(Almería), Setefilla y Carmona (Sevilla), Castulo

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[Otras ediciones: Actas del Congreso Homenaje a Luis Siret (1934-1984). Cuevas de Almanzora 1984, Sevilla 1986, 557-561 (también en J.M.ª Blázquez, Religiones en la España antigua, Madrid 1991, 227-233)]. Versión digital por cortesía del autor, como parte de su Obra
Completa, corregida y editada de nuevo bajo su supervisión y con la paginación original.
© Texto, José María Blázquez Martínez
© De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia
Los túmulos de Villaricos (Almería), Setefilla y Carmona
(Sevilla), Castulo (Jaén), Torre de Doña Blanca (Cádiz) y
de Marruecos y sus prototipos orientales
José María Blázquez Martínez
Real Academia de la Historia. Madrid.
[-557→]
En la actual provincia de Sevilla, en la necrópolis de Setefilla, situada en Lora
del Río (Maluquer-Aubet, 1981, pp. 53 ss. Aubet, 1975. Id., 1978, Aubet et alii,
1983) y en la de Carmona, han aparecido grandes cámaras construidas bajo túmulos,
cuyo número con respecto a otras sepulturas es muy reducido, que coexisten con otros
ritos funerarios. Con el estudio de estos túmulos y sus gemelos de Villaricos, Castulo
y Marruecos, queremos rendir justo homenaje a D. L. Siret, que dio a conocer al
mundo científico importantes documentos de la Prehistoria hispana.
Se caracterizan las cámaras sevillanas por una mayor riqueza de los ajuares funerarios, bien patente en el número e importancia de las importaciones, lo que debía
responder a una diferencia social. Las personas enterradas debajo de estas cámaras
practicaban el rito de la inhumación. M. E. Aubet, excavadora reciente de estos túmulos, con gran meticulosidad científica, y que los ha publicado y estudiado de forma
modélica, escribía que resurgían en ellos viejas tradiciones funerarias, como son las
piedras hincadas en el suelo, algunas de ellas grabadas (Almagro, 1966, Chaves, Bandera, 1962, p. 145, Enríquez, 1982, pp. 65 ss.) lo que nos relacionaría estas gentes,
acaso, con los pueblos guerreros y pastores del Bronce Final en el sudoeste. Acertadamente indicaba, a nuestro entender, la citada autora, que, al igual que en la necrópolis de incineración, no parecía existir una relación directa entre los grandes túmulos
de Setefilla y de Carmona y la cultura de los túmulos de tradición europea. M. Almagro (Almagro, 1952, pp. 225 ss.), por el contrario, vio en los túmulos del Bajo Guadalquivir una perduración de la cultura de los túmulos del Bronce Final europeo
(Gordon Childe, 1929, pp. 300 ss, 354 s. 401 ss. Id., 1950, passim. Gimbutas, 1965,
passim. Jettmar, 1964, pp. 109 ss. Rostovtzeff, 1922. Id., 1931, passim. Meteger,
1969, p. 60. Young, 1981, pp. 263 ss.), hipótesis no comprobada. M. E. Aubet descarta esta tesis y señala que el tipo de cámara subterránea, o bajo de túmulos, es exclusivamente andaluz y parece reflejar, en todo caso, influencias mediterráneas, tales
como las de las grandes cámaras funerarias fenicias, como las de Trayamar (Niemeyer, Schubart, 1975), o la de Cabo Espartel en Marruecos, o como los túmulos de la
Etruria meridional (Hus, 1980, pp. 47, 50, 90, 102. Hencken, 1968, pp. 129 ss. 154,
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(Jaén), Torre de Doña Blanca (Cádiz) y de Marruecos y sus prototipos orientales
