacional de literatura Xavier Villaurrutia. A ésta le siguen Cuadernos de Gofa, publicada en 1981, y La destrucción de todas las cosas,
publicada en 1992. Esta última se publica a quinientos años del arribo de
Colón a las Américas, por lo que la trama, sobre la invasión de México
por extraterrestres, constituye una alegoría sobre los efectos perennes de la
colonización en los humanos en el siglo XXI. La novela presenta una crítica
a la sociedad en general, gobierno y civiles, por el quebrantado estado de la
nación. Asimismo cuestiona la construcción de la historiografía nacional por
parte de la élite hegemónica y la pasividad memorística del resto. El presente
estudio examina la representación de la abnegada impotencia ciudadana de
la que derivan actitudes de apatía socio-política que, subsecuentemente,
posibilitan un largo historial de gobiernos autoritativos, ineptos y corruptos.
Es necesario entender tales conductas, aunadas con la inercia memorística,
como elementos indispensables en la perpetuación del patrón de poder/
opresión, producto residual del sistema colonial.
El texto se introduce como el diario de supervivencia que el narrador,
Esteban, escribe como un legado memorístico para su hijo recién nacido y
también para cualquier póstumo que quiera entender lo que los humanos
sufrieron con la conquista. “Me gustaría que alguien, dentro de muchos años,
nos pueda entender, quiero decir, pueda entender nuestro sufrimiento. Porque
van a decir que ellos, los Otros, trajeron tantas cosas y que nosotros éramos
unos salvajes. Pero no, salvajes no” (Hiriart, 1992, 12). Con el objetivo de
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dar a conocer todo lo que existía en su mundo, en el umbral de la destrucción total de su civilización, Esteban recuerda y empieza a escribir lo que
se le viene a la memoria, aun lo más trivial pues todo cobra importancia al
momento de su desaparición. Al principio, la escritura parece proveerle una
excusa perfecta al narrador para recluirse en la página en blanco y escapar
por unos momentos de su nefasta realidad, transportándose hacia las cosas
perdidas. A la vez que recuerda lo inexistente, pretende contar la historia
de los civiles, los de abajo, que terminan siendo los personajes principales
en la defensa del país aunque no alcanza a entender sus razones: “¿Por qué
defendieron así el estado de cosas que los oprimía?” (Hiriart, 1992, 212).
Gradualmente, su narración se enfoca en los sucesos de la invasión y las
reacciones de sus compatriotas. Al final, como lo nota Reinhard Teichmann,
termina presentando “un demoledor ataque contra el sistema político mexicano y la corrompida ética de la sociedad mexicana en general” (Teichmann,
1996, 48).
Además de leerse como una alegoría de los principios de la colonia,
la novela demuestra varias características de una obra de ciencia ficción,
según las definiciones de Benedicto González Vargas. Por un lado, presenta
extraterrestres buenos y malos con acceso a tecnologías muy avanzadas que
están en contacto con los humanos y, por otro, la sociedad narrada es un
retrato deformado, caricaturizado y llevado al extremo de la propia realidad
en la que se denuncian totalitarismos y se hace una crítica socio-política. Si
bien las novelas de ciencia ficción exploran el espacio intergaláctico para
colonizar el espacio exterior, esta novela subvierte el género al tratar de las
exploraciones de seres extraterrestres al planeta Tierra y la conquista de los
humanos, quienes son percibidos por los invasores como seres de inteligencia
deficiente. Estas narrativas de ciencia ficción que muestran situaciones (post)
coloniales son cada vez más recurrentes, como lo afirma la crítica Judith Leggatt, ya que éstas ofrecen una forma de expresar críticas de carácter político,
económico, medioambiental, militar y cultural. Partiendo de la propuesta de
Ursula K. Le Guin, quien indica que las futuras colonizaciones se parecen
a las del pasado porque “science fiction is not predictive; it is descriptive”,
Leggatt añade que las novelas de ciencia ficción postcolonial hacen más que
describir las condiciones del presente. Dadas las características distópicas y
utópicas del género, los textos tanto advierten de futuros peligros en los que
se puede incurrir en las mismas prácticas como sugiere posibles alternativas
a las determinaciones pasadas. “In its dystopian form, [science fiction] illus�trates the dangers of continuing on a current course. In its utopian form, it
suggests how solutions might be reached” (Leggatt, 2010, 127).
