22-04-2013 Sergio Muñoz Bata http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/sergiomuozbata/ARTICULO-WEBNEW_NOTA_INTERIOR-12755904.html La moral del pánico En cuanto nos enteramos de que durante la maratón de Boston hubo un atentado terrorista, mi esposa me comentó: “Espero que los autores de esta nueva barbarie no hayan sido extranjeros que entraron a Estados Unidos por la frontera con México porque no va a faltar un bribón que quiera ligar esta tragedia con el debate sobre migración en el Congreso”. La preocupación de mi esposa resultó profética al menos en una de sus partes. Afortunadamente, los presuntos autores del atentado no llegaron al país por la frontera sur; desafortunadamente, su condición de emigrados posibilitó que políticos oportunistas como el senador por Iowa Charles Grassley aprovecharan la coyuntura para satanizar a los inmigrantes con el propósito de sembrar en la opinión pública norteamericana lo que el sociólogo sudafricano Stanley Cohen llamaba “pánico moral”. En 1972, Cohen publicó Folk Devils and Moral Panics, un libro en el que analizaba de qué forma la cobertura sensacionalista de unas peleas entre dos grupos de jóvenes ingleses en la década de los 60 provocó su satanización. Y esto a pesar de que estos jóvenes no eran, esencialmente, muy distintos de los de generaciones anteriores, que ocasionalmente se peleaban sin graves consecuencias. Sin embargo, su satanización fue tan efectiva que posibilitó lo que llamó “la moral del pánico” en la opinión pública británica, que justificó su represión. El inmenso valor que tuvo el análisis de Cohen es que trascendió los confines de las peleas entre Mods y Rockers en los 60 para mostrarnos que una rigurosa satanización de un grupo cualquiera, ya sea de judíos, musulmanes, cristianos, migrantes o, simplemente, de jóvenes rebeldes, es capaz de generar “la moral del pánico” de la ciudadanía, que va a permitir los linchamientos reales y también los verbales. “¿Cómo es posible –preguntó retóricamente Grassley durante una audiencia para discutir el proyecto migratorio en el Senado– que individuos como estos evadan a las autoridades y puedan planear ataques como estos en nuestra patria?”. Y luego vino la advertencia para motivar la “moral del pánico”: “¿Qué debemos hacer para reforzar los controles de seguridad en las personas que quieren entrar a nuestro país?”. Convenientemente, nunca aclaró que uno de los sospechosos llegó a este país a la edad de 9 años. Louie Gohmert, uno de los representantes por Texas a la Cámara de Representantes, aparentemente queriendo convencernos de que hablaba en serio, no quiso quedarse atrás y dijo: “Sabemos que Al Qaeda tiene campos de entrenamiento en combinación con los carteles de narcotraficantes en México y que ahí hay radicales islamistas que están siendo entrenados para actuar como hispanos”. Explotar los ataques terroristas para detener el debate migratorio es una canallada sin sentido. La única liga entre el proyecto migratorio y el atentado en Boston es que ambos claman a voces que la mejor manera de reforzar la seguridad nacional es ampliando la verificación de antecedentes tanto de los migrantes como de quienes compran armas de fuego. Irónicamente, Grassley y compañía desaprovecharon la gran oportunidad que se les presentó de votar a favor de la enmienda, que quizá habría impedido que los sospechosos del incidente en Boston se armaran con fusiles y pistolas de repetición, se enfrentaran a balazos con la policía y mataran a uno e hirieran gravemente a otro. Afortunadamente, todo indica que el proyecto para modernizar el sistema migratorio legal, incluyendo la identificación de los millones de personas que actualmente viven en el país y la verificación de los antecedentes de quienes entran en él, va adelante. Ojalá que algo semejante ocurriera pronto en el debate sobre el control de la venta de armas.