3 El crédito agrario y el Banco de la Nación Argentina en las tres

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El crédito agrario
y el Banco de la
Nación Argentina
en las tres primeras
décadas del siglo XX
Beatriz Moreyra
Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
El crédito agrario
y el Banco de la
Nación Argentina
en las tres primeras
décadas del siglo XX
Beatriz Moreyra
CV de la autora
Beatriz Moreyra: Doctora en Historia. Investigadora Principal del Consejo Nacional
de Investigaciones Científicas y Técnicas.
Profesora Titular Plenaria de la Universidad Nacional de Córdoba. Profesora Catedrática, Universidad Católica de Córdoba y
docente de posgrado de diversas universidades nacionales. Académica de Número
de la Academia Nacional de la Historia.
Presidenta del Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti”, Unidad
Asociada del CONICET, años 2014-2017 y
Miembro del Consejo Directivo del CITcaConicet (Catamarca). Directora de diversos
proyectos de investigación subsidiados
por CONICOR, CONICET, ANCYPT y MINCYT
Nacional y de la provincia de Córdoba.
Entre sus publicaciones, figuran 9 libros
entre ellos:
MOREYRA Beatriz I., MALLO Silvia C. (compiladoras), Pensar y construir los grupos
sociales. Actores, prácticas y representaciones. Córdoba y Buenos Aires, siglos XVIXX, 2009.
MOREYRA Beatriz I., Cuestión social y políticas sociales en la Argentina. La modernidad periférica. Córdoba, 1900-1930, 2009.
GIRBAL-BLACHA Noemi y MOREYRA, Beatriz I., Producción de conocimiento y transferencias en las ciencias Sociales, 2011.
CERDÁ Juan Manuel, LORENZO Ma. Dolores, GUADARRAMA Gloria y MOREYRA
Beatriz I. (coords.), Ciudades, instituciones,
actores y modelos de protección social. Argentina y México. Siglos XIX y XX, 2014.
Autora de 26 capítulos de libros, 32 artículos en revistas nacionales e internacionales, 12 publicaciones en congresos y 13
disertaciones científicas publicadas.
Directora de 9 tesis doctorales y tres de
maestrías y evaluadora de diversas entidades científicas nacionales y extranjeras.
L
a organización del crédito agrario
es indispensable para el progreso
de un país cuya principal fuente de riqueza descansa en las industrias
agropecuarias. La inmensa mayoría de
los agricultores tenían como único recurso sus conocimientos prácticos. Merced
al crédito podían adquirir herramientas
y solventar los gastos de la familia hasta el
momento de la cosecha. Por otra parte, si
ésta fallaba, el crédito les posibilitaba adquirir la semilla para una nueva siembra
cuyos frutos serían indispensables para
equilibrar su situación económica. Además, el crédito, distribuido mediante un
buen plan de colonización, permitiría al
agricultor convertirse en propietario de
la tierra que trabajaba. Pero la actividad
agrícola presentaba dificultades en la obtención del crédito indispensable, porque
para lograrlo se encontraba en situación
desventajosa con respecto a las actividades
mercantiles e industriales. El proceso de
producción agraria era lento con respecto
al industrial o comercial que cumplían su
ciclo en un lapso de pocos meses. El agri-
cultor, en cambio, debía esperar el transcurso de un tiempo mucho mayor para
ver fructificar sus esfuerzos. Esta circunstancia imponía la necesidad de conceder
el crédito agrícola en plazos más extensos que los del crédito ordinario, lo que
resulta poco atractivo para los capitalistas. Por otra parte, la producción agrícola
estaba expuesta a riesgos imprevistos que
dificultan el reintegro del crédito. Tampoco la agricultura constituía un negocio
que permitía abonar altos intereses sobre
adelantos obtenidos, porque el margen de
beneficios del agricultor era generalmente mucho menor que el del comerciante o
industrial. En nuestro país en particular,
el problema clave para la instauración del
crédito agrario radicaba en que los agricultores argentinos, en su gran mayoría,
no eran propietarios; por lo tanto no ofrecían garantías reales. Por otra parte, el agricultor vivía relativamente aislado, lejos de
los centros urbanos, lo que dificultaba sus
operaciones con las instituciones crediticias, a lo que se sumaba la deficiente cobertura espacial de la estructura bancaria.