La alegoría en la novela de Hiriart permite un doble vistazo a las prácticas
coloniales que rigen el presente narrativo, el cual se localiza en un tiempo
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futuro ficticio. La interpolación del pasado en el futuro se experimenta en la
novela como momentos repetidos inexplicablemente que pocos son capaces
de detectar. Las reiteraciones, que recuerdan a una sensación de déjà vu,
presagian la inminente invasión, es decir, los mexicanos están a punto de
experimentar la conquista de la cual resultó el mestizaje con el que se identifican. La repetición de la historia recuerda el concepto del tiempo circular
nietzscheano del eterno retorno en el cual los hechos suceden bajo diversas
circunstancias, en este caso los invasores son marcianos, pero siguiendo la
misma teleología. Se supone que al finalizar el tiempo cíclico, el individuo
con una conciencia desarrollada entenderá el sentido de todos sus aciertos y
sus errores para así obtener mayor conocimiento del comportamiento propio.
Según Nietzsche, la historia se repite porque el tiempo es circular y forzosamente los sucesos deben seguir el mismo trayecto. Sin embargo, Esteban,
quien hacia el final de su relato alcanza a dilucidar las consecuencias de todos
los errores en la historia de México y lo ineludible de su repetición, intenta
producir un cambio en la conciencia del hombre futuro: “La historia no se
repite, los hombres siempre. A ese hombre repetitivo anónimo... le escribo”
(Hiriart, 1992, 205, énfasis del original). Quiere modificar esa disposición
que básicamente confina la potencialidad del hombre. Para el sociólogo
Aníbal Quijano, las repeticiones historiográficas parecen lógicas ya que las
sociedades típicamente se adhieren a esquemas de orden conocidos:
[L]a sociedad se ordena en torno de un limitado conjunto de patrones
históricamente invariantes, por lo cual los componentes de una sociedad
guardan entre sí relaciones continuas y consistentes en razón de sus respectivas funciones y éstas, a su vez, son inherentes al carácter de cada elemento.
(Quijano, 2000, 345)
En la novela, las repeticiones son textuales y de escenas históricas; por
una parte, algunos pasajes se duplican para ilustrar la repetición de conversaciones o escenas, mientras que en otras partes las repeticiones evocan
diferentes momentos de la historia de México, como las balaceras posrevolucionarias o la frase “no pasarán”, que los mexicanos usan como lema
en la defensa de la ciudad contra la invasión extraterrestre y que evoca la
resistencia estudiantil contra la toma de la Ciudad Universitaria en 1968.
De acuerdo con la lectura de la crítica Anne Reed, la duplicación de acontecimientos históricos en la novela “[c]rea una metahistoria que contribuye
a la discusión contemporánea sobre el problema del saber histórico” la cual
“nos hace cuestionar la memoria histórica y social de los vencidos frente a
los conquistadores” (2006, 73). En su ensayo, Reed examina sistemáticamente la (re)escritura de la conquista desde el lado de los vencidos, tal como
la presenta la novela, al mismo tiempo que cuestiona las formas en que se
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trasmiten esas historias contenciosas del pasado una vez que los vencedores
establecen una narrativa hegemónica.
Sin embargo, es debido resaltar que la novela no se limita a exponer los
problemas de la representación del pasado sino que constituye una crítica a
la entropía de la memoria. Si bien por un lado se entreven las costuras de la
historia que entreteje el narrador, mostrándola subjetiva y parcial, por otro
lado protesta contra la ignorancia histórica y/o la apatía memorística colectiva, que resulta en una inalterable indiferencia por parte de la ciudadanía
que la desempodera. Ante cualquier tipo de autoridad, han aprendido que
lo mejor es no entrometerse.
No hay Cámara de Diputados ni de Senadores, ni gobernadores, ni presidente, ni República. Podría pensarse que salimos ganando con las desapariciones, pero no, porque ahora hay otras cosas, nuevas instituciones,
nuevas personas. Mandan y son peores. Mandan, digo de veras mandan,
y a nosotros solos nos queda bajar la cabeza y no inmiscuirnos en los altos
asuntos del Estado (o lo que sea eso que nadie entiende). (Hiriart, 1992, 11)
Aunque esta versión de la historia de la conquista se escribe, en efecto,
desde el lado de los vencidos, como asegura Reed, en ella se critica la
indolencia en la que subsiste la población mucho antes de la invasión y
que los condiciona a pasar sin protestar de un sistema de opresión a otro.