160. Grant, 1980, pp. 112-113. Sprenger, Bartoloni, Hirmer, 1983, pp. 125 ss. láms.
170-175). A ello se une el hecho apuntado por la investigadora catalana, de que fuera
de las cámaras construidas en Setefilla sólo tenemos en la Península Ibérica y en ambiente indígena, las de Villaricos, fechadas aproximadamente en el siglo VI a.C., y
nosotros añadimos en Castulo (Jaén), aún sin excavar. Este tipo de cámara sepulcral
reaparece en Toya, Peal del Becerro, Jaén, pero obedece a otro tipo de influencias
(Blázquez, 1960, pp. 233 ss.). Recuerda M. E. Aubet como paralelos próximos para
los túmulos de Setefilla y de Carmona, lo que vale lo mismo para los restantes de
Hispania, las cámaras sepulcrales de Marruecos (Ponsich, 1970, pp. 45, 63, 67, 90,
112, 140, 159), fechadas quizás en el siglo V a.C. Cree esta autora que los túmulos de
Marruecos reflejan claras reminiscencias megalíticas y que surgen en un momento
más tardío que en el Guadalquivir.
Estos túmulos marroquíes son las tumbas 66 y 67 de Ain Dalhia Kebira, cuya
forma trapezoidal recuerda las tumbas de la Edad del Bronce de la región. Al igual que
éstas, la tumba propiamente dicha esta cubierta de un túmulo de piedras amontonadas.
Otros túmulos de la Edad del Bronce de la región de Tánger son el de la Cota 60, y el
de Sidi Larbi. En la etapa fenicia también se documentan túmulos de piedras en las
tumbas 41, 53 y 69 de Djebila, y en la tumba 32 de Ain Dalhia. La tumba 511 de niño
de Ain Dalhia estaba coronada por una piedra incada, que podía desempeñar el papel de
un betilo, pervivencia de la tradición fenicia, de colocar encima de las tumbas piedras
talladas o sin trabajar, que recuerdan los maccebat de los hebreos y de los cananeos. La
presencia de estas piedras en Marruecos e Hispania indicaría un influjo fenicio.
Estamos totalmente de acuerdo con lo apuntado por M. E. Aubet de que estas
cámaras funerarias deben tener un origen mediterráneo. [-557→558-]
No hay túmulos de este tipo en la necrópolis de Cartago (Cintas, 1976, pp. 266
ss. Salahed Ed-Durrietlath, 1978, pp. 204 ss. Tejera, 1979), ni en las de Sicilia (Gabra-Vallet, 1980, passim.). En cambio se documentan en Chipre, como en las tumbas
de Salamina, en la tumba n.° 3, fechada hacia el año 600 a.C., cuando un largo túmulo de tierra, llamado en Homero tymbos, fue levantado con estratos horizontales,
sobre la tumba, exactamente igual que las cámaras tartésicas. La construcción del túmulo, según V. Karageorghis (Karageorghis, 1968, p. 196. Id., 1969, pp. 71 s. Id.,
1981, p. 128 Id., 1982, pp. 70, 135, 168, 170). El autor indica que esta construcción
podía recordar la arquitectura funeraria micénica, tal como la conocemos por tumbas
de Micenas y por dos tumbas parecidas halladas recientemente en esta ciudad.
Demergue, 1964, pp. 203 ss. figs. 289, 293-295, 297, 304. Hampe, Hirmer, 1974, p.
167, figs. 31, 34, 169-173, 179. lám. XLVL Mylonas, 1966, pp. 118 ss. Vermeule,
1979, pp. 53 ss. Id., 1969, pp. 120 ss.) fue cuidadosamente planeada. Se trazó un perímetro circular con un propileo más o menos colocado en el centro, desde el que se
construyeron pequeñas paredes de cascotes en planta radiada. La parte superior del
túmulo caía directamente encima del centro del círculo en la base.
Las paredes fueron levantadas cuando el túmulo estaba ya construido. Las paredes de planta de radio eran diez. Cuando el túmulo alcanzó una altura de cerca de
cuatro metros sobre el nivel del suelo del propileo, se erigió una construcción de
forma de colmena hecha con adobes. La parte superior de toda esta edificación, que,
al parecer, era visible, estaba alineada verticalmente al propileo, no con la cámara.
