PLUTARCO, EL TEATRO Y LA POLÍTICA Cuando se

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PLUTARCO, E L TEATRO Y LA POLÍTICA
Cuando se releen los Moralia de Plutarco llama la atención no encontrar apenas escritos políticos y especialmente que éstos no traten la
política de una forma teórica, si se exceptúa el fragmento del De unius
in republica dorninatione del que tampoco podemos, por su brevedad,
extraer conclusiones sobre su contenido.
El llamado catálogo de Lamprias nos informa de la existencia de
otros seis tratados políticos, de los cuales solamente uno, por su título
nada concreto -l3ohiztx&v Piphia B'- pudiera ser una obra de tal
índole.
¿Por qué Plutarco, seguidor en tantas obras suyas de las huellas de
Platón, no ha imitado también el ejemplo de la República o las Leyes?
Una buena muestra de su desinterés por las construcciones teóricas se
puede hallar en los Praecepta gerendae reipublicae donde no nos encontramos con un tratado especulativo ni tampoco con una ética para
políticos, sino con una pragmática serie de consejos para un hombre,
Menémaco, que va a enfrentarse con el gobierno de su ciudad, Sardes.
¿Cuál podría ser, pues, la causa de este desinterés? R. Volkmann en
su obra ya clásica sobre Plutarco adelanta una explicación, precisamente
en las páginas dedicadas al tratado que nos ocupa, muy poco lisonjera,
en verdad, para nuestro autor. Este desinterés derivaría del espíritu
'pequeño-burgués' -sit venia verbo- de Plutarco, que le impedía ver
más allá de su ciudad natal l.
Juicio diferente le merecen a C. P. Jones los Praec. ger. reip. en el
capítulo que dedica a los tratados políticos. Según él, a Plutarco le preocupaban menos las diferentes constituciones que la guía de la conducta.
l R. VOLKMANN,
Leben und Schriften des Plutarchs, Berlín, 1869 (reimp., Leipzig
1970), p. 227: «Wir sehen daraus, dass Plutarch ein Kleinstadter war mit Leib und Seele.
Für die politischen Verhaltnisse von Charonea und ahnlichen Kleiner ... hatte er einen klaren, richtigen Blick ... Aber eine hohere Auffassung grosser geschichtlicher Verhaltnisse
ging ihm ab. Man kann sagen, er betrachtete alle Erscheinungen der Griechischen und Romischen Geschichte nach dem beschrankten, kleinlichen Masstabe der ihm wohlbekannten
Verhaltnisse seiner Vaterstadt)).
C. P. JONES,Plutarch and Rome, Oxford, 1971, p. 111: «Characteristically, he is
less concerned with the abstract merits of different constitutions that with the guidance of
conduct. Hence the treatisses contain no systematic discussion of political structures,
though it is not difficult to trace the underlying presuppositions)).
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Esto es, los intereses de Plutarco en la política son fundamentalmente
éticos, aunque no sería difícil, en su opinión, trazar los presupuestos
subyacentes a su concepción política. Pero estos presupuestos, por
mucho que se lea y relea la obra, no saltan a la vista y, si no nos
equivocamos, tal vez haya de buscarse el motivo del silencio de Plutarco
en otras razones. ¿Miedo a la represión política? Quizá podría aducirse,
pero no es probable que el largo brazo del César llegase hasta su Queronea natal. Una explicación más sencilla se encuentra, a nuestro juicio,
en la edad del autor.
Plutarco ha escrito muy probablemente esta obra en su ancianidad 3.
De ello puede inferirse que el pragmatismo de que hace gala en los consejos a su joven amigo es el fruto de la experiencia de toda una vida de
político sometido a Roma. Ahora bien, este pragmatismo desilusionado,
no excluye una fundamentación ética en el quehacer político. Así, por
ejemplo, al comenzar la obra leemos:
((Fundamente a la política en primer lugar, como cimiento seguro y firme, la decisión surgida del juicio y la reflexión, no de un impulso de
vanagloria, de ambición o de falta de otros recursos)). (798 C)
y a continuación:
«Así algunos, por no tener ninguna otra cosa propia que hacer digna
de consideración, se meten en los asuntos públicos, sirviéndose de la
política como de un pasatiempo)). (798 D)
donde, especialmente en la segunda cita, puede verse un claro reproche.