El narrador, quien escribe retrospectivamente, entiende la relación causa
y efecto que eventualmente produce la distopía en la que se encuentran:
“por seleccionar así a las personas [ingenuas e inexpertas], el destino fue
dándonos, uno tras otro, en la nuca, sus duros golpes de conejo...” (Hiriart,
1992, 19). Esta frase de causa y efecto, presenta igualmente los dos lados
del patrón poder-opresión. La frase impersonal en “por seleccionar así” se
refiere a la labor del gobierno de la que los ciudadanos no participan. La
cita reconoce el mal desempeño del poder al seleccionar a sus integrantes,
sin embargo, las consecuencias recaen en un “nosotros” colectivo que las
acepta como daño colateral. Su resignación es representativa de la población
que vive condicionada a soportar su opresión y no cuestionar o involucrarse
en la vida política del país.
Asimismo, el narrador prescribe el estado enfermo de la moral que afecta
las relaciones personales a la evaporación de la ideología política que el país
sufre a finales de la década de 1980 con la devaluación del peso. Recordemos
que dos años después de la publicación de la novela, las nuevas estrategias
políticas neoliberales de las que se queja el narrador resultarán en el Tratado
de Libre Comercio que incrementa proporcionalmente la brecha entre ricos
y pobres y el deseo consumista. El único valor de una persona se define
en base a su poder adquisitivo. “El deterioro venía de muy lejos. No sé en
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qué momento, pero hacía mucho, el país se hizo de ventajeros... La gente
dejó de sentir la ambición y el orgullo del trabajo bien hecho con habilidad
y esmero, a conciencia... Y el dinero se convirtió en la única meta, en la
obsesión colectiva” (Hiriart, 1992, 200). Esto se evidencia cuando, en plena
invasión, los proveedores y las tiendas de ropa, sin mostrar inquietud por las
enfermedades que devienen con la conquista, aprovechan para beneficiarse
económicamente de la situación. Para aquellos afectados con la enfermedad
del agrandamiento o empequeñecimiento, brindan grandes ofertas en muchos
modelos de ropa de buena calidad, disponibles para todo tipo de bolsillos,
ignorando por completo que los enfermos tienen un malestar degenerativo. La
muerte es redituable igualmente. Así, ofuscada por el rendimiento del dinero,
la gente lucra en la enfermedad y la muerte de sus compatriotas. La avaricia
ciudadana imita, en menor escala, las relaciones de explotación del Estado.
La impotencia e indiferencia política por parte de los ciudadanos permiten que en el conjunto hegemónico se encuentren personajes tan ridículos
como sus apellidos lo indican: Puchurreta, Leche, Codo, Atole y el más
caricaturesco de todos ellos, el presidente de la República A. J. Comezón.
De la narrativa, queda claro que en un sistema de valores sin democracia,
cualquiera con avidez de poder y de riqueza puede llegar a ser presidente
de la nación, como lo logra Comezón. A éste se le reconoce que “[p]ocos
han visto con la claridad del orador, rara en un cuerdo, no digamos en un
loco, la política como una empresa de alto rendimiento financiero” (Hiriart,
1992, 25). Que al aparato ejecutivo lo lidere un loco orador establece la irracionalidad del sistema para gobernar e indirectamente muestra lo grotesco
de la opresión de los gobernados. Un ejemplo del disparatado ejercicio de
poder se advierte en la descripción de una reunión del gabinete económico
que busca la solución a la crisis económica que aqueja al país: “Hoy se
discute una propuesta desesperada (audacia, audacia y más audacia): volver
a legitimizar la esclavitud a todo lo largo y ancho del territorio nacional....
La mayoría está a favor porque ha creído leer un asentimiento del presidente a la propuesta y no quieren salirse de la jugada” (Hiriart, 1992, 73).