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(Jaén), Torre de Doña Blanca (Cádiz) y de Marruecos y sus prototipos orientales
El túmulo más importante de Salamina es el llamado «Cenotafio del Rey» (Karageorghis, 1968, pp. 203 ss. 235, 171. Id., 1969, pp. 151 ss. Id., 1973, pp, 128 ss.),
que consiste en una artificial acumulación de tierra, que fue amontonada en una plataforma circular, cortando una banda rocosa de terreno, y medía 52 metros de diámetro
por 2 metros de altura. El sistema de construcción era el mismo del túmulo de la
tumba 3, pero más perfeccionado. Este túmulo perteneció al último rey de Salamina,
de nombre Nicocreón. Sobre la plataforma circular se construyó una exedra rectangular de adobes, sobre la que se erigió la pira en honor del rey Nicocreón y de los
restantes miembros de la familia real, que se suicidaron en 311 a.C., por no querer
rendirse al rey Ptolomeo I de Egipto. Sobre la pira se colocaron ofrendas valiosas. Alrededor se depositaron terracotas con retratos de los familiares; las de varón acusan la
influencia del arte de Lysippos. Al final de la ceremonia fúnebre, el túmulo fue levantado encima de la exedra y de la pira, tapando las ofrendas y los retratos. También
se depositó un gran número de alabastrones sobre la pira. Unos están fabricados en
alabastro local, otros en barro. Contenían perfumes. Este túmulo es mucho más reciente que los túmulos de Carmona y de Setefilla, pero sigue los modelos antiguos de
Salamina, importantes como puntos de comparación para los túmulos hispanos. El
monumento, según sugiere V. Karageorghis, apoyado en la Vida de Demetrio Poliorcetes de Plutarco (17, 1-5), pudo ser levantado en tiempo de Demetrio, en el año 306
a.C., quien, habiéndose apoderado de Chipre (306-294 a.C.), ordenó enterrar a todos
los muertos de la guerra.
Chipre ha proporcionado otros túmulos, como la tumba 21 de Enkomi, excavada
por la Swedish Cyprus Expedition, datada en el periodo chipriota IA final. La tumba
estaba formada por una pequeña cámara, de plata circular, y con un corto dromos;
todo pudo haber sido cubierto con un túmulo de piedra. Se ha sugerido que este tipo
de construcción deriva de la arquitectura funeraria egea, pero el hecho de que por lo
menos una de estas edificaciones sea anterior a la fecha de la influencia ya acusada
del Egeo descarta esta posibilidad. Para V. Karageorghis (1982, p.70), los constructores de estas tumbas seguían un prototipo traído de fuera, que puede proceder del
Próximo Oriente. Se ha sugerido que este prototipo puede haber sido la arquitectura
funeraria de Megiddo, datada al final de la Edad del Bronce.
Túmulos han aparecido en Chipre en el Bronce Medio en la necrópolis de Palaeos Koutella, pero son un caso aislado en este periodo. Pequeños túmulos levantados con piedra y piedras encima de las tumbas se documentan en la necrópolis del periodo geométrico de Lapithos. V. Karageorghis es de la opinión que es poco probable
que estos túmulos aislados pudieran tener influencia en los túmulos del periodo chipriota arcaico.
V. Karageorghis (1982, p. 135. Id., 1967, pp. 121 s.) insiste en esta idea recientemente con motivo de referirse a la tumba 3 de Salamina, que relaciona con la arquitectura funeraria de Anatolia y que pudo ser construida por albañiles itinerantes llegados de Anatolia, que fueron los que levantaron el túmulo de tierra que recubría la tumba, ya que grandes túmulos no se documentan en la arquitectura funeraria de Chipre.
V. Karageorghis compara nuevamente los dos citados túmulos de Chipre, nos. 3
y 77, de Salamina, con túmulos de Anatolia del periodo arcaico, como los varios túmulos excavados de Gordion, que ofrecen un paralelismo notable con los chipriotas.
La tumba de Tántalo en Frigia tenía un plan parecido. La construcción de la cámara
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funeraria debajo del túmulo es también semejante. Piensa V. Karageorghis que la técnica fue introducida en Chipre, ya en una forma arquitectónica desarrollada. Descarta
este investigador que los túmulos de la Grecia Micénica sean los antecesores de los
túmulos de Anatolia o de los de Salamina.
