LECTURAS SOBRE UN PARRICIDIO PUBLICADA EN EDICIÓN N° 45 DE CONTEXTO PSICOLOGICO -¡Ay! mis pobres niños, ¿dónde han venido a caer? ¿Saben ustedes que esta es la casa de un ogro que se come a los niños? -¡Ay, señora! -respondió Pulgarcito que temblaba entero igual que sus hermanos-, ¿qué podemos hacer? PULGARCITO. Charles Perrault Algunos días después de la publicación de “Silvina, Gabriela y el demonio” (Ver Contexto Psicológico Nª 44 ) me sorprendía viendo un programa en el que un periodista visitaba la casa de Manuela Pedraza 5873 donde, el 27 de marzo de 2000, las hermanas Vásquez asesinaron a su padre, en el marco de un ritual de purificación sangriento y delirante. Gracias a esta nota supe que tanto Silvina como Gabriela están libres y han cambiado su identidad. Tras doce años y algunos meses del parricidio, aún hay vecinos de Villa Urquiza que no pueden hablar del tema y muchas familias que alquilaron la casa la abandonaron apenas se enteraron de la historia. Estas conductas, claramente plasmadas en los intentos de reportaje, me recordaron el comportamiento de ciertos pueblos primitivos – y otros no tanto - bajo el influjo del tabú de los muertos. Aquel que desobedecía la prohibición de tocar al muerto o de pronunciar su nombre, era considerado impuro y sometido a un estricto aislamiento. Cualquier persona que tomara contacto con el condenado, recibía el contagio de sus impurezas y era sometido a penas similares. Sigmund Freud aborda éste tema en “Tótem y tabú”, una de sus obras favoritas, en la que, además, propone la idea de un parricidio mítico, y lo hace funcionar como un operador teórico que enlaza la idea de horda primitiva, propuesta por Darwin, y un modo de organización social “totémica” construida sobre el eje de una ley fundamental: la prohibición del incesto. La horda primitiva fue concebida como un grupo liderado por “un padre violento, celoso, que se reserva todas las hembras para sí y expulsa a los hijos varones cuando crecen” (1) Respecto del sistema totémico, Freud nos dice: “Casi en todos los lugares donde rige el tótem existe también la norma de que miembros del mismo tótem no entren en vínculos sexuales recíprocos, vale decir, no tengan permitido casarse entre sí. Es la exogamia conectada con el tótem”. (2) ¿Qué pasó entre un modo de organización y el otro? Es allí donde Freud apela al mito del parricidio primordial. Dice Freud: “Un día los hermanos expulsados se aliaron, mataron y devoraron al padre, y así pusieron fin a la horda paterna. Unidos osaron hacer y llevaron a cabo lo que individualmente les habría sido imposible. (Quizás un progreso cultural, el manejo de un arma nueva, les había dado el sentimiento de su superioridad.) Que devoraran al muerto era algo natural para unos salvajes caníbales. El violento padre primordial era por cierto el arquetipo envidiado y temido de cada uno de los miembros de la banda de hermanos. Y ahora, en el acto de la devoración, consumaban la identificación con él, cada uno se apropiaba de una parte de su fuerza. El banquete totémico, acaso la primera fiesta de la humanidad, sería la repetición y celebración recordatoria de aquella hazaña memorable y criminal con la cual tuvieron comienzo tantas cosas: las organizaciones sociales, las limitaciones éticas y la religión”. (3) Algunas crónicas policiales no descartan que el parricidio perpetrado por las hermanas Vásquez haya tenido componentes canibalísticos. Una buena parte del rostro de Juan Carlos Vásquez habría sido arrancado a mordiscones. Crímenes como el de las hermanas Papin o el de las hermanas Vásquez hacen girar el molino de las palabras, haciendo que periodistas, sociólogos, antropólogos, filósofos, artistas de las más diversas disciplinas, profesionales del campo psi, pongamos en acción nuestro decir como un intento de tramitar cualquier acto que represente una amenaza de retorno a la horda darwiniana o al parricidio primordial de Freud. Lo nuestro es lo que, en tiempos lógicos, podríamos pensar como el efecto revolucionario del asesinato mítico, la resurrección del padre como fundamento de la ley. El padre, y por sobre todo el padre, sujetado a la ley. Ley pareja para todos. No hay padre inmune a la ley. Tampoco funcionarios. ¿Propuesta de cura para ciertos males de nuestro tiempo? ¿Utopía? Respondemos como soldados defensores del campo de la palabra y, al mismo tiempo, templarios del fuego de la ley que se dice y escribe con palabras, desde la norma más elemental hasta la resultante del más complejo y acalorado debate legislativo. En el terreno