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Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
El crédito agrario y el Banco de
la Nación Argentina en las tres
primeras décadas del siglo XX
El crédito agrícola no institucional
La ausencia de un crédito agrícola digno
de tal nombre, determinaba que las necesidades de capital fueran atendidas en su
gran mayoría en forma no institucional y
en una mínima proporción por una deficiente ayuda oficial, en lo que respecta a la
relación directa entre bancos y agricultores. Si bien los bancos eran poco eficientes para financiar la actividad agrícola, sin
embargo, proporcionaban la mediación
para el movimiento de capitales privados
en todo el país. En efecto, los trabajadores de la tierra obtenían su dinero a través
de canales personales, no institucionales.
Es decir, para el colono arrendatario las
únicas fuentes de crédito fueron, durante
muchos años, los comerciantes de campaña, los consignatarios o bien los terratenientes. Estos improvisados banqueros
cobraban intereses excesivos y le creaban
al colono una situación de dependencia
en lo que respecta a la colocación de sus
productos. Más comúnmente, los arrendatarios obtenían el dinero que necesitaban del comerciante de campaña que tenía
el monopolio local del crédito y vendía el
dinero a un interés del 20 al 25%. Muy
asiduamente los roles de terrateniente, comerciante, acopiador o consignatario se
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concentraban en una sola persona. A su
vez, este intermediario obtenía el dinero de los consignatarios de Buenos Aires
o bien de sus agentes en las distintas zonas agrícolas, -a un interés del 12%- quienes recibían los capitales de los bancos o
de sus socios europeos a un interés del 6%.
El Banco de la Nación hacía efectiva su
ayuda financiera a las principales firmas
exportadoras de cereales por medio de giros en las sucursales que el banco mantenía en las regiones agrícolas. En síntesis,
los productores agrícolas disputaron históricamente la apropiación del excedente
agrario con los proveedores del crédito, las
empresas comercializadoras de granos, las
compañías ferroviarias, los propietarios de
las grandes maquinarias agrícolas y, en el
caso de ser arrendatarios, con los dueños
de la tierra y los intermediarios en su utilización. La única vía para cortar esta intermediación financiera era el crédito directo
del banco al agricultor.
Las necesidades de la
familia campesina no
fueron comprendidas
por las instituciones
de crédito argentino
Distribución de los capitales acordados por el
Banco de la Nación Argentina por sectores productivos
Años
1915
1916
1917
1918
1919
1920
1921
1922
1923
1924
1925
1926
1927
Ganaderos Agricultores Comerciantes Industriales Otros grmios
59.591
180.33
48.621
277.613
58.506
35.709
63.036
45.096
159.619
175.772
31.440
63.393
50.066
156.439
186.294
76.282
31.085
60.869
163.306
177.308
85.606
204.270
31.677
67.195
246.139
41.297
107.805
270.099
360.236
41.336
55.411
111.640
49.235
288.614
412.019
326.325
56.610
102.218
53.303
401.592
116.620
291.017
65.894
337.627
55.541
69.210
148.944
66.522
377.995
320.620
381.885
95.797
263.521
81.284
291.961
123.356
349.922
270.285
122.703
395.449
271.824
138.451
423.863
133.215
295.922
Total
574.668
479.232
487.632
508.850
634.887
824.773
916.919
940.048
866.699
983.291
1.113.548
1.261.715
1.263.275
Fuente: Memorias del Banco de la Nación Argentina, Años 1914-1930, passim.
El crédito personal y la ayuda oficial:
El Banco de la Nación Argentina
A partir de 1914, el Banco de la Nación estableció contacto directo con los agricultores del país realizando un sinnúmero
de operaciones de esta índole, las que no
respondían a una planificación que resolviera el problema del crédito agrícola en
forma total. Eran recursos de emergencia o soluciones unilaterales. Teniendo en
cuenta esta limitación básica, el Banco de
la Nación Argentina fue la institución que
tuvo mayor influencia sobre el desarrollo
de la economía agraria, junto con el Banco Hipotecario Nacional. Los préstamos
del banco, en su primer período, consistieron en descuentos de letras a 90 y 180
días y en pagarés de comercio por los mis5
Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
El crédito agrícola y la ayuda oficial
a través del Banco de la Nación en el
ciclo de desaceleración
mos términos. Los descubiertos en cuenta
corriente carecieron de toda importancia
pues el promedio anual de saldos desde
1892 a 1904 alcanzó a 700.000 pesos, no
adquiriendo los mismos significación hasta 1905.