Tholos han aparecido en número de 65, en época micénica, en un área muy extendida de Grecia. Nueve [-558→559-] están documentados en Micenas. Un número
elevado se han localizado en Triphylia, otros en Acaya, en Laconia, en Beocia y en
Tesalia. El Ática ha dado 5 rumbas de este tipo. Como sugiere G. E. Mylonas el pequeño número de tholos en comparación con los cientos de tumbas de cámara conocidas indican que las primeras eran las tumbas de los reyes, lo que probablemente se
puede aplicar a las tumbas de cámara hispanas. Tan sólo cuatro tholos, los de Vaphio,
Dendra, Myrsinochorion-Routsi, y Pylos, han llegado intactos o casi íntegros; pero
estos cuatro ejemplares no son suficientes para proporcionarnos una idea exacta del
ritual seguido. El enterramiento de los reyes era mucho más rico, pero las creencias
de los gobernantes y de su pueblo eran idénticas, lo que probablemente es perfectamente aplicable a las personas enterradas en diferentes tipos de tumbas en las necrópolis tartésicas. En Mesenia, por ejemplo, los tholos están muy próximos a las tumbas
de cámara excavadas en la roca. Las tumbas de cámara eran sepulturas familiares
usadas durante muchos años. El rey y los miembros de la familia real se enterraban en
tholos. Ambos tipos de tumbas tenían una estructura semejante y el mismo número de
compartimentos. Los tholos más importantes son el Tesoro de Atreo; la Tumba de
Klytemnestra, ambos levantados entre los años 1510 y 1220 a.C; el Tesoro de Minias,
recordado por Pausanias (IX, 36,5), cuando escribió: «Son excesivos admirando las
cosas extranjeras más que las propias y así autores ilustres describen cuidadosamente
las pirámides de Egipto, mientras que no hacen siquiera mención del Tesoro de Minias,... (IX,38,2). El Tesoro de Minias, cosa admirable entre las de Grecia, nada inferior a cualquiera de otra parte, está hecho de piedra. Su forma es redonda y su cubierta no forma vértice, sino que la piedra más alta viene a trabar toda la construcción» (Traducción de A. Tovar).
Otros tholos famosos son: la Tumba de Peristeria, construida en el s. XVI a.C.; la
Tumba de Vaphio, fechada en el LH I; la Tumba de Dendra (poco después del 1400
a.C.), y la Tumba de Mysinochorion, construida hacia 1500 a.C. y abandonada en
torno al 1400 a.C.
Sobre el origen de estos tholos ha recogido G. E. Mylonas las diferentes opiniones de los investigadores que se han ocupado de ellos. Se ha abandonado rápidamente
la tesis de su origen minoico. Algunos autores han creído descubrir parentesco entre
los tholos de Micenas y los osarios circulares de Messara en Creta, pero no pueden
servir como prototipo, estos últimos, para los tholos micénicos, pues no están techados con una bóveda de piedra. También se ha pensado que estén influenciados los
tholos micénicos por las construcciones de las tumbas rnicénicas de círculo. Hood y
Levi los han puesto en relación con las tumbas de Nidri en Lefkas, pero hay que tener
presente que el ajuar de la tumba de Koryphasion indica que el tholos más antiguo es
anterior al 1510; que es la fecha que tradicionalmente se asigna para el comienzo de
este tipo de construcciones funerarias. Iacovides descarta la tesis de que las tumbas
abovedadas de cámara de Mesenia han podido ser los prototipos de los tholos, sino
que los primeros son una imitación de los segundos. Quizás, piensa G. E. Mylonas,
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que los túmulos del Heládico Medio sugirieron la forma de los tholos. Descarta este
autor la procedencia nórdica y de la Península Ibérica de los thoíos del Egeo, que nosotros juzgamos muy probable. Dólmenes como los de Soto, en Trigueros (Huelva),
El Pozuelo en la misma provincia, la Pastora, Romeral, Menga y Viera en Antequera,
El Ronquillo en Sevilla, Almirazaque en Almería, Montefrío en Granada, etc. es muy
posible que se encuentran en la base de los tholos micénicos, pues son construcciones
muy próximas y de fecha anterior a los tholos. Piensa G. E. Mylonas que los tholos
son una creación del continente desarrollada para proporcionar un sepulcro a los jefes, cuando la rumba de cámara se hizo frecuente entre el pueblo.