específico del psicoanálisis, la cuestión del parricidio primordial se repite de un modo singular en cada sujeto, bajo la forma de lo que solemos llamar vicisitudes del complejo de Edipo, operación que instaura (o no) al padre como fundamento de la ley (de prohibición del incesto). ¿Podemos despejar, a partir de los acontecimientos próximos al mes de marzo de 2000, cómo se jugó esta dramática en Silvina y Gabriela Vásquez? Para intentar responder este interrogante, me apoyaré en “El diablo se llama incesto”, artículo escrito por Isabel Monzón, quien destaca su experiencia como psicoanalista de “sobrevivientes de abusos sexuales”, experiencia que funcionará como eje a la hora de abordar el parricidio de Villa Urquiza. Isabel Monzón formula “…la hipótesis que Vásquez abusaba de sus hijas desde pequeñas y que, como es frecuente, la madre veía con el rabillo de un ojo lo que el otro le negaba. Entonces, Silvina también desmiente el haber tenido una madre cómplice: peleaba con Gabriela, la acusaba de ser la responsable de la muerte de Aurora Gamarra. No cuestiona a su madre sino que culpa a su hermana. (4) Para formular esta hipótesis, Isabel Monzón considera, entre otros aspectos, el decir de algunos testigos clave como Margarita Fernández, madre de una de las mejores amigas de Gabriela Vásquez, quien afirmaba que “Gabriela dormía con el padre”. Luego, un tanto enojada con el enfoque que los medios de comunicación hacen del tema, la psicoanalista agrega: “La versión sobre esta relación incestuosa circula con fuerza, señala el periodista Rolando Barbano en el Clarín del 31 de marzo. Pero, a pesar de las declaraciones de estos testigos y de la sórdida escena que los policías describieron, en todas las notas que los tres principales diarios argentinos publicaron sobre el tema, la palabra incesto o el término relación incestuosa, aparece una sola vez en Clarín, dos en Página 12 y dos en La Nación. Este último diario informa que el juez Campagnoli, a cargo del caso, afirmó que no estaba claro aún si había una relación entre el asesinato y el incesto. “No lo descarto”, dijo. En el pene de Vásquez había restos de semen. (¿Qué es lo que no descarta el Juez? ¿Si hubo o no incesto o si el crimen fue su consecuencia?”(5) Un padre que realiza el incesto no es un padre. En este punto, si adherimos a la hipótesis de Isabel Monzón, la historia de las hermanas Vásquez se toca con la de las hermanas Papin. Recordemos que Emilia Papin, la hija mayor, violada por su padre, adviene para Clemence, la madre paranoica, en una rival, una “pilluela” de la que hay que desconfiar. En “El diablo se llama incesto”, Isabel Monzón le supone un comportamiento parecido a Aurora, la madre de las Vásquez: “Acusaba a Gabriela de promiscua y la echaba de la casa. Una madre y un padre que no obran como tales, no existen ni aunque estén vivos. O, peor aún, enloquecen a sus hijos. Es factible que, para esta madre, la responsabilidad del incesto recayera sobre Gabriela. Silvina, por su parte, se identificaba con Aurora, considerando a Gabriela la culpable de su muerte. Mientras que, en su delirio, no era su amado padre el autor de esta tragedia sino el mismísimo diablo”. (6) Cuando escribía “Silvina, Gabriela y el demonio”, me preguntaba si ciertas similitudes entre el caso de las hermanas Vásquez y el caso de las hermanas Papin eran meras coincidencias. Vemos que no, que hay aspectos fundamentales que se repiten en una y otra historia. En ambos casos hay un padre que transgrede o no ha sido marcado por la ley, una madre que tramita de un modo singular el incesto, haciendo sentir a la hija responsable del mismo. En ambos casos el pasaje al acto homicida revela la estructura psicótica de las protagonistas y funciona, en mayor o menor grado, como un factor resolutivo de la locura. Este es un aspecto que Lacan toma de la psiquiatría clásica pero que, al mismo tiempo, reinventa . Bajo el influjo de sus conceptos decimos que, en terreno de las psicosis, el pasaje al acto regula el exceso de goce de un Otro sin ley. Introducida la dimensión de los tres registros, Lacan plantea el pasaje al acto como un tratamiento de lo real por lo real. En el caso de las hermanas Vásquez… ¿Podríamos pensar que lo insoportable, lo intrusivo, lo real del incesto, fue tratado por lo real del parricidio? (1) Sigmun Freud. Obras completas. Tótem y tabú y otras obras (1913-1914) XIII. Pag.143 (2) Ibíd. Pág. 13 (3) Ibíd. Pág. 143-144 (4) Isabel Monzón. El diablo se llama incesto. Revista Brujas. Pág. 4 (5) Ibíd. Pag.5 (6) Ibíd. Pag.6