La difusión del crédito de habilitación
a dos años y medio de plazo, mediante
amortizaciones trimestrales del 10% del
capital prestado fue muy limitada. Por
otra parte, se exigía al solicitante la firma
del dueño del campo, del comerciante o
de otra persona solvente, lo que implicaba generar una dependencia mayor de la
ya existente respecto a esas terceras personas. Dominaba aún el recuerdo pesimista de la crisis de 1890 que no favorecía la
implantación del crédito habilitador a largo plazo y con pequeñas amortizaciones,
no consintiéndolo, por otra parte, la severa reglamentación que regía las operaciones del establecimiento. La reforma de la
Carta Orgánica de 1904 y el aumento del
capital a 10.000.000 de pesos en 1907, ensancharon su sistema de crédito y entonces comenzó a percibirse una tibia ayuda
a los agricultores. Sin embargo, la acción
del Banco de la Nación en sus principios
favoreció más a la ganadería que a la agricultura y esto obedeció a la mayor garantía
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y seguridad de sus operaciones en un mercado todavía incierto. A partir de 1912, el
Banco de la Nación estableció efectivamente la ayuda directa a los agricultores,
facilitándoles los recursos necesarios para
los gastos de recolección y cosecha. El mayor beneficio de estos préstamos era el de
la oportunidad y no el derivado del sistema de amortización. Pero el problema residía en la instrumentación, en la difusión
de estas medidas en los centros agrícolas.
Era necesario simplificar y abreviar los trámites de estas operaciones, poniéndolas al
alcance directo del productor porque a menudo ocurría que sólo los especuladores
aprovechaban esas liberalidades, actuando como intermediarios entre el banco y
el agricultor. Además, gran parte de la ayuda financiera se dirigía a la agricultura cerealera descuidando el financiamiento de
los cultivos regionales o intensivos. En síntesis, los recursos financieros fueron acordados con un claro criterio de racionalidad
económica; es decir, teniendo como propósito minimizar riesgos y maximizar la flexibilidad a corto plazo.
La falta de sanción de las iniciativas habilitadoras presentadas al congreso nacional
en 1914 y las limitaciones señaladas en la
legislación sancionada, determinaron al
Banco de la Nación a inaugurar en ese año
una serie de préstamos para los agricultores, facilitándoles las sumas necesarias
para pagar los gastos originados por la recolección, trilla y embolse de la cosecha. Si
bien estas resoluciones constituyeron una
acción de fomento destacable, la ayuda financiera continuó sin encuadrarse dentro de una política integral, no se equiparó
a la concedida a los sectores ganaderos y
comerciales y adoleció de una deficiente
irradiación hacia los núcleos cerealeros del
interior. El banco inauguró una política de
crédito personal para el campesino, al que
se lo habilitó a girar más bien que sobre su
responsabilidad material sobre su solvencia moral. También se inició en esa época
la defensa de los intereses de la ganadería
mediante la concesión de préstamos a los
ganaderos y criadores a plazos más dilatados, en armonía con las características
de la producción. Así se implantaron los
préstamos prendarios reembolsables en
cuotas escalonadas a 540 días de plazo. Al
finalizar la Primera Guerra Mundial, la capacidad de compra de los países en con-
flicto quedó resentida, desvalorizándose
sus monedas. Comenzó entonces a agudizarse la política de las fronteras económicas cerradas. Consecuencia de ella fue
que en los países agropecuarios como el
nuestro, se produjo una enorme deflación de valores, afectando agudamente las
fuentes productivas. En efecto, en 1922,
el trigo experimentó una desvalorización
de un 42,50% en relación con la media
de 1920 y el lino del 30%. Por su parte, el
valor de las exportaciones disminuyó de
2.372.921.000 a 1.525.294.000 pesos.
