El Fallo que intento comentar fue dictado por la Corte de Justicia de

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RESPONSABILIDAD PENAL POR EL HECHO CULPOSO. A PROPÓSITO DE UN FALLO DE
LA CORTE DE JUSTICIA DE SALTA
Por Pablo Iribarren
El Fallo que comento fue dictado por la Corte de Justicia de Salta con fecha 11 de marzo de
2009. El caso que le tocó decidir al Tribunal es un accidente de tránsito ocurrido en la noche
del 15 de junio de 2005 en la autopista que une la ciudad de Salta con la de General Güemes,
cuando una persona, conduciendo un automóvil colisiona con un animal vacuno, pierde el
control de su rodado, y va a parar a la vía opuesta, donde impacta con un camión que venía en
sentido contrario, lo que produjo el incendio del automóvil y el deceso de su chofer. Esa parte
de la ruta se encontraba concesionada, siendo imputados por el delito de homicidio culposo
quienes se encontraban de turno al momento del siniestro, y eran los encargados de mantener
dicha ruta en condiciones óptimas de circulación.
Antes de analizar los fundamentos de la sentencia, creo oportuno hacer unas breves
reflexiones sobre las particularidades de los delitos culposos. Como es sabido, nuestro Código
Penal siguiendo la tradición Iberoamericana ha optado por tipos culposos especialmente
previstos en su parte especial. Este sistema de “numeros clausus” no es el seguido por España
en donde una cláusula especial de su Código prevé la posibilidad de que cualquier delito
doloso sea atribuido en forma culposa (numerus apertus). De ello podemos concluir que en el
Código Penal argentino se castigan principalmente aquellos delitos cometidos con dolo y sólo
excepcionalmente los culposos.
En general, cuando la ley intenta punir una conducta que ha violado el deber de cuidado utiliza
una formula estándar en la que contempla que los medios comisivos en estos delitos son, la
negligencia, la imprudencia, la impericia y la inobservancia de los reglamentos o deberes.
Se mantiene vigente la discusión de si son posibles los delitos de comisión por omisión
culposos. Debemos recordar que los delitos propios de omisión consisten en hechos penales
que se agotan en la no realización de la acción requerida por la ley. Por el contrario, en los
delitos impropios de omisión, al “garante” se le impone el deber de evitar el resultado . Es decir
aparece la figura del “garante” y su posibilidad de ser aplicada en los tipos culposos
Como señala Santiago Mir Puig ("Derecho Penal -parte general-", 5ta. edición, Barcelona,
1998, pág. 306): la posición de garante "… se da cuando corresponde al sujeto una específica
función de protección del bien jurídico afectado o una función personal de control de una fuente
de peligro, en ciertas condiciones. Ambas situaciones convierten entonces al autor en 'garante'
de la indemnidad del bien jurídico correspondiente"
Según esta postura para que el sujeto se encuentre en posición de garante, la creación o
aumento del peligro debe ser "ex ante", y atribuible al autor sin que sea necesario que la
conducta aún sea típica.
Existe un verdadero deber de control de las fuentes de peligro, las que por estar dentro del
ámbito de dominio del sujeto, lo colocan en la "posición de garante". Al respecto se ha
señalado que "quien posee en su esfera de dominio una fuente de peligro (instalaciones,
animales, máquinas) para bienes jurídicos, es el responsable de que tal peligro no se realice.
En ese sentido se encuentra en posición de garante, pues le corresponde el control del que
depende la indemnidad de los bienes jurídicos" (Mir Puig, op. cit., pág. 316).
Resulta relevante para determinar esa posición de garante establecer cuales son las fuentes
que generan la obligación de actuar. Enrique Bacigalupo ( Conf. BACIGALUPO, Enrique,
"Lineamientos de la teoría del delito" pag 208), ha sistematizado en que casos se produce esa
estrecha relación entre el garante (omitente) y un bien jurídico. Su capacidad didáctica para
abordar una temática tan compleja, me permite seguir sus principales ideas, para desarrollar
los diferentes supuestos en la que un sujeto no puede permanecer indiferente, frente a ciertos
peligros que pueden amenazar los intereses que el Estado intenta tutelar.
