José María FRANCO PINOS nació el 18.09.28 en Villanueva de Jiloca, Zaragoza, España, de padres Pablo y Pilar, teniendo además otras dos hermanas y un hermano. Bautizado en Zaragoza dentro del mes de su nacimiento. Hizo sus estudios de Primaria y Secundaria en el mismo Zaragoza, añadiendo dos años de Contabilidad. Ingresó el 09.09.47 en Veruela, Zaragoza. Estudió Humanidades 1949 – 52 en Loyola. Filosofía 1952 – 55 en Oña, Burgos, obteniendo la Licenciatura. El 25 agosto 1955 llegaba a Venezuela y su primer ministerio fue de Profesor e Inspector 1955 – 58 en el Colegio Gonzaga de Maracaibo. Regresó a Oña para hacer la Teología 1958 – 62, obteniendo la Licenciatura. Se ordenó el 30.07.61 en Loyola, España, por Jaime Font y Andreu, Obispo de San Sebastián. En 1962 realiza el año de Tercera Probación en Florencia, Italia, bajo la dirección del P. Ygino Fonsi. En 1963 vuelve como Espiritual del Colegio de Maracaibo, donde hizo sus Últimos Votos el 15.08.64 ante Francisco Arruza, Rector. De 1971 – 74 ejerce de Prefecto de. 5º año de Ciencias y Consultor, en el mismo Colegio. En 1974 realiza un curso de Pastoral Juvenil en Bogotá. Adscrito al Equipo de Ejercicios permanece en Barquisimeto de 1975 – 79. En 1977 es destinado a Mérida, Parroquia San José Obrero, continuando en el Equipo de Ejercicios. En 1999 siguió el curso Curfopal en San Leopoldo, Brasil. Desde 2005 era Vicario Parroquial en San José Obrero de Mérida. José María nos dejó el perfil de su persona en un folleto, cuyo título es ya muy expresivo: No ser de mi edad sino de mi tiempo. Y no lo es menos el rostro de Cristo que preside esas páginas, un rostro poco convencional. Es un Cristo riendo a carcajadas. Siempre he sido un gran admirador de San Francisco Javier, escribe, de ahí que desde mi entrada en la Compañía de Jesús mi vocación estuviera marcada con un fuerte deseo de ser misionero en la India. A los cuatro años de entrar jesuita me destinaron allá, a la India, pero el Primer Ministro, que era Pandit Nehru, no concedía la visa de entrada a misioneros estudiantes. Entonces pedí Venezuela, en la idea de que si se arreglaba el problema pasaría directamente a la India. En Maracaibo me dijeron: “A Maracaibo se entra llorando y sale llorando”. Yo llegaba con sotana negra, con un calor tremendo y cuando salí del avión pensé: “¿Aquí voy a pasar yo tres años?” Me parecía imposible. Me costó bastante entender la idiosincrasia del maracucho, esa confianza, frescura, espontaneidad… Ahora yo sin decir nada, no puedo negar que al cabo de un año se me habían metido tan fuerte en el corazón que se notaba que los iba aceptando tal como eran. Me llamaban ‘matica de arrechera’, pues con mucha frecuencia me sacaban la piedra, aunque era imposible guardarles rencor, dada su espontánea sinceridad, pues te decían hasta el mal de que te ibas a morir. Les decía cosas que no son para escritas y cuando trataba de disculparme me decían: ‘No hombre, ya sabemos cómo sois vos’. Esto me emocionaba y me ayudaba a quererlos más. Maracaibo me dejó marcado, por eso después de tres años de magisterio sentí un gran desgarro dentro de mí al tener que irme a España a terminar la carrera… y no me importó llorar un carajito. Pueden imaginarse mi alegría cuando a los cinco años me dicen que voy a volver a Maracaibo. El mismo día que llegué tenía siete muchachos de 5º y algunos exalumnos en mi cuarto, sentados en la cama y hasta por el suelo. Entonces yo también les dije: ‘Ahora les voy a hacer servicio completo. En el