Resentida nuestra economía en los años
1921 y 1922 con el decrecimiento de las
exportaciones, el banco resolvió el otorgamiento de créditos en condiciones liberales. En efecto, los préstamos no podrían
exceder de 50.000 pesos, se concederían
a cinco años de plazos y debían ser cancelados con amortización trimestral del
5%. Al sector ganadero, se le acordaron
otras facilidades: los deudores con prenda de ganados de cría podían acogerse a la
amortización del 5% trimestral o bien hacer 3 entregas del 30% cada 540 días y cancelar el 10% restante a los 180 días y a los
cabañeros y criadores créditos especiales
destinados a la adquisición de reproductores hasta 4.000 pesos por cada ejemplar,
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Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
pagaderos en dos años, como un modo de
favorecer los certámenes ganaderos que se
celebraban en distintas ciudades del país.
En noviembre de 1925, el banco resolvió conceder préstamos para facilitar el
levantamiento de la cosecha de los diferentes cereales así como para la venta de
la producción. Estas facilidades se hacían
con prenda de todo el cereal emparvado
y del que resultase trillado. Pero las condiciones impuestas para acceder a esos
beneficios ponen de manifiesto que la política crediticia del banco no se flexibilizó
lo suficiente, determinando que el crédito
agrario, en su verdadera acepción económica, no existiera en 1925 como ocurrió
en períodos precedentes. Para el colono
propietario y los arrendatarios en dinero
bastaba su sola firma para el otorgamiento del crédito personal. En cambio, para
los arrendatarios al porciento de la cosecha, se necesitaba la garantía solidaria del
propietario del campo o del arrendatario
principal o prenda del porciento de la cosecha que le correspondiera, la prioridad
de la deuda bancaria y la cancelación del
crédito solicitado con el producto de las
primeras ventas de su cosecha. Si a ello se
le suma la modalidad de un crédito a corto plazo, se concluye que la ayuda directa y habilitadora del banco a los pequeños
productores continuaba siendo una mera
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enunciación de principios. Los petitorios
a favor del crédito habilitador se activaron
en el año 1929 cuando la producción agropecuaria debió afrontar tres circunstancias
adversas: la crisis económica, la pérdida
casi total de la cosecha y la restricción crediticia como consecuencia de la coyuntura
apuntada. Todo ello provocó una verdadera situación de bancarrota para el colono
de escasos recursos. El directorio del Banco de la Nación recién suspendió las ejecuciones de los deudores con prenda agraria
en noviembre de 1930. La restricción crediticia imperante en el año 1929 comenzó
a revertirse en alguna medida a mediados
de 1930. Para esa época, el directorio del
Banco de la Nación resolvió que los préstamos para la cosecha de maíz y el prendario sobre ese mismo cereal desgranado
y embolsado serían por un monto máximo de 6.000 pesos y por un plazo de 180
días. El banco retendría la tercera parte del crédito para entregarla en la época
del desgrane. De todos modos se produjo una disminución sensible en relación
a los montos estipulados en las resoluciones de 1925. Con respecto a los capitales
asignados, las cifras disponibles demuestran el divorcio existente entre el cúmulo
de disposiciones sancionadas por el directorio del Banco de la Nación para el sector agrario y la escasa representatividad
de los capitales otorgados efectivamente
al gremio de agricultores. En efecto, entre 1914 y 1927, los descuentos agrícolas
sólo representaron porcentuales que oscilaron entre un 5 y un 11%, mientras los
sectores ganaderos y comerciales duplicaban o triplicaban esos guarismos. Pero lo
que es aún más significativo es que la representatividad de las facilidades agrarias,
en vez de aumentar en aquel lapso en relación al ciclo anterior, decrecieron considerablemente, demostrando que los créditos
liberales no beneficiaban a los agricultores. Hay, además, otro fenómeno que
confirma esta tendencia: en el quinquenio 1920-1924, el banco otorgó las máximas liberalidades para el sector rural con
los créditos habilitadores a cinco años de
plazo. Sin embargo, esas concesiones sólo
fueron disfrutadas por los ganaderos. En
efecto, los descuentos para el sector pecuario crecieron considerablemente alcanzando, en 1921, el 44,93% de la totalidad
de los capitales asignados a todas las actividades. Y paralelamente los descuentos a
los agricultores disminuyeron a su mínima expresión; es decir, al 5%. Esta orientación se advierte también en el análisis
del tipo de crédito predominante en relación a los montos unitarios acordados. Así
los préstamos hasta 5.000 pesos reunían el
mayor número de documentos, pero la re-
presentatividad de los mismos en la integridad de los capitales prestados nunca fue
mayoritaria y, con el correr de los años, decreció. En 1916, año en que el crédito habilitador alcanzó su más alto porcentual,
el mismo no sobrepasó del 31%, para de
crecer al 21% en 1920. Por el contrario, los
préstamos de 10.000 a 100.000 pesos exhibieron en el primero de los años mencionados un porcentual del 43% y, en 1920,
el 65,45%. En síntesis, a pesar de las facilidades crediticias instauradas a partir de
1914, la modalidad comercial siguió siendo predominante como forma de crédito,
los montos asignados al sector fueron ínfimos en relación al movimiento general
de la cartera crediticia y la política bancaria constituyó, desde el punto de vista de la
difusión de los capitales, otro resorte de la
política centralista.