Si bien la propuesta suena como una insensatez, lo más absurdo es que la
discusión dura horas. Los pocos de “mente fosilizada” oponen la medida
alegando razones ideológicas, humanísticas e históricas, trayendo a colación
el decreto contra la esclavitud de Miguel Hidalgo en 1810 en el marco de
la guerra de Independencia contra España. La referencia sitúa la escena del
argumento a un tiempo colonial desde el cual se han heredado las prácticas
administrativas que intentan dar solución a los problemas del comienzo del
segundo milenio. Las medidas son anticuadas y mantienen a la nación en un
estado retrógrado sin poder superar la mentalidad colonial. La cita igualmente
critica la solemnidad ceremoniosa, residual de la conquista, en el trato con
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el presidente y demás superiores lo que conlleva, en muchos casos, a las
fallas en la comunicación entre los miembros del régimen. De esta forma,
las conversaciones se vuelven estratégicamente crípticas –diciendo poco,
callando mucho, asintiendo demasiado– a fin de parecer al tanto de todo,
estar bien informados y ser competentes, aunque no sea así. En el caso del
presidente, su reserva se percibe, al inicio de la narración, como una manera
de controlar la información y la situación, pero más adelante se descubre
que el silencio se debe a su incapacidad de decisión para resolver cualquiera
de los problemas del país. Cuando la noticia de la invasión llega a oídos
del presidente, se desencadena una serie de acciones fatales que ponen en
evidencia el nivel de ineficacia de todos los elementos del gobierno en la
preparación de la defensa del país. Mientras tanto, la ciudadanía, por no
haber sido informada, desconoce el peligro que se avecina por lo que su
estado se hace más vulnerable.
Al leer esta novela publicada hace más de veinte años, se pueden reconocer eventos del presente. La historia, no, el hombre se sigue repitiendo
como lo notó Esteban. El hombre sin memoria, sin conciencia histórica cae
en los mismos patrones de conducta. Uno de los extraterrestres buenos intenta
explicarle a Esteban el problema de la perspectiva histórica del hombre quien
se ve como una partícula de tiempo detenida en la fluidez de la historia.
“Ustedes tienen muy pobre idea del fluir, de la sabiduría del fluir –censuraba Carapanzo–, hablan y piensan como si todo estuviera quieto” (Hiriart,
1992, 97). La inmovilidad impide el fluir de la conciencia para conectarse
con la historia y con su entorno social. Esta inercia, que se puede entender
como indiferencia y desapego, facilita las circunstancias que (re)producen
el sistema opresivo que México ha conocido desde el tiempo de la colonia.
La siguiente cita ejemplifica las consecuencias caóticas de la falta de fluidez,
léanse conciencia histórica y empatía societal. Asimismo ofrece una descripción acertada del estado actual de México, lo que confirma la aserción de
Le Guin, quien indica que la ciencia ficción es descriptiva, no prescriptiva:
Histeria de grupúsculos en pugna, armados, que pasan de las palabras a los
hechos para asesinar y robar, ineptitud total de los gobernantes, inmoralidad, cobardía, caos, gritos y balazos de facciones aun en el frente a tiro del
enemigo común, bandas de delincuentes comunes corriendo frenéticos en
las calles, ... engreimiento de advenedizos en el poder, salidos de la nada,
sin mérito alguno, insolencia de los ricos, rencor y avidez de los pobres, deslealtad, disimulo, resentimiento, explotación de la guerra para enriquecerse,
palabrería de fracasados, irresponsabilidad y pillaje en las calles, golpes bajos
y odio inexplicables en el gabinete, obstáculos absurdos y deseo de no ser
menos, tonterías a granel y ceguera ante lo obvio, aumento desmesurado de
la criminalidad en todos los órdenes, abuso, traiciones, burocracia inflexi-
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ble y confusa, asambleas constantes, interminables, mociones aclaratorias,
una verdadera pesadilla de la razón, demagogia galopante, vejación de los
moderados y lúcidos, como siempre, aclamación de los locos vociferantes,
tiranía de la muchedumbre intolerante y violenta, venalidad generalizada,
falta de firmeza en los mandos, incivilidad, ... Podría seguir. Así enfrentamos
la amenaza de destrucción total. El otro día harto del espectáculo repulsivo,
me descubrí pensando: ‘Qué bueno que se lleve de una vez el carajo a todos
estos cabrones’. Sí, pero estos cabrones somos todos nosotros, me lleva la chingada, todo lo que he conocido. (Hiriart, 1992, 199-200, énfasis del original)
Se trata, en efecto, de una destrucción total en la que los ciudadanos son
partícipes. Pese a que los nuevos conquistadores han destruido la ciudad y
empequeñecido su superficie, son los ciudadanos, que no han sabido solidarizarse frente al obvio enemigo común, quienes añaden más desconcierto
a una situación de por sí caótica en el momento en que ambas –ciudad y
población– van decreciendo. Mucha gente muere por enfermedad, otros en
el campo de batalla, otros desmaterializados por los conquistadores como
castigo a sus faltas. La desesperación y la baja moral hacen del suicidio un
acto cotidiano por lo que la ciudad se convierte toda en velorio y entierro.