Pero la lectura de este tratado nos deja un mayor regusto a realismo
fáctico que a sermoneo moralizante, por más que se parta de unos principios éticos. En esta línea, también al principio del tratado, podemos
leer:
«El político no debe imitar los modos del pueblo sino conocer y usar
en cada asunto lo que está en su poder)). (800 A)
y un poco después:
((Porque los políticos no sólo rinden cuenta de lo que dicen y hacen en
su actuación pública, sino que también son objeto de información sus
cenas, amoríos, matrimonio, hijos y todos sus intereses)). (800 D)
lo que demuestra un buen instinto psicológico y prudente acierto en el
consejo. Lo mismo podría decirse del largo espacio dedicado al empleo
3 Cf. K. ZIEGLER,
Plutarchos von Chaironeia, col. 77-78 sobre la cronología de esta
obra. Según MITTELHAUS,
De Plutarchi Prrreceptis gerendae Reipublicae, Berlín, 1911,
puede datarse después de Domiciano por datos internos (v. p. 26) y con gran probabilidad
hacia el final de su vida, entre 115 y 120 (p. 29). En contra VALGIGLIO,
vid. n. 6.
de la oratoria por el político, capítulos 5 al 10, donde encontramos curiosas anécdotas sobre ciertas prácticas parlamentarias, todavía hoy vigentes (804 C), combinadas con advertencias sobre la largueza con el
pueblo en juegos, teatro y otras manifestaciones externas y la severa admonición de no endeudarse para hacerlas (822 D).
Pero no es nuestro propósito hacer un análisis pormenorizado del
contenido de esta obra, lo que superaría nuestros límites asignados de
espacio. Por eso querríamos solamente referirnos, entre los diversos
símiles empleados por Plutarco en este tratado, a aquellos que comparan
al político o la actividad política con el teatro, como una muestra más
del pragmatismo con que, desde nuestro punto de vista, trata Plutarco
la política.
La utilización de símiles tomados del teatro es amplia, como precisa
Fuhrman en su excelente estudio de este tema en nuestro autor 4, y gran
parte de ellos se encuentra en los tratados políticos, como el que ahora
nos ocupa, y también en las Vidas Paralelas, obras políticas por excelencia. Esta incidencia del teatro en la imagen del político parece sugerir
que Plutarco concebía la relación político/pueblo en términos parecidos
a la de actor/público, como si uno y otro en su cometido de convencer y
de mover los afectos, desempeñasen una función similar.
Once son las alusiones al teatro que encontramos en nuestra obra,
que pueden repartirse en tres grupos.
1. Alusiones al teatro en la vida real
821 F «De todas las clases de amor que surge en las ciudades y en los
pueblos por una persona, el mas fuerte y a la par más divino nace de
la virtud. Pero los honores que provienen del teatro, de repartos de dinero, o de juegos de gladiadores llevan un falso nombre...».
Pasaje con una clara notación ética.
817 B «No como algunas personas groseras y mal educadas que ... insultan a los coregos en las Dionisias ...»
refiriéndose al respeto debido a las personas que ocupan cargos públicos.
802 E «Sin embargo, el lenguaje del político no debe ser ni juvenil ni
teatral.. .»
en el c. 6 dedicado a la oratoria.
4 F . FUHRMAN,
Les irnages de Plutarque, parís, 1964, p. 45, donde precisa que Plutarco emplea 100 veces símiles tomados del teatro, y pp. 241-244.
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Símiles tomados del teatro
816 F «Pues es extraño que el protagonista de la tragedia, un Teodoro o un Polo, haga su entrada tras un asalariado que representa el
tercer papel y le hable humildemente, si éste lleva la diadema y el
cetro)).
Se refiere a quienes piensan que sólo se puede respetar a los gobernantes pertenecientes a familias ricas y famosas y no a los pobres y de
origen plebeyo. Y para dar mayor relieve a su opinión contraria aduce
el ejemplo de que en Esparta los éforos precedían a los reyes.
813 E-F «Imitar a los actores, que añaden pasión, carácter y dignidad propia a la representación, pero escuchan al apuntador y no se
salen en ritmo y metros de la licencia dada por los que tienen el poder D.