9
Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
El crédito del Banco de la Nación
privilegiaba a los comerciantes,
industriales y terratenientes
pampeanos.
La sanción de la ley 11684
La violenta depresión de los precios de la
producción agropecuaria que comenzó
en 1930 llevó el desaliento a las actividades agrarias, por lo que se afrontó resueltamente el estudio e implementación del
crédito rural y se creó, conjuntamente,
un cuerpo de leyes destinadas a fijar una
orientación a la política agraria argentina. La sanción de la ley 11684 señaló el
comienzo de la aplicación racional del crédito agrícola en nuestro país. Ella implantó
un régimen crediticio que tendía a varias
finalidades: a) la subdivisión de la tierra en
parcelas accesibles al productor mediante
el préstamo hipotecario; b) la protección
habilitadora mediante el crédito agrario
en las distintas formas; c) el estímulo a la
cooperación agrícola y d) la racionalización de las industrias rurales. Las facilidades crediticias acordadas podían dividirse
en tres categorías: la primera abarcaba los
créditos de ejercicio que englobaban los de
siembra y cultivo de cereales y demás plantas industriales, con o sin garantía real,
por un monto no mayor de 10.000 pesos
y por un plazo de 360 días; los destinados
al corte, recolección, emparve o trilla estipulados por la misma suma pero por un
término no mayor de 240 días y, finalmen10
te, los préstamos con garantía real sobre ganados o productos agropecuarios naturales
o industrializados, con destino a facilitar
las ventas de la producción anual y convenidos a 180 días. La segunda clase de créditos eran los denominados créditos para
mejoras, para la compra de materiales o
implementos agrícolas y reproductores,
la instalación o ampliación de semilleros
y la construcción de viviendas, graneros,
silos o implantación de pequeñas industrias agropecuarias. Las diferencias entre
ellos radicaban en los capitales asignados
y en los términos. Para el caso de maquinarias y reproductores, el monto no podía
sobrepasar los 10.000 pesos y el plazo de
720 días; para la instalación de semilleros,
la cantidad prestada se elevaba a 20.000
pesos y el término era el mismo que para
el caso anterior. Con respecto a las demás
inversiones, la suma a acordarse para cada
ítem sería de 10.000 pesos, pero se convenían a diez años de plazo. La tercera categoría de préstamos eran los denominados
créditos de adquisición y estipulaban la
compra de inmuebles rurales, con garantía hipotecaria y por un monto de 50.000
pesos y diez años de amortización. Pero,
además, el Banco de la Nación Argentina
realizaría la venta de las tierras adquiridas en defensa de sus créditos en parcelas
adecuadas para cada cultivo y cada zona,
otorgando para esas adquisiciones facilidades de pago, directamente por un plazo mínimo de diez años o indirectamente
por medio de un préstamo hipotecario.