El prestigioso catedrático señala dos categorías fundamentadoras de la posición de garante.
Se tratarán en forma separada, y a los fines de este trabajo muy brevemente.
1) Cuidado de un bien jurídico determinado frente a los peligros que puedan amenazarlos.
Se incluyen dentro de este apartado, varios supuestos en los cuales una persona, está
obligada por deberes de cuidado y protección de uno o varios bienes jurídicos determinados. A
saber:
A) Deberes que provengan del cuidado de personas necesitadas, como pueden ser los niños,
ancianos, enfermos; o expuestas a determinados riesgos. El guía de montaña que debe velar
por los excursionistas.
B) Deberes de protección y cuidado derivados de una estrecha relación de vida. En este
supuesto ingresan las obligaciones que nacen del matrimonio o de la vida en común.
C) Deberes de protección y cuidado que surgen para el funcionario público por el ejercicio de
sus funciones.
2) Cuidado de una fuente de peligro frente a la generalidad de los bienes jurídicos.
A) Deberes que nacen del cuidado de una fuente de peligro que puede afectar bienes jurídicos
indeterminados. Por ejemplo, el guardabarreras que se encuentra a cargo del paso a nivel que
cruza una calle de tránsito peatonal y automotor.
B) Los propietarios o poseedores de cosas riesgosas, que dentro de su ámbito de dominio,
deben controlar y evitar determinados resultados.
C) Peligros emanados de un hecho anterior del omitente, siempre que resulten previsibles y
evitables. El fabricante de automotores que, conciente de las fallas que presentan para la
seguridad del transito, vende los vehículos al público.
D) Deberes de vigilancia que provienen de un contrato. Denominado también, aceptación o
asunción voluntaria o libremente querida (con mayor extensión se puede ver en El delito
impropio de omisión en la "República de Cromañon" Iribarren, Pablo, LA LEY 2005-F, 578).
Aplicando estas ideas al caso que nos ocupa, podemos considerar que quienes tenían a su
cargo el cuidado de la ruta concesionada y debían velar para mantenerla en optimas
condiciones de circulación se encontraban en “posición de garantes” pudiéndoseles atribuir
responsabilidad por no evitar el resultado.
No puede dejarse de mencionar que voces autorizadas han entendido que debería descartarse
la posibilidad de delitos de comisión por omisión culposos, pues en los tipos culposos el efecto
acontece por deficiente utilización de los medios que hubiesen permitido evitarlo. En estos
casos la resolución del hecho culposo se regiría por las reglas comunes.
Además no resultan menores las objeciones que se realizan a la utilización de la posición de
garante en estos delitos, ya que implica una ampliación indebida de los tipos penales culposo
que de por sí son figuras abiertas. Incluyendo de esta manera, fuentes que generan obligación
de actuar no previstas por la ley (como puede ser el contrato), afectando el principio de
legalidad.
Más allá de estas disquisiciones doctrinales, lo cierto es que para atribuir un delito culposo será
siempre necesario acreditar la conexión de antijuricidad. Es decir, que la creación o aumento
del riesgo no permitido o la acción contraria al deber de cuidado (según la postura que
tomemos), siempre debe estar estrechamente vinculado o ser la concreción del resultado
producido.
¿Esta ecuación: “creación o aumento del riesgo-conexión de antijuricidad-resultado”, alcanza
por sí sola como para responsabilizar penalmente a un sujeto? Estimo que no. Resulta
imperioso determinar un criterio válido para definir el deber de cuidado. En este aspecto y a
grandes rasgos se enfrentan dos posiciones. Una objetiva que recurre a un estándar de
“hombre medio cuidadoso” y otra subjetiva que entiende que el deber de cuidado debe definirse
individualmente, teniendo en cuenta la capacidad y conocimiento particulares del autor.