Este pasaje, como puede verse, tiene un contenido fuertemente realista, pues quienes tienen el poder en este símil son los romanos. No
hay más política que la marcada por Roma, por tanto es absurdo teorizar sobre ella, sólo es posible la parenesis ética. No es éste el único
pasaje en que Plutarco muestra su resignación ante las escasas posibilidades de actuación de un político en Grecia haciendo este símil tras decir: ...R a i z@ ozscpávq pfi nohU cppov~Tvpq6E nto~sústv,Ó p o v ~ azocc
ilah~iouq Enávcu zíjc ilscpahiic. (813 E), pasaje discutido por su
corrupción entre otros motivos, pero donde los ilahziouc -aun siendo
botas de senadores y no de soldados, como puntualiza C. P. Jones,
o.c., p. 133 App. 1-, no dejan de ser una visualización del poder. Poco después en 814 A, tras una comparación de los niños que quieren
ponerse el calzado o las coronas de sus padres con los magistrados que
incitan al pueblo a imitar las hazañas de los antepasados, aconseja dejar Maratón, Eurimedonte y Platea para la escuela de los sofistas, pero
esto no le impide manifestar que, aun haciendo a su patria obediente
al poder constituido, tampoco por ello el político debe, tras tener la
pierna atada, ofrecer asimismo el cuello al yugo (814 F), lo que no deja de ser una expresión significativa de su pensamiento respecto a la relación de Grecia con Roma. Podríamos seguir espigando ejemplos pero
sería alargarnos indebidamente. Creemos con esto dejar de manifiesto
que Plutarco, aunque vivía ahora bajo Trajano una etapa de gobierno
de Roma bien distinta a las anteriores, especialmente de la de Domiciano que conoció directamente en su es,tancia en Roma, no parece totalmente satisfecho. Mas bien se conforma o se resigna y -aunque
aconseje dejar Maratón, Platea y Eurimedonte a los rétores- él se
vuelve también a los ejemplos de los antepasados. Esto es, se refugia
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en el pasado por la imposibilidad de existencia en el presente de una
política griega y por eso tampoco especula sobre ella, como después Plotino según Porfirio, porque le diferencia de éste su pragmatismo 5.
804 D «...pues la gente acepta con más gusto al que comienza, por
saciedad y cansancio de aquellos a quienes está acostumbrado, como
los espectadores aceptan mejor al actor nuevo...D.
Se está refiriendo aquí a las dos vías de acceso a la vida pública que
él considera posibles. En este pasaje se trata de la primera.
805 D «Quien se subleva contra un hombre miserable que ha sometido a la ciudad con habilidad y audacia, como Cleón o Cleofonte, y le
aparta y humilla, hace una entrada brillante, como la de un drama, en
la política)).
Se refiere aquí también a la primera vía de acceso a la política, rápida y gloriosa, pero arriesgada. Luego tratará del otro acceso, más lento,
en el que tiene un papel importante la amistad, describiendo la función
de ésta en la política con gran realismo y abundancia de anécdotas (capítulos 12-15).
800 B «Pero tú mismo que vas a vivir el resto de tus días como en un
teatro al aire libre...)).
La vida del político carece de intimidad, su actuacion está a la vista
de todos, de lo que derivan consecuencias éticas.
799 A «Y los que se van a dedicar a la lucha o a la gloria políticas,
como actores que se caracterizan para el teatro, por fuerza se arrepentirán ellos mismos.. .D.
Pero esto les ocurre a quienes se dedican a la carrera política sin preparación, no a quienes lo hacen reflexivamente.
3. Anécdotas
Hay por último dos anécdotas en 801 F de Ifícrates, en 817 C de Demóstenes, en las que estos políticos se manifiestan con lenguaje del teatro.
5 Parece esto, a nuestro juicio, más conforme a la realidad que la opinión de G. J.
AALDERS,«Political Thought in Plutarch's Convivium septem sapientium~,Mnemosyne
30, 1977, p. 38: «Although Plutarch was well aware of Rome's overruling power and supervision, the life of the Greek cities continued in his eyes -if on a reduced scale- that
of the city-states of a great past». Para un tratamiento más amplio del tema, en aspectos
que aquí no nos interesan, cf. la monografía del mismo autor, Plutarch's Political
Thought, Amsterdam, 1982.
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Hemos visto, pues, cómo en estos símiles el político es comparado
con el actor, su vida con la de la escena, símiles que a nuestro ver, demuestran que para el Plutarco desengañado de la vejez 6 lo único a que
podía aspirar ya el político en Grecia era a cumplir su 'función' en el
doble sentido que tiene el término en castellano de representación teatral
y desempeño de un cometido subordinado a las necesidades de una trama global cuyo sentido se le escapa al 'funcionario' y cuyo desenlace
-a la manera del actor frente a los designios del autor dramático- no
puede alterar.
Rosa M. a AGUILAR
Universidad Complutense
Madrid
6 La expresión Evay~oqE ñ i AopiriavoU en 815 D es lo suficientemente imprecisa como para aceptar con E. Valgiglio en su edición de los Praecepta, Milán; 1976, una datación de nuestra obra entre el 96 y el 100 d. C.
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