El estímulo a las cooperativas agrícolas
contemplaba préstamos por un plazo no
mayor de un año y por una suma que no
excediera sus capitales realizados, siempre
que los créditos se destinarán a operaciones claramente encuadradas dentro de los
fines estatutarios. No existían límites en
cuanto al monto para las operaciones con
garantía real para la venta de la producción anual ni para el redescuento de documentos presentados por las cooperativas
correspondientes a operaciones de crédito
agrario. Por otra parte, los préstamos hipotecarios se elevaban de 50.000 a 100.000
pesos para el caso de las asociaciones cooperativas. Y el interés era menor que el fijado para los préstamos ordinarios. Con
respecto a los capitales afectados, el banco
destinaba el 10% de su capital propio y del
fondo de reserva, el 20% de los depósitos a
plazo fijo y de caja de ahorros y una suma
equivalente a la totalidad de los depósitos
11
Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
judiciales para los préstamos de ejercicio y
los de adquisición.Es importante destacar
que para los créditos hipotecarios sólo se
podía afectar el 50% de este capital asignado. El 1° de setiembre de 1933, el Banco de
la Nación comenzó a efectuar operaciones
de crédito agrario y el estudio de los saldos existentes señala una línea ascendente que osciló desde 70 millones de pesos
moneda nacional en 1936 a 205 aproximadamente en 1943. Pero fue a partir de
1939 cuando la agricultura se vio más favorecida por los préstamos ya que desde
esa fecha los créditos agrícolas comenzaron a representar más del 50% de la totalidad del crédito agrario. Sin embargo,
si se tiene en cuenta la representación de
las actividades agropecuarias en el total de
las sumas asignadas, se concluye que los
porcentajes concedidos al sector agropecuario se encontraban todavía muy por
debajo de los acordados a la actividad comercial, relación recurrente en todo el
período. En el rubro diversificación de la
producción, las cantidades invertidas nunca fueron apreciables, prueba de que persistía la tradicional estructuración agrícola
de país que descansaba casi exclusivamen12
te en la explotación cerealera del litoral y
en su vinculación al mercado externo. Los
préstamos destinados a facilitar la venta de
la producción llegaron a su máxima representatividad en 1936 con el 23,4%, para
declinar notoriamente en los años posteriores hasta exhibir el escaso índice del
5,50% en 1942. Esta situación obedeció a
la acción del gobierno que compró las cosechas y que, por lo tanto, eximió al agricultor de la necesidad de recurrir al crédito
para financiar la venta de sus productos.
Por otra parte, otro factor concurrente fue
el alza de los precios de los productos ganaderos y las bajas cotizaciones de los agrícolas. Dentro de la calificación Destinos
Varios se comprendían gastos de administración, deudas comerciales o bancarias,
pagos de impuestos, deudas hipotecarias
y arrendamientos. Este rubro fue el que
absorbió los mayores porcientos, los que
oscilaron entre un 16,5 a un 47,6%. No sucedió lo mismo con el fomento crediticio
a las cooperativas, con la diversificación,
el mejoramiento de la producción y con
la ayuda hipotecaria, tres factores básicos
de cambio para dinamizar una economía
agraria caracterizada por una desigual dis-
tribución de la renta del suelo. Con respecto al estímulo a la cooperación, los
créditos otorgados cubrieron el 10% del
total de los capitales asignados al sector
agrícola específicamente. Respecto a la diversificación y mejoramiento de la producción, este objetivo no fue cumplido dentro
de los márgenes esperados, representando guarismos que oscilaron entre el 0,6 y
el 1,6% entre 1936 y 1941. El monto de los
créditos para la adquisición de inmuebles
rurales sólo exhibió un porcentual considerable en los años 1937 y 1938, produciéndose luego una declinación paulatina
hasta representar en 1941 un exiguo 5%.
Por otra parte, la distribución geográfica de esta clase de ayuda siguió evidenciando la mayor protección otorgada a la
producción cerealera en detrimento de
los cultivos intensivos. Efectivamente, en
1940 y en la zona eminentemente agrícola
del país formada por Buenos Aires, Santa
Fe, Córdoba, Entre Ríos y la gobernación
de La Pampa, se concedieron préstamos
por un valor de 92.500.000 pesos que representaban el 90% del total acordado.