Entiendo que esta postura es la correcta, ya que como bien señala Zaffaroni: “...el estándar
medio consagra una teoría estática de los roles sociales, groseramente incompatible con la
realidad...” (Zaffaroni, Alagia y Slokar Derecho Penal Parte General. Pág. 529 y ss.).
De acuerdo a lo señalado en la sentencia (no he tenido acceso a la prueba producida en la
causa): “... El deber de cuidado sobre cuya omisión gira la atribución de responsabilidad en el
delito culposo, debe establecerse conforme a la capacidad de previsión de cada individuo, y en
consecuencia aquel deber aumentará según las condiciones y preparación para la tarea que el
individuo desarrolle o le haya sido asignada, pero este “deber objetivo de previsión” no habilita
ampliar en exceso y en grado intolerable el concepto de culpa aún en actividades que implican
un mayor riesgo. La posibilidad de la presencia de animales en la autopista justificaba por parte
de la empresa la atribución de la función del concreto control, entre otras tareas, a Alejandro
Rubén Vázquez y Mariano Augusto Bianchini, quienes cumplían uno de los turnos en el
momento del evento. Sin embargo, no significaba ello que ambos dependientes, dada la
multiplicidad de factores en juego, a saber alambrados bajos, dueños descuidados, la
nocturnidad reinante, la considerable extensión del trayecto, etc., estuvieran en condiciones de
garantizar por sí mismos y con los medios que contaban, la no ocurrencia total y absoluta de
accidentes por aquella causa dentro del sector de la vía rápida concesionada, simplemente
porque no se trata de organizar un sistema infalible, sino de reducción del riesgo que esa
situación implica en cualquier ruta o camino... no se ha comprobado que la tarea encomendada
fuera inexistente o haya sido cumplida en forma deficiente dentro del marco de las
posibilidades personales y de medios que tenían los empleados de Aunor para detectar la
presencia de animales en la autopista. El hecho de que esta última circunstancia haya tenido
lugar, no permite automáticamente calificar la conducta de los vigiladores como negligente, de
omisión personal de sus obligaciones, porque no hay prueba en concreto para afirmarlo en
esos términos. A esta lógica conclusión se llega en la inteligencia de que sólo habrá atribución
penal culposa cuando se acredite que el autor ha faltado al deber de ser diligente, y esta
conducta además haya incrementado decididamente el riesgo al que estaba expuesta la
víctima.”
Comparto lo resuelto por la mayoría del Tribunal. Los acusados expresaron que en ningún
momento vieron un animal suelto. Que sea previsible tal circunstancia no significa que deban
verlo siempre y, por ende, que siempre que haya algún animal incumplan con el deber de
resguardar la seguridad de los usuarios de la autopista, ya sea retirando el animal o tomando
otras medidas que neutralizaran el riesgo existente. Si no se probó que vieron al animal, a
pesar de que cumplían sus funciones adecuadamente, la imputación de la muerte será sólo
objetiva. Si, a pesar de cumplir con el deber propio de sus tareas laborales, no vieron animal
alguno, no violaron ningún deber de cuidado, pues para ello es necesario que el autor
reconozca la situación concreta de riesgo. No hay entonces conducta activa ni omisiva típica de
homicidio culposo, por falta de previsibilidad subjetiva (porque resulta imposible representarse
mentalmente la posibilidad de muerte por existencia de un animal que no se vio). Habría
previsibilidad objetiva pero no subjetiva y ello no alcanza para el juicio de tipicidad. En ese
error incurre, a mi juicio, el voto minoritario, que hace hincapié en la previsibilidad, pero no en
los conocimientos concretos de los imputados en la fuente de riesgo (presencia real y concreta
del animal).
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