sentido de que van a hablar conmigo y al terminar les voy a dar la absolución’. Franco sigue su relato contando anécdotas de la Playa El Moján, de la misión en El Tocuyo… terminamos por caer en la cuenta de que la verdadera alegría viene del alma, del corazón… Hablábamos de tantas cosas y me sacaban cosas tan íntimas que yo no pensaba decirles, pero en este ambiente tan sabroso, era formidable. Lloraban con toda tranquilidad. Son momentos inolvidables dentro de la Eucaristía. Realmente ahí se siente de verdad que está Cristo en medio de nosotros. Cuántas veces me decían: ‘Franco, es que ya no te veo como cura, te veo como un amigo’, y yo les decía: ‘Pero siempre soy cura, si no, no te confesarías conmigo’. Tras una anécdota por teléfono con la mamá de uno de ellos y utilizando su propio lenguaje, ésta le dice: ‘Padre, ¿y a usted no le preocupa que no le respeten?’ ‘Un momentico, cuando quiera venga por aquí por el colegio y hablaremos de lo que es esto’. (Se puede seguir leyendo en cualquier página de este folleto, seguros de contactar con el auténtico Franco, mejor que con otros comentarios). Dice: Me ha tocado dar Ejercicios Espirituales a todo tipo de personas, desde matrimonios a muchos muchachos de colegio, muchachos y muchachas, universitarios, religiosas, policías, a drogadictos de Hogares CREA. Una de las riquezas que yo sacaba era que todos TODOS eran personas, cada uno con sus vivencias, cada uno con su modo de ver las cosas, cada uno con su problema personal… ‘Dios da a cada uno alguna prueba de la presencia del Espíritu para provecho de todos’. Me vienen tantas cosas A MONTONES que tendría que seleccionar porque se haría interminable. Esto mismo digo yo al recoger esta reseña. Mejor regresar al folleto. En la página 32 nos da una dinámica para concordar o discordar sobre relaciones entre padres e hijos. Siguen otras dinámicas con PREGUNTAS LIBRES sobre diversos temas dedicados a jóvenes, matrimonios, familia, etc., sobre el ‘divorcio espiritual’, los docentes, la providencia de Dios. Aquí narra (pág. 59) cómo recibió la noticia de la muerte de su mamá, cuando él estaba en Brasil en reunión con el Movimiento Familiar Cristiano, más de 500 personas de 14 países. Celebraba la Misa sin saber la noticia y, poniendo su intención, les dijo: ’Quiero celebrar por mi mamá, que está un poco delicada, para que sepa aceptar lo que Dios le envíe…’ Entonces llamó mi hermana y me contó cómo fue la cosa… lloramos, uno a cada lado del teléfono. En El Amparo, frontera con Colombia, estuve año y medio. Yo pedí ir allá y aquello fue una soledad enorme, pensaba que me iba a morir de soledad. El segundo día la Sra. Alicia se le ofreció a ayudar en la casa sin pedir colaboración. Fue una solución tremenda. Me puse bastante enfermo y tuve que ir a Caracas, donde me dieron un cambio completo en alimentación. Regresé a El Amparo. Cuenta Franco generosas ofertas que le salieron: un joven para catequista, un señor que se ofrece a pagarle cuanto necesite, millones sólo en materiales, granzón, cabilla, etc. Yo siento que Dios está en mi vida en todo momento, porque cuando salí de allá dejé una casa que realmente valía la pena. Todos sabemos quién era José María Franco, su modo de ser, sus inagotables anécdotas, su inquebrantable alegría. Creo que cada cual puede hacer su propia despedida de este sembrador de alegría. Se nos fue al cielo el día 3 de junio 2013. Allí seguirá comentando sus historias haciendo reír a los ángeles y a los santos. Roberto Martialay s.j.