Además, los propietarios continuaron gozando de una mayor cobertura crediticia
que los arrendatarios. Así en 1940, los primeros absorbieron 111.314.000 pesos en
distintas operaciones, en tanto los arrendatarios recibieron una ayuda equivalente a
37.083.000 pesos. En esa fecha, ante la falta de difusión de las cooperativas, el directorio del banco resolvió la creación de las
Cajas Regionales de Préstamos y Ahorros,
para garantizar una mayor penetración
del crédito rural en la masa de agricultores de modestos recursos y de lejanas regiones. En síntesis, los primeros años de
aplicación de la ley de crédito agrario no
significaron la solución integral del problema financiero para el sector agrícola.
Hubo, sin duda, un mayor flujo de capitales para las actividades netamente productivas, pero las finalidades que traerían un
cambio estructural en el régimen agrario
-adquisición de la tierra, diversificación de
la producción y régimen cooperativo- no
cristalizaron en realizaciones concretas.
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Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
Bibliografía
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hasta fines del siglo XX, Buenos Aires.
Gallo, Ezequiel (1983). La Pampa Gringa, Buenos Aires.
Hora, Roy (2003). “Los terratenientes de la pampa argentina. Una historia social y política
1860-1945”. En: Mundo Agrario, Vol. 3, N° 5, Buenos Aires, Siglo Veintiuno.
Moreyra, Beatriz I. (1992). La producción agropecuaria cordobesa, 1880-1930. Córdoba,
Centro de Estudios Históricos.
Sabato, Jorge (1998). La clase dominante en la Argentina Moderna. Formación y características.Buenos Aires.
Scobie, James R. (1968). La revolución en las pampas. Historia social del trigo argentino
1860-1910. Buenos Aires.
El CEAR es un centro de investigaciones científicas (creado por la Universidad
Nacional de Quilmes mediante Res. CS
557/10) que también desarrolla actividades de posgrado y extensión, su Directora
es la Dra. Noemí Girbal-Blacha (CONICETUNQ). Tiene carácter multidisciplinar y
está orientado al estudio de la Argentina
rural, con enfoque regional. Depende administrativamente del Departamento de
Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Quilmes. Está integrado especial
-pero no exclusivamente- por científicos,
docentes-investigadores y becarios pertenecientes a las Ciencias Sociales y las
Humanidades. Pretende ser un ámbito de
trabajo académico plural que tienda a la
integración de la comunidad científica de
la Universidad Nacional de Quilmes como
así también de investigadores procedentes
de otras universidades o centros de alto nivel que están interesados en el estudio del
“mundo rural”. Está reconocido como lugar
de trabajo para investigadores y becarios
por el CONICET (Res.1164/10).
El CEAR se propone recoger la experiencia de un equipo de trabajo constituido
por investigadores formados y en formación, becarios y doctorandos, que desde
hace más de dos décadas y media están
dedicados al estudio de la Argentina rural
de los siglos XX y XXI. Desde el año 2003,
a partir de dos programas prioritarios de
investigación y desarrollo financiados por
la UNQ, este grupo de trabajo se ha fortalecido, convirtiéndose en los últimos años en
un referente de los estudios rurales en la
Argentina, América Latina, España y Francia. Sus actividades evaluadas periódicamente, han recibido subsidios externos del
CONICET, del MINCyT a través del FONCyT
y de la propia Universidad Nacional de
Quilmes. Mantiene vínculos académicos a
través de programas específicos con Brasil (CNPq-CAPES, UFF, UNIRIO), con la OEI,
con México (UAMI, UAMXo, UNISon, UABC),
con España (universidades de Alicante, Almería, Murcia y Santiago de Compostela),
con Francia (Observatorio Argentino en
París y la UPPA radicada en Pau-Proyecto
ITEM). Anualmente organiza Jornadas de
Investigación y Debate –de carácter nacional e internacional- sobre temas agrarios
argentinos, latinoamericanos y europeos.
Moreyra, Beatriz
El crédito agrario y el Banco de la Nación Argentina en las tres primeras décadas del siglo XX.
1ª ed. - Bernal : Universidad Nacional de Quilmes, 2015.
12 p. ; 21x15 cm. - (Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural / Martha Ruffini; 3)
ISBN 978-987-558-325-2
1. Historia Económica Argentina. I. Título
CDD 330.82
14
Historia, Cultura y Memoria en el mundo rural
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