En medio de esto, no obstante, hay gente obstinada en sobrevivir a pesar
del caos y la destrucción, mientras que también hay muchos más que desean
que todo termine y que pase a la historia. Esteban es uno de los segundos:
“La desesperación es tan grande que dan ganas de que todo acabe de una
vez. Que lo futuro sea ya pasado” (223). Si bien el narrador explícitamente
dice que el objetivo del diario es dar cuentas de los primeros encuentros con
los Otros, narrar la guerra de conquista desde una perspectiva subalterna
y describir el proceso de involución que devuelve a la Ciudad de México
a su estado lagunoso tras la derrota de los humanos, al final de sus cavilaciones escritas concluye que la culpa de lo que ha pasado es de los propios
mexicanos: los que estaban en el poder por su ineptitud, los ciudadanos por
su perspectiva (histórica) limitada. La utopía, la alternativa ideal, consiste
paradójicamente en la apocalíptica destrucción de todas las cosas: terminar
con la ineptitud de los gobernantes, la apatía de la sociedad, y la injusticia
endémica del sistema.
Al final, la distopía en la que se encuentra México, en la novela, se debe
a la persistencia del patrón de poder/opresión del tiempo de la conquista,
representado por el autoritarismo y hermetismo del poder ejecutivo y la
resignación apática de la población. Si bien se ha intentado buscar soluciones
para los problemas que aquejan a la nación, tanto el proyecto posrevolucionario como la ideología neoliberal de finales de siglo han fracasado al tratar
de instituirlas en una estructura administrativa colonialista. En el fondo, la
novela reflexiona sobre la organización social que fomenta una psicología
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de complicidad que imposibilita romper el ciclo de opresión. La diatriba, sin
embargo, tiene una resonancia universal puesto que el patrón de dominación/
explotación vigente es el capitalismo, cuyas raíces, según Aníbal Quijano,
se encuentran en la colonización de América y se extienden al resto del
mundo asentando las bases para la globalización actual. El nuevo orden es
intransigente. En las últimas escenas en las que se menciona la transición a
un gobierno extraterrestre, se confirma la naturaleza cíclica de la opresión
en la presencia de nuevas fuerzas dominantes y seres marginados. La destrucción de todas las cosas ofrece una perspectiva satírica de los errores de
la historia de los mexicanos antes de erradicarlo todo, dando comienzo a un
nuevo ciclo, uno de tantos “encuentros entre dos mundos”.
Bibliografía
González Vargas, Benedicto, “Hacia una definición del género de ciencia ficción”, [en
línea], en Letralia, http://www.letralia.com/
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Resumen:
La destrucción de todas las cosas, del mexicano Hugo Hiriart, es una novela de ciencia ficción
que presenta una alegoría histórica, publicada a 500 años de la conquista, que trata de la invasión y conquista de los mexicanos del siglo XXI por seres extraterrestres. En la narración se
critica, entre otras cosas, la falta de empatía ciudadana y la abnegación de los mexicanos ante
la tiranía de propios y extraños. Este trabajo analiza estas disposiciones como resultado residual
del efecto colonial de dominación que posibilita su propia opresión por parte de un gobierno
inepto y corrupto. La utopía de esta distopía consiste en la destrucción de todas las cosas.
Palabras clave:
Hiriart, destrucción, ciencia ficción, alegoría, colonialismo, patrón de poder.
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Abstract:
Hugo Hiriartʼs third novel, La destrucción de todas las cosas, is a science fiction tale recounting
allegorically the story of the invasion and conquest of Mexico by Martians in the 21st Century.
The novel criticizes Mexicansʼ carelessness and submissive attitude towards despotism, by their
own and by strangers. This essay focuses on these demeanors as residual effects of colonial
domination, which enables their on-going oppression on the hands of inept and corrupted
government regimes. The utopic solution to this dystopia is found in the destruction of all things.
Keywords:
Hiriart, science fiction, allegory, colonialism, conditioning, power structure.
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