V. Karageorghis me ha insistido recientemente, con la ocasión de la celebración
del último congreso internacional de Arqueología de Atenas, que no cree en la influencia de Chipre en el periodo orientalizante de Tartesos, en el que habíamos insistido varios investigadores españoles e italianos (A. M. Bisi, J. Maluquer, A. Blanco) y
nosotros (Blázquez, 1975, passim). Lo que creemos ser originario de Chipre, pertenece a una Koiné mediterránea. Últimamente se viene valorando mucho la importancia del norte de Siria en los orígenes de la colonización fenicia en Occidente (Blázquez, 1983 b, pp. 11 ss. Id., 1978, pp. 201 ss. Id., 1983 c, pp. González Wagner,
1983. Bisi, 1983, pp. 97 ss.): estatuilla de galera del MAN de Madrid; fíbulas de doble resorte con paralelos en Hama; Astartés de Cástulo con paralelos en bronces de la
misma ciudad siria; botella de la Aliseda, fabricada en el N. de Siria; relieves de Pozo
Moro; alfabeto tartésico, parecido al de Hama en algunas letras; santuario de Cástulo
con paralelos en Israel (Blázquez, Valiente, 1981.) están ya documentadas en el santuario de Hazor, fechado en el siglo XIII a.C. Una va decorada con una mano (Hardem, 1972, pp. 86, 129, Yadin, 1972, p. 37, lám. XIV a. Aharon Kempinski, Avi-Yonah, 1977, p. 203, fig. 29). Algunos investigadores han dado un carácter funerario a
estas estelas. La mano que adorna una estela de Hazor se documenta con carácter funerario en estelas púnicas (Moscati, 1972, pp. 72, 82, 84, 113. Id., 1982, p. 98).
En Grecia la costumbre de poner estelas sobre las tumbas hizo su aparición en el
Heládico Medio. Algunos ejemplares se han descubierto en el cementerio oeste de
Eleusis, en Lerna, en Micenas, y sobre tholos. Estas estelas son lisas o decoradas. Estas
estelas micénicas no se relacionan con las piedras hincadas de los túmulos [-559→560-]
hispanos, ya que hasta el momento presente no se ha detectado influjo micénico en la
Península Ibérica. Las estelas, mal llamadas extremeñas, porque aparecen también en
el centro de la Península Ibérica y en Aragón, son de procedencia atlántica y salvo la
fíbula de codo y las liras no tienen ningún elemento de origen mediterráneo, como
probaremos en otro estudio. Los escudos y los cascos proceden del Norte de Europa y
las espadas de Europa. Hoy día se esta volviendo casi unánimemente a la tesis atlántica de Mac White.
Es muy probable que las cámaras de Marruecos fueran una proyección de las del
sur de la Península Ibérica, pues Marruecos se hallaba durante toda la Antigüedad
muy vinculado a la cultura del sur hispano, o producto de una colonización de orientales. Cádiz debía canalizar todo el comercio de ambas orillas del Estrecho de Gibraltar, ya en el periodo orientalizante, como después lo hará en época helenística y
romana. (Blázquez, 1978, pp. 647 ss. Id., 1978 a. p. 82. Id, 1982, p. 352). Incluso algunas ciudades de Mauritania Tingitana pertenecían a la administración del sur de la
Península Ibérica, como Traducía Iulia, antes Tingi (Plin. V. 2.). Los romanos hicie-
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(Jaén), Torre de Doña Blanca (Cádiz) y de Marruecos y sus prototipos orientales
ron desplazamientos de poblaciones a ambas orillas del Estrecho (Str. III 1,8). Este
fenómeno de las intensas relaciones de todo tipo a ambas orillas del Estrecho es ya un
fenómeno bien atestiguado antes de la llegada al Occidente de los romanos. (Posac,
1984). [